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Paz y Ciencia

martes, 3 de abril de 2012

El componente mental en el estrés

El estrés, en principio, es una reacción que muestra todos los mamíferos. Sin embargo, los humanos tenemos una cualidad que nos disntigue y que está relacionada con la autoconciencia y la capacidad de pensar. Esta particularidad afecta significativamente al estrés, sobre todo en la vida moderna. Veamos por qué.
Si el perseguido por el oso fuera un cachorro de lobo; habría actuado de la misma manera y luego su vida volvería a la normalidad. Pero un humano puede quedar tan impactado por la experiencia que tenga pesadillas, que siempre que no quiera volver a salir de la cueva ni quiera volver a comer bayas o que a partir de aquí desee dedicar su vida a exterminar el oso. Esto es estrés postraumático, que se describió en los soldados que volvían de la guerra de Vietnam y suponían un desafío para los servicios de salud del ejército. Este tipo de estrés tiene un gran impacto en la vida de las personas y dura meses o incluso años después del acontecimiento, debido a que la mente mantiene vivo el peligro.
Como los osos cavernarios se extinguieron y nuestra civilización casi ha domado la naturaleza, los desafíos a los que nos enfrentamos en el mundo occidental que vivimos no suponen luchar o huir para sobrevivir. No obstante, el estrés es omnipresente. ¿Cómo puede ser esto? Porque el mecanismo de emergencias se activa igualmente con las amenazas modernas, que se denominan demandas de tipo psicosocial. Cuando las demandas de una situación aparentan ser mayores que las capacidades de una persona, aparece el estrés. Estas situaciones son, por ejemplo: un despido y entrar en el paro, una ruptura matrimonial, una pérdida financiera, un ascenso a un puesto donde uno no está cómodo, miedo a un ataque terrorista, acoso en el trabajo, rabia ante las injusticias, presión por cumplir los objetivos, etcétera.
En estos ejemplos la mente recibe la amenaza como si fuera un peligro físico real, igual que el oso que corre hacia alguien. Entonces el cuerpo, a falta de mejor respuesta, activa el mecanismo de emergencias de luchar o huir, que tan bien nos ha funcionado durante miles de años. El resultado ya se lo imaginan: no hay adónde huir ni contra quien luchar. Además, como los peligros mentales son mucho más persistentes, los sistemas del organismo sufren el desgaste y empiezan a pasar factura. Problemas de sueño, tensión muscular, dolores de espalda y de cabeza, úlceras y problemas gastrointestinales, problemas cardiovasculares como tensión alta, impotencia...
Otra implicación de esta reacción mente-cuerpo es que cuando se vuelve crónica, a fuerza de reptirla una y otra vez, se facilita la aparición de problemas de salud mental. Hemos visto que el estrés se desencadena mediante dos emociones: rabia o miedo; sin embargo, cuando pasa el tiempo y la causa del estrés no se resuelve, surge la tristeza. Al miedo crónico lo podemos llamar ansiedad, fobia e incluso puede llegar al ataque de pánico o crisis de ansiedad. La tristeza que nunca nos deja puede dar paso a la depresión, uno de los mayores problemas de salud pública
de nuestra . Además de estos dos, la rabia permanente da lugar a la agresividad y la violencia.
Consecuencias del estrés no resuelto:
- Rabia Crónica: Agresividad, Violencia, Pánico
- Miedo Crónico: Ansiedad, Fobia
Esto deriva en Tristeza crónica y, posteriormente, por desgaste, en depresión.

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