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Paz y Ciencia

jueves, 27 de septiembre de 2012

Prejuicios y Estereotipos: Marginación


LO HICE PORQUE SABÍA QUE NO ERA IMPOSIBLE
Con esta frase muchas personas afrontan un mundo que puede presumirse a priori hostil: inmigrantes, homosexuales, los llamados enfermos mentales... Les agrupamos en grupos e incluso rotulan a estas personas como forma de dominación, poder y exclusión.


El prejuicio es objeto por parte de muchas ciencias sociales. En la Psicología social se concibe como un fenómeno intergrupal, que se caracteriza por una orientación negativa (actitud) hacia el objeto de prejuicio y es básicamente injusto, sesgado e incurre en generalizaciones excesivas.
Los sesgos cognitivos asociados al prejuicio se originan, fundamentalmente, en los procesos de categorización y estereotipia. Aunque las personas individuales pueden ser víctimas del prejuicio, siempre lo son en razón de su pertenencia a un grupo determinado. El simple hecho de categorizar a alguien como miembro de exogrupo produce sesgo intergrupal. El papel de la estereotipia en este proceso consiste en dotarle de contenido.

Muchas personas son discriminadas por motivos de raza, sexo, orientación sexual, discapacidad o por padecer enfermedades como el SIDA o trastornos mentales. Para que se produzca la discriminación, por tanto, es necesario ver a la persona discriminada como formando parte de un grupo o colectivo por el que se siente rechazo o desagrado.

La base de la discriminación suele encontrarse casi siempre en los estereotipos, que son creencias, ideas y sentimientos negativos o positivos hacia ciertas personas pertenecientes a un grupo determinado. Cuando se realiza una valoración negativa de un grupo en base al estereotipo, el resultado es el prejuicio. Cuando los prejuicios llevan a una persona a actuar de un modo determinado respecto al grupo o individuo prejuzgado, el resultado es la discriminación (por ejemplo, impedir que alguien de raza negra o gitana entre en un determinado local).
¿Cuál es el proceso que lleva a una persona a despreciar o maltratar a otras por ser diferentes
1. Categorización. Todos los seres humanos tendemos a categorizar el mundo que nos rodea para poder manejarlo y entenderlo mejor. Por ejemplo, si entramos en un centro comercial y necesitamos información sobre un producto, buscamos una persona que encaje dentro de la categoría de dependiente y la encontramos fácilmente consiguiendo así, de forma rápida, aquello que deseábamos.

El problema es que la clasificación social hace que se exageren las diferencias entre grupos y que los veamos como muy homogéneos, de manera que todos sus miembros nos parecen iguales. Por ejemplo, ¿qué imagen viene a tu mente cuando piensas en un contable, un abogado o un albañil?

2. Estereotipos. Esta tendencia a establecer categorías y a agrupar a las personas dentro de ellas es lo que da lugar a los estereotipos, que van más allá de la mera categorización e incluyen rasgos de personalidad, emociones, aficiones, gustos, etc. que se cree que comparten los miembros de un grupo. Así, alguien puede pensar que un contable es aburrido y que no le gustará ir de escalada.

La información que contienen los estereotipos es la siguiente:

1. Información acertada pero exagerada. Por ejemplo, los hombres son, efectivamente, más agresivos que las mujeres, pero estas diferencias son bastante pequeñas, aunque tiendan a verse como mayores y sólo se dan en la agresividad física, no habiendo diferencia en la verbal.

2. Información errónea. Los estereotipos sobre homosexuales, por ejemplo, definen a los hombres como afeminados y a las mujeres como masculinas y consideran que los gays se sienten más atraídos por niños. La realidad es que hombres afeminados y mujeres masculinas se dan por igual tanto entre homosexuales como entre heterosexuales y que el acoso de homosexuales a niños es menos frecuente que entre heterosexuales.
 
¿Cómo se forman los estereotipos?
1. Experiencia personal. ¿Cómo puede la propia experiencia llevar a desarrollar creencias erróneas?
a) Correlación ilusoria
Este verano caminaba por una calle céntrica cuando me encontré con una mujer de unos sesenta años. Llevaba un vestido estampado, de colores llamativos y con muchos volantes, un sombrero de flores, un paraguas multicolor abierto bajo un sol radiante y un puro humeando en la comisura de sus labios. Si la recuerdo a ella, entre toda la gente que se movía por las calles esa mañana, es debido a que lo inusual, inesperado o sobresaliente llama nuestra atención de forma especial. Supongamos ahora que sabemos que esa mujer procede de un lugar lejano llamado Z (o Zetania) y que es la única persona que conocemos procedente de ese lugar. Entonces nos llamará la atención por dos motivos: su aspecto inusual y su lugar de origen. Cuando dos características distintivas se dan juntas, tienden a asociarse, de modo que tendremos tendencia a percibir a los habitantes de "Zetania" como algo extravagantes. Del mismo modo, si observamos algunos inmigrantes de raza negra cometer actos delictivos, prestaremos más atención a esta información y podremos concluir que la delincuencia es mayor entre los inmigrantes negros. Mientras que prestaremos menos atención a otra información que contradiga esta idea pero que no sea tan llamativa como un hecho delictivo.
b) Los roles sociales
La mayoría de la gente se forma una impresión de los demás al observar su comportamiento y su ocupación. A veces esa ocupación está asignada por la sociedad. Por ejemplo, en la Edad Media, los judíos apenas podían dedicarse a otra cosa que no fuese la manipulación del dinero. Esto hizo que fuesen vistos como personas cuyas características de personalidad eran ideales para esta tarea.

Igualmente, durante mucho tiempo, la sociedad ha empujado a las mujeres al cuidado de otras personas o del hogar o a posiciones subordinadas. Esto hizo que fuesen percibidas como maternales, sensibles a las necesidades y sumisas, cualidades requeridas por el rol de ama de casa o subordinada. Así , si muchas mujeres actúan según el rol tradicional de madre sin trabajo remunerado, serán vistas según la imagen tradicional (sensibilidad, calidez, suavidad, sumisión). Esta visión podría perjudicar a una ejecutiva que trata de abrirse camino en una empresa competitiva, creándole ansiedad o conflicto ante la idea de la maternidad, pues incluso ella misma podría empezar a verse de un modo que no encaja con su identidad de ejecutiva.

c) El miedo a lo desconocido

Cuando las personas salen de su grupo, entran en una zona desconocida formada por grupos que desconocen. Esto puede hacer que sientan incertidumbre, preocupación e incluso desagrado. No saber qué hacer, qué decir o cómo reaccionará la otra persona a menudo genera torpeza y frustración. A su vez, estas emociones pueden influir en la formación de estereotipos. De hecho, muchas veces el estereotipo refleja la emoción que siente el grupo prejuicioso. Por ejemplo, quien siente repulsión puede ver al grupo como desagradable; quien siente miedo puede verlo como hostil. Así, si una persona siente varias veces miedo, disgusto u odio en varios encuentros con miembros de un grupo, verá a todos sus miembros como desagradables, detestables y amenazadores.

Si además dos grupos se amenazan mutuamente, compiten por los mismos recursos o consideran que el otro grupo viola sus valores, las emociones negativas serán mucho más intensas, pudiendo llegar a un odio extremo.
2. Aprendizaje

Muchas veces, los estereotipos se aprenden sin ningún contacto con miembros del grupo estereotipado. En un estudio realizado en Estados Unidos se vio que a los cinco años la mayoría de los niños ya tienen actitudes racistas que han aprendido de sus padres, profesores, compañeros, medios de comunicación, etc. No es necesario que los padres enseñen a odiar de forma directa; a menudo basta con comentarios peyorativos o bromas desagradables sobre un determinado colectivo que provocan risas de complicidad y aprobación, como los chistes sobre negros o homosexuales.
 
¿Cuál es la función de los estereotipos? ¿Por qué se mantienen?
1. Aumentar la autoestima. Una de sus funciones es hacer que las personas se sientan bien al compararse con un grupo al que consideran inferior o menos competente. Tendemos a pensar que nuestro grupo es único y sobreestimamos sus cualidades positivas (somos los más inteligentes, los más limpios, los más honestos, etc.), mientras que las características negativas las compartimos con los demás y las vemos como algo que todo el mundo tiene o hace (si robamos y pensamos que todo el mundo roba, nos parece que somos menos ladrones).

2. La discriminación puede beneficiar al grupo que discrimina. Por ejemplo, impedir a las mujeres el acceso a un trabajo remunerado deja libres para los hombres más puestos de trabajo y les da el poder de ser quienes ganan el dinero.

3. Prestamos más atención a aquello que corrobora nuestros puntos de vista. Cuanto más intensamente mantengamos un estereotipo, más tendremos a fijarnos y a recordar la información que lo apoya, la cual, a su vez, los hace más fuertes. Por ejemplo, la persona que piensa que los gays son afeminados, tenderá a fijarse sólo en aquellos cuyo aspecto avale su teoría mientras que no prestará atención al resto.

4. Desechamos o racionalizamos la información que es contradictoria con nuestros puntos de vista. Las personas que piensan que los musulmanes son agresivos considerarán que los atentados perpetrados por musulmanes corroboran su punto de vista. Si ven a musulmanes que no se muestran agresivos, los considerarán excepciones o los categorizarán dentro de un subgrupo aparte no agresivo (por ejemplo, empresarios musulmanes), o bien pensarán que están fingiendo y no se están mostrando como realmente son. De este modo pueden mantener sus prejuicios incluso ante la evidencia que los contradiga.

5. La hipótesis del mundo justo: cada uno tiene lo que se merece. Mucha gente piensa que si un país está sumido en la pobreza es porque sus habitantes son unos vagos indolentes. Este tipo de pensamiento permite que persista la discriminación institucionalizada. Por ejemplo, podría tolerarse el maltrato policial a los inmigrantes si se piensa: "si la policía los trata así será porque son unos delincuentes agresivos que se lo merecen". La persona que cree esto puede quedarse tranquila sintiendo que vive en un mundo justo donde las malas personas obtienen cosas malas y las buenas personas obtienen cosas buenas.

6. La profecía autorrealizada. La gente no sólo selecciona la conducta que está de acuerdo con el estereotipo, sino que también puede provocarla. El profesor de autoescuela que piensa que las mujeres son malas conductoras podría comportarse con ellas de un modo que mermara su rendimiento. Por ejemplo, ante un fallo, podría hacer un gesto de desaprobación si se trata de una mujer (o decirle "tú tendrás problemas conduciendo") pero restarle importancia si se trata de un hombre.

Cuando regalamos una muñeca a una niña y un coche de bomberos a un niño, estaremos provocando en ellos respuestas que estén de acuerdo con el estereotipo y luego podremos pensar fácilmente que las niñas prefieren las muñecas y los niños los coches.
 
 
 

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