Zaragoza (Zona Centro).
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Uno de los puntos fuertes de las personas sensibles es su habilidad para ponerse en el lugar del otro. Nicole describe así su experiencia: "Esta capacidad hace que a menudo me sienta extremadamente dichosa y profundamente conectada con las plantas, los animales y los seres humanos. Para mí es una suerte enorme poder experimentar y ser consciente de este hondo sentimiento".
Casi todas las personas altamente sensibles son verdaderas profesionales del arte de escuchar y transmiten a quienes les hablan la sensación de estar siendo escuchados y comprendidos. Entienden el lenguaje de la mirada, pueden intuir lo que no se dice y adivinar el estado de ánimo de la persona con la que están. Son muy delicadas, cariñosas y amables, se muestran prudentes y sensatas con lo que otros les cuentan y tienen una gran capacidad de empatía. La mayoría de personas entrevistadas aseguran que sus habilidades sociales están por encima de la media y que ejercen una gran atracción sobre otras personas, que la gente suele abrirse a ellas y hablarles de los temas que les preocupan. Sólo pierden su ternura y amabilidad en situaciones de mucho estrés.
Lo que Luise Rinser escribe en su biografía es válido prácticamente para todas las personas sensibles: "La gente siempre venía a pedirme consejo". En un pasaje de uno de sus diarios se ve del siguiente modo: "Lo tengo de nacimiento: una tendencia casi obsesiva a identificarme con los otros. Compasión".
Perciben relaciones interpersonales, interpretan adecuadamente la atmósfera reinante, comprenden perfectamente una situación, a las personas sensibles no se les escapa nada.
No es sorprendente que las personas sensibles se sientan atraídas frecuentemente por las profesiones de carácter social.
Antje Sabine Naegeli. Analista Existencial.
Vivir con alta sensibilidad. Entre el talento y la fragilidad. Ed. Herder.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta.
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Si no enfrentas a tu hijo a situaciones frustrantes, ¿cómo quieres que aprenda a manejarlas? Si cada vez que tu hijo protesta, te apresuras a atenderlo, ¿cómo aprende a manejarse a una contingencia negativa? ¿Tenemos que enfrentarlos a situaciones frustrantes? ¡Sí! Rotundo y mayúsculo, ¡pero ojo!, no esperemos que eso ocurra por sí mismo dentro del ambiente escolar, porque eso no ocurrirá.
Los niños con un desarrollo que podríamos denominar normalizado, aprenden a frustrarse en el colegio, aprenden a cooperar con ese sentimiento y lo aprenden porque se les presentan cosas que no conocen y que tardan en dominar. ¿Qué ocurre con los niños con alta capacidad? que no aprenden, porque el colegio no los frustra. Un niño que lee antes de que en su clase enseñen a leer, que escribe antes, que aprende más rápido, no experimentan nunca esa sensación de "no alcanzar", de "no conseguir". El colegio no sólo no les enseña a frustrarse, sino que, con frecuencia, les enseña a reaccionar con desidia y desinterés.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta.
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Se trata de un desajuste entre la edad cronológica y la edad emocional. No es tanto un desajuste consigo mismo, sino con su entorno.
Esta desincronía es especialmente llamativa en edades tempranas, donde las partes del cerebro que controlan los impulsos, o la atención, no se han desarrollado aún plenamente.
La desincronía emocional se manifiesta en conductas como la impulsividad, falta de atención, hábitos nerviosos, o falta de planificación. Conductas que afectan mucho a los niños, tanto en su vida social, como en el colegio y la familia.
Su enorme racionalidad esconde, en ocasiones, una inmadurez emocional, que les lleva a padecer trastornos de ansiedad, miedo, incluso en algunos casos extremos, depresiones.
No entendamos el término inmadurez emocional como sinónimo de falta de madurez. Estos niños son todo lo contrario, como viejos prematuros. De hecho, la frase que se suele decir sobre ellos es: "es muy maduro para su edad", pero el mundo emocional de estos niños es enorme, casi omnipresente. Lo que deberíamos entender, es que esa inmadurez, obedece a una falta de crecimiento acompasado de sus emociones con la racionalidad.
Una emoción, se aprende a controlar vivenciándola.