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Paz y Ciencia

domingo, 9 de septiembre de 2012

Un delirio en un beso



Dame un beso, no razones

Había una vez, en un país muy lejano, pero muy presente, una personita. Esa personita tiene que tener un nombre en cuento de hadas, llamémosle Morfeo.
Morfeo, un día, podía ser cualquier día que recordara, cuando echaba la vista atrás, desde un islote, con puentes colgantes, veía 1, 2, 3 imágenes, llamémoslas, para entendernos, escenas. Recordaba correr por una casita en Galicia con su perrito pequeño, no recordaba su edad, ni el nombre del animal, y, no estaba seguro del propio. Lo que recuerda es que se cayó jugando con el perrito y se hizo pupita en el codo.
Luego, no sabe cómo ni por qué, el perrito desapareció... pero Morfeo soñaba con él, seguía jugando, aunque en ese momento no sentía sus suaves pelitos y cuando le daba lametazos en la orejita... Qué bonitos son los perritos.
También recordaba otra imagen, en un pueblecito de Cataluña estaba en el coelgio, y no hablaba ese idioma. Él no entendía nada, recordaba sin embargo que la profesora, la maestra, muy cariñosa, se acercaba a Morfeo y le tendía la mano, le prestaba su ayuda. Los niñitos, o así lo recuerda él, hablaban otro idioma, no sabía cuál. Parecía que casi toda la gente, también al salir del cole, hablaba el mismo idioma, un lenguaje que él no entendía, no era muy disitinto del que él sabía hablar, tampoco recordaba entenderse bien con esas otras personitas que podían decir palabras que él entendía. El sueño entero no lo entendía.
A Morfeo le gustaba quedarse en la cama soñando con ser uno de esos superhéroes con los que jugaba, quizá no fuesen superhéroes, o sí, pero lo importante es que esos juegos y la lectura le ayudaba a estar en eso que llamaban Cataluña, que debía ser donde estaba él. La verdad es que no lo tenía muy claro, no comprendía nada.
Su abuelito, le explicaba que cuando él era más niño, un día en un pueblecito de Aragón era pequeñito pequeñito, era invierno y el pueblo debía de estar muy alto. Le contaban que su abuelita y él vomitaban por esa carretera serpenteante, tal vez tortuosa. Eso de vomitar no lo comprendía, solo sabía que sentía el estómago revuelto y asomarse por la ventana de un coche que cuando se arrancaba subía como un coche fantástico.
En ese pueblecito, en lass montañas, con un patio de juegos nevado y lleno de compañeritos que él no podía ver, pero su abuelo se lo explicaba muchas veces, empezó a correr, la capucha no le dejaba ver, así que, por lo visto, debió de hacer pupita a unos cuantos lugareños jovencitos.
Retazos, o pieles sueltas, o deshilachados recuerdos que no conseguían construir una suave moelodía de lo que había sucedido cuando Morfeo era más pequeño.
Pasaron los años, huyendo siempre, corriendo, corría mucho, alguien le explicó algo muy raro sobre los que corrían mucho y eso le picaba la curiosidad. A veces, había cositas, pequeñas grandes cositas, que despertaban su curiosidad. No sabía muy bien, porque no había crecido mucho cuando me contó esto, pero no entendía nada de nada. Eran fragmentos sin unión, lo que tenía claro es que le gustaban los macarrones, correr y jugar con la pelota, había que meterla entre tres palos agarrados al suelo, ¿o los palos sujetaban el suelo?
Al parecer luego llegó a una zona de Aragón, eso sí lo recordaba bien cuando me lo contaba. Esos chiquitos hablaban el mismo idioma, la capucha no le tapaba los ojos y podía verlos. Hacían cosas que no entendía. Él estaba en el tiempo del comedor, tratando de curar las hojas que se asomaban por entre los barrotes de ese lugar donde tenía que estar sentado oyendo a señoritas y profesores. No sabía por qué les llamaban así, llegó a comprender que si se levantaba le decían que se fuera al pasillo. Recorría las escaleras arriba y abajo, buscando algo. En un continuo y palpitante correr, entraba al baño, donde hacía pipí y así hasta que sonaba una sirena muy fuerte, casi, casi, le dolían los oídos.
Sus amiguitos, era así como se les llamaba, debían de ser algo parecido a los de Cataluña, porque tampoco les entendía, no conseguía entender por qué hacían lo que hacían, me llegó a decir que más adelante se planteó que igual era el de Cataluña, y seguía jugando entre sueños a superhéroes mientras los otros niños hacían otras cosas. Me pareció extraño y resultaba inquieto, confuso y aturdido cuando dijo eso...
Morfeo se movía mucho, y debía de ser malo, al menos eso es lo que pensó él. Mientras sanaba las hojas y jugaba a la pelota no pasaba nada malo. Al parecer era cuando estaba con otros niños y con los señores grandes que estaban en la misma casa. A uno se le llamaba "papá" y al otro "mamá".
El papá parecía siempre enfadado y la mamá nerviosa.
Morfeo seguía leyendo todo lo que caía en sus manos y jugando. Su papá estaba muy descontento y le pegaba, a veces muy fuerte, cuanto más grande se hacía, aunque Morfeo siempre fue pequeño, más le dolían los golpes, ubicados en muchas zonas del cuerpo. Recuerda que tenía un aparato donde metá unas cositas que luego, fíjense qué complicado, se ponía unas cosas en los oídos y con una pulsación sonaba la música, a él le gustaba una canción mucho, no se acordaba cuál, cuando me lo contó. Al parecer, no estaba muy bien visto darle para atrás y para delante a ese aparato musical.
No recuerdo mucho más, pero transcurrió su vida así, sin demasiados cambios, se hizo fuerte y grande, creció un poco, le ponián en el marco de la puerta y ponían una raya encima de su cabeza cada cierto tiempo. Recordaba poco más, siguió estudiando, haciendo lo que le decían que tenía que hacer, siguió, siguió y siguió. Golpes y extrañeza. Eso fue lo último que me dijo antes de que dejara de hablar.
Estuvo con muchas chicas pero conoció de verdad a una y esa chica, que debía ser mayor que él, le debió de conocer bastante... Morfeo no se sabía explicar muy bien, y lo que pasaba por dentro no lo entendía, así que era difícil enterderse con él. Eso no se lo podía decir porque se sentía muy mal, esa chica le tendió una mano, y la otra. Le empujó a vivir, esta parte me la imagino yo, lo último que recuerdo cuando Morfeo moría fue que me dijo: "lo demás lo contaréis vosotros".

Autor: Rodrigo Córdoba Sanz.
Psicólogo y Psicoterapeuta. Escritor eventual y Blogger intenso.

Un delirio en un beso




http://youtu.be/G--5KynyJSg Mario Benedetti
http://youtu.be/bA3zDROhaT4 Warcry -El más triste Adiós-
http://youtu.be/4H104u9CIRc   Warcry -El amor de una Madre-
http://youtu.be/qQ1dhlBCSNk  Aventura -Amor de Madre-

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