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Paz y Ciencia

lunes, 31 de octubre de 2016

La difusa frontera de los pacientes limítrofes



Una de las mayores  dificultades en el tratamiento del paciente borderline radica en la naturaleza misma de su representación de la frontera-piel. Tienden a experimentar los límites como elásticos que en lugar de ser flexibles e incluso firmes, están mal definidos y son fácilmente vulnerables.

Preservan mal los contenidos internos y dejan camino libre a las miradas del exterior. Esta frontera, cuando actúa normalmente, permite confrontar los órganos sensoriales con el exterior pero además tiene otra cara interna, a la que Freud llamó el Ello, que funciona a través del proceso primario; Bion lo designa como función alfa. El paciente limítrofe adolece de falta de confianza en su frontera-piel frente a los objetos externos y de un defectuosa frontera interna - función alfa - que confronte y elabore los objetos psíquicos que provienen de la realidad interna.

La noción de frontera defectuosa fue estudiada por Bick (1968) y Meltzer (1975) mediante el concepto de identificación adhesiva. Esta hipótesis proviene de la observación de los niños autistas que no parecen poseer un sentido preciso de la piel, en su lugar se adherían a la superficie del cuerpo materno en un intento extremo de adquirir sensaciones de contacto y, con ellas, de una definición de piel. No está claro si esta conducta es innata o adquirida.
Este comportamiento viene asociado con un sentido pobre de las fronteras yoicas. Como consecuencia, tienen dificultades en separar lo externo de lo interno; confunden sus propias insuficiencias con las demandas del objeto, el impulso de separarse es escaso y poca la habilidad para jerarquizar sus necesidades. Para controlar este caos, los sujetos limítrofes buscan limitar sus actividades a un espacio que consideren seguro; cualquier cambio, aunque sea beneficioso, es percibido como amenazador.

Green (1977) hace también mención de la "frontera límite del borderline" en ella se establecen demarcaciones difusas, no definitivas, en el mismo sentido en que después lo hará Grotstein. Este último considera primaria la citada condición y sólo una consecuencia de ella la escisión que estos pacientes presentan.

Para Kernberg (1975) el sentido pobre de las fronteras yoicas resulta esencial. La escisión de afectos polares es un intento que el borderline realiza para evitar estados confusionales y conseguir así diferencias definitivas entre objetos buenos y malos.

El paciente borderline nunca evolucionó más allá de la fase sensoriomotriz, carece de una distinción válida entre el funcionamiento psíquico y corporal - fenómeno que sucede en la separación-individuación-. De ello puede provenir su tendencia a entablar en la etapa adulta relaciones sensuales y sexuales intensas aunque de breve duración. Su comportamiento está dictado a menudo por sentimientos cíclicos de claustrofobia-agorafobia, que les lleva a un espacio de libertad muy limitado.
En esa época el niño debe ser capaz de tolerar la ausencia materna; primero instituirá un espacio transicional para lograr más tarde una auténtica separación, cuando la representación simbólica del objeto sustituya a la presencia física del objeto. A partir de ahí nace la constancia objetal y el juego se descrimina de la realidad externa. Los borderline no alcanzan la complejidad estructural suficiente para controlar estas habilidades [...]

Ser borderline consiste en una alucinación negativa de la experiencia y también de la capacidad de experimentarla. La alucinación negativa (Green, 1977) no es un fenómeno patológico, ni una ausencia de representación, como lo sugiere la falta de imagen en el espejo -dirá Green- es la representación de la ausencia de representación. La alucinación negativa sirve de concepto teórico que se constituye en la precondición de toda la teoría de la representación. En la psicosis y también en el borderline, ésta no es referida la realización del deseo sino a los pensamientos del deseo mismo.

En última instancia, la experiencia profunda de ser borderline se resume en estar escindido, sentirse discontinuo, fragmentado, humillado y nunca a salvo del peligro de un temor sin nombre, porque ha sufrido el destino que rige la alucinación negativa.

Nicolás Caparróa: "Ser Psicótico. Las Psicosis". Biblioteca Nueva


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