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sábado, 4 de septiembre de 2021

Entrevista a Freud

 


Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir.

Sigmund Freud


NOTA: Esta entrevista a Sigmund Freud, fue concedida en el año 1926 al periodista George Sylvester Viereck. A pesar de que se creía perdida, fue publicada en el volumen de “Psychoanalysis and the Fut” (New York en 1957). La traducción es de Miguel Ángel Arce. 

“Revista Bifrontal” la reproduce con fines netamente informativos. De igual manera, acompañamos el texto con las ilustraciones de algunos artistas quienes realizaron magníficas piezas cuyo tema central es el mismo Sigmund Freud.


S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.

Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma.

El escenario de nuestra conversación fue en su casa de verano en Semmering, una montaña de los Alpes austríacos.

Yo había visto el país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez del sabio.

Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable -como siempre- pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.

S. Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida más desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.

(Freud se rehusa a admitir que el destino le reserva algo especial).

S. Freud: ¿Por qué (dice calmadamente) debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas en compañía de mi mujer, mis hijos, el calor del sol.

Observé las plantas que crecen en primavera.

De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?

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Ilustración Delphine Lebourgeois©

De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?

George Sylvester Viereck: El señor tiene ya  una cierta fama. Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por su causa. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.

S. Freud: Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.

George Sylvester Viereck: ¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?

S. Freud: Absolutamente nada. Es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.

(Estabamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación de tierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que florecía).

S. Freud: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.

George Sylvester Viereck: ¿Entonces, usted es, al final, un profundo pesimista?

S. Freud: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.

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George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?

S. Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción?

George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?

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“Freud’s dream” – Collage DreamCatchEuse©

Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará.

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas -para usar la expresión de Nietzsche- nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria?. No habría vínculo entre el pasado y el futuro.

Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.

George Sylvester Viereck: Bernard Shaw sustenta que vivimos muy poco. Él encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. Él cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.

S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, consciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro de nosotros. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: “Más allá del principio del placer”. En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la “fiebre llamada vivir”. El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.

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George Sylvester Viereck: Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.

S. Freud: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.

(Estaba haciendo frío en el jardín. Continuamos la conversación en el gabinete. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con la caligrafía clara de Freud).

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“Doctor Freud” – Ilustración MathewPeterMcCoy©

En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista, como usted puede ver…

George Sylvester Viereck: ¿En qué está trabajando el señor Freud?

S. Freud: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al análisis ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo. Después procuran monopolizarla.

George Sylvester Viereck: ¿Usted tuvo mucho apoyo de los legos?

S. Freud: Algunos de mis mejores discípulos son legos.

George Sylvester Viereck: ¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis?

S. Freud: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista, como usted puede ver …

(En ese momento apareció la señorita Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años y facciones inconfundiblemente anglosajonas)

George Sylvester Viereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?

S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como el chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos con los que lo han cargados.

George Sylvester Viereck: Mi impresión es que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. “Tout comprendre c’est tout pardonner“.

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“Sigmund Freud” – Collage Arthrob©

El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar.

S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.

(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con sus seguidores que lo habían abandonado, por qué él no perdona disentir del recto camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es recto es herencia de sus ancestros. Una herencia de la que él se enorgullece como se enorgullece de su raza).

S. Freud: Mi lengua es el alemán. Mi cultura -mi realización- es alemana. Yo me consideré un intelectual alemán hasta que percibí el crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.

(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que el espíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquier preconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencor personal. Pero debido precisamente a su indignación, a su honesta ira, se volvía más atrayente como ser humano. ¡Aquiles sería intolerable si no fuese por su talón!)

George Sylvester Viereck: ¡Me pone contento, Herr Profesor, que también el señor tenga sus complejos! ¡que el señor Freud demuestre que es, también, un mortal!.

S. Freud: Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.

George Sylvester Viereck: Imagino, observo, ¡cuáles serían mis complejos!

S. Freud: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida a la “caza de los leones”. Usted buscó siempre a las personas más destacadas de su generación: Roosevelt, El Emperador, Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre, George Bernard Shaw….

George Sylvester Viereck: Es parte de mi trabajo.

S. Freud: Pero también es su preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del complejo del padre.

(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Mientras tanto, reflexionando sobre eso, me parece que puede haber una verdad, no sospechada por mí, en su sugestión casual. Puede ser lo mismo que el impulso que me llevó a él).

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“Pink Freud” – Ilustración DracoIagem©

El salvaje, como el animal, es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad

George Sylvester Viereck: Me gustaría -observé después de un momento- poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez, como la Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre el psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o tentaría anticipar sus intenciones.

S. Freud: La inteligencia en un paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.

(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere bastante de sus seguidores, que no gustan mucho de la seguridad del paciente que tienen bajo su supervisión).

George Sylvester Viereck: A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.

S. Freud: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.

George Sylvester Viereck: ¿Por qué?

S. Freud: Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal, es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más agradables son las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente) nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor.

George Sylvester Viereck: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ájax.

S. Freud: (sonriendo) Me alegra saber que no puede leer. ¡Él sería, ciertamente, el miembro menos querido de la casa si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!

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“Morning Therapy” – Ilustración NYCHOS©

Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la “fiebre llamada vivir”

George Sylvester Viereck: Aún usted, profesor, sueña la existencia compleja por demás. En tanto me parece que el señor sea en parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted inventase el psicoanálisis no sabíamos que nuestra personalidad era dominada por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como un rompecabezas complicado.

S. Freud: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente.

George Sylvester Viereck: Al menos en la superficie, pues la vida humana nunca fue más compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante y más contradictorio.

S. Freud: El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la puerta a una nueva verdad.

George Sylvester Viereck: Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.

S. Freud: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.

George Sylvester Viereck: La estructura científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos: la teoría del “desplazamiento”, de la “sexualidad infantil”, de los “simbolismos de los sueños”, etc.- parecen permanentes.

S. Freud: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los sustratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.

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“Sigmund Feud – Action Figure” – propiedad de Archie McPhee©

Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización.

George Sylvester Viereck: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre todo en el sexo?

S. Freud: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman: “Más todo faltaría si faltase el sexo” (Yet all were lacking, if sex were lacking). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está “más allá” del placer -la muerte, la negociación de la vida-. ¡Este deseo explica por qué algunos hombres aman al dolor como un paso para el aniquilamiento! Explica por qué los poetas agradecen a “los dioses”:

 

From too much love of living from hope and fear set free, we thank with brief thanksgiving whatever gods may be that no life lives for ever; that dead men rise up never; that even the weariest river winds somewhere safe to sea*

Por excesivo amor a la vida, por la esperanza y el temor liberados, brevemente agradecemos a los dioses, sin importar quiénes sean, que la vida no sea eterna, que nunca los muertos se levanten, que hasta el río más perezoso llegue en sus giros al reposo del mar.

*”The garden of Proserpine” – Poema de Algernon Charles Swinburne


George Sylvester Viereck: Shaw, como usted, no desea vivir para siempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de interés.

S. Freud: (Sonriendo) Shaw no comprende el sexo. Él no tiene ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas. Él hace humoradas del amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la historia-. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, por su negación del móvil de todas las cosas humanas que emanan de sus piezas, el clamor universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa, procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.

George Sylvester Viereck: Usted, sin duda, fue bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura.

S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzsche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. En Zaratustra dice: “El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad”. El psicoanálisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en la literatura es, por lo tanto, inmensa. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthak mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralela a mi propio desarrollo. El expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzle no es sólo un poeta, es también un científico.

George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey O’Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O’Neill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. “The Silver Cord” por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.

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“Freud” – Collage Kab3On©

Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir

S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente.

La “Clark University” me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis.

Los americanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos, pues una formación estrictamente médica es, con frecuencia, un impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.

¡Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio!. El no puede obligarse a sí mismo a agradar a Estados Unidos -donde están la mayoría de sus seguidores-.

A pesar de su rudeza, Freud es la urbanidad en persona. Él oye pacientemente cada intervención, procurando nunca intimidar al entrevistador. ¡Raro es el visitante que se aleja de su presencia sin un presente, alguna señal de hospitalidad!

Había oscurecido. Era tiempo de tomar el tren de vuelta a la ciudad que una vez cobijara el esplendor imperial de los Habsburgos. Acompañado de su esposa y de su hija, Freud desciende los escalones que lo alejan de su refugio en la montaña a la calle para verme partir. Me pareció verlo cansado y triste al darme el adiós.

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“The Dark Knight” – propiedad de EvgenyParfenov©

“No me haga parecer un pesimista”, dice Freud después de un apretón de manos. “Yo no tengo desprecio por el mundo”

“No me haga parecer un pesimista”, dice Freud después de un apretón de manos. “Yo no tengo desprecio por el mundo”.

George Sylvester Viereck: Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.

S. Freud: ¡No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores! No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros.

El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me condujo rápidamente hacia la estación. Apenas logré ver, ligeramente encorvado, la cabeza grisácea de Sigmund Freud desapareciendo en la distancia…

 

#creemosenelasombro

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NOTA: “Bifrontal Editores” no es dueña de las imágenes aquí mostradas. Éstas sólo se usan con fines informativos para nuestra revista digital (revistabifrontal.com). Los créditos respectivos son debidamente anotados con el nombre del autor o autores, propietarios de todos los derechos.

martes, 31 de agosto de 2021

Sociología

 

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico. Zaragoza. N° Col: A-1324. Zaragoza Y Online. Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es. Instagram:@psicoletrazaragoza

La Sociología es una ciencia, le pese a quien le pese, una ciencia que molesta y debe hacerlo, pues para que esta llegue a su función: Destapar los entramados de dominación social, debe tener en su episteme más profunda la crítica, tanto de ella misma como de todos sus objetos de estudio.


El primer paso para comprender la Sociología es aceptar la subjetividad. Las personas somos seres sociales, como tales nos desenvolvemos y tenemos sentido  únicamente dentro de una sociedad. Esto quiere decir que, si reviviéramos el mito del salvaje en la realidad, esos “Tarzan” o “Mowgly”, únicamente nos mostrarían de humano la carcasa física, pues carentes de socialización las personas no podemos desarrollarnos cognitivamente y no llegamos a convertirnos en seres humanos sociales.


Es decir, somos sujetos sociales, y como tal estamos sujetos, anclados al contexto social que nos ve nacer y nos moldea. Las ciencias puras, también conocidas como ciencias naturales, tienen su baluarte en la objetividad absoluta, en el empirismo y la comprobación más exacta, pues su suerte es que los objetos de estudio de sus materias carecen de una subjetividad tan potente. Es bien diferente estudiar el cosmos, en cierta manera inmutable para nosotros, aquel espacio infinito que se rige por leyes universales e inamovibles, que entender la realidad social, esa amalgama de contextos y conflictos de los cuales formamos parte y de los que es necesario tomar distancia para poder comprenderlos objetivamente.


La Sociología y por tanto las sociólogas y sociólogos debemos convertirnos en extraterrestres para poder entender lo que nos rodea. Es decir, debemos alejarnos de nuestra realidad social para obtener una visión de relativa objetividad, y, sobre todo, debemos alejarnos de “lo que damos por sentado”. Aquí es donde entra esa “Imaginación Sociológica” que tanto persigue el buen hacer sociológico pues solo desde la distancia se evitarán los sesgos más profundos, los prejuicios y la influencia de nuestro propio “yo social” frente a la verdad.


Pocas ciencias pueden ofrecer lo que da la Sociología, pues no nos otorgará verdades absolutas, ni leyes universales. Sin embargo, nos ofrece la oportunidad y la exigencia de deconstruirnos a nosotros mismos una y otra vez, una manera de entender la realidad social aceptando lo que es, un conocimiento subjetivo que siempre será inabordable, volátil e impredecible. Esto no es malo, pues si la función de la ciencia es arrojar luz sobre la incomprensión, la Sociología cumple bien esta función. Además, lo hace sobre uno de los objetos de estudio científico más difíciles de abordar: la sociedad.


Ahora bien, la Sociología no puede conformarse únicamente con profundas teorizaciones sobre las temáticas que aborda. Debe basarse como toda ciencia en evidencias, pruebas, datos y en general conocimiento comprobable, comparable y demostrable. Es por eso que se basa en dos vertientes metodológicas que cada vez están más interconectadas entre sí y que deberían unirse en una sola: las técnicas cuantitativas y las técnicas cualitativas.


En las técnicas cuantitativas englobamos todos aquellos datos y evidencias numéricas y cuantificables que la Sociología produce para comprobar sus hipótesis. Es decir, si se quiere por ejemplo averiguar si hay diferencia salarial entre barrios de una misma ciudad, se abordará el estudio diferenciado de los barrios haciendo un análisis estadístico/comparativo de las rentas. Posteriormente, estos datos pueden servir para explicar fenómenos como la segregación socioespacial. Un fenómeno que nos indica como las condiciones materiales de la gente (sus ingresos, por ejemplo) influyen en la fisionomía (composición urbana) de la ciudad.


Por otro lado, no se debe dejar de lado el conocimiento subjetivo. Como ya hemos nombrado antes, la Sociología estudia a los sujetos y estudia la subjetividad. Esta dimensión de estudio le ha costado demasiados quebraderos de cabeza pues colinda con los discursos, opiniones, teorías… y en general diferentes maneras subjetivas de entender el mundo.


No obstante, a través de las técnicas cualitativas, la comprensión y la interpretación del conocimiento subjetivo también es posible. Es decir, en muchas ocasiones puede ser más esclarecedor una "historia de vida" o "entrevista" de una persona que ha vivido en un barrio toda su vida, que ha visto como evolucionaba su fisionomía urbana, a que problemáticas y cambios se enfrentaba la zona, como afectaron las diferentes crisis, las guerras… que cualquier estadística extraída por el mejor muestreo realizable.


Lo bueno de estos dos enfoques es que son complementarios, y es necesario que lo sean, pues sin el esfuerzo de objetivación de herramientas como la socioestadísticia o la demografía la Sociología no sería una ciencia. 


Por otro lado, si se deja de lado la dimensión cualitativa del conocimiento social se pierde la profundidad necesaria para comprender realmente el entorno social, quedándonos en datos banales, carentes de interpretación y complementación discursiva, necesaria igual o más que las anteriores dimensiones.

sábado, 28 de agosto de 2021

Kierkegaard

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online Teléfono: 653 379 269.  Website: www.rcordobasanz.es.                      Instagram: @psicoletrazaragoza

Sobre Soren Kierkegaard

Soren Kierkegaard nació en el seno de una familia de buena posición económica, de madre benévola y padre comerciante y estricto luterano, cuya tenebrosa piedad, dominada por un sentimiento de culpa, y fantasías morbosas influyeron y obsesionaron a su hijo.

En 1838, antes de fallecer, el padre le pidió como última voluntad que fuera pastor, por lo que Soren Kierkegaard asistió a la "Escuela de virtud cívica", sobresaliendo en latín e historia y luego continuó estudiando teología en la Universidad de Copenhague, donde se inclina por la filosofía y la literatura.

En 1840 se comprometió con Regine Olson, pero a causa de su naturaleza melancólica y de su vocación filosófica no puedo mantener el vínculo, rompiendo el compromiso un año después.

A mediados de 1941, Soren Kierkegaard se traslada a Berlín (Alemania) para asistir a las lecciones de Shelling, donde comienza su carrera como escritor, logrando el período de producción más prolífico que ningún escritor danés haya podido mostrar en vida.

De vuelta en Copenhague se entera de que Regina Olson es la prometida de otro hombre, hecho que movilizó mucho a Soren Kierkegaard que seguía estando enamorado de ella, aunque Olsen quedó para siempre resentida con él por la ruptura incomprensible.

Entre 1846 y 1853, sus estudios se centraron en la hipocresía de la Iglesia y la religión que ejercía en la práctica su sociedad, para terminar atacando a la Iglesia en su sus últimos años de vida (1854-1855).

La mayor parte de la obra de Soren Kierkegaard trata de cuestiones religiosas como la naturaleza de la fe, la institución de la iglesia cristiana, las emociones y sentimientos que experimentan los individuos al enfrentarse a las elecciones que plantea la vida y la ética cristiana, haciendo un puente entre la filosofía Hegeliana y lo que vino a ser el existencialismo.

viernes, 27 de agosto de 2021

Schopenhauer. Su obra Clave

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía 32 Y Online Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es.                  Instagram: @psicoletrazaragoza

Fue de los primeros filósofos del siglo diecinueve en sostener que, en esencia, el universo no es un lugar racional. Inspirado por Platón y Kant, quienes consideraban que el mundo era más susceptible a la razón, Schopenhauer desarrolló su filosofía en una perspectiva ascética y de reconocimiento instintivo, enfatizando que frente a un mundo lleno de luchas interminables debemos minimizar nuestros deseos naturales, en aras de lograr un estado de ánimo más tranquilo y una disposición hacia la beneficencia universal.

A menudo considerado como un pesimista minucioso, abogó de hecho por formas artísticas, morales y ascéticas de conciencia para superar una condición humana fundamentalmente dolorosa y llena de frustración.

Desde su muerte en 1860, su filosofía ha tenido una atracción especial para aquellos que se preguntan sobre el significado de la vida. Las áreas fuera de la filosofía en las cuales su pensamiento ha sido importante incluyen la sicología y las artes. Además de ser la primera y más grande influencia filosófica tanto en Nietzsche como en Wittgenstein, tuvo una influencia comparable en Freud y Jung y afectó el trabajo de artistas creativos desde Wagner hasta Tolstoi.

EXISTENCIA MARCADA POR EL CONFLICTO

El trabajo más influyente de Schopenhauer es El mundo como voluntad y representación (1818). La visión pesimista de Schopenhauer se desprende de su explicación de la naturaleza interna del mundo como un esfuerzo ciego sin objetivo.

Debido a que la voluntad (Will) no tiene meta ni propósito, la satisfacción de esta es imposible. La voluntad se abstrae en una jerarquía de gradaciones desde la vida inorgánica hasta la orgánica, y cada grado de objetivación de la voluntad, desde la gravedad hasta el movimiento animal, está marcado por un esfuerzo insaciable. Además, cada fuerza de la naturaleza y cada forma orgánica de la naturaleza participa en una lucha para apoderarse de la materia de otras fuerzas u organismos.

Así, la existencia está marcada por el conflicto, la lucha y la insatisfacción. El logro de una meta o deseo resulta en satisfacción, mientras que la frustración de tal logro resulta en sufrimiento. Como la existencia está marcada por la necesidad o la deficiencia, y dado que la satisfacción de esta necesidad es insostenible, la existencia se caracteriza por el sufrimiento.

Esta conclusión es válida para toda la naturaleza, incluidas las naturalezas inanimadas, en la medida en que lo sean en esencia. Sin embargo, el sufrimiento es más notorio en la vida de los seres humanos debido a sus capacidades intelectuales. En lugar de servir para aliviar el sufrimiento, el intelecto de los seres humanos ocasiona sufrimiento con mayor claridad y conciencia. Incluso con el uso de la razón, los seres humanos no pueden alterar el grado de miseria que experimentamos; de hecho, la razón solo magnifica el grado en que sufrimos.

Dado que la esencia de la existencia es el esfuerzo insaciable, y el esfuerzo insaciable es el sufrimiento, Schopenhauer concluye que la inexistencia es preferible a la existencia. Sin embargo, el suicidio no es la respuesta. Uno no puede resolver el problema de la existencia a través del suicidio, ya que toda la existencia es sufrimiento, la muerte no termina con el sufrimiento sino que acaba con la forma que toma el sufrimiento. La respuesta adecuada para reconocer que toda existencia está sufriendo, es alejarse o renunciar al propio deseo. A este respecto, el pensamiento de Schopenhauer encuentra confirmación en los textos orientales que leía y admiraba: el objetivo de la vida humana es apartarse del deseo. La salvación solo se puede encontrar en la resignación.

DE LA DESGRACIA A LA DICHA

Su estilo brillante, su poder de expresión, la intensidad de su lenguaje y también la ira que le da fuerza al pensamiento; Schopenhauer trata de expresar pensamientos difíciles con palabras comprensibles y esto lo convierte en uno de los filósofos más legibles. Ávido lector de los grandes estilistas en Inglaterra y Francia, trató de emular el estilo en sus propios escritos.

Para los filósofos que se expresaban de manera demasiado abstracta, no tenía nada más que burla y ridículo. Schopenhauer a menudo acusó a escritores más abstrusos como Fichte y Hegel de ofuscación deliberada, describiendo a este último, en la segunda edición de Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente (1813), como un garabateador de tonterías.

Para sorpresa del autor, la colección de ensayos y aforismos, Parerga y Paralipómena (1851), (griego para “apéndices” y “omisiones”, respectivamente), colección de reflexiones filosóficas compiladas, se convirtió en un éxito de ventas y pronto su fama se extendió por toda Europa. Seguidores y admiradores, bautizados por él como “apóstoles” y “evangelistas” de sus enseñanzas impías, lo visitan en su departamento a orillas del Meno.

Para algunos de sus lectores, incluso parece ser un converso que transmuta su filosofía nihilista en una enseñanza altamente paradójica de la sabiduría y la felicidad. Así es como el filósofo de la desgracia se convierte en maestro de la dicha. (...) “Después de que uno ha pasado una larga vida en la insignificancia y el desprecio, llegan al final con tambores y trompetas" fue su respuesta, pero también sintió satisfacción. Y, sin embargo, su sabiduría aforística recién ganada aún corresponde en su giro más audaz a la sustancia sombría de su filosofía. No tiene una razón plausible por la que la vida y el mundo deberían ser en absoluto y no más bien, nada.

Su muerte llega antes de lo esperado y deseado. Quería tener 90 años porque a esta edad... “la vida y la muerte se fusionaron”. (…) “Así es como quiero morir. Simplemente no sufras mucho”. Aparentemente tuvo éxito, el 21 de setiembre de 1860, apoyándose silenciosamente en la esquina de su sofá. Porque “sentarse es mejor que estar de pie, y mentir es mejor que estar sentado: mejor que mentir es dormir, y mejor que dormir estar muerto”.

Eichman en Jerusalén

 

Hannah Arendt banalidad mal

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta Psicólogo Clínico. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es                Instagram: @psicoletrazaragoza

14 de octubre de 1906. Nace en el clímax del II Reich alemán Hannah Arendt, teórica de la banalidad del mal. Una mujer judía que terminaría falleciendo (1975) en Nueva York y que se convertiría en una de las teóricas políticas alemanas (con atisbos de filósofa) más importantes del siglo XX. Víctima del antisemitismo nazi de 1933, Arendt pasó parte de su vida como apátrida entre 1937 y 1951, cuando el Gobierno de Alemania le quitó la nacionalidad (que más tarde le entregaría Estados Unidos).

Arendt fue un personaje que, a pesar de que se estudie como filósofa política, ella misma rechazaba ser relacionada con la reflexión filosófica. Le gustaba describirse como “teórica política”, pero obras como La condición humana y su constante crítica a otros pensadores han terminado por situarla en el prisma filosófico.

Pero, ¿qué ha convertido a Hannah Arendt en una de las pensadoras más importantes del Siglo XX?

La banalidad del mal, Hannah Arendt y por qué se permiten atrocidades

Seguramente, la obra más conocida de Arendt es Eichman en Jerusalén. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Eichman, el que fuera responsable de la logística para la organización y distribución de los campos de concentración, huyó a Argentina para evitar un Tribunal de Guerra. Finalmene, en 1961, Eichman fue secuestrado y juzgado en Jerusalén, saltándose todo el derecho internacional. Entonces, The New Yorker pidió a Hannah Arendt que realizara una crónica del juicio.

Fue a partir de este suceso que Arendt redactó el que, seguramente, sea su ensayo más conocido: Eichman en Jerusalén. En él, la alemana no solo describió el proceso del juicio minuciosamente, sino que se planteó una pregunta esencial: ¿por qué Eichamn no parecía malvado si, lo que había permitido y en lo que había contribuido, era a todas luces un horror?

Arendt ve a Eichman como una persona absolutamente normal: consciente de lo que ha hecho, nunca lo niega pero que tampoco ve nada intrínsecamente malo en los actos que ha realizado. “Cumplía órdenes de Estado”, defendía el alemán quien, además, alegaba la condición de “buen ciudadano” que cumplía aquello que se encomendaba. Y sobre esto, Arendt definió “la banalidad del mal” (depende de la traducción, se puede encontrar de otra forma).

En primer lugar, la banalidad, en tanto que es poco trascendente, no lo sitúa sobre el hecho que “es horrible”, sino sobre el por qué Eichman lo permite o contribuye a ello. Para Arendt, el que el acusado no sustente sus actos en fuertes convicciones ideológicas o morales resulta, incluso, más aterrador que el mismo hecho en sí. ¿Por qué una persona normal, que ni es malvada ni tiene mayores pretensiones que las de cumplir órdenes, se involucra en tamaña maldad?

Por una incapacidad de juicio. Arendt distingue entre conocimiento y pensamiento; el primero es la acumulación de saberes y técnicas, la conceptualización de lo aprendido mientras que el segundo lo define como una suerte de constante diálogo interno en el que, en la íntima soledad, uno juzga sus propias acciones. Eichman carecía de “pensamiento”, o al menos no lo ejercitaba mientras orquestaba el traslado de miles de judíos para ser ejecutados. Esto lo situaba como un “nuevo agente del mal” que, sin parecerse en nada a los más convencidos ideológicamente, se entremezclaban en una masa desideologizada y sin reconocimiento que contribuye (activa o pasivamente) al “horror”.

El peligro no es constante

Arendt distingue – dentro de la incapacidad del juicio – entre tres grupos: los nihislitas, que con la creencia de que no hay valores absolutos se sitúan en las esferas de poder; los dogmáticos, que se aferran a una postura heredada; y los “ciudadanos normales”, similar al hombre-masa que estableció Ortega y Gasset, el grupo mayoritario que asume las costumbres de su sociedad como “buenas” de una manera acrítica.

Todos los grupos carecen del pensamiento definido por Arendt. La alemana defendió que el nazismo se alimentó, y fue alentado, por estos tres grupos, lo que permitía que el grueso del país pudiera realizar los “horrores” contra la Humanidad.

Aun así, Arendt explica que esta ausencia de diálogo interno no es un mal de por sí y menos aún conlleva ningún acto, a priori, malo. Es en situaciones extremas, como el auge y establecimiento del nazismo en Alemania, en las que esta banalidad del mal reluce como complicidad e incluso simpatía con los “horrores”.

Las condiciones humanas: Hannah Arendt y la banalidad del mal

Discípula de Heidegger y Karl Jasperts, el pensamiento de Hannah Arendt se puede acercar al pensamiento del existencialismo moderno. En su obra más representativa (entre otras), La condición humana, la pensadora alemana realiza un estudio sobre el estado de la humanidad en los tiempos que le son dados.

Arendt define la “condición humana” como aquello que le determina, negando la “naturaleza humana” como primer referente. Arendt destaca “tres actividades fundamentales” sobre las que se irgue esta condición: labor, trabajo y acción; todas ellas englobadas en el concepto “vita activa”.  Cada una de estas corresponde a una condición: biológica, mundana y pluralidad.

La labor (actividad de lo biológico) es aquello que, en resumen, se refiere a las necesidades más básicas del individuo (comer, reproducirse…); el trabajo (actividad de lo mundano) es una creación autónoma que puede estar evocada a fines que no son propios de la vida; y la acción, que es la actividad de la pluralidad, la sitúa como la más humana de todas. Esta acción es el ejercicio pleno de la existencia y de la libertad de la persona que solo se presenta como “se actúa” y que es la causa de la actividad política.