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domingo, 27 de febrero de 2022

CARL ROGERS. TERAPIA HUMANISTA

 



La terapia centrada en el Cliente

Escuchar es una de esas habilidades que todo el mundo piensa que tienen, pero pocos lo hacen en realidad. Rogers introdujo una "técnica" conocida como reflejo: El terapeuta escucha al cliente y "refleja" los pensamientos y sentimientos significativos diciendo al cliente lo que les oyó decir.

Algunos terapeutas hacen esto de una manera mecánica, lo que los hace sonar como loros con un grado de psicología, pero eso no es lo que Rogers deseaba. Debe ser una auténtica comunicación de comprensión y preocupación. Hoy en día, el reflejo es sólo una parte de lo que se denomina la escucha activa. Rogers cree que el trabajo del terapeuta no es tanto hacer esto o aquello, sino "estar" de cierta manera para el cliente. Él habla de tres cualidades que el terapeuta debe exhibir durante las sesiones de terapia:

  1. Él o ella debe ser congruente. Básicamente, esto se reduce a ser honesto, no ser falso. Rogers estaba preocupado en particular de que el terapeuta debe ser honesto en lo que respecta a sus sentimientos. Sintió que los clientes siempre pueden decir cuando estás fingiendo, por lo que con el fin de generar confianza en la relación terapéutica, la congruencia es una necesidad.
  2. Él o ella debe ser empático. El terapeuta debe ser capaz de identificarse con el cliente, entendiéndolos no tanto como psicólogo sino como una persona que también ha visto parte de sus problemas. El terapeuta debe ser capaz de mirar a los ojos del cliente y verse a sí mismo. La escucha activa es la forma en que el terapeuta puede mostrar que él o ella está tratando realmente entender al cliente.
  3. Él o ella debe mostrar al cliente una consideración positiva incondicional. Esto no significa que el terapeuta tiene que amar al cliente, o incluso como ellos. Significa que él o ella debe respetarles como ser humano, y no juzgarles. Esta puede ser la cosa más difícil de hacer para un terapeuta, pero Rogers cree que sólo sintiendo respeto puede mejorar un cliente.

Relaciones de asesoramiento igualitario

En teorías anteriores, el terapeuta estaba automáticamente en una posición "única" en la relación terapéutica. Piense en un subibaja donde el terapeuta está más arriba que el cliente. Hay un "experto" inherente en la relación de asesoramiento. Rogers promovió una relación más igualitaria entre el psicólogo y el cliente. Ahora el psicólogo y el paciente en el subibaja podrían mirarse directamente. Rogers fue también uno de los primeros terapeutas en usar el término "cliente" en lugar de "paciente".


domingo, 19 de septiembre de 2021

Carl Rogers: Teoría y Técnica

CARL ROGERS

Rodrigo Córdoba. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza. Gran Vía y Online.
Tno.: 653 379 269

La terapia rogeriana ha cambiado de nombre a lo largo de su evolución: Rogers la llamó no-directiva, por creer que el terapeuta al posicionarse frente al cliente no lo debe guiar, pero sí estar ahí, mientras el cliente mismo llevaba el curso de su proceso terapéutico. A través de la experiencia, Rogers se dio cuenta que mientras más “no-directivo” era, más influía en sus pacientes, precisamente, al asumir esa postura. En definitiva, los clientes buscaban un guía en el terapeuta y lo encontraban aunque éste intentara no guiarles.
De manera que modificó el nombre de su terapia a “centrada en el cliente”. En la actualidad, pese a que la denominación “no-directiva” y “centrada en el cliente” siguen en vigor, se usa el término terapia rogeriana. Una de las frases que Rogers utiliza para definir su terapia es “de apoyo- no reconstructiva” Terapia que no explica “el cómo” sino que apoya al cliente en que este trate por sí mismo su dificultad, ya que si el terapeuta sostiene continuamente al cliente éste no termina de responsabilizarse de su problema.
Si la independencia (autonomía, libertad con responsabilidad) es el objetico terapéutico, el cliente no lo logrará si se mantiene dependiente del terapeuta. Los pacientes deben experimentar sus introspecciones por sí mismos, en la vida cotidiana, fuera de la consulta de su terapeuta. Un abordaje autoritario en la terapia puede resultar aceptable en la primera parte de la terapia, pero al final solo crea una persona dependiente.
La Técnica Básica Rogeriana Es El Reflejo.
El reflejo es la imagen de la comunicación emocional, el terapeuta promueve, mediante intervención directa sobre lo escuchado, que el cliente se dé cuenta de lo que él mismo está comunicando. El reflejo es una técnica que debe ser tratada con mucho cuidado, ya que de no ser así puede restar confianza al vínculo terapéutico. La intervención debe surgir del corazón (genuino, congruente).Así conectamos con los requerimientos que según Rogers debe tener un terapeuta.
Para ser un terapeuta efectivo debe tener tres cualidades especiales:
• Congruencia. Ser genuino, ser honesto con el paciente.
• Empatía. La habilidad de sentir lo que siente el paciente.
• Respeto. Aceptación, preocupación positiva incondicional hacia el paciente.
Rogers dice que estas cualidades son “necesarias y suficientes”, si el terapeuta posee estas tres cualidades el paciente mejorará, aun no haciendo uso de otro tipo de técnicas. Si el terapeuta no muestra estas tres cualidades, la mejoría será mínima, sin importar la cantidad de recursos técnicos y de conocimiento científico de los que disponga.
La teoría de Rogers está construida a partir de una sola “fuerza de vida” que es llamada la tendencia actualizante, una motivación innata presente en toda forma de vida dirigida a desarrollar sus potenciales hasta el mayor límite posible. No hablamos solamente de sobrevivencia. Rogers entendía que todas las criaturas buscan lograr lo mejor de su existencia, y si no lo consiguen no será por falta de deseo propio. Rogers resume en esta gran única necesidad o motivo, todos los otros motivos que las demás escuelas terapéuticas mencionan, porque es propio de nuestra naturaleza como seres vivos hacer lo mejor que podamos.

La Teoría Rogeriana.

No obstante, los seres humanos en el curso de la actualización de sus potenciales, crean la sociedad y la cultura. Esto en sí mismo no es un problema ya que somos criaturas sociales, está en nuestra naturaleza. Pero, al crear la cultura, ésta ha desarrollado su propia vida. En vez de mantenerse próxima al enriquecimiento de nuestros potenciales personales, y cercana a aspectos propios de nuestra naturaleza, la cultura se puede tornar en una fuerza con derecho propio. Incluso, si a largo plazo, una cultura que interfiere con nuestra actualización desaparece nosotros también perecemos con ella. Cultura y la sociedad no son intrínsecamente malas, pero, nuestras estructuradas sociedades, nuestras complejas y consumistas culturas, las innovadoras tecnologías, esas que nos han ayudado a prosperar y sobrevivir, pueden al mismo tiempo servirnos para hacernos daño e incluso destruirnos.
Para Rogers los organismos saben lo que es bueno para ellos. La evolución nos ha provisto de los sentidos y sentimientos, gustos, discriminaciones, a esto le llamamos valor organísmico. Rogers agrupa bajo el nombre de visión positiva a cuestiones como el amor, afecto, atención, crianza y demás. Está claro que los bebés necesitan amor y atención. Sin esto, el bebe no sobrevive.
Otra cuestión, quizás exclusivamente humana, que valoramos es la recompensa positiva de uno mismo, lo que incluye la autoestima, la autovalía y una imagen de sí mismo positiva. Es a través de los cuidados positivos de los demás a lo largo de nuestra vida como logramos alcanzar este cuidado personal. Sin esto, nos sentimos minúsculos y desamparados y de nuevo no llegamos a ser todo lo que podríamos ser.
Tal como cree Maslow, Rogers afirma que si les dejamos a su libre albedrío, los animales buscarán aquello que es lo mejor para ellos; Sin embargo, en nuestra historia, hemos ido creado un ambiente bien distinto de aquel del que partimos. Nos dedicamos a elaborar cosas que no benefician a nuestro organismo, alimentos sin contenido energético, consumos innecesarios, drogas. Estas cosas poseen estímulos que pueden producir una satisfacción inmediata, o pueden gustar a nuestro valor organísmico, aunque no sirven para nuestra actualización. La sociedad también nos premia, castigo o apercibe en función de la valía o devaloración que otorga a nuestras actitudes, conforme vamos creciendo, padres, maestros, familiares, la sociedad en general solo nos da lo que necesitamos cuando demostramos que lo “merecemos”, más que porque lo necesitemos, y lo que es más importante, nos querrán sólo si nos portamos tal como se espera de nosotros.
El lograr un cuidado positivo sobre “una condición” es lo que Rogers llama: recompensa positiva condicionada. Ya que todos nosotros necesitamos de hecho esta recompensa, estos condicionantes son muy poderosos y más que por nuestros valores organísmicos, o por nuestra tendencia actualizante, terminamos siendo personas muy determinadas por una sociedad que no necesariamente toma en cuenta nuestros intereses reales. Un “buen chico” o una “buena chica” no necesariamente son un chico o una chica feliz. A medida que pasa el tiempo, este condicionamiento nos lleva a su vez a tener una autovalía positiva condicionada.
Empezamos a querernos en función de la valoración externa, si cumplimos con los estándares que otros nos aplican, más que si seguimos nuestra actualización de los potenciales individuales. Y dado que estos estándares no fueron creados tomando en consideración las necesidades individuales, resulta cada vez más frecuente el que no podamos complacer esas exigencias y por tanto, no podemos lograr un buen nivel de autoestima.
Self E Ideal.
La parte nuestra que encontramos en la tendencia actualizadora, seguida de nuestra valoración organísmica, de las necesidades y recepciones de recompensas positivas para uno mismo, es lo que Rogers llamaría el verdadero yo (self).Es éste el verdadero “tú” que, si todo va bien, vas a alcanzar.
Por otro lado, dado que nuestra sociedad no está sincronizada con la tendencia actualizante y que estamos forzados a vivir bajo condiciones de valía que no pertenecen a la valoración organísmica, y finalmente, que solo recibimos recompensas positivas condicionadas, entonces tenemos que desarrollar un ideal de sí mismo (ideal del yo). En este caso, Rogers se refiere a ideal como algo no real; como algo que está siempre fuera de nuestro alcance; aquello que nunca alcanzaremos.
El espacio comprendido entre el verdadero self y el self ideal; del “yo soy” y el “yo debería ser” se llama incongruencia. A mayor distancia, mayor será la incongruencia. De hecho, la incongruencia es lo que esencialmente Rogers define como neurosis: estar desincronizado con tu propio self.
Defensas.
Al estar en una situación donde existe una incongruencia, entre la imagen de uno mismo y la inmediata experiencia, (entre el Ideal del yo y el Yo) nos podemos encontrar en una situación amenazante, y al percibir una situación como amenazante puede surgir ansiedad. La ansiedad es una señal que manifiesta un peligro potencial que se debe intentar evitar. Una forma de evitar la situación es, por supuesto, usando las defensas. La idea rogeriana de la defensa es muy similar a la descrita por Freud, exceptuando que Rogers la engloba en un punto de vista perceptivo, de manera que incluso los recuerdos y los impulsos son formas de percepción. Rogers define solo dos defensas: negación y distorsión perceptiva.
• Así como en el psicoanálisis la negación significa un bloqueo completo de la situación amenazante. La negación de Rogers incluye también lo que Freud llamó represión: si mantenemos fuera de nuestra conciencia un recuerdo o impulso (nos negamos a recibirlo), seremos capaces de evitar la situación amenazante.
• La distorsión perceptiva es una manera de reinterpretar la situación de manera que sea menos amenazante. Es muy parecida a la racionalización de Freud, también puede darse una distorsión mucho más perceptiva, cuando uno ve la cosas mejores de lo que realmente son. Cada vez que usamos una defensa acrecentamos la distancia entre lo real y lo ideal. Esta distancia se va haciendo cada vez más incongruente, con lo que cada vez más nos vamos encontrando ante situaciones amenazantes, desarrollando mayores niveles de ansiedad y usando cada vez más y más defensas
La Persona Funcional.
Rogers solo se interesa por describir a la persona sana. La terminología empleada es “funcionamiento completo” y comprende las siguientes cualidades:
1. Apertura a la experiencia.
Es lo opuesto a la instrumentación continua de defensas. Es la adecuada percepción de las propias experiencias que nos ocurren en el mundo, y comprende la aceptación de la realidad, incluyendo en ambos casos los sentimientos propios. Los sentimientos son parte importante de la actualización porque conllevan la valoración organísmica. Si no podemos abrirnos a nuestros propios sentimientos, no seremos capaces de actualizarnos. La parte difícil es distinguir los sentimientos reales de los derivados de la ansiedad producida por las cuestiones de valía personal.
2. Vivencia existencial.
El aquí y ahora tan conocido por nosotros en la gestalt. Rogers, atento a su tendencia de mantenerse en contacto con la realidad, insiste en que no vivimos en el pasado ni en el futuro; el primero se ha ido y el último ni siquiera existe. Sin embargo, esto no significa que no debamos aprender de nuestro pasado, ni que no debamos planificar o ni siquiera soñar despiertos con el futuro. Simplemente, debemos reconocer estas cosas por lo que son, memorias y sueños, los cuales estamos experimentando ahora, en el presente.
3. Confianza organísmica.
Es el dejarnos guiar por los procesos, bien sean de evaluación o de valoración organísmica. La confianza en nosotros estriba en permitirnos hacer aquello que creemos que está bien, aquello que surge de forma natural. A lo que Rogers se refiere es a la confianza en el propio yo, en el sí mismo real, y la única manera que tenemos para conocer lo que es verdaderamente el self es abriéndonos a la experiencia de nuestro existir, en palabras de Rogers, la confianza organísmica asume que está en contacto con la tendencia actualizante.
4. Libertad experiencial.
Rogers pensaba que era irrelevante que las personas tuvieran o no libre albedrío. Nos comportamos como si lo tuviéramos. Lo que significa es que nos sentimos libres cuando se nos brindan las oportunidades. Rogers dice que la persona que funciona al cien por cien reconoce ese sentimiento de libertad y asume las responsabilidades de sus oportunidades.
5. Creatividad.
Si te sientes libre y responsable, actuarás como tal y así te sentirás en el mundo. Una persona funcional, en contacto con su propia actualización sentirá la necesidad de participar en la actualización de otros. A esto se refiere Rogers cuando habla de creatividad, y se puede hacer en cualquier aspecto de la vida. Simplemente es llevar a cabo la acción correcta en el momento concreto, y con la disposición adecuada. Esto se puede llevar a todos los órdenes de la vida, artísticos, parentales, laborales, de pareja, afectivos. (La creatividad de Rogers es muy parecida a la generatividad de Erikson).

Carl R. Rogers: ¿Cómo puedo servir de ayuda?
Una hipótesis general.

Para describir en pocas palabras el cambio que se ha operado en mí, diré que durante los primeros años de mi carrera profesional solía preguntarme: “¿Cómo puedo tratar, curar o cambiar a esta persona?”, en tanto que ahora mi pregunta sería: “¿Cómo puedo crear una relación que esta persona pueda utilizar para su propio desarrollo?”
(…) Quizá debería comenzar con un aprendizaje negativo. He aprendido lenta y gradualmente que la ayuda que puedo prestar a una persona conflictuada no reviste la forma de un proceso intelectual ni de un entrenamiento. Ningún enfoque basado en el conocimiento, el entrenamiento o la aceptación incondicional de algo que se enseña tiene utilidad alguna. Estas maneras de encarar la terapia parecen tan directas y tentadoras que, en épocas pasadas, ensayé muchas de ellas.
Sin duda alguna, es posible explicar a una persona su manera de ser, indicarle los pasos que lo ayudarían a progresar, hacerle conocer un modo de vida más satisfactorio; sin embargo, de acuerdo a mi propia experiencia son fútiles e inconsecuentes. Toda su eficacia reside en la posibilidad de introducir una modificación efímera, que pronto desaparece y no hace sino fortalecer en el individuo la conciencia de su propia inadaptación.
El fracaso de cualquier enfoque intelectual me ha obligado a reconocer que el cambio sólo puede surgir de la experiencia adquirida en una relación; Si puedo crear un cierto tipo de relación, la otra persona descubrirá en sí mismo su capacidad de utilizarla para su propia maduración y de esa manera se producirán el cambio y el desarrollo individual.
La Relación.
¿Qué significan estos términos? Permítaseme considerar por separado las tres frases principales del enunciado precedente e indicar el significado que tienen para mí. ¿En qué consiste este tipo de relación que creo necesario establecer?
He descubierto que cuanto más auténtico puedo ser en la relación, tanto más útil resultará esta última. Esto significa que debo tener presentes mis propios sentimientos, y no ofrecer una fachada externa, adoptando una actitud distinta de la que surge a un nivel más profundo o inconsciente. Ser auténtico significa también la voluntad de ser y expresar, a través de mis palabras y mi conducta, los diversos sentimientos y actitudes que existen en mí. Esta es la única manera de que la relación sea auténtica, condición que reviste fundamental importancia. Sólo mostrándome tal cual soy, puedo lograr que la otra persona busque exitosamente su propia autenticidad. Esto es verdad en el caso en que mis actitudes no me complazcan ni me parezcan conducir a una buena relación. Lo más importante es ser auténtico.
La segunda condición reside en el hecho de que cuanto mayor sea la aceptación y el agrado que experimento hacia un individuo, más útil le resultará la relación que estoy creando. Entiendo por aceptación un cálido respeto hacia él como persona de mérito propio e incondicional, es decir, como individuo valioso independientemente de su condición, conducta o sentimientos. La aceptación también significa el respeto y agrado que siento hacia él como persona distinta, el deseo de que posea sus propios sentimientos, la aceptación y respeto por todas sus actitudes, al margen del carácter positivo o negativo de estas últimas, y aun cuando ellas puedan contradecir en diversa medida otras actitudes que ha sostenido en el pasado. Esta aceptación de cada uno de los aspectos de la otra persona le brinda calidez y seguridad en nuestra relación; esto es fundamental, puesto que la seguridad de agradar al otro y ser valorado como persona parece constituir un elemento de gran importancia en una relación de ayuda.
También encuentro la relación significativa en la medida en que siento un deseo constante de comprender: una sensible empatía con cada uno de los sentimientos y expresiones del cliente tal como se le aparecen en ese momento. La aceptación no significa nada si no implica comprensión. Sólo cuando comprendo los sentimientos y pensamientos que al cliente le parecen horribles, débiles, sentimentales o extraños y cuando alcanzo a verlos tal como él los ve y aceptarlo con ellos, se siente realmente libre de explorar los rincones ocultos y los vericuetos de su vivencia más íntima y a menudo olvidada. Esta libertad es una condición importante de la relación. se trata de la libertad de explorarse a sí mismo tanto en el nivel consciente como inconsciente, tan rápidamente como sea posible embarcarse en esta peligrosa búsqueda.
El cliente también debe sentirse libre de toda evaluación moral o diagnóstica, puesto que, a mi juicio, las evaluaciones de este tipo son siempre amenazadoras.
Por consiguiente, la relación de ayuda que encontré se caracteriza, de mi parte, por una especie de transparencia que pone de manifiesto mis verdaderos sentimientos, por la aceptación de la otra persona como individuo diferente y valioso por su propio derecho, y por una profunda comprensión empática que me permite observar su propio mundo tal como él lo ve.
Una vez logradas estas condiciones, me convierto en compañero de mi propio cliente en el transcurso de la aterradora búsqueda de sí mismo que ya se siente capaz de emprender.
No siempre puedo lograr este tipo de relación. A veces, aun cuando crea haberla alcanzado en mí, el cliente puede estar demasiado atemorizado como para percibir lo que se le ofrece. Sin embargo, podría afirmar que cuando soy capaz de adoptar la actitud que acabo de describir y cuando la otra persona puede también experimentarla en alguna medida, invariablemente surgirán el cambio y el desarrollo personal constructivo. Incluyo el término “invariablemente” sólo después de largas y cuidadosas consideraciones.
El proceso de convertirse en persona, Una condición básica.
(…) Al desarrollar las consideraciones que siguen daré por sentado que el cliente experimenta la sensación de ser plenamente recibido. Quiero decir con esto que el cliente se siente recibido psicológicamente por el terapeuta por ser tal como es, cualesquiera que sean sus sentimientos (miedo, desesperación, inseguridad, ira), su modo de expresión (silencio, gestos, lágrimas o palabras) o lo que descubra que él es en ese momento. Este término recibido implica el concepto de ser comprendido empáticamente y ser aceptado. También corresponde señalar que lo que hace que la condición de ser recibido sea óptima es el hecho de que el cliente la experimente así y no su mera existencia en el terapeuta.
Por consiguiente, al referirme al proceso de cambio daré por supuesta en todo momento la existencia de una condición de recepción óptima.
El Continuo Emergente.
Al intentar aprehender y conceptualizar el proceso de cambio, busqué inicialmente elementos que señalaran o caracterizaran el cambio mismo. (…) Poco a poco fui desarrollando este concepto de proceso y discriminé en él siete etapas; deseo destacar, sin embargo, que se trata de un continuo, y que aunque identifiquemos siete etapas o cincuenta, existirán infinitos puntos intermedios. Pensé que cualquier cliente, considerado como totalidad, habitualmente exhibe conductas que se agrupan constituyendo una franja relativamente estrecha de este continua. Es decir, parce poco probable que el cliente manifieste absoluta fijeza en una esfera de su vida y total movilidad en otra; considerado en su conjunto, tiende a situarse en alguna etapa de este proceso. Sin embargo, según creo, el proceso que deseo describir se ajusta con mayor exactitud a determinadas zonas del significado personal; mi hipótesis es que en ellas el cliente se encuentra decididamente en una cierta etapa y no exhibe al mismo tiempo características de otras.

Las siete etapas del proceso.

o Primera etapa.
-Existe cierta reticencia a comunicar el sí mismo. La comunicación sólo se refiere a hechos externos.
-Sentimientos y significados personales no se reconocen ni se admiten como propios.
-Los constructos personales son extremadamente rígidos.
-Las relaciones íntimas y comunicativas se consideran peligrosas.
-En esta etapa no se reconocen ni perciben los problemas.
-No hay deseos de cambiar.
-La comunicación interna sufre un intenso bloqueo.
o Segunda etapa.
-La expresión comienza a fluir en relación con problemas ajenos al sí mismo.
-Los problemas se perciben como externos al sí mismo.
-No hay sentido de la responsabilidad personal en relación con los problemas.
-Los sentimientos se describen como objetos que no pertenecen al sujeto o que corresponden al pasado.
-Pueden manifestarse sentimientos, pero no se los reconoce como tales ni como propios.
-La posibilidad de vivenciar está limitada por la estructura del pasado.
-Los constructos personales son rígidos y no se reconocen como tales sino que se consideran como hechos objetivos.
-La diferencia de significados y sentimientos personales es muy limitada y burda.
-Pueden expresarse contradicciones, pero son pocas las que se reconocen como tales.
o Tercera etapa.
-Las expresiones referentes al sí mismo como objeto fluyen con mayor libertad.
-Las experiencias relacionadas con el sí mismo también se expresan como si fueran objetos.
-El sí mismo también se expresa como objeto reflejado, que existe principalmente en los demás.
-Con frecuencia se expresan o describen sentimientos o significados personales no pertenecientes al presente.
-La aceptación de los sentimientos es mínima. La mayor parte de ellos se revela como algo vergonzoso, malo, anormal o inaceptable por alguna otra razón.
-Los sentimientos se exhiben y luego a veces son reconocidos como tales.
-La experiencia se percibe como algo perteneciente al pasado o bien como algo totalmente ajeno al sí mismo.
-Los constructos personales son rígidos, pero pueden ser reconocidos como constructos y no como hechos externos.
-La diferenciación de sentimientos y significados es ligeramente más nítida y menos global que en las etapas anteriores.
-Se reconocen las contradicciones de la experiencia.
-Las elecciones personales suelen considerarse ineficaces.
o Cuarta etapa.
-El cliente describe sentimientos más intensos, del tipo “presente-pero-no-ahora”.
-Los sentimientos se describen como objetos del presente.
-En algunas oportunidades se expresan sentimientos en tiempo presente, que irrumpen casi en contra de los deseos del cliente.
-Hay una tendencia a experimentar los sentimientos en el presente inmediato; esta posibilidad va acompañada de desconfianza y temor.
-La aceptación franca de sentimientos es escasa, si bien se observa en alguna medida. La experimentación está menos “ligada a la estructura” del pasado, es menos remota y en ocasiones puede producirse con escasa distancia temporal.
-La construcción de la experiencia adquiere mayor flexibilidad. Se descubren algunos constructos personales, se los reconoce con claridad y se comienza a cuestionar su validez.
-La diferenciación de sentimientos, constructos y significados personales aumenta constantemente y existe cierta tendencia a procurar la exactitud en la simbolización.
-Se advierte la preocupación que inspiran las contradicciones e incongruencias entre la experiencia y el sí mismo.
-Existen sentimientos de responsabilidad propia en relación con los problemas, si bien son vacilantes.
-A pesar de que una relación íntima aún le parece peligrosa, el cliente se arriesga y se atreve a relacionarse en cierta medida a partir de sus sentimientos.
o Quinta etapa.
-Los sentimientos se expresan libremente en tiempo presente.
-Está muy próxima la posibilidad de experimentar plenamente los sentimientos. Estos “surgen a borbotones”, “se filtran”, a pesar del temor y la desconfianza que al cliente le inspira la posibilidad de experimentarlos de manera plena e inmediata.
-Comienza a aparecer una tendencia a advertir que vivenciar un sentimiento implica un referente directo.
-Los sentimientos que “surgen a borbotones” suelen despertar sorpresa y temor y casi nunca placer.
-Los sentimientos del sí mismo se reconocen como propios cada vez en mayor medida, hay una necesidad de ser esos sentimientos, de ser el “yo verdadero”.
-La experiencia adquiere mayor flexibilidad; ya no es algo remoto, y a menudo se produce con una demora mínima.
-La experiencia se construye de modos mucho menos rígidos. Se descubren nuevos constructos personales y se los examina y cuestiona críticamente.
-Existe una tendencia intensa y notoria a diferenciar con exactitud los sentimientos y significados.
-Las contradicciones e incongruencias de la experiencia son encaradas cada vez con mayor claridad.
-Aumenta la aceptación de la propia responsabilidad en los problemas que se encaran, y aumenta también la preocupación acerca de en qué medida el cliente ha contribuido a ellos. Los diálogos que se sostienen en el interior del sí mismo se van liberando, la comunicación interna se mejora y su bloqueo se reduce.
o Sexta etapa.
-Ahora el cliente puede experimentar como inmediatos los sentimientos que antes estaban “atascados”, inhibidos en su cualidad de proceso.
-Estos sentimientos fluyen hasta sus últimas consecuencias
-Un sentimiento del presente es experimentado directamente, de manera inmediata y rica.
-Se acepta esta cualidad inmediata de la experiencia y el sentimiento que la constituye.
-Ya no hay temor, necesidad de negarlo o luchar contra esto.
-El cliente vive subjetivamente en la experiencia, peri sin advertirlo.
-El sí mismo como objeto tiende a desaparecer.
-En esta etapa la experimentación adquiere verdaderas características de proceso.
-Otra característica de esta etapa es la relajación fisiológica que la acompaña.
-En esta etapa la comunicación interna es libre y relativamente exenta de bloqueos.
-La incongruencia entre la experiencia y la percepción se experimenta vívidamente a medida que se transforma en congruencia.
-En este momento de vivencia desaparece el constructo personal pertinente y el cliente se siente libre de su sistema anteriormente equilibrado.
-El momento de la vivencia plena se convierte en un referente claro y definido.
-La diferenciación de la vivencia es penetrante y clara.
-En esta etapa ya no hay más “problemas” externos ni internos.
-El cliente vive subjetivamente una fase del problema, que ha dejado de ser un objeto.
o Séptima etapa.
-Los sentimientos nuevos se experimentan de manera inmediata y rica en matices, tanto dentro como fuera de la relación terapéutica.
-La vivencia de estos sentimientos se utiliza como un referente claro.
-La aceptación de estos cambiantes sentimientos como propios aumenta y coexiste con una confianza básica en el proceso mismo.
-La vivencia ha perdido casi por completo sus aspectos limitados por la estructura y se convierte en vivencia de un proceso; esto significa que la situación se experimenta e interpreta como nueva, y no como algo pasado.
-Poco a poco el sí mismo se convierte simplemente en la conciencia subjetiva y reflexiva de la vivencia. El sí mismo se percibe cada vez menos como un objeto y, en cambio, se lo siente con mayor frecuencia como un proceso que inspira confianza.
-Los constructos personales se replantean provisionalmente, para ser luego validados mediante las experiencias ulteriores, pero aun en caso de serlo, se los plantea con mayor flexibilidad.
-La comunicación interna es clara: los sentimientos y símbolos se correlacionan de manera adecuada y hay términos nuevos para describir sentimientos nuevos.
-El cliente experimenta la elección efectiva de nuevas maneras de ser.

Carl Rogers.
El Proceso de Convertirse en Persona.
Ed. Paidós.

sábado, 4 de septiembre de 2021

Entrevista a Freud

 


Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir.

Sigmund Freud


NOTA: Esta entrevista a Sigmund Freud, fue concedida en el año 1926 al periodista George Sylvester Viereck. A pesar de que se creía perdida, fue publicada en el volumen de “Psychoanalysis and the Fut” (New York en 1957). La traducción es de Miguel Ángel Arce. 

“Revista Bifrontal” la reproduce con fines netamente informativos. De igual manera, acompañamos el texto con las ilustraciones de algunos artistas quienes realizaron magníficas piezas cuyo tema central es el mismo Sigmund Freud.


S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.

Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma.

El escenario de nuestra conversación fue en su casa de verano en Semmering, una montaña de los Alpes austríacos.

Yo había visto el país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez del sabio.

Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable -como siempre- pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.

S. Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida más desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.

(Freud se rehusa a admitir que el destino le reserva algo especial).

S. Freud: ¿Por qué (dice calmadamente) debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas en compañía de mi mujer, mis hijos, el calor del sol.

Observé las plantas que crecen en primavera.

De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?

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Ilustración Delphine Lebourgeois©

De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?

George Sylvester Viereck: El señor tiene ya  una cierta fama. Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por su causa. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.

S. Freud: Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.

George Sylvester Viereck: ¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?

S. Freud: Absolutamente nada. Es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.

(Estabamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación de tierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que florecía).

S. Freud: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.

George Sylvester Viereck: ¿Entonces, usted es, al final, un profundo pesimista?

S. Freud: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.

TE RECOMENDAMOS: Juha Arvid – El imperio invisible

George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?

S. Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción?

George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?

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“Freud’s dream” – Collage DreamCatchEuse©

Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará.

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas -para usar la expresión de Nietzsche- nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria?. No habría vínculo entre el pasado y el futuro.

Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.

George Sylvester Viereck: Bernard Shaw sustenta que vivimos muy poco. Él encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. Él cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.

S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, consciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro de nosotros. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: “Más allá del principio del placer”. En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la “fiebre llamada vivir”. El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.

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George Sylvester Viereck: Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.

S. Freud: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.

(Estaba haciendo frío en el jardín. Continuamos la conversación en el gabinete. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con la caligrafía clara de Freud).

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“Doctor Freud” – Ilustración MathewPeterMcCoy©

En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista, como usted puede ver…

George Sylvester Viereck: ¿En qué está trabajando el señor Freud?

S. Freud: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al análisis ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo. Después procuran monopolizarla.

George Sylvester Viereck: ¿Usted tuvo mucho apoyo de los legos?

S. Freud: Algunos de mis mejores discípulos son legos.

George Sylvester Viereck: ¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis?

S. Freud: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista, como usted puede ver …

(En ese momento apareció la señorita Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años y facciones inconfundiblemente anglosajonas)

George Sylvester Viereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?

S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como el chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos con los que lo han cargados.

George Sylvester Viereck: Mi impresión es que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. “Tout comprendre c’est tout pardonner“.

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“Sigmund Freud” – Collage Arthrob©

El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar.

S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.

(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con sus seguidores que lo habían abandonado, por qué él no perdona disentir del recto camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es recto es herencia de sus ancestros. Una herencia de la que él se enorgullece como se enorgullece de su raza).

S. Freud: Mi lengua es el alemán. Mi cultura -mi realización- es alemana. Yo me consideré un intelectual alemán hasta que percibí el crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.

(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que el espíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquier preconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencor personal. Pero debido precisamente a su indignación, a su honesta ira, se volvía más atrayente como ser humano. ¡Aquiles sería intolerable si no fuese por su talón!)

George Sylvester Viereck: ¡Me pone contento, Herr Profesor, que también el señor tenga sus complejos! ¡que el señor Freud demuestre que es, también, un mortal!.

S. Freud: Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.

George Sylvester Viereck: Imagino, observo, ¡cuáles serían mis complejos!

S. Freud: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida a la “caza de los leones”. Usted buscó siempre a las personas más destacadas de su generación: Roosevelt, El Emperador, Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre, George Bernard Shaw….

George Sylvester Viereck: Es parte de mi trabajo.

S. Freud: Pero también es su preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del complejo del padre.

(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Mientras tanto, reflexionando sobre eso, me parece que puede haber una verdad, no sospechada por mí, en su sugestión casual. Puede ser lo mismo que el impulso que me llevó a él).

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“Pink Freud” – Ilustración DracoIagem©

El salvaje, como el animal, es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad

George Sylvester Viereck: Me gustaría -observé después de un momento- poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez, como la Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre el psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o tentaría anticipar sus intenciones.

S. Freud: La inteligencia en un paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.

(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere bastante de sus seguidores, que no gustan mucho de la seguridad del paciente que tienen bajo su supervisión).

George Sylvester Viereck: A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.

S. Freud: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.

George Sylvester Viereck: ¿Por qué?

S. Freud: Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal, es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más agradables son las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente) nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor.

George Sylvester Viereck: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ájax.

S. Freud: (sonriendo) Me alegra saber que no puede leer. ¡Él sería, ciertamente, el miembro menos querido de la casa si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!

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“Morning Therapy” – Ilustración NYCHOS©

Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la “fiebre llamada vivir”

George Sylvester Viereck: Aún usted, profesor, sueña la existencia compleja por demás. En tanto me parece que el señor sea en parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted inventase el psicoanálisis no sabíamos que nuestra personalidad era dominada por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como un rompecabezas complicado.

S. Freud: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente.

George Sylvester Viereck: Al menos en la superficie, pues la vida humana nunca fue más compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante y más contradictorio.

S. Freud: El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la puerta a una nueva verdad.

George Sylvester Viereck: Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.

S. Freud: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.

George Sylvester Viereck: La estructura científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos: la teoría del “desplazamiento”, de la “sexualidad infantil”, de los “simbolismos de los sueños”, etc.- parecen permanentes.

S. Freud: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los sustratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.

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“Sigmund Feud – Action Figure” – propiedad de Archie McPhee©

Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización.

George Sylvester Viereck: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre todo en el sexo?

S. Freud: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman: “Más todo faltaría si faltase el sexo” (Yet all were lacking, if sex were lacking). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está “más allá” del placer -la muerte, la negociación de la vida-. ¡Este deseo explica por qué algunos hombres aman al dolor como un paso para el aniquilamiento! Explica por qué los poetas agradecen a “los dioses”:

 

From too much love of living from hope and fear set free, we thank with brief thanksgiving whatever gods may be that no life lives for ever; that dead men rise up never; that even the weariest river winds somewhere safe to sea*

Por excesivo amor a la vida, por la esperanza y el temor liberados, brevemente agradecemos a los dioses, sin importar quiénes sean, que la vida no sea eterna, que nunca los muertos se levanten, que hasta el río más perezoso llegue en sus giros al reposo del mar.

*”The garden of Proserpine” – Poema de Algernon Charles Swinburne


George Sylvester Viereck: Shaw, como usted, no desea vivir para siempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de interés.

S. Freud: (Sonriendo) Shaw no comprende el sexo. Él no tiene ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas. Él hace humoradas del amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la historia-. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, por su negación del móvil de todas las cosas humanas que emanan de sus piezas, el clamor universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa, procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.

George Sylvester Viereck: Usted, sin duda, fue bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura.

S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzsche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. En Zaratustra dice: “El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad”. El psicoanálisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en la literatura es, por lo tanto, inmensa. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthak mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralela a mi propio desarrollo. El expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzle no es sólo un poeta, es también un científico.

George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey O’Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O’Neill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. “The Silver Cord” por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.

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“Freud” – Collage Kab3On©

Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir

S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente.

La “Clark University” me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis.

Los americanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos, pues una formación estrictamente médica es, con frecuencia, un impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.

¡Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio!. El no puede obligarse a sí mismo a agradar a Estados Unidos -donde están la mayoría de sus seguidores-.

A pesar de su rudeza, Freud es la urbanidad en persona. Él oye pacientemente cada intervención, procurando nunca intimidar al entrevistador. ¡Raro es el visitante que se aleja de su presencia sin un presente, alguna señal de hospitalidad!

Había oscurecido. Era tiempo de tomar el tren de vuelta a la ciudad que una vez cobijara el esplendor imperial de los Habsburgos. Acompañado de su esposa y de su hija, Freud desciende los escalones que lo alejan de su refugio en la montaña a la calle para verme partir. Me pareció verlo cansado y triste al darme el adiós.

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“The Dark Knight” – propiedad de EvgenyParfenov©

“No me haga parecer un pesimista”, dice Freud después de un apretón de manos. “Yo no tengo desprecio por el mundo”

“No me haga parecer un pesimista”, dice Freud después de un apretón de manos. “Yo no tengo desprecio por el mundo”.

George Sylvester Viereck: Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.

S. Freud: ¡No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores! No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros.

El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me condujo rápidamente hacia la estación. Apenas logré ver, ligeramente encorvado, la cabeza grisácea de Sigmund Freud desapareciendo en la distancia…

 

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