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Paz y Ciencia

miércoles, 27 de mayo de 2020

Egotismo



El relato de Narciso nos alerta sobre lo fácil que es centrarse en uno mismo y no ver más allá. Y esto es la consecuencia directa de la mente dualista que hace que nos centremos tanto en nosotros y tan poco en los demás.

Todos somos, en general, más conscientes de lo que recibimos de los demás que de lo que les hacemos llegar. Esta forma de autoengaño -precisamente por no ser conscientes de ello- hace muy difícil que podamos cambiar.

La mirada, la manera de respirar, la expresión facial, la tonalidad de la voz, los gestos y la postura están transmitiendo, sin que nos demos cuenta, cómo vemos a una persona y lo que realmente sentimos hacia ella en un momento determinado. Estamos completamente ciegos frente a lo que transmitimos y ante el impacto que esto tiene en ella. Nos es mucho más sencillo ver los efectos que vernos como causa, o al menos, como causa parcial de ellos.

Algunas de las consecuencias más características de esta forma de autoengaño, sobre todo cuando nos molesta la reacción de la otra persona, son:

- Buscar activamente ampliar los defectos del otro.
- Posicionarnos como víctimas y dejar de plantearnos que nosotros, tal vez sin ser plenamente conscientes podemos haber facilitado ese desencuentro. 
- Dejar de ver al otro como persona y etiquetarlo. Nos olvidamos que las etiquetas son para los objetos, nunca para los sujetos.
- Intentar corregir a alguien en un momento de tensión. Toda corrección es en sí misma una provocación, y sólo ha de hacerse desde un corazón en paz y no vengarnos sutilmente haciendo que la otra persona se sienta inferior.

Buda decía que cuando nos sentimos ofendidos o provocados por alguien es como si nos hubieran clavado un dardo. Somos, sin embargo, nosotros, con nuestra reacción de enfado, ira y frustración, los que generamos el segundo y tercer dardo que podemos incluso clavarlo en alguno de los seres más queridos. Buda instaba a que después de ese primer dardo no hubiera un segundo o un tercero. Jesús hablaba de poner la otra mejilla.

Si desarrollamos la compasión veremos la actuación muchas veces dañina de la otra persona, pero también su confusión, su miedo y su soledad. El ejercicio de la compasión no sólo está en la esencia del budismo, sino que constituye el núcleo del auténtico cristianismo.

El "amar a tus enemigos" que repitió incesantemente Jesús nos resulta a veces irritante e imposible de seguir porque muchos no somos capaces de ver la increíble belleza y sabiduría que encierran estas palabras. En ellas radica la clave para vivir en un mundo en paz.

Rodrigo Córdoba Sanz. N° Col.: A-1324
Psicólogo y Psicoterapeuta
Teléfono: (+34 Prefijo España) 653 379 269
Instagram: @psicoletrazaragoza
Página Web: www.rcordobasanz.es


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