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jueves, 17 de marzo de 2022

Carl Jung: SOÑAR





Es bueno soñar y esforzarte para conseguir lo que te propones, pero no podemos únicamente  movernos en el mundo de los sueños, ante todo debemos aceptar nuestra propia realidad. No podemos basar nuestra vida en lo que debería ser porque de esta manera nunca estaremos satisfechos con lo que vivimos. Hay momentos que parece que vivimos en realidades paralelas, por un lado está como nos gustaría que fuera nuestra vida y por el otro, como realmente es.  En el momento en que vivimos una realidad que no nos satisface y perdemos el control de nuestro día a día es el momento de detenernos y valorar lo que está sucediendo. ¿Cómo lo podemos hacer?

En primer lugar debemos empezar a ser conscientes. Sin darnos cuenta le vamos delegando a nuestro inconsciente distintas tareas: respirar, andar, todas aquellas tareas en las que no se precisan estar plenamente conscientes para realizarlas, y por último le cedemos el control de vivir. Si, vivir. Muchos de nosotros hemos vivido parte de nuestra vida en modo piloto automático. Le cedemos el control de nuestra vida a nuestro inconsciente para más tarde poder quejarnos de la vida que nos ha tocado vivir. Lo primero que debemos hacer es retomar nuestro propio timón para poder vivir cada día el aquí y el ahora.

Debemos ser los dueños de nuestra propia vida, siendo conscientes de las decisiones que tomamos y el momento presente en el que vivimos. Debemos saber que el inconsciente es limitante porque mayoritariamente arrastra lastres del pasado. Es muy posible que llevemos consignas de la infancia que influyen en las decisiones que tomamos. Por ejemplo si siendo niños nos hicieron creer que el mundo era peligroso es posible que en la actualidad sintamos miedo e inseguridad en los pasos que vamos dando. Por eso lo esencial es revisar todas aquellas creencias o ideas que nos inculcaron en nuestra niñez y que actualmente no nos aportan valor. Si las limpiamos de nuestro inconsciente  podremos vivir más presentes nuestra propia vida. Debemos romper con las creencias que vamos arrastrando del pasado y proyectando hacia el futuro; dejar de vivir de manera autómata y tomar nuestras propias decisiones.

Científicamente se ha demostrado que hay un desfase temporal entre la toma de decisiones y el darse cuenta de la elección. Es decir, cuando tomamos una decisión como por ejemplo escoger un botón, mover una parte de nuestro cuerpo, etc. el inconsciente ya ha predeterminado la decisión y hasta los 10 segundos posteriores no llega a nuestra consciencia. Si muchas de las elecciones que tomamos al largo del día no nos corresponden a nosotros tomarlas significa que hemos cedido el control de nuestra vida totalmente. Entonces ¿Dónde está nuestra libertad de elección? Tomar la decisión de vivir conscientemente es la mejor decisión que puedes tomar. Es importante tomar el control de nuestras propias vidas, saber lo que pensamos, saber lo que decidimos y como actuamos. Lo fundamental para vivir conscientemente es enfocarnos en lo que pensamos y en lo que sentimos, de esta manera empezaremos a ser nuestros propios dueños.

martes, 5 de enero de 2021

Amor en clave psicoanalítica

 


Comparto un fragmento de Elina Wechsler.

Amor de transferencia

¿Acaso el amor ordinario varía de la expectación de la del hombre o de la mujer echados en el diván? Espera de la palabra del analista que otorgue el don, la clave para saber algo insabido.

La transferencia es amor. Ofrecerse como objeto de amor es constitutivo de la posición de analista. En la experiencia analítica amor y saber van juntos: se ama a quién se le supone el saber, dirá Lacan.

Interpretación y construcción, puras palabras, que sólo si son escuchadas desde esa especialísima posición podrán tener efectos de re significación de la novela familiar, del síntoma sostenido por el fantasma.

Que sólo desde ese lugar, despegado ya de la sugestión prefreudiana, podrá, de últimas, introducir un cambio en el propio discurso amoroso del paciente. Poder demandar algo del amor, tan imposibilitado en la obsesión, poder demandar algo menos del amor,  tan exaltado en la histeria.

Espacio privilegiado para hablar de amor con un Otro no gozante del sujeto en cuestión, sino animado, en el mejor de los casos, por el Deseo de analista, en un dispositivo marcado por la huella de una vieja y renovada abstinencia de los cuerpos, metáfora de la prohibición del incesto.

Es el silencio del analista el que llama al fantasma a ser atravesado por vía de la libre asociación, pero llegado a un punto todo aquello que no pueda ser verbalizado, seguirá necesariamente la zigzagueante vía de la transferencia.

La abstinencia del dispositivo impone al analizante pocos caminos: seguir hablando y seguir escuchando, o romperlo: no querer seguir hablando hacia la nada.

Esta puesta en acto  deberá buscarse en esa indestructible posición del deseo inconsciente con respecto al Otro del que hace semblante, ahora, el analista. Repetición, sí, y creación.

De allí que Freud se percate, demasiado tarde para su paciente Dora, a tiempo para la teoría, de que lo no simbolizado en  la transferencia como repetición de la posición histérica en relación con Freud-padre, se convirtiera en acting-out. Que la paradigmática Dora se interrogaba desde su epistemofilia, que amaba a la señora K. porque quería saber del sexo, que obturando la dirección deseante hacia la otra mujer Freud mismo caía como semblante del padre-castrado de la histérica.

El pasaje del lugar del analista como el que supuestamente sabe, clave de los inicios de cualquier análisis, a su caída  será entonces, en sus avatares, el sostén del proceso analítico en el  que, de llegar a su fin, el analista quedará como un resto. ¿Y porqué como un resto?

Porque las historias de amor también terminan.

Amor en femenino

Aunque el tiempo haya transcurrido, aunque haya caído el patriarca y su modelo de constitución familiar y cada vez más mujeres obtengan más gratificaciones fálicas del orden del tener – dinero, prestigio profesional, poder – siguen siendo ellas, nosotras, las que presentan como síntoma privilegiado el sufrimiento amoroso.

En el hombre, el deseo pasa habitualmente por el placer fálico, en las mujeres el deseo pasa habitualmente por el amor.

La libido masculina suele tener soportes múltiples siempre que la fobia no los detenga, mientras que el amor femenino suele basarse en la exclusividad. Sin embargo en la clínica actual con mujeres encontramos esa división que era característica  masculina en la época de victoriana: maridos a los que se quiere y amantes que causan el deseo. Freud ya lo advertía en su Segunda contribución a la Psicología del amor. Cito:

Esa condición de lo prohibido es equiparable en la vida amorosa femenina, a la necesidad de degradación del objeto sexual en el varón.

También mujeres que han pasado de posicionarse de “mujeres- objeto” a buscar “hombres- objeto” en plena identificación con ese rasgo viril de las generaciones anteriores. Masculinización, pérdida de la posición femenina.

El goce todo fálico suele llevar a los hombres a dirigirse a múltiples mujeres, que van desde el que  se divide entre la mujer-madre y la amante de turno, al donjuanismo, donde se ven compelidos a ir de una a otra sin poder detenerse en ninguna.

Todo esto sin desmerecer que hay hombres que aman como mujeres y mujeres que aman como hombres, ya que no nos referimos a la biología sino al posicionamiento psíquico.  Y también hombres que, en palabras de Freud, pueden hacer coincidir en una mujer la corriente sexual y la corriente tierna.

Pero contrariamente a la mayoría de los hombres cuyo placer fálico les basta, las mujeres necesitan el signo y las palabras de amor, de las cuales los hombres en general pueden prescindir.

La demanda de amor femenina, el gusto por las cuestiones de amor, es un goce en sí mismo, y el miedo a perder ese amor equivale para Freud a la angustia de castración masculina según escribe en Inhibición, síntoma y angustia.

Será el encuentro con un hombre – y no con cualquiera – que ese  goce llevado al acto pueda convertir su vida en un tormento.

La apuesta de los medios de comunicación y de los sexólogos por la supuesta naturalidad y simplicidad del encuentro sexual enmascara su eterna complejidad ya que el mito de la complementariedad entre los sexos se ve trastocado por las diferencias entre hombres y mujeres. El desencuentro es estructural.

 Arrebatos femeninos

La pasión amorosa, cambiante en las formas por las modalidades de los tiempos, sigue apareciendo como una marca femenina por excelencia.

Morir de amor, real o psíquicamente, concierne también a los hombres, pero en nuestra cultura  se muestra como un paradigma femenino. La tragedia griega ya lo sabía: Fedra es su arquetipo.

Los hombres se apasionan en general por los asuntos civiles. El discurso  pasional masculino suele encubrirse por los asuntos del dinero, del poder, de la erudición. Las mujeres, en cambio, aunque cada vez más inscriptas en las cuestiones fálicas del tener, no dejan de presentar un plus, un plus netamente femenino que mantiene una relación especial no sólo con el amor sino también con la angustia, su fiel compañera de ruta.

En el arrebato amoroso las mujeres experimentan el exceso,lo irresistible, el hombre elegido como único horizonte vital. Los momentos en que el amor es correspondido produce una exaltación narcisista, de felicidad suprema, pero cuando no es correspondido, un dejarse caer en la angustia, la depresión, la desesperación.

Allí donde Freud encuentra detrás del gran apego al padre, la vinculación incestuosa con la madre, Lacan hablará de estrago maternal. Más tarde, un hombre puede ocupar el lugar de la devastación materna.

Estos estados femeninos se presentan clínicamente como el reverso de la autonomía femenina en cualquiera de sus ámbitos pues implican el sacrificio extremo en nombre del amor.

Las mujeres desisten entonces en favor del objeto, renuncian a la autonomía en beneficio del amado al que se dedican a sostener. Esta situación, acompañada del desplazamiento de las aspiraciones personales al hombre elegido, sigue siendo una figura frecuente de la clínica actual.

Todos los demás aspectos de la vida quedan entonces anulados por este arrebato que nada ni nadie, mientras dura, podrá calmar. La causa desesperada se pone al servicio de una derrota inevitable y mantiene a las mujeres en un destino de fracaso.

El estrago llega al límite cuando la dependencia se perpetúa aunque el daño o la humillación sean extremas. Situación que puede desembocar en la muerte si se produce el encuentro con un hombre que la juegue hasta el final.

¿De qué advierte la insistencia de esta posición aún en nuestro postmodernismo? Del deseo inconsciente que convoca a repetir el goce absoluto que no pudo realizarse con el objeto primordial y que no se realizará jamás.

Las mujeres instauran entonces una posición invertida en virtud de la cual aman desesperadamente como hubieran querido ser amadas. La hija invoca así al hombre como el que detenta la plenitud, herencia imaginaria del Otro primordial.

El padre, que se significó en la fase fálica como poseedor del falo que desea la madre, ha heredado la omnipotencia con la que ella estaba investida y el fantasma concomitante de un goce ilimitado que tiene y puede ofrecer. La mujer no ha hecho más que desplazar sobre el padre, y más tarde sobre un hombre, la meta de su primer lazo libidinal.

Repetición del deseo inconsciente, indestructible, irrealizable en la infancia y relanzado hacia el objeto de amor.

El hombre imaginarizado como completo, sin falta, se transforma entonces en causa de su tormento, causa de su amor pero también de su otra cara, el odio.

La vocación de las mujeres por crear y mostrar esta escena trágica, su desborde  en el lugar mismo del síntoma se deja escuchar en nuestras consultas, periódicamente, aunque sean mujeres con independencia económica y social.  La desventura amorosa sigue siendo para ellas el motivo privilegiado de consulta.

Suelen justificar su drama en nombre del amor, que idealizan y transforman en goce supremo y en arma de batalla.

El análisis permitirá a estas Fedras de nuestro tiempo, cuyo discurso nos interpela desde una obstinada fijación, encontrar otro lugar – más advertido – de lo que puede y no puede ofrecer el amor.

El amor y el  arrebato maternal

La madre debe operar como Nebenmensch, tal como nombra Freud en el Proyecto a ese Otro que sostiene al cachorro humano en su primera indefensión.

Ese Otro nominante, donador de significantes, decodificador del grito que se transformará finalmente en palabras. Amoroso deseo de la madre, operador necesario de la constitución subjetiva.

Este auxilio exterior va más allá del objeto de la necesidad instintiva que en el sujeto parlante queda perdido para siempre. El cachorro humano, en su camino hacia el objeto, se encontrará con la voz, con las palabras, signos primeros de lo humano que provienen de ese Otro que ejerce la función materna.

De allí en más, como nunca podrá haber repetición exitosa de la vivencia de satisfacción, escribe Freud en El Proyecto, ese resto se transforma en búsqueda permanente, ese resto se constituye en germen del deseo.

Germen de deseo al que la cultura impondrá la ley de prohibición de la madre que consagra a una perpetua derivación de objeto en objeto, de ilusión en ilusión.

El tercero intervendrá como freno y evitará, en el mejor de los casos, el efecto devastador del goce excesivo de la madre, la otra cara del amor materno, que en su versión más patológica implicará al hijo como fetiche.

La orientación de la mujer hacia el hombre se presenta problemática, vacilante, precaria. Freud, que no era ajeno a esta circunstancia, marcó el enigma con la pregunta “¿Qué quiere la mujer?”. Parece haber resuelto el tema de la castración femenina por la vertiente fálica. Tener hijos, en lugar del falo anhelado. Incluso llega a afirmar en su texto La femineidad que para que un matrimonio funcione, el hombre tiene que terminar por ubicarse como hijo de su mujer, culminación de las elecciones de objeto que llama anaclíticas en Introducción al narcisismo : la madre nutricia, el padre protector, junto a las elecciones narcisistas allí descriptas.

En efecto, la mujer puede tomar el camino privilegiado de la maternidad, a la que puede consagrar un pleno amor objetal sin renunciar al narcisismo, y que en su versión más patológica implicará al hijo como fetiche.

Hasta ayer, vivíamos en una civilización en que la representación de la feminidad era absorbida por la maternidad; esta representación ha caído.

Sin embargo, las mujeres pueden obturar la inquietante pregunta sobre la feminidad a través del rodeo de la maternidad: ser mujer será, entonces, ser madre. La alienación del deseo en un objeto puede tomar la forma de la pasión por la maternidad. La ecuación imaginaria mujer = madre habrá triunfado entonces sobre el enigma. Si hay hijo, ya no habrá falta.

La realización materna no parece defender necesariamente a las mujeres de la patología del amor, esta vez encarnada en el hijo.

La “pasión de embarazo” suele aparecer en mujeres cercanas a la cuarentena que deciden exponerse a todo tipo de intervenciones, las veces que haga falta, convirtiéndose la futura maternidad en lo único deseable. El valor del hijo como falo no tiene parangón con ningún otro logro de ese orden.

Recordemos que en la teoría freudiana, el deseo de tener un hijo del padre edípico remite, en sus orígenes, al deseo de pene de que la niña se ve  frustrada y que luego de la desilusión materna espera del padre, y más adelante, de un hombre.

El falo circula instalando la simbolización del don. La disimetría entre los sexos se asienta en la economía de quien lo tiene y quien no lo tiene y la niña experimenta su falta en la fase fálica de manera privilegiada en el registro del tener. Esta frustración (penisneid en Freud) inaugurará el Edipo positivo en la mujer que se dirigirá al padre para obtenerlo. Sobrevendrá entonces la privación: la niña no tendrá jamás un hijo del padre, lo que duplicaría el incesto materno, sino de un sustituto.

No tener el falo, querer tenerlo, querer un hijo; tal es para Freud la ecuación freudiana exitosa.

Pero aunque la niña llegue a desear fantásticamente un hijo del padre ahora representado por un hombre no por ello accederá necesariamente a una posición femenina.

Muchas mujeres, de hecho, pueden sentirse satisfechas con la maternidad pero no con su femineidad ni su sexualidad.

Si una mujer  imaginariza el falo a través del hijo, no sorprenderá que en esa circunstancia se aleje del hombre, partición entre ser  mujer y ser madre. La psicopatología del puerperio no afecta sólo a las mujeres sino a la pareja. El desencuentro estructural se deja notar con especial intensidad en esta época  y conduce muchas veces al deterioro o la aniquilación de la hasta allí pareja sin serios conflictos.

El amor maternal no resuelve la cuestión de la femineidad. Una mujer que concibe no se siente por ello más mujer. Por el contrario, la clínica psicoanalítica nos muestra que, en una gran cantidad de casos, la mujer que se ha vuelto madre suele sentirse más apartada de lo erótico que antes.

Amor en masculino

En sus primeras dos Contribuciones a la psicología del amor (1910-12), Freud da cuenta de la bifocalidad del deseo masculino donde la condición amorosa reposa en el clivaje inconsciente del objeto, en tanto el sujeto masculino no está enfrentado al Otro sexo como tal, sino a dos valores del objeto edípico: la mujer sobrestimada y la mujer rebajada, en palabras freudianas: la madre y la dirne, la mujer fácil o incluso la prostituta. Lo escribe así. Cito:

Cuando aman no anhelan, cuando anhelan no pueden amar.

Esta escisión del objeto incestuoso conduce, en una cuestión de grados, a un postulado básico, matriz de la separación entre amor y deseo sexual.

La tal prostituta freudiana queda en nuestro tiempo reemplazada, aunque la prostitución siga existiendo, por la o las amantes. La presencia de la amante corrobora esta disociación, motivo de consulta frecuente en  hombres divididos entre las dos.

Freud vuelve a  encarar  en La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna esta doble moral sexual del varón.

¿Pero qué sucede con esta “doble moral” desde el lado de las mujeres?.¿Están exentas de encarnar alguna de estas dos posiciones, fijarse en una de ellas, obsesionarse por el enigma de la otra?

Ser una mujer no se reduce, evidentemente, a ser la amante, pero la amante la encarna. La mujer legítima no es, evidentemente, la madre, pero suele representarla. La figura de la amante del hombre casado toma entonces una dimensión mítica.

No se trata de dos tipos de mujeres, sino de un mito que las contiene a ambas.Las mujeres pueden atravesar estas dos posiciones alternativamente, fijarse en una o sostener ambas.

Para concluir

He transitado las diferencias entre hombres y mujeres en relación al goce y al amor para testimoniar, desde el psicoanálisis, su desencuentro estructural. Pero a pesar, o por ello, sigue y seguirá habiendo encuentros amorosos, más o menos pero siempre sintomáticos.

Parafraseando a Freud, en Introducción al Narcisismo: Si amas, sufres, si no amas, enfermas. ¿Se tratará, entonces, de amar sin tanto sufrimiento por estar advertidos, luego de un análisis, de los límites propios del amor?

Pues de eso se trata, de ese encuentro contingente que ofrece la ocasión de entrar en contacto con otro que encarnará tanto lo anhelado como lo fallido.

Rodrigo Córdoba Sanz. Zaragoza Psicólogo. Psicoterapeuta. Teléfono: 653 379 269 Instagram: @psicoletrazaragoza Gran Vía 32 Página Web: Psicólogo Clínico Zaragoza TLP

Para detectar el TLP

 


El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una patología psiquiátrica grave e incapacitante que afecta aproximadamente al 2% de la población general adulta. Se caracteriza por 4 grupos de síntomas: impulsividad extrema, inestabilidad del humor, problemas interpersonales, y alteraciones de la identidad.

   Así lo afirma en una entrevista con Infosalus el psicólogo clínico y doctor en Psicología Álvaro Frías, quien añade que esta patología mental limita la vida de la persona que lo padece.

En concreto, sobre los cuatro grupos de síntomas de las personas con TLP este experto describe que la alta impulsividad puede estar relacionada con autolesiones, agresividad hacia otros, o compras compulsivas, por ejemplo; mientras que la inestabilidad emocional se caracteriza porque son personas con vivencias de montaña rusa, donde pueden cambiar en cuestión de segundos de estado emocional, muchas veces conectando con circunstancias vitales de la vida, o con cambios en estados mentales internos.

   En tercer lugar, dice que se encontrarían las alteraciones de la identidad, sobre las que Frías acaba de publicar 'Alteraciones de la identidad en personas con trastorno límite de la personalidad' (Desclée de Brouwer), otro grupo de síntomas relacionados con un gran vacío existencial, con una mala relación consigo mismos, una baja autoestima, o el hecho de que sean camaleónicos socialmente, sean personas con gran poder de autocrítica, muchos directamente no saben lo que son, tienen sentimientos de soledad, dejan de sentir sus emociones de manera protectora, y dejan de conectar con su ser muchos de ellos.

   El cuarto de los signos de TLP está relacionado con las dificultades que estas personas tienen para mantener las relaciones íntimas y también a nivel superficial, y que están muy relacionadas con el miedo al rechazo, a la ansiedad social, o con la desconfianza.


Los 4 signos que pueden hacer sospechar de un trastorno límite de la personalidad

Los 4 signos que pueden hacer sospechar de un trastorno límite de la personalidad
Trastorno bipolar - GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO / SHARON DOMINICK

   MADRID, 17 (EDIZIONES)

   El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una patología psiquiátrica grave e incapacitante que afecta aproximadamente al 2% de la población general adulta. Se caracteriza por 4 grupos de síntomas: impulsividad extrema, inestabilidad del humor, problemas interpersonales, y alteraciones de la identidad.

   Así lo afirma en una entrevista con Infosalus el psicólogo clínico y doctor en Psicología Álvaro Frías, quien añade que esta patología mental limita la vida de la persona que la padece.

   En concreto, sobre los cuatro grupos de síntomas de las personas con TLP este experto describe que la alta impulsividad puede estar relacionada con autolesiones, agresividad hacia otros, o compras compulsivas, por ejemplo; mientras que la inestabilidad emocional se caracteriza porque son personas con vivencias de montaña rusa, donde pueden cambiar en cuestión de segundos de estado emocional, muchas veces conectando con circunstancias vitales de la vida, o con cambios en estados mentales internos.

   En tercer lugar, dice que se encontrarían las alteraciones de la identidad, sobre las que Frías acaba de publicar 'Alteraciones de la identidad en personas con trastorno límite de la personalidad' (Desclée de Brouwer), otro grupo de síntomas relacionados con un gran vacío existencial, con una mala relación consigo mismos, una baja autoestima, o el hecho de que sean camaleónicos socialmente, sean personas con gran poder de autocrítica, muchos directamente no saben lo que son, tienen sentimientos de soledad, dejan de sentir sus emociones de manera protectora, y dejan de conectar con su ser muchos de ellos.

   El cuarto de los signos de TLP está relacionado con las dificultades que estas personas tienen para mantener las relaciones íntimas y también a nivel superficial, y que están muy relacionadas con el miedo al rechazo, a la ansiedad social, o con la desconfianza.

   "En general todos ellos en cada persona pueden tener más o menos peso. El TLP es una patología mental muy heterogénea, y personas muy diferentes pueden cumplir criterios para este diagnóstico", aprecia el especialista.

   En principio, Frías señala que ya se dan algunas manifestaciones durante la adolescencia, "pero no estrictamente desde el concepto del TLP, sino de comorbilidades como trastornos de conducta, abuso de drogas, trastornos de alimentación"; lo que no quiere decir, según aclara, que todas las personas que durante la adolescencia presenten trastornos de conducta, alimentación o abusen de las drogas vayan a desarrollar TLP.

   A nivel de género, el psicólogo clínico pide diferenciar entre las muestras clínicas y las comunitarias. En concreto, a nivel de consultas en salud mental cita que acuden más mujeres que hombres. "Esto se debe generalmente a que las mujeres piden más ayuda que los hombres, y después porque muchos varones con TLP están en prisión, dada esa impulsividad y riesgo de antecedentes penales que en los hombres es muy elevado. Esto ayudaría a entender por qué en las muestras clínicas se recogen que hay unas 3-4 mujeres con TLP frente a 1 hombre. Pero si se hace el recuento en población comunitaria, por ejemplo, si se tocaran una a una las puertas de cada casa, no hay diferencia de género", valora.

Los 4 signos que pueden hacer sospechar de un trastorno límite de la personalidad

Los 4 signos que pueden hacer sospechar de un trastorno límite de la personalidad
Trastorno bipolar - GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO / SHARON DOMINICK

   MADRID, 17 (EDIZIONES)

   El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una patología psiquiátrica grave e incapacitante que afecta aproximadamente al 2% de la población general adulta. Se caracteriza por 4 grupos de síntomas: impulsividad extrema, inestabilidad del humor, problemas interpersonales, y alteraciones de la identidad.

   Así lo afirma en una entrevista con Infosalus el psicólogo clínico y doctor en Psicología Álvaro Frías, quien añade que esta patología mental limita la vida de la persona que la padece.

   En concreto, sobre los cuatro grupos de síntomas de las personas con TLP este experto describe que la alta impulsividad puede estar relacionada con autolesiones, agresividad hacia otros, o compras compulsivas, por ejemplo; mientras que la inestabilidad emocional se caracteriza porque son personas con vivencias de montaña rusa, donde pueden cambiar en cuestión de segundos de estado emocional, muchas veces conectando con circunstancias vitales de la vida, o con cambios en estados mentales internos.

   En tercer lugar, dice que se encontrarían las alteraciones de la identidad, sobre las que Frías acaba de publicar 'Alteraciones de la identidad en personas con trastorno límite de la personalidad' (Desclée de Brouwer), otro grupo de síntomas relacionados con un gran vacío existencial, con una mala relación consigo mismos, una baja autoestima, o el hecho de que sean camaleónicos socialmente, sean personas con gran poder de autocrítica, muchos directamente no saben lo que son, tienen sentimientos de soledad, dejan de sentir sus emociones de manera protectora, y dejan de conectar con su ser muchos de ellos.

   El cuarto de los signos de TLP está relacionado con las dificultades que estas personas tienen para mantener las relaciones íntimas y también a nivel superficial, y que están muy relacionadas con el miedo al rechazo, a la ansiedad social, o con la desconfianza.

   "En general todos ellos en cada persona pueden tener más o menos peso. El TLP es una patología mental muy heterogénea, y personas muy diferentes pueden cumplir criterios para este diagnóstico", aprecia el especialista.

   En principio, Frías señala que ya se dan algunas manifestaciones durante la adolescencia, "pero no estrictamente desde el concepto del TLP, sino de comorbilidades como trastornos de conducta, abuso de drogas, trastornos de alimentación"; lo que no quiere decir, según aclara, que todas las personas que durante la adolescencia presenten trastornos de conducta, alimentación o abusen de las drogas vayan a desarrollar TLP.

   A nivel de género, el psicólogo clínico pide diferenciar entre las muestras clínicas y las comunitarias. En concreto, a nivel de consultas en salud mental cita que acuden más mujeres que hombres. "Esto se debe generalmente a que las mujeres piden más ayuda que los hombres, y después porque muchos varones con TLP están en prisión, dada esa impulsividad y riesgo de antecedentes penales que en los hombres es muy elevado. Esto ayudaría a entender por qué en las muestras clínicas se recogen que hay unas 3-4 mujeres con TLP frente a 1 hombre. Pero si se hace el recuento en población comunitaria, por ejemplo, si se tocaran una a una las puertas de cada casa, no hay diferencia de género", valora.

   A su vez, el doctor Frías señala que el género determina cómo se manifiestan dentro de la heterogeneidad los síntomas, siendo los hombres más impulsivos y con más riesgo de cometer actos antisociales, mientras que en la mujer, en principio, hay una mayor dificultad en relación a los vínculos, estos son más ambivalentes, más de amor odio.

    En este contexto, el psicólogo clínico destaca que se sospecha que la prevalencia de TLP ha aumentado generación tras generación en Occidente desde hace unos 40 años por una cuestión cultural, y es que, según explica, se ha pasado de un sistema de valores rígido pero marcado, "a un valor postmoderno" donde se prima la individualidad, el que cada uno se construya a sí mismo, "una bomba para quien esté predispuesto a TLP".

   En cuanto a si es curable, Frías opina que con el concepto de TLP se puede vivir toda la vida, si bien llama la atención sobre la alta discrepancia a este respecto entre científicos y clínicos. "Los estudios empíricos, con periodos observación de 10 a 15 años, marcan que en torno a un tercio deja de cumplir los criterios diagnósticos al cabo de este tiempo, y con un tratamiento específico de al menos dos años. En cambio, muchos clínicos no tienen esa opinión a pesar de la ciencia empírica, y creo que con el concepto TLP se vive toda la vida", remarca.

 A su juicio, lo que hace un buen tratamiento específico, prolongado, y precoz en un tercio de los pacientes es que esos síntomas bajen en intensidad, se flexibilicen, y la calidad de vida sea mayor, la persona con TLP sufra menos.

   EL PAPEL DEL FACTOR GENÉTICO

   Aquí resalta que existe una predisposición genética a tener trastorno límite de la personalidad, y en concreto, puntualiza que el factor genético supone una de las principales causas de TLP en un 30-40% de pacientes. "Los síntomas son heterogéneos y también la etiología o causas multifactoriales, pero los genes en el TLP, lo que heredamos a través de las familias es un temperamento, una predisposición biológica a tener cierto carácter a nivel de base. Si uno tiene un temperamento más sensible o irritable, junto con determinados factores psicosociales, corre el riesgo en el futuro de tenerlo", agrega. 

De hecho, el doctor en Psicología subraya que en un cuarto de los pacientes se ha visto que, si esos niños ya contaban con un temperamento sensible, y después se han criado en ambientes normativos, con cierto matiz sobreprotector, esto ha supuesto para ellos una "combinación altamente peligrosa" que ayuda a explicar un cuarto de los casos de TLP. "Cuando están en el mundo real, en la adolescencia avanzada y fuera de casa deben enfrentarse a situaciones normativas se descompensan", añade.

   El diagnóstico en los casos de TLP es longitudinal y clínico, en consulta, donde se evalúan, muchas veces con la ayuda de terceros, sus síntomas. Estos tienen que aparecer de manera persistente, y fluctuante durante la adultez, y con algunas manifestaciones previas en la adolescencia, según precisa el experto. "Hay que estudiar en muchos casos también si existe comorbilidad con el trastorno bipolar y con el TDAH, que a veces van de la mano", precisa Álvaro Frías.

   El tratamiento, según recomienda, debe rondar los 3-5 años, y debe consistir en terapia individual, asimismo dice que es recomendable la terapia grupal, así como el tratamiento farmacológico, además de un asesoramiento por trabajo social, en temas legales por si hay que dar la minusvalía a estas personas, o bien un empleo protegido.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta. Especialista en Trastornos Límite de Personalidad. Zaragoza. EsTeléfono: 653 379 269 Gran Vía 32, 3° Izq Página Web: Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo