PEACE

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Paz y Ciencia

domingo, 31 de mayo de 2020

Liberarse del estrés



El Sabio, aunque viaje todo el día,
Nunca se separa de su equipaje;
Aún rodeado por un paisaje magnífico,
Vive en tranquilidad.
Tao Te Ching, poema 26


El estrés es un rasgo insidioso de la vida en el mundo desarrollado y, por supuesto, es un anatema contra tu felicidad. Irónicamente, el estrés desempeñó antaño una función vital en nuestra evolución y supervivencia como especie, de modo que, lamentablemente, estamos "cableados" para experimentarlo aunque ya no sirva para su útil propósito original. Existen formas adaptativas de estrés, y también otros tipos malsanos que hay que disipar. El poder del TAO es muy útil para librarse del estrés pernicioso, y puedes comenzar a blandir este poder en cuanto estés dispuesto a hacerlo.

En cierto sentido, no importa que decidas plantar cara y luchar o dar media vuelta y huir (ante una amenaza real o imaginaria). Mientras decides qué hacer, tu cuerpo sufre fuertes cambios psicológicos, entre los que figuran la aceleración del pulso, el aumento de la presión arterial, la disminución de la tasa de hemorragia, la vocalización y la actividad muscular involuntarias, la inhibición gastrointestinal, el erizamiento del vello y la dilatación de las pupilas. Tanto si decides ir o luchar por tu vida, tu cuerpo se expresa exactamente de la misma manera. Si no fuera por estas respuestas instintivas no habríamos sobrevivido.
Sólo los humanos podemos utilizar el TAO para ayudarnos a equilibrar nuestra salvaje biología.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Zaragoza
N° Col.: A-1324 Psicoterapeuta
Teléfono: (+34) 653 379 269
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Educación



- "No hay nada que la gente no pueda ingeniárselas para elogiar, reprobar o encontrar una justificación acordé con sus inclinaciones, prejuicios y creencias". Molière, en "El Tartufo".

Nuestro mundo es tan complejo porque existe confusión, poca orientación pueden darnos aquellos que, aunque mucho griten, están tan perdidos como el resto. En el fondo, ellos no buscan iluminar, sino tan sólo brillar. Por eso es por lo que cada uno tenemos que emprender nuestra propia búsqueda y reflexión, y esto tiene mucho que ver con la importancia de la educación.

Sabemos que la palabra "educación" tiene una etimología muy rica y variada en cuanto a que hace referencia a conceptos diversos como son criar, alimentar, conducir, encaminar, sacar de dentro. Pero parece que la palabra la hemos entendido de forma muy limitada. Si miramos a nuestro alrededor puede darnos la sensación de que aquello que más se fomenta durante el proceso educativo es el adquirir conocimientos. Esto es sorprendente porque entre el saber y el saber hacer siempre ha existido una gran distancia.

- "Una cosa son los conocimientos y otra muy distinta las competencias".

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo
N° Col.: A-1324 Psicoterapeuta. Zaragoza.
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sábado, 30 de mayo de 2020

Virginia Satir: Yo Soy Yo




En todo el mundo, no hay nadie como yo.

Hay personas que tienen algo en común

conmigo, pero nadie es exactamente como yo.

Por lo tanto, todo lo que surge de mi

es verdaderamente mío

porque yo sola lo escogí.

Soy dueña

de todo lo que me concierne,

de mi cuerpo,

incluyendo todo lo que hace;

mi mente,

incluyendo todos sus pensamientos e ideas:

mis ojos,

incluyendo las imágenes de todo lo que contemplan;

mis sentimientos, sean lo que sean,

ira, gozo, frustración,

amor, desilusión, excitación;

mi boca

y todas las palabras que de ella salen,

corteses, tiernas o rudas,

correctas o incorrectas;

mi voz,

fuerte o suave,

y todas mis acciones

ya sean para otros o para mí misma.

Soy dueña de mis fantasías,

mis sueños, mis esperanzas, mis temores.

Soy dueña de todos mis triunfos y logros,

de todos mis fracasos y errores.

Como soy dueña de todo mi yo,

puedo llegar a conocerme íntimamente.

Al hacerlo, puedo amarme,

y ser afectuosa conmigo en todo

lo que me forma.

Puedo así hacer posible que todo lo que soy

trabaje para mi mejor provecho.

Sé que hay aspectos de mi misma

que me embrollan,

y otros aspectos que no conozco.

Mas mientras siga siendo afectuosa

y amorosa conmigo misma,

valiente y esperanzada,

puedo buscar las soluciones a los embrollos

y los medios para llegar a conocerme mejor.

Sea cual sea mi imagen visual y auditiva,

diga lo que diga, haga lo que haga

piense lo que piense y sienta lo que sienta

en un instante del tiempo

esa soy yo.

Esto es real y refleja dónde estoy

en ese instante del tiempo.

Más tarde, cuando reviso cuál era mi imagen

visual y auditiva, qué dije y qué hice,

qué pensé y qué sentí,

quizás resulte que algunas piezas no encajen.

Puedo descartar lo que no encaja

y conservar lo que demostró que sí encaja.

E inventar algo nuevo en vez de lo que descarté.

Puedo ver, oír, sentir, pensar, decir y hacer.

Tengo las herramientas para sobrevivir;

Para estar cerca de otros,

Para ser productiva,

y para encontrar el sentido y el orden del mundo

formado por la gente y las cosas que me rodean.

Soy dueña de mí misma

y por ello puedo construirme.

Yo soy yo

y estoy bien.

 

Este poema lo escribió Virginia Satir para una quinceañera que le preguntó sobre el sentido de la vida.

(Título original: Self steem, 1970)

La carpa y el dragón



"El conocimiento viene de tener una única perspectiva, pero la sabiduría viene de tener múltiples perspectivas". Gregory Bateson

En la mitología se habla de algo que, aunque nunca ha ocurrido, siempre ha sido. De acuerdo en este punto, la mitolot china cuenta que en la parte más alta del río Amarillo existe una entrada muy especial, un umbral entre dos mundos. Este lugar se llama la Puerta del Dragón.

- Durante la primavera, los peces y, sobre todo, las carpas de colores nadan contracorriente e intentan llegar hasta dicha Puerta para de un salto cruzarla y ser así transformados en dragones, el símbolo del verdadero poder y benevolencia.
Los pocos peces que consiguen completar este viaje tan difícil son respetados por su coraje, determinación y persistencia. Por eso en muchos lugares de China el dibujo de una carpa de colores sirve para recordar esta gran historia y por eso también cuando una persona es capaz de superar una prueba de gran dificultad se dice que ha atravesado la Puerta del Dragón.

Creo sinceramente que son muchas más las personas que tienen talento que las que desarrollan la claridad mental y la entereza de espíritu para elevarse por encima de las corrientes de pensamiento y opinión que imperan en la sociedad. Hablo de una sociedad que ha avanzado mucho tecnológicamente pero que, sin embargo, acoge a un gran número de personas que son víctimas de la ansiedad, la envidia, el egoísmo y la violencia.

Por eso, la mitología, con su exquisita capacidad para hablarnos del camino que conduce a la transformación del ser humano, tiene hoy tanta interés y relevancia, ya que puede ayudarnos a reflexionar para encontrar las claves que nos permitan entender tal disparidad entre el avance tecnológico y el más bien escaso avance psicológico.

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Restringir los Deseos



Si el ego es un monstruo al que hay que dominar o reducir, el deseo es un demonio al que hay que enjaular. Hay animales que simplemente no se pueden domar, y el deseo es uno de ellos. El deseo es salvaje, y aun domeñado, nunca llega a ser un gato doméstico. Sigue siendo un tigre que se alimenta ante todo de felicidad. Tu felicidad. Los seres deseosos corren el riesgo de acabar cautivos o esclavos de sus deseos. No hay nada tan peligroso como ver tus deseos satisfechos una y otra vez, porque el deseo jamás puede ser saciado permanentemente de este modo. Cuanto más se sacia, más necesita para ser saciado. Hasta que deviene tan magnificado que no cabe sacarlo en absoluto, excepto brevemente, y sólo mediante conductas que invariablemente transgreden las normas establecidas 

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viernes, 29 de mayo de 2020

Mente Dualista y sentimientos




La gran paradoja, es que, aunque lo que más anhelamos los humanos sea la acogida, el amparo, el cobijo, la cercanía, por ser entre otras cosas el encuentro lo que sana las heridas emocionales más hondas, con nuestra conducta muchas veces fomentamos lo contrario. La mente dualista antes o después va a hacer lo opuesto.

Cuando la oscuridad se encuentra con la luz, aquella empieza a desvanecerse. La belleza que sucede ni se puede prever ni se puede entender desde la mente dualista porque, sencillamente, la supera. Lo que emerge de esta voluntad auténtica de encuentro es algo nuevo que produce sorpresa, asombro y admiración.

El gran sabio chino, Lao Tzu, autor del Tao Te Ching hablaba de la importancia de no ser rígidos en la vida:

"Los hombres nacen suaves y flexibles;
muertos se vuelven duros y rígidos.
Las plantas nacen elásticas y flexibles;
muertas se convierten en secas y quebradizas.
Por eso aquel que es rígido e inflexible es un discípulo de la muerte.
Quién es suave y flexible es un discípulo de la vida.
Lo duro y rígido será partido.
Lo suave y flexible permanecerá".

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Una vida sencilla




- Muéstrate con sencillez y mantén la simplicidad; refrena el egoísmo y restringe los deseos.
Tao Te Ching, poema 19

- Antaño los mejores practicantes del Tao no se valían de él para abrir los ojos de la gente al conocimiento, sino que lo empleaban para devolverles la simplicidad. 
Tao Te Ching, poema 65

Una de las claves de la felicidad y la serenidad es la simplicidad. Seguir el Tao nos hace más conscientes y vigilantes, no menos. La simplicidad no es ignorancia, y la ignorancia no trae la dicha. El consejo de Lao Tzu es que seamos más felices reduciendo las complejidades innecesarias de nuestra vida.

Toda la complejidad de los ordenadores, cada vez con más prestaciones y velocidad, nos obliga a gastar tiempo haciendo (y convirtiéndonos) en lo contrario que buscamos, esto es, ser servidores de la máquina. Si trasladamos este fenómeno a la esfera humana, muchas personas no viven tan bien como podrían porque también están intentando hacer demasiadas cosas a la vez. Mientras que los ordenadores están diseñados para la multitarea, los seres humanos evolucionamos para hacer sólo una cosa a la vez. Cuando nos vemos obligados a hacer varias cosas a la vez, o cuando tenemos demasiadas tareas programadas, y cuando cada una de esas tareas deviene increíblemente compleja, es harto probable que nos retrasemos y que sintamos estrés o frustración. Y éstos son adversos a la felicidad.

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jueves, 28 de mayo de 2020

Serenidad




Si estás interesado constantemente en ti mismo de un modo egoísta y malsano, nadie se interesará por ti. Pero si te interesas por los demás de un modo sereno y no egoísta, los demás se interesarán por ti. No se interesarán por ti porque les halagues el ego; más bien será porque tu serenidad despertará su propia serenidad, que quizá esté dormida, y porque tu no egoísmo hará que ellos se olviden de su ego. Esto es lo que Lao Tzu enseñaba: La más elevada forma del instinto de conservación es el olvido de uno mismo. La más noble forma de interés personal es el interés por el prójimo. Los seguidores del budismo mahayana también enseñan y practican está regla, y ellos, junto con los taoístas, se cuentan entre las personas más serenas del planeta.

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El Tao de la Física



La mayoría de los occidentales ha sido llevado a creer que posee una cosa llamada "yo", y que la clave para la felicidad personal radica en el mantenimiento de la "autoestima". Existe una enorme industria del libro de autoayuda, psicoterapias para tener un "ego sano" y, otra industria aún más peligrosa, la de los medicamentos para mejorar el estado de ánimo. Esta industria de la farmacopea cree estar preparada para medicar cualquier queja posible de un ser humano en un esfuerzo por restablecer una sensación fundamental de bienestar.

"Estaba sentado una noche al borde del ocèano, mirando desfilar las olas y sintiendo el ritmo de mi respiraciòn cuando de repente tomè conciencia, de todo lo que me rodeaba...como en una gigantesca danza còsmica.

Siendo fìsico, sabìa que la arena, las rocas, el agua, el aire, todo a mi alrededor, estaba compuesto de molèculas vibrantes y de àtomos, partìculas que se crean y se destruyen por interacciòn....

Pero hasta ese momento, lo habìa experimentado solamente a travès de los gràficos, de diagramas y de teorìas matemàticas. Mis experimentos teòricos pasados se volvieron vivientes... Vi cascadas de energìa bajar del espacio, y en su interior , las partìculas estaban creadas y destruìdas , segùn las pulsaciones rìtmicas.

Vi los àtomos de los elementos y los de mi cuerpo, participar a esta danza còsmica de la energìa. Sentìa los ritmos, y entendìa los sonidos. Y en ese momento preciso supe que era la danza de Shiva, el dios de la danza adorado por los hindùes."     (Fritjov Capra. El Tao de la Fisica.)

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. 

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Ciencia y Espiritualidad




Todos los vicios humanos se deben a la falta de conocimiento. Es el conocimiento lo que mostrará a las personas que, por su propio bien, es mejor ser sencillo y bondadoso, moderar los deseos terrenales y liberarse de las pasiones perniciosas”.

-Tao-


Pasamos gran parte de la vida intentando cambiar a los demás para que sean como creemos que deben ser. Nos molestan las personas que no se ajustan a lo que esperamos de ellas. Nos irrita quien discute algo que para nosotros está claro. Nos sublevan quienes no nos tratan con la deferencia que merecemos y, por eso, la reacción de incomodidad y desagrado es tan rápida que automáticamente cortamos la comunicación con ellos. Lo notamos nosotros y por supuesto lo notan ellos. No hace falta decir ni una palabra.

Todos tenemos dos tipos de neuronas: las espejo y las en huso -también llamadas de von Economo- que son capaces de captarlo, aunque no hayamos ni tan siquiera abierto la boca. La tensión se nota. Se nota la tirantez del padre con el hijo y de este con su padre. Se percibe entre el jefe y su empleado y entre el proveedor de un servicio y su cliente. La mente condicionada hace que cada uno reaccione de una manera distinta al percibir la misma situación de una forma radicalmente diferente:

- El padre ve a su hijo como un desobediente.
- El hijo ve a su padre como un tirano.
- El jefe ve al empleado como un incompetente.
- El empleado ve a su jefe como un incoherente.
- El proveedor de servicios ve a su cliente como un quisquilloso. 
- El cliente ve al proveedor como un manipulador.

Por eso, porque uno ve lo que ve con "tanta claridad" le resulta incomprensible que el otro no lo vea, y por eso, también, si no lo ve por las buenas, tendrá que hacerlo por las malas. No es de extrañar que aparezca de manera tan rápida la violencia mental, la verbal e incluso la física. Da la impresión de este estamos ante un problema sin solución. Sin embargo, creo que sí hay una opción mucho mejor.

Si yo acepto, si yo asumo, que la otra persona no puede actuar de otra manera que como lo hace, tomo la misma disposición que tendría no exigiendo a un perro que se comportara como un gato o a un león como a una oveja.

Esta aceptación hace que inmediatamente renuncie a todo intento de cambiar a nadie porque queda patente lo absurdo que es. Por eso nuestro corazón se mantiene en paz. Cuando alguien habla desde él, todo lo que expresa con sus gestos, con sus palabras y con sus acciones tiene una fuerza transformadora en la otra persona. Es en estos momentos cuando esta puede, ante respuesta tan sorprendente y tan poco esperada, elevar su nivel de conciencia y replantearse su conducta.

Un nivel de conciencia siempre va acompañado por un mayor nivel de compasión.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo.
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miércoles, 27 de mayo de 2020

Egotismo



El relato de Narciso nos alerta sobre lo fácil que es centrarse en uno mismo y no ver más allá. Y esto es la consecuencia directa de la mente dualista que hace que nos centremos tanto en nosotros y tan poco en los demás.

Todos somos, en general, más conscientes de lo que recibimos de los demás que de lo que les hacemos llegar. Esta forma de autoengaño -precisamente por no ser conscientes de ello- hace muy difícil que podamos cambiar.

La mirada, la manera de respirar, la expresión facial, la tonalidad de la voz, los gestos y la postura están transmitiendo, sin que nos demos cuenta, cómo vemos a una persona y lo que realmente sentimos hacia ella en un momento determinado. Estamos completamente ciegos frente a lo que transmitimos y ante el impacto que esto tiene en ella. Nos es mucho más sencillo ver los efectos que vernos como causa, o al menos, como causa parcial de ellos.

Algunas de las consecuencias más características de esta forma de autoengaño, sobre todo cuando nos molesta la reacción de la otra persona, son:

- Buscar activamente ampliar los defectos del otro.
- Posicionarnos como víctimas y dejar de plantearnos que nosotros, tal vez sin ser plenamente conscientes podemos haber facilitado ese desencuentro. 
- Dejar de ver al otro como persona y etiquetarlo. Nos olvidamos que las etiquetas son para los objetos, nunca para los sujetos.
- Intentar corregir a alguien en un momento de tensión. Toda corrección es en sí misma una provocación, y sólo ha de hacerse desde un corazón en paz y no vengarnos sutilmente haciendo que la otra persona se sienta inferior.

Buda decía que cuando nos sentimos ofendidos o provocados por alguien es como si nos hubieran clavado un dardo. Somos, sin embargo, nosotros, con nuestra reacción de enfado, ira y frustración, los que generamos el segundo y tercer dardo que podemos incluso clavarlo en alguno de los seres más queridos. Buda instaba a que después de ese primer dardo no hubiera un segundo o un tercero. Jesús hablaba de poner la otra mejilla.

Si desarrollamos la compasión veremos la actuación muchas veces dañina de la otra persona, pero también su confusión, su miedo y su soledad. El ejercicio de la compasión no sólo está en la esencia del budismo, sino que constituye el núcleo del auténtico cristianismo.

El "amar a tus enemigos" que repitió incesantemente Jesús nos resulta a veces irritante e imposible de seguir porque muchos no somos capaces de ver la increíble belleza y sabiduría que encierran estas palabras. En ellas radica la clave para vivir en un mundo en paz.

Rodrigo Córdoba Sanz. N° Col.: A-1324
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martes, 26 de mayo de 2020

Mensajes del Cuerpo



Sé amable, pues cada persona con la que te cruzas está librando su ardua batalla. Platón

El cuerpo, que es muy inteligente, nos está constantemente enviando un mensaje: la mente está enferma y nosotros no hemos sabido darnos cuenta de ello. Pero al igual que el pez no sabe que hay un mundo fuera del agua, nosotros tampoco sabemos que hay uno repleto de posibilidad, más allá de la mente dualista.

El mindfulness nos ayuda a darnos cuenta de algo que también dijo Jesús: "Estar en el mundo sin Ser del mundo". No busca que huyamos del mundo y de aquello que no nos gusta de él -para eso y, lamentablemente, los humanos hemos encontrado muchos otros caminos como pueden ser las drogas, el consumo excesivo de alcohol, el estar constantemente viendo la televisión, los juegos de ordenador o la compra compulsiva-. A lo que ayuda es a estar en este mundo cotidiano con sus cosas agradables y desagradable, con sus risas y llantos, de una manera nueva, sin buscar escapar de él cuando lo que nos ofrece no lo experimentamos como agradable.

- El dualismo es una corriente filosófica según la cual existe una división fundamental entre el cuerpo y la mente. De este modo, mientras que el cuerpo es material, la mente queda descrita como una entidad incorpórea, cuya naturaleza es independiente del cuerpo y que por consiguiente no depende de este para existir.

El dualismo crea un marco de referencias que es muy utilizado por varias religiones, porque abre la posibilidad a la existencia de una vida espiritual fuera del cuerpo. Sin embargo, esta doctrina no es simplemente religiosa, y ha tenido una influencia importantísima en la psicología -

Rodrigo Córdoba Sanz.

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lunes, 25 de mayo de 2020

La mente dualista




Lo que ocurre con la mente dualista es que lo que ella nos sugiere es una forma siempre limitada y rígida de ver el mundo. Nos presenta "su realidad" como la única que existe. Además, y a nada que nos fijemos un poco, nos daremos cuenta de que es la que también se pasa la mayor parte del tiempo llevándonos al pasado o proyectándonos al futuro.

- Cuando nos lleva al pasado puede ser que lo que haga para recordarnos algo agradable que nos sucedió o para rememorar errores previos y así no volver a cometerlos. Sin embargo, la mayor parte de las veces que nos mueve por la línea del tiempo es para provocar en nosotros una sensación de culpa y de vergüenza por algo que hicimos o dejamos de hacer, y de lo que tenemos que seguir lamentándonos una y otra vez.

- Cuando nos lleva al futuro es para que podamos planear y anticiparnos  lo que podría pasar. No obstante, muchas más veces, es sólo para llenarnos de preocupaciones y de ansiedad.

Por eso los seres humanos cargamos con esos pesos que no vemos, pero sí sentimos: la de las lamentaciones por el pasado y la de las preocupaciones por el futuro.

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domingo, 24 de mayo de 2020

Virginia Satir: establecer contacto



Establecer contacto no es un juego que consistía en que uno gane su partida y viva feliz para siempre, sino que es un medio para hacer las cosas con honestidad y para compartir fraternalmente los temas y preocupaciones humanos. Es una forma de mantener la integridad, de alimentar la creciente autoestima y, a la larga, de fortalecer las relaciones con uno mismo y con los demás.

Para llegar a tener ese tipo de sabiduría se requiere de toda una vida de búsqueda que exige mucha paciencia con uno mismo. La clave de esta búsqueda es el conocimiento de sí mismo y el entrar en contacto con los demás.

En la medida en que sea más completo el contacto que podamos establecer con nosotros mismos y con los demás, mayor posibilidad habrá de que nos sintamos amados y valorados, de que estemos sanos y aprendamos a resolver nuestros problemas con mayor eficacia.

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sábado, 23 de mayo de 2020

Alan Watts: oriente en occidente




Durante las décadas de 1950 y 1960, el filósofo y escritor británico Alan Watts comenzó a popularizar la filosofía oriental en Occidente, ofreciendo una perspectiva completamente diferente de la totalidad interior en la era de la ansiedad y lo que realmente significa vivir una vida con propósito. Gran parte de la adopción actual de prácticas como el yoga y la meditación se la debemos a la influencia de Watts. En The Book On the Taboo Against Knowing Who You Are (El Libro del Tabú), originalmente publicado en 1966 y sobre la base de su imprescindible obra anterior, Watts argumenta con igual convicción y compasión que "la sensación prevaleciente de ser un ego separado encerrado en un saco de piel es una alucinación que no concuerda ni con la ciencia occidental ni con la filosofía-religiones experimentales de Oriente", explorando la causa y la cura de esa ilusión de una manera que parte de una profunda inquietud al enfrentar nuestro condicionamiento cultural hacia una profunda sensación de ligereza mientras nos rendimos al misterio reconfortante y a la interconexión del universo. Concebido como un paquete de consejos esenciales que un padre podría transmitir a su hijo en el umbral de su edad adulta como iniciación al misterio central de la vida, este manual existencial está enraizado en lo que Watts llama "una fertilización cruzada de la ciencia occidental con una intuición oriental".

Aunque estrictamente no religioso, el libro explora muchas de las investigaciones básicas que las religiones históricamente han intentado abordar ― los problemas de la vida y el amor, la muerte y la aflicción, el universo y nuestro lugar en él, lo que significa tener un "yo" en el centro de nuestra experiencia, y cuál podría ser el significado de la existencia. De hecho, Watts comienza poniendo en duda lo bien equipadas que pueden estar las religiones tradicionales para responder esas preguntas:

Las religiones corrientes ―la Cristiana, la Judía, la Hindú, el Islam o el Budismo― se parecen en su forma actual a minas exhaustas: son difíciles de ahondar. Con alguna rara excepción, sus ideas sobre el hombre y el mundo, sus ritos e imágenes, así como la vida que nos recomiendan, no encajan en el universo tal como lo conocemos hoy en día, ni con un mundo humano que está cambiando tan velozmente que mucho de lo que se aprende en la escuela está obsoleto el día de la graduación.

Watts considera a la singular ansiedad de la era, quizás incluso más resonante hoy en día, medio siglo y un aumento maníaco de ritmo más tarde:

Pues existe la creciente sensación de que nuestra vida es tan significativa como el correteo de un ratón en su trampa: los organismos vivientes, incluyendo a las personas, son simples tubos a los que se introducen cosas por un extremo para que ellos lo despidan por el otro. Lo cual los mantiene ocupados pero a la larga los desgasta.

Él considera que la filosofía podría aliviar esta preocupación central contribuyendo con una hermosa adición a las definiciones de lo que es la filosofía y al reconocer el papel esencial de la duda en la experiencia humana:

Numerosos problemas filosóficos son esquivados haciéndole creer a uno que preguntas como: "¿Por qué este universo?" son una especie de neurosis intelectual, un abuso verbal mediante el cual la pregunta "suena" sensata pero es en realidad tan absurda como preguntar "¿Dónde está el Universo?" cuando las únicas cosas que están en algún lado lo están dentro del Universo. La tarea de la Filosofía es curar a la gente de esas tonterías... Pero, a pesar de todo, el asombro no es una enfermedad. El asombro, y su expresión en las artes y la poesía, figura entre esas cosas importantes que parecen distinguir a los hombres de otros animales y a los hombres inteligentes y sensibles, en particular, de los deficientes mentales.

En el corazón de la condición humana, argumenta Watts, hay una ilusión central que alimenta nuestro sentido de soledad profundamente arraigado mientras más nos adherimos al mito del ego único, reflejado en el lenguaje más básico que usamos para darle sentido al mundo:

Sufrimos una alucinación, una sensación falsa y distorsionada de nuestra propia existencia como organismos vivientes. La mayoría de nosotros tiene la idea de que "Yo mismo" es un centro separado de sensación y acción, que vive dentro del cuerpo físico y está limitado por él; este centro "enfrenta" un mundo "exterior" de gentes y cosas, toma contacto por medio de sus sentidos con un universo ajeno y extraño. Algunas frases de uso diario reflejan esta ilusión: "Vine a este mundo...". "Debes enfrentar la realidad". "La conquista de la naturaleza".

Esta impresión de no ser más que visitantes solitarios y bastante fugaces, en el universo, está en lisa y llana contradicción con todo lo que las ciencias saben sobre el hombre y otros organismos vivientes. Nosotros no "venimos a" este mundo; más bien surgimos de él, como las hojas a un árbol. Así como el océano genera olas, el universo produce gente. Cada individuo es una expresión de todo el reino natural, una acción única del universo total. Pocas veces, o nunca, los seres humanos pueden experimentar concretamente este hecho. Aun aquellos que teóricamente lo dan por cierto suelen ser incapaces de sentirlo "sensorialmente", y continúan actuando como "egos", aislados en sus bolsas de piel.

Las religiones, señala Watts, trabajan para reforzar en lugar de liberarnos de este sentimiento de separación, porque en su corazón subyace una intolerancia básica a la incertidumbre ― el estado mismo que es fundamental para nuestra felicidad, como lo ha indicado la psicología moderna, y crucial para el proceso creativo, como Keats ha expresado elocuentemente. Watts escribe:

Las religiones producen divisiones y reyertas. Son, ellas también, una forma de esa ilusoria "separatividad" porque proceden a separar justos y pecadores, creyentes y herejes, propios y extraños... Toda creencia es fervorosa esperanza, y por lo tanto un disfraz para la duda y la incertidumbre.

En consideración a lo que Alan Lightman repetiría más de medio siglo después en su notable meditación sobre la ciencia y lo que realmente significa la fe, Watts agrega:

El compromiso irrevocable con cualquier religión no es sólo un suicidio intelectual: también un signo de profunda falta de fe, pues cierra la mente a cualquier nuevo enfoque sobre el mundo. La Fe es, por sobre todo, apertura ― un acto de confianza hacia lo desconocido.

[...]

Ningún Dios tendría tan poca consideración, destruyendo la mente humana, convirtiéndola en algo tan rígido e inadaptable como para que un solo libro, la Biblia, respondiera a todas sus preguntas. Pues la gracia de las palabras ―y por lo tanto de un libro― reside en que señalan más allá de sí mismas, hacia un mundo de vida y experiencia que no consiste en meras palabras, ni siquiera en ideas. Del mismo modo que el dinero no es verdadera riqueza consumible, los libros no son vida. Idolatrar escrituras es como ingerir billetes de banco.

En su lugar, Watts propone que necesitamos "un nuevo dominio, no solo de ideas, sino de experiencia y percepción", algo que sirva como "un punto de partida, no un punto de referencia perpetuo" y no ofrece una nueva Biblia sino una nueva forma de entender la experiencia humana, "un nuevo sentido de lo que es ser un «yo»". Al reconocer y vivir plenamente ese sentido, argumenta, se desenmascara el mayor tabú de la cultura humana:

No necesitamos una nueva religión, ni una nueva Biblia. Lo que precisamos es una nueva experiencia, una nueva sensación de lo que es «yo». La percepción ―es decir, la visión profunda y secreta― de esta vida descubre que nuestra normal sensación de uno-mismo es una trampa o, en el mejor de los casos, un papel temporario que estamos jugando, o que hemos sido persuadidos de jugar, con nuestro tácito consentimiento, del mismo modo que toda persona hipnotizada está, básicamente, deseando que la hipnoticen. El tabú más firmemente establecido de todos los que conocemos es ese que le impide a Ud. saber quién o qué es, detrás de la máscara de su ego aparentemente separado, aislado e independiente.

Y sin embargo, argumenta, la sensación de "yo" y la ilusión de su separación del resto del universo es tan penetrante y está tan profundamente arraigada en la infraestructura de nuestro lenguaje, nuestras instituciones y convenciones culturales que somos incapaces de "experimentar nuestro sí-mismo más que como algo superficial en el esquema del universo" El antídoto radica en reconocer no solo que pertenecemos a y con el resto del universo, sino que, en primer lugar, no hay "resto" ― somos el universo.

Aun así, Watts advierte que esto no debe confundirse con la idea de desprendimiento promovida por muchas religiones e ideologías, "que es el esfuerzo por identificarse con los otros y sus necesidades, estando aún bajo la fuerte ilusión de no ser más que un ego en una envoltura de piel":

Tal "desprendimiento" es más bien un egoísmo altamente refinado, comparable con aquel grupo que juega al juego de "somos-más-tolerantes-que-ustedes".

Haciéndose eco del consejo que da C.S. Lewis a los niños acerca del deber y el amor, Watts escribe:

El amor genuino proviene del conocimiento, no del sentido del deber o de la culpa. [...]

Todo nuestro conocimiento del mundo es, en cierto sentido, autoconocimiento. Porque el conocimiento es una traducción de eventos externos al interior de los procesos corporales, y especialmente a estados del sistema nervioso y el cerebro: conocemos el mundo en términos del cuerpo y de acuerdo con su estructura.

Una cosa que refuerza nuestra sensación aislada del yo, argumenta Watts, es nuestro cableado biológico para errar siempre en cada lado de la ilusión figura-fondo, siendo solo capaces de ver la mitad del todo y permanecer ciegos al resto. Él ilustra esto con una bella analogía:

Todos nuestros cinco sentidos son formas diferentes de un sentido básico, digamos el tacto. La vista es tacto de alta sensibilidad. Los ojos tocan, o sienten, ondas luminosas, y de ese modo nos permiten tocar cosas que están fuera del alcance de nuestras manos. Del mismo modo, los oídos tocan ondas sonoras en el aire, y la nariz pequeñas partículas de polvo y gas. Pero los complejos circuitos nerviosos que constituyen estos sentidos están compuestos de neuronas que son capaces de registrar solamente dos estados: «on» y «off». Para el cerebro central, la neurona individual señala sí o no, eso es todo. Pero, como ocurre con las computadoras que emplean aritmética binaria, cuyas cifras únicas son 0 y 1, estos simples elementos pueden ser ordenados según las más complejas y maravillosas estructuras.

En este sentido, nuestro sistema nervioso y las computadoras 0-1 se parecen mucho a todo lo demás, pues el mundo físico es básicamente vibración. Podemos concebir esta vibración en términos de ondas o partículas, o tal vez ondículas, pero nunca encontraremos la cresta de una ola sin el consiguiente valle, o una partícula sin un intervalo, o espacio, entre sí misma y las demás. En otras palabras, no existe algo así como una media ola, o una partícula por sí sola, sin espacio alrededor. No hay on sin off, no hay arriba sin abajo.

[...]

Mientras los ojos y oídos registran y responden realmente a ambos picos de estas vibraciones, la mente, esto es, nuestra atención consciente, nota sólo el pico superior. El oscuro, silencioso, o intervalo off, es ignorado. Resulta casi un principio general que la conciencia ignora los intervalos, pero sin embargo no puede notar ningún pulso de energía sin ellos. Si usted pone la mano en la rodilla de una chica atractiva y simplemente la deja ahí, ella tal vez no lo note. Pero si usted insiste en darle golpecitos en la rodilla, ella sabrá que usted está muy en la cosa, e interesadísimo. Pero ella percibe y, con un poco de suerte, valora más el on que el off. A pesar de lo cual, las únicas cosas que (creemos) existen son siempre on-off. No existen, separados, el pico positivo o el negativo.

De hecho, él argumenta que el condicionamiento general de la consciencia es ignorar los intervalos. (Hemos visto la manifestación cotidiana de esto en la fascinante exploración de Alexandra Horowitz de lo que no vemos.) Registramos el sonido pero no el silencio que lo rodea. Pensamos en el espacio como la nada en la que cuelgan ciertas cosas: objetos, cuerpos planetarios, nuestros propios cuerpos. Y aun así:

Los sólidos y los espacios van juntos y son tan inseparables como los adentros y los afueras. El espacio es una relación entre los cuerpos, y sin él no puede haber energía ni movimiento.

Lo que alimenta aún más esta confianza miope en los intervalos es la forma en que nuestra atención ―que acertadamente llamamos "un discriminador intencional y descarado"― funciona dividiendo el mundo en partes procesables, luego uniéndolas en un collage pixelado de fracciones que entonces aceptamos como una representación realista del todo que estaba allí en primer lugar:

La atención es una percepción restringida, un modo de mirar la vida trozo a trozo, usando la memoria para unir los trozos, como cuando examinamos un cuarto oscuro con una linterna de foco muy pequeño. La percepción así limitada tiene la ventaja de ser aguda y brillante, pero debe enfocar una zona del mundo después de otra, y una forma después de la otra. Cuando no hay formas, sino sólo espacio o superficies uniformes, de algún modo se aburre y busca nuevas formas. La atención es, por lo tanto, algo así como el mecanismo perfilador del radar o la televisión… Pero un proceso que perfila el mundo pedazo a pedazo pronto persuade a su usuario de que el mundo es una gran colección de pedazos, y a estos él llama cosas o eventos. A menudo decimos que uno sólo puede pensar en una cosa a la vez. La verdad es que, mirando el mundo por pedazos, nos convencemos a nosotros mismos de que consiste en cosas separadas, y por lo tanto nos creamos el problema de averiguar cómo esas cosas están conectadas, y cómo se "causan" y "efectúan" unas a otras. El problema no habría surgido si hubiéramos advertido que solamente nuestra forma de mirar el mundo lo había desmenuzado en pedacitos: cosas, eventos, causas y efectos.

La naturaleza y la educación conspiran en la arquitectura de esta ilusión de separación, la cual, según argumenta Watts, comienza en la infancia cuando nuestros padres, maestros y toda nuestra cultura "nos ayudan a ser falsificaciones genuinas, que es lo que precisamente significa «ser una persona real»". Él ofrece una etimología fascinante del concepto en el cual anclamos el ego separado:

La persona, del latín Persōna, era originalmente esa máscara de boca megafónica que usaban los actores en los teatros al aire libre de la antigua Grecia y Roma, la máscara a través (per) de la cual fluía el sonido (sonus).

De hecho, esta bisección es tal vez más poderosa y dolorosa no en nuestro sentido de separación del universo, sino en nuestro sentido de estar divididos dentro de nosotros mismos ― un sentimiento particularmente pronunciado entre personas creativas, una especie de relación "diamagnética" entre persona y personaje. Mientras que la metáfora frecuentemente citada del conductor y el elefante podría explicar el procesamiento dual del cerebro, también es una dicotomía peligrosa que solo perpetúa nuestra sensación de estar separados de y dentro de nosotros mismos. Watts escribe:

El mecanismo de alimentación autoconsciente del cortex nos facilita la alucinación de que somos dos almas en un solo cuerpo, el alma racional y el animal, un jinete y un caballo, un buen sujeto con buenos instintos y mejores sentimientos y un canalla con sensualidad rapaz y pasiones indebidas. He aquí esas hipocresías maravillosamente entretejidas de la culpa y la penitencia, las temerosas crueldades del castigo, el auto-tormento que proviene de tomar partido por el alma buena, contra la mala. Cuanto más se alía consigo misma, más revela el alma buena su inseparable sombra, y cuanto más se despoja de su sombra, más se convierte en ella.

Así es que por miles de años la historia humana ha sido un conflicto magníficamente fútil, un bello panorama de triunfos y tragedias basados en el rotundo tabú que prohíbe admitir que el negro implica al blanco.

Volviendo a nuestra incapacidad de entender los intervalos como el tejido básico del mundo e integrar el primer plano con el fondo, el contenido con el contexto, Watts considera cómo el mismo lenguaje con el que nombramos las cosas y eventos ―nuestro sistema de notación para lo que nuestra atención percibe- refleja este sesgo básico en torno a la separación:

Hoy, los científicos están más y más atentos al fenómeno de que lo que son las cosas, y lo que están haciendo, depende de dónde y cuándo lo están haciendo. Si, entonces, la definición de una cosa o evento puede incluir una descripción de su ambiente, advertimos que cualquier cosa dada co-implica un ambiente dado, tan íntima e inseparablemente que es más que difícil trazar un límite claro entre la cosa y su entorno.

[...]

Las religiones, señala Watts, trabajan para reforzar en lugar de liberarnos de este sentimiento de separación, porque en su corazón subyace una intolerancia básica a la incertidumbre ― el estado mismo que es fundamental para nuestra felicidad, como lo ha indicado la psicología moderna, y crucial para el proceso creativo, como Keats ha expresado elocuentemente. Watts escribe:

Las religiones producen divisiones y reyertas. Son, ellas también, una forma de esa ilusoria "separatividad" porque proceden a separar justos y pecadores, creyentes y herejes, propios y extraños... Toda creencia es fervorosa esperanza, y por lo tanto un disfraz para la duda y la incertidumbre.

En consideración a lo que Alan Lightman repetiría más de medio siglo después en su notable meditación sobre la ciencia y lo que realmente significa la fe, Watts agrega:

El compromiso irrevocable con cualquier religión no es sólo un suicidio intelectual: también un signo de profunda falta de fe, pues cierra la mente a cualquier nuevo enfoque sobre el mundo. La Fe es, por sobre todo, apertura ― un acto de confianza hacia lo desconocido.

[...]

Ningún Dios tendría tan poca consideración, destruyendo la mente humana, convirtiéndola en algo tan rígido e inadaptable como para que un solo libro, la Biblia, respondiera a todas sus preguntas. Pues la gracia de las palabras ―y por lo tanto de un libro― reside en que señalan más allá de sí mismas, hacia un mundo de vida y experiencia que no consiste en meras palabras, ni siquiera en ideas. Del mismo modo que el dinero no es verdadera riqueza consumible, los libros no son vida. Idolatrar escrituras es como ingerir billetes de banco.

En su lugar, Watts propone que necesitamos "un nuevo dominio, no solo de ideas, sino de experiencia y percepción", algo que sirva como "un punto de partida, no un punto de referencia perpetuo" y no ofrece una nueva Biblia sino una nueva forma de entender la experiencia humana, "un nuevo sentido de lo que es ser un «yo»". Al reconocer y vivir plenamente ese sentido, argumenta, se desenmascara el mayor tabú de la cultura humana:

No necesitamos una nueva religión, ni una nueva Biblia. Lo que precisamos es una nueva experiencia, una nueva sensación de lo que es «yo». La percepción ―es decir, la visión profunda y secreta― de esta vida descubre que nuestra normal sensación de uno-mismo es una trampa o, en el mejor de los casos, un papel temporario que estamos jugando, o que hemos sido persuadidos de jugar, con nuestro tácito consentimiento, del mismo modo que toda persona hipnotizada está, básicamente, deseando que la hipnoticen. El tabú más firmemente establecido de todos los que conocemos es ese que le impide a Ud. saber quién o qué es, detrás de la máscara de su ego aparentemente separado, aislado e independiente.

Y sin embargo, argumenta, la sensación de "yo" y la ilusión de su separación del resto del universo es tan penetrante y está tan profundamente arraigada en la infraestructura de nuestro lenguaje, nuestras instituciones y convenciones culturales que somos incapaces de "experimentar nuestro sí-mismo más que como algo superficial en el esquema del universo" El antídoto radica en reconocer no solo que pertenecemos a y con el resto del universo, sino que, en primer lugar, no hay "resto" ― somos el universo.

Aun así, Watts advierte que esto no debe confundirse con la idea de desprendimiento promovida por muchas religiones e ideologías, "que es el esfuerzo por identificarse con los otros y sus necesidades, estando aún bajo la fuerte ilusión de no ser más que un ego en una envoltura de piel":

Tal "desprendimiento" es más bien un egoísmo altamente refinado, comparable con aquel grupo que juega al juego de "somos-más-tolerantes-que-ustedes".

Haciéndose eco del consejo que da C.S. Lewis a los niños acerca del deber y el amor, Watts escribe:

El amor genuino proviene del conocimiento, no del sentido del deber o de la culpa. [...]

Todo nuestro conocimiento del mundo es, en cierto sentido, autoconocimiento. Porque el conocimiento es una traducción de eventos externos al interior de los procesos corporales, y especialmente a estados del sistema nervioso y el cerebro: conocemos el mundo en términos del cuerpo y de acuerdo con su estructura.

Una cosa que refuerza nuestra sensación aislada del yo, argumenta Watts, es nuestro cableado biológico para errar siempre en cada lado de la ilusión figura-fondo, siendo solo capaces de ver la mitad del todo y permanecer ciegos al resto. Él ilustra esto con una bella analogía:

Todos nuestros cinco sentidos son formas diferentes de un sentido básico, digamos el tacto. La vista es tacto de alta sensibilidad. Los ojos tocan, o sienten, ondas luminosas, y de ese modo nos permiten tocar cosas que están fuera del alcance de nuestras manos. Del mismo modo, los oídos tocan ondas sonoras en el aire, y la nariz pequeñas partículas de polvo y gas. Pero los complejos circuitos nerviosos que constituyen estos sentidos están compuestos de neuronas que son capaces de registrar solamente dos estados: «on» y «off». Para el cerebro central, la neurona individual señala sí o no, eso es todo. Pero, como ocurre con las computadoras que emplean aritmética binaria, cuyas cifras únicas son 0 y 1, estos simples elementos pueden ser ordenados según las más complejas y maravillosas estructuras.

En este sentido, nuestro sistema nervioso y las computadoras 0-1 se parecen mucho a todo lo demás, pues el mundo físico es básicamente vibración. Podemos concebir esta vibración en términos de ondas o partículas, o tal vez ondículas, pero nunca encontraremos la cresta de una ola sin el consiguiente valle, o una partícula sin un intervalo, o espacio, entre sí misma y las demás. En otras palabras, no existe algo así como una media ola, o una partícula por sí sola, sin espacio alrededor. No hay on sin off, no hay arriba sin abajo.

[...]

Mientras los ojos y oídos registran y responden realmente a ambos picos de estas vibraciones, la mente, esto es, nuestra atención consciente, nota sólo el pico superior. El oscuro, silencioso, o intervalo off, es ignorado. Resulta casi un principio general que la conciencia ignora los intervalos, pero sin embargo no puede notar ningún pulso de energía sin ellos. Si usted pone la mano en la rodilla de una chica atractiva y simplemente la deja ahí, ella tal vez no lo note. Pero si usted insiste en darle golpecitos en la rodilla, ella sabrá que usted está muy en la cosa, e interesadísimo. Pero ella percibe y, con un poco de suerte, valora más el on que el off. A pesar de lo cual, las únicas cosas que (creemos) existen son siempre on-off. No existen, separados, el pico positivo o el negativo.

De hecho, él argumenta que el condicionamiento general de la consciencia es ignorar los intervalos. (Hemos visto la manifestación cotidiana de esto en la fascinante exploración de Alexandra Horowitz de lo que no vemos.) Registramos el sonido pero no el silencio que lo rodea. Pensamos en el espacio como la nada en la que cuelgan ciertas cosas: objetos, cuerpos planetarios, nuestros propios cuerpos. Y aun así:

Los sólidos y los espacios van juntos y son tan inseparables como los adentros y los afueras. El espacio es una relación entre los cuerpos, y sin él no puede haber energía ni movimiento.

Lo que alimenta aún más esta confianza miope en los intervalos es la forma en que nuestra atención ―que acertadamente llamamos "un discriminador intencional y descarado"― funciona dividiendo el mundo en partes procesables, luego uniéndolas en un collage pixelado de fracciones que entonces aceptamos como una representación realista del todo que estaba allí en primer lugar:

La atención es una percepción restringida, un modo de mirar la vida trozo a trozo, usando la memoria para unir los trozos, como cuando examinamos un cuarto oscuro con una linterna de foco muy pequeño. La percepción así limitada tiene la ventaja de ser aguda y brillante, pero debe enfocar una zona del mundo después de otra, y una forma después de la otra. Cuando no hay formas, sino sólo espacio o superficies uniformes, de algún modo se aburre y busca nuevas formas. La atención es, por lo tanto, algo así como el mecanismo perfilador del radar o la televisión… Pero un proceso que perfila el mundo pedazo a pedazo pronto persuade a su usuario de que el mundo es una gran colección de pedazos, y a estos él llama cosas o eventos. A menudo decimos que uno sólo puede pensar en una cosa a la vez. La verdad es que, mirando el mundo por pedazos, nos convencemos a nosotros mismos de que consiste en cosas separadas, y por lo tanto nos creamos el problema de averiguar cómo esas cosas están conectadas, y cómo se "causan" y "efectúan" unas a otras. El problema no habría surgido si hubiéramos advertido que solamente nuestra forma de mirar el mundo lo había desmenuzado en pedacitos: cosas, eventos, causas y efectos.

La naturaleza y la educación conspiran en la arquitectura de esta ilusión de separación, la cual, según argumenta Watts, comienza en la infancia cuando nuestros padres, maestros y toda nuestra cultura "nos ayudan a ser falsificaciones genuinas, que es lo que precisamente significa «ser una persona real»". Él ofrece una etimología fascinante del concepto en el cual anclamos el ego separado:

La persona, del latín Persōna, era originalmente esa máscara de boca megafónica que usaban los actores en los teatros al aire libre de la antigua Grecia y Roma, la máscara a través (per) de la cual fluía el sonido (sonus).

De hecho, esta bisección es tal vez más poderosa y dolorosa no en nuestro sentido de separación del universo, sino en nuestro sentido de estar divididos dentro de nosotros mismos ― un sentimiento particularmente pronunciado entre personas creativas, una especie de relación "diamagnética" entre persona y personaje. Mientras que la metáfora frecuentemente citada del conductor y el elefante podría explicar el procesamiento dual del cerebro, también es una dicotomía peligrosa que solo perpetúa nuestra sensación de estar separados de y dentro de nosotros mismos. Watts escribe:

El mecanismo de alimentación autoconsciente del cortex nos facilita la alucinación de que somos dos almas en un solo cuerpo, el alma racional y el animal, un jinete y un caballo, un buen sujeto con buenos instintos y mejores sentimientos y un canalla con sensualidad rapaz y pasiones indebidas. He aquí esas hipocresías maravillosamente entretejidas de la culpa y la penitencia, las temerosas crueldades del castigo, el auto-tormento que proviene de tomar partido por el alma buena, contra la mala. Cuanto más se alía consigo misma, más revela el alma buena su inseparable sombra, y cuanto más se despoja de su sombra, más se convierte en ella.

Así es que por miles de años la historia humana ha sido un conflicto magníficamente fútil, un bello panorama de triunfos y tragedias basados en el rotundo tabú que prohíbe admitir que el negro implica al blanco.

Rodrigo Córdoba Sanz.

Psicólogo N° Col.: A-1324 Psicoterapeuta

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