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Paz y Ciencia

lunes, 16 de abril de 2012

Ambivalencia



El término ambivalencia fue creado en 1910 por el psiquiatra suizo Eugen Bleuler, del que , mucho el joven Carl Gustav Jung. Lo hizo para designar uno de los principales síntomas de la esquizofrenia: la impresión de sentir a la vez dos sentimientos contradictorios con respecto a la misma representación mental, el deseo simultáneo de una cosa y de su contraria, la enunciación de expresiones contradictorias. Por lo tanto, hoy la ambivalencia no presenta siempre un aspecto patológico. Las tragedias clásicas muestran cómo pueden coexistir en una misma persona el amor y el odio hacia otra. Por tal razón, Eugen Bleuler reconoce la existencia de una ambivalencia normal.
Freud tomó prestado el término a Bleuler (que fue uno de sus primeros adeptos). Ha subrayado la importancia de la ambivalencia a nivel del complejo edípico: el niño experimenta a la vez amor y odio con respecto a su padre. Esta ambivalencia se encuentra en los síntomas neuróticos, tal como lo expone a propósito del caso de Juanito y, durante la cura, en la transferencia negativa.
Asimismo, en la medida en que se apoyan en conflictos puede afirmarse que las formaciones de compromiso, como el sueño o los actos fallidos, son ambivalentes: en ellas se manifiestan dos pulsiones antagónicas de igual fuerza.
Si nos referimos a la primera concepción de Freud, el término ambivalencia fue introducido para caracterizar un momento de la historia de la oposición entre las pulsiones del yo y las pulsiones sexuales. Las primeras manifiestan la conservación del individuo, y con ellas nace del odio. Las segundas manifiestan la obtención del "placer del órgano" y son la fuente del amor. Uno de los modos de resolución de ese conflicto es la inversión de la pulsión sexual en su contrario: el amor se transforma en odio. Pero esta inversión jamás se logra en su totalidad. Los diferentes estadíos del desarrollo de las pulsiones siempre coexisten de algún modo. Esta situación puede dar origen a psicosis y a neurosis obsesivas.
A partir de "Más allá del principio del placer" (1920), Freud vuelve a hallar la en la oposición entre las pulsiones de vida y de muerte. Por otra parte, aparece en un estadio intermedio entre la unión de las pulsiones y su desunión (que a cada pulsión representa simultáneamente su finalidad y objeto, y solo se observa en los casos clínicos límites). En tanto hace converger las pulsiones hacia un mismo objeto pero después no las mezcla, la ambivalencia es una "unión que no se ha realizado". Por lo tanto, desempeña un papel cada vez más importante en el estudio de la neurosis obsesiva.
La noción de ambivalencia ha abierto nuevas perspectivas con posterioridad a Freud. Karl Abraham califica los diferentes estadíos libidinales de estadío preambivalente (fase oral primaria), estadío ambivalente (fase sádico-oral y sádico-anal) y estadío postambivalente (fase genital), para precisar la evolución de la relación del individuo con el objeto de sus deseos. Para Melanie Klein, la ambivalencia aparece junto con la pulsión: no existe un estadio preambivalente. El dualismo de las pulsiones es inherente a toda evolución humana. El problema de la búsqueda de la unidad aparece, entonces, como una de las piedras fundamentales del psicoanálisis.

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