Sin duda, ciertos sucesos abruman nuestros recursos emocionales y físicos e interfieren con nuestra capacidad de funcionar, nos hacen propensos a los trastornos emocionales, a las enfermedades del corazón, a las infecciones y a los desarreglos digestivos. Entre ellos, los desastres naturales, las guerras, la muerte de un ser querido, el divorcio, la pérdida inesperada del trabajo, las amenazas a la vida o una grave enfermedad. Mas aunque parezca increíble, numerosos estudios demuestran que una mayoría de los afligidos supera estas desgracias. Incluso las víctimas de accidentes de automóvil que sufren una lesión paralizante de por vida de la médula espinal, o los niños y niñas menores de catorce años que sobreviven a quemaduras masivas de su cuerpo y presentan deformaciones y limitaciones fìsicas imposibles de corregir, recuperan en menos de cinco años el mismo nivel de satisfacción con la vida que tenían antes del siniestro.
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