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Paz y Ciencia

viernes, 7 de septiembre de 2012

La depresión en Castilla del Pino




Zaragoza es una ciudad pequeña, relativamente pequeña, pero con un Alma Grande, cuyo río Ebro fluye, nutre y representa un símbolo de fertilidad y división a través de varios puentes, conectando la margen izquierda, donde habito, y la derecha, donde trabajo. Hablar sobre mi a estas alturas es absurdo. Quien lea el blog puede conocerme a mí muy bien, si presta atención a lo que hay de mí en estas líneas.
Hoy he ido a buscar un envío a correos, era del Doctor Miguel Ferrández Payo. El cual ha escrito tres libros, me ha dedicado un libro  y me ha regalado dos. Parece conocerme, no sé cómo ni porqué, pero hay "links" invisibles. Uno visible es el objeto de este post. Escribir unas líneas que me han gustado mucho. El libro se titula: "La Depresión en Castilla del Pino. Aportaciones y ecos autobiográficos". Tenemos muchas cosas en común, él es psiquiatra y psicoterapeuta de orientación psicoanalítica, yo soy psicólogo de orientación psicoanalítica pero ante todo humanista y posicodinámica. Es un esquema de referencia teórico, para mí, el más profundo, pero no el mejor ni el único.
Bien, ambos somos psicoterapeutas, ambos adoramos nuestro trabajo, nos gusta mucho leer y escribimos. Somos clínicos, investigadores de la mente, del alma, de los componentes psicodinámicos, sociológicos, etc. En definitiva, nos interesa el ser humano en toda su complejidad y variedad.
Castilla del Pino fue un hombre que nos interconecta a Miguel, Javier y yo, entre otros. Miguel, el autor del libro, Javier, mi compañero en Cesareo Alierta, donde coinciden los psiquiatras, y yo, en Jose María Lacarra, antes General Sueiro, cerca pero sin confundirme. Bien, ambos adoramos a Castilla del Pino y Javier Lacruz, autor del Vocabulario Esencial de Donald Winnicott y columinsta del Heraldo de Aragón en el suplemento de arte estudió con Castilla del Pino, en su atalaya inexpugnable, Córdoba. Aunque Castilla nació en San Roque, un pueblo hermoso de Cádiz.
Tras una exposición, para asomarse a su obra voy a compartir la Introducción. porque me ha parecido muy interesante, bien escrita y con la característica erudición del autor del libro. De ese modo podréis ver cuál es el espíritu del libro y de su alma (el autor de este), y yo al releerlo y escribirlo se fijarán ideas. Rodrigo Córdoba Sanz.

 
CASTILLA DEL PINO

Miguel Ferrández Payo, médico psiquiatra, ejerce como Jefe Clí­nico en el Centro Neuropsiquiá­trico Nuestra Señora del Carmen, de Zaragoza (HH. Hospitalarias) y en su propia consulta. Su orien­tación es la psiquiatría dinámica y la psicoterapia psicoanalítica, y su campo de interés preferencial, la aplicación del psicoanálisis a la psiquiatría (especialmente a la depresión melancólica unipolar/ bipolar), así como la historia de la relación entre ambos.
Además de la presente obra, es autor del libro, de inminente pu­blicación, De Abraham a Klein: a un siglo de las primeras aporta­ciones psicoanalíticas a la psico­dinámica de la depresión melan­cólica (1911-1945).

La depresión en castilla del Pino

Aportaciones y ecos autobiográficos

Autor/es:
Miguel Ferrández Payo
Colección Autor
Materias

De Abraham a Klein

A un siglo de las primeras contribuciones psicoanalíticas de la depresión melancólica

Autor/es:
Miguel Ferrández Payo

En el Comite Secreto, a través de su correspondencia completa

Autor/es:
Miguel Ferrández Payo
Colección Autor
 
PRÓLOGO
Miguel Ferrández Payo
 
Recientemente dsde la presidencia de la Sociedad Española de Psiquiatría, Sáiz (2008) se pronunciaba con claridad acerca del momento actual de la especialidad en relación a las dos tendencias imperantes a lo largo de su historia. La que apellidaba comunitaria, caracterizada por otorgar el predominio causal del origen de los trastornos mentales a los factores psicodinámicos y sociales, y la organicista, que como su nombre indica, lo hace con las alteraciones físicas de los órganos afectados. Respecto a la primera aseguraba que "sigue en expansión" y en cuanto a la segunda, autodenominada psiquiatría biológica y liderada por la neuroquímica, la genética y la neuroimagen, sostenía que avanza "inexorablemente". Y ello a pesar de que, limitada a la depuración de los psicofármacos preexistentes, sus "desbordantes" expectativas no hayan arrojado los "frutos esperados" en forma de nuevas moléculas revolucionarias, y represente un desplazamiento hacia posiciones "cada vez más radicales" por sustentarse en trastornos de "clara" base psicosocial.
 
Pero al describir las "peligrosas sombras" que acechan a la Psiquiatría señalaba que la "más grave" es el diagnóstico "rápido", a partir de unas clasificaciones de consenso "no" consistentes, basadas en criterios de "escasa validez" procedentes de una psicopatología descriptiva "apenas" enriquecida. Si al parecer no existe evidencia de que dichas clasificaciones, que disgustan a todos, se basen en enfermedades válidas ni que hayan mejorado la fiabilidad para la práctica clínica diaria parece ser que han mostrado utilidad para el diagnóstico en la investigación y que no han supuesto un esfuerzo infructuoso.
 
Está claro que, como decía Sáiz, "debemos huir de optimismos injustificados" y mostrarnos "humildes con nuestro avance" ya que la investigación únicamente ha podido reportar en referencia a las enfermedades mentales "vagas" conclusiones (afectación cerebral en la esquizofrenia, la afectación serotoninérgica en las depresiones, la implicación genética de los trastornos obsesivos) "sin avances sustanciales ni resultados concluyentes". A pesar de ello desde la rentable vía de la divulgación se ha pretendido despedir alegremente a un conocido trastorno de origen inmemorial como es la depresión, dándolo por fácilmente curable.
 
Si consiguientemente la psicoterapia ha vuelto a adquirir un merecido reconocimiento, en los últimos años el psiquiatra ha sido desprovisto por los medios sanitarios y la opinión pública del principal pilar de su práctica, la psicología médica, en favor de una psicología no médica. Probablemente en función de una presunta mayor accesibilidad, basada en la negación temerosa y prejuiciosa de la psicopatogenia, y de criterios economicistas, el psiquiatra parece estar siendo relegado al papel comparsa de un mero diagnosticador y psicofarmacólogo presto a hacerse cargo de la gravedad. Cabe al menos felicitarse de que desde hace unos años haya quedado claro que, frente a la enfermedad mental, se hace necesario echar mano de todos los recursos disponibles, biológicos, psicodinámicos y sociales (Zarifian, 1998).
 
Para Castilla del Pino, el fallecido psiquiatra andaluz, "todo" lo que de positivo se ha logrado en el campo de la psiquiatría, a partir del modelo médico usual con respecto a los últimos cien años, ha sido a través de la aplicación de métodos procedentes de otros ámbitos del saber. Ora de la bioquímica, el metabolismo, la neuropatología y la neurofisiología, ora de la psicología dinámica, la psicosociología, la sociología y la antropología cultural.
 
Su postura crítica supuso desde mediados los años 60 un auténtico revulsivo para la psiquiatría española. Para él la organicidad de un trastorno psíquico "en manera alguna" excluye la comprensión de la situación del paciente. Interpretar "no siempre" significa postular un determinado orden de causación por lo que, sostenía, que es factible hacerlo incluso con la regresión psíquica de una enfermedad cerebral que responda a un germen. Por tanto la interpretación psicodinámica de las psicosis afectivas "no implica necesariamente una hipótesis psicógena". Veía además lícito el prescindir del mecanismo neurofisiológico subyacente en el estudio del "por qué" determinado mensaje de un paciente a un psicoterapeuta activa en el receptor una determinada emoción y viceversa.
 
Sobrepasada la cresta de la fulgurante ola neurobiológica, Castilla del Pino alcanzó a preguntarse en función de qué razón se pretendía acabar con la psicopatología que hubiese llegado a la detección de las áreas cerebrales intervinientes en "esa forma de actividad mental que se llama delirar o alucinar".
 
Si el concepto de "endógeno" según uno de los padres de la psiquiatría moderna, el suizo Eugen Bleuler (1920), deriva de la creencia de que el alma puede enfermar "a partir de sí mismo" e "independientemente" del cuerpo; y de la experiencia del mundo circunstancial, consideró que debería reafirmarse que el progresivo acercamiento actual al sustrato orgánico (neuroquímico-endocrino metabólico) de la melancolía no interfiere para nada con su psicopatología y adherirse a la proclama de Tellenbach (1974) de que una psicosis endógena no se transformará en una somatosis "ni aunque" se descubra el correlato somático de los trastornos psíquicos.
 
Miguel Ferrández Payo: "La Depresión en Castilla del Pino. Aportaciones y ecos autobiográficos".CULTIVALIBROS. Julio 2012, Madrid.
 
 
Decir que yo no soy psiquiatra, me inspira la antipsiquiatría, esto es, una corriente vinculada al respeto y a la eticidad en la atención a la persona que sufre de la psique, la mente, el alma, el corazón cerebral o lo que vaya con su léxico. Bien, ser antipsiquiatra tiene una clara definición por uno de sus máximos exponentes, el Dr. Ronald Laing. En una entrevista a El País, publicada en 1980, le dijeron que López Ibor (quien arrebató a Castilla del Pino la Cátedra en Madrid porque Castilla era "el psiquiatra rojo") había dicho que censuraba lo que representaba Laing. Él respondió, "me alegro de que una persona como el doctor Ibor no esté de acuerdo conmigo porque eso indica que su forma de trabajar no tiene nada que ver con la mía". Con respecto a la "etiqueta" Antipsiquiatra dijo: "los antipsiquiatras son aquellos que drogan, dan electroshocks, encierran y ponen camisas de fuerza químicas". Amén. Rodrigo Córdoba Sanz.
 
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