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Paz y Ciencia

viernes, 20 de abril de 2012

Enseñanzas de Castilla del Pino

En su último libro: "Aflorismos. Pensamientos Póstumos". Tusquets, 2011, Barcelona. Pp. 138-139
Los muertos no hablan ya. Los que hablan son los muertos que quedan en nosotros, su memoria. Ellos sí gritan, se lamentan, lloran. Pocas veces ríen, no sabemos por qué. No hay diferencia alguna entre el que habla y lo hablado, porque lo hablado es el que habla. El problema insoluble: entender lo que alguien ha querido decir con lo que habla. Dejemos al envidioso con su envidia. Asistiremos a su putrefacción. La soledad lograda es la libertad máxima de que podemos gozar. Si no es capaz de distinguir al solo del solitario, se deja de entender mucho del ser humano. Lo ya inmóvil: lo solo, abandonado, muerto. La duración es una forma de vida. Por eso se guardan muchas cosas: para que duren, para que vivan mientras vivimos los que las guardamos. La amistad se funda en la recíproca fiabilidad moral. Si lo que les une son intereses, no se trata de amigos sino de compinches. Hay que usar el tiempo de manera que incluso cuando parezca que lo perdemos, lo estemos usando provechosamente.

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