En vez de reunirse. La economía de mercado se opone a los sistemas de compromiso mutuo porque frenan la expansión mercantil. Como resultado, se percibe que la sociedad no dispone de una «agenda de cambio» que permita a la ciudadanía rebelarse contra el tipo de orden social que han instaurado los mercados financieros.
Según Bauman, la modernidad líquida está disolviendo algunos agentes sociales sólidos como la clase social, la familia, el vecindario. La modernidad está desintegrando estos agentes sociales y los «grupos de referencia» tradicionales que servían a los individuos para orientar sus proyectos vitales están desapareciendo, de forma que la construcción de las identidades individuales y colectivas pasan actualmente por estados de una permanente indefinición y confusión. Al no haber nada predeterminado que sirva de referente y estar profundamente arraigada la «fluidez vital», los individuos se lanzan a la vida con proyectos vitales acosados por la volatilidad del compromiso mutuo y se ven abocados a reinventarse y reformarse según se vayan viendo afectados por la irracionalidad de su entorno “líquido”. Y así llegamos a la conclusión de que el fracaso de cada individuo es debido a su única responsabilidad y nada tiene que ver en ello el mercado financiero en dicho fracaso.
Dice Bauman que la modernidad líquida ha provocado profundas transformaciones en las relaciones sociales dotándolas de un carácter desestructurado que exige que reflexionemos sobre si agentes sociales tradicionales como la familia, el vecindario, la clase social, los sistemas de apoyo mutuo, etc., deben ser resucitados y puestos en valor mediante nuevas formas o bien, darlos por muertos y ofrecerles un decente funeral. Bauman se pregunta si debemos luchar por crear nuevas formas de agentes sociales tradicionales que nos ayuden a orientar nuestras identidades individuales y colectivas o, definitivamente, hay que dejar que dichos agentes desaparezcan.
El valor de las reflexiones de Bauman es innegable en cuanto que nos ofrece una visión muy crítica y revolucionaria de la sociedad del bienestar ¿Podemos los profesionales de la intervención social contribuir a una modernidad sólida a través de nuestro trabajo cotidiano en nuestros equipos de trabajo y hacia las personas y colectivos objeto de nuestras intervenciones? A priori, me parece una ardua tarea, especialmente porque, bajo la inconsciente influencia de esa fragmentación de la modernidad líquida y las dificultades inherentes a las dinámicas grupales para operativizar acuerdos y consensos, podemos tener la tentación de creer que un@ se encuentra compartimentado frente a lo colectivo y, antes de terminar la pregunta, ya se está convencid@ de que es imposible, demasiado complicado. Pero, por otra parte, ¿Quiénes están mejor situad@s que l@s profesionales de la intervención social y la Educación para poner en práctica acciones sólidas? Además, probablemente much@s de nosotr@s hemos elegido estas profesiones vinculadas a la intervención social debido a que queríamos contribuir con nuestro granito de arena a ayudar a que las personas y los grupos aprendan a recomponer sus vidas “fragmentadas” o en crisis, al fin y al cabo, nuestro trabajo consiste, en general, en que las personas sean capaces de restablecer la confianza en sí mism@s, en los otros y en la comunidad y reducir, eliminar o evitar, en la medida que nos sea posible, ese “Unsicherheit” que dice Bauman o “incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad” que cada vez más afecta a nuestras sociedades. Desde luego, Bauman te remueve las ideas; sus ensayos son densos pero yo diría que son una lectura “técnica” muy recomendable.
Formidable artículo externo.
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