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Paz y Ciencia

sábado, 29 de febrero de 2020

Trastorno por Estrés Postraumático



Es quizás el único trastorno de ansiedad definido por unas causas muy claras: haber sufrido o haber sido testigo de un acontecimiento traumático. Como tales, García Vera y Sanz Hernández señalan "acontecimientos o situaciones (...) que tienen una naturaleza excepcionalmente amenazante o catastrófica, que causarían por sí mismos malestar generalizado en todo el mundo".

Serían ejemplos de este tipo haber vivido o visionado un accidente de tráfico grave, experimentado desastres naturales, crímenes violentos, atentados terroristas, el suicidio de alguien cercano o haber sufrido abusos físicos o sexuales.

Los jóvenes con estrés postraumático presentan síntomas que van de recuerdos intrusivos y repetitivos (el ruido del atropello, por ejemplo), pesadillas muy vívidas y gran malestar cuando son expuestos a rememorar lo que sucedió. Tristeza, vergüenza, sentimiento de culpa, confusión, falta de concentración, irritabilidad, insomnio y falta de interés son algunos de los síntomas de las personas expuestas a un trauma así.

Se calcula que aproximadamente un cuatro por ciento de los jóvenes de entre trece y dieciocho años desarrollarán este trastorno en la adolescencia (y las chicas son más proclives a ello). Una intervención a tiempo es fundamental para evitar una afectación de por vida.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Nº Col.: A-1324
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Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC)



Conocido como TOC, también pueden sufrirlo niños y adolescentes. Puede manifestarse de dos maneras:

- A través de ideas, pensamientos o imágenes obsesivas que quien las vive considera intrusivas e inapropiadas, lo que le provoca ansiedad.
- A través de compulsiones, comportamientos recurrentes para prevenir o aliviar la ansiedad que no son gratificantes para quien los realiza.

Algunas de las obsesiones más frecuentes son: el miedo a contaminarse con gérmenes, suciedad o productos químicos de la casa, el miedo a enfermar después de haber tocado algo contaminado, la búsqueda del orden y la simetría -esta obsesión puede venir desatada por una superstición tipo "si no ordeno mis colores o mis muñecas, mi madre morirá"-, la obsesión por la perfección y los pensamientos prohibidos, especialmente de carácter sexual. Aunque la mayoría de adolescentes piensa en el sexo durante este periodo, algunos experimentan pensamientos intrusivos e indeseados que les provocan desazón y repulsión.

Dentro de las compulsiones más habituales están la comprobación constante (de cerrojos, bolsas, puertas, de que los miembros de la familia estén bien...), lavarse las manos de forma excesiva -a veces hasta sangrar- y rituales a la hora de lavarse otras partes del cuerpo. También son habituales los rituales de repetición, tocar objetos de una manera concreta y contar. A veces, estos rituales se hacen mentalmente.

En término medio, según Anxiety Canada, este trastorno puede iniciarse entre los siete y los doce años. En la infancia, incide más en los chicos (tres niños por cada dos niñas), pero en la adolescencia se diagnostican más casos de chicas que de chicos. Es importante saber que la mayoría de los niños y adolescentes que experimentan estas obsesiones y compulsiones desconocen que no son normales.

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Agorafobia




Mucha gente que ha sufrido una crisis de angustia (o ataque de pánico), experimenta después agorafobia. Aunque etimológicamente significa "miedo a los espacios abiertos" la agorafobia es, en realidad, el miedo a experimentar una situación de pánico en un lugar en el que tanto la ayuda como la huida no son posibles.

Las situaciones típicas de agorafobia pueden darse tanto estando a solas en el propio domicilio como viajando en transporte público, en restaurantes, entre multitudes, en centros comerciales, cines y supermercados.

Los manuales de Psicopatología de niños y adolescentes indican que, si bien este trastorno es más bien característico de la edad adulta: "Se sabe que suele iniciarse en la adolescencia, y es también relativamente frecuente que ocurra durante la niñez". El DSM-V establece que para diagnosticar una agorafobia los síntomas deben durar un mínimo de seis meses y que hay que tener en cuenta el contexto.

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Trastorno de Angustia (o Pánico)



La máxima expresión de la ansiedad se manifiesta a través de una crisis de ansiedad o de pánico, que aparece de forma repentina e inesperada. Los anglosajones utilizan el término "Panic Attack", esto es, "ataque de pánico", pero no responde correctamente a lo que aquí se describe. Su cualidad de impredecible es clave: el ataque de pánico se inicia bruscamente y alcanza su punto álgido, de miedo muy intenso, en los primeros cinco o diez minutos. La psicóloga Stefania Andreoli lo denomina como "el Séptimo de Caballería de la ansiedad" y aquellos que lo han sufrido aseguran que es algo que no desearían ni a su peor enemigo.

Entre los síntomas físicos se incluyen palpitaciones, temblores, vértigos y mareos, sudoración, escalofríos, sofocos, sensación de ahogo o falta de aliento. Entre los síntomas cognitivos: la sensación de peligro o muerte inminente, de irrealidad o despersonalización, el miedo a volverse loco y a perder el control. La periodista Sabina Pons describió que el mundo, al experimentar una crisis de angustia, se convierte en "una acuarela desdibujada".

Algunos especialistas consideran que los niños no poseen la madurez necesaria para experimentar los síntomas cognitivos citados. Es un trastorno más común en mujeres que en hombres (en una proporción de dos a uno).

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viernes, 28 de febrero de 2020

Trastorno de Ansiedad Generalizada



 Implica la presencia de "ansiedad y preocupación excesiva y persistentes durante al menos seis meses". La ansiedad generalizada también se puede llamar "ansiedad flotante" o "crónica" porque, como se señala en los manuales de Psicopatología en niños y adolescentes: "Las sensaciones de ansiedad no pueden asociarse a ninguna situación particular", sino que poseen una elevada dosis de preocupación por posibles eventos en un futuro.

La CIE señala que para un diagnóstico de este tipo de trastorno han de darse, al menos, tres de los siguientes síntomas y que estos interfieran seriamente en la vida diaria de la persona:

- Preocupación excesiva por la calidad de los resultados escolares, deportivos y de otras actividades habituales.
- Preocupación excesiva por la salud física (pese a tener una buena salud) o por la posibilidad de hacerse daño. Si se pone enfermo o se lastima, preocupación más allá de la aprensión normal.
- Preocupación excesiva y anticipatoria con relación a temas como el dinero, la situación financiera, la puntualidad, el aspecto físico, los desastres naturales, etcétera.
- Una ansiedad "flotante" respecto a situaciones sin conexión con situaciones específicas.
- Necesidad constante de reafirmación y confianza de los otros pese a haberla ya recibido de forma reiterada y apropiada.
- Signos claros de tensión e incapacidad de relajarse o concentrarse, nerviosismo y dificultad para conciliar el sueño, palpitaciones, sudores y sequedad de boca.
- Quejas somáticas recurrentes (dolores de cabeza, de barriga) para los cuales no hay una base física real.

Según Anxiety Canada, hay varios factores -de carácter y de crianza- que inciden en el inicio del trastorno de ansiedad generalizada, entre los que destacan: niños que son de naturaleza inhibida, con tendencia al pesimismo, con padres sobreprotectores o poco amigos de los riesgos.

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Mutismo Selectivo




Así se conoce un trastorno de la infancia que se diagnostica cuando el niño, de forma consistente, no dice ni una palabra en ciertas situaciones, pero habla con normalidad en otras. En general, las situaciones que producen esta mudez selectiva están relacionadas con la vida social (escuela, clases extraescolares, de compras con sus padres...). Curiosamente, estos niños son descritos como "parlanchines" cuando están en casa.

Las causas de este trastorno no están claras, pero, según la Asociación Española de Mutismo Selectivo y Ansiedad, hay varios factores que contribuyen: la genética -algunos estudios demuestran que en los padres de niños con mutismo selectivo existe frecuentemente un historial de ansiedad social-, predisposiciones psicológicas, circunstancias sociales y tipo de crianza. En este sentido, el factor de riesgo más conocido es ser un niño bilingüe de origen inmigrante.

Es un trastorno que puede dificultar de forma notable la vida de los hijos. Según Anxiety Canada, el mutismo selectivo puede afectar a una criatura si durante más de un mes y sin tener otro trastorno:

- Habla con normalidad en ciertos ambientes pero deja de hablar, casi por completo o por completo, cuando hay otra gente alrededor.
- Parece paralizado e incuso enfadado cuando un extraño le pregunta algo.
- Utiliza gestos, como señalar, asentir o realizar muecas, para conseguir algo pese a que sabe hablar.

El tratamiento del mutismo selectivo debe hacerse cuanto antes, porque, a medida que los niños crecen, es más difícil de tratar. En la adolescencia, además, este trastorno puede conducir al uso de drogas y el alcohol para eliminar la sensación de ansiedad. Este trastorno también puede derivar en ansiedad generalizada e incluso en la depresión.

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jueves, 27 de febrero de 2020

Fobia Social



Conocida también como "ansiedad social", esta fobia suele aparecer en la adolescencia, época en la que se acentúa el miedo a ser evaluado o criticado.

Estas fobias se desencadenan generalmente como respuesta a actuaciones frente a un público fuera del ámbito familiar que requieran una evaluación -algo que, como hemos visto, sucede cada vez más en las infancias actuales-. Entre los escenarios más temidos entre niños y adolescentes están: leer en voz alta en clase, hablar con adultos o desconocidos, actuar o realizar una actividad deportiva en público y preguntar al profesor.

La fobia social se manifiesta por la reiterada evitación, el mutismo o la tartamudez, y también puede traducirse en "lloros, berrinches o inhibición". Como señalan los doctores María de la Paz García Vera y Jesús Sanz Fernández, la fobia social no es lo mismo que la timidez: "La timidez hace sentirse mal al niño o al adolescente, pero no le provoca una interferencia funcional tan acusada".

Para emitir un diagnóstico de este tipo, la duración de los síntomas debe ser de seis meses como mínimo, además de tener en cuenta otros factores, como el entorno y la intensidad del miedo y la evitación. La prevalencia es parecida entre hombres y mujeres.

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miércoles, 26 de febrero de 2020

Fobia específica



La fobia específica equivale a sentir un miedo exagerado e irracional frente a un objeto o una situación que no implican peligro real. A diferencia de los miedos infantiles -que disminuyen a medida que el niño o niña madura-, las fobias aumentan, y es muy difícil que se vayan por sí solas. Es el trastorno de ansiedad más habitual entre los menores de edad: se calcula que aproximadamente un cinco por ciento de los niños y un dieciséis por ciento de los adolescentes tendrán una fobia específica. Su prevalencia es mayor entre las mujeres,

Tanto el DSM-IV como el DSM-V clasifican las fobias en cinco tipos:

- Fobia animal: miedo a que te ataque, pique o contagie un animal.
- Fobia ambiental: miedo a los fenómenos naturales, como las tormentas o la oscuridad, que es la fobia más habitual en la infancia.
- Fobia a la sangre, a las inyecciones o al daño: miedo a procedimientos que implican el uso de agujas o a procedimientos médicos invasivos.
- Fobia situacional: miedo a lugares cerrados, a viajar en avión, coche o transporte público.
- Fobias inclasificables: como al ruido, a las personas disfrazadas -como los payasos o Papá Noel- y a atragantarse.

Las fobias pueden ser debidas a factores genéticos (que nos hacen más vulnerables a ellas) o adquiridas por imitación o por una experiencia traumática. Y también pueden estar causadas por razones que, como toda buena ansiedad, no puede ser explicadas.

La infancia es un momento muy susceptible a ellas: de nuestros padre aprendemos nuestras primeras impresiones de peligro y, si te repiten hasta la saciedad que los perros son peligrosos, por ejemplo, es muy probable que así lo creas.

Curiosamente, tanto niños como adultos tenemos más predisposición a temer cosas y situaciones que representaban una amenaza para nuestros ancestros (como las serpientes, las tormentas o los espacios abiertos) que aspectos de la vida cotidiana que, objetivamente, son más peligrosos, como los coches.

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martes, 25 de febrero de 2020

Trastorno de Ansiedad por Separación




Los trastornos de ansiedad de los menores son, en general, similares a los de los adultos, aunque existen algunos específicos, como el de ansiedad por separación y el mutismo selectivo. Son diferentes manifestaciones recogidas y detalladas en el DSM y la CIE (los manuales diagnósticos).

Trastorno de ansiedad por separación

La de la separación es la primera ansiedad que experimenta el ser humano. Méndez carrillo describe: "Desde que el niño de seis, ocho meses ya sabe distinguir con la vista y, de pronto, quien lo despierta de la siesta no es la mamá, como todos los días, sino la abuela o una cuidadora ves que tuerce el morro y frunce el ceño". O cuando es más mayor "y entra un desconocido y va corriendo y se esconde detrás de ti".

Es normal que los niños pequeños sientan tristeza o preocupación en situaciones de separaciones rutinarias de sus padres u otros cuidadores, y que reaccionen con expresiones como "llanto, aferramiento o rechazo a separarse", detalla la web dela organización Anxiety Canada. Normalmente, este tipo de ansiedad disminuye a medida que los niños crecen, van a la escuela y empiezan a adquirir confianza en sí mismos.

Sin embargo, hay niños cuya respuesta ante la separación es mucho más intensa que el resto y, además, esta continúa más allá de los seis o siete años. Estos niños pueden tener un trastorno de ansiedad por separación. 

Según la CIE, para su diagnóstico el niño tiene que experimentar, al menos, tres de los siguientes síntomas:

- Pensamientos persistentes y poco realistas y preocupación por que sus principales figuras de apego van a sufrir daño, desaparecer o morir.
- Preocupación persistente por que una adversidad lo separará de su figura principal de apego (como un secuestro, la pérdida del propio niño, un ingreso en el hospital e, incluso, la muerte).
- Negativa persistente a ir a la escuela por miedo a la separación o para quedarse en casa, no porque algo suceda en el centro.
- Dificultad de separarse por la noche debido a la negativa de dormir sin una figura de apego, frecuentes despertares nocturnos para comprobar si esa figura está cerca, negativa persistente a pernoctar fuera de casa.
- Miedo persistente a estar solo o sin la principal figura de apego durante el día.
- Pesadillas, repetidas, sobre separación.
- Síntomas físicos repetidos (náuseas, dolores de estómago, de cabeza o vómito) en situaciones que implican una separación de la figura de apego principal.
- Malestar excesivo al anticipar el momento de una separación, o durante o después de ella, con expresiones de ansiedad, llanto y rabietas, constantes llamadas telefónicas a los padres durante la separación y sentimiento de infelicidad, apatía o evitación social.

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lunes, 24 de febrero de 2020

Menos pastillas, por favor



"Lo que sería ideal es que, en la medida de lo posible, se recetaran menos pastillas y ensañáramos más a las personas a resolver sus problemas desde el punto de vista psicológico", dice Francisco Pascual Pastor. Coincide con él Maribel Martínez, que durante los años que lleva ejerciendo en el centro de Psicoterapia Breve Sentirse Bien, de Barcelona, ha visto que las pastillas reinan, sí, pero no funcionan: "Creo que crecemos con la idea de que todo puede arreglarse con una píldora y, si a eso le añades que cada vez hay más padres hiperprotectores y que existe una industria farmacéutica brutal, el resultado es que resulta mucho más fácil tomarse un fármaco que enfrentarse a la situación que nos pone ansiosos".

La solución, reitera, es la terapia, que lo que hace es cambiar el sistema receptivo y de respuesta de las personas ante el problema. Al final, "de lo que se trata es de que las personas no dependan de nada. Ni de una pastilla ni de un terapeuta. Que ellos sean sus mejores herramientas".

Como ya señalaba la psicóloga Leticia Escario, Maribel Martínez también considera que, tanto en niños como en adultos, se están patologizando emociones -empezando por la propia ansiedad- que hasta hace poco eran normales: "Y es ahí donde se inicia el problema. Porque tener ansiedad ante un examen es una dificultad que todos hemos podido sobrellevar. No es divertida, pero ese punto de ansiedad puede servir para que sobresalgas: las emociones pueden ser algo normal, adaptativo, hasta positivo. Hay que aprender a gestionarlas".

También la tristeza del duelo, es medicada y no tiene por qué ser así. No tiene fundamento. El duelo hay que transitarlo de forma natural y responde a una situación de la vida que no se debe medicar, a no ser de que se cronifique, se convierta en un duelo complicado. "Luego vemos los problemas, con personas a las que, después de una separación traumática o de muerte de alguien cercano, se les han dado pastillas desde el minuto cero y no han elaborado ese duelo. No queremos sentir, y todavía sufrimos más".

La gestión emocional, la capacidad de identificar nuestras emociones, de saber qué son y de dónde salen -qué nos pasa, en definitiva-, es una herramienta muy útil para conseguir una salud mental estable, para nosotros y para nuestros hijos. Como hacerles saber que la ansiedad es una emoción que nos viene de serie y que tanto puede ser una aliada como una enemiga. Y ayudarlos a entrenar una habilidad tan importante como es la valentía, fundamental para ir por la vida.

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Antidepresivos para la Ansiedad



¿Los antidepresivos son realmente efectivos?

Los antidepresivos más utilizados son los ISRS (Inhibidores de la Recaptación de Serotonina). Son el otro gran grupo de medicamentos para tratar los trastornos de ansiedad, junto con las benzodiacepinas. Los ISRS aparecieron a finales de la década de los ochenta, en el siglo pasado. Inicialmente, su función era tratar la depresión, pero pronto se vio que también servían para la ansiedad patológica.

A diferencia de los ansiolíticos, su efecto es más lento, pero, una vez que se han asentado, estimulan una sensación de tranquilidad que ha hecho que algunos expertos aseguren que son más útiles para tratar la ansiedad que para la depresión. Dos patologías, por otro lado, que a menudo concurren en la edad adulta.

El empleo de psicofármacos en los niños es relativamente reciente, hasta hace poco se consideraba que los problemas psiquiátricos en los menores eran benignos y pasajeros. Sin embargo, en informes como el del Child Mind Institute se destaca la efectividad de ambos tipos de medicamentos -y se hace hincapié en los antidepresivos- para tratar la ansiedad en niños y adolescentes, especialmente si se combina con la terapia cognitivo-conductual. El Child Mind Institute califica la combinación de ambas como el tratamiento "estrella", con unos resultados de éxito de un 81%.

Sin embargo, existen muchas voces disonantes respecto al uso de estos fármacos a estas edades, en especial, de las benzodiacepinas. No sólo porque existen dudas fundamentadas sobre su eficacia, sino también por sus efectos secundarios. "Las benzodiacepinas no han demostrado una eficacia superior al placebo en estudios clínicos controlados en niños y adolescentes con trastornos de ansiedad, por lo que no se consideran psicofármacos de primera elección en estos casos", escriben las psiquiatras Petra Sánchez Mascaraque y Patricia Hervías Higueras en un artículo que revisa los psicofármacos más utilizados en pediatría. Además: "Pueden provocar un fenómeno paradójico de desinhibición conductual con irritabilidad, agresividad e impulsividad". Sin olvidar: "Dependencia, tolerancia y cuadros de abstinencia". Además de un elevado riesgo de abuso en adolescentes.

Para trastornos de ansiedad infantil, señalan las doctoras, y en caso de precisar tratamiento farmacológico, los antidepresivos ISRS "se deben usar como primera elección en niños y adolescentes, pues numerosos estudios demuestran que son los psicofármacos más efectivos y los mejor tolerados". Sin embargo, estas especialistas, haciéndose eco de la opinión más extendida entre los expertos, recuerdan que tratamiento farmacológico no debe ser el único. "La plasticidad del cerebro de los niños y la influencia de los factores ambientales tendrán una gran relevancia en la psicopatología infantil. De manera que las intervenciones psicosociales serán fundamentales, e incluso más efectivas, que las psicofarmacológicas", escriben.

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domingo, 23 de febrero de 2020

Píldoras y Prevención en la Ansiedad




Cada dos años y desde 1994, el Plan Nacional sobre Drogas realiza una encuesta conocida como ESTUDES que evalúa el uso de drogas entre estudiantes de enseñanza secundaria -entre catorce y dieciocho años- de toda España. La última, publicada en 2018, entrevistó a 35.369 alumnos de 863 centros educativos, públicos y privados. Entre sus conclusiones había un dato llamativo: la encuesta reveló que, en 2017, uno de cada seis adolescentes españoles había calmado sus tensiones tomando ansiolíticos. Y por primera vez estos fármacos -consumidos con o sin receta- superaban al alcohol o al tabaco como droga de inicio. Es decir, antes de beber o fumar, los adolescentes españoles ya han probado un tranquilizante. La edad media de consumo era de 13,7 años.

La noticia fue comentada en el programa de radio La Ventana, donde el periodista Isaías Lafuente reflexionaba en torno a este dato, que calificaba de "preocupante". "No sólo porque puede cimentar adicciones futuras, sino que, en plena etapa e maduración, los más jóvenes busquen resolver sus problemas a base de pastillas en vez de reforzando su personalidad", decía. Lafuente también se preguntaba de dónde salían estas pastillas: "Como estos medicamentos se dispensan con receta, sólo caben dos opciones: que los adolescentes los encuentren en el botiquín familiar o que sean los propios padres los que se los proporcionen como vía de resolución de problemas".

Pero ¿qué son los ansiolíticos o tranquilizantes? Su uso está tan extendido que actualmente hay mucha información en los medios de comunicación. El profesor Julio Bobes, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría explica que: "Son los medicamentos más consumidos de la farmacopea médica en todo el mundo: por delante de los antibióticos, los analgésicos y antiinflamatorios". Y dentro de esta estadística hay países, como España, que despuntan.

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sábado, 22 de febrero de 2020

Valentía en la Ansiedad




La resiliencia, la capacidad de adaptación frente a un agente perturbador o una adversidad, se esgrime en las investigaciones recientes, como el mejor antídoto para la ansiedad extrema. Como también educar la valentía, como rezaba un libro de José Antonio Marina (Los miedos y el aprendizaje de la valentía), un apasionado de esta habilidad de carácter. La clave, insisten los expertos, está en ayudar a hijos y alumnos a afrontar el problema, en darles herramientas para solucionar lo que les angustia. En ver la ansiedad y sus trastornos no como algo paralizante, que solamente se trata evitándolo o medicándolo, sino como situaciones que superar.

Lo tiene muy claro Cristina Gutiérrez Lestón, directora de la institución pedagógica La Granja de Santa María de Palautordera, ubicada en la afueras de Barcelona y especializada en educación emocional. Ella también detecta un aumento de los niveles de ansiedad y estrés en los más de diez mil niños y adolescentes que pasan anualmente por su granja-escuela. Y también observa que cada vez es más precoz. "En la Granja, de hecho, tenemos un circuito, con forma de laberinto, para trabajar la ansiedad y el estrés: dos aspectos que empecé a detectar, primero, en chicos de la ESO (de más de doce años). Luego en quinto y sexto de Primaria (diez y once años) y, este año, en tercero y cuarto de Primaria. ¡Vamos de dos años en dos años! ¿Tendré que hacer el circuito para parvulario?", se pregunta.

Se desconocen todas las variables intermedias para la reacción de ansiedad, pero una de ellas, sin lugar a dudas es que en la generación de la inmediatez, tienen una baja tolerancia a la frustración. "Te puedo decir que el veinticinco por ciento de las criaturas que vienen aquí no se han frustrado ¡nunca! Es decir, han conseguido siempre aquello que han querido. ¡Imagínate la ansiedad que da intuir tu respuesta emocional frente a una frustración que nunca has experimentado!

Dentro de las herramientas de autocorrección negativa, tenemos que mencionar a la TCC, es decir, Terapia Cognitivo-Conductual. La TCC ha demostrado ser más efectiva que el tratamiento farmacológico. Un estudio publicado en The New England Journal of Medicine asegura que la TCC es más efectiva (60%) contra la ansiedad que el tratamiento con antidepresivos (55%).

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El Poder de la Fragilidad



Si no dejamos que los niños y niñas ansiosos aprendan a afrontar el problema, les estamos debilitando. Eva Millet

Se está empezando a dar un fenómeno curioso, la ansiedad como reclamo cool. Así lo viven algunos adolescentes, a los que sorprendía que la ansiedad fuera una efectiva forma de llamar la atención en las redes sociales

Pero esta sublimación de la ansiedad no sólo sirve para conseguir más likes, En torno a la ansiedad existen unas deferencias que se están convirtiendo en privilegios debido a un mal uso. En el sistema educativo anglosajón, por ejemplo, si un alumno es diagnosticado con ansiedad tiene automáticamente unas facilidades, como disponer de más tiempo en los exámenes que el resto. Estas ventajas están provocando que haya un cierto afán por ser diagnosticado como "ansioso" y que se esté pervirtiendo un sistema pensado para ayudar a los que realmente son más vulnerables.

Porque, cuantas más ventajas implique sufrir ansiedad, menos ganas habrá de enfrentarse a ella. Esta era la tesis de un reportaje de portada en The New York Times titulado: "¿Por qué cada vez más adolescentes americanos sufren ansiedad severa?". El texto desvelaba que, en los Estados Unidos, la ansiedad había superado a la depresión como motivo de consulta en los departamentos de atención a los estudiantes de instituto. Citaba también la encuesta de 2017 de la Asociación de Salud de Escuelas de Secundaria, que detectaba que el sesenta y dos por ciento de los alumnos aseguraban haber sufrido "ansiedad extrema". Esta estadística se sumaba a otro dato: el aumento -el doble- de ingresos hospitalarios por intentos de suicidio adolescente en los últimos diez años. En especial, poco después del inicio del curso, en septiembre.

El reportaje recogía el caso de Jake, que empezó a padecer ansiedad extrema a los diecisiete años, cuando una mañana se negó a ir a la escuela y se acurrucó en el suelo, en posición fetal. "¡No puedo más! No podéis entender lo que siento", les dijo a sus padres. Lo cierto es que Jake, como escribe el autor, Benoit Denizet-Lewis: "No podía verbalizar lo que intuía que le pasaba: que ir a la escuela le parecía imposible, que sentía que la gente le juzgaba y que nada de lo que hacía era lo suficientemente bueno". Equivocarse era uno de sus grandes miedos. Como el no estar a la altura de sus compañeros y no poder "triunfar" en la vida.

El autor desgrana otras fuentes de ansiedad adolescente: el estrés, la búsqueda de la perfección y las redes sociales. Pero en el texto también se pregunta algo clave: si la fórmula más habitual que se utiliza para mitigar la ansiedad en estos casos, basada en evitar y no confrontar sus causas, no resulta contraproducente.

En el país han proliferado clínicas especializadas en "adolescentes con ansiedad aguda". Centros privados, muy caros (rondan los mil dólares diarios y la estancia media es de dos y tres meses). ¿La metodología? Se aplica desde el mindfulness a la terapia de caballos, pero, especialmente, la terapia cognitivo-conductual.

Pero, como sucede en otros países, en los Estados Unidos la medicación sigue siendo el tratamiento más común para combatir la ansiedad -lo que no le convierte en lo más recomendable-. Se utiliza, en parte, porque las técnicas de exposición resultan más "duras" para el paciente (en especial, si tiene poca o nula práctica en afrontar los problemas). Asimismo, algunos terapeutas no se sienten cómodos en el rol de "empujarlos" a exponerse a sus fuentes de angustia. Sin olvidar la falta de tiempo para hacer terapia y la presión de la industria farmacéutica.

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viernes, 21 de febrero de 2020

Tratamiento para la Ansiedad




El tratamiento número uno para la ansiedad empezó siendo el conductismo, el que se sigue realizando para las fobias. Posteriormente, fue evolucionando hacia la terapia cognitivo-conductual, hoy considerada el método más efectivo para tratar con éxito la ansiedad.

El padre de esta terapia es el psiquiatra estadounidense Aaron T. Beck, quien la desarrolló en la década de los sesenta del siglo pasado. Su tesis era que los pensamientos, sentimientos y comportamientos que nos producen malestar pueden desaprenderse. A menudo, muy rápidamente. Y en la base de este "desaprender" no está sólo nuestra conducta, sino también nuestra forma de pensar.

Como describe el Real Colegio de Psiquiatras del Reino Unido: "La Terapia Cognitivo-Conductual puede ayudar a cambiar la forma como uno piensa ("cognitivo") y actúa ("conductual")"; cambios que pueden hacer que la persona se sienta mejor. A diferencia de algunas de las otras "terapias habladas", señala esta institución, la TCC se centra en problemas y dificultades del presente: "En lugar de centrarse en las causas de su angustia o síntomas en el pasado, busca maneras de mejorar su estado anímico ahora".

Y esto se consigue a través de una terapia que, por un lado, trocea los problemas más complejos en partes más pequeñas para empezar a entenderlos y que busca, por otro, romper el círculo vicioso de los pensamientos negativos. Para ello, procura herramientas para que el sujeto, de forma paulatina, se exponga a la fuente de su miedo, de forma que pueda reaprender con la nueva experiencia.

Se pretende que el paciente pueda, en cierto modo, reeducar su amígdala cerebral con el objetivo de que esta no se dispare y nos llene de ansiedad cada vez que percibe algo que considera un peligro. Que logre cambiar su mecanismo de pensamiento aprendido para así cambiar sus emociones.

La terapia cognitivo-conductual tiene diversas variantes, pero, como reitera el doctor Méndez Carrillo, es la base para lidiar con la ansiedad. "Con la ansiedad se sabe que la clave del tratamiento -y esto no tiene más truco- es conocerla y enfrentarte a ella en vez de salir corriendo ante lo que te asusta. ¿Cómo se va el miedo a conducir? -pregunta-. Pues conduciendo. ¿El miedo a hablar en público? Dando conferencias..."

Y con los niños sucede lo mismo, aunque hay que adaptarla a su realidad: "Un adulto puede entender los pasos de una terapia de este tipo: tú le explicas la lógica y funciona. Para tratar la agorafobia, por ejemplo, pues el primer día caminas cien pasos desde casa, el segundo doscientos... El adulto lo pasa mal, pero lo va haciendo". Sin embargo, con los niños esto no funciona, es contraproducente.

"Por eso, como se hace con la medicación, lo que hacemos es edulcorar la terapia; ponerle "gusto a fresa" a través de recursos como el juego y los cuentos. Pero el objetivo es el mismo que con los adultos: que vean que lo que hay que hacer es enfrentarse a la fuente del miedo y que no pasa nada. Que hay un final feliz", resume Méndez Carrillo.

A propósito de los cuentos como herramienta terapéutica Agnès Brossa expone: "Sí, muchos cuentos, ya desde la antigüedad, iban muy bien, porque son historias que te hacían experimentar una dosis de ansiedad para que te adaptaras y vieras que, al final, se supera". Sin embargo, en la sociedad del "niño feliz" los cuentos un poco turbadores ya no se estilan. "Han pasado de moda"-sentencia Brossa-. "Los cuentos de hoy en día no permiten que los niños sufran ni un poquito: ni terapéuticamente ni para irlos preparando para una vida en la que habrán cosas que no serán tan buenas". A menudo, son los propios padres los que les cambian el final o, directamente, los censuran.

El paroxismo por el "que no sufra" lo encontramos en un episodio de la serie futurista Black Mirror. En el capítulo titulado Arkangel, dirigido por Jodie Foster, una madre decide implantarle a su hija un chip en el cerebro que le permitirá: a) controlar todo lo que ve y escucha a través de una tableta y b) que su hija no experimente ningún tipo de ansiedad o miedo.

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Ansiedad. El punto medio




¿Hasta qué punto la ansiedad es un problema o una virtud? También en la ansiedad la buena medida está en el término medio. "Te pongo un ejemplo de cero a cien. Si tenemos cien, es muy malo, pero tener cero es igual de perjudicial", ilustra Agnès Brossa. La ausencia de ansiedad es patológica, "porque no nos haría pensar en las consecuencias, no nos haría ni levantarnos por la mañana, ni cuidar nuestra higiene, nuestra alimentación y nuestros deberes laborales y como ciudadanos". En conclusión, la ansiedad debería estar entre el cincuenta por ciento de media. "Es tan malo tener mucha ansiedad como no tener ni un poco".

La psicóloga Maribel Martínez también es partidaria del término medio. Para evaluar la ansiedad de los hijos, explica: "Primero hay que pensar en esa línea roja, en la que la ansiedad es funcional. Como esos nervios de un hijo antes de un examen, que son absolutamente normales, sí, pero -puntualiza-, si puntuamos con él su nivel de ansiedad -del cero al diez, por ejemplo- y nos dice que tiene un ocho, pues, atención quizás habría que aspirar a un seis".

La frontera entre una ansiedad aliada o enemiga la marcan la tolerancia de cada uno a ella y la frecuencia de esa ansiedad. Sin olvidar el entorno cultural: hay sociedades -como la estadounidense- con más baja tolerancia a la ansiedad, mientras que hay otras -como las asiáticas o España hace cincuenta años-más resilientes.

La señal más clara entre la ansiedad normal y la patológica la marca el que la persona que la experimente deje de ser funcional, que la ansiedad interfiera en su día a día de tal manera que su vida cambie. Que, al superar el término medio según el baremo de cada uno, su ansiedad le resulte limitante y desagradable. Como resume el Child Mind Institute, la ansiedad se convierte en un trastorno cuando desarrollamos respuestas ansiosas desproporcionadas frente a cosas que la mayoría de nosotros afrontamos sin problema y nos ocurren cada día.

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jueves, 20 de febrero de 2020

Señales de la Ansiedad



Ansiedad. ¿Aliada o enemiga?

La ansiedad per se no es negativa. De hecho, puede ser una buena aliada para lograr  cosas en la vida, grandes y pequeñas. Como llegar puntual a una cita, aprobar esa asignatura que se te atraviesa, sacarse una carrera universitaria o ganar el torneo de Wimbledon. La ansiedad también está vinculada a la atención: nos pone en alerta, nos hace pensar más deprisa, ser más ágiles y relacionar conceptos.

"Todos los expertos señalan que un grado mínimo o moderado de ansiedad es necesario para la supervivencia, para afrontar de forma adecuada determinados retos y tareas que se nos aparecen", asegura la pedagoga Eva Bach. "La ansiedad puede esconder una gran amiga o una gran enemiga; lo que hay que saber es gestionarla, regularla. Eso es algo fundamental que los padres deben tener en cuenta", añade la psicóloga Mireia Trias. La ansiedad nos previene tanto de peligros físicos como de psicológicos, nos ayuda a ver nuestros límites: "Gracias a ella nos ponemos el casco cuando vamos en moto, pero también, por miedo a hacer el ridículo, por ejemplo, nos lo pensamos dos veces antes de hablar o nos preparamos muy bien la charla", resume el doctor Francisco Xavier Méndez Carrillo, experto en psicología infantil.

Aún hay más. La ansiedad también es clave para activar los lazos sociales. En su libro, Apuntes para una psicopatología basada en la relación (Ed. Herder), el psiquiatra Jorge L. Tizón explica que esta emoción es fundamental para activar la empatía. La ansiedad, escribe: "Promueve o estimula conductas de apego, solidaridad y defensa mutua para supervivencia del individuo y de la especie". Las emociones, como la compasión y la ansiedad, que se despiertan al oír el llanto por hambre o en busca de consuelo de un niño, por ejemplo, nos empujan a ayudarlo: "Ponen en marcha nuestro sistema emocional de cuidados y el de la indagación".

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miércoles, 19 de febrero de 2020

Cuando la Ansiedad es un Lujo




"Yo creo que la gente que tiene ansiedad de verdad son los de Siria. Comen con bombas. ¡Juegan y les caen bombas!"

La doctora estadounidense Suniya S. Luthar es catedrática de psicología y profesora emérita en el Teachers College de la Universidad de Columbia. Entre sus intereses académicos está el estudio de la resiliencia -la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas-. Hace unos años, Luthar decidió analizar sus niveles en diferentes ámbitos sociales, incluidos los adolescentes en familias de clases altas y medias, un grupo poco estudiado. Descubrió que los jóvenes de clases más privilegiadas, forman parte del grupo de los más emocionalmente angustiados del país.

Existe un cierto mito de que la gente más pobre no sufre ansiedad porque está preocupada por temas más básicos. Sin embargo, la precariedad aumenta la posibilidad de sufrirla. Como señalaba el doctor Figueroa: "En un entorno de pobreza todo se vive con mayor estrés". Una afirmación que ratifica la OMS: en el citado informe sobre trastornos mentales en la juventud europea señala que los jóvenes con menos ventajas -como minorías e inmigrantes- están "particularmente afectados". Lo que ocurre a menudo, es que muchos de estos jóvenes que viven en la precariedad no tienen ni el tiempo ni los recursos para manifestar -y mucho menos para tratar- su ansiedad.

La precariedad produce ansiedad. La diferencia sería que, para muchas personas, expresarlass es un lujo que, sencillamente, no pueden permitirse. Leticia Escario, ante la pregunta de por qué parece que las clases bajas no tienen tanta ansiedad, explica: "Lo que ocurre es que hoy hay una tendencia a que cualquier cosa que se sale de lo normal automáticamente se convierte en patológica. Y en las clases pudientes hay más tendencia, sin querer, a patologizar cosas".


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Cisnes Ansiosos





Los cisnes ansiosos"son adolescentes con una apariencia muy serena, muy preparada, muy pulida. Se expresan muy bien, tienen muy buen aspecto: es decir, causan una primera impresión muy buena. En Instagram son como cisnes; parecen fabulosos. Pero en su interior son como niños pequeños. Niños que dependen de sus padres para que se lo organicen todo y que están acechados por la ansiedad. Como psicoterapeuta, puedo decirte que están absolutamente paralizados por ella. Muchos de sus amigos sufren ansiedad, tienen ataques de pánico. Creo que se ha normalizado una manera de vivir muy anormal. No creo que sean felices".

Así describe la psicóloga Stella O´Malley a algunos de sus pacientes adolescentes. Su descripción de cómo eran los jóvenes fruto de la hiperpaternidad, adolescentes de clases medias y altas que parecían tenerlo todo pero que sufrían la plaga de la ansiedad,

Las causas son muy similares, aunque cambiemos de territorio: preocupación por los estudios y el futuro, agobio por la familia, por las expectativas puestas en ellos y por la presión de los padres. Ansiedad por la relación con los amigos, por las redes sociales y la situación económica familiar. En un caso, ansiedad y depresión debido a un abuso sexual cuando la joven era niña.

Cómo la gestionan

Los modos de lidiar con la ansiedad de estos jóvenes también son muy similares.
Escuchar música es una estrategia habitual que casi todos utilizan, como lo es salir a pasear, correr y llorar. El desahogo, el contacto con otras personas, es importante para algunos."Lo que necesito es estar con personas de mi entorno porque, si no, me da taquicardia, empiezo a sudar", comenta K. De todos modos, estos jóvenes no están acostumbrados a hablar de sus emociones ni les han enseñado a identificarlas. La educación emocional, que empieza a reivindicarse como asignatura escolar y que conocían los niños de Primaria, no les ha llegado. En general, afirman que no saben "nada" de ella. A. comenta que hay una aplicación móvil donde puedes contar qué te pasa y te identifica lo que sientes.

No hablan de beber alcohol como recurso contra la ansiedad, pero, de los dieciséis del muestreo, cinco de ellos toman o han tomado pastillas para tranquilizarse. "Las tomo desde el año pasado, me ayudan mucho, aunque lo que más me ayuda es hablar con mi tutor", dice H. Cuando se comentan estrategias psicológicas para enfrentarse a ella, como técnicas cognitivo-conductuales (por ejemplo, exposición), no parecen muy convencidos. "Depende de la fuente de ansiedad", matiza uno. "¿No te coge más ansiedad?", pregunta otra.

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martes, 18 de febrero de 2020

Adolescentes y Ansiedad




EVA MILLET


Si la infancia está siendo cada vez más visitada por una ansiedad precoz y virulenta, la adolescencia no tiene nada que envidiarle. En parte porque, como señala Francisco Mora Teruel, la adolescencia es la etapa en la que, biológicamente, se experimenta más ansiedad. "La propia definición de lo que entendemos por adolescencia es que el adolescente es una persona que está frustrada y ansiosa", afirma el profesor, que califica este periodo como "una época delicada". Cualquiera que haya vivido una adolescencia estándar sabrá exactamente de lo que está hablando.

Desde el punto de vista neurológico, la adolescencia es una etapa complicada porque el adolescente, explica Mora Teruel: "Aún no tiene maduras sináptica y conectivamente las cortezas orbitofrontales mediales, que son las que nos conectan con lo que es la ética, la inhibición y el control maduro". Es por ello que la adolescencia se convierte en la edad de las heroicidades, de la impulsividad enorme hacia la consecución de lo que significa lo placentero o recompensante, en la edad en que se crea un mundo de desadaptación al mundo que te rodea: "Por eso ere rebelde, porque quieres cambiar tu entorno de acuerdo con tus parámetros". Mora Teruel nos recuerda que en gran parte de la historia han sido los adolescentes: "Los que han roto en batallas todo lo que ha sido nuestra cultura. Precisamente por esa inestabilidad del cerebro, por ese ser una persona siempre en riesgo y desafío".

Y no debemos olvidar la aparición de una contundente transformación física, propulsada por una irrupción de hormonas, encabezadas por las sexuales, que, sin contemplaciones, desatan intensos cambios corporales. Como escribe el psiquiatra Luis Feduchi: "De las etapas de desarrollo vital del individuo quizá sea la adolescencia la que en un periodo de tiempo más breve y recortado presente unos cambios anatómicos y fisiológicos tan acusados". Para este experto en adolescencia: "Sería absurdo pensar que esta situación vital no tiene repercusiones psicológicas y sociológicas", tanto en la persona donde se inicia como en el ambiente donde se produce.

Además, y esto es muy importante dado el periodo que transitamos, en la adolescencia irrumpe con fuerza el entorno social, un factor que incide en la construcción de una mayor o menor ansiedad. El psiquiatra Diego Figueroa citaba: "Cuando sales fuera de la familia y te pones a prueba con el resto de tus iguales en un mundo que es supercompetitivo dentro de una sociedad cada vez más narcisista". Una sociedad en la que la OMS cifra entre el diez y el veinte por ciento del porcentaje de los niños y adolescentes que experimentan problemas mentales. Entre estos, los trastornos de ansiedad son los más habituales y la adolescencia es una clave para el desarrollo de los mismos. La fobia social es el trastorno más habitual en este periodo.

Como sucede en los adultos, estadísticamente, las mujeres adolescentes sufren más de ansiedad que los hombres. Diferentes estudios señalan que ellas tienen el doble de posibilidades de sufrir un trastorno de este tipo. Pero, en parte, se debe a que las mujeres saben leer mejor sus emociones, reconocen mejor su desazón y tristeza y no tienen esa presión de "los chicos no lloran". Están más acostumbradas a hablar y a pedir ayuda. Son más abiertas a asumir una terapia y a confiar en el médico o el psicólogo.

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lunes, 17 de febrero de 2020

La paradoja de la Ansiedad en niños/niñas




Los padres sobreprotectores, según Eva Millet: "hiperpadres" no soportan, literalmente, ni un grado moderado de ansiedad en sus niños. Y, aunque se ejercita con la mejor de las intenciones, de la hiperpaternidad pueden derivar muchos de los casos que profesionales como Agnès Brossa ve en sus consultas: chicos y chicas llenos de ansiedad. "Estoy convencida de que esta hiperpaternidad sobre la que has escrito nos lleva hacia aquí -asegura esta psicóloga-. Pero es que en la sociedad actual, del "niño feliz", no se permite que los niños sufran ni un poquito. Ni terapéuticamente ni para irlos preparando para una vida en la que habrá cosas que no serán tan buenas".

Como tantos maestros, educadores y terapeutas saben, Brossa hace referencia a niños y niñas "de las generaciones de finales del siglo XX y pricipios del siglo XXI, previas a la crisis". Criaturas, recalca: "A las que nunca nunca les ha faltado nada". Chicos y chicas que no han pasado por ningún tipo de estresores en su vida. Y, en consecuencia, no están preparados para superarlos.

"Estoy hablando de niños y niñas de clase medias y altas, hijos del bienestar, que han tenido ocho pares de zapatos en el armario, han viajado, que, si quieren ir al cine... Niños y niñas que no se han estado, absolutamente, de nada", describe. Y que, si además han tenido una capacidad intelectual buena y han acabado el Bachillerato y han entrado en la universidad, siguen transitando por la vida sin estrés alguno: "Hasta que de repente preguntan: "Y ahora ¿qué he de hacer?". Y les dicen: "Pues a buscarse la vida". Y la respuesta es "¡¿Cómo?! ¡Si no lo he hecho nunca! ¿Qué quiere decir que me espabile ahora?".

Desde niños, estos chicos han hecho todo lo que les han dicho sus padres -las extraescolares, las clases de refuerzo...- Han normalizado el no tener tiempo ni para jugar y el que sus progenitores se encargaran absolutamente de todo lo que concernía a sus existencias. Y ahora entran en la edad adulta -en un entorno laboral cada vez más hostil y exigente- y se les pide que "triunfen", que respondan, ¡ya! Que empiecen a producir y sean esos adultos perfectos para los que se los ha preparado desde el nacimiento.

La doctora estadounidense Madeline Levine comenta, la perfección no existe: "Y te puedo decir que, después de la genética, el segundo gran predictor de la depresión es el perfeccionismo".
"En América, desde hace más de una década, los niveles de ansiedad, de depresión y suicidio de los jóvenes han aumentado. Así que, al final, lo que tenemos que concluir es que no les estamos haciendo ningún favor a nuestros hijos al criarlos así".

Por otro lado, con la rapidez con la que está cambiando el mundo, no sabemos a ciencia cierta si lo que nuestros hijos realmente van a necesitar es un título en Harvard. Lo que sí sabemos es que han de ser resilientes -tener la capacidad de recuperarse ante la adversidad- y superar y soportar las frustraciones que, inevitablemente, la vida les traerá. "Por ello, cada vez que haces más de lo necesario por tus hijos, estás disminuyendo su capacidad de ser resiliente", concluye Levine, que se despide con esta reflexión: "Sé lo difícil que es para una madre o un padre sentarse y observar cómo su hijo se cae y se equivoca. Pero muchas veces, cuando algunos padres me dicen: "Es que no puedo soportar ver a mis hijos infelices", lo que yo les respondo es: "Pues, si no puedes, estás en el trabajo equivocado".

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domingo, 16 de febrero de 2020

Padres ansiosos, hijos ansiosos



Niños con agendas de ministro por el horario lectivo abusivo, extraescolares, clases de refuerzo; el producto de lo que Eva Millet denomina "Hiperpaternidad". Las agendas frenéticas, sin embargo, no son su única característica. La hiperpaternidad tiene otros ingredientes. Como la precocidad y la sobreprotección de los padres, mezclada con la presión para que el hijo triunfe y... ¡la ansiedad! Que es debidamente transmitida a la prole.

En un mundo cada vez más polarizado, la crianza también se está colocando en dos extremos, ambos generadores de ansiedad. Por un lado, encontramos a más niños y adolescentes desamparados, olvidados por sus familias y con una protección social más precaria. Por otro, a niños y adolescentes cada vez más supervisados, sobreprotegidos y consentidos. En las sociedades más ricas del siglo XXI hay niños que no les importan a casi nadie y otros con unos progenitores dispuestos a allanarles el camino en la vida cueste lo que cueste.

En paralelo a una desigualdad social cada vez más pronunciada, la hiperpaternidad avanza a pasos de gigante, dominada por el miedo y las ansiedades que los padres respecto a su prole. Los padres actuales tienen pavor a que los hijos se equivoquen, y a que se frustren (el "que no se traumatice" es un mantra de los progenitores de este siglo). Sin olvidar el miedo a no hacerlo bien como padres, a no llegar a las expectativas impuestas por no sé muy bien qué panel de expertos.

Y, entre tanta inseguridad, la ansiedad campa a sus anchas. Ansiedad por llegar a todo y por dárselo todo. Para conseguir a esos niños perfectos que parece que el mundo demande. Por llegar a ser los padres perfectos, de revista.

De este modo, los bienintencionados padres ejercen tanto de guardaespaldas (y evitan así entrenar una habilidad básica en la vida: enfrentarse a nuestros miedos) como de solícitos secretarios o asistentes personales. Unos secretarios tan buenos que hasta anticipan los posibles contratiempos de los hijos. Que hasta actúan de mediadores entre los pequeños conflictos con sus amigos. Que hasta les hacen ellos mismos los deberes -¡para que no se equivoquen!-. Que los acompañarán, en el útimo año de la escuela, al examen de la Selectividad, cargados de bolígrafos de repuesto y de bocadillos. Padres y madres que ejercerán una vigilancia constante sobre su prole que produce una lógica ansiedad: la de sentirse permanentemente observado.

Y, de esta forma, cual fieles servidores, los hiperpadres no permiten que sus hijos se enfrenten a sus obstáculos cotidianos y adquieran algo también tan fundamental en la vida como es la capacidad de autonomía.

"Sí, la hiperpaternidad implica mucha sobreprotección y lo que están haciendo los padres sobreprotectores es decirles a sus hijos que hay peligros por todas partes, que, si ellos no están interviniendo o supervisando, los niños están en riesgo. Y eso genera mucha ansiedad", resume Stella O´Malley.

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Circunstancias de la Ansiedad Infantil




FUENTES DE ANSIEDAD INFANTIL


La vida y sus muchas circunstancias pueden ser o no ser un motivo de ansiedad. Ya se ha señalado que la ansiedad es muy personal, singular, no hay dos iguales. Como describe Stefania Andreoli: "La ansiedad nos trae un mensaje dirigido exclusivamente a nosotros".

En consecuencia, los distintos y variados acontecimientos y experiencias de la vida -como el colegio, la familia, la separación de los padres, los amigos, un accidente, las películas... -pueden ser o no ser fuentes de ansiedad infantil. Todo depende de un abanico de factores, tanto de la naturaleza de la persona como de su entorno y circunstancias. Sin embargo, es importante recalcar que los principios generadores de ansiedad del ser humano serían esencialmente dos: "La posibilidad de equivocarse (el error y el fracaso) y la posibilidad de ser abandonado, de perder el amor de los que nos quieren", detalla la psicóloga Mireia Trias Folch.

Pero también ella, como todos los expertos, considera que dentro de las nuevas fuentes de ansiedad en la infancia está el ritmo de vida acelerado que llevan los niños en la actualidad. Una aceleración impuesta por los adultos y que, recalca, está directamente vinculada a ese miedo a equivocarse. "Pocos padres hoy cuestionan un estilo de vida que implica que sus hijos hagan cuatro extraescolares a la semana, por ejemplo. Lo hacen "porque es lo que hay que hacer" y punto. Hay una obsesión con el éxito del hijo que está muy vinculada a este miedo al fracaso que mencionaba. A que el hijo no haga lo que hacen los demás. Que lo rechacen, que no llegue...".

Como corolario, decir lo siguiente; Francisco Pascual Pastor: "Tenemos niños que van al colegio todo el día y, por la tarde, tenemos padres que los han de colocar en actividades extraescolares. Y, si los niños tienen deberes para el día siguiente, acaban agotados por una mala distribución del tiempo: no sólo por el estrés, sino porque les es muy difícil sacar adelante todo lo que quieren hacer ellos y lo que sus padres les dicen que hagan".

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sábado, 15 de febrero de 2020

La Ansiedad también es cosa de Niños



LA ANSIEDAD INFANTIL CADA VEZ ES MÁS PRECOZ E INTENSA

Maribel Martínez, psicóloga barcelonesa explica que esta patología cada vez es más frecuente e intensa: "Sí, no sólo es el aumento de casos: lo que es sorprendente es su intensidad -destaca-. "Hasta el punto de que vemos niños y adolescentes que acaban teniendo crisis de ansiedad, que ya es el máximo nivel que una persona puede tener".

Para Martínez, los términos infancia y ansiedad no deberían ir juntos con la normalidad con la que hoy lo hacen. "De hecho, los niños no deberían tener las ansiedades que están experimentando actualmente. Deberían estar felices, jugando con toda su inocencia y con toda su infancia por delante. ¡Y disfrutar de ello!".

Pero la ansiedad cada vez más temprana es una realidad que avalan cifras que siguen en aumento. En su número del 27 de febrero de 2019, la revista The Economist sostiene en un reportaje que la llamada "Generación Z" -los nacidos a partir de 1997- es nada más y nada menos que: "La más ansiosa y deprimida de la historia". La revista constata, a través de un informe del Pew Research Centre (un think-tank estadounidense) que es el setenta por ciento de los encuestados, de entre trece y diecisiete años, consideraban que la ansiedad y la depresión eran un problema importante entre sus amigos. Esta preocupación por la salud mental, además, afectaba tanto a los encuestados de clases más pobres como a los de clases más ricas.

"Estamos en una sociedad -estoy hablando fundamentalmente de Occidente- muy competitiva", sintetiza Francisco Mora Teruel. ¿Las causas? "Es una vida de un constante go go go! y eso nos pone en ambientes competitivos, donde estamos en una situación de alerta que propicia esta ansiedad".

Dentro de estos, el doctor Mora Teruel destaca los colegios, donde: "Nos hemos vuelto tan exigentes -negativamente y por desconocimiento- que les estamos reclamando a los niños que hagan cosas antes de tiempo". Este experto en neuroeducación pone un ejemplo clarísimo de esta exigencia equivocada: la moda del aprendizaje precoz de la lectura y la escritura. Una verdadera obsesión para muchos padres, pese a que está científicamente demostrado que, cuando el cerebro está maduro para empezar a leer y a escribir, el niño aprende rápidamente. Sin embargo, la corriente de la estimulación precoz -alimentada por una potente industria y la institución educativa de los que sabe mucho Mora Teruel- provoca en los hijos una presión precoz e innecesaria.

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Ansiedad y Herencia


 

En su libro sobre la ansiedad, Daniel y Jason Freeman indican que los trastornos de este tipo son "moderadamente heredables". Es decir: "Existe entre el veinte y el cuarenta por ciento de probabilidades" de que se transmitan de generación en generación. También apuntan que algunos de  los estilos de pensamiento característicos de personas con problemas de ansiedad también son "moderadamente heredables". En definitiva, la ciencia considera que nuestros genes juegan un papel  en determinar nuestros niveles de ansiedad. Sin embargo, todavía desconoce de qué genes en concreto estamos hablando.

Pero, ¿la ansiedad es pura biología? La respuesta es "no". En general, la medicina y la psicología distinguen entre los trastornos de ansiedad genéticos, con base biológica, y los trastornos de ansiedad por un problema adaptativo: porque no nos hemos adaptado bien a estas exigencias del entorno.

Así de bien ambas corrientes el psiquiatra Diego Figueroa en un reportaje del escritor Juan José Millás sobre la ansiedad: "En la psiquiatría, por lo general, se piensa que hay un componente físico o biológico que hace que unas personas sean más propensas a padecer ansiedad que otras", contaba Figueroa. "Lo importante -añadía- sería nuestra vulnerabilidad bioquímica por factores que no se conocen bien y que se estudian por parte de las grandes corporaciones, sobre todo por parte de los laboratorios farmacéuticos, que están muy interesados en medicalizar la ansiedad como se medica cualquier enfermedad de origen orgánico".

La otra corriente, continuaba: "La representan quienes pensamos que la ansiedad y la enfermedad mental en general hay que verlas a la luz de la complejidad. Los que decimos que la vulnerabilidad a la ansiedad está constituida por la suma de factores, por acumulación no lineal".

Entre estos factores que suman, enumeraba el psiquiatra, están el momento político (que nos puede poner a todos muy ansiosos, sin duda), el entorno social y, por supuesto, el factor de la crianza: "Pues en función de cómo te han criado eres más frágil o más resistente a la ansiedad". Y "una buena crianza -aseguraba el doctor Figueroa- puede reducir los factores de la herencia genética".

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La Amígdala: Un arma de doble filo



"El problema es que la amígdala no le importa las veces que te hayas equivocado al evaluar un peligro. No le importa si reaccionas de forma exagerada y la realidad es que el niño está perfectamente seguro", ilustra Stella O'Malley. No, la amígdala trabaja como un "piloto automático" cuya función es preguntarse, sin descanso, si estamos seguros. Su tarea es mantenernos con vida y, por defecto, reacciona ante lo que percibe como una amenaza. El problema es que no sabe distinguir entre las reales y las falsas. No le importa provocarte constantemente reacciones exageradas ante situaciones de peligro que no lo son. No le importa que uno se ponga ansioso por su culpa y que, en consecuencia: "Te estés convirtiendo en una carga para ti y los que te rodean", observa la psicóloga.

Es nuestro "cerebro pensante" el que tiene que ser capaz de distinguir entre las amenazas falsas y reales. El que tiene que darse cuenta de que esa forma que, de primeras, has confundido con una araña y te ha acelerado el corazón es, en realidad, una madeja de lana negra. O que ese ruido que te llena de inquietud en medio de la noche no es más que un portazo causado por el viento.

Esa regulación de las emociones, ese pensamiento consciente, tiene lugar en los lóbulos frontales, ubicados en el neocórtex de nuestro cerebro; su parte más evolucionada. Son asistidos por el hipocampo, un órgano asociado a la memoria a largo plazo. Y es esa parte racional la que debemos entrenar para dominar a nuestra amígdala desatada, gobernada por el instinto básico de supervivencia. Y para, de este modo, poder controlar nuestros miedos y ansiedades.

"La capacidad de distinguir entre las amenazas falsas y reales es la que nos permitirá tener una existencia ansiosa e infeliz o una existencia tranquila y feliz", resume Stella O´Malley.

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