[...] La historia de la psiquiatría alimenta muchas tentaciones, sobre todo la de tergiversar los hechos y retorcer los dichos hasta conseguir que diga lo que a uno le conviene. Quizás sea porque hablar de muertos y manejar legajos se presta a la manipulación, como si los muertos ya no tuvieran voz y el paso del tiempo difuminara la letra de los documentos. Pero la historia debe respeto al pasado y está sujeta a un método cabal que acote los hechos, ilumine los contextos y ajuste las interpretaciones. Aunque esto sea obvio, al poco de ponerse en marcha, algunos historiadores comienzan a deshonrar su cometido. Pocas disciplinas se prestan a usos tan variados como la historia. Incluso, movidos por la mala fe, se le podría convocar y darle lustre para, en ese mismo acto, eclipsarla e inutilizarla. Bastarían unas cuantas piruetas retóricas y media docena de citas sacadas de contexto para acomodar los sucesos pasados a las conveniencias personales. De esta guisa se escriben muchas historias de la psiquiatría, historias que nacen muertas o con los días contados, carentes de la luz que se espera de ellas.
Los libros de historia de la psiquiatría y de la psico(pato)logía que merecen la pena suelen poseer cuatro buenas cualidades. En primer lugar, aunque se ocupen del pasado, dicen algo relevante del pasado y lo vuelven más comprensible. En segundo lugar, mediante la perspectiva que aportan, contribuyen a iluminar los embrollos, a menudo repeticiones de otros anteriores, que hoy nos traen de cabeza. En tercer lugar, estos libros contienen una enseñanza viva y útil para la clínica diaria, puesto que nuestro saber se ha gestado -como el delirio- a borbotones, y esos momentos fecundos se deben a la inspiración de autores clásicos que se plantearon problemas muy similares a los nuestros. Por último, algunos de esos libros, muy pocos en la realidad, resisten al paso del tiempo sin perder el brío inicial. El tiempo dirá si Otra historia para la otra psiquiatría es de lo que envejecerá con elegancia y autoridad, porque los otros tres valores ya sabemos que los tienen [...].