Documento elaborado por los autores para sentar la propia posición en el marco de una aguda polémica existente en la Primera Escuela Privada de Psicología Social y en la Escuela de Psicología Social de Tucumán. En el marco de una conmocionada situación social -1972- que se expresaba también en el campo científico en términos de debate y disputa, Pichon-Riviere, con la colaboración de Ana P. de Quiroga, escribe este texto. [nota de Fernando Fabris]
Cuando explicitamos los fundamentos en los que se apoya nuestra postulación de una teoría de la vida psíquica, señalamos como punto de partida al psicoanálisis y al materialismo histórico y dialéctico. Sin embargo, la explicitación no puede detenerse allí. Resulta imprescindible poner de manifiesto los modos de articulación entre ambas fuentes, más aún cuando entendemos que lo que otorga especificidad y validez al planteo no es la yuxtaposición de teorías o la búsqueda de un paralelismo formal en el nivel de los modelos, sino la posibilidad de establecer un corte perpendicular, una intervención crítica en las premisas del discurso psicoanalítico que permita una nueva valoración de sus aportes.
El lugar teórico desde el que proponemos una revisión del esquema conceptual del psicoanálisis e intentamos una fundamentación de la psicología social, es el de la dialéctica materialista, lo que indica la propuesta de un método dialéctico.
La elección de este lugar teórico implica, respecto al psicoanálisis, un cambio de problemática, la apertura de una nueva problemática. Es decir, el planteo a partir de nuevas premisas del problema de los procesos psíquicos. La psicología social que postulamos como teoría de la vida psíquica constituye frente al psicoanálisis un espacio teórico diferente, una óptica distinta, una modificación de las premisas.
Psicoanálisis y psicología social no representarían entonces posibilidades de una misma teoría, sino aparatos conceptuales separados por divergencias fundamentales aun cuando uno aporta sus elementos al otro.
Hablar en este caso de una problemática implica la necesidad de explicitar tanto las premisas en que se funda la producción psicoanalítica, y a las que se dirige nuestra crítica, como las que configuran el espacio teórico de la psicología social.
El punto de ruptura entre psicoanálisis y psicología social pasa por la teoría instintivista y la concepción del hombre y la historia implícitas en ella. La polémica que planteamos apunta a una de las premisas básicas de la que parten los desarrollos psicoanalíticos, premisa que define el campo teórico del psicoanálisis. Nos referimos al supuesto de que la vida psíquica se sustenta o es la resultante de la operación de fuerzas instintivas innatas a las que caracteriza como: "fuerzas endosomáticas que tienen un representante psíquico, carga energética, factor de motricidad que hace tender al organismo hacia un fin". El instinto que aparece como una fuerza constante tiene su fuente en una excitación corporal, su fin es suprimir el estado de tensión de la fuente pulsional, y un objeto por el que el instinto alcanza su finalidad (descarga).
La premisa instintivista abre la problemática del psicoanálisis. Es a partir de esa óptica que se articulan en un campo común los problemas de la vida psíquica.
Lo excluído, lo oculto por la problemática definida a partir del reconocimiento del instinto como fundamento de la vida psíquica, es la función del contexto histórico- social como determinante de dicho proceso. Entendemos al contexto histórico-social como determinante de la vida psíquica en la medida en que es la condición específica dentro de la cual puede manifestarse como fenómeno. Es ese contexto histórico-social el que fija como determinante los límites en los que se cumple el proceso de emergencia y desarrollo de la vida psíquica.
Desde las premisas que definen el campo de la problemática de la psicología social es el mundo humano, la construcción histórico social y, más específicamente, cada formación concreta, lo que opera como conjunto de condiciones de producción y desarrollo del sujeto, en la medida en que es también el conjunto de condiciones de producción y desarrollo de la necesidad.
El concepto de necesidad sustituye en este planteo a la noción de instinto. La caracterizamos como la expresión de un monto de carencia que debe ser solucionado en un proceso de interacción. Muchos de los rasgos que la teoría psicoanalítica atribuye al instinto: "...fuerzas endosomáticas, factor de motricidad...etc.", caracterizan a la necesidad, pero nuestro planteo la desplaza del ámbito de una teoría económica.
La necesidad, que compromete al sujeto como totalidad, aparece como la condición interna del desarrollo de la vida psíquica, condición interna de la dialéctica, de la contradicción no polar entre sujeto y naturaleza, entre sujeto y mundo externo. Es en este proceso dialéctico, en esta contradicción, en la que el sujeto es producido.
La producción del sujeto es histórico-social. La formación social no opera como causa de la necesidad (causa en el sentido mecanicista: causa-efecto), pero sí como condición de su posibilidad y desarrollo. Es la ley y la encodificadora de la necesidad, la orienta en la búsqueda de satisfacción, ofreciéndole las metas socialmente disponibles. La traduce y la manipula.
La necesidad no es simple efecto de la estructura, pero como condición interna de la producción del sujeto, emerge, se desarrolla, y transforma en relación con las condiciones externas que operan a través de ella. (Producción social del sujeto. Socialización).
La idea de un "sujeto relacionado" incluida en la problemática psicoanalítica implica:
a) que el sujeto se constituye como tal con autonomía de sus relaciones externas (a esto se liga el supuesto idealista del principio del placer como legalidad del pensamiento no apoyada en la experiencia, no determinada por el mundo real);
b) una posterior relación con la realidad exterior que operará tardíamente en el sujeto configurándose un principio de realidad y una internalización del mundo social en una instancia psíquica: el superyo;
c) desjerarquización de la relación sujeto-objeto, sujeto-mundo externo, centrando su análisis en uno de los términos de la relación (sujeto), lo que implica la afirmación de la posibilidad de una vida mental autónoma que no tenga en la experiencia su base material.
Esto da lugar a hipótesis acerca de la satisfacción alucinatoria de deseos fundada en el principio del placer, o de fantasías inconscientes que son la expresión de un mundo narcisista autista, no sólo "sin objetividad sino también sin objeto" (Joan Riviere).
El supuesto ideológico implícito en la problemática psicoanalítica es la ilusión metafísica de la "naturaleza humana", esencia inmodificable. La peligrosidad del supuesto reside en su carácter ocultante de la determinación por la estructura socio-económica de hechos como la guerra, la violencia, la dominación, la propiedad privada, el autoritarismo, etc.
La teoría psicoanalítica, al reconocer, pese a las vacilaciones de Freud, que no puede prescindir de la noción de instinto para fundamentar sus hipótesis, se encierra en una problemática planteada por otras teorías instintivistas, según las cuales, las relaciones entre los hombres se establecen, en ultima instancia, sobre el juego de fuerzas instintivas innatas. La consecuencia, más o menos explícita, es que frente a la escasa variabilidad de los modelos biológicos tomados como determinantes, se extraen conclusiones acerca de la inmodificabilidad de las relaciones sociales.
Vemos aquí la función ocultante del supuesto ideológico incluido en el instintivismo.
La noción del instinto como fundamentación de una teoría de la vida psíquica opera como obstáculo epistemológico en la elaboración de un aparato conceptual que de cuenta de la relación entre estructura social y vida psíquica y que analice los procesos en que se da la producción social del sujeto.
No es casual que el psicoanálisis como esquema conceptual y como práctica institucionalizada haya sido puesto al servicio de las clases dominantes. Su óptica le permitía convertirse en una antropología reformista, en una antropología de alternativa frente a la planteada por el marxismo. Los elementos de denuncia incluidos en esa problemática, la importancia de la formulación del concepto de inconsciente, introducía en la valoración del esquema un monto de ambigüedad que dificultaba la posición crítica. La evaluación de la práctica analítica, tal como se desarrolla a partir de las instituciones que vehiculizan la teoría, permite hoy la caracterización de la praxis psicoanalítica actual como una de las formas del individualismo al servicio de la adaptación pasiva. Como instrumento ideológico la ortodoxia analítica, "más freudiana que Freud", operó para ocultar tras una compleja sistematización las condiciones de producción del sujeto.
Los postulados de la psicología social
La postulación de la psicología social -ciencia en proceso de construcción- implica, como ya dijimos, una nueva problemática. Es decir, un planteo desde nuevas premisas del problema de la vida psíquica. El punto de partida es la hipótesis de que existe una relación dialéctica entre el sujeto y el mundo. El hombre -a través de su praxis- se construye histórica y socialmente en una contradicción no polar con la naturaleza, de la que emerge y a la que domina. El hombre es una construcción histórico-social resultante de una praxis.
Dice Gramsci "el hombre en general", "la naturaleza humana", es una abstracción. El hombre no es un punto de partida, no hay esencia de lo humano, el hombre es un punto de llegada, en construcción permanente, diferente en cada momento histórico, en cada formación concreta. El hombre se construye, entonces, en la relación dialéctica con el mundo, relación cuyo motor es la necesidad.
Cuando se dice: "El sujeto es un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente en relaciones que lo determinan" (Pichon Rivière, 1971), "El sujeto es producido en una praxis, no hay nada en él que no sea resultante de la interacción entre individuos, grupos y clases", se afirma en consecuencia:
1) Que los procesos psíquicos son la expresión de una relación dialéctica entre sujeto y mundo externo, o quizás más estrictamente, entre necesidad y mundo externo; y que el mundo externo es determinante de esa vida psíquica como repertorio de posibilidades, como condición de desarrollo de la necesidad y su satisfacción.
2) Se establecen los lineamientos para la formulación de un criterio de adaptación activa, planteando que la apropiación de lo real y su transformación, la mutua modificación sujeto-contexto en una relación dialéctica, será el parámetro de evaluación de la calidad del comportamiento, jerarquizando así los procesos de comunicación y aprendizaje.
3) Se jerarquiza la operación del objeto, la operación del mundo externo. Eso conduce a formular el concepto de estructura vincular, que daría cuenta de la relación del sujeto con el mundo, relación que tiene dos dimensiones: la intersubjetiva y la intrasubjetiva.
4) Como consecuencia de la jerarquización del objeto, del mundo externo y del cuestionamiento de la teoría instintivista y los elementos idealistas representados por el principio del placer, se planteará una reformulación de las hipótesis acerca de la fantasía inconsciente como expresión de la necesidad y de las vicisitudes del vínculo dentro del cual se da la relación necesidad-mundo externo.
5) Por la adjudicación de un carácter determinante a las condiciones externas sobre la vida psíquica, se reformulará la hipótesis sobre el carácter significativo del contenido de la fantasía y de la conducta desviada. Se plantea desde allí una terapia de la psicosis (esquizofrenia), a la vez que se considera a la enfermedad mental como emergente (signo) de procesos de interacción patológica, y al enfermo como portavoz.
6) Se formulan técnicas terapéuticas grupales (grupo familiar), que si bien operan en la dimensión de lo imaginario grupal, o sea en el interjuego de fantasías inconscientes que cada integrante tiene acerca de sí y de los demás, la consideración de la relación dialéctica mundo interno - mundo externo conduce a plantear una técnica de confrontación entre la fantasía y los procesos reales de interacción, entre el grupo fantaseado y el grupo real, lo que permite el aprendizaje de la realidad, redistribución de ansiedades, etc.
Hemos dicho que una psicología a partir de estas premisas se halla en proceso de construcción. Estos supuestos nos permiten repensar los aportes del psicoanálisis, pero no sólo estos aportes. Nos interesa el abordaje del "supuesto producido" en su vida cotidiana. Esta problemática enmarca la tarea y orienta la producción de la Escuela. Es a la integración a esa tarea, a un compromiso de trabajo producido, que convocamos a los miembros de la institución.
BIBLIOGRAFIA
S. Freud: Los instintos y su destino, Esquema del psicoanálisis.
Laplanche y Pontalis: Vocabulario de Psicoanálisis, "Pulsión".
Mao Tse Tung: Sobre la contradicción.
V.I. Lenin: Sobre la dialéctica, Materialismo y Empiriocriticismo.
M. Klein y otros: Desarrollos en Psicoanálisis.
L. Althusser: Para leer El Capital. (Problemática)
A.Sercovich: Curso de Epistemología. (Determinación)
A. Gramsci: Antología.
Enrique Pichón Rivière y la Experiencia Rosario
Los cambios sociales y culturales en la década del sesenta y el auge del psicoanálisis en la Argentina
Por Enrique Carpintero y Alejandro Vainer (Revista Topía)
El año 1957 fue importante para la historia de la “Salud mental” en la Argentina por varios hechos que se produjeron: 1°) Se creó el Instituto Nacional de Salud Mental. Este comenzó a regular las actividades de los profesionales promoviendo políticas que iban a permitir que psiquiatras reformistas realizaran algunas modificaciones en la estructuras asistenciales manicomiales.
2°) Mauricio Goldenberg ganó por concurso la jefatura del primer Servicio de Psicopatología en un Hospital General, el Policlínico de Lanús. Este servicio se convirtió en un modelo de atención en Latinoamérica e iba a formar numerosos psicoanalistas por fuera de la APA.
3°) Se creó la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Esta, en la década del sesenta, tuvo una matrícula tan numerosa que la convirtió en una de las carreras más importantes por su población estudiantil. Desde los inicios la formación fue influida por el psicoanálisis siendo uno de los profesores más destacados José Bleger.
En este clima de renovación y enfrentamiento con la psiquiatría manicomial vamos a resaltar la figura de Enrique Pichón Rivière, por las características particulares de su desarrollo profesional que lo ubica en un cruce entre la psiquiatría, el psicoanálisis y el trabajo en grupo.
En 1958 trabajaba con profesionales de diferentes ámbitos y de varios lugares del país, siendo uno de los psicoanalistas y grupalistas más reconocidos del momento. Realizaba diferentes tareas docentes, poniendo a punto lo que posteriormente sería conocido como su propio dispositivo: los Grupos Operativos.
La síntesis y "Acta de fundación" de los Grupos Operativos tuvo lugar ese año con la "Experiencia Rosario" que, posteriormente, fue conceptualizada por sus discípulos.[2]
Los Grupos Operativos, cuyo antecedente era la tarea grupal de Pichón en el Hospicio de las Mercedes, lograron sacar a los grupos y a los psicoanalistas del contexto de la cura para extenderlo a diferentes sectores de la sociedad y la cultura. Estos múltiples objetivos estaban concentrados en una experiencia de aprendizaje grupal: la formación de un Esquema Conceptual Referencial y Operativo común ( el ECRO grupal).
Durante 1958 Pichón Rivière dirigió la llamada "Experiencia Rosario". Esta se realizó a través del Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES) creado por E. Pichón Rivière y Gino Germani con la colaboración de la Facultad de Ciencias Económicas, el Instituto de Estadística de la Facultad de Filosofía y su reciente Departamento de Psicología y la Facultad de Medicina en Rosario. Fue un largo y productivo fin de semana de trabajo.
El objetivo explícito era una experiencia de laboratorio social, de trabajo en comunidad, con el empleo de ciertas técnicas y la aplicación de una didáctica interdisciplinaria en una ciudad del interior del país. Uno de los participantes, el Dr. Fernando Ulloa dijo que "fue la marca más temprana, para mí y para los que ahí estábamos, de las experiencias comunitarias explícitas".
Para realizarla E. Pichón Rivière había preparado previamente el equipo de trabajo mediante técnicas grupales. A la vez, en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe y en otros lugares concurridos por estudiantes se había publicitado la realización de la experiencia mediante afiches.
El viaje a Rosario del equipo de Coordinadores fue en tren. Eran en su mayoría novatos en la tarea a realizar. Casi todos psicoanalistas discípulos de E. Pichón Rivière dentro de la APA: David Liberman, Fernando Ulloa, José Bleger, Edgardo Rolla, entre otros. Tenían todos mucha confianza en E. Pichón Rivière pero, en el tren pedían y pedían más precisiones. Así manifestaban sus temores y dudas, entonces E. Pichón Rivière contestó mordazmente: "Si cuando tomemos el tren de vuelta nos tiran con bosta, quiere decir que cuando un grupo como éste hace en Rosario lo que terminemos haciendo, al irse le tiran con bosta". Parece que, con esa respuesta, tranquilizó al grupo.
Fue el mismo E. Pichón Rivière quién abrió la reunión general en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas con una disertación sobre el significado de la experiencia hablando, entre otros temas, de la enigmática kakistocracia aludiendo, elípticamente, al posible resultado de la experiencia.
El público era numeroso y, desde su composición, heterogéneo: constaba de casi mil participantes para discutir con las técnicas que iba a utilizar el equipo. Había desde estudiantes y profesores universitarios, hasta boxeadores, pintores, corredores de seguro, obreros del puerto, empleados de comercio, amas de casa, algunas prostitutas, etc.
Luego se agruparon para la primera sesión de grupos heterogéneos, elegidos algunos al azar y otros por orden de llegada, con un coordinador y uno o dos observadores que registraban todo cuanto sucedía. La tarea del coordinador era actuar como orientador, favoreciendo la comunicación intragrupal y tratando de evitar la discusión frontal. La situación trajo ciertas complicaciones por lo novedosa. En este sentido Fernando Ulloa relató: "En uno de mis grupos, una mujer joven bastante alterada psicológicamente, a la par que muy querida por varios amigos que integraban la experiencia, explícitamente para acompañarla, se constituyó en el centro de todo el trabajo. La situación por momentos era difícil, por la firme intención que me animaba de no crear engendros seudo terapéuticos ni eludir la emergencia.
“Para el criterio de esta persona y de sus acompañantes no existían en Rosario psicoterapeutas idóneos para atenderla; por eso sus amigos habían insistido en acompañarla, visualizando el encuentro como una oportunidad terapéutica. Recuerdo haber manejado la situación a partir de una idea que había escuchado formular un tiempo antes a David Liberman, integrante de la Experiencia Rosario. Propuse que un grupo de novatos organizados en un funcionamiento adecuadamente heterogéneo, donde las singularidades personales no se anularan entre sí, podía lograr, pese a su condición novata, la eficacia de un veterano[3]"
Vemos por un lado que tener a un equipo de psicoanalistas suscitaba fantasías terapéuticas notorias como en este caso. Por otro, como planteaba Fernando Ulloa, se concentraba la ideología grupal operativa de Pichón Rivière: frente a una máxima heterogeneidad de los componentes se podía lograr una máxima homogeneidad en la tarea.
Luego el equipo coordinador se reunió con el propósito de revisar la tarea realizada hasta ese momento, a lo que siguió una segunda sesión de los grupos heterogéneos con los mismos participantes, tomando en cuenta lo analizado previamente. A posteriori se realizó una nueva reunión de los coordinadores para controlar el nuevo material. Con estos datos E. Pichón Rivière volvió a exponer ante el público en el Aula Magna. Pero con una diferencia fundamental, el público había crecido en número y, además, comenzó a funcionar como un grupo amplio, a través del trabajo sobre los temas emergentes; para proseguir se formaron grupos homogéneos: medicina psicosomática, psicología, boxeadores, estadística, pintores y corredores de seguros. Tras la realización de esta tarea hubo un nuevo control del equipo de coordinadores con Pichón, quien finalizó con una exposición en la que participaron los miembros de los grupos heterogéneos y homogéneos.
Como saldo concreto de la experiencia quedó en el Instituto de Estadística, una secretaria para contactar a quienes desean informes y en el IADES proyectos para formar grupos de trabajo, los cuales funcionaron cierto tiempo. Pero el saldo más importante de la “Experiencia Rosario” fue la presentación de la metodología de Grupos Operativos de E. Pichón Rivière. La consigna fundamental en éstos era que el grupo pudiera pensar en las dificultades que tenía en la tarea, con el acento puesto en el desarrollo del Esquema Conceptual, Referencial y Operativo (ECRO) pertinente a cada grupo. Por ello los autores del trabajo “oficial” de la experiencia sintetizaron la misma diciendo: "Las finalidades y propósitos de los grupos operativos pueden resumirse diciendo que su actividad está centrada en la movilización de estructuras, estereotipadas a causa del monto de ansiedad que despierta todo cambio (ansiedad depresiva por abandono del vínculo anterior y ansiedad paranoide creada por el vínculo nuevo y la inseguridad consiguiente). En el grupo operativo coinciden el esclarecimiento, la comunicación, el aprendizaje y la resolución de tareas con la curación, creándose así un nuevo esquema referencial"[4].
Los Grupos Operativos se introdujeron rápidamente en la enseñanza en las facultades de Medicina, Psicología y otras carreras. Los docentes, que no recibían entrenamiento en pedagogía, empezaron a realizarla en manejos de grupos: poder pensar sobre las dificultades del grupo en la tarea y, cómo se desarrollaba el ECRO apropiado para cada grupo. Esta terminología, como su técnica, se popularizó durante la década del sesenta.
E. Pichón Rivière fundó un año después la Escuela Privada de Psiquiatría Social que, con el tiempo, se transformó en la Escuela de Psicología Social. La importancia de su práctica y su pensamiento generó discípulos como F. Ulloa, J. Bleger, D. Liberman, E. Rolla y muchos otros de la siguiente generación, entre quienes podemos citar a Armando Bauleo y Hernán Kesselman. Estos, pertenecientes al campo del psicoanálisis, serán los agentes multiplicadores de esta nuevo abordaje grupal que se extendería hasta límites impensables en la década del sesenta.
[1] El presente texto se basa en una investigación que los autores están realizando, hace más de dos años, sobre la Salud Mental en la Argentina desde 1957 hasta 1982.
[2] Pichón Riviere, Enrique; Bleger, José; Liberman, David y Rolla, Edgardo, “Técnica de grupos operativos”, Acta Neuropsiquiátrica Argentina, vol. VI, N° 1, marzo 1960, Buenos Aires.
[3] Idem cita 5
[4] Idem cita 10. Por otro lado, el Dr. Armando Bauleo recordando este trabajo comentaba su importancia histórica: "No podemos negar que Pichón crea los grupos operativos en el año 1948 pero su gran aplicación y, de lo que siempre habló, fue de la experiencia en Rosario en 1958. Porque aunque los crea en el hospicio, quería ver si los grupos en serio eran operativos, si había transmisión de información. Cuando en la experiencia en Rosario junta esa cantidad de gente puede observar su efectividad. Es que Pichón Rivière era un curioso terrible. Ve como transita la información entre los grupos porque hace grupos alternados: hay gente de lo más diversa, desde profesionales hasta estudiantes y boxeadores. Entonces puede vislumbrar ahí lo que intuía. No sólo la transmisión de información sino también cómo la heterogeneidad en el grupo puede alcanzar una homogeneidad sobre una tarea específica que hacía que éstos tipos que provenían de los más diferentes lugares, bruscamente pudieran encontraron algún código para comunicarse en los grupos operativos”. Entrevista realizada por los autores.
Revista Topía, septiembre 2009
[Revista Primera Plana, 1966]
Sin diálogo no hay conciencia.(Sócrates)
La opinión pública es para un periodista —técnico de la información— el campo hacia el que apunta su acción. Aunque el manejo de la opinión se ajusta a las exigencias de sistemas filosóficos y de fluctuantes aspiraciones políticas, el problema gira siempre sobre dos ejes: a) naturaleza de la opinión, y b) señalar el rasgo capaz de convertir en "pública" una opinión determinada. Hay estrecha relación entre las nociones de actitud y opinión. Se podría definir a la primera como la expresión verbal o no de actitudes, siempre que se dé en una situación de controversia, es decir, cuando no existe unanimidad de actitudes acerca del mismo valor social.
El ámbito complejo de la opinión pública debe ser desglosado en varios campos, por ejemplo: 1) qué es una actitud; 2) de qué manera una actitud se transforma en opinión y cómo ésta llega a tener carácter público. Progresivamente la inofensiva idea de "opinión pública" se ha transformado en uno de los sectores de investigación más ricos y necesitados, sobre el cual converge el interés de todas las ciencias sociales.
El esquema de la escuela francesa, que da la dirección de la investigación, interpreta el fenómeno de opinión como la adhesión a fórmulas determinadas, como una actitud que puede ser evaluada según una escala. Los estudios sobre opinión tratan de delimitar el concepto, definirlo como fenómeno social, investigando el medio de donde emerge, estudiar su influencia en los contactos sociales que se establecen entre los grupos de diferentes ideologías y elaborar técnicas adecuadas para su investigación. De un análisis comparativo de los conceptos de eficiencia, duda, rumor, surge que la opinión es un juicio que el hombre formula para evadirse de la duda, pero cuya motivación se relaciona con otros problemas que son desplazados sobre él.
De todas maneras, el objeto al que se dirige la opinión aparece como oscuro, y la inteligencia no se aferra a él como la certeza. Por eso la adhesión a la opinión no será total, ya que el miedo a errar por una mala elección está en el centro mismo de la cuestión. Y aunque ese temor permanezca implícito, la opinión está siempre rodeada de miedo, lo que no sucede en la certeza. La función operativa de la opinión es arrancar al sujeto de la inquietud de la duda y darle reposo con la creencia de que está en lo cierto.
Cuando la opinión se convierte en adhesión total, en virtud de una necesidad de superar la incertidumbre, se llama convicción. Teniendo ya definido objeto y función de una opinión podemos detectar la forma en que ésta se hace pública. Para algunos, alcanza esta categoría cuando es manifiesta; para otros, lo público es un concepto sociológico utilizado para discriminar un grupo desorganizado de características especiales. La opinión es pública bajo las dos acepciones, porque tanto su objeto como su sujeto deben ser públicos en los dos sentidos señalados. El sujeto está constituido por el conjunto de personas que mantienen su opinión y que creen que otros piensan como ellas. El que opina públicamente y forma opinión pública sustituye el yo por el nosotros con la conciencia de su pertenencia a un grupo, de un estar incluido en un mismo contexto con los que tienen idéntica opinión aunque no los conozca.
El sujeto de la opinión pública coincide con lo que en sociología conocemos como público y que designa a un grupo de características especiales carentes de organización. Todo público tiene un motivo polarizador que lo define y convierte a sus individuos en miembros. Lo importante es subrayar que no es necesario, para sustentar una misma opinión, ningún tipo de organización: sólo se requerirá que haya un rasgo en común entre aquellos que por distintas vías llegan a emitir la misma opinión. Esto no implica que el sujeto de opinión no pueda formar grupos más o menos organizados que faciliten la organización.
El objeto de la opinión pública ha de ser manifiesto y notorio, el contenido de la opinión pública es el mismo que el de la opinión en general, pero adquiere su carácter público al ser conocida por muchos. El objeto de la opinión debe ser expandido y ésta es la función de la propaganda; requisito indispensable para lograr opinión es el conocimiento del hecho opinable.
Se podría resumir que las condiciones para la existencia de la opinión pública son las siguientes: a) objeto sobre el que se pueda opinar, en controversia, conocido y que despierte el interés de muchos; b) conjunto de personas que opine lo mismo y tenga conciencia de esta situación de coincidencia; c) esto da como resultado que cada sujeto, al conocer la opinión de los demás, se exige su propia opinión de alguna manera, directa o indirecta; d) la opinión implica una toma de posición frente a otras posiciones. En su esencia misma está la discusión.
* Copyright by Primera Plana, 06 de julio de 1966
Fuente: www.magicasruinas.com.ar
[Revista Primera Plana]
El doctor Enrique Pichón Riviere, creador de la Escuela Privada de Psiquiatría Social y de un servicio psiquiátrico de urgencia, ha escrito para Primera Plana el presente ensayo. La conocida trayectoria del profesor Pichón Riviere como analista e investigador es suficientemente notoria como para que haga falta una nueva presentación. En cambio, es ilustrativo señalar que en el tema que aborda en las siguientes líneas —el origen y la estructura de la situación de desastres— cuenta, además de sus estudios bibliográficos, una experiencia directa: Pichón Riviere ha vivido por años en Corrientes, a orillas del Paraná, y ha observado el comportamiento de sus pobladores costeros en las repetidas veces en que las inundaciones los asolaron.
La situación llamada de desastre o catastrófica se caracteriza por la emergencia súbita e insólita de fenómenos de origen telúrico, cuya repercusión psicosocial conviene estudiar en detalle ya que coloca a toda una comunidad en una circunstancia de cambio agudo para la cual no estaba preparada. Aunque, tras un estudio detenido —y esto es lo que llama particularmente la atención— se comprueba la existencia dé captación casi subliminal de indicios que hubieran podido condicionar una planificación, de no haber sido negados en el plano de lo consciente. Los sociólogos consideran en términos generales la existencia de tres fases en fenomenología del hecho catastrófico; cada una de estas fases admite subdivisiones temporales que es conveniente poner de manifiesto pues requieren a su vez un manejo con técnicas de comunidad específicas. Es lo que denominamos "análisis estratigráfico" (por estratos) y de carácter operativo, ya que toda indagación en el campo social sirve para configurar una estrategia de acción.
El primer período, denominado de amenaza, se caracteriza por una serie de hechos. El miedo a la catástrofe, captada subliminalmente, sufre una serie de elaboraciones que tienen por finalidad, utilizando sobre todo el mecanismo de proyección, desplazar hacia otros, los vecinos, por ejemplo, las situaciones de inminente peligro. Es en este momento cuando en el grupo familiar se inicia una actitud regresiva, en la que adquiere preeminencia un pensamiento mágico, teniendo asimismo carácter mágico los vínculos con objetos que el desastre pone en trance de perder. Se adjudican, a los demás, sentimientos de miedo sin que en las manifestaciones de ese temor proyectado sobre los otros aparezcan alusiones al verdadero motivo de este complicado proceso psicológico que se desencadena. ¿De qué manera se introducen estos indicios de catástrofe y qué características revisten? Las primeras señales o datos se introducen en el sujeto por vía olfativa: percibe un olor particular e identificable, pero el mensaje no se traduce a un nivel consciente Siente el extraño olor del río, ve su creciente velocidad y el aumento de su caudal, realiza en forma sistemática, ritual, observaciones desde un lugar previamente elegido. A pesar de la acumulación de información, o quizá por la ansiedad que le provoca la misma, acude a un mecanismo de defensa: la negación. A partir de este momento, dos conductas son posibles en el sujeto en situación de peligro inminente: la ya mencionada proyección del miedo o el bloqueo afectivo, en el cual la negación del temor no va seguida de la proyección. Esta situación de ocultamiento inconsciente condiciona una inmovilidad, una indiferencia y una omnipotencia que configurarán reacciones características dentro de la comunidad, como ser el aislamiento, la falta de cooperación y el egoísmo.
La resistencia al cambio —en este caso se está frente a un cambio exigido por las circunstancias— llegará a su máxima expresión en el momento en que se apelará a toda clase de maniobras y amenazas antes de la evacuación de su habitat. En ese momento, el siniestrado tiene todas las características de un enfermo mental (paranoico). Trata de instrumentar su pensamiento mágico, adquiriendo la convicción de poseer un poder tan omnímodo por medio de ritos y fórmulas. Su fantasía consiste en que por la fuerza de su pensamiento o de su decisión —por ejemplo, permanecer aferrado a su vivienda sin permitir la evacuación—, asumiendo un liderazgo frente a la catástrofe, pudiera conjurar el daño que en un primer término negaba. Si penetramos profundamente en las motivaciones de este líder omnipotente, nos encontraremos con que ese rol que él trata de asumir sin que le sea adjudicado, por la comunidad a la que pertenece, es el de un impostor, ya que se adueña por asalto de una función social como es el liderazgo, para emerger como cabecilla de la conspiración contra el cambio. Su peligrosidad radica en el hecho de que teniendo características demagógicas, de un coraje irracional y dramático, basado en la negación del miedo, se convierte en el saboteador de la operación de salvataje.
Este personaje debe ser objeto, de parte de los trabajadores sociales, de un manejo adecuado, destinado a debilitar su influencia y destronarlo por medio de técnicas de trabajo de comunidad, que consisten en lograr que el grupo o comunidad que le responde adquiera conciencia de que los móviles que lo hacen actuar de esa manera, obedecen a un cierto tipo de proselitismo. Se trata de un oportunista, que introduce por la brecha que abre la angustia colectiva, una ideología. Su fantasía inconsciente es en última instancia la de transformarse en un héroe. La ideología de este sujeto siempre será contraria a las autoridades estatales, a las que culpará del desastre.
El personaje contrario corresponde a aquel que en el período de amenaza utilizó la proyección de su miedo, y que es víctima luego de una reacción de boomerang: su propio miedo, puesto en el otro, le es devuelto reforzando a su vez sus ansiedades anteriores; y lo promueve a buscar los medios y las oportunidades adecuadas para ser evacuado con la menor pérdida posible. Está en condiciones de asumir un liderazgo positivo, contrafigura del anterior, organizando la "operación rescate". Una sola perturbación grave puede sucederle: el boomerang del miedo puede provocarle un impacto tal que le sobrevenga el pánico, quedando entonces también él en estado de inmovilidad. En ese caso su peligrosidad reside en el hecho de que, por procesos múltiples de identificación, el pánico se extiende, se hace colectivo, perturbando la evacuación, no ya por una oposición activa sino por una pasiva.
Es en el segundo período, llamado de impacto, donde puede aparecer la situación de pánico. El pánico configura el emergente más significativo de una circunstancia catastrófica. Es un conjunto integrado por temor, alarma, perplejidad y pérdida de control y orientación. Su carácter "contagioso" puede desencadenar fenómenos colectivos de graves consecuencias, como pueden serlo las actitudes de huida o tumulto, furia y desenfrenada agresión. Este estado va acompañado de los más variados síntomas psicosomáticos, que son el producto de la derivación, al área del cuerpo, de los miedos provenientes de la mente o de los peligros exteriores. Esta situación es siempre grupal, invade a todo el grupo familiar, produciéndose un momento caótico que impide toda planificación adecuada y operativa. Esta tensión o stress repercute sobre los sistemas defensivos orgánicos (homeostasis) y acarrea una disminución, a veces considerable, de todas las defensas orgánicas, bajando el umbral de resistencia a las enfermedades, facilitando así la contaminación. Asistimos entonces a la aparición de enfermedades infecciosas, ya que gérmenes que se mantenían inactivos, adquieren una vigencia particular ayudados por las circunstancias exteriores.
En este clima de inseguridad e incertidumbre, de descontrol y falta de planificación, surge un nuevo personaje: el rumor, que refuerza las situaciones anteriores y provoca sentimientos de mayor inseguridad, volviendo a la gente más agresiva. El rumor impacta y convierte a las posibles víctimas del desastre en ingenuas y crédulas. El sistema de información adquiere nuevamente características mágicas; la comunidad afectada se hace cada vez más vulnerable a un complejo de rumores por la falta de discriminación que caracteriza a un grupo de estado de desorganización. Es posible detectar a través del caos una "central" del rumor. Señalan la naturaleza de esta central la dosificación, la secuencia, la temática y los canales del rumor.
En estas situaciones de pánico y de rumor, las mujeres y los niños juegan un papel muy importante, particularmente los últimos, quienes asumen conductas contradictorias, donde por momentos juegan o representan situaciones de salvataje (construyen barquitos), como tentativas de elaborar el miedo por la acción; en otro momento caen en una situación depresiva ante la pérdida que es vivida por ellos como mas irreparable, debido a su escaso nivel de instrumentación, a lo que se suma una forzada inmovilidad exigida particularmente por la madre angustiada, que proyecta en el hijo todas sus fantasías de destrucción, que van siempre más allá del peligro concreto. Los dos sectores más pasivos de la comunidad afectada, mujeres y chicos, manejan y distorsionan la información.
El rumor aparece en situaciones de pánico y lo realimenta. Tal comprobación indica que se trata de un punto de urgencia sobre el que deben operar quienes tienen a su cargo el manejo de la situación de catástrofe. Modelo de manejo de situación es el caso del líder saboteador. En cuanto al rumor, la operación indicada es el esclarecimiento con técnicas de contrarrurnor, tal como las que se utilizan en la guerra. Se aprovecharán en este sentido todos los canales de información para esclarecer el contenido del rumor, por medio de mensajes que señalen las contradicciones que deslizan en el mismo. Dentro del segundo período o momento del impacto se describen reacciones de egoísmo o altruismo, compulsión a ayudar que va más allá de las posibilidades de hacerlo.
Por el camino del egoísmo enfermizo se desemboca, en cambio, en la delincuencia, raterismo y saqueo, en los casos más graves, y reacciones agresivas o de indiferencia total frente al otro. Un clima de tensión aparece con las mismas características de los fenómenos que emergen en toda situación de catástrofe, es decir que se produce bajo el común denominador de la pérdida de control. Aquí nos encontramos frente a un nuevo punto de urgencia. La técnica a emplear es la de grupo, tendiente a esclarecer los móviles de la conducta colectiva; el éxito mayor de un trabajador social consiste en transformar esos grupos delictuosos en grupos de trabajo que colaboren con el personal incluido en el proyecto de rescate y reconstrucción de la comunidad.
El último momento de este período de impacto se relaciona con la actividad y las emociones. Aquí se puede observar toda una escala de intensidades de acuerdo a la cultura incluida en la situación de desastre (cultura debe ser entendida aquí en términos de origen o nacionalidad). En la medida que las emociones, predominantemente la ansiedad, disminuyen debido a técnicas de apoyo, refuerzo de la comunicación, esclarecimiento de rumores, la actividad, que antes estaba bloqueada por el impacto emocional, emerge en forma organizada.
Los sociólogos, sin embargo, parecen haber descuidado un momento crucial en el proceso de la situación de desastre: el periodo intermedio entre el impacto y aftermath o "vuelta al pago", en el que se configura una nueva comunidad alojada en viviendas colectivas y dotada de una rica fenomenología. Es el período de la migración y convivencia en un lugar designado, no elegido, donde los evacuados son alojados por sexo y a veces por edad, disgregándose el grupo familiar que ya venía con vínculos seriamente debilitados.
El tema sexual adquiere cierta primacía, dando la impresión de que lo que se recoge en la investigación al respecto pertenece más al terreno de la fantasía que al de la realidad. Este período puede ser subdividido en varios momentos: 1) de inmovilidad, 2) de violencia, 3) de euforia colectiva, 4) de relación con los muertos.
El primer período es de inmovilidad, de inercia, de indiferencia y apatía. El grupo humano así reunido —sobre todo los hombres— tiene mucha analogía con pacientes de hospitales psiquiátricos. La expresión es de depresión y la actitud, de catatonía. La falta de iniciativa es lo que en síntesis agrupa los aspectos que presentan los damnificados en este período. La comunicación con el resto del grupo familiar está seriamente perturbada: no se interesan en nada, no piden nada, y un sentimiento de extrañeza acompaña a toda actitud proveniente de la población menos damnificada que se constituye en Comités de Ayuda o Socorro.
El segundo, período es de violencia; a la inmovilización anterior sigue un estado de exaltación con un fuerte componente agresivo y reivindicatorio. Es el período en que se inicia el balance del desastre, dando lugar a una estructuración de fuertes componentes paranoicos. En este período sucede en el resto de la población, tal como pude observar hace muchos años, una respuesta de pánico ocasionada por este cambio brusco: se organizan bandas con propósitos de robo, y si sus miembros son interrogados expresan claramente el derecho que tienen de realizar verdaderos saqueos que pueden terminar en actos verdaderamente criminosos o delitos sexuales. En este momento, el damnificado se considera un héroe que ha podido vencer al salvarse de las fuerzas de la naturaleza y se cree poseedor de todos los derechos sobre personas y cosas. Es como si inconscientemente considerara que fue elegido, por la comunidad que rodea a la situación catastrófica, como chivo emisario o víctima propiciatoria; él se ha hecho cargo de la culpa de los otros al considerar que la catástrofe es una venganza de Dios o del Destino dirigida a la población no damnificada. Ahora él es fuerte, omnipotente. Exige la ayuda, y la reacción de la población ante esta expresión de omnipotencia se retrae y sufre una serie de perturbaciones, según el tipo de personalidad que cada uno tiene y que va desde francos cuadros de pánico y de persecución, hasta enfermedades psicosomáticas o enfermedades de tipo endémico que se reactivan por la tensión crónica que sufren con la consiguiente disminución de las defensas orgánicas. La población asume una conducta defensiva organizándose también como una comunidad en peligro con guardias nocturnas y medios de defensa variados.
En algunas situaciones extremas, la situación de chivo emisario que viven los damnificados es proyectada sobre la comunidad o miembros significativos de ella, pero es sobre todo en las autoridades que tiende a ubicarse la responsabilidad y la culpa del desastre. En este momento, la comunidad circundante, con sus grupos políticos habituales, organiza un trabajo de proselitismo, la ayuda adquiere un carácter demagógico y empiezan a operar dentro de la comunidad damnificada y evacuada, junto con ese grupo político oportunista, pequeños comerciantes que negocian o canjean los productos recibidos de los Comités de Socorro. En este período, el alcohol se introduce como un nuevo factor de desorganización y violencia, los mecanismos de control ceden a veces en forma colectiva, asistiéndose a un espectáculo paradójico que es después de la inmovilidad y la violencia un clima de fiesta. En ese clima, el alcohol es un ingrediente habitual y la promiscuidad, en que esta comunidad, más o menos segregada y marginada, tiende a realizar en forma ya concreta lo que fantaseaban en los periodos anteriores, es lo que configura el tercer periodo de euforia colectiva, que tiene por finalidad negar la situación de duelo.
El cuarto período se caracteriza por la inversión del estado anterior: la euforia colectiva se transforma en duelo colectivo, que constituye para el observador el aspecto más impactante o siniestro de todo el proceso. Esto no es la regla, y posiblemente se dio en un caso particular de mi observación por el hecho de que el cementerio del pueblo en que vivía estaba en la zona cercana al río, lugar que era literalmente barrido por las aguas. En realidad, este período se inicia cuando comienza la bajante y el cementerio entonces recobra una configuración particular y trágica. Al percibir que el cementerio está libre de la inundación, los damnificados que tienen familiares sepultados en él van a hacer una visita de exploración y se encuentran con que la mayoría de las cruces, que son la señal del lugar en que fueron enterrados, han desaparecido. Ese mismo día o al día siguiente, casi todas las mujeres de esa comunidad visten un riguroso luto, y al verlas marchar hacia el cementerio producen un impacto que se transforma en una toma de conciencia de la situación de desastre, tanto en los damnificados como en los no damnificados. La búsqueda de sus muertos, o mejor dicho el lugar que ocupaban sus muertos, se hace de una manera desesperada y se oye, a veces, a la gran distancia, como si fuera un coro, los llantos y gritos de dolor que están representando no solamente la pérdida del muerto sino que recién en ese momento viven también la pérdida de los objetos materiales de que la situación de desastre los ha privado.
Esta ceremonia solía durar varios días, y representaba de acuerdo a su intensidad el monto de la pérdida. El desastre se ha metamorfoseado en tragedia. Todo el grupo se siente solidario a través de este sentimiento. Alguien ha dicho que la tragedia es "la protesta más vehemente del hombre contra la carencia de sentido..., que nos da el sufrimiento" y que "proclama que el hombre es libre pero que lo es sólo dentro de los límites que ha establecido para nosotros su misma condición de hombre".
Vivida esta situación, con las características señaladas, se los ve volver a su lugar de origen construyendo o reconstruyendo su casa con las mismas características; y la visión que tiene el observador es de que el damnificado se prepara para un nuevo ciclo, como un eterno retorno, un destino inmodificable, donde hay incluidas en su estructura actitudes de desafío y vuelta a la omnipotencia que había perdido transitoriamente en los días de duelo.
Si analizamos la conducta de cada uno de los damnificados podremos detectar actitudes o asunción de liderazgos con características políticas, como es el caso del líder de la oposición, aquel que se resistía amenazando al personal encargado de la evacuación. Ese liderazgo, que seguramente tiene una larga historia previa y que es mantenido latente, se hace bruscamente manifiesto y está representando las fuerzas de oposición al gobierno estatal. Es también como si tuviera la oscura percepción de que la catástrofe cumple una función política ya que rumores de un golpe de Estado circulaban por todo el ámbito del país. Podríamos decir que él asume el rol del líder del golpe e intenta hacer proselitismo desde su nueva situación: se ha transformado de un más o menos tranquilo poblador de una isla en un líder político omnipotente que quiere interrumpir el curso de la inundación para dar lugar a otra tan desgraciada situación de catástrofe donde el desastre sería sufrido no ya por una pequeña comunidad sino por todo el país.
* Copyright by Primera Plana
Fuente: www.magicasruinas.com.ar
Miradas al Sur, 30/09/2012
La Ley de Salud Mental a nivel nacional plantea un nuevo paradigma a la hora de abordar una problemática que ha sido históricamente maltratada en nuestro país, dicen dos especialistas de fuste como Vicente Zito Lema, dramaturgo, filósofo y profesor de psicología social, y Alberto Sava, coordinador general y fundador del Frente de Artistas del Borda.
En el programa La Historia en Debate (CN23) ambos especialistas diagnosticaron la actual realidad de este tópico y trazaron perspectivas hacia el futuro.
Eduardo Anguita: –Sin dudas es un tema del que nadie está exceptuado. Hablar de la locura es, en general, hablar de los otros. Y uno no se pone a pensar cuánto de equilibrio y cuánto de desequilibrio se puede tener respecto de la salud mental. La locura no siempre es bien vista si la vemos como un hecho externo.
Vicente Zito Lema: –Recordemos que Enrique Pichón Revière funda la disciplina de la psicología social. Latinoamérica es reconocida mundialmente por ese aporte a la ciencia. En nuestro país, como médico psiquiatra, en su primera etapa, es Pichón quien impulsa una lectura en relación con los derechos humanos de los enfermos mentales. Tanto es así, que en la última ley de salud mental se nombran sus fundamentos. Creo que es el único mencionado en la fundamentación de esa ley. Por si fuera poco es uno de los cinco fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la más importante por fuera de la que diera a luz Freud.
Recuerdo que una vez Pichón me dijo que en definitiva la locura no es más que la búsqueda del amor por otros medios más desesperados. Tal vez con mis más de cuarenta años de trabajar en la temática puedo decir que estoy de acuerdo con esa idea. Llega un instante del sufrimiento humano y social que se vuelve todo tan angustiante, sin poder vislumbrar un camino de salida, que a veces la locura se convierte en ese camino. Como escribiera Jacobo Freeman, genial poeta, “la locura se convierte en el camino más desierto y solitario”.
Y como camino de sufrimientos individual, social, familiar, implicaría que la sociedad venciera prejuicios, abriera más su corazón y, si es posible, su conciencia crítica ante el tema de la enfermedad mental.
Aquí abrimos dos temas de disputa. Por un lado, lo terrible que en Argentina se ha tratado al enfermo mental en todas las épocas. Obviamente, bajo dictaduras militares peor todavía. Y, por otra parte, ver cómo no se encuentran soluciones ni científicas ni amorosas para la solución de un problema que es fuerte.
Por un lado, la existencia de una norma de envergadura y humanística como la nueva Ley Nacional de Salud Mental y derechos humanos, que no se cumple. Por otra parte, este terrible embate que sufre el hospital Borda. La situación de los enfermos hoy es de una urgencia que daña. Lo dice alguien que comenzó a visitar y a trabajar en estas luchas en la década del sesenta. O sea, conozco el hospital hace casi 50 años y nunca lo he visto tan destruido y tan provocador de un dolor social y subjetivo casi sin límites.
Anguita: –Alberto, vos sos de los que, como artista, te involucraste en la historia del Borda y luego estudiaste psicología social. ¿Eso es un pilar que requiere una decisión personal?
Alberto Sava: –Pichón Rivière también decía que el artista tiene como dos caminos: o es alguien que refuerza esa estructura a veces de pensamiento, de acción social o de estructura de ese manicomio para que todo siga como está, o es un agente de cambio, un transformador, un revolucionario. En mi caso personal siempre intenté desde el arte que algo cambie de estructura y pensamiento. A mí me invita José Grandinetti a trabajar al hospital en 1984 cuando en Argentina quería llevarse a cabo un proyecto desmanicomializador tomando la experiencia italiana, la de Trieste. Cuando hablo de desmanicomialización me refiero a que el Estado debe garantizar la atención del sufrimiento mental aboliendo progresivamente el manicomio, tal como dice la Ley Nacional de Salud Mental. Y no sólo el manicomio público, sino también el privado, que a veces es tan siniestro como el público. Debe garantizar la vivienda, el trabajo, la educación, los afectos.
Esa experiencia se quiso llevar en 1984 en Argentina desde la Dirección Nacional de Salud Mental tomando Río Negro, Córdoba y el Borda. El único lugar donde más o menos se efectiviza es en Río Negro. En ese intento de producir un cambio invitan a una cantidad de personas y a mí como artista. Toman esa idea de Pichón de que el arte puede transformar una realidad institucional.
Lo que hago es que veo que hay una cantidad de compañeros internados con mucha capacidad artística. En la ronda de mate cuando cantaban, tocaban la guitarra o cuando nos vendían las poesías en los pasillos, también en los grafitis y las pinturas en las paredes. Entonces, con una mirada más social y comunitaria, los invito a crear un grupo de artistas con la idea de cómo el arte podía hacer visible la desmanicomialización.
Hoy en día, el Borda, como todos los hospitales psiquiátricos, son campos de concentración de personas. Alguien dijo una vez que no sólo es que están internados, sino que están desaparecidos y detenidos. En 1984, en todos los hospitales psiquiátricos privados y del Estado había 30 mil personas internadas.
E. A.: –¿Cuando uno dice el Borda también dice el Moyano?
V. Z. L.: –Sí, todos, incluyendo al Moyano. Están a 500 metros pero podemos dar fe de que el Borda, por los menos, tiene como las puertas abiertas al sufrimiento.
En tanto el hospital Moyano, por ser de mujeres, mantiene la idea de clausura, de separación total de la sociedad. Esto ahonda las heridas y todos los vejámenes. Si empezáramos a contar la vida de las enfermas mentales en ese hospital desde que se funda sería un libro simbólico del dolor argentino.
El ingeniero Mauricio Macri está a cargo de esto por ser el jefe de Gobierno de la Ciudad. No soy de dirigirme a las autoridades en forma personal pero hago una excepción. Los sufrientes entre los sufrientes son los enfermos mentales. Hay que haber pasado por esta enfermedad como sujeto activo, como familiar o como amigo para darse cuenta. En esta situación, Macri, como responsable político y administrativo, está llevando a cabo lisa y llanamente la destrucción en ese espacio de todo lo que puede estar bien, aún en una complejidad negativa. No ha hecho nada para mejorar. Todo es destruir sistemáticamente. Él habla del amor y las buenas costumbres sociales. Yo lo invito a que no abuse de su poder –y este caso no es para ofender–, de su ignorancia y vaya al hospital y se informe. Consciente o inconscientemente está violando los derechos humanos. Tarde o temprano, cuando se violan los derechos humanos con semejante envergadura, hay que responder a la opinión pública, a la conciencia y a la ley. Tarde o temprano él va a tener que dar respuesta sobre estos daños gigantescos que está haciendo sobre personas que mínimamente merecen una mirada amorosa y no de destrucción.
E. A.: –No suelo decir que siento miedo, pero cuando vi a una persona que entró en brote psicótico me agarró una sensación de angustia pero también miedo…
A. S.: –Creo que la existencia del manicomio exacerba el miedo. Ese lugar abandonado, en las afueras de la Ciudad, encerrado por paredes o rejas, genera miedos.
El desconocimiento y la desinformación, también. Creo que si existiera un proceso de desmanicomialización, no sólo no existirían los manicomios, sino que se atendería en los hospitales generales como cualquier otro sufrimiento. Y, además, la sociedad estaría preparada para contener esas crisis psiquiátricas. En general, cuando uno tiene un amigo, un familiar o un brote no sabe qué hacer porque no tiene información. El proyecto de desmanicomialización no sólo atiende al paciente, sino también al contexto social, al familiar. Hay un seguimiento permanente de cómo atender una crisis psiquiátrica. El imaginario colectivo con respecto a la locura es siniestro por la existencia del propio manicomio, no tanto por la enfermedad.
V. Z. L.: –Socialmente, Buenos Aires, por mencionar un caso, me suena más a locura, a violencia y me genera más miedo que lo que me genera un propio hospital. Hace más de 40 años que ando por los hospitales psiquiátricos de este país y nunca he tenido esa sensación de miedo. Días atrás, en una típica situación para despertar el miedo, pero también para despertar el alerta, se toman a trompadas en un ómnibus el conductor y un pasajero. El ómnibus termina incrustado en un negocio y hay 32 personas heridas en un hospital. Lo que pasa es que la sociedad no se hace cargo de sus violencias, de sus reales miedos y los depositan siempre en los más débiles, que son los internados en psiquiátricos.
E. A.: –¿Podemos definir la locura? Cuando alguien señala a otro como un loco piensa en distanciarlo y, en realidad, hay que tratar de integrarlo a la comunidad. Yo recuerdo que fui a hacer unas notas en el año 1986 a Córdoba y estar en un hospital donde estaban todavía guardados los grilletes de la época de la dictadura. Habían cambiado las políticas de salud. Y fui a la plaza y en un momento dicen los chicos: “Bueno, volvemos al manicomio”.
A. S.: –Desde el arte, esa experiencia la tenemos. El arte ayuda a recuperar esas capacidades como seres humanos. Uno es persona en la medida que pueda pensar, sentir y hacer. El manicomio te va destruyendo esa capacidad, voluntad y sensibilidad. El arte, lo que hace, en proceso creador y colectivo, es recuperarlo. Las producciones artísticas que hacemos tienen que salir del manicomio. Las exponemos en teatros, centros culturales, galerías donde las pacientes se hacen visibles no sólo como artistas, sino como personas y pueden discutir y debatir sobre sus problemas. Es la capacidad que tiene el arte de restaurar ese desequilibrio psicofísico, que es la locura, en un contexto determinado se contiene y nivela por la misma sociedad. Incluso si esa sociedad está informada mucho mejor. Cada dos años hacemos un festival latinoamericano de artistas internados y externados en hospitales psiquiátricos. Ahora le cambiamos el nombre por “Festival de arte, una puerta a la libertad y no al manicomio”. Van todos los hospitales o centros de salud mental oficiales, no privados, que trabajan con el arte. Estamos siete días viviendo juntos y actuando en importantes teatros. Y cuando vuelven al manicomio, que es casi un proyecto de muerte, es un tremendo choque. Ese desequilibrio psicofísico a veces lo produce un sistema social, un contexto familiar, que también es producto a veces de un sistema social, pues la falta de recursos genera las crisis. Ya que hablamos de arte y locura, y yo por miedo a que me quede sin tiempo te pido leer un poema de Jacobo Fijman, es uno de los mayores poetas argentinos, que estuvo recluido 28 años en el hospital Borda. Viviendo y muriendo en el hospital, con capacidad poética increíble, escribió en 1926:
Canto del cisne
Demencia:
el camino más alto y más desierto.
Oficios de las máscaras absurdas; pero
tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes,
afónicas lamentaciones.
Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de
ser judío.
¿A quién llamar?
A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.
¡Piedad!
El timbre de mis ojos
esparce intimidad.
Mi piedad de rodillas
se arroba en los suspiros del ocaso
(palomas de violeta)
¡Mis manos palpan el color de misa!
V. Z. L.: –Hace poco falleció una poetisa extraordinaria, Marisa Wagner, amiga nuestra, que estuvo internada muchos años en el Montes de Oca. Escribió un libro que va a ser histórico y que se llama Los montes de la loca, sobre su experiencia en ese lugar siniestro.
A. S.: –Ahí fue donde se denunció tráficos de órganos a partir de muertes misteriosas -por usar una palabra leve- de los internados.
V. Z. L.: –Maritza Wagner fue una mujer militante de la vida, ganó un premio literario. Participó en un concurso en la provincia de Buenos Aires y nadie sabía que era internada. Y le publicaron el libro.
A. S.: –Esto ya fue escrito por Basaglia, pensador y psiquiatra, que tenemos como hermano mayor, que con el apoyo de los sindicatos obreros llevó a cargo una humanización del tema de la locura. Él hablaba de las instituciones de los pobres. Como los chicos de los asilos pasan a las cárceles y luego a los manicomios y luego muchos vuelven a la cárcel. Es un circuito nefasto donde la marginación social, la falta de igualdad en la lucha por la vida, condena a los más pobres. Es una verdad que la mayor parte de las personas recluidas en las cárceles provienen de los sectores más pobres. La gente de los hospitales psiquiátricos la mayoría son de sectores humildes. A eso se une otro tema que en militancia política y en derechos humanos lo hemos pensado siempre: ¿por qué la gente más joven tiene siempre que poner el alma y el cuerpo para cambiar el mundo? En las cárceles y en los psiquiátricos la mayoría son pobres. Pero a ello se agrega que son cada vez más jóvenes. El promedio en las cárceles argentinas es de 25 años. El mismo fenómeno se da en los hospitales psiquiátricos. Como dijo Rodolfo Walsh: “Mientras no seamos capaces de sentir como propio el dolor, el sufrimiento, la desesperanza ajena, es muy difícil cambiar las sociedades”.
Algunos hablan del amor y lo dicen de forma inocente. El amor es algo concreto: de los cuerpos a los cuerpos. Y en especial de los cuerpos que están en privilegio social, económico, cultural con los que menos tienen. La locura se deposita como espacio de dolor y marginación en los más sufrientes de la sociedad.
E. A.: –¿En qué consiste la ley y el trabajo que están haciendo?
A. S.: –La ley lo que hace es, además del artículo de ir aboliendo los manicomios existentes y la prohibición de crear nuevos manicomios, hay que desarrollar eso de trabajar con la comunidad. Crear condiciones donde la gente pueda insertarse socialmente. Desde la Dirección de Salud Mental y la Red Arte y Salud Mental, que yo presido, estamos haciendo unos foros en todas las provincias donde la idea es sensibilizar a toda la comunidad con esta ley, que es verdaderamente revolucionaria.
Acá estuvo Franco Roteli, uno de los directores de la experiencia de Trieste, en Italia, y dijo que es mucho más avanzada que la ley italiana. La idea es cómo el arte puede ayudar a la ley y viceversa. Me parece que falta reglamentarla y es el tema de fondo.
E. A.: –Y eso tiene que ver también con los recursos…
A. S.: –Los mismos recursos que se gastan en el manicomio se pueden volcar a la comunidad. El Borda tiene este año un presupuesto de 150 millones de pesos: 12 millones de pesos por mes, dividido por 600 pacientes internados son 20 mil pesos por mes que cuesta cada paciente. Con ese dinero podés hacer mucho en la comunidad. Es una aberración. Falta una decisión política y Macri no lo va hacer. Y creo que el Gobierno Nacional está en ese camino.
Enrique Pichon Rivière