Esbozo del Concepto
La noción de narcisismo o Narzissmus como la denominó Freud, aparece por vez primera en la segunda edición de sus “Tres ensayos de teoría sexual” (1909) en una nota al pie de página y es tomada por éste a partir de los trabajos de Ellis y Nacke. Lo siguieron algunos desarrollos en su libro sobre Leonardo da Vinci (1910) y el caso Schreber (1911), sin embargo, no es hasta “Introducción del narcisismo” (1914), cuando las ideas y reflexiones freudianas sobre este concepto llegarán a ocupar su verdadero sitial en la teorización acerca del desarrollo sexual y las relaciones que el yo establece con objetos externos.
Digamos que hasta entonces el narcisismo era considerado una perversión toda vez que refería a aquella “conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena” (Freud: 1914, 71)
Así entonces, el narcisismo en un primer momento es considerado una perversión, en tanto el cuerpo propio se convierte en posibilidad de satisfacción erótica, tomado este como objeto sexual. Esta idea le permite a Freud pensar en el estatuto de la elección de objeto en la homosexualidad, que en sus “Tres ensayos” forma parte de las perversiones y que en la 26º conferencia sobre Libido y Narcisismo, corresponde a una elección narcisista de objeto. Es decir, existiría un objeto donde se ama aquello similar al yo propio (Freud, 1916-17).
Sin embargo, los análisis van mostrándole que es posible ampliar esta concepción, ya que rasgos aislados de lo que entendía hasta ese momento (1914) por narcisismo, se encuentran en personas con diversas características y perturbaciones, y no tan solo en perversos.
Freud entonces, se sirve de diversas fuentes tales como la esquizofrenia, la psicología infantil, los estudios sobre la vida mental de los primitivos, los hipocondríacos y el enamoramiento, para ampliar y modificar su concepción sobre el narcisismo. Y de esta manera, el narcisismo ya no es “un comportamiento específico sino un modo a través del cual la energía sexual se vuelca principalmente sobre el yo, restando posibilidad de investir objetos” (Fliman: 2008, 69).
Deja de ser un fenómeno privativo de las perversiones, para insertarse como parte del “desarrollo sexual regular del hombre” (Freud: 1914, 71). Así es como Freud avanza en su concepción de narcisismo y que lo lleva a plantear la distinción y existencia de dos tipos de narcisismo, uno primario y otro secundario.
Narcisismo Primario y Secundario
Podemos decir que respecto del narcisismo primario es posible destacar dos puntos. El primero corresponde a la relación del infans con quien le prodiga cuidados y la satisfacción de sus necesidades; la segunda, referida a la catexia del propio cuerpo. De esta manera hallamos que el Narcisismo primario en Freud dice relación con el estado de indiferenciación propia de los primeros tiempos de la vida, que ubica a la cría humana en una situación de dependencia absoluta respecto del otro materno, principalmente por el estado prematuro de sus órganos, requiriendo del auxilio de otro para satisfacer sus necesidades, y en lo relativo al segundo punto, consignamos que se desprende del autoerotismo.
Al respecto Freud dirá que “el autoerotismo era la práctica sexual del estadio narcisista de colocación de la libido” (Freud: 1916-17, 379), en este momento vemos el estadio del espejo lacaniano, pues lo característico en esta fase para Lacan es una estructura narcisística que se pone en juego. No solo porque la libido se dirige al propio cuerpo, sino también porque para él la posibilidad de muerte por insuficiencia vital esta presente y además por “la Imago del doble” (Lacan: 1938, 56), que en definitiva no contiene al otro.
Estos dos últimos puntos son aportes lacanianos a la comprensión del narcisismo y agregará un aspecto fundamental a esta fase característica del aislamiento afectivo, fundante de la subjetividad, en tanto identificación con una imagen de la cual no puede distinguirse. Y es que “la unidad que introduce en las tendencias contribuirá a la formación del yo. Sin embargo, antes que el yo afirme su identidad, se confunde con esta imagen que lo forma, pero que lo aliena de modo primordial” (Lacan: 1938, 56), esta parece ser entonces la característica central de esta fase según Lacan… formación, alienación, unidad corporal y afectiva, ausencia de relación con el otro.
Cabe mencionar que desde el “Proyecto” (1895) Freud plantea la existencia de un tiempo primero, mítico, de felicidad absoluta. Satisfacción primordial que marcará a las posteriores, momento de “Goce” (para emplear un concepto importado de la filosofía del derecho hegeliano, por Lacan) autoerótico en el lazo indiferenciado con la madre, que deberá ser interdicto. Y donde el yo (en formación) quedará investido con los atributos de completud y al cual constantemente se tenderá a regresar. Se realizarán intentos por recuperar el trono de “his majesty the baby”. Siempre y cuando, haya otro que lo reconozca como tal, es decir, le otorgue ese lugar simbólico.
Digamos con Lacan, que en este tiempo el otro ubica al niño en posición de objeto. Situado simbólicamente como Falo Materno, este intentará identificarse con el deseo de su madre, pretendiendo colmar el vacío de esta. Es decir, deseo de deseo. Este es el primer momento del Edipo según Lacan, donde la relación madre - hijo esta muy cercana a la fusión y además donde el deseo del niño esta “totalmente sujeto al deseo de la madre” (Dor: 1985, 93), el niño esta completamente alienado en la dialéctica fálica, “ser o no ser el Falo”.
Este punto es central, es un aporte de Lacan a la comprensión del complejo de Edipo, donde en sus inicios existiría esta identificación con aquel objeto que supone colma el deseo materno.
Para Freud sin embargo, en la medida en que la madre es capaz de satisfacer las necesidades del niño (en este periodo la proximidad entre ambos, supondrá una inmediatez en dicha satisfacción), aparecerá como el primer objeto amoroso, dirá que el infans “elige sus objetos sexuales tomándolos de sus vivencias de satisfacción” (Freud: 1914, 84), la cual denominará de tipo anaclítico o por apuntalamiento, variante de la elección de objeto narcisista. Cabe mencionar que en este punto existen diferencias con lo planteado por Lacan, quien asevera que toda elección amorosa es narcisista, aún las denominadas anaclíticas.
Braunstein dirá, en relación con esta lectura lacaniana de las elecciones de objeto por apuntalamiento que “no es sino una variación de la elección narcisística en tanto que la predilección amorosa, la madre nutricia y el padre protector, no son sino los sustentos necesarios para ese yo del narcisismo” (Braunstein: 2006, 35).
Con respecto del narcisismo secundario en Freud, diremos que corresponde a un posicionamiento libidinal posterior, aparece como el resultado del repliegue de la libido sobre el yo, a consecuencia de la desinvestidura de objetos exteriores, para Lacan el Narcisismo secundario será aquel por el cual, aún tomando un objeto exterior como objeto amoroso, en el otro, se encuentra y se ama a si mismo.
Es así como de esta distinción entre narcisismo primario y secundario, Freud plantea la posibilidad de pensar la existencia de una “originaria investidura libidinal del yo” (Freud: 1914, 73), de la cual se desprenderá luego una parte de el y se convertirá en libido objetal y un resto quedará como libido yoica, las cuales tendrían entre si una relación inversamente proporcional, ya que el efectuar una mayor inversión libidinal sobre los objetos, traería por consecuencia un empobrecimiento en la libido yoica y viceversa.
Cuestión posible desde la perspectiva de Freud por el hecho de que las pulsiones de autoconservación son también de naturaleza libidinosa, es decir, pulsiones sexuales que han tomado al yo como objeto sexual (Freud: 1923). Este punto es desestimado por Lacan, quien ve la supuesta bipartición libidinal como consecuencia del efecto enajenante del atravesamiento por el estadio del espejo, haciendo posible entonces, la relación mencionada más arriba, entre narcisismo y pulsiones de muerte.
Siguiendo a Freud en esta época, diremos que en un comienzo ambas “energías psíquicas” (Freud: 1914) están unidas y no es posible distinguirlas, sin embargo, en la medida en que se van efectuando investiduras de objeto, se hace posible hablar de libido yoica o autoconservativa y de libido objetal o sexual, hipótesis que se conservará de ahí en Freud, hasta la formulación de un Más allá del principio del placer, momento en que abandonará esta dualidad pulsional, por el planteamiento que mantendrá de ahí en más, sobre pulsiones de vida y de muerte.
Salida del Narcisismo
Pero aparecen algunas preguntas, Freud plantea la existencia de dos tipos de libido, en parte como respuesta a Jung y también porque le resulta importante para graficar y entender el narcisismo, sin embargo ¿Cómo se efectúa dicha diferenciación?, ¿Qué hace posible que una libido se dirija a objetos y otra libido se dirija al yo?, si en este momento el yo se encuentra en formación ¿Cuál es el papel del narcisismo en su formación?
Dejamos en claro de antemano que las posturas de Freud y Lacan son diferentes, el primero se encuentra descubriendo a la vez que teoriza el narcisismo, por su parte Lacan no Habla de narcisismo primario y la investidura libidinal hacia los objetos es explicada de otra manera. Acá intentaremos dar cuenta de estas diferencias.
Diálogos entre Freud y Lacan
Freud dirá que uno pasa del narcisismo al amor objetal por una necesidad, para no enfermar, ya que el hecho de depositar libido sobre objetos externos ocurre “cuando la investidura del yo con libido ha sobrepasado cierta medida” (Freud: 1914, 83) y entonces para no provocar una estasis libidinal en el yo, la cual tendría efectos patógenos, se realiza la separación y distribución de libido hacia objetos que están fuera.
Esta concepción freudiana llama la atención, primero al presentar al yo como un receptáculo, como un lugar donde la libido en su carácter cuantificable, vendría a llenar y rebasar un cierto límite, un umbral.
Con la misma idea de umbral, pero explicada de manera distinta a partir de la identificación primordial con la gestalt exterior del otro en el estadio del espejo, Lacan dirá que “la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible (…) [y hará posible] establecer una relación del organismo con su realidad” (Lacan; 1988). Es decir, que la identificación alienante con la imagen venida desde el otro, hace posible el paso al reconocimiento del otro. Esto es, en el momento que me identifico y hago mía la imagen del otro, se hace posible comenzar a distinguir al otro.
Sin embargo, Freud planteará un concepto fundamental en los avatares del narcisismo primario. El Complejo de Castración. Pero no avanza en esa dirección, es mas, lo deja dando votes, en suspenso. Será Lacan quien con posterioridad se refiera a la relación Narcisismo – Castración, y afirmará entre otras cosas que no tiene nada de complejo. Explicará esto como efecto del ingreso al lenguaje, al Simbólico, momento en el cual se hará posible el devenir subjetivo, en correspondencia con el Nombre del Padre. Y si anteriormente dijimos que el infans se encuentra alienado en la dialéctica del Falo, entre ser o no ser el Falo, esta referencia a otro lugar donde se dirigirá el deseo materno, instalará la dialéctica del tener.
De esta manera y siguiendo a Lacan, diremos que es el Otro en tanto lugar donde se sitúa la cadena significante, lo que dará las posibilidades para que el sujeto sea y se haga presente, el grito de malestar se transforma en demanda, y el infans deberá hacerse un lugar para habitar en la red de significantes, gracias al reconocimiento y atribución de una subjetividad otra, el sujeto es entonces “efecto del significante” (Lacan: 1964, 215), el cual al producirse en el campo del Otro hace posible su significación.
A esto nos referimos entonces cuando decimos “reconocimiento y atribución de subjetividad”. Este movimiento deberá ser realizado por el Otro Materno y atribuir una otredad en ese grito, un saber en ese llanto, en ese silencio del infante, en sus movimientos y cambios de temperatura, por poner algunos ejemplos. Todos estos signos, deben ser leídos y significados por el Otro, y solo así es como las necesidades de la cría humana, en un proceso de significación por el adulto se van satisfaciendo, se va libidinizando el cuerpo en lo que denominamos el autoerotismo, es decir, se va narcisizando.
Y es justamente de ese paraíso desde el que se cae. Caída dolorosa y necesaria producto de la castración. Digamos que la castración en Lacan no escomo en Freud una amenaza, es “salvadora, la amenaza verdadera, la terrible, es que la castración llegue a faltar” (Braunstein: 2006, 47), lo peligroso es quedar atrapado en el Goce, en la relación simbiótica con la madre. Esta es justamente la lectura que Lacan hace de la fobia de Juanito. La castración lacaniana indica justamente la pérdida de este paraíso Falico del narcisismo primario, que se supone en la asociación indiferenciada, gozosa con el otro Materno.
Es entonces, que el efecto salvador de la castración hará posible, perdida mediante (objeto a), la emergencia de un sujeto deseante, el cual a través de la palabra podrá simbolizar la perdida del Goce o herida Narcisista dejada por la Castración, toda vez que el deseo de la madre se dirija a un elemento tercero, el Padre. Cuestión posible en modalidad aforística, siguiendo el enunciado de Braunstein cuando señala que “en el principio era el goce pero de ese goce no se sabe sino a partir de que se lo ha perdido” (Braunstein: 2006, 41) cuando se ingresa al lenguaje.
No es la idea, extenderse mucho mas respecto de la Función Paterna o el Nombre del Padre, aquel que “le da su peso a la ley” (Lacan: 1957-58, 158), sino solamente subrayar su importancia en la constitución subjetiva, a partir justamente del corte (Ley) que ejerce en el goce de la díada madre-hijo, cuestión que hará posible la sexuación en tanto remite al Edipo, como triangulación deseante referente a un cuarto elemento, al que Padre-Madre-Hijo dirigirán su deseo… el Falo.
Implicancias
“El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo
primario y engendra una intensa aspiración a recobrarlo”
- Freud (1914, 96)
Tomando esta cita, diremos que en el narcisismo primario se juega algo decisivo en la constitución subjetiva de cada uno de nosotros, para Freud este distanciamiento es efectuado por acción del desplazamiento libidinal desde el narcisismo al ideal del yo. Es decir, que si el Yo ideal corresponde al “amor de si mismo de que en la infancia goza el yo real” (Graiño 2007, 12), por efecto de la castración se abandonará estas primeras satisfacciones narcisistas y se intentará recuperarlas por el desplazamiento hacia el Ideal del Yo.
Siguiendo a Lacan, el efecto salvador de la Castración se encuentra entonces en que nos libra del Goce. Este Ideal del Yo cumple además, en el plano simbólico, la función de regular la estructura imaginaria, las identificaciones y los conflictos presentes en sus relaciones con sus semejantes (Chemama: 1996).
Distingamos algunas de las implicancias que se desprenden de este momento crucial de ingreso al orden Simbólico:
En Freud, del narcisismo resignado como parte del ingreso a la cultura, deviene el Ideal del Yo, “instancia psíquica que elige entre los valores morales y éticos requeridos por el Superyo aquellos que constituyen un ideal al que el sujeto aspira” (Chemama: 1996, 209) y con el que se medirá y hará posible la represión de algunos contenidos que entren en conflicto con dicho ideal.
Esto, con todo lo que implica en cuanto relaciones sociales, con la autoridad y con la ley. Como el sujeto se ve obligado a dejar parte de su narcisismo, se crea este ideal, desplazamiento narcisistico compuesto de las perfecciones de lo resignado, para mantener, para no abandonar definitivamente su narcisismo.
De este mismo ideal, el cual dificulta la satisfacción libidinal catalogando algunas mociones como inconciliables, se desprende otra cuestión significativa, y es que, “donde no se ha desarrollado un ideal así, la aspiración sexual correspondiente ingresa inmodificada en la personalidad como perversión” (Freud: 1914, 97), es decir, que el polimorfismo perverso propuesto por Freud, es modificado por este ideal y donde no actúa, se manifiesta en el sujeto, sea como rasgo o como personalidad perversa.
También se juega en parte la elección de objeto, que como dijimos según Freud puede ser del tipo por apuntalamiento, es decir, idealizando el objeto en el enamoramiento o al modo narcisista, amando al otro como a uno mismo, como uno fue, como quería ser o como alguna vez fue y perdió.
Otra implicancia de esta teorización es la posibilidad de ser un sujeto deseante, en tanto deseado en primer tiempo, será posible pasar de la carne al cuerpo, ya que ser libidinizado por otro, ser esperado y deseado, genera un espacio simbólico donde habitar en tanto sujeto de deseo, para lo cual la perdida es absolutamente necesaria.
Desde el narcisismo resignado en este tiempo primordial, aparece la posibilidad de amar a un hijo, es decir, que el amor de los padres por sus hijos resulta en cuanto que a través de ellos, sus hijos, los padres satisfacen su propio narcisismo resignado alguna vez. Tal como dirá Freud “el conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su transmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza” (Freud: 1914, 88)
Es decir, que para prodigar cuidados a un hijo, es necesario haber atravesado antes por la castración, ya que de este modo, podrá el hijo ser narcisizado, cuidado y deseado, en tanto representante simbólico (Falo), capaz de llenar el agujero de la propia falta.
A Modo de Conclusión
El narcisismo primario en cuanto construcción metapsicológica de Freud, “es la conformación esperada y normal de una investidura libidinal original desde la que se ceden investiduras a los objetos” (Fliman: 2008, 70) y que se hace posible con la presencia materna o para ser mas específicos, con la presencia del deseo materno que habilita la libidinización en tanto esta es parte de la Función Materna.
Es de este modo, que con el ingreso al orden simbólico se hace necesario e impostergable el atravesamiento por la castración, dejando como resultado una perdida fundamental que sugerirá el camino de acceso al Edipo, la subjetivación y sexuación de un sujeto deseante.
El desarrollo del narcisismo, hizo posible la comprensión de fenómenos tales como la psicosis, las depresiones, el amor, entre otros y hace posible un entendimiento y abordaje clínico, resaltando así su importancia.
Los postulados del Estadio del espejo permiten una identificación fundante que hace posible entre otras cosas la “permanencia mental del yo” (Lacan: 1988, 88) así como “establecer una relación del organismo con su realidad” (Lacan: 1988, 89), que organiza la relación con el cuerpo al asumir la imagen especular gracias a la presencia del otro, el que con su mirada, sus cuidados, su dedicación, hará posible la emergencia de un cuerpo libidinizado y organizado, cuestiones que en los trastornos psicóticos se observan sus implicancias en fantasías y alucinaciones del cuerpo fragmentado (Lacan 1948).
Además, esta imagen fundante es la base del yo, es decir, imagen que permitirá el reconocimiento de un yo como distinto del resto. Base de la existencia, ya que permitirá integrar en un todo, los pedazos desperdigados, propios de la prematurez de cómo se nace.