La guerra parece formar parte de la historia de la humanidad. Si miramos la situación de nuestro planeta en el pasado, los países, las regiones e incluso los pueblos eran económicamente independientes. En esas circunstancias, la destrucción del enemigo suponía una victoria para el vencedor. Existía una razón para la violencia y para la guerra. Sin embargo, hoy somos tan interdependientes unos de otros que el concepto de guerra ha quedado desfasado. Cuando nos enfrentamos a problemas o desacuerdos es preciso que lleguemos a la solución mediante el diálogo.
Dalai Lama: "El arte de la compasión".
Trastocamiento de lo natural circundante, surgimiento de la cultura, el contexto humano por excelencia, artificial, de ahí que podamos vivir en cualquier lugar, nos extendemos como plagas, somos al mismo tiempo desplazamiento y destrucción, metáforas vivientes con la ilusión de prescindir, si quiera un momento, de lo que la madre naturaleza otorgue.
El llamado desarrollo humano lleva la marca de la negación de lo natural. Lo imposible de vencer: no pedir nacer y no poder hacer nada para no morir, aún no está resuelto. Venceremos un día a la muerte?
La historia es el recuento de las transgresiones y los cambios que ésta ha introducido. Transgresión primera y original hacia Dios y sus mandatos; transgresión segunda hacia el otro y lo otro, el semejante, el asesinato, el robo, el adulterio, el incesto; no matarás, no robarás, no fornicarás, no mencionarás el sagrado nombre de Dios en vano…surgimiento de las primeras disposiciones, lo sagrado, adorado y temido, el horizonte de lo posible y lo imposible, al tiempo que el castigo, la marca, la deshonra, la culpa, el sacrificio, el reparo, la expiación.
Qué serían de las leyes sin aquellos que las transgreden? O mejor decir ¿Qué sería de las transgresiones sin ley o de la ley sin las transgresiones?
Y en este caso particular, que hoy nos convoca: los jóvenes transgresores y desafiantes en la sociedad de consumo. ¿Qué leyes transgreden hoy los jóvenes? ¿Cuál es su marca, su sentido? ¿Podrían tomarse dichas transgresiones al nivel de un desafío, de una petición? Y si fuera así, o de cualquier otra manera, guardan dichas transgresiones vínculos con la sociedad llamada de consumo?
Sin andarnos con tantos rodeos, planteamos de entrada que las transgresiones y desafíos deben tomarse al nivel de una demanda, una petición, pero… petición de qué? De construirse como sujetos, teniendo un referente en el reconocimiento de algo más grande que ellos mismos, la ley, que les permita responder a la pregunta ¿quién soy? a partir del rodeo por otros interrogantes como ¿Quién soy para ti? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido? ¿Cuál es mi castigo?
El motor del mercado es el consumo, su principio y fin: colocar no solamente un producto, un artículo, sino un deseo, hacer creer que responde, cuando en verdad gesta, necesidades, que más bien debiéramos decir, necedades.
Una necedad surge de un deseo, un capricho, un antojo, una provocación al nivel del evanescente y fugas deseo. Eso que Freud nombró bajo el nombre de pulsión, del Trieb, del empuje, el brote. Noción límite entre lo somático y lo psíquico.
Por lo tanto no produce sujetos, sino usuarios. Simple y llanamente usuarios “bien portados” que consuman, al tiempo que se consumen como sujetos.
De ahí que una estrategia del mercado sea desarraigar al sujeto, venderle la idea del paraíso global, sin fronteras ni ataduras, bajo la amenaza que quien se oponga será tildado de tradicionalista, anticuado, cuando no globalifóbico. El objetivo es terminar con las tradiciones, lo nacional, la localidad, es decir, con los referentes que antes dieran consistencia al sujeto. Desarraigarlo, es su objetivo. Para entonces, desnudos del ropaje y referentes que nos han constituido (la tradición, la memoria, el lenguaje, la familia, los lazos sociales, el trabajo, etc.) una vez vacíos, llenarlo con cualquier cosa que el mercado ofrezca. Al fin y al cabo, entre que menos piensen , mejor.
Ahora las generaciones, no solamente la llamada en algunos lugares como generación “x”, están marcadas por la indiferencia y ausencia de culpa, por el desgano y el hartazgo, efectos de dichas estrategias de mercado, cuyo objetivo, como se señalaba, consiste en prepararlos para el consumo. Ahora entonces los usuarios se definen por lo que compran, consumen, usan, teniendo la ilusión de poseer algo, construirse una identidad, un cuerpo.
En el año 1993 se presentó una película hollywoodense, El Demoledor, ambientada en el futuro. Los personajes dejan incluso de tener música, como la hemos conocido, la música que escuchan y cantan proviene de anuncios de productos comerciales que buscan capturar al usuario, los llamados jingles.
Así se funden atmósferas de consumo, en donde una arquitectura particular, como lo es el centro comercial, lugar de excelencia para el consumo, es surcado por música ambiental, cuando no anuncios que se remiten a compras. Parce ser una profecía anticipada de muchos jóvenes en diversas ciudades del mundo, van dejando de tener lugar en los espacios públicos,
tales como parques y plazas, para irlos recluyendo al centro comercial, completándose cierta lógica, “afuera, en las calles, me eres problemático, tu inquietud me molesta, estorba, pero adentro, en el centro comercial, es otra cosa, ahí estás inserto en el consumo. Por lo tanto tu inquietud me es necesaria, que bueno que no pienses.”
En dónde se inserta la transgresión? La transgresión ciertamente constituye un problema social, incluso en ocasiones de seguridad, económica y judicial, pero no deja de tener su sentido de reconstituir al sujeto, es decir, ofrecerle una vía para pasar de ser un simple usuario a un sujeto, de la serie a la singularidad. Después de todo los niños y jóvenes son siempre presa fácil del mercado, siendo así los clientes preferidos! Pues son aquellos en constitución.
En ella podemos ver no solo la exaltación por lo sensible, sino incluso la memoria hecha comida, la vida en comidas. La reducción de lo humano a simple órgano que debe ser llenado. No solo una matematización de la vida, vía las evaluaciones y estadísticas, sino también una animalización, la diversidad reducida al universo de lo uno. Donde todo se produce, administra y explota biopolíticamente, mediante lo que se come y lo que se bebe. De ahí que no extrañe que los robos y las adicciones sean “las transgresiones” más comunes entre los jóvenes quienes pretenden acceder a una vida sencilla, fácil, “ellos también desean un mundo de caramelo donde todo sepa mejor.”
Los valores y objetivos propuestos: la vida fácil, simple, sin esfuerzos, ni luchas, solo comprar cosas y gozar con ello, el retorno al simple organismo hecho usuario consumista. Son generaciones extremas, hartas en excesos, tanto de la bastedad como de la carencia con olor a muerte.
Pues la mejor juventud es aquella embrutecida, adormecida, que se conforma con consumir, pero no advierte que también se va consumiendo a sí misma.
Roberto Fontanarrosa, “el negro”, un gran humorista, escritor argentino, decía en una entrevista a Fernando Savater: “Los juniors son patéticos, esos que andan causando problemas a los demás, porque ellos no los tienen” es decir, carentes de carencia.
Quizás la transgresión y sus efectos sean una salida, un vía no sin consecuencias, un retorno a lo humano, una forma singular de construirse nuevamente un cuerpo y un deseo ante la mirada y el dominio de la ley.
ASISTE PSI
* Freud, S. (1915) Pulsión y destino de pulsión. Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu, T.IV,p.105
* Demolition man (EUA,1993)