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lunes, 25 de febrero de 2019
La alienación de la mujer
[...] En los últimos tiempos los pensadores de derechas nos están insistiendo en el hecho de que la alienación es un mito, que es un concepto que una y otra vez se baraja, a sabiendas de su efecto revulsivo, pero a conciencia de ser una construcción especulativa. De hecho, claro está, lo que ellos pretenden con esta serie de afirmaciones es sumirnos en una alienación más profunda, a saber, la que derivaría de hacernos creer que no estamos alienados ni nuestras propias estructuras sociales deparan alguna suerte de enajenación.
Y a veces lo consiguen. Esto se ve bien claro precisamente al tratar de la alienación de la mujer. Hay, en efecto, muchas mujeres para las cuales decirles que están alienadas, que su condición de mujer implica por sí misma una tal alienación, les depara una sorpresa. Podemos decir ahora, como principio, lo siguiente: la forma más profunda de alienación es aquella que se acompaña de la pérdida de la conciencia de la propia alienación. De todos aquellos que no tengan conciencia de la alienación en que están, bien porque se encuentren entre el llamado Lumpenproletariat, es decir, en el extremo de la miserabilización, bien porque su propio vivir cómodo les lleve a la consideración de que esa su comodidad es de todos y que, por tanto, "las cosas marchan bien", no se puede esperar nada. La primera condición para conquistar la libertad, que les suprima la alienación en que se encuentran, es "despertar"; esto es, adquirir conciencia de la alienación en que estamos, de la condición alienada de nuestro vivir.
Carlos Castilla del Pino. Cuatro Ensayos sobre la Mujer. Alianza Editorial. Primera Edición 1971.
sábado, 11 de mayo de 2013
Condicionamientos de la Incomunicación
«Los sentimientos son los instrumentos de que dispone el sujeto para estar interesado en los objetos que le rodean. Sin los sentimientos seríamos prácticamente muebles». Teoría de los Sentimientos.
La competencia, repito, nos sume en la soledad, en la incomunicación. Pero no puede hablarse de la comunicación interpersonal en términos meramente psicológicos, ni mucho menos en términos meramente metafísicos, como hicieron Scheler o Buber, el primitivo Sartre o, más recientemente y entre nosotros Lain Entralgo. La comunicación o, su reverso, la incomunicación hay que plantearla originariamente, desde una dimensión sociológica. Si no hay condiciones objetivas para que la comunicación en sentido pleno, espontáneo, sea posible, es completamente baladí que hablemos de la incomunicación como un problema exclusivamente psicológico, o psicopatológico, como si aconteciera en exclusividad a neuróticos o a cualesquiera otros sujetos tributarios del psiquiatra. Esta es una forma de soslayar el problema. La realidad es que la incomunicación parece ser un rasgo de nuestra, valga la paradoja, forma de convivir los unos con los otros. La literatura y el cine, en la medida que, aparte otras cosas, se constituyen en testimonios de su tiempo, nos dan una imagen exacta de esta peculiar manera de coexistir el hombre junto al hombre, a veces como declaradamente enemigos, otras veces como desconocidos, próximos. La obra de Antonioni, la de Resnais, por lo que respecta al cine; la obra de Kafka, de Joyce, de Becket o Ionesco, de Camus o Sartre, incluso la filosofía de Heidegger y de Jaspers, cada una en su dimensión y desde su perspectiva, han planteado el problema de la comunicación como una instancia siempre frustada, a expensas de las intercepciones múltiples que la provocan.
Cuando situaba nuestra posición actual como la de un humanismo imposible, claro está que me refería tan solo a la concreta situación en que nos encontramos. No trato, ni mucho menos, de sostener que la categoría de imposibilidad, respecto de lo que yo entiendo que es el auténtico humanismo, es de carácter universalmente válido. Sostengo su imposibilidad desde el aquí y ahora en que nos hallamos. La comunicación interpersonal, la comunicación humana en su sentido más pleno, solo puede realizarse si al propio tiempo se verifica como un proceso de absoluta espontaneidad. Lo vemos esto de manera clara en aquellos procesos psicopatológicos en los que, por alguna razón, existe por parte de alguien la imposibilidad de darse al otro, de ofrecerse, bien en el simple contacto. Cuando este no tiene lugar, lo que en todo caso lo define, aunque el fallo se encuentre en muy diversas causas o motivos, es la carencia de espontaneidad. Y la espontaneidad no se tiene porque en tales casos un vector emerge desde dentro de la persona para inhibir lo que en la terminología existencial se denomina el encuentro.
Pero, como hemos dicho antes, haríamos una simplificación del problema si para esta carencia de espontaneidad, que define el epidérmico contacto que sociológicamente se realiza en la mayoría de los componentes de nuestra sociedad, recurrimos a la propia psicología. Cuando un modo de ser tiene un carácter generalizado no podemos en absoluto pensar que, como por milagro, de pronto la totalidad de los constituyentes de un grupo determinado se encuentra víctima de un proceso psicopatológico que individualmente les ocurre de manera síncrona. La causa, puesto que el efecto es en todos, debe estar por fuera de uno, de la singularidad de cada cual. Es por esto por lo que yo me atrevo a sostener, y he sostenido, el carácter sociogénico de la misma.
Carlos Castilla del Pino: <
Este caballero andaluz fue muy parecido a su querido Quijote, obra clave en psico(pato)logía y en la literatura universal, como todos ustedes saben. Castilla del Pino fue a contrapelo. En momentos franquistas defendió su posición agnóstica, humanista y de firme defensa de los derechos sociales y equidad. Esto le llevó al fracaso. De esto se lamenta en sus memorias: <
Es un hombre controvertido, muchos pensamos que la segunda parte de sus memorias están maquilladas, hubo muerte en el seno de su familia, en sus hijos. Y esto, evidentemente, provoca mala prensa y alimenta la ira de quienes no toleran (toleraban) a un hombre que pudo haber trascendido a la psiquiatría, a la sociología, al humanismo, a nivel internacional pero que no pudo ser porque los "mass-media" de aquellos tiempos y las figuras cioentíficas de aquella época fueron de un tamaño gigantesco. Quien haya leído un poco a Castilla puede comprobar que en sus escritos disecciona el alma humana y esto es, verdaderamente, una delicia.
Como anécdota, una periodista, al final de su vida, a propósito de su obra sobre Cervantes y la locura, le preguntó: "¿Qué haría usted si atendiera al Quijote?". No fue poca mi sorpresa cuando le contestó: "Recetarle antipsicóticos". Castilla fue el mismo que defendió que no se podía diagnosticar una obra de ficción ante otros que se empeñaban en que el personaje de Cervantes tenía esquizofrenia y demás entretenimientos morbosos de los psiquiatras.
Castilla, un gran hombre, un gran hombre controvertido, pero, ante todo, un científico sin igual.
Rodrigo Córdoba Sanz, Psicólogo, Psicoterapeuta. Zaragoza.
lunes, 6 de mayo de 2013
Humanismo como Concienzación
El tradicionalista, decía Ortega en 1914, es aquel que pretende hacer de la tradición no tradición, sino presente.
El verdadero tradicionalista, añadía Ortega, es, por el contrario, aquel que no niega la historia, pero vive lo pasado como tal, como irreversible,
El humanismo se ofrece, pues, inicialmente como un movimiento de apertura del hombre en cuanto ser de posibilidades imprevisibles. Es decir, como un redescubrimiento de la libertad y de las posibilidades que el uso de la libertad y de las posibilides que el uso de la libertad lleva consigo. Claro está que entonces no cabe otro uso de la libertad que en el ámbito del pensamiento, y, aun así, dentro de muy estrechos márgenes. La praxis de la libertad no cabe aún ni tan siquiera soñarla bajo otras formas. La libertad es intuida en repúblicas ideales.
Pero esta definición del humanismo como apertura de las posibilidades del hombre va adquiriendo luego perfiles más precisos. Me parece indudable que ello va ligado a la aparición del moderno pensamiento científico. La ciencia es obra del hombre va adquiriendo luego perfiles más precisos. Me parece indudable que ello va ligado a la aparición del moderno pensamiento científico. La ciencia es obra del hombre. Lo que la ciencia significa es la adquisición por el hombre mismo de la conciencia de su poder. Con la aparición del pensamiento científico moderno, que yo caracterizaría no solo lo que respecta en la mensuración, sino a la predicción de los fenómenos, el hombre se va desprendiendo paulatinamente de ese sentimiento de criaturiedad y desvalimiento que hasta entonces compone un radical del pensamiento cristiano propiamente dicho, es decir, del determinismo providencialista [...]
http://youtu.be/XB2TU6TnBuw Solo el Amor nos salvará -Malú-
viernes, 7 de septiembre de 2012
La depresión en Castilla del Pino
Zaragoza es una ciudad pequeña, relativamente pequeña, pero con un Alma Grande, cuyo río Ebro fluye, nutre y representa un símbolo de fertilidad y división a través de varios puentes, conectando la margen izquierda, donde habito, y la derecha, donde trabajo. Hablar sobre mi a estas alturas es absurdo. Quien lea el blog puede conocerme a mí muy bien, si presta atención a lo que hay de mí en estas líneas.
Hoy he ido a buscar un envío a correos, era del Doctor Miguel Ferrández Payo. El cual ha escrito tres libros, me ha dedicado un libro y me ha regalado dos. Parece conocerme, no sé cómo ni porqué, pero hay "links" invisibles. Uno visible es el objeto de este post. Escribir unas líneas que me han gustado mucho. El libro se titula: "La Depresión en Castilla del Pino. Aportaciones y ecos autobiográficos". Tenemos muchas cosas en común, él es psiquiatra y psicoterapeuta de orientación psicoanalítica, yo soy psicólogo de orientación psicoanalítica pero ante todo humanista y posicodinámica. Es un esquema de referencia teórico, para mí, el más profundo, pero no el mejor ni el único.
Bien, ambos somos psicoterapeutas, ambos adoramos nuestro trabajo, nos gusta mucho leer y escribimos. Somos clínicos, investigadores de la mente, del alma, de los componentes psicodinámicos, sociológicos, etc. En definitiva, nos interesa el ser humano en toda su complejidad y variedad.
Castilla del Pino fue un hombre que nos interconecta a Miguel, Javier y yo, entre otros. Miguel, el autor del libro, Javier, mi compañero en Cesareo Alierta, donde coinciden los psiquiatras, y yo, en Jose María Lacarra, antes General Sueiro, cerca pero sin confundirme. Bien, ambos adoramos a Castilla del Pino y Javier Lacruz, autor del Vocabulario Esencial de Donald Winnicott y columinsta del Heraldo de Aragón en el suplemento de arte estudió con Castilla del Pino, en su atalaya inexpugnable, Córdoba. Aunque Castilla nació en San Roque, un pueblo hermoso de Cádiz.
Tras una exposición, para asomarse a su obra voy a compartir la Introducción. porque me ha parecido muy interesante, bien escrita y con la característica erudición del autor del libro. De ese modo podréis ver cuál es el espíritu del libro y de su alma (el autor de este), y yo al releerlo y escribirlo se fijarán ideas. Rodrigo Córdoba Sanz.
CASTILLA DEL PINO
Miguel Ferrández Payo, médico psiquiatra, ejerce como Jefe Clínico en el Centro Neuropsiquiátrico Nuestra Señora del Carmen, de Zaragoza (HH. Hospitalarias) y en su propia consulta. Su orientación es la psiquiatría dinámica y la psicoterapia psicoanalítica, y su campo de interés preferencial, la aplicación del psicoanálisis a la psiquiatría (especialmente a la depresión melancólica unipolar/ bipolar), así como la historia de la relación entre ambos.
Además de la presente obra, es autor del libro, de inminente publicación, De Abraham a Klein: a un siglo de las primeras aportaciones psicoanalíticas a la psicodinámica de la depresión melancólica (1911-1945).
Además de la presente obra, es autor del libro, de inminente publicación, De Abraham a Klein: a un siglo de las primeras aportaciones psicoanalíticas a la psicodinámica de la depresión melancólica (1911-1945).
jueves, 7 de junio de 2012
Se acaban los "Aflorismos" de Castila del Pino...
818: Vivir no es estar de paso. Hay que sobrevivir, o cuando menos intentarlo.
819: No tolerar el silencio es no soportarse.
820: La teoría, un proyecto sobre la realidad.
821: Hay que distinguir entre información y conocimiento. No son lo mismo. Información es dato; conocimiento es teoría.
822:No irritarnos por la tontería; dejarla a un lado.
826: Precaución: la estupidez no es inofensiva; a veces, hasta contagia.
827: La teoría es lo contrqario al dataísmo, que es una forma de puntillismo mental.
828: El silencio nos enfrenta a nosotros mismos. Para muchos, insoportable. La distracción, el ruido: la huida de uno mismo.
829: El Toda teoría es descubridora o es parloteo.
823: Murió porque no era.
824: Pensar, no fantasear, es un esfuerzo. Pensar es (una forma de ser) hacer, aunque solo para uno mismo.
825: Árbol como ejemplo: de quietud, de resistencia, de presencia.
830: El silencioso diálogo que conlleva pensar sobre uno mismo.
831: No la tristeza, sí la seriedad. El humor es evasivo, aunque sea verdad lo que se dice en broma.
832: Toda elegancia es de formas; la verdadera lo es, además, de fondo.
833: Aprender a resistir: el mundo nos provoca y, si puede, nos destruye.
834: De entrada, no aceptar nuestros pretextos. Pueden ser falsos. Son una manera confortable de mentirnos.
835: Solo somos dueños de nuestro destino en la renuncia.
836: Acabar lo que se tiene entre manos. Poner fin a la tarea. Comenzar algo y dejarlo es una forma de autoengaño: de que se trabaja.
837: La resignación es una forma de podredumbre moral, o, quizá mejor, anímica.
838: Una batalla constante no es una batalla perdida; si acaso, es una batalla inútil. Pero no se debe desdeñar lo que se aprende batallando.
839: En el hombre aun está el niño que no puede jugar. Se ve claramente cuando, como adulto, juega con el niño.
840: Sueño porque existo.
841: La vida es un río para quien se deja llevar; un trayecto para quien se adueña de su propia vida.
842: Lo mejor del amor, su recuerdo.
843: Todos andamos (aunque algunos corren). ¿Hacia dónde? ¿Para qué? Esta es la cuestión.
844: ¿Sabremos morir? ¿Sabremos morir perfectamente? Deberíamos saber morir.
Fin de sus Aflorismos. Descanse en Paz. Seguiremos rindiéndole homenaje y releyendo o leyendo obras suyas o de compañeros-discípulos.
sábado, 2 de junio de 2012
"Aflorismos" de Castilla del Pino. Geniales pinceladas del arte de la vida.
766: La locura es la forma más personal de vivir. El loco vive según él. Hace su vida.
767: La alegría debe ser una forma episódica de vivir, nunca la huida que es el vivir continuadamente en la euforia.
768: Un libro: no hay mejor lápida que la portada con nuestro propio nombre.
769: Es tolerable que haya miedo a vivir; pero vivir con miedo exige tratamiento.
770: La veracidad es una cuestión moral. Por eso se puede ser veraz (no mentiroso) y, sin embargo, no estar en la verdad (estar en el error, equivocado).
771: Creer estar en la verdad es contradicción, porque lo verdadero no lo es por creíble sino por evidente. No se puede creer en la verdad: se está en la verdad o no se está.
772: La creencia honesta no consiste en afirmar que Dios es verdad (que existe) sino que podría serlo.
773: Dios no ha muerto, porque nunca vivió. Lo tomaron por vivo.
774: La razón puede conducir a la tiranía. Hay que dejar a la gente en el error (con tal de que no moleste).
775: No parecerse a uno mismo; ser uno mismo, el que se es.
776: Erudito: coleccionista de datos. La erudición no tiene nada que ver con la cultura. Por eso hay eruditos -y no es paradoja- ignorantes precisamente de aquello de lo que son, como eruditos, eminentes.
777. No hacer de, sino ser.
778: La fotografía hace del instante el todo.
779: De vez en cuando hay que hacer una cura de abstinencia de la actualidad.
780: Solo el que desea morir ha de hacerse su muerte. Los demás no eligen.
781: La estupidez justifica la misantropía, cuando menos por un tiempo.
782: Vivir es siempre conflicto, a veces risible, a veces no. Pero siempre, inquietante.
783: Lo siniestro aúna lo incomprensible y lo temible.
784: El éxito es siempre generoso con quien lo obtiene: le da lo que no espera.
785: El arte nunca es de dominio público. Cuando lo parece, resulta ser artificio.
786: No hay que confundir lo risible con lo cómico. Lo risible, si bien se mira, es, tras el primer momento (el que le da nombre), absolutamente trágico.
787: La seriedad: el respeto ante el drama del mundo.
http://www.youtube.com/watch?v=qmV7LKrSFuk&feature=colike Homenaje a Carlos Castilla de Pino.
jueves, 17 de mayo de 2012
Aflorismos Brillantes de Castilla del Pino: Sobre el "diario"...
725: Discernir entre lo dado y lo que interpretamos de lo dado.
726: Lo importante es la fiabilidad. Si además hay otras cualidades (inteligencia, sensibilidad, humor, etcétera), mejor.
727: La relación con el otro es una apuesta para cada actuación, y aunque se acierte una vez, no hay garantía de que se acierte en otra. Fiarse de alguien no es fiarse para siempre.
728: Lo que mantiene íntegro al sujeto es el ejercicio de la unidad pese a multiplicidad de yoes. Por eso la soledad conlleva el desentreno en el ejercicio de recuperación del sujeto tras la multiplicidad, y acaba destruyendo, disgregando.
729: Quien escribe sabe que es para ser leído. Nada de "íntimo" para el diario que se califica de tal.
730: El que escribe un diario juega a la ocultación de su exhibicionismo.
731: Con la máscara aparecemos como otro; con el antifaz, dejamos entrever quiénes somos.
732: Un diario se escribe con un propósito, pero puede obtenerse inesperadamente otro.
733: ¿Hay quien puede creer que se es libre cuando se escribe un diario?
734: Escribir es dejar constancia. Por eso, a quien se escribe se le emplaza para hacerlo confidente de lo que le digamos.
Espero que disfruten de este "maestro" de lo humano. Carlos Castilla del Pino: "Aflorismos. Pensamientos Póstumos". Tusquets. 2011, Barcelona. Pp.: 158-159.
sábado, 12 de mayo de 2012
Castilla del Pino: Sabor Andaluz
690: Todo prestigio externo es dudoso, aunque solo sea porque ignoramos la excelencia de los que lo conceden. 691: Seamos críticos con nosotros mismos, pero tratemos de obtener el prestigio interior. 692: El único compromiso ineludible es con "nuestra" verdad. 693: Callar, pero no mentir. 694: Aprender la serenidad: uso inteligente de la emoción. 695: Frialdad: pasar de largo ante lo que nos emociona. 696. La vida es demasiado rica como para ser encerrada en una ideología. 697: La vida es proyecto de uno, e implícitamente promesa ante y para los demás. 698: Un dogma es una receta con la enferma inexorablemente. 699: La crueldad es expresión de impotencia frente a la víctima. 700: La mentira es traición, porque la relación está basada en la con-fianza. 701: El sujeto construye yoes, y luego, cuando no sirven, los guarda o los destruye.
Estos aflorismos me han impresionado. Este genial, único e irrepetible profesional de lo "psi", investigador, estudioso de las ciencias humanas, naturales, profesor, representante de una época, de un movimiento y un gran escritor. Creo que a más de uno le puede dejar atónito como puede condensar en pocas palabras tanta sabiduría. Disfruten con su libro: "Aflorismos. Pensamientos Póstumos". Tusquets, 2011, Barcelona.
"La libertad se extiende sólo hasta los límites de nuestra conciencia." Carl Gustav Jung.
jueves, 3 de mayo de 2012
Castilla del Pino proyecta su mundo interno
En "Aflorismos. Pensamientos Póstumos". Tusquets, 2011, Barcelona. Pp. 148-149
669. El patriotismo es una forma de villanía y, como todas, peligrosa, porque el patriota muerde. 670. El que no tiene nada es que se lo merece: una forma de justificar el egoísmo y la impiedad del triunfador (triunfador, ¿en qué?. 671. La claridad del discurso lo convierte en arriesgado, porque en él se deja ver el hablante o el escritor. La opacidad del escritor es una manera de eludir el riesgo. Por eso es una deslealtad ante el lector. La caridad es, pues, una cuestión moral. 672. Los demás son menos importantes para uno que uno mismo: es un hecho. Pero los demás son necesarios para que uno sea. Es decir, uno y los demás vienen a ser lo mismo. Si no por generosos, sí por razonables, contemos con el prójimo. 673. Solo se es alguien si hay otro que nos considera tal. 674. Sin embargo, con frecuencia ese otro no es nadie y, por la cuenta que nos trae, lo consideramos alguien. De esa forma accedemos a ser alguien a través de la ilusión. 674. Lo importante no es solo saber que erramos sino por qué erramos. Porque todo error tiene su razón de ser, y no siempre es la ignorancia; más bien, la necesidad. 675. Lo peor del error es que nos mantenemos en él porque nos conviene. 676. Se dice que la crueldad es un exceso: lo es, porque es inútil. 677. En la pregunta se contiene parte de la respuesta que se requiere. Se pregunta para una (determinada) respuesta.
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martes, 1 de mayo de 2012
"Aflorismos" de Carlos Castilla del Pino
Primera parte de su obra autobiográfica: "Pretérito Imperfecto". Genial.
658. No se existe sino existiendo, porque existir no es para un momento (salvo en la Física). 659. La realidad es un texto que hay que descifrar, como se hace con una inscripción. Lo malo es que estamos inscritos en la realidad, y eso es un obstáculo para el desciframiento, sobre todo si intuimos que no nos conviene. 660. La poesía es lo que más se acerca a la verbalización de lo íntimo. Pero también la poesía, a este respecto, es insuficiente. 661. Lo vivo es mutable, lo inestable. 662. El morir hace mejor al muerto, de momento. 663. Precaución ante el halago. Es un arma terrible. Por mal que se maneje, es eficaz, porque nos lo creemos. 664. Conviene cuando menos el períodico aislamiento; le sirve a uno para verse forzado a mirarse. 665. La distracción social de lo que nos distrae es de nosotros mismos. 666. No hay mentirosos, porque eso exigiría serlo siempre. Hay mentiras, grandes o pequeñas, importantes o banales... 667. Agotador el esfuerzo del hombre por hacerse social: en el camino se deja uno la moral o la salud mental o ambas cosas. 668. Ámese inteligentemente: es la mejor forma de que el amar sea duradero.Como pueden ver en los "Aflorismos" y si antes han leído las obras biográficas de Castilla pueden contemplar una necesaria proyección de su modo de vivir, de sus pensamientos (también póstumos), de sus actitudes, sentimientos, fantasías y conductas. En el "Aflorismo 664" invita, como hacen también muchos filósofos, al aislamiento "períodico". Por otro lado, en el "Aflorismo 667" dice que es "agotador el esfuerzo del hombre por hacerse social". Cabe la posibilidad de que este hombre, el eminente psiquiatra, literato y humanista, fuese una persona "complicada" y severa. Algunos que, quizá por ideología o por morbo, han atacado a Castilla por el fracaso que tuvo como padre, obvian que quizá pudiéramos hablar de una "locura creativa", que, como pueden ver, "ataca" a las personas que, también, más saben (intelectualmente) de los secretos de la vida y que quizá no pudo entender (emocionalmente). No estoy especulando, puesto que conozco a personas que se han formado con él y además eran muy bien consideradas por este grandísimo profesional, lo que no era tan fácil. Esto no quita para que "períodicamente", desde mi "aislamiento" investigador rinda homenaje a Castilla. Aquí tienen la web de la Fundación Castilla del Pino: www.uco.es/informacion/webs/fundacioncastilla/ "Casa del Olivo", segunda parte de su autobiografía.
domingo, 29 de abril de 2012
"Aflorismos" de Carlos Castilla del Pino
647. La gran tragedia: la insignificancia. 648. Lo cómico no tiene nada de cómico. Es un modo de tratar cómicamente lo serio. Como el que se ríe para espantar el miedo, aqui se trata de eludir la seriedad con la comicidad. 649. No hay nada que no se pueda decir claramente si se tiene claro en la mente, aunque sea negro u oscuro o indefinible. Porque estas son tres palabras claras que pueden ser aplicables a lo que es negro, oscuro o indefinible. La oscuridad es impostura. 650. Lo indescifrado es un problema, no un misterio. 651. La novela no pretende la tragedia sino el drama. La tragedia está para el escenario, porque es por sí misma espectáculo. 652. Lo que es creación es vida, es contra-muerte. O ilusión de que lo es. 653. El sexo, como cualquier forma de ebriedad, es una manera de mirar hacia otro lado y no al frente, en donde está el fin, lo acabado, la muerte. 654. Dos formas de actuar: una, la inevitable, para ir viviendo; otra, a favor de la vida más allá de la muerte. 655. La buena conciencia, la tranquilizadora, es la hipocresía no social, sino con uno mismo. 656. El creador se vive Creador, es decir, omnipotente. 657. El ojo no solo sirve para ver, sino para mirar.
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sábado, 21 de abril de 2012
Castilla del Pino
Madurez: conciencia de la propia limitación; conciencia de la necesidad del otro, de los otros.
No sabemos de todo. Ni siquiera hay algo de lo que podamos saber todo. Atendamos al saber de los demás.
Necesitamos del error para salvarnos: eso es también un error.
Vivir no es existir. Vive el cuerpo; se existe como sujeto.
Todo lo que los seres humanos hacemos, directa o indirectamente, es en aras de la imortalidad. Pero aquí, en nuestro planeta.
Los teólogos describen las propiedades -los atributos- de Dios como los químicos las del clorato de potasa. ¡Admirable penetración!
Los hombres no cesamos de clasificar. Hacemos taxonomía de todo. Como mojones que ponemos en la realidad para orientarnos. Pero los mojones no son de la naturaleza sino del hombre.
La Historia no se detiene y por eso es absurdo querer detenerla con la rigidez de nuestras actitudes.
No ser "moderno". El "moderno" es un exhibicionista. No está al día, sino que lo representa.
La piedad es un estorbo para el ambicioso. Y no solo la piedad, también la lealtad.
Nada de ejemplaridad. Preferible aceptar la de otros, sobre todo la ejemplaridad negativa: para no imitarles.
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viernes, 20 de abril de 2012
Enseñanzas de Castilla del Pino
En su último libro: "Aflorismos. Pensamientos Póstumos". Tusquets, 2011, Barcelona. Pp. 138-139
Los muertos no hablan ya. Los que hablan son los muertos que quedan en nosotros, su memoria. Ellos sí gritan, se lamentan, lloran. Pocas veces ríen, no sabemos por qué. No hay diferencia alguna entre el que habla y lo hablado, porque lo hablado es el que habla. El problema insoluble: entender lo que alguien ha querido decir con lo que habla. Dejemos al envidioso con su envidia. Asistiremos a su putrefacción. La soledad lograda es la libertad máxima de que podemos gozar. Si no es capaz de distinguir al solo del solitario, se deja de entender mucho del ser humano. Lo ya inmóvil: lo solo, abandonado, muerto. La duración es una forma de vida. Por eso se guardan muchas cosas: para que duren, para que vivan mientras vivimos los que las guardamos. La amistad se funda en la recíproca fiabilidad moral. Si lo que les une son intereses, no se trata de amigos sino de compinches. Hay que usar el tiempo de manera que incluso cuando parezca que lo perdemos, lo estemos usando provechosamente.
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lunes, 16 de abril de 2012
Carlos Castila del Pino: "Aflorismos"
"Aflorismos. Pensamientos Póstumos". De Carlos Castilla del Pino. Pp. 130-131
¿Qué sabemos del otro? Lo que tiene de común con nosotros mismos; esto es, bien poco. El otro es siempre distinto porque es único.
No dar consejos. ¿Cómo se puede decirle a alguien lo que debe hacer si sus motivos para hacer "eso mismo" no tienen nada que ver con los nuestros?
Erramos cuando juzgamos al otro, porque lo hacemos desde ese ilusorio centro en el que cada cual nos situamos.
Ya es bastante arriesgado vivir como para que añadamos a nuestro vivir un riesgo buscado.
No deja de ser cómico que el ser feliz esterilice y hasta estupidice.
Lo que muchos viejos llaman "mi experiencia" (de la vida, de los hombres) oculta en realidad su aburrimiento y su fracaso.
La verdadera modestia no se pregona. Procede del justo sentido de la realidad acerca de lo poco que sabemos. No es, pues, una virtud, y si se trata de hacerla pasar por tal, es falsa y el "modesto", un mentiroso.
Ninguna virtud debe proclamarse, sino practicarse sin más. Por eso el virtuoso, sin decir nada, es ejemplar.
Huyamos del estúpido. Después de aburrirnos nos deja irritados por no haberlo echado a patadas.
En la relación con uno mismo lo único que hay que evitar es engañarse. Si se tiene valor para evitarlo, sabremos quiénes somos. Y además es la base de lo mejor que nos pueda suceder.
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martes, 3 de abril de 2012
"Aflorismos". Carlos Castilla del Pino
Nada grande se ha hecho desde la facilidad. La facilidad, una trampa que uno se pone a sí mismo; una traición.
No creerse lo de bueno puedan decir de uno los demás. Uno sabe que no es para tanto; o sea, que de hecho eso que se dice no es verdad.
El olvido es el polvo levantado por el viento, o sea, lo reduce todo a la nada.
El ideal en la vida sería éste: que de todo lo que uno haga se pueda decir que es limpio. ¿Cómo sería el mundo si todos actuáramos limpiamente?
Deberíamos aprender a vivir con arte, a darle un rango estético a cada acto de nuestra vida.
Significa lo que yo quiero que signifique: eso es del todo verdad en la música.
Esto vale lo que yo quiero que valga: ésa es la teoría del valor, sea estético, sea ético.
No hace falta imaginarse lo infinamente grandioso en un dios. Lo es el mundo, que existe y está aquí, y somos de él.
Hacer el mal es, desde el punto de vista de nuestra economía mental, es decir, vital, antieconómico.
Es poco inteligente tomarse el éxito en serio.
Saberse querido, saberse respetado cuando no se tiene poder; ése es el éxito (moral, no social), en el que se cae en la cuenta cuando ya no tiene remedio, cuando uno es presa del escepticismo del otro tipo de éxito.
La relación humana es ficticia; lo que ocurre es que se conocen, más o menos, las claves de la ficción. Tomada como real, se evita la parálisis.
El sujeto es el creador de ficciones, y la psicología el tratado, primero, de la capacidad ficcional del sujeto, y después de la temática de sus ficciones.
Cada actuación humana, pongamos por caso, o es tonta o inteligente, y define al sujeto como tonto o inteligente. Pero eso es de puertas afuera. Dentro, no hay relación de alternativa, sino de coexistencia: se puede ser tonto e inteligente.
La relación del sujeto con la realidad es un duelo. Uno tiene que desafiar a la realidad, medirse con ella.
Carlos Castilla del Pino: "Aflorismos: Pensamientos Póstumos". Tusquets. pp.122-124
No creerse lo de bueno puedan decir de uno los demás. Uno sabe que no es para tanto; o sea, que de hecho eso que se dice no es verdad.
El olvido es el polvo levantado por el viento, o sea, lo reduce todo a la nada.
El ideal en la vida sería éste: que de todo lo que uno haga se pueda decir que es limpio. ¿Cómo sería el mundo si todos actuáramos limpiamente?
Deberíamos aprender a vivir con arte, a darle un rango estético a cada acto de nuestra vida.
Significa lo que yo quiero que signifique: eso es del todo verdad en la música.
Esto vale lo que yo quiero que valga: ésa es la teoría del valor, sea estético, sea ético.
No hace falta imaginarse lo infinamente grandioso en un dios. Lo es el mundo, que existe y está aquí, y somos de él.
Hacer el mal es, desde el punto de vista de nuestra economía mental, es decir, vital, antieconómico.
Es poco inteligente tomarse el éxito en serio.
Saberse querido, saberse respetado cuando no se tiene poder; ése es el éxito (moral, no social), en el que se cae en la cuenta cuando ya no tiene remedio, cuando uno es presa del escepticismo del otro tipo de éxito.
La relación humana es ficticia; lo que ocurre es que se conocen, más o menos, las claves de la ficción. Tomada como real, se evita la parálisis.
El sujeto es el creador de ficciones, y la psicología el tratado, primero, de la capacidad ficcional del sujeto, y después de la temática de sus ficciones.
Cada actuación humana, pongamos por caso, o es tonta o inteligente, y define al sujeto como tonto o inteligente. Pero eso es de puertas afuera. Dentro, no hay relación de alternativa, sino de coexistencia: se puede ser tonto e inteligente.
La relación del sujeto con la realidad es un duelo. Uno tiene que desafiar a la realidad, medirse con ella.
Carlos Castilla del Pino: "Aflorismos: Pensamientos Póstumos". Tusquets. pp.122-124
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Rodrigo Córdoba Sanz
miércoles, 21 de marzo de 2012
Aflorismos, Carlos Castillla del Pino
p. 115. "Aflorismos. Pensamientos Póstumos". Ed. Tusquets. 2011. Barcelona.
Los sentimientos, si se controlan, desaparecen. Por eso hay que saber qué hacer con cada uno de ellos.
La ciencia es la razón depurada y aplicada a un objeto a su vez racionalmente delimitado. El valor de la ciencia está en ser razón y dar razón de su objeto.
Vivir en una multiplicidad de círculos en los que la inteligencia se aúne a la amistad. Es el ideal de vida.
La interpretación de un acto humano no tiene fin; se le pone fin.
No nos vencen los demás; somos nosotros los derrotados.
Es más peligroso el triunfo que la derrota, porque ésta, por definición, lleva el recogimiento y hasta a la reflexión. Pero el triunfo emborracha y aturde, y a la posibilidad del comportamiento ridículo está a la vuelta de la esquina.
Los sentimientos, si se controlan, desaparecen. Por eso hay que saber qué hacer con cada uno de ellos.
La ciencia es la razón depurada y aplicada a un objeto a su vez racionalmente delimitado. El valor de la ciencia está en ser razón y dar razón de su objeto.
Vivir en una multiplicidad de círculos en los que la inteligencia se aúne a la amistad. Es el ideal de vida.
La interpretación de un acto humano no tiene fin; se le pone fin.
No nos vencen los demás; somos nosotros los derrotados.
Es más peligroso el triunfo que la derrota, porque ésta, por definición, lleva el recogimiento y hasta a la reflexión. Pero el triunfo emborracha y aturde, y a la posibilidad del comportamiento ridículo está a la vuelta de la esquina.
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Carlos Castilla del Pino
miércoles, 14 de marzo de 2012
Castilla del Pino nos explica en ideas
No es grave que nos tengamos que arrepentir de algunas cosas que hicimos, siempre que no lleven consigo la falta de respeto hacia uno mismo.
La verdadera cortesía estriba en saber su límite: traspasarlo es oficiosidad e hipocresía.
Desconfiar de lo oscuro: no hay profundidad, hay impostura. Jugar a la esfinge solo seduce a los tontos.
Lo más difícil en un escritor: contar con que el lector es tan inteligente como para que no sea precisa la prolijidad.
La incapacidad para admirar, como a quien le falta un brazo desde que nació, es una desgracia. La consecuencia primera y última: la esterilidad.
La verdadera cortesía estriba en saber su límite: traspasarlo es oficiosidad e hipocresía.
Desconfiar de lo oscuro: no hay profundidad, hay impostura. Jugar a la esfinge solo seduce a los tontos.
Lo más difícil en un escritor: contar con que el lector es tan inteligente como para que no sea precisa la prolijidad.
La incapacidad para admirar, como a quien le falta un brazo desde que nació, es una desgracia. La consecuencia primera y última: la esterilidad.
sábado, 10 de marzo de 2012
Artículo externo sobre Castilla
Un libro: Aflorismos. Pensamientos póstumos, de Carlos Castilla del Pino
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Antes de que las universidades se convirtieran en un lugar de lectura de manuales y libros propios, es decir, de síntesis de ideas ajenas y de redundancia de las propias, se trataba de hacer llegar a los alumnos lo último que el conocimiento activo lanzaba a la discusión. Para mí, Carlos Castilla del Pino está vinculado con La incomunicación, una obra que tuvo repercusión en un momento en que se analizaban los mecanismos comunicativos sin que se hubiera acuñado la expresión “Sociedad de la información”. La leía como alumno de primer curso cuando apenas lleva algún tiempo en la calle y se debatía en las clases. ¡Felices tiempos aquellos en que leíamos tinta fresca!
La preocupación por la comunicación y la incomunicación era —mirando hacia atrás— una constante de la época, algo que podía percibir directamente en la época. Lo encontrabas, por ejemplo, en el cine de un Antonioni o de un Bergman, cuando diseccionaban las relaciones humanas, las relaciones en la pareja o en el conjunto familiar. Las palabras “comunicación”, “diálogo” o “incomunicación” salían a la superficie de cualquier tema propuesto. Con McLuhan o sin él. Y era lógico. Los conflictos generacionales que se acaban de producir en los sesenta en Estados Unidos y Europa, con una Francia con el Mayo del 68 todavía caliente; con la revolución sexual, que transformó las relaciones de pareja y la progresiva implantación del divorcio, obligaban a todos a poner los problemas enquistados, silenciados, encima de la mesas. Todo era problema de comunicación: los padres debían hablar con los hijos, las parejas entre sí, y los patronos con los obreros. La mitad de los sesenta y los setenta eran un movimiento permanente de comunicación: había que comunicarse con la palabra, el tacto, el gesto… ¡Hablen, tóquense, acaríciense, dialoguen…! Si todo era un problema de comunicación, de mecanismos represores y distorsionadores, de silencios y miedos…, el enemigo era la “incomunicación” y todo lo que tuviera que ver con ella. La mentira pasaba a ser el gran enemigo; el silencio, la gran barrera. La libertad estaba en una sociedad dialogante donde la liberación de la palabra haría volar por los aires gran parte de los problemas existentes. De ahí se pasó a comprobar que de la "comunicación" a la "información", iba un mundo.
De esa base surgieron gran parte de los estudios aplicados a la comunicación. Tuvimos ocasión de traer aquí el libro de Eva Illouz, Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo [ver entrada], en el que se daba cuenta precisamente de cómo el discurso de la psiquiatría americana se había aliado con el industrial al trasladar la idea terapéutica del diálogo a estructuras laborales como garantía del éxito de las organizaciones. Familias y empresas se debían construir sobre el diálogo, nos decía Illouz, para garantizar la fluidez de las relaciones internas, su buen estado de salud. El éxito de aquella obra de Castilla del Pino, con 13 ediciones ya, llegó en el momento justo; se preocupó de lo que preocupaba.
Carlos Castilla del Pino, fallecido en 2009, fue neurólogo y psiquiatra, profesor y profesional en duro ejercicio; también fue, desde 2003, miembro de Real Academia de la Lengua.
Los reencuentros con su obra han sido en los últimos años más frecuentes. No hace mucho, pude traerme de la Córdoba argentina una primera edición, en perfecto estado, de la Introducción a la hermenéutica del lenguaje (1972), encontrada en un ilustrado “almacén de libros” que los prometía para todos los bolsillos. También, recientemente, la primera de las obras póstumas aparecidas, Conductas y actitudes (2009), que el autor no pudo acabar de revisar por su fallecimiento. En esta obra señala lo que fue una de las orientaciones de su indagar:
Se puede decir que el sujeto, el ser humano en tanto que sujeto social, oscila entre la mutabilidad a que le obligan los procesos adaptativos al medio social que le rodea, y el equilibrio en la interioridad de sí mismo. La adaptación exige al sujeto versatilidad; para sí mismo el sujeto requiere estabilidad: adaptacionismo frente a fixismo, tener que ser-como frente a querer ser-quien.
La preeminencia de las actitudes entraña la sustitución de la mirada psicológica (y psicopatológica) por la antropológica en el sentido kantiano de este vocablo, representado hace años por Cassirer, y antes por Simmel, Max Weber; Richter, Dilthey e incluso Jaspers. La consideración antropológica supone partir del hombre como actor (para no usar el vocablo persona sino el de personaje que hay que componer en toda interacción social) (9)*
Del fragmento se desprende con claridad la idea de Castilla del Pino del ser humano, un “actor” sobre el escenario de la vida, con un papel escrito a medias por lo externo, que le dicta lo que puede decir, y su propia capacidad creativa que le apunta lo que quiere decir. El desequilibrio entre imposición y deseo es lo que provoca los conflictos, en un sentido, pero también da lugar a las distorsiones que el sujeto puede tener al construir su personaje, como ocurre con la impostura o el delirio, movimientos opuestos, tal como señala Castilla, en los que el sujeto se construye un personaje falso (impostura) o se cree su propio personaje falso (delirio).
Los lenguajes pasan a ser esenciales porque son la base del actor, su variedad y riqueza. Solo a través de la conversión en significante de todo somos capaces de mentir o de creernos nuestras mentiras. Tanto hacia los otros como hacia nosotros mismos, necesitamos lenguajes, gramáticas sobre las que articular nuestros propios signos en un discurso al que acabamos llamando “identidad”. De ahí ese enfoque antropológico que Castilla del Pino reclamaba para la mirada psicológica, que pasa a ser la de un espectador de las conductas en el escenario de la vida. La influencia de la fenomenología y la hermenéutica alemanas, sus influencias formativas, pasan a primer término y el universo humano pasa a ser simbólico y, por tanto, comunicativo y descifrable en sus signos, signos que intuitivamente comprendemos, pero que hemos de explicitar en sus códigos y gramáticas.
Nos llega ahora una obra de otra índole, Aflorismos**, una colección de pensamientos creada por el autor en los últimos años de su vida. No es una recopilación, sino un proyecto sistemático de construir una obra de esta forma breve, concisa:
Afloramiento. M. Efecto de aflorar.
Aflorar. 3. Dicho de algo oculto, olvidado o en gestación: Surgir, aparecer. (DRAE 2001)
Aflorismo. Algo que se me ocurrió, surgió o me apareció de manera más o menos inesperada.
Aflorismos. Pl. Colección de aflorismos.
Y como afloraron —en cualquier lugar, en cualquier momento—, los llamé, al comienzo del siglo en que estamos, aflorismo. No es disculpa; es mera información.
El aforismo concluye. El aflorismo comienza; no acaba donde concluye.** (15)
La sutileza de distinguir entre lo que “acaba” y lo que “comienza” no afecta al género literario, sino más bien al ánimo del que en él se expresa. La obra la constituyen 844 pensamientos, los “aflorismos”, oscilantes entre la frase de pocas palabras y el párrafo de cinco líneas.
Lejos de ser una manifestación del científico, Castilla del Pino trató de expresar las reflexiones suscitadas al hilo de la vida, aunque desconozcamos el motivo concreto que provocó el “afloramiento” de la idea, porque toda manifestación es respuesta ante lo que la vida nos propone. Lo que es experiencia aflora como formulación verbal, convertida en lenguaje, proceso en el que el sujeto se dice.
Los 844 pensamientos, en su variedad, se concentran en unos temas recurrentes que son fácilmente perceptibles como preocupaciones: “otro/s”, “escritura”, “mal”, “realidad”, “soledad”, “muerte”, “éxito”, “vida” y “Dios”.
No debe resultar chocante que aquí se concentren muchos de los temas que surgieron a lo largo de su vida profesional y de escritor. Por la visión que hemos expuesto anteriormente de sus planteamientos, la recurrencia del tema del otro y de la soledad son dos ejes importantes. El “otro” es, simultáneamente, oportunidad y trampa, fuente de satisfacción, pero también posibilidad de manipulación o anulación. Señala:
[239] La relación interpersonal: una amenaza. La menor de ellas, la posibilidad de ser engañado, de que quien está con nosotros se haga pasar por quien, con su conducta nos dice que es. (68)**
En esta idea se resume mucho de su teoría sobre el ser humano, sobre el drama comunicativo en que vivimos permanentemente. La incertidumbre es el estado natural del conocimiento y solo el necio vive en la certeza. De ahí que señale Castilla del Pino que será el delirante el único creyente convencido de sí mismo ya que se cree su propio personaje. Pero también señalará que esa amenaza constante, ese riesgo, es también necesario para el propio desarrollo. La teoría actoral supone que si no existen esos otros, convertidos en público, no existe motivación para el desarrollo de la personalidad. ¿Qué sentido tiene actuar, aún escribir la obra, si no hay un público presente capaz de dirigirnos con sus miradas? Así, escribirá:
[389] No soy; me hacen. Somos imaginados por los demás. (95)**
M. Atonioni: La notte (1961)
No es que seamos seres imaginarios, sino que acabamos actuando como los demás esperan de nosotros, es decir, tal como nos han imaginado. La profundidad de esa idea llega hasta los cimientos de la configuración social y de los sistemas de simbolización. Es la misma idea que recogimos de su obra anterior, esa necesidad adaptativa a los mecanismos sociales que son instrumentos de configuración del sujeto. Se ve también en estos planteamientos las líneas que llegan Castilla del Pino desde la filosofía fenomenológica e incluso, la cuestión sartriana de la mirada de los otros.
La soledad, otro de los temas recurrentes, se plantea como modo en el que se pueda vivir en un equilibrio en el que no se produzca la merma del sujeto ni su represión. Hay una soledad del que sabe vivir solo, de forma enriquecedora, y una soledad destructiva, anuladora, aburrida. La comunicación sigue siendo el camino natural de los sujetos, su necesidad social. Comprender al otro sigue siendo el gran reto:
[397] Comprender a alguien no es ponerse en su lugar (no es posible ni siquiera en sentido figurado). Es descubrir las reglas que le hicieron comportarse de ese modo. (96)**
Pero lejos de un sujeto nítido frente a los otros opacos, como ha sido habitual en la reflexión racionalista, que parte de la sinceridad, el ser humano es fabricante de muros y barreras, de distorsiones en las que el deseo se enmascara bajo las racionalizaciones
.
[329] El hombre es un enigma. ¿Y cómo no va a serlo, si, además de ocultar sus intenciones ante los otros, a veces hasta se las oculta a sí mismo? (84)**
I. Bergman: Cara a cara al desnudo ()
En la obra se ven las reflexiones que acompañan a la certidumbre de una vida que se agota. La trivialidad del éxito, la importancia de afrontar la muerte con serenidad, la mirada retrospectiva que busca los legados y las propuestas sintéticas sobre qué sentido y qué significa un vivir justificado en sus propias metas o ideales. Castilla del Pino escribe:
[536] El ideal en la vida sería éste: que todo lo que uno haga se pueda decir que es limpio. ¿Cómo sería el mundo si todos actuáramos limpiamente? (122)**
Sin embargo, casi todo se opone a esa limpieza. Por eso el deseo de mantenerla como ideal es importante. Casi nunca las cosas son del todo o nada.
El papel de la escritura —de todo arte—como supervivencia es otro de los temas recurrentes. La novela aparece muchas veces como una forma de aprendizaje paralelo respecto a la propia vida, con un valor añadido: la obra puede tener un sentido, la vida es devenir. El sentido se lo damos con nuestra mirada interpretante:
[96] En la autobiografía, la escritura es instrumento, no fin. En la poesía, la escritura es fin. Entre ambas se sitúa la novela, (40)**
Su formación científica y analítica —también fue autor de una novela— le lleva a valorar, como Zola, el fondo sobre la forma. Lo importante es lo que se dice y que se diga claramente. Lo otro es el estilo, pero no la sustancia. Le interesa dejar ideas antes que estilos. La escritura está al servicio del decir y el decir del comunicar.
Concluyamos con su forma de deseo de que sea la escritura la que mantenga vivo al que desaparece, una de sus ideas constantes, la de que se vive a través de la memoria de los otros, de su recuerdo. Desaparecemos verdaderamente, nos dice en varias ocasiones, cuando se mueren los que nos conocieron, cuando ya en nadie queda nuestro recuerdo vivo.
[768] Un libro: no hay mejor lápida que una portada con nuestro propio nombre. (166)**
Para los que quieran mantener vivo ese recuerdo y reflexionar sobre lo que él mismo reflexionó, Aflorismos es una buena oportunidad de conocer a Carlos Castilla del Pino, más allá de su escritura profesional o memorialística. Una obra para una lectura detallada y reflexiva, de degustación de los pensamientos y sus derivas. Como el mismo señaló, son solo un inicio.
*Carlos Castilla del Pino (2009). Conductas y actitudes. Tusquets, Barcelona.
** Carlos Castilla del Pino (2011). Aflorismos. Pensamientos póstumos. Tusquets, Barcelona. 189 pp. ISBN: 978-84-8383-351-3.
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Antes de que las universidades se convirtieran en un lugar de lectura de manuales y libros propios, es decir, de síntesis de ideas ajenas y de redundancia de las propias, se trataba de hacer llegar a los alumnos lo último que el conocimiento activo lanzaba a la discusión. Para mí, Carlos Castilla del Pino está vinculado con La incomunicación, una obra que tuvo repercusión en un momento en que se analizaban los mecanismos comunicativos sin que se hubiera acuñado la expresión “Sociedad de la información”. La leía como alumno de primer curso cuando apenas lleva algún tiempo en la calle y se debatía en las clases. ¡Felices tiempos aquellos en que leíamos tinta fresca!
La preocupación por la comunicación y la incomunicación era —mirando hacia atrás— una constante de la época, algo que podía percibir directamente en la época. Lo encontrabas, por ejemplo, en el cine de un Antonioni o de un Bergman, cuando diseccionaban las relaciones humanas, las relaciones en la pareja o en el conjunto familiar. Las palabras “comunicación”, “diálogo” o “incomunicación” salían a la superficie de cualquier tema propuesto. Con McLuhan o sin él. Y era lógico. Los conflictos generacionales que se acaban de producir en los sesenta en Estados Unidos y Europa, con una Francia con el Mayo del 68 todavía caliente; con la revolución sexual, que transformó las relaciones de pareja y la progresiva implantación del divorcio, obligaban a todos a poner los problemas enquistados, silenciados, encima de la mesas. Todo era problema de comunicación: los padres debían hablar con los hijos, las parejas entre sí, y los patronos con los obreros. La mitad de los sesenta y los setenta eran un movimiento permanente de comunicación: había que comunicarse con la palabra, el tacto, el gesto… ¡Hablen, tóquense, acaríciense, dialoguen…! Si todo era un problema de comunicación, de mecanismos represores y distorsionadores, de silencios y miedos…, el enemigo era la “incomunicación” y todo lo que tuviera que ver con ella. La mentira pasaba a ser el gran enemigo; el silencio, la gran barrera. La libertad estaba en una sociedad dialogante donde la liberación de la palabra haría volar por los aires gran parte de los problemas existentes. De ahí se pasó a comprobar que de la "comunicación" a la "información", iba un mundo.
De esa base surgieron gran parte de los estudios aplicados a la comunicación. Tuvimos ocasión de traer aquí el libro de Eva Illouz, Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo [ver entrada], en el que se daba cuenta precisamente de cómo el discurso de la psiquiatría americana se había aliado con el industrial al trasladar la idea terapéutica del diálogo a estructuras laborales como garantía del éxito de las organizaciones. Familias y empresas se debían construir sobre el diálogo, nos decía Illouz, para garantizar la fluidez de las relaciones internas, su buen estado de salud. El éxito de aquella obra de Castilla del Pino, con 13 ediciones ya, llegó en el momento justo; se preocupó de lo que preocupaba.
Carlos Castilla del Pino, fallecido en 2009, fue neurólogo y psiquiatra, profesor y profesional en duro ejercicio; también fue, desde 2003, miembro de Real Academia de la Lengua.
Los reencuentros con su obra han sido en los últimos años más frecuentes. No hace mucho, pude traerme de la Córdoba argentina una primera edición, en perfecto estado, de la Introducción a la hermenéutica del lenguaje (1972), encontrada en un ilustrado “almacén de libros” que los prometía para todos los bolsillos. También, recientemente, la primera de las obras póstumas aparecidas, Conductas y actitudes (2009), que el autor no pudo acabar de revisar por su fallecimiento. En esta obra señala lo que fue una de las orientaciones de su indagar:
Se puede decir que el sujeto, el ser humano en tanto que sujeto social, oscila entre la mutabilidad a que le obligan los procesos adaptativos al medio social que le rodea, y el equilibrio en la interioridad de sí mismo. La adaptación exige al sujeto versatilidad; para sí mismo el sujeto requiere estabilidad: adaptacionismo frente a fixismo, tener que ser-como frente a querer ser-quien.
La preeminencia de las actitudes entraña la sustitución de la mirada psicológica (y psicopatológica) por la antropológica en el sentido kantiano de este vocablo, representado hace años por Cassirer, y antes por Simmel, Max Weber; Richter, Dilthey e incluso Jaspers. La consideración antropológica supone partir del hombre como actor (para no usar el vocablo persona sino el de personaje que hay que componer en toda interacción social) (9)*
Del fragmento se desprende con claridad la idea de Castilla del Pino del ser humano, un “actor” sobre el escenario de la vida, con un papel escrito a medias por lo externo, que le dicta lo que puede decir, y su propia capacidad creativa que le apunta lo que quiere decir. El desequilibrio entre imposición y deseo es lo que provoca los conflictos, en un sentido, pero también da lugar a las distorsiones que el sujeto puede tener al construir su personaje, como ocurre con la impostura o el delirio, movimientos opuestos, tal como señala Castilla, en los que el sujeto se construye un personaje falso (impostura) o se cree su propio personaje falso (delirio).
Los lenguajes pasan a ser esenciales porque son la base del actor, su variedad y riqueza. Solo a través de la conversión en significante de todo somos capaces de mentir o de creernos nuestras mentiras. Tanto hacia los otros como hacia nosotros mismos, necesitamos lenguajes, gramáticas sobre las que articular nuestros propios signos en un discurso al que acabamos llamando “identidad”. De ahí ese enfoque antropológico que Castilla del Pino reclamaba para la mirada psicológica, que pasa a ser la de un espectador de las conductas en el escenario de la vida. La influencia de la fenomenología y la hermenéutica alemanas, sus influencias formativas, pasan a primer término y el universo humano pasa a ser simbólico y, por tanto, comunicativo y descifrable en sus signos, signos que intuitivamente comprendemos, pero que hemos de explicitar en sus códigos y gramáticas.
Nos llega ahora una obra de otra índole, Aflorismos**, una colección de pensamientos creada por el autor en los últimos años de su vida. No es una recopilación, sino un proyecto sistemático de construir una obra de esta forma breve, concisa:
Afloramiento. M. Efecto de aflorar.
Aflorar. 3. Dicho de algo oculto, olvidado o en gestación: Surgir, aparecer. (DRAE 2001)
Aflorismo. Algo que se me ocurrió, surgió o me apareció de manera más o menos inesperada.
Aflorismos. Pl. Colección de aflorismos.
Y como afloraron —en cualquier lugar, en cualquier momento—, los llamé, al comienzo del siglo en que estamos, aflorismo. No es disculpa; es mera información.
El aforismo concluye. El aflorismo comienza; no acaba donde concluye.** (15)
La sutileza de distinguir entre lo que “acaba” y lo que “comienza” no afecta al género literario, sino más bien al ánimo del que en él se expresa. La obra la constituyen 844 pensamientos, los “aflorismos”, oscilantes entre la frase de pocas palabras y el párrafo de cinco líneas.
Lejos de ser una manifestación del científico, Castilla del Pino trató de expresar las reflexiones suscitadas al hilo de la vida, aunque desconozcamos el motivo concreto que provocó el “afloramiento” de la idea, porque toda manifestación es respuesta ante lo que la vida nos propone. Lo que es experiencia aflora como formulación verbal, convertida en lenguaje, proceso en el que el sujeto se dice.
Los 844 pensamientos, en su variedad, se concentran en unos temas recurrentes que son fácilmente perceptibles como preocupaciones: “otro/s”, “escritura”, “mal”, “realidad”, “soledad”, “muerte”, “éxito”, “vida” y “Dios”.
No debe resultar chocante que aquí se concentren muchos de los temas que surgieron a lo largo de su vida profesional y de escritor. Por la visión que hemos expuesto anteriormente de sus planteamientos, la recurrencia del tema del otro y de la soledad son dos ejes importantes. El “otro” es, simultáneamente, oportunidad y trampa, fuente de satisfacción, pero también posibilidad de manipulación o anulación. Señala:
[239] La relación interpersonal: una amenaza. La menor de ellas, la posibilidad de ser engañado, de que quien está con nosotros se haga pasar por quien, con su conducta nos dice que es. (68)**
En esta idea se resume mucho de su teoría sobre el ser humano, sobre el drama comunicativo en que vivimos permanentemente. La incertidumbre es el estado natural del conocimiento y solo el necio vive en la certeza. De ahí que señale Castilla del Pino que será el delirante el único creyente convencido de sí mismo ya que se cree su propio personaje. Pero también señalará que esa amenaza constante, ese riesgo, es también necesario para el propio desarrollo. La teoría actoral supone que si no existen esos otros, convertidos en público, no existe motivación para el desarrollo de la personalidad. ¿Qué sentido tiene actuar, aún escribir la obra, si no hay un público presente capaz de dirigirnos con sus miradas? Así, escribirá:
[389] No soy; me hacen. Somos imaginados por los demás. (95)**
M. Atonioni: La notte (1961)
No es que seamos seres imaginarios, sino que acabamos actuando como los demás esperan de nosotros, es decir, tal como nos han imaginado. La profundidad de esa idea llega hasta los cimientos de la configuración social y de los sistemas de simbolización. Es la misma idea que recogimos de su obra anterior, esa necesidad adaptativa a los mecanismos sociales que son instrumentos de configuración del sujeto. Se ve también en estos planteamientos las líneas que llegan Castilla del Pino desde la filosofía fenomenológica e incluso, la cuestión sartriana de la mirada de los otros.
La soledad, otro de los temas recurrentes, se plantea como modo en el que se pueda vivir en un equilibrio en el que no se produzca la merma del sujeto ni su represión. Hay una soledad del que sabe vivir solo, de forma enriquecedora, y una soledad destructiva, anuladora, aburrida. La comunicación sigue siendo el camino natural de los sujetos, su necesidad social. Comprender al otro sigue siendo el gran reto:
[397] Comprender a alguien no es ponerse en su lugar (no es posible ni siquiera en sentido figurado). Es descubrir las reglas que le hicieron comportarse de ese modo. (96)**
Pero lejos de un sujeto nítido frente a los otros opacos, como ha sido habitual en la reflexión racionalista, que parte de la sinceridad, el ser humano es fabricante de muros y barreras, de distorsiones en las que el deseo se enmascara bajo las racionalizaciones
.
[329] El hombre es un enigma. ¿Y cómo no va a serlo, si, además de ocultar sus intenciones ante los otros, a veces hasta se las oculta a sí mismo? (84)**
I. Bergman: Cara a cara al desnudo ()
En la obra se ven las reflexiones que acompañan a la certidumbre de una vida que se agota. La trivialidad del éxito, la importancia de afrontar la muerte con serenidad, la mirada retrospectiva que busca los legados y las propuestas sintéticas sobre qué sentido y qué significa un vivir justificado en sus propias metas o ideales. Castilla del Pino escribe:
[536] El ideal en la vida sería éste: que todo lo que uno haga se pueda decir que es limpio. ¿Cómo sería el mundo si todos actuáramos limpiamente? (122)**
Sin embargo, casi todo se opone a esa limpieza. Por eso el deseo de mantenerla como ideal es importante. Casi nunca las cosas son del todo o nada.
El papel de la escritura —de todo arte—como supervivencia es otro de los temas recurrentes. La novela aparece muchas veces como una forma de aprendizaje paralelo respecto a la propia vida, con un valor añadido: la obra puede tener un sentido, la vida es devenir. El sentido se lo damos con nuestra mirada interpretante:
[96] En la autobiografía, la escritura es instrumento, no fin. En la poesía, la escritura es fin. Entre ambas se sitúa la novela, (40)**
Su formación científica y analítica —también fue autor de una novela— le lleva a valorar, como Zola, el fondo sobre la forma. Lo importante es lo que se dice y que se diga claramente. Lo otro es el estilo, pero no la sustancia. Le interesa dejar ideas antes que estilos. La escritura está al servicio del decir y el decir del comunicar.
Concluyamos con su forma de deseo de que sea la escritura la que mantenga vivo al que desaparece, una de sus ideas constantes, la de que se vive a través de la memoria de los otros, de su recuerdo. Desaparecemos verdaderamente, nos dice en varias ocasiones, cuando se mueren los que nos conocieron, cuando ya en nadie queda nuestro recuerdo vivo.
[768] Un libro: no hay mejor lápida que una portada con nuestro propio nombre. (166)**
Para los que quieran mantener vivo ese recuerdo y reflexionar sobre lo que él mismo reflexionó, Aflorismos es una buena oportunidad de conocer a Carlos Castilla del Pino, más allá de su escritura profesional o memorialística. Una obra para una lectura detallada y reflexiva, de degustación de los pensamientos y sus derivas. Como el mismo señaló, son solo un inicio.
*Carlos Castilla del Pino (2009). Conductas y actitudes. Tusquets, Barcelona.
** Carlos Castilla del Pino (2011). Aflorismos. Pensamientos póstumos. Tusquets, Barcelona. 189 pp. ISBN: 978-84-8383-351-3.
jueves, 8 de marzo de 2012
"Aflorismos". Carlos Castilla del Pino
La vida solo tiene acomodo si el que la vive logra descubrir cuál es su moral y se ajusta a ella.
Saber qué se debe saber: es el secreto de la economía mental.
Dejemos los sentimientos que actúen para que no fijemos en los objetos que los provocan. Luego, despojémosles de ellos lo suficiente como para vislumbrar su mayor, menor o ninguna importancia.
Seguridad es autonomía.
Aprender a vivir es saber leer lo real en lo que se nos da escenificado.
El duelo por la pérdida de un objeto querido dura lo que tenga que durar; nunca -es hipocresía- lo que debe durar. No confundir la pena con el luto.
Aflorismos. Carlos Castilla del Pino. Ed. Tusquets.
Saber qué se debe saber: es el secreto de la economía mental.
Dejemos los sentimientos que actúen para que no fijemos en los objetos que los provocan. Luego, despojémosles de ellos lo suficiente como para vislumbrar su mayor, menor o ninguna importancia.
Seguridad es autonomía.
Aprender a vivir es saber leer lo real en lo que se nos da escenificado.
El duelo por la pérdida de un objeto querido dura lo que tenga que durar; nunca -es hipocresía- lo que debe durar. No confundir la pena con el luto.
Aflorismos. Carlos Castilla del Pino. Ed. Tusquets.
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Carlos Castilla del Pino
martes, 6 de marzo de 2012
"Aflorismos"
"La fantasía, un delirio en el que no se cree: un juego. El delirio, una fantasía en la que se cree y se toma en serio"
"El amor es la aniquilación de uno en la persona amada. Preferible, la amistad; e ideal, con la persona a quien antes se amó"
"Los seres humanos nos regimos por dos lógicas: la del sentido común (o de la razón), hacia la conducta apetecible. Si ambas coinciden, mejor que mejor. Si no, suele ganar la última, y sobreviene la catástrofe"
"La pasión, un sentimiento con prisas por alcanzar su objetivo. ¡Mala cosa!
"El amor es la aniquilación de uno en la persona amada. Preferible, la amistad; e ideal, con la persona a quien antes se amó"
"Los seres humanos nos regimos por dos lógicas: la del sentido común (o de la razón), hacia la conducta apetecible. Si ambas coinciden, mejor que mejor. Si no, suele ganar la última, y sobreviene la catástrofe"
"La pasión, un sentimiento con prisas por alcanzar su objetivo. ¡Mala cosa!
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