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Paz y Ciencia

jueves, 31 de julio de 2014

Los Nombres del Padre: Escuela de Orientación Lacaniana

Los Nombres del Padre o ¿Cómo prescindir a condición de servirse?
Por Alejandra Breglia (EOL)
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Hay cosas que no las pienso
 

Ya que la función del padre es la de ser un significante que sustituye al primer significante que es el deseo de la madre. Esta vía de intervención del padre como sustitución es la metafórica.
Entonces, a través del arribo a la formalización de la metáfora paterna, es decir concibiendo el Nombre del Padre como metáfora; Lacan traduce el Edipo freudiano en escritura.
 
II
Si en El Seminario IV la pregunta era ¿Qué es un padre?, en El Seminario XVII "El Reverso del Psicoanálisis" (1969-1970) lo que nos propone Lacan es pensar ¿Cómo ir más allá del límite que Freud ubicó bajo la forma del mito?
Es así como sitúa en un orden de discurso las cuestiones del padre, al ubicar el pasaje del saber mítico a lo que es de estructura.
Si bien Freud tuvo que construir un mito moderno como Tótem y Tabú para explicar que, si subsiste algún padre ha de ser el padre muerto, el padre asesinado; Lacan define la equivalencia freudiana -del padre muerto como la condición del goce para todo sujeto-, como "operador estructural". Es en este sentido que el mito se trasciende y pasa a ser un "enunciado de lo imposible", cuyo "signo de lo imposible"  es que el padre muerto sea el goce.
Es allí que Lacan puede decir que gracias a Freud se consigue ir más allá del mojón que él mismo había puesto bajo la forma del asesinato del padre. Ya que si desde el origen el padre está castrado, entonces la castración no puede tener su inicio en el padre. Entonces define la castración como una operación real, introducida por el significante, que determina al padre como real imposible y da como resultado la causa del deseo.
A partir de esta formalización el padre queda designado como S1, significante amo que en cuanto tal es pura función lógica vaciada de lo mítico y definido como operador estructural.
Se introduce el padre real como construcción del lenguaje. Siendo el lenguaje mismo el que borra el goce, y el padre real el agente de la castración, es el significante amo. El lenguaje como tal tiene es el que comporta la operación de castración, hay pérdida de goce de la que queda un resto que es el a.
 
III
Lacan avanza aún más en la logicización del Nombre del Padre, dando el paso crucial hacia su reducción en el padre-síntoma. Siendo ésta otra perspectiva lógica de la función del padre.
En la clase del 21/01/75 de El Seminario XXII "R. S. I.", plantea los términos que introducen la excepción, tratándose de la posibilidad de que un sujeto cualquiera haga excepción, sosteniendo además que habría más de uno, uno entre otros.
Es decir que cualquiera, tratándose de alguien; que cualquiera pueda hacer función de excepción, para que la misma haga modelo. Pero que lo recíproco no es verdadero, como nos advierte Lacan; quiere decir que es la función la que determina el modelo.
Lacan opera una relativización del Nombre del Padre en el pasaje del singular al plural, y lo conduce a ubicar la categoría del significante amo, diciendo que en tanto tal, cualquier significante puede sostener la función. El plural introduce una lógica del Nombre del Padre donde la función puede ser sostenida por diversos enunciados.
Que una existencia pueda estar afectada por la excepción, implica que alguien pueda inscribirse en el lugar del síntoma, y que haga letra. Ya que en esta perspectiva, Lacan parte de una letra y su repetición para hablar de la función del síntoma. El síntoma se sostiene allí donde hay S1 que se repite.
Esta función de excepción implica una disimetría, que opera una diferenciación en la estructura subjetiva.
Entonces, ser la excepción, que es la función del padre; es situarse como S1 con relación a todos los otros significantes; pero a condición de ser marca de un deseo efectivo. El S1 no puede acceder a la existencia más que si realiza efectivamente la inscripción de un deseo que tenga como causa.
Ello hace lugar a lo que Lacan nombra como perversión paterna. Para que subsista el padre como función debe dar lugar a la pere-versión, como única garantía de la función del padre.
Dicha perversión consiste en hacer surgir el objeto a como causa del deseo, del deseo del padre. Para ello es preciso que haga de una mujer el objeto a que causa su deseo.
Aquí se plantea una solidaridad entre el padre y el síntoma; el padre está en la posición de existe al menos uno.
Lacan nos aclara que poco importa los síntomas que pueda tener el padre; si agrega a ellos el de la perversión paterna. Se trata de que tenga como síntoma a una mujer; es decir, que su causa sea una mujer. Y además que me-dio diga, ese justo no-decir, el justo me-dios; a cerca de su goce. Que no diga a condición de no ser demasiado transparente ese no- decir.
 
IV
No es sin este asombroso recurso, que Lacan nombra "perversión paterna", que podemos en la clínica psicoanalítica articular de alguna manera posible los Nombres del Padre, dejando atrás definitivamente lo universal del padre.
Esta perspectiva implica la concepción del padre como instrumento disponible para que el sujeto se sirva de él.
Entonces se puede prescindir del Nombre del Padre con la condición de valerse de él. Servirse del lugar estructural del Nombre del Padre, del al menos uno, para poder prescindir de él. Valerse, servirse como de una herramienta. Estamos al nivel del uso, del saber arreglárselas.
Lo que nos queda del padre; cuando los ideales, las identificaciones, dejan de recubrir el real que causa el deseo; se sostiene en el objeto a. Y esto es definir al padre sólo a partir de la causa. Es la estructura y la función de este objeto a, lo que nos permitirá hacer uso del Nombre del Padre en el sujeto.
Entonces, se puede prescindir de creer religiosamente a condición de servirse de lo que es causa, para volver legible el goce del sujeto.

Carta de Jacques Lacan: EL PAIS


Hablo sin la menor esperanza de hacerme oir de manera clara.Sé lo que hago, incluyendo lo que eso comporta de inconsciente.
Esta es mi ventaja sobre el hombre que piensa y no se da cuenta de que primero habla. Ventaja que no debo a otra cosa que a mi experiencia.
Pues, en el intervalo que va de la palabra que desconoce a lo que cree hacer pensando, el hombre se enreda los pies, lo que no le da muchos ánimos.
De modo que el hombre piensa con debilidad, y tanto más débilmente cuando más se exaspera... por enredarse los pies, precisamente.
Hay un problema de la Ecole. No es ningún enigma. También yo ahora me ocupo de él, y no prematuramente.
Dicho problema se revela tal por el hecho de tener solución, y es, ladigo: la disolución.
  • Disoluc
Y bastando con que uno se vaya para que todos queden libres, soy yo, según mi nudo, verdadero para cada uno, quien es preciso que lo haga en mi escuela.
Y me decido a ello, porque, de no impedirlo yo, seguiría funcionando a contrapelo de lo que yo mismo he fundado.
Con vistas a un trabajo, como ya he dicho -que, en el campo por Freud abierto, restaura el surco tajante de su verdad, y reconduce a la praxis original por él instituida con el nombre de psicoanálisis al deber que en nuestro mundo le corresponde- y que, mediante- una crítica asidua, denuncia las desviaciones y compromisos que amortajan su progreso, degradando su empleo. Objetivo este que sigo manteniendo.
Esta es la razón de que disuelva. Y no me quejo de los llamados «miembros de la escuela freudiana»; antes les agradezco haberme enseñado dónde estaba mi fracaso: es decir, dónde me había enredado los pies.
Esta enseñanza me resulta preciosa. Y ahora la pongo a rentar.
O, dicho de otro modo: yo persevero.
Y llamo a asociarse, en contrapartida, a cuantos, en enero de 1980, quieran proseguir con Lacan.
Que su candidatura por escrito me los haga pronto conocer. En el plazo de diez díaz, para cortar por lo sano la debilidad general, publicaré las primeras adhesiones que haya aceptado, como compromisos de «crítica constante» de cuantas «desviaciones y compromisos» ha alimentado la Ecole.
Demostrando así que no es merced a ellos como mi escuela acabará por convertirse en institución, en grupo consolidado, a expensas de efecto de discurso que de la experiencia se espera, cuando ésta es freudiana. Ya se sabe el coste de haber Freud permitido que el grupo psicoanalítico primara sobre el discurso, convirtiéndose en Iglesia.
La Internacional, pues tal es su nombre, se reduce al síntoma que es, debido a lo que Freud de ella esperaba. Pero no tiene peso por sí misma. Es la Iglesia, la verdadera, la sostenida por el marxismo que le aporta sangre nueva... de un sentido renovado. ¿Por qué no también el psicoanálisis cuando vira hacia el sentido?
No digo esto por pura y vana rechifla. La estabilidad de la religión proviene de que el sentido es siempre religioso.
De ahí mi obstinación en la vía del materna, que nada impide, sino que da fe de lo que al analista le falta, para estar a la altura de su función.
Si yo patri-severo (pére-sèvére), es porque la experiencia realizada requiere una contraexperiencia compensadora.
No necesito a mucha gente. Y hay gente de la que no necesito.
Yo dejo que por afinidad me muestren lo que saben hacer, con tal de no entorpecerme, y convertir en agua de borrajas una enseñanza en la que todo es sopesado.
¿Lo harán mejor aquellos a los que admita? Al menos, podrán servirse del hecho de darles yo la oportunidad.
El directorio de la EFP, tal como yo lo he constituido, se encargará de tramitar los asuntos llamados corrientes. hasta que una asamblea extraordinaria, que será la última convocada en el tiempo previsto por la ley, proceda a la devolución de sus bienes, que habrán sido tasados por los tesoreros, Rene Baylli y Solange Faladé.
Firmado: LACAN
Hablo sin la menor esperanza de hacerme oir de manera clara.Sé lo que hago, incluyendo lo que eso comporta de inconsciente.
Esta es mi ventaja sobre el hombre que piensa y no se da cuenta de que primero habla. Ventaja que no debo a otra cosa que a mi experiencia.
Pues, en el intervalo que va de la palabra que desconoce a lo que cree hacer pensando, el hombre se enreda los pies, lo que no le da muchos ánimos.
De modo que el hombre piensa con debilidad, y tanto más débilmente cuando más se exaspera... por enredarse los pies, precisamente.
Hay un problema de la Ecole. No es ningún enigma. También yo ahora me ocupo de él, y no prematuramente.
Dicho problema se revela tal por el hecho de tener solución, y es, ladigo: la disolución.
De la asociación que da, a esta escuela, estatuto jurídico.
Y bastando con que uno se vaya para que todos queden libres, soy yo, según mi nudo, verdadero para cada uno, quien es preciso que lo haga en mi escuela.
Y me decido a ello, porque, de no impedirlo yo, seguiría funcionando a contrapelo de lo que yo mismo he fundado.
Con vistas a un trabajo, como ya he dicho -que, en el campo por Freud abierto, restaura el surco tajante de su verdad, y reconduce a la praxis original por él instituida con el nombre de psicoanálisis al deber que en nuestro mundo le corresponde- y que, mediante- una crítica asidua, denuncia las desviaciones y compromisos que amortajan su progreso, degradando su empleo. Objetivo este que sigo manteniendo.
Esta es la razón de que disuelva. Y no me quejo de los llamados «miembros de la escuela freudiana»; antes les agradezco haberme enseñado dónde estaba mi fracaso: es decir, dónde me había enredado los pies.
Esta enseñanza me resulta preciosa. Y ahora la pongo a rentar.
O, dicho de otro modo: yo persevero.
Y llamo a asociarse, en contrapartida, a cuantos, en enero de 1980, quieran proseguir con Lacan.
Que su candidatura por escrito me los haga pronto conocer. En el plazo de diez díaz, para cortar por lo sano la debilidad general, publicaré las primeras adhesiones que haya aceptado, como compromisos de «crítica constante» de cuantas «desviaciones y compromisos» ha alimentado laEcole.
Demostrando así que no es merced a ellos como mi escuela acabará por convertirse en institución, en grupo consolidado, a expensas de efecto de discurso que de la experiencia se espera, cuando ésta es freudiana. Ya se sabe el coste de haber Freud permitido que el grupo psicoanalítico primara sobre el discurso, convirtiéndose en Iglesia.
La Internacional, pues tal es su nombre, se reduce al síntoma que es, debido a lo que Freud de ella esperaba. Pero no tiene peso por sí misma. Es la Iglesia, la verdadera, la sostenida por el marxismo que le aporta sangre nueva... de un sentido renovado. ¿Por qué no también el psicoanálisis cuando vira hacia el sentido?
No digo esto por pura y vana rechifla. La estabilidad de la religión proviene de que el sentido es siempre religioso.
De ahí mi obstinación en la vía del materna, que nada impide, sino que da fe de lo que al analista le falta, para estar a la altura de su función.
Si yo patri-severo (pére-sèvére), es porque la experiencia realizada requiere una contraexperiencia compensadora.
No necesito a mucha gente. Y hay gente de la que no necesito.
Yo dejo que por afinidad me muestren lo que saben hacer, con tal de no entorpecerme, y convertir en agua de borrajas una enseñanza en la que todo es sopesado.
¿Lo harán mejor aquellos a los que admita? Al menos, podrán servirse del hecho de darles yo la oportunidad.
El directorio de la EFP, tal como yo lo he constituido, se encargará de tramitar los asuntos llamados corrientes. hasta que una asamblea extraordinaria, que será la última convocada en el tiempo previsto por la ley, proceda a la devolución de sus bienes, que habrán sido tasados por los tesoreros, Rene Baylli y Solange Faladé.
Firmado :LACAN
Hablo sin la menor esperanza de hacerme oir de manera clara.Sé lo que hago, incluyendo lo que eso comporta de inconsciente.
Esta es mi ventaja sobre el hombre que piensa y no se da cuenta de que primero habla. Ventaja que no debo a otra cosa que a mi experiencia.
Pues, en el intervalo que va de la palabra que desconoce a lo que cree hacer pensando, el hombre se enreda los pies, lo que no le da muchos ánimos.
De modo que el hombre piensa con debilidad, y tanto más débilmente cuando más se exaspera... por enredarse los pies, precisamente.
Hay un problema de la Ecole. No es ningún enigma. También yo ahora me ocupo de él, y no prematuramente.
Dicho problema se revela tal por el hecho de tener solución, y es, ladigo: la disolución.
De la asociación que da, a esta escuela, estatuto jurídico.
Y bastando con que uno se vaya para que todos queden libres, soy yo, según mi nudo, verdadero para cada uno, quien es preciso que lo haga en mi escuela.
Y me decido a ello, porque, de no impedirlo yo, seguiría funcionando a contrapelo de lo que yo mismo he fundado.
Con vistas a un trabajo, como ya he dicho -que, en el campo por Freud abierto, restaura el surco tajante de su verdad, y reconduce a la praxis original por él instituida con el nombre de psicoanálisis al deber que en nuestro mundo le corresponde- y que, mediante- una crítica asidua, denuncia las desviaciones y compromisos que amortajan su progreso, degradando su empleo. Objetivo este que sigo manteniendo.
Esta es la razón de que disuelva. Y no me quejo de los llamados «miembros de la escuela freudiana»; antes les agradezco haberme enseñado dónde estaba mi fracaso: es decir, dónde me había enredado los pies.
Esta enseñanza me resulta preciosa. Y ahora la pongo a rentar.
O, dicho de otro modo: yo persevero.
Y llamo a asociarse, en contrapartida, a cuantos, en enero de 1980, quieran proseguir con Lacan.
Que su candidatura por escrito me los haga pronto conocer. En el plazo de diez díaz, para cortar por lo sano la debilidad general, publicaré las primeras adhesiones que haya aceptado, como compromisos de «crítica constante» de cuantas «desviaciones y compromisos» ha alimentado laEcole.
Demostrando así que no es merced a ellos como mi escuela acabará por convertirse en institución, en grupo consolidado, a expensas de efecto de discurso que de la experiencia se espera, cuando ésta es freudiana. Ya se sabe el coste de haber Freud permitido que el grupo psicoanalítico primara sobre el discurso, convirtiéndose en Iglesia.
La Internacional, pues tal es su nombre, se reduce al síntoma que es, debido a lo que Freud de ella esperaba. Pero no tiene peso por sí misma. Es la Iglesia, la verdadera, la sostenida por el marxismo que le aporta sangre nueva... de un sentido renovado. ¿Por qué no también el psicoanálisis cuando vira hacia el sentido?
No digo esto por pura y vana rechifla. La estabilidad de la religión proviene de que el sentido es siempre religioso.
De ahí mi obstinación en la vía del materna, que nada impide, sino que da fe de lo que al analista le falta, para estar a la altura de su función.
Si yo patri-severo (pére-sèvére), es porque la experiencia realizada requiere una contraexperiencia compensadora.
No necesito a mucha gente. Y hay gente de la que no necesito.
Yo dejo que por afinidad me muestren lo que saben hacer, con tal de no entorpecerme, y convertir en agua de borrajas una enseñanza en la que todo es sopesado.
¿Lo harán mejor aquellos a los que admita? Al menos, podrán servirse del hecho de darles yo la oportunidad.
El directorio de la EFP, tal como yo lo he constituido, se encargará de tramitar los asuntos llamados corrientes. hasta que una asamblea extraordinaria, que será la última convocada en el tiempo previsto por la ley, proceda a la devolución de sus bienes, que habrán sido tasados por los tesoreros, Rene Baylli y Solange Faladé.
Firmad: :Lacan
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miércoles, 30 de julio de 2014

Alice Miller



ALICE MILLER  

Durante mi formación como psicoanalista se daba mucha importancia al hecho de que el analista debía permanecer neutral. Era parte de las reglas fundamentales que, desde los tiempos de Freud, nadie cuestionaba y todos seguían estrictamente [por ser «el padre» del psicoanálisis]. Entonces no pensé nunca que esta regla estuviese unida a la necesidad de proteger de cualquier reproche a los padres del paciente. Mis colegas parecían no tener problemas con la defensa de la neutralidad, parecían no mostrar interés por compartir y comprender las torturas de un niño que había sido maltratado, humillado y explotado incestuosamente. Pero como en sus prácticas habían sido tratados con la misma neutralidad, necesaria según Freud, no habían tenido la oportunidad de descubrir su propio dolor, que ellos mismos ocultaban. Para descubrirlo no habrían necesitado psicoterapeuta neutral, sino a un terapeuta parcial, alguien que los acompañara, que estuviese siempre de parte de aquel niño maltratado y se indignase ante la injusticia que le había sido infligida. Es necesario que el terapeuta consiga esto antes, para ayudar a que lo consiga su cliente también. El hecho es que la mayoría de las personas no saben lo que es la indignación cuando comienzan la terapia. Cuentan historias espantosas ante las que no sienten la necesidad de rebelarse, no sólo porque sus sentimientos les resultan ajenos, sino también porque no saben que existe otra clase de padres. […] En el marco de una terapia de estas características el cliente continúa atrapado en su miedo infantil y no se atreve a compartir sus emociones y a experimentar su rabia y su indignación como lo que son: una reacción normal ante la crueldad vivida.

         Mi experiencia me ha demostrado que mi indignación auténtica ante lo que mis clientes me confesaban sobre su infancia ha constituido un importante vehículo durante la terapia. […] Normalmente esto tenía un efecto intenso, como si se dinamitase el dique que mantenía el agua del río en un embalse. A veces la indignación de la terapeuta desencadenaba también en el cliente una avalancha de indignación. […] El cambio radical tenía lugar gracias a la actitud comprometida y liberada de la terapeuta, que era capaz de mostrarle al «niño» que le estaba permitido mostrar disgusto ante el comportamiento de sus padres y que cualquier persona con sentimientos estaría también disgustada, con la excepción de aquellos que también habían sufrido maltratos en la infancia.  [Alice Miller“Salvar tu vida”]

Carta a una víctima de malos tratos



Carta a una víctima de malos tratos en su infancia.

          Su madre ha logrado que usted, todavía hoy, le den miedo sus auténticos sentimientos, que son tan normales. Ella lo abrumó con terribles sentimientos de culpa para que usted no cuestionase nunca el comportamiento materno. Esto significa básicamente anular la vida emocional del niño. Por lo tanto no es extraño que a veces usted odiase a su madre por esta fatídica represión, especialmente porque usted, de niño, dependía por completo de ella. Pero por suerte a veces era capaz de odiar y quizá también de sentir que su madre se merecía su odio. Esto salvó a su verdadero yo. Hay personas para quienes estos sentimientos están del todo bloqueados. Ahora, con razón, quiere liberarse de esos sentimientos de culpa. Podrá hacerlo cuando comprenda que su rabia estaba completamente justificada. Puede escribirle cartas a su madre, sin enviarlas, y contarle todo cuanto le hizo y cuánto sufrió usted. Así su verdadero Yo tendrá más espacio para desarrollarse y no permitirá ni un abuso más de las necesidades ni de las versiones de su madre.

Lacan se mira al espejo



EL ESTADIO DEL ESPEJO: ALGUNAS ANOTACIONES DE LACAN

"La percepción de la actividad del otro no basta en efecto para romper el aislamiento afectivo del sujeto. En tanto la imagen del semejante juega sólo su rol primario, limitado a la función de la expresividad, desencadena en el sujeto emociones y posturas similares, al menos en la medida en que la estructura actual de sus aparatos lo permite.Pero mientras sufre esta sugestión emocional o motriz, el sujeto no se distingue de la imagen misma. Más aún, en la discordancia característica de esta fase, la imagen no hace más que agregar la intrusión temporaria de una tendencia ajena. Llamémosla intrusión narcisista: sin embargo, la unidad que introduce en las tendencias contribuirá a la formación del yo. Pero antes de que el yo afirme su identidad, se confunde con esta imagen que lo forma, y que empero primordialmente lo aliena."

Jacques Lacan: "Les complexes familiaux dans la formation de l´individu, París: Navarín éditeur, 1984

martes, 29 de julio de 2014

Jacques-Alain Miller: El heredero de Lacan



ENTREVISTA A JACQUES-ALAIN MILLER: EL HEREDERO DE LACAN

-El orden simbólico no es más lo que era. ¿Podría decir qué era y lo que será?
-La declinación del orden simbólico no es un axioma del psicoanálisis. Los cambios se constatan, están en todos lados. En la actualidad, hay otra idea de familia, otra práctica, otros conceptos. El de hoy es un nuevo mundo. La función del padre no es la de antes. Eso se dice desde la Revolución Francesa. No hay que olvidarse que se le cortó la cabeza al rey. Y que la Revolución Industrial fue otro punto de inflexión. Es cuando empieza a hacerse sentir el poder del capitalismo, los efectos que Karl Marx describió tan bien: hacer desvanecer lo que parecía estable, inmóvil. Entonces podría decirse que el padre ya no tenía la gloria social y legal anterior. Y con una cierta igualdad de condiciones que la revolución favorece, la idea del pater familias, que viene de la Roma antigua, se encuentra recortada. Balzac, en sus novelas, señala la caída de la imagen paterna a mitad del siglo XIX.

-En “La mujer de treinta años”, en “Papá Goriot”…
-Exactamente. La paternidad, en esa novela, está degradada. Y eso pareciera que cada generación lo redescubre. Un siglo después, Hannah Arendt escribe un artículo sobre la declinación de la autoridad en los Estados Unidos. Esto es parte del derrumbe progresivo de un orden simbólico que era fuerte, antiguo. Lacan, que formalizó el Edipo, a la vez dijo que –como está jugada– en la historia contemporánea el padre no tendría siempre la dirección del show, del espectáculo. Eso no podrá mantenerse. Y en eso estamos. Lo vemos en los casos clínicos. Ahora, el padre y la madre son iguales en las decisiones fundamentales que toma un analizante. Pero siempre puede decirse que los símbolos son semblantes o construcciones: es una construcción nuestra idea del tiempo, del espacio, de la política, etcétera; construcciones que empezaron, y que pueden terminar. Eso lo desarrolló Ludwig Wittgenstein con los juegos de palabras. De otra manera también lo hizo Michel Foucault. Y de otra manera Ian Hacking. Se trata de representaciones simbólicas que se mueven, al contrario de lo real, que queda en su lugar. Pero creo que debemos avanzar en la idea de que lo real también está tocado. Ese es el paso.

-Lo real está tocado por la técnica
-Por la técnica, porque la técnica se metió con lo real, con eso que parecía fuera de nuestra acción, de nuestras posibilidades. Pero la civilización ha penetrado en la fábrica de lo real. La prueba misma es que podemos hacer desaparecer el planeta con una bomba. Podemos destruir la naturaleza. Alterar el clima. Y ahora, hasta cambiar la especie humana, como piensa el filósofo alemán Peter Sloterdijk; cambiarla por una especie de superhumanidad… lo felicito por su optimismo. La cuestión es que se ha logrado entrar en una zona completamente desconocida. Eso tiene consecuencias para pensar a nivel de la experiencia analítica. Lacan lo ha pensado mucho en la dimensión simbólica. Pero a nivel de lo real, de lo que resiste a la simbolización, queda algo que es superreal. No es un límite absoluto. Eso se condensa más y más. Pero se percibió bajo el rostro de la destrucción. Pasar de las “guerras amables” entre ejércitos a la destrucción masiva de poblaciones civiles… eso es imparable. El movimiento mismo de la ciencia parece el espectáculo de la pulsión de muerte en acción. Pero tratemos de decirlo de manera menos romántica: se ha tocado lo real. 

-¿Cómo saberlo, cómo detectarlo?
-Bien, la idea más sofisticada de lo real en la física matemática es la mecánica cuántica. Y hasta hoy, los físicos y los filósofos se pelean para saber de qué real se trata en esa mecánica. No hay acuerdo. Eso disgustaba a Albert Einstein. Pero es un terreno fecundo para las ideas barrocas. Porque no se entiende qué cosa es ese real que se ha descubierto.

-Es como si no fuera nada.
-Algo así. Se pensó que podían ser los átomos. Hasta que se descubrieron partículas subatómicas. Nadie está tranquilo con lo real actual. Antes existía el materialismo. Se decía: es la materia. Sin embargo, la materia es muy distinta de lo que pensaba el materialismo del siglo XVIII, o el materialismo de Marx o el de Lenin. Eso tiene consecuencias para pensar nuestro real en la experiencia analítica.

-¿En qué sentido?
-Lacan formalizó el inconsciente como un tipo de sistema. La idea era la de un real científico. Haciendo grafos, mostrando, a partir de una serie azarosa de signos, cara y ceca de una moneda, se obtiene una serie azarosa. Y ha mostrado también que agrupando los símbolos se veía surgir una ley. Las posibilidades eran esas: una, dos, nunca ninguna de las dos, repetición. Esa fue la denotación de Lacan. El inconsciente era a nivel de esa ley: cómo los significantes se encadenan, la llamada asociación. Lacan demostró cómo se podían ordenar los casos de Freud, según ese tipo de conexión, entre unidades significantes. Eso es el inconsciente freudiano. Lacan definió el inconsciente, en cambio, a nivel de esa serie azarosa. En esa serie no se puede saber cuál será el próximo símbolo porque existe la contingencia. 

-¿Y en análisis?
-Lo que se produce de más íntimo en un análisis, es que nadie puede saber nada con anticipación; la idea de la ciencia justamente, es que todo se puede saber con anticipación, se puede prever, y que con una ley se puede decir “esto es posible”, “esto es imposible”. Si se piensa el encuentro entre dos seres a nivel sexual, por ejemplo, no hay una ley previa, no hay un programa; los animales sí lo tienen. Pero para la especie humana, a ese nivel, hay una parte del programa que no está escrito. Es lo que Lacan nombra ausencia de proporción sexual. Hay un agujero en lo real. Lo real del sexo, en la especie humana, no dice nada; existe la contingencia, el encuentro, la invención, la construcción, los semblantes: el matrimonio, en algunas culturas es una sola mujer, en otras culturas son cuatro, en otras una más, tres escondidas. Cada cultura tiene su originalidad. Pero no se encuentran perros que copulen de una manera en China y de otra en la Argentina. En la naturaleza existe una constancia. 

-¿Ninguna constancia para el viviente? 
-Lo que parece una ley general es que los primeros encuentros con el goce del cuerpo dejan marcas que no se borran. Eso es muy curioso. Porque esos encuentros son azarosos. En las estructuras clínicas, el encuentro con el goce es algo desmesurado, no previsto. En general, es traumático y deja una marca. Debajo de las conexiones significantes se puede encontrar ese punto. Y se debe encontrar. No se puede deducir. 

-Una curiosidad… ¿usted vio la película “Shame”? Se cuenta una historia…
-Ni se le ocurra contármela, la voy a ver. Algo escuché de una adicción al sexo. En principio, recomiendo leer el último número de la revista Registros, dedicado a los hombres. Está muy bien, y es muy divertida. Los hombres son los antiguos amos, caídos, degradados. Por la emergencia de las mujeres. Y aunque esto es relativamente reciente, los antiguos amos se encuentran desorientados. Los hombres no se ubican bien frente a la femineidad emergente, que reivindica un cambio en muchas categorías. La cultura está armada para controlar el goce femenino, que es incontrolable. Pero desde el comienzo de la civilización, ése era un factor que había que dominar, encuadrar, controlar. Pero cambiaron los tiempos. El diablo ahora saltó.

-¿El diablo?
-El goce femenino, sí, que tiene el poder de perturbar todas las categorías. Las culturas pueden pensarse como maneras de encajonar al goce femenino. Sin éxito. Se feminizan las profesiones. ¿Y por qué habría que resistir la feminización? Seguramente las mujeres sostendrán la práctica analítica en el siglo XXI. Lacan decía que las mejores analistas eran las mujeres. Y también las peores. 

-¿Qué piensa usted de la sociedad del espectáculo que teorizó Guy Debord?
-Debord era una manera de tratar la vida cotidiana como hecha de semblantes. Pero terminó suicidándose. Supongo había encontrado algo que no era espectáculo.

-Lo real…
-Puede suponerse. A veces, los espíritus más ágiles, los más irónicos de una generación, terminan aplastados. Se los traga algo bajo la frazada. Eso es el saber del analista. Cuando sabe que puede venir el hombre de negocios más exitoso, y en el consultorio mostrar otra cara. 

-Hubo mucha gente, como nunca, en el Congreso de la AMP.
-Fue una alegría ver tanta cantidad de gente, tantos jóvenes. ¿Qué decir? Que hay una llamada posible al psicoanálisis para responder a los trastornos contemporáneos. Y creo que a medida que la sociedad de control se refuerza, los impasses que provoca le han dado al psicoanálisis una nueva urgencia, ya sea a nivel terapéutico o del pensamiento.

-¿Su opinión sobre las nuevas tecnologías de comunicación?
-Es fundamental, positiva. Hace años, cuando se introdujo internet en nuestros intercambios, en 1994, recuerdo haber escrito una intervención en el avión que me traía a Buenos Aires, diciendo que íbamos a ver tres edades en la AMP. Escribirse cartas, mandar postales. Eso no permitía la vida de una asociación mundial. Era demasiado lento. Después, la segunda edad: el fax, que permitió crear la Escuela Europea de Psicoanálisis. El fax permitía incidir sobre un número de grupos y secciones de España e Italia con cierta rapidez. Con el correo electrónico tuve la impresión (que antes no tenía) de que era el instrumento que iba a permitir crear la AMP. Además de permitir publicar sin las limitaciones del papel. Eso no se hubiera podido decir antes de estas nuevas tecnologías.

-¿Por qué el psicoanálisis tiene mayor repercusión en los países católicos que en los protestantes? 
-Siempre fue así. Lacan era escuchado en Francia con muchas dificultades. Y tuvo algunos alumnos en Bélgica y en Italia. Dos veces estuvo en España pero entonces los españoles no iban a analizarse a París. El fin del franquismo político ocurrió después de la muerte de Lacan. 

-¿Y los argentinos?
-Lacan conoció a Oscar Masotta. Me lo presentó como “mi discípulo, mi alumno”. Pero es en 1978 que llegan a París los primeros argentinos para ver a Lacan. Ese movimiento recién empezaba y Lacan se estaba muriendo. Los argentinos que habían viajado eran Roberto Harari, que fundó Mayéutica; Jorge Chamorro, que está en la EOL, otros… Pero el encuentro decisivo, para mí, fue el que tuve con Diana Rabinovich, que me convenció de ir a Caracas, donde estaba exiliada. Estuve por primera vez en América latina en 1979, y conocí la importancia que tenía Lacan en el mundo latino. Fue la ocasión para descubrir otro mundo del cual no tenía idea. Y pensé que Lacan también podía conocerlo. Aceptó de inmediato, y a pesar de su edad, estuvo en Venezuela en 1980. Esa es una historia de países católicos, de cultura latina. En Alemania hay algunos grupos interesados en Lacan, desde el punto de vista intelectual. En Estados Unidos es apreciado en las universidades, por filósofos, críticos literarios, por los estudios culturales. Pero casi no acceden a su práctica cínica… por la cultura, el tipo de desarrollo, el estilo. Existen algunos grupos, pero casi como un fenómeno marginal. Europa del Este estaba congelada. Y cuando las cosas se abrieron, llegó la IPA (International Psichoanalytical Association) primero. Sin embargo, tenemos alumnos y analizantes en Rusia, y en los países bálticos, aunque allí también es muy fuerte la impronta norteamericana, que se opone a la clínica de lo singular. Estamos activos igual.

-¿Y en Oriente?
-Japón era un interés de Lacan. Los psiquiatras han traducido muchos seminarios, pero el país sigue siendo un enigma. El otro misterio es China, donde Lacan circula mucho. He tenido varias ofertas para viajar. No lo haré todavía. Seguro más adelante, por interés cultural, por saber cómo se transmite a Lacan. Hay analistas lacanianos que funcionan muy bien, se han formado en París.

-En China, tengo entendido, el individualismo no existe.
-Es cierto. Y tampoco en el psicoanálisis. Pero también es cierto que el capitalismo está en tensión en ese país comunista, y son los líderes de nuestro tiempo. Claramente existen fallas. China no parece ideológicamente estable. Por eso supongo que en las condiciones actuales, las autoridades no permitirían sino un psicoanálisis dócil al encuadre social y legal. Eso puede cambiar en el futuro. De hecho, cuando empecé la campaña para la liberación de la psicoanalista siria Rafah Nached, en el ministerio de Relaciones Exteriores de mi país me dijeron que lo más útil sería tener firmas de los últimos países amigos de Siria, entre los que estaba China. Y los diplomáticos no creían que eso fuera posible. Pero logré que algunos chinos firmaran un petitorio por la liberación de Rafah, si bien en términos generales, protocolares. Es una buena señal. Y demuestra que cuando todo es controlado por un partido, ciertas cosas empiezan a moverse lentamente. Por supuesto, si Lacan entrara en China, lo van a desear sin sal, querrán un Lacan “chino”.

-¿Cómo sería un Lacan “chino”?
-Hay que permitirles hacerlo. En principio, creo que quieren aprender de Occidente para desarrollar una vía “china” a Lacan. Pero para Lacan sería lo mismo. Si se apoderaran de su pensamiento, aprenderán qué pensaba Lacan, sus zonas inasimilables. El se interesaba mucho por el pensamiento de la antigüedad china. En ese punto Lacan también fue un adelantado.

Jacques-Alain Miller

Lacan y el amor críptico

¿Que pide el amor?, algunas canciones dicen el amor sólo pide amor, ¿pero vamos? si que son engañosas estas frases. En realidad casi a modo de canción, Lacan empieza su seminario ¨Aún¨,también diciendo: ¨el amor pide amor y lo pide sin cesar, lo pide... aún". Es así como introduce la falla, el desencuentro, siendo ¨aún¨ su representante. Los lacanianos tomamos una frase que expresa el desencuentro del no hay relación sexual (proporción sexual) y la implicación de la falta en el amor: ¨el amor es dar lo que no se tiene a quien no lo es¨, es una frase para pensar. El amor vendría a jugarse hasta cierto punto en ese dar lo que no se tiene, en ese invento que vehiculiza un encuentro o lo hace posible, sin saber que el amor es impotente de alcanzar su deseo de hacer de dos, Uno. De completar la naranja. 
En la relación amorosa lo que se pone en juego es eso que les falta a los patenaires, lo que se inventan para darse ya que en tanto no tienen siempre será un invento y no la simple repetición del goce.
La dimensión del amor está separada de la dimensión del goce fálico conocido, este ni por asomo alcanza para inscribirlo.
Es sólo a través de la vías del amor donde se hace posible la ilusión del encuentro.

Ayer me transmitieron un lúcido pensamiento sobre El Don Juan y esta búsqueda incansable de pasar por una y otra y otra mujer. Es a través de todas esas mujeres seducidas por él donde podemos ver la segunda parte de la frase... ¨a quien no lo es¨. Don Juan se pasa la vida encontrando mujeres, una por una pensando que esa si será la que lo completará, que esa si ¨es¨ el falo que le falta, para luego darse cuenta que no e ir a la cacería de otra mujer que traiga nuevamente esa promesa de ser la que lo completaría.

Y para terminar: ¨El amor no tiene nada que ver con la verdad¨.

Winnicott y Arteterapia


La creatividad según Donald Winnicott

Winnicott planteaba a la creatividad como capacidad humana innata, como la condición de estar vivo.
Sitúa el primer acto de creación en el humano en una fase temprana, en los primeros meses de vida, cuando se va produciendo el distanciamiento entre la madre y el bebé, cuando se abre un espacio transicional.
En este espacio el bebé es llamado a crear un sustituto ante la falta del objeto de satisfacción, valga aclarar, la madre que satisface sus necesidades corporales. En la fantasía del bebé, ese objeto sustituto, objeto transicional, tiene la capacidad de calmar las necesidades del bebé, y las ansiedades y temores que pueden despertar la ausencia de la madre.
Este es un fenómeno transicional, que se desarrolla en una zona intermedia, entre el exterior y el interior de la realidad psíquica del bebé.
El objeto transicional constituye la primera posesión no-yo, responde a la sensación de omnipotencia del bebé, que se considera capaz de dotar de vida a los objetos que crea.
Winnicott desarrolló esta idea, y la amplió usando la expresión “experiencia cultural”.
Sin saber si iba a poder definir el concepto de cultural, puso  el acento sobre la experiencia.
Al usar el vocablo cultural, pensaba en la tradición heredada, en que hay algo que está contenido en el conjunto común de la humanidad, a lo cual pueden contribuir los individuos y los grupos de personas, y que todos podemos usar si tenemos algún lugar en que poner lo que encontremos.
Para él, el juego recíproco entre la originalidad y la aceptación de la tradición como base para la inventiva es un ejemplo más, del que se desarrolla entre la separación y la unión.
Afirmaba que los mismos fenómenos que representan la vida y la muerte para los pacientes esquizoides aparecen en las experiencias culturales.
Las experiencias culturales son las que aseguran la continuidad de la raza humana, que va mas allá de la existencia personal, constituyen una continuidad directa del juego.
La tesis principal de Winnicott sobre este tema, es que el lugar de ubicación de la experiencia cultural es el espacio potencial que existe entre el individuo y el ambiente, que en los primeros meses del bebé es el objeto.
La utilización de ese espacio está determinada por las experiencias vitales que surgen en las primeras etapas de su vida, facilitadas por una “madre lo suficientemente buena” que sea capaz que llevar a cabo un adecuado sostén emocional y manipulación (holding y handling) del bebé.
Desde el principio, el bebé vive experiencias de máxima intensidad en el espacio potencial que existe entre el objeto subjetivo y el objeto percibido en forma objetiva, entre las extensiones del yo y el no-yo.
Ese espacio se encuentra el en juego recíproco entre el no existir otra cosa que yo y el existir de objetos y fenómenos fuera del control omnipotente.
Este espacio potencial se da sólo en relación con los sentimientos de confianza del bebé, de confianza vinculada con la confiabilidad materna o de los elementos ambientales, siendo la confianza la prueba de la confiabilidad que comienza a ser introyectada.
El espacio potencial puede llegar o no a destacarse como zona vital de la vida mental de la persona en el desarrollo.
Esto depende de que la madre haya sido capaz de generar las condiciones favorables, y de acercarle al bebé el objeto de creación.
Winnicott plantea que el “niño privado” es inquieto y posee una capacidad empobrecida para la experiencia cultural. La falta de confiabilidad o la perdida del objeto significan la perdida de la zona de creación, y la perdida del símbolo significativo.
En circunstancias favorables, el espacio potencial se llena de los productos de la imaginación creadora. La confianza esta basada en la experiencia, en el momento de total dependencia, y determina lo que va a llamar “tercera zona”: la capacidad de jugar, que se ensancha en el vivir creador, y en toda la vida cultural del hombre.

lunes, 28 de julio de 2014

El "Playing" en D.W. Winnicot

REFLEXIONES SOBRE
 LA OBRA DEL PSICOANALISTA INGLES DONALD WINNICOTT
No hay revancha, pero sí otra oportunidad 
Pesadillas: “La paciente, cuando despierta del sueño ‘antes de llegar a su madre’, rechaza transformar en un sueño propio las pesadillas ajenas”. Sorpresa: Hay “interpretaciones inteligentes” que impiden que el paciente se sorprenda a sí mismo. Si no hay juego mutuo, sólo hay adoctrinamiento”.
Por Daniel César Ripesi
Comentaba Donald Winnicott que en sus primeros años de pediatra entró corriendo a su consultorio un niño que, adelantándose a su madre –que había quedado rezagada por los pasillos de acceso–, se plantó frente a él, y le dijo: “Doctor, mi mamá me trae porque se queja de un dolor en mi panza”. Este episodio permaneció en él, para ser retomado en uno de sus primeros escritos psicoanalíticos en el que habla de ciertas madres hipocondríacas a quienes les duelen sus hijos... Con esta temprana experiencia, Winnicott aprendió que nadie puede empezar a vivir su vida si no encuentra su propio sufrimiento y los recursos necesarios para hacerse cargo de él.
En otra ocasión –ahora, poco antes de morir–, una muchachita anoréxica le cuenta un sueño: “Se ve caminando hacia su madre que está sollozando en un sillón, va hacia ella con el fin de calmarla, pero cuando está por llegar, se despierta...”. Winnicott duda de que esto sea realmente un sueño, pero señala que, en todo caso, lo más importante de éste es que la paciente se despierta antes de llegar a su madre: por fin rechaza hacerse cargo del sufrimiento de ésta. En un extremo y otro de su vida y de sus desarrollos teórico-clínicos, este tema insiste: nadie puede transformar en un sueño propio las pesadillas ajenas.
Cuando Winnicott recibía a sus pequeños pacientes, decía que algunos de ellos venían soñando y que él sólo debía permitir que se fueran del mismo modo: soñando... Sin embargo, otros mostraban necesidad evidente de contarlos, y Winnicott disponía lo necesario para que pudieran hacerlo, no porque pensara que fuera oportuno que recuperaran los dudosos privilegios de la vigilia, sino para que por fin retomaran los propios.
Si Macedonio Fernández tituló a uno de sus libros No toda vigilia es la de los ojos abiertos, Winnicott planteaba –como una pauta de salud– la alternativa inversa, “no todo onirismo es el de los ojos cerrados”. Una buena interpretación, si era necesario hacerla, era aquella que el paciente podía soñar... de boca de su analista. Tanto con niños como con adultos esto era posible si analista y paciente –en el curso de una cura- podían jugar juntos.
Cuando esto no era posible en el paciente, el terapeuta, decía Winnicott, debía llevarlo de un estado en que no puede jugar a otro en que pudiera empezar a hacerlo. Pero cuando es el terapeuta quien no puede jugar, es mejor detener las cosas, porque comienza lo que Winnicott llama intrusiones de “interpretaciones inteligentes” que impiden que “el paciente se sorprenda a sí mismo”. Cuando no hay juego mutuo, la interpretación es mero adoctrinamiento y produce acatamiento, confusión o, en el mejor de los casos, rechazo.
Es bueno hacer aquí una aclaración que ayude a entender algo esencial en el pensamiento de Winnicott, cuando reivindica un “jugar” entre paciente y analista: se plantea aquí una dificultad de traducción, que encierra una dificultad de orden epistemológico.
Los ingleses disponen de dos palabras para nombrar aquello que nosotros sólo podemos decir de un solo modo: jugar. Ellos dicen play o bien game. El game es el juego reglado, se desarrolla en un espacio y un tiempo preestablecidos, con un inicio, un desarrollo y una conclusión definidos; el ajedrez sería su expresión más acabada. Ordena un enfrentamiento que dará como resultado ganadores y perdedores, y otorga a quien lo juega la sensación de dominio de una estrategia posible para dirigir su juego. Hay un esfuerzo intelectual que toma prevenciones anticipadas de las posibles alternativas, y una agudeza indagatoria que hace –hasta cierto punto– previsible y calculable al contrincante. Y algo que resulta importante es que todo game admite una revancha. El play, en cambio, está más cercano al despliegue de una actividad espontánea; es en su propio movimiento como se construye el área de juego, en el hacer su experiencia se van precisando, más que los límites, ciertos confines donde el jugar podría empezar a diluirse; no define “ganadores” o “perdedores”, pero los participantes no salen del mismo modo como habían ingresado. Favorece la experiencia del play una distensión de la preocupación intelectual descripta en el game; en todo caso los participantes del play entran en una relación que realiza una paradoja, según la cual .-comenta Winnicott– son capaces de estar a solas en presencia del otro. O, para decirlo de modo positivo, quienes comparten esa experiencia de jugar disponen una presencia potencial no calculable, pero no demasiado inquietante.
La potencialidad de los participantes es, en todo caso, la que cada uno pueda favorecer o impedir como realización concreta en los otros, y esto en base a la confiabilidad que se pueda construir en el jugar. El marco temporal también impone cierta precariedad a los participantes: hay una decatextización de las coordenadas que ordenan los hechos según un antes y un después, pero ese “tiempo otro”, por así llamarlo, también necesita un principio y una culminación que es necesario construir con diversos tanteos exploratorios. Y, finalmente, en el play no hay “revancha” (difícilmente se puedan reeditar las alternativas que lo hicieron posible); en todo caso, si las cosas van bien, podría hablarse, sencillamente, de “nueva oportunidad”.
Si estamos de acuerdo en que con Freud se extendió la idea de sexualidad, con Winnicott hubo una extensión de la idea del jugar, y la distancia que va del game al play se podría medir entre lo que va desde la lectura de un buen texto de educación sexual a la experiencia concreta de un primer encuentro amoroso (y, si las cosas van bien, a un segundo, un tercero, etcétera). Se podría objetar, no obstante, que todo play ya estaría afectado de lo que los ingleses llaman game, es decir de cierta legalidad que lo ordena y por lo tanto lo aleja de cierto ideal de espontaneidad, pero Winnicott advierte que en el play ese orden escapa a la posibilidad de dominio, y somos más bien jugados que jugadores: con posesión, pero sin dominio de lo que sostiene la experiencia. El niño que juega entra en ese territorio sagrado, pleno de precariedad y que necesita una base de confianza bien establecida.
Como decía anteriormente, Winnicott argumentaba que la psicoterapia debía sostenerse en un área de juego donde fuera posible el jugar compartido de paciente y analista, donde cada uno pudiera estar a solas en presencia del otro, y donde uno y otro pudieran sorprenderse a sí mismos. En el marco de esa experiencia el paciente puede entrar en contacto con una verdad de sí mismo que tiene sentido porque se instala en el campo de una paradoja.
Como los “objetos transicionales” y los sueños, las interpretaciones regulan un movimiento que aproxima a la locura, y rescatan cierta cordura, y, como el en campo de fenómenos transicionales (de donde la situación transferencial hereda sus alternativas, para Winnicott), para sostener cierto jugar en una cura, es un silencio lo que ordena la experiencia: nadie debe formular si “esto que encontraste –cierta verdad en el curso de la experiencia– es producto de tu juego, o del mío”. No es que no se pueda reconocer una deuda (Winnicott reconoce la suya en su agradecimento que abre Realidad y juego: “A mis pacientes, que pagaron por enseñarme”). Sólo que (si las cosas se desarrollaron con cierta normalidad en la fase de dependencia absoluta del infans) la deuda siempre es con un otro ausente, ausencia que el silencio del analista sólo encarna de manera bastante precaria. Y, aparte de ser irremediable, es bueno que así suceda: Winnicott comentaba que interpretaba más para mostrar los límites de su comprensión que los alcances de su saber..., e incluso, que a vecesintervenía para que el paciente no se fuera creyendo que él había entendido todo.
El jugar, entonces, se despliega allí, en las fallas del analista respecto de su presunto saber, es decir, en la medida en que el propio analista pueda soportar permanecer en ese estado de precariedad que Winnicott llamaba estado de no-saber; mientras admita disponer cierta cualidad de su presencia, en el marco de una cura, relacionada con eso que esperamos tan confiados de parte de los pacientes: cierta capacidad para jugar.