"Una vez que se quedaron solos, Robin se dirigió al joven y le dijo -pues bien, muchacho, cuéntame tus inquietudes, háblame libremente. Un caudal de palabras siempre aligera las penas del corazón. Es como abrir la presa cuando está a punto de desbordarse. Ven, siéntate aquí, a mi lado, y desahógate".
Howard Pyle, Las aventuras de Robin Hood, 1911.
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