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Paz y Ciencia

sábado, 8 de febrero de 2020

La Ansiedad en la Depresión




La ansiedad quedó definida por Pierre Janet como un miedo sin objeto, es el temor a un peligro y se traduce en un malestar físico y psíquico que puede llegar hasta el pánico; el sujeto deprimido puede presentar signos de angustia variables en función de la intensidad de la ansiedad. Ésta, igual que la fatiga, es un motivo frecuente de consulta de los deprimidos a sus médicos de atención primaria.

La depresión no está por fuerza relacionada con la ansiedad y existen depresiones auténticas sin componente ansiosa. La distinción entre la depresión y la ansiedad es un problema práctico cotidiano, pues el límite entre una depresión con componente ansioso importante y un trastorno ansioso con tendencia depresiva no resulta evidente. Además, numerosos estados ansiosos crónicos evolucionan hacia una depresión franca, pues el estado de alerta permanente engendrado por la ansiedad agota el sistema defensivo de estos individuos, que se desmoronan. Se sabe que en la ansiedad se considera que la desgracia es esperada, mientras que en la depresión ya ha llegado.

La angustia, que abarca las manifestaciones físicas relacionadas con la ansiedad, procede etimológicamente de la misma palabra latina, angustia, que significa estrechez, estado de malestar. Los accesos ansiosos se reconocen por las manifestaciones siguientes: el sujeto se queja de palpitaciones, de respiración dificultosa con opresión torácica e impresión de falta de aire, incluso de ahogo. Traga con dificultad, con una sensación de nudo en la garganta y una opresión a la altura del estómago. Está pálido, suda y presenta accesos de calor o escalofríos. Sus manos están húmedas y frías. El paciente presenta además una frecuente necesidad de orinar.

Esta tensión interior provoca comportamientos diversos que van de la postración a la agitación desordenada con deambulación incesante y raudales de palabras, pasando por una inquietud desmesurada por estresantes. Las personas con ansiedad se hallan en una espera perenne de la catástrofe sin razones reales. Exageran las consecuencias de todos los detalles cotidianos. Lo imprevisto toma proporciones desmesuradas, cuyas consecuencias evalúan con evidente pesimismo. Presentan una reactividad importante respecto de su entorno, del que, por otra parte, son muy dependientes, pues necesitan reafirmarse y soportan muy mal las separaciones. El ansioso es muy difícil de tolerar por su entorno, pues se pierde en aprensiones estériles con el mínimo pretexto, así como en una actividad inútil que puede estar cerca del pánico.

En el caso de las personas mayores, la depresión se acompaña a menudo de una nota ansiosa importante con agitación, preocupación corporal y obsesiones. Sus ideas fijas se centran principalmente en sus problemas de salud, que son un caudal inagotable, y sus cavilaciones, cuando no existe una enfermedad realmente preocupante, en la posibilidad de verse afectados por semejante enfermedad realmente preocupante, en la posibilidad de verse afectados por semejante enfermedad o en exagerar pequeños trastornos anodinos que toman proporciones fuera de lo normal. Aquí, también, la situación es muy molesta para el entorno, que sufre sus reiteradas quejas, sin que las actitudes de comprensión, de compasión o de seguridad produzcan efecto benéfico alguno.


Rodrigo Córdoba Sanz. Nº Col.: A-1324
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