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Paz y Ciencia

viernes, 27 de abril de 2012

La Barrera del 65 por ciento: Psicología Positiva

"El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque lo necesito. El amor maduro dice: Te necesito porque te amo". Erich Fromm.
Les expongo unas ideas de Martin Seligman del libro "La Vida que Florece", que luego comentaré. Se trata de la página 65 y sucesivas, bajo el epígrafe del asunto de este "post". Habla de los mitos de la salud mental, como por ejemplo los fármacos, y las oposiciones a la "psicoterapia positiva". Además transmite unas interesantes críticas, no solo se queda en ese lado "positivo" que algunos pacientes califican de "Flower Power". Cuando transmitimos este enfoque a personas que se encuentran como aquellos pobres animalillos con los que, hace más de 45 años, experimentaba Seligman como investigador. Es decir, en el "formato" de la indefensión aprendida: "Yo no voy a cambiar, no puedo cambiar, me parece que tú eres demasiado optimista, creo que no puedo mejorar, yo soy un rayado, etc, etc". Y desde luego que tienen su "razón". Su manera de ver el mundo, las circunstancias, el futuro y a sí mismos es francamente desolador. Allí van las palabras de Martin Seligman: Me he pasado buena parte de la vida midiendo los efectos de la psicoterapia y de los fármacos y les voy a contar el segundo secretito sucio. Casi siempre, los efectos son los que técnicamente se llama "reducidos". La depresión es un ejemplo típico. Consideremos dos tratamientos que, según numerosos estudios, "funcionan": la terapia cognitiva para la depresión (que cambia el modo de pensar sobre acontecimientos negativos) y los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (ISRS como Prozac, Paroxetina...) Tomando una media de todos los estudios publicados, con cada uno de ellos se obtiene un índice de alivio del 65 por ciento, acompañado de un efecto placebo que va del 45 al 55 por ciento. Cuanto más realista y sofisticado es el placebo, mayor es el porcentaje del mismo: la respuesta al placebo es tan elevada que en la mitad de los estudios en los que la FDA (la Agencia Alimentaria y del Medicamento de EE.UU.) basó la aprobación oficial de los fármacos antidepresivos, no había diferencia entre el placebo y el fármaco. Hay estudios recientes sobre los fármacos antidepresivos que resultan incluso más desalentadores. Un prestigioso consorcio de psicólogos y psiquiatras recopilaron los datos de los 718 pacientes procedentes de los seis mejores estudios comparativos entre fármaco y placebo y dividieron a los pacientes de acuerdo con la gravedad de la depresión. En caso de depresión muy severa (si sufre de una depresión tan grave lo más probable es que ni siquiera pudiera leer este párrafo), los fármacos demostraron tener una eficacia fiable, pero en el caso de depresión moderada o leve, los efectos eran nulos. Desgraciadamente, la gran mayoría de las recetas para antidepresivos se extienden para este tipo de pacientes, depresivos entre moderados y leves. Así pues, siendo generosos, se estima que los fármacos presentan una ventaja máxima del 20 por ciento sobre el placebo en cuanto a beneficio. Este 65 por ciento surge una y otra vez, ya sea al analizar el porcentaje de pacientes que obtienen un alivio o el porcentaje de alivio de síntomas en los pacientes. Yo llamo a este problema "la barrera del 65 por ciento". ¿Por qué existe una barrera del 65 por ciento y por qué son tan reducidos los efectos? Desde el primer día en que empecé a practicar esquí hasta cuando lo dejé al cabo de cinco años, siempre luché contra la montaña. Esquiar nunca me resultaba fácil. Todas las modalidades de psicoterapia que conozco, todos los ejercicios, son una intervención del tipo "lucha contra la montaña". Es decir, estas terapias no se refuerzan por sí solas y, por consiguiente, los beneficios se desvanecen con el tiempo. En general, todas las técnicas de terapia hablada son complicadas de hacer, no resultan nada divertidas y son difíciles de incorporar en la vida personal. De hecho, medimos la eficacia de las terapias habladas por lo que duran antes de "disiparse" una vez concluido el tratamiento. Todos y cada uno de los fármacos presentan exactamente la misma característica: en cuanto se dejan de tomar, se vuelve al punto de partida, y la reaparición y la recaída son norma. Para contrastar, pruebe el siguiente ejercicio de psicología positiva. Es divertido y perdurable en cuanto cuaja. Reaccionar de Forma Activa y Constructiva. Por curioso que resulte, la terapia de pareja suele consistir en enseñar a los dos miembros a pelearse mejor. Así una relación insufrible puede volverse mínimamente tolerable. No está mal. Sin embargo, a la psicología positiva le interesa más convertir una relación buena en excelente. Shelly Gable, profesora de psicología de la Universidad de California en Santa Bárbara, ha demostrado que la forma de celebrar algo es un indicador más fiable de las relaciones sólidas que la forma de pelear. Las personas que nos importan suelen compartir con nosotros las victorias, los triunfos, y otras cosas buenas menos trascendentales que les ocuren. Nuestra forma de reaccionar fortalece la relación o la socava. Hay cuatro formas básicas de reacción, y solo una fortalece las relaciones. Esta es la tarea de la semana: escuche con atención cada vez que una persona que le importe le cuente algo bueno que le haya sucedido. Desvíese de su camino para reaccionar de forma activa y constructiva. Pida a la persona que reviva el acontecimiento con usted; cuánto más tiempo pase reviviéndolo, mejor. Dedique mucho tiempo a reaccionar. (Ser lacónico es malo.) Busque sucesos buenos durante toda la semana y deje constancia de ellos por la noche del siguiente modo: Evento del Otro-Mi Respuesta-La Respuesta del Otro para Conmigo. Si descubre que no se le da demasiado bien, planifíquelo con antelación. Anote algunos eventos positivos concretos de los que hayan hecho partícipe recientemente. Escriba cómo debería haber reaccionado. Cuando se levante por la mañana, dedique cinco minutos a visualizar con quién se encontrará a lo largo de la jornada y qué cosas buenas es probable que le cuenten sobre ellos mismos. Planifique su reacción activa y constructiva. Utilice variantes de estas reacciones activas y constructivas a lo largo de la semana. A diferencia de la lucha contra la montaña, esta técnica se mantiene por sí misma. Sin embargo, a la mayoría de nosotros no nos sale de forma natural y tenemos que practicarla con diligencia hasta que se convierte en un hábito. Me encantó ver a mi hijo Darryl de dieciséis años sentado en la primera fila en un seminario que impartí en Berlín en julio de 2010. Por fin tenía la oportunidad de mostrar a Darryl a qué me dedico aparte de sentarme delante del ordenador, escribir y jugar al bridge. En la primera hora, pedí a los seiscientos participantes que realizaron un ejercicio activo-constructivo, los puse por parejas y la persona A presentaba un suceso positivo y la persona B respondía y luego intercambiaban el papel. Vi que Darryl lo hacía con un desconocido. Al día siguiente, fuimos toda la familia al enorme mercado de Tiergarten. Nos separamos, compramos baratijas y distintos recuerdos de nuestra visita a Europa. Mis dos hijas pequeñas, Carly, de nueve años y Jenny, de seis, disfrutaban de lo lindo con la aventura, y corrían de un puesto a otro. Aquel día la temperatura en Berlín alcanzó niveles extremos -rozaba los 38º- y enseguida nos quedamos sin energía y sin dinero, por lo que nos reunimos en una cafetería cercana para disfrutar del aire acondicionado y del café con hielo. Carly y Jenny lucían unas diademas doradas, de plástico y con incrustaciones de bisutería. - Las hemos conseguido por trece euros - anunció Carly orgullosa. - ¿No habéis regateado? -repliqué sin pensar. - Vaya, eso sí que es un gran ejemplo de reacción activa y destructiva, papá -comentó Daryl. O sea que yo sigo practicando y con muchas clases particulares. Sin embargo, en cuanto se empieza a poner en práctica, caes mejor a los demás, pasan más tiempo contigo y comparten más detalles de su vida íntima. Uno se siente mejor y todo ello refuerza la capacidad de reaccionar de forma activa y constructiva. Nota de Rodrigo Córdoba Sanz: como psicólogo y psicoterapeuta, debo decir tres cosas: 1. Los psicofármacos son paliativos, de acuerdo, no obstante, alivian el sufrimiento y eso me parece positivo. 2. Criticar todas las psicoterapias me parece poco atinado, entre otras cosas porque este hombre ha trabajado en laboratorios y en la Universidad pero no sé si ha tratado ha un solo paciente. Dicho de otra manera, es una rata de biblioteca y laboratorio. 3. La Psicoterapia Posititiva promete muchísimo en cuanto a su teoría, pero en la práctica, los ejercios no son tan originales, eso sí, el objetivo es bien distinto al de la psicología convencional, es decir, la felicidad, no la ausencia de síntomas. http://youtu.be/TGs6eSm1ysE Un poco de Beethoven.

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