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Paz y Ciencia

miércoles, 18 de abril de 2012

Paul Watzlawick (1921-2007)

Es internacionamente reconocido por sus contribuciones en la teoría de la comunicación humana, la práctica de la terapia breve y en las áreas de la cibernética aplicada a la interacción humana y teoría constructivista. Pionero en estudios sobre terapia familiar, teoría de sistemas y filosofía constructivista, escribió 22 libros traducidos a más de 80 idiomas e innumerables artículos científicos.
Doctorado por la Universidad de Venecia y entrenado en el Instituto C.G. Jung en Zúrich, fue senior research fellow del Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto, miembro fundador del equipo del Centro de Terapia Breve de MRI y profesor emérito de la Universidad de Stanford.


Sobre todo esto: sé fiel a ti mismo...

Esta regla de oro procede de Polonio, el escudero de Hamlet. Para nuestro propósito, el caso viene como anillo al dedo, pues precisamente Polonio, por ser fiel a sí mismo, consigue al fin que Hamlet le atraviese "como una rata" en su escondite detrás de un biombo. Al parecer, en el Estado de Dinamarca todavía no estaba en vigor la regla de oro de que "quien escucha, su mal oye".
Quizás alguien objete que en este caso la empresa de amargarse la vida se llevó demasiado lejos. Pero, por supuesto, tenemos que conceder a Shakespeare alguna libertad poética. Ello no desvirtúa el principio.
Seuramente nadie pondrá en duda que se puede vivir en conflicto con el medio ambiente y particularmente con el prójimo. También es de todos conocido, pero mucho más difícil de comprender y por lo mismo de perfeccionar, que uno pueda generar la desdicha en el retiro total de su propia cabeza. Es fácil que uno reproche falta de cariño a su consorte, que suponga malas intenciones en el jefe y que haga al tiempo atmosférico responsable de un constipado, pero ¿llegaremos a conseguir convertirnos en nuestros propios contrarios de la lucha diaria?
Las puertas de acceso a la vida desdichada llevan unas indicaciones áureas. Formularon estas indicaciones el sentido común, sin duda, el alma sana del pueblo o hasta el instinto por lo que acaece en lo profundo. Pero, al fin y al cabo, el nombre que se de a esta habilidad admirable es muy secundario. Se trata fundamentalmente de la convicción de que no hay más que una sola opinión correcta: la propia. Una vez que se ha llegado esta convicción, muy pronto se tiene que comprobar que el mundo va de mal en peor. En este punto se distinguen los profesionales de los aficionados. Estos últimos llegan a lograr encogerse de hombros y resignarse. En cambio, el que es fiel a sí mismo y a sus principios aúreos, no está dispuesto a ningún compromiso barato. Puesto a escoger entre ser y deber, disyuntiva importante que ya se trata en los Upanishads, se decide sin titubeos por lo que el mundo debe ser y rechaza lo que es. Como capitán de navío de su vida, que hasta las ratas ya han abandonado, navega imperturbable hacia la noche borrascosa. Bien mirado, es una lástima que en su repertorio falte seguramente un pricipio aúreo de los antiguos romanos: Ducunt fata volentem, nolentem trahunt, el destino conduce al dócil, arrastra al desazonado.
Está desazonado, y por cierto de un modo muy especial. Esto es, en él la desazón, en resumidas cuentas, se ha vuelto su objetivo absoluto. En el esfuerzo por permanecer fiel a sí mismo, se convierte en un espíritu de contradicción. No contradecir ya sería traicionarse. El simple hecho de que los otros le sugieran algo, ya es motivo para que él lo rechace, incluso cuando, mirado objetivamente, aceptarlo sería de su propio interés. (Como se sabe, dice un aforismo notable que la madurez es la capacidad de hacer lo que está bien, aun cuando los padres lo recomiendan.)
Pero el genio auténtico da un paso más,y, con una consecuencia heroica, hasta rechaza lo que a él mismo aparece ser la mejor elección, esto es, rechaza las recomendaciones que se hace a sí mismo. Así, el pez no solo se muerde la cola, sino que se devora del todo. El resultado, en fin, es un estado de desdicha que no tiene rival.
Naturalmente, a mis lectores menos dotados solo puedo proponer este estado como ideal sublime, pero inalcanzable para ellos.

Como pueden ver, el libro "El Arte de Amargarse la Vida", todo un clásico. Tiene un componente muy acentuado de ironía, de paradoja. Es un libro muy interesante, a partir del cual se han inspirado otros muchos libros. Recomendado. La referencia es la siguiente: Paul Watzlawick: "El arte de amargarse la vida", Herder, 2009, Barcelona. Pp. 21-24.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un libro chispeante y lleno de humor. La lectura entretiene y confronta al mismos tiempo