Jose Antonio Marina (Toledo 1939) es un educador y filósofo galardonado con varios premios, pero independientemente de lo valorado públicamente, su contribución privada y silente alcanza a muchos contextos. También es un gran escritor y divulgador. He leído "La Inteligencia Fracasada", un ensayo sobre la estupidez y como los "módulos afectivos" interfieren en el vivir creativo. También he leído "Ética para náufragos", "Diccionario de los sentimientos", "El laberinto del lenguaje" y "El laberinto sentimental".
Ahora comienzo un libro que dan con la revista Mente Sana coordinada por Jorge Bucay, se titula "Aprender a Convivir". En él nos enseña la "areté", la virtud de ser seres sociales en un mundo donde prima la agresividad, la codicia, la envidia, la competitividad y la soberbia.
He elegido un fragmento donde habla de la cultura oriental en contraposición a la occidental y va más allá tratando de buscar una moral transcultural, una forma de ética. La ética y la psicología son, junto al lenguaje sus fuentes de mayor interés. Les dejo con Jose Antonio Marina:
Según los expertos, amae es un sentimiento estrictamente japonés. Para Takeo Doi, representa "la verdadera esencia de la psicolocía japonesa" y proporciona la clave para comprender las diferencias psicológicas entre Japón y los países occidentales. Significa "depender y esperar la benevolencia", "un sentimiento de indefensión y el deseo de ser amado", "la dulce dependencia del cariño de otro" Se trata de un sentimiento infantil ampliado a la edad adulta, y está unido al aprecio que el japonés siente por el espíritu de dependencia. Murase señala que "al contrario de lo que sucede en occidente, que llaman "cultura del ego", a la cultura japonesa que llaman "cultura sumao", palabra que, como amae, simboliza relaciones de confianza que fomentan la apertura y la dependencia. Según Murase, la cultura del ego occidental está centrada en el individuo, y la personalidad tipo que promueve es autónoma, fuerte, competitiva, activa, asertiva, agresiva. Por el contrario, la cultura sunao subraya las relaciones y fomenta una personalidad dependiente, humilde, autolimitada, tierna, flexible y adaptable, armoniosa, pasiva, obediente y no agresiva. Las relaciones que fomenta la cultura del ego son contractuales mientras que las relaciones fomentadas por la cultura sunao son incondicionales. La cultura japonesa estaría bajo un principio paternal. En esta breve descripción podemos ver los tres modelos presentes en toda cultura: una idea del ser humano, de lo que debe ser, y de cómo debería convivir.
miércoles, 30 de septiembre de 2009
martes, 29 de septiembre de 2009
¿Por qué juegan los niños?
AL PIE DESDE SU NIÑO. Pablo Neruda
El pie del niño aún no sabe que es pie,
y quiere ser mariposa o manzana.
Pero luego los vidrios y las piedras,
las calles, las escaleras,
y los caminos de la tierra dura
van enseñando al pie que no puede volar,
que no puede ser fruto redondo en una rama.
El pie del niño entonces
fue derrotado, cayó
en la batalla,
fue prisionero,
condenado a vivir en un zapato.
Poco a poco sin luz
fue conociendo el mundo a su manera,
sin conocer el otro pie, encerrado,
explorando la vida como un ciego.
Aquellas suaves uñas
de cuarzo, de racimo,
se endurecieron, se mudaron
en opaca substancia, en cuerno duro,
y los pequeños pétalos del niño
se aplastaron, se desequilibraron,
tomaron formas de reptil sin ojos,
cabezas triangulares de gusano.
Y luego encallecieron,
se cubrieron
con mínimos volcanes de la muerte,
inaceptables endurecimientos.
Pero este ciego anduvo
sin tregua, sin parar
hora tras hora,
el pie y el otro pie,
ahora de hombre
o de mujer,
arriba,
abajo,
por los campos, las minas,
los almacenes y los ministerios,
atrás,
afuera, adentro,
adelante,
este pie trabajó con su zapato,
apenas tuvo tiempo
de estar desnudo en el amor o el sueño,
caminó, caminaron
hasta que el hombre entero se detuvo.
Y entonces a la tierra
bajó y no supo nada,
porque allí todo y todo estaba oscuro,
no supo que había dejado de ser pie,
si lo enterraban para que volara
o para que pudiera
ser manzana.
¿Por qué jugan los niños? 1942. D.W. Winnicott. EL NIÑO Y EL MUNDO EXTERNO
Título original: “The Child and Outside World” 1993, Horme, Buenos Aires.
Placer
La mayoría de la gente diría que los niños juegan porque les gusta hacerlo, y eso es innegable. Los niños gozan con todas las experiencias físicas y emocionales del juego. …
Para expresar agresión
Suele decirse que los niños “liberan odio y agresión” en el juego, como si la agresión fuera algo malo de que es necesario librarse. En parte es cierto, porque el resentimiento acumulado y los resultados de la experiencia y de la rabia pueden parecerle a un niño algo malo dentro de él. Pero resulta más importante de cir lo mismo expresando que el niño valora la comprobación de que los impulsos de odio o de agresión pueden expresarse en un ambiente conocido, sin que ese ambiente le devuelva odio y violencia. El niño siente que un buen ambiente debe ser capaz de tolerar los sentimientos agresivos, siempre y cuando se los exprese en forma más o menos aceptable. Debe aceptar que la agresión está allí, en la configuración del niño, y éste se siente deshonesto si lo que existe se oculta y se niega…
Para controlar la ansiedad
Si bien resulta fácil comprender que los niños juegan por placer, es mucho más difícil que la gente acepte que los niños juegan para controlar ansiedad, o para controlar ideas e impulsos que llevan a la ansiedad si no se los controla.
La ansiedad siempre constituye un factor en el juego de un niño, y a menudo el principal…
Para adquirir experiencia
El juego es una porción muy grande de la vida para el niño. Las experiencias externas e internas pueden ser ricas para el adulto, pero para el niño las riquezas se encuentran principalmente en la fantasía y en el juego. Así como la personalidad de los adultos se desarrolla a través de su experiencia en el vivir, del mismo modo la de los niños se desarrolla a travñes de su propio juego, y de las invenciones relativas al juego de otros niños y de los adultos. Al enriquecerse, los niños aumentan gradualmente su capacidad para percibir la riqueza del mundo externamente real. El juego es la prueba continua de la capacidad creadora, que significa estar vivo…
Para establecer contactos sociales
Al principio los niños juegan solos o con la madre. No hay una necesidad inmediata de contar con compañeros de juego. Es en gran parte a través del juego, en el que los otros niños vienen a desempeñar papeles preconcebidos que una criatura comienza a permitir que sus pares tengan existencia independiente…El juego proporciona una organización para iniciar relaciones emocionales y permite así que se desarrollen contactos sociales.
Integración de la personalidad
El juego, el uso de las formas artísticas, y la práctica religiosa, tienden de maneras diversas, pero relacionadas, a la unificación y la integración general de la personalidad. Por ejemplo es fácil ver que el juego establece una vinculación entre la relación del individuo con la realidad personal interna y su relación con la realidad externa o compartida.
Examinando este complejo problema desde otro punto de vista, diríamos que es en el juego donde el niño relaciona las ideas con la función corporal…
De modo similar, cuando encontramos un niño en quien la relación con la realidad interna y la relación con la realidad externa no están articuladas –en otras palabras, un niño cuya personalidad está seriamente dividida en este sentido-, vemos con suma claridad que el juego normal (como el recordar y el relato de sueños) es una de las cosas que tienden a la integración de la personalidad. El niño con esa seria división de la personalidad no puede jugar, o no puede jugar en formas reconocibles para otros como relacionadas con el mundo.
Comunicación con la gente
Un niño que juega puede estar tratando de exhibir, por lo menos, parte del mundo interior, así como del exterior, a personas elegidas del ambiente. El juego puede ser “algo muy revelador sobre uno mismo”, tal como la manera de vestirse puede serlo para un adulto. Esto es susceptible de transformarse a una edad temprana en lo opuesto, pues cabe decir que el juego, como el lenguaje, nos sirve para ocultar nuestros pensamientos, si nos referimos a los pensamientos más profundos. Es posible mantener oculto el inconsciente reprimido, pero el resto del inconsciente es algo que cada individuo desea llegar a conocer, y el juego, como los sueños, cumple la función de autorrevelación y comunicación en un nivel profundo…
El pie del niño aún no sabe que es pie,
y quiere ser mariposa o manzana.
Pero luego los vidrios y las piedras,
las calles, las escaleras,
y los caminos de la tierra dura
van enseñando al pie que no puede volar,
que no puede ser fruto redondo en una rama.
El pie del niño entonces
fue derrotado, cayó
en la batalla,
fue prisionero,
condenado a vivir en un zapato.
Poco a poco sin luz
fue conociendo el mundo a su manera,
sin conocer el otro pie, encerrado,
explorando la vida como un ciego.
Aquellas suaves uñas
de cuarzo, de racimo,
se endurecieron, se mudaron
en opaca substancia, en cuerno duro,
y los pequeños pétalos del niño
se aplastaron, se desequilibraron,
tomaron formas de reptil sin ojos,
cabezas triangulares de gusano.
Y luego encallecieron,
se cubrieron
con mínimos volcanes de la muerte,
inaceptables endurecimientos.
Pero este ciego anduvo
sin tregua, sin parar
hora tras hora,
el pie y el otro pie,
ahora de hombre
o de mujer,
arriba,
abajo,
por los campos, las minas,
los almacenes y los ministerios,
atrás,
afuera, adentro,
adelante,
este pie trabajó con su zapato,
apenas tuvo tiempo
de estar desnudo en el amor o el sueño,
caminó, caminaron
hasta que el hombre entero se detuvo.
Y entonces a la tierra
bajó y no supo nada,
porque allí todo y todo estaba oscuro,
no supo que había dejado de ser pie,
si lo enterraban para que volara
o para que pudiera
ser manzana.
¿Por qué jugan los niños? 1942. D.W. Winnicott. EL NIÑO Y EL MUNDO EXTERNO
Título original: “The Child and Outside World” 1993, Horme, Buenos Aires.
Placer
La mayoría de la gente diría que los niños juegan porque les gusta hacerlo, y eso es innegable. Los niños gozan con todas las experiencias físicas y emocionales del juego. …
Para expresar agresión
Suele decirse que los niños “liberan odio y agresión” en el juego, como si la agresión fuera algo malo de que es necesario librarse. En parte es cierto, porque el resentimiento acumulado y los resultados de la experiencia y de la rabia pueden parecerle a un niño algo malo dentro de él. Pero resulta más importante de cir lo mismo expresando que el niño valora la comprobación de que los impulsos de odio o de agresión pueden expresarse en un ambiente conocido, sin que ese ambiente le devuelva odio y violencia. El niño siente que un buen ambiente debe ser capaz de tolerar los sentimientos agresivos, siempre y cuando se los exprese en forma más o menos aceptable. Debe aceptar que la agresión está allí, en la configuración del niño, y éste se siente deshonesto si lo que existe se oculta y se niega…
Para controlar la ansiedad
Si bien resulta fácil comprender que los niños juegan por placer, es mucho más difícil que la gente acepte que los niños juegan para controlar ansiedad, o para controlar ideas e impulsos que llevan a la ansiedad si no se los controla.
La ansiedad siempre constituye un factor en el juego de un niño, y a menudo el principal…
Para adquirir experiencia
El juego es una porción muy grande de la vida para el niño. Las experiencias externas e internas pueden ser ricas para el adulto, pero para el niño las riquezas se encuentran principalmente en la fantasía y en el juego. Así como la personalidad de los adultos se desarrolla a través de su experiencia en el vivir, del mismo modo la de los niños se desarrolla a travñes de su propio juego, y de las invenciones relativas al juego de otros niños y de los adultos. Al enriquecerse, los niños aumentan gradualmente su capacidad para percibir la riqueza del mundo externamente real. El juego es la prueba continua de la capacidad creadora, que significa estar vivo…
Para establecer contactos sociales
Al principio los niños juegan solos o con la madre. No hay una necesidad inmediata de contar con compañeros de juego. Es en gran parte a través del juego, en el que los otros niños vienen a desempeñar papeles preconcebidos que una criatura comienza a permitir que sus pares tengan existencia independiente…El juego proporciona una organización para iniciar relaciones emocionales y permite así que se desarrollen contactos sociales.
Integración de la personalidad
El juego, el uso de las formas artísticas, y la práctica religiosa, tienden de maneras diversas, pero relacionadas, a la unificación y la integración general de la personalidad. Por ejemplo es fácil ver que el juego establece una vinculación entre la relación del individuo con la realidad personal interna y su relación con la realidad externa o compartida.
Examinando este complejo problema desde otro punto de vista, diríamos que es en el juego donde el niño relaciona las ideas con la función corporal…
De modo similar, cuando encontramos un niño en quien la relación con la realidad interna y la relación con la realidad externa no están articuladas –en otras palabras, un niño cuya personalidad está seriamente dividida en este sentido-, vemos con suma claridad que el juego normal (como el recordar y el relato de sueños) es una de las cosas que tienden a la integración de la personalidad. El niño con esa seria división de la personalidad no puede jugar, o no puede jugar en formas reconocibles para otros como relacionadas con el mundo.
Comunicación con la gente
Un niño que juega puede estar tratando de exhibir, por lo menos, parte del mundo interior, así como del exterior, a personas elegidas del ambiente. El juego puede ser “algo muy revelador sobre uno mismo”, tal como la manera de vestirse puede serlo para un adulto. Esto es susceptible de transformarse a una edad temprana en lo opuesto, pues cabe decir que el juego, como el lenguaje, nos sirve para ocultar nuestros pensamientos, si nos referimos a los pensamientos más profundos. Es posible mantener oculto el inconsciente reprimido, pero el resto del inconsciente es algo que cada individuo desea llegar a conocer, y el juego, como los sueños, cumple la función de autorrevelación y comunicación en un nivel profundo…
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Winnicott
lunes, 28 de septiembre de 2009
Tagore: El Último Trato
Poema El Último Trato de Rabindranath Tagore
Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
“¡Me vendo!”, grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
“Soy poderoso, puedo comprarte.” Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: “Soy rico, puedo comprarte.”
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
“Te compro con mi sonrisa.” Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
“Puedo comprarte con nada.” Desde que hice este trato jugando, soy libre.
Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
“¡Me vendo!”, grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
“Soy poderoso, puedo comprarte.” Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: “Soy rico, puedo comprarte.”
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
“Te compro con mi sonrisa.” Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
“Puedo comprarte con nada.” Desde que hice este trato jugando, soy libre.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Intelecto o Afecto
Desarrollar una coraza defensiva puede ser la mejor de las maneras de aislar los afectos, los recuerdos, las vivencias, los engramas...
El intelecto puede buscar, revisar, indagar, crear, construir y agarrar con la cabeza todo cuanto se proponga dejando a un lado el corazón y olvidando la sentencia de Pascal: el corazón tiene razones que la cabeza desconoce. Perdidos entre esa forma compensatoria de existencia esas personas piensan, leen, escriben, participan en foros, son auténticos cerebros, con "mucha cabeza". Recuerdo aquí que un profesor de JF Nash le dijo cuando era chico que tenía tres razones de cerebro y media de corazón, es el protagonista de Una Mente Maravillosa.
La estructura defensiva es la intelectualización y la racionalización (Ernest Jones).
En realidad es un poderoso lenitivo de lo emocional, ya que queda relegado este componente a una botella donde el sujeto se siente preso al expandirse, ahogado entre sus propias razones y su mundo interno.
Una melodía que atrapa al que la vive, una forma de sobrevivir, sin vivir plenamente, por estar quebrado, por miedo, por la angustia, se trata de una forma de vida moderada por el intelecto.
Resulta que en ocasiones esas emociones desean escapar y surgen los síntomas, alcohol, sexo, drogas, conductas temerarias en el peor de los casos, o simples ataques de pánico y otras lindezas de un fuero interno desasosegado.
El intelecto no puede apresar las emociones, y vivimos en una sociedad donde se prima la razón dejando de lado la educación en emociones, en un vivir pleno y creativo, en ser uno. Esto influye en nuestros primeros aprendizajes y vivencias y se necesita un buen tramo de la vida para desaprender y volver a nacer de una forma libre y viva.
Intelecto y Emoción pero sin separar que tal vez una sea el continente donde poder resposar las preciosas flores que se alojan en el. Como un mar abierto donde reposan nenúfares.
sábado, 26 de septiembre de 2009
Celos, locura y muerte: Carlos Castilla del Pino
Hitos de la naturaleza humana Sábado, 15 de julio de 1995 EL MUNDO
CELOS, LOCURA Y MUERTE
Carlos Castilla del Pino
Temas de Hoy
ALBERTO HERNANDO
Celos, locura y muerte son momentos críticos de la vida humana. Todos ellos implican la existencia de un sujeto con conciencia y una específica relación con la realidad. Castilla del Pino aborda, desde el paradigma psicológico, estos relevantes temas de manera clara y amena. Incluso en el caso de los celos, apartado que ocupa la mayor parte del ensayo, se servirá de Cervantes para ejemplarizar una teoría de relación celosa.
La dinámica de la relación celosa es una estructura imaginaria que el celoso construye sobre sí mismo, sobre el objeto de celos y sobre el rival. En esta triada, el deseo actúa como catalizador. El celoso, en su narcisismo, ve a su objeto de celos como propiedad y al rival como una competencia. En los celos hay un temor a la pérdida del objeto amado. Conforme crecen los celos, aumenta la incertidumbre y la inseguridad del celoso. Ello provoca desconfianzas, sospechas y control; así como un importante deterioro en la autoestima e identidad del celoso.
Tras repasar las formas de celos se concluye que el celoso no puede considerarse en puridad un neurótico; aunque algunos culminen el proceso celoso en psicosis o delirios de infidelidad. Castilla del Pino califica al celoso como un prepsicótico, con dificultades para adaptarse a la realidad.
Hablar de locura es hacerlo sobre una posibilidad de la condición humana. Castilla del Pino caracteriza a la locura como una adscripción a una «realidad de determinadas significaciones erróneas»; reafirmando así que la alienación sólo es posible juzgarla por las «actuaciones» de los sujetos. El «deus ex machina» del error psicótico es el delirio y la alucinación. Toda psicosis es una enfermedad del sujeto. Después de definir las características y la lógica del error psicótico, se afirmará que la locura es una forma de existencia al igual que la cordura. Es decir, el loco se «realiza» en su enajenación.
Respecto a la muerte, Castilla del Pino se centra en elucidar la distinción entre morir y morirse. En ambos casos se trata de establecer los estados de conciencia del sujeto. El morir es genérico; el morirse implica una conciencia específica de cada sujeto. Si el morir es un hecho biológico, el morirse constituye una experiencia biográfica.
Ante la muerte hay una serie de expectativas y actitudes. El morir como imaginario suscita expectativas de miedo, angustia, negación y afirmación. El morirse, como acto empírico, determina actitudes sólo subjetivizadas por el propio agonizante. Corolario, pues, de esa diferencia entre morir y morirse: lo que muere es el cuerpo y quien muere un sujeto.
CELOS, LOCURA Y MUERTE
Carlos Castilla del Pino
Temas de Hoy
ALBERTO HERNANDO
Celos, locura y muerte son momentos críticos de la vida humana. Todos ellos implican la existencia de un sujeto con conciencia y una específica relación con la realidad. Castilla del Pino aborda, desde el paradigma psicológico, estos relevantes temas de manera clara y amena. Incluso en el caso de los celos, apartado que ocupa la mayor parte del ensayo, se servirá de Cervantes para ejemplarizar una teoría de relación celosa.
La dinámica de la relación celosa es una estructura imaginaria que el celoso construye sobre sí mismo, sobre el objeto de celos y sobre el rival. En esta triada, el deseo actúa como catalizador. El celoso, en su narcisismo, ve a su objeto de celos como propiedad y al rival como una competencia. En los celos hay un temor a la pérdida del objeto amado. Conforme crecen los celos, aumenta la incertidumbre y la inseguridad del celoso. Ello provoca desconfianzas, sospechas y control; así como un importante deterioro en la autoestima e identidad del celoso.
Tras repasar las formas de celos se concluye que el celoso no puede considerarse en puridad un neurótico; aunque algunos culminen el proceso celoso en psicosis o delirios de infidelidad. Castilla del Pino califica al celoso como un prepsicótico, con dificultades para adaptarse a la realidad.
Hablar de locura es hacerlo sobre una posibilidad de la condición humana. Castilla del Pino caracteriza a la locura como una adscripción a una «realidad de determinadas significaciones erróneas»; reafirmando así que la alienación sólo es posible juzgarla por las «actuaciones» de los sujetos. El «deus ex machina» del error psicótico es el delirio y la alucinación. Toda psicosis es una enfermedad del sujeto. Después de definir las características y la lógica del error psicótico, se afirmará que la locura es una forma de existencia al igual que la cordura. Es decir, el loco se «realiza» en su enajenación.
Respecto a la muerte, Castilla del Pino se centra en elucidar la distinción entre morir y morirse. En ambos casos se trata de establecer los estados de conciencia del sujeto. El morir es genérico; el morirse implica una conciencia específica de cada sujeto. Si el morir es un hecho biológico, el morirse constituye una experiencia biográfica.
Ante la muerte hay una serie de expectativas y actitudes. El morir como imaginario suscita expectativas de miedo, angustia, negación y afirmación. El morirse, como acto empírico, determina actitudes sólo subjetivizadas por el propio agonizante. Corolario, pues, de esa diferencia entre morir y morirse: lo que muere es el cuerpo y quien muere un sujeto.
Psicoterapia Elástica
Ayer nos reuníamos un grupo de terapeutas con gusto por la obra de Winnicott, se publicará un libro a modo de Vocabulario de sus conceptos y relaciones.
Allí podían haberse dirimido aspectos especulares, los snippets, Lacan, la música barroca y romántica, Winnicot.
A mi me gustaría hablar desde el refugio de internet de algo, pero no sé muy bien de qué.
Celebrar el libro del Dr. Lacruz, delicioso escritor y persona. Sesudo trabajo enciclopédico que nos dará continuación como grupo intelectual en pro de la defensa del psicoanálisis ajustado al paciente, no a la técnica. Como bien diría Winnie.
El otro día me decía Elisa Peinado que la Gestalt está más de moda, por las revistas y porque es, tal vez, menos intelectual en su carga teórica, más vivencias y cercana, en el sentido de que se trabaja desde las emociones prioritariamente. A corazón abierto, con técnicas, como la silla vacía o el role playing que dinamizan y hacen lúdico el espacio terapéutico.
Creo que el futuro de nuestra psicoterapia, si queremos trabajar en estos momentos difíciles de crisis económica, cuando nuestros pacientes entran en paro o se les acaban las ayudas, o en la mayor parte de los casos las resistencias dificultan el trabajo, es hacer una Psicoterapia Viva.
Dejar las encorsetadas teorizaciones de los grandes porque son "artificios para defenderse del paciente", según el psiquiatra que escribió Monte Miseria.
Escuelas que dirigen la técnica en sesión como en los 60 cuando nuestros pacientes pueden aburrirse de los "por qué(s)" y de las intepretaciones en ese ambiente de neutralidad, asepsia y abstinencia.
La psicoterapia no es cirugía, pese a lo que podía decir Freud. El psicoanálisis también puede ser lúdico, vivo y creativo, tratándolo de hacerlo divertido y acompañar en el dolor con sentencias menos vehementes e "inteligentes". El futuro de nuestros despachos está en "la elasticidad en la técnica" de Ferenczi.
No hace falta irse a a Gestalt para conocer modelos más vivos de psicoanálisis.
Es bueno recordar que la técnica clásica responde en gran medida a las necesidades del terapeuta según escribe Freud, quien no podía aguantar 8 horas (o más) como un espejo, sin hacer ningún gesto, de allí el recurso del diván, exquisito en algunos casos.
La psicoterapia viva requiere de un terapeuta "vivo", con la experiencia de un análisis que haya transformado su fuero interno y reconocido sus puntos ciegos. Alguien decía que también debe eliminar su sentimiento de culpa y otros dirían el furor curandis, como Freud y después Balint. El psicoanálisis debe transformarse día a día, paciente a paciente en función de esa relación exclusiva que se da entre los dos miembros de la psicoterapia. Porque "el psicoanálisis es cosa de dos", según reza el texto de Grinberg.
Se trata de brindarle a través del desarrollo de la confianza de una posición donde está como un buque acorazado a la posición de Playing, para poder trabajar "con el corazón en la mano" las emociones que fluyen y bullen atravesando el pensamiento y dificultándolo.
Somos seres emocionales e irracionales, de allí el descubrimiento genial del inconsciente. La realidad consiste en construir un espacio sin ambages, sin prejuicios, sin artificios donde se pueda llegar a ser natural y de ese modo conectar sin distancias añadidas a las físicas.
Cada paciente requiere de un manejo físico, emocional y de la realidad distinto y por ello debemos amoldarnos. Aunque eso resulte transgresor en una escuela. En la Psicoterapia Viva sólo importa la persona, en el Psicoanálisis Clásico a veces parece que lo que importa es ser fiel a la técnica como modo de troquelar la experiencia clínica del terapeuta. No quisiera adherirme a escuelas y dogmas con ismos pero sí, me apasiona Winnicott y otros afines por trabajar con profundidad sobre la experiencia del sufrimiento humano y ser plásticos en su modelo clínico. Creo que el futuro está en modelar los tiempos y formas de trabajo para resultar agradable al cansado gesto de mirar hacia dentro, o para otros, mirar hacia fuera.
Rodrigo Córdoba Sanz.
Allí podían haberse dirimido aspectos especulares, los snippets, Lacan, la música barroca y romántica, Winnicot.
A mi me gustaría hablar desde el refugio de internet de algo, pero no sé muy bien de qué.
Celebrar el libro del Dr. Lacruz, delicioso escritor y persona. Sesudo trabajo enciclopédico que nos dará continuación como grupo intelectual en pro de la defensa del psicoanálisis ajustado al paciente, no a la técnica. Como bien diría Winnie.
El otro día me decía Elisa Peinado que la Gestalt está más de moda, por las revistas y porque es, tal vez, menos intelectual en su carga teórica, más vivencias y cercana, en el sentido de que se trabaja desde las emociones prioritariamente. A corazón abierto, con técnicas, como la silla vacía o el role playing que dinamizan y hacen lúdico el espacio terapéutico.
Creo que el futuro de nuestra psicoterapia, si queremos trabajar en estos momentos difíciles de crisis económica, cuando nuestros pacientes entran en paro o se les acaban las ayudas, o en la mayor parte de los casos las resistencias dificultan el trabajo, es hacer una Psicoterapia Viva.
Dejar las encorsetadas teorizaciones de los grandes porque son "artificios para defenderse del paciente", según el psiquiatra que escribió Monte Miseria.
Escuelas que dirigen la técnica en sesión como en los 60 cuando nuestros pacientes pueden aburrirse de los "por qué(s)" y de las intepretaciones en ese ambiente de neutralidad, asepsia y abstinencia.
La psicoterapia no es cirugía, pese a lo que podía decir Freud. El psicoanálisis también puede ser lúdico, vivo y creativo, tratándolo de hacerlo divertido y acompañar en el dolor con sentencias menos vehementes e "inteligentes". El futuro de nuestros despachos está en "la elasticidad en la técnica" de Ferenczi.
No hace falta irse a a Gestalt para conocer modelos más vivos de psicoanálisis.
Es bueno recordar que la técnica clásica responde en gran medida a las necesidades del terapeuta según escribe Freud, quien no podía aguantar 8 horas (o más) como un espejo, sin hacer ningún gesto, de allí el recurso del diván, exquisito en algunos casos.
La psicoterapia viva requiere de un terapeuta "vivo", con la experiencia de un análisis que haya transformado su fuero interno y reconocido sus puntos ciegos. Alguien decía que también debe eliminar su sentimiento de culpa y otros dirían el furor curandis, como Freud y después Balint. El psicoanálisis debe transformarse día a día, paciente a paciente en función de esa relación exclusiva que se da entre los dos miembros de la psicoterapia. Porque "el psicoanálisis es cosa de dos", según reza el texto de Grinberg.
Se trata de brindarle a través del desarrollo de la confianza de una posición donde está como un buque acorazado a la posición de Playing, para poder trabajar "con el corazón en la mano" las emociones que fluyen y bullen atravesando el pensamiento y dificultándolo.
Somos seres emocionales e irracionales, de allí el descubrimiento genial del inconsciente. La realidad consiste en construir un espacio sin ambages, sin prejuicios, sin artificios donde se pueda llegar a ser natural y de ese modo conectar sin distancias añadidas a las físicas.
Cada paciente requiere de un manejo físico, emocional y de la realidad distinto y por ello debemos amoldarnos. Aunque eso resulte transgresor en una escuela. En la Psicoterapia Viva sólo importa la persona, en el Psicoanálisis Clásico a veces parece que lo que importa es ser fiel a la técnica como modo de troquelar la experiencia clínica del terapeuta. No quisiera adherirme a escuelas y dogmas con ismos pero sí, me apasiona Winnicott y otros afines por trabajar con profundidad sobre la experiencia del sufrimiento humano y ser plásticos en su modelo clínico. Creo que el futuro está en modelar los tiempos y formas de trabajo para resultar agradable al cansado gesto de mirar hacia dentro, o para otros, mirar hacia fuera.
Rodrigo Córdoba Sanz.
Nudos: Laing
JILL
Yo no me respeto a mí misma
No puedo respetar a nadie que me respete
Sólo puedo respetar a alguien que no me respete.
Yo respeto a Jack
porque él no me respeta
Yo desprecio a Tom
porque él no me desprecia
Sólo una persona despreciable
puede respetar a alguien tan despreciable como yo
No puedo querer a alguien a quien desprecio
Puesto que amo a Jack
no puedo creer que él me quiera
¿Qué prueba podría dar él?
-----------------------------------------------------
Ella ha empezado a beber
como una manera de soportar
lo que la hace menos capaz de soportar
cuanto más bebe
más miedo tiene de convertirse en una borracha
cuanto más borracha está
menos miedo tiene de estar borracha
cuanto más miedo tiene de estar borracha cuando no está borracha
más miedo tiene cuando está borracha
más miedo tiene cuando está sobria
cuanto más se destruye a sí misma
más miedo tiene de ser destruida por él
cuanto más miedo tiene de destruirlo
más se destruye a sí misma
p.83. Knots. Nudos. R.D. Laing. Marbot Ediciones, 2008
viernes, 25 de septiembre de 2009
Seguir sin ti
¿Y de que trata tu próximo artículo? -me preguntó finalmente, tratando que me involucrara en la charla sin excusas.
- De la culpa -le respondí, porque obviamente no podía pensar en otra cosa.
-¿Qué tipo de culpa?
-Cualquier culpa. Todas las culpas.
-Podría ser, pero en realidad, como te imaginarás me interesa más la culpa como origen de nuestro dolor que la culpa como consecuencia de nuestras acciones.
-Claro... ¿Y dónde crees que empieza esa culpa originaria?
-Yo soy de las que creen que las semillas de la culpa llegan a nosotros en la niñez, y son sembradas en nuestra alma junto a la más temprana educación -comencé a explicar con avidez- porque como ya debes saber, la culpa nunca es innata. La culpa siempre es producto del aprendizaje. Cuando nuestros padres aun con las mejores intenciones, no nos validan tal como somos y pretenden torcer nuestra conducta a lo que corresponde, incorporamos la idea de que está mal ser como somos y comenzamos a embarcarnos en ser otros, esto es, a acercarnos a aquel que nuestros padres dicen que debemos ser.
p. 108-109
Los efectos y recovecos de la culpa son interminables.
La voz introyectada del más severo de nuestros padres o del más temido de nuestros maestros parece estar allí cada vez que nos apartamos del modelo, para murmurarnos al oído sus acusaciones. Bastaría con convertirnos en observadores de nosotros mismos para notar la manera en que, directo o indirectamente nos enjuiciamos. Actuamos como si no quisiéramos desprendernos de esas limitaciones heredadas. Como si nos sintiéramos más tranquilos cargando con esas tablas del bien y del mal que nos parecen más solidas que nuestra percepción de la realidad. Quizá ingenuamente hemos decidido confiar en nuestros educadores y pensamos que todo será mejor si obedecemos los mandatos, si todos hacemos sólo lo debido, si nos guiamos por el código Hammurabi más que por el de nuestro cuerpo o nuestro corazón...
p.112
Editorial Integral DEL NUEVO EXTREMO
- De la culpa -le respondí, porque obviamente no podía pensar en otra cosa.
-¿Qué tipo de culpa?
-Cualquier culpa. Todas las culpas.
-Podría ser, pero en realidad, como te imaginarás me interesa más la culpa como origen de nuestro dolor que la culpa como consecuencia de nuestras acciones.
-Claro... ¿Y dónde crees que empieza esa culpa originaria?
-Yo soy de las que creen que las semillas de la culpa llegan a nosotros en la niñez, y son sembradas en nuestra alma junto a la más temprana educación -comencé a explicar con avidez- porque como ya debes saber, la culpa nunca es innata. La culpa siempre es producto del aprendizaje. Cuando nuestros padres aun con las mejores intenciones, no nos validan tal como somos y pretenden torcer nuestra conducta a lo que corresponde, incorporamos la idea de que está mal ser como somos y comenzamos a embarcarnos en ser otros, esto es, a acercarnos a aquel que nuestros padres dicen que debemos ser.
p. 108-109
Los efectos y recovecos de la culpa son interminables.
La voz introyectada del más severo de nuestros padres o del más temido de nuestros maestros parece estar allí cada vez que nos apartamos del modelo, para murmurarnos al oído sus acusaciones. Bastaría con convertirnos en observadores de nosotros mismos para notar la manera en que, directo o indirectamente nos enjuiciamos. Actuamos como si no quisiéramos desprendernos de esas limitaciones heredadas. Como si nos sintiéramos más tranquilos cargando con esas tablas del bien y del mal que nos parecen más solidas que nuestra percepción de la realidad. Quizá ingenuamente hemos decidido confiar en nuestros educadores y pensamos que todo será mejor si obedecemos los mandatos, si todos hacemos sólo lo debido, si nos guiamos por el código Hammurabi más que por el de nuestro cuerpo o nuestro corazón...
p.112
Editorial Integral DEL NUEVO EXTREMO
jueves, 24 de septiembre de 2009
Seguir sin ti, una recomendación literaria
Un perrito es atropellado por un coche. Dos amigos pasan caminando y presencian el accidente. Uno de los dos se acerca a levantar el animal para llevarlo a un veterinario.
Cuando intenta sujetarlo, el perrito le muerde.
El hombre lo suelta y se queja a su amigo:
-Perro desagradecido, lo quiero ayudar y me muerde...
El amigo contesta:
-No te enojes. No te muerde por falta de gratitud, te muerde porque está herido.
Silvia Salinas y Jorge Bucay, Prólogo en el Vuelo 1691 destino BsAs. 30 de junio de 2008
La frase "Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite" se aplica también a los consultorios. Winnicott dejó a Magaret Little destrozar su florero con lilas y ella misma lo reparó (o intentó) mientras él se ausentaba, a su regreso él dijo: "Pensaba que esto lo harías más tarde", refiriéndose a la reparación.
Las personas que sufren cargan, proyectan y discuten, es el amor lo que abraza y amalgama en un juego creativo el proceso terapéutico, todo lo demás son modelos y técnicas que hay que profundizar pero en esa relación deben quedar a un lado, por eso repito una de las Leyes del libro Monte Miseria (Samuel Shem): "Las teorías sirven para protegernos de nuestros pacientes". Y esto impide el conectar. Otra Ley dice: "La conexión no el yo es lo que cura", tratemos de hacer de la psicoterapia un ambiente humanista, donde el amor sea invitado porque la capacidad de amar es un potente indicador de salud y una palanca movilizadora de cambio. Rodrigo Córdoba Sanz.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Nudos: Laing
Juegan a un juego. Juegan a que no
juegan un juego. Si les muestro que veo lo que hacen,
romperé las reglas y me castigarán.
Tengo que jugar su juego, el juego de no ver que veo el juego.
No se divierten.
No puedo divertirme si ellos no se divierten.
Si consigo que se diviertan entonces lograré divertirme con ellos. Hacer que se diviertan tratando de descubrir por qué no se divierten.
Se supone que no debo encontrar divertido simular ante ellos que no
me divierte descubrir por qué no se divierten.
Aparece una niña pequeña y dice: vamos a divertirnos.
Pero diviertirse es una pérdida de tiempo, porque no
sirve para entender por qué ellos no se divierten.
¿Cómo te atreves a divertirte cuando Cristo murió en la Cruz por ti! ¿Acaso se divertía Él?
Ronald D. Laing (1927-1989) es autor de una vasta obra sobre las enfermedades mentales, en particular sobre la experiencia de la psicosis. Sus puntos de vista sobre las causas de las enfermedades mentales y su tratamiento han sido considerados afines al existencialismo. Su trabajo como médico suele ser asociado con la antipsiquiatría -aunque él rechazaba esta etiqueta para sí mismo- por sus muchas contribuciones a la ética de la psicología.
Algunos de sus libros traducidos en nuestra lengua son: Cordura, locura, familia; El cuestionamiento de la familia; Esquizofrenia y presión social; El yo dividido.
martes, 22 de septiembre de 2009
En clave de espejo
En clave de espejo. RCS
Es cierto que Freud deseaba transmitir sólo lo que el analizado traía a su consulta, siendo un espejo que reflejaba sus afectos, sus conductas, sus relaciones, todo esto a través de la lógica del lenguaje.
También podemos decir que Winnicott contaba que el trabajo analítico consiste en ir enseñando al analizado lo que éste trae.
Sin embargo los trabajos técnicos, la cercanía, el estilo y las distancias son disímiles.
Freud es el padre del psicoanálisis y por tanto creo una escuela con los cimientos de todo ismo, cuestión que no gusta a Winnicott, ya que el considera que la letra viva está en que se puedan crear nuevas construcciones técnicas a partir de lo dado por un autor, para de ese modo, adaptarse a la cultura, la época y lo más importante para él, las propias necesidades del paciente. Que nunca desatendía.
Son muchas las diferencias entre Freud y Winnicott, quien no gustaba por el concepto de tánatos o pulsión de muerte, tampoco le gustaba la envidia que trabajaba Klein, era una persona que rezuma en sus textos vitalismo, creatividad y una forma optimista y natural de proveer de lo que ha carecido el analizado. Bajo el sostén y la interpretación pero con un distinto peso que sus predecesores. Antes Freud y Klein intepretaban como método puro del psicoanálisis, Winnicott propone co-crear en un espacio intermedio de mutualidad e intersubjetividad un ambiente propicio para el playing. El des-cubrir-se(le)de una forma en la que pueda empezar a tener el ambiente propicio para poder ser, descubrir su verdadero self, el lado auténtico de los humanistas americanos y conseguir la autorrealización de Maslow. Este proceso de confluencia en los objetos del análisis desde distintas vertientes reformula las tesis freudianas que fueron muy claras en lo técnico. Sin olvidar que hoy sería quizá demasiado el análisis de siete días por semana como Strachey hizo con Winnicott.
Winnicott siempre anduvo pensando en el mundo externo, claro, él era pediatra y sus pacientes en el hospital venían con sus madres, por lo tanto nunca veía a un bebé sólo. De ahí surge la polémica frase de “Eso que llaman infans no existe”, que se me antoja parecida a la de Lacan: “No existe la relación sexual”. Ambos “adagios” derivan de la concepción subjetiva del sujeto que crea el concepto y sin entender desde ese prisma no podemos dar demasiado sentido a la totalidad de la expresión, ya que existe la relación sexual porque así lo piensa la gente, siendo un pilar en la relación de pareja y existe un bebé, aunque esté solo.
Entre Lacan y Winnicott hay trabajos paralelos, el objeto a surge del objeto transicional y el rol de la madre como espejo nace del Rol del espejo de Lacan. Lacan, en cuanto a lo especular tiene que ver más con el desarrollo de la totalidad dentro de la psique del bebé cuando se mira en el espejo sabiendo que esas partes que tenía en la mente corresponden a una unidad que es él, diferente de otro.
Winnicott considera que el bebé se ve a través de los ojos de la madre. Por eso una madre desvitalizada y deprimida transmite en su rostro la tristeza a su hijo, y su expresividad es introyectada por el bebé, que no hace sino aglutinar relaciones de objeto, vía fisiológica, como nos recuerda Winnicott, vía manejo físico, vía sostén físico-psíquico y vía presentación de la realidad en dosis manejables y tolerables para el bebé. Es cierto que aquí cuesta dejar de pensar en Bion con su pantalla alpha donde la madre trata de convertir los elementos beta (impensables) en elementos alpha, es el pure psiquico que la madre debe hacer para que el bebé pueda hacer la digestión de la realidad.
El espejo de la madre es el espejo de la vida del bebé quien vive a través de su madre, protegido y amparado por ella, dependiente absolutamente al principio y relativamente después. Por tal razón la madre refleja la vida a través de su mirada, de sus ojos, de su fisonomía, de los latidos de su corazón y de los tiempos vitales. La madre es el continente donde el bebé va a ir dejándose ser.
La madre debe permitir, nos recuerda Winnicott la espontaneidad de su hijo, sin intromisiones, con límites pero sin obturar el que el bebé descubra la realidad creándola.
Y el bebé crea la realidad en el área de la ilusión, lugar donde su fantasía crea el pecho de la madre como suyo, al principio la madre es parte del bebé y por la preocupación materna primaria que explica Winnicott en la madre: “esa enfermedad esquizoide sana” (sic), la madre se preocupa de su bebé y presta todas sus atenciones y concentración hacia la criatura, casi aislándose de preocupaciones que otrora fueron primordiales.
El espejo es la madre para Winnicott, refleja sus sentimientos y los traduce en una mutualidad de afectos concomitantes para que el bebé pueda ir descubriendo la realidad, realidad que en un principio es omnipotente y después, tras el hecho de que la mamá esté allí indemne, el bebé se desilusiona al ver que él no es su madre, primer paso del crecimiento mental, del desarrollo del pensamiento y de la individuación. Será también importante para diferenciar su cuerpo del de su madre y conseguir la integración del psiquesoma.
Winnicott aletea creando nuevas perspectivas, la anécdota que se cuenta con recurrencia es que él, cuando estaban en una acalorada discusión en la BPA, se levantó y señaló, “perdonen pero nos están bombardeando”. Queda esa intervención como ejemplo de que él siempre prestó atención al medio ambiente, al mundo externo que configura, que va nutriendo de objetos en ese interjuego especular a la criatura, si su experiencia le enseñó algo valioso fue la idea de medio ambiente facilitador.
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domingo, 20 de septiembre de 2009
Culpa
A vueltas con la culpa
buscando un incidente concreto
cargando a las espaldas el duro material de las angustias
llevando a cargas lo que sueñas haber hecho
castigos imaginados para aconteceres soñados
ensueños de autocastigo en una suerte de círculo
es la salida, el acometer la idea y barnizarla de amor
porque no eres tan detestable ni incorrecto
eres solo humano, demasiado humano.
Otra terapia de la depresión. cura del sentimiento de culpa. Elkin Emilio Villegas Mesa
Otra terapia de la depresión: cura del sentimiento de culpa
Por: Elkin Emilio Villegas Mesa. . Psicólogo-Psicoanalista. . Email:elkinvillegas@gmail.com
Este colega me envía su trabajo tras haberlo citado en otras entradas. Lo disfrutaremos entonces, gracias. RCS
Síntesis y conceptos claves
La presente elaboración hace parte de una pesquisa que comenzó, hace algunos años atrás, en otro contexto y con algunos avatares. La pregunta de investigación, pese a que no se encontró un desarrollo significativo al realizar el estado del arte, dio lugar a una respuesta singular (en dos libros) cuya síntesis plasmamos aquí y esperamos contribuya a seguir pensando los problemas relacionados con la finalización real de los análisis y el no menos importante asunto de la formación del psicoanalista.
La investigación parte de una afirmación provocadora de Jacques–Alain Miller, se gesta y se desarrolla en un contexto universitario y se continúa en el cartel, espacio en el que se pudieron afinar, poco a poco, varios de los elementos que hacen parte de la respuesta al interrogante. La afirmación de Miller, en esencia, es la siguiente: “se puede decir, en tono de chiste, que el núcleo de la formación de los analistas es curarlos del sentimiento de culpa. No hay tratamiento posible con culpa” (1998, pp. 362-363).
El concepto de sentimiento de culpa, tal y como se observa hoy en el ámbito de la clínica, es un efecto de la función del Significante-Nombre-del-Padre en la época de su declinación y un factor esencial en la etiología de la depresión y otros síntomas actuales. Es también la base del lazo social. En este sentido el psicoanalista requiere, para realizar su actividad clínica, haber reducido en el curso de su propia cura los embates e imperativos de la instancia cruel. Lo anterior quiere decir que si el analista no ha reducido el componente imaginario de su culpa, obrará en su ámbito clínico desde la moral, es decir, por buena fe, buenos motivos o buenas intensiones, pero nunca desde la perspectiva del deseo y de la responsabilidad ética. Y de nada sirve, como dice Ricardo Horacio Etchegoyen, “Ser buena persona si se es mal analista. ¡Y habría que ver, todavía, qué clase de buena persona somos cuando procedemos de esta manera!” (1993, p. 482).
El sentimiento de culpa en el psicoanálisis aparece siempre ligado a otros conceptos, está en estrecha relación con conceptos tales como censura, conciencia moral, ética, responsabilidad, ideal del yo, imperativo categórico, superyó, punición, angustia, deseo, castración, moción maligna, tabú, odio, padre, etc.; y se expresa de múltiples maneras por medio de “mandatos insensatos que irrumpen sorpresivamente en el más ‘normal’ de los sujetos, compulsiones irrefrenables, coerciones inexplicables, obediencias masoquistas, rasgos de carácter indelebles, prácticas autodestructivas silenciosas o estrepitosas, actos expiatorios y sacrificiales ligados a culpas infundadas, estruendosos fracasos como respuestas al triunfo, extraños empeoramientos en momentos de franca mejoría, delitos perpetrados para obtener castigos que apacigüen oscuras culpas, crímenes inmotivados, cobardía moral ”(Gerez-Ambertin, 1993, p. 9).
Problemas derivados de la pregunta de investigación
De la afirmación de Miller se desprende la pregunta que orientó el estado de la cuestión. ¿Cuál fue ese interrogante? La pregunta de investigación que de todo este recorrido surge, luego de revisar textos de Freud, Lacan y Miller es: ¿Es la cura del sentimiento de culpa el núcleo de la formación de los analistas?
En torno a la constitución de los problemas para el psicoanálisis, nos preguntamos con Millar: ¿cómo surgen y cuáles son los axiomas que debemos establecer?, ¿cómo hacer para que no germine la evidencia, que, después de todo, no incita más que a la plegaria? Las preguntas, lo mismo que las elaboraciones que se desprenden del recorrido, permiten pensar en un problema de investigación.
Ahora, ¿de qué problema se trata?, ¿es un problema serio, relevante, el que el analista no se haya curado del sentimiento de culpa y por ello tienda a operar, en muchos casos, con sus pacientes del lado de la moral, la buena fe o la bondad religiosa, al punto que descuide los principios que rigen su práctica?
En medio de tales digresiones brotan aún los siguientes interrogantes: ¿qué tiene de chistosa esa afirmación?, ¿acaso hace reír a alguien?, ¿qué quiere decir Miller con eso de “en tono de chiste”?, ¿sobre qué aspecto, de manera sutil, querría llamar la atención?, ¿qué quiere decir “el núcleo de la formación de los analistas”?, ¿acaso núcleo significa aquí esencia en sentido griego? Si así fuera, ¿qué verdad estaba medio diciendo?, ¿era acaso una crítica, una confrontación a los analistas? Ahora, ¿a cuáles analistas se refería?, ¿a los analistas de la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional), a los kleinianos, a los mismos lacanianos o a otros, a cuáles?, ¿qué implica curarse del sentimiento de culpa? y, más aun, ¿todos los sujetos, independientemente de la estructura psicopatológica, se podrían curar de tal sentimiento?
En el caso de ser esto posible, ¿cómo habría que entenderlo y cuál es la posición del sujeto ante sus semejantes después de efectuarse dicha cura?, ¿es posible que un analista lleve a cabo un tratamiento con éxito si se siente culpable, si no se ha curado del sentimiento de culpa?, ¿qué tipo de dispositivo se requiere para que un sujeto se cure del sentimiento de culpa?, ¿es acaso la sesión corta, o mejor cortísima, de cinco minutos, o la no–sesión, la indicada para ello?, ¿no se está acaso frente a un gran problema, frente a una gran paradoja vista desde los principios de la práctica psicoanalítica?
Pues, ¿cómo poner a operar en la sesión analítica la regla fundamental, con todo lo que ella implica, en un tiempo tan corto que a la postre no da ni para tramitar las resistencias?, ¿o será que la sesión corta requiere de un tipo de analizante distinto, es decir, uno que no se resista y hable inmediatamente de la verdad oculta en su inconsciente?, ¿dónde están esos analizantes?, ¿quizá en nuestra imaginación? ¿Qué sujeto en la vida de relación, esto es, en el vínculo con sus semejantes, no se siente culpable al punto de sentir que en algo ha fallado y, por tanto, se ve impelido a enmendar, a rectificar? ¿Qué diferencia hay entre un cínico o canalla y un sujeto que se ha curado del sentimiento de culpa? ¿Producen la cura del sentimiento de culpa canallas u otro tipo de sujetos con una sensibilidad particular en el ámbito relacional?
Nociones preliminares
Ahora, se entiende por sentimiento de culpa, digámoslo con Lacan:
El deseo del hombre largamente sondeado, anestesiado, adormecido por los moralistas, domesticado por los educadores, traicionado por las academias, se refugió, se reprimió muy sencillamente, en la pasión más sutil y también la más ciega, como nos lo muestra la historia de Edipo, la pasión del saber (1959,1960/1986. pp. 385-386).
En esta perspectiva es importante advertir que existe un vínculo primigenio entre el saber y el goce, vínculo que, a nuestra manera de ver, obstaculiza la percepción del paisaje de verdad implícito en el mensaje de Miller, vehiculizado a través del recurso del chiste.
Además, este examen atraviesa por una reflexión en la que lo ético es el telón de fondo o el hilo conductor, pues en la base de toda elaboración teórica sobre la responsabilidad está el concepto de sentimiento de culpa, el cual simultáneamente presenta dos posibilidades: de un lado, constituye el punto de partida de todas las reflexiones histórico-filosóficas sobre la ética y, de otro, representa un obstáculo para la expresión responsable del sujeto pues, tal y como observamos en la experiencia y en la práctica del psicoanálisis, el sentimiento de culpa es la enfermedad de la posición ética del sujeto. Lo que quiere decir que en tanto actuamos por sentimiento de culpa obramos por buenos motivos o por buenas intenciones, y la práctica del psicoanálisis no se inscribe en el plano de las discusiones morales. Por ello Lacan dice: “Hacer las cosas en nombre del bien y más aún, en nombre del bien del otro, esto es lo que está muy lejos de ponernos al abrigo, no solo de la culpa, sino de toda suerte de catástrofes interiores” (1959, 1960/1986, p. 380).
Una cuestión es la idea cristiana de culpabilidad, ligada a la generalidad moderna de moral, y otra bien distinta la noción de responsabilidad, articulada al concepto griego de ética. La moralidad se relaciona con lo universal, el deber ser, lo ideal, la moral pensada, lo teórico, lo religioso-teológico, lo externo y las normas; mientras que lo ético, desde la perspectiva de los griegos, se fundamenta en lo particular, el ser, lo real, la moral vivida, lo práctico, lo filosófico-civil, lo interno y las convicciones. Así pues, la moral se caracteriza por ser capitalista, moderna y culpable en sentido judeo-cristiano, en tanto que la ética es humana, social, griega y responsable.
En esta dirección es lícito decir que la cura del sentimiento de culpa, como efecto de destitución de la moral o del superyó capitalista, implica, en términos griegos, una dinámica semejante a la que describe Platón, a partir del diálogo entre Sócrates y Alcibíades, con el concepto de epimeleia heautou o cuidado de sí. Algo que en Freud encontramos formulado, desde la fase prepsicoanalítica (1890), como tratamiento psíquico o tratamiento del alma.
En tal diálogo, cuyos efectos advertimos en pensadores romanos como Séneca, en su célebre escrito sobre La tranquilidad del alma, y aun en autores contemporáneos como Michael Foucault en La Hermenéutica del sujeto y en Las Tecnologías del yo, se observa una profunda preocupación por el cuidado de sí (en sentido ético-estético), el cuidado de los otros (en términos políticos) y el cuidado de las cosas en la perspectiva científica. El cuidado de sí es la cuestión esencial del mandato délfico del “conócete a ti mismo” o gnothi seauton; cuestión que tiene resonancias en el pensamiento contemporáneo de Pierre Hadot, autor que propone considerar (de manera convincente y lúcida) a la filosofía antigua como una practica de ejercicios espirituales, los cuales, como en la experiencia psicoanalítica, tendrían el objeto de suscitar una transformación interna o subjetiva.
Entonces, curarse del sentimiento de culpa es curarse, desde la perspectiva griega, no cristiana ni medieval, nada más ni nada menos que de lo imaginario y ello requiere, tal y como lo constatamos en la clínica psicoanalítica, de una elaboración singular que implica tiempo, condiciones estructurales en lo psíquico y otros factores más. Según Lacan los sentimientos operan en el registro de lo imaginario. Ahora, ¿qué implica para el psicoanálisis curarse un sujeto del sentimiento de culpa, como criterio del final del análisis, y formarse como psicoanalista? Es lo que a continuación vamos a tratar de esbozar.
Elementos esenciales implicados en la respuesta
En primer lugar, digamos que la cura del sentimiento de culpa implica, como reducción de lo imaginario, un desmonte paulatino del superyó hostil. Sobre esto Freud da algunos indicios en su obra Análisis terminable e interminable, cuestión que requiere, tal y como el mismo Freud en los inicios de esta obra lo indica, esfuerzo, dinero y tiempo. Por ello va a decir:
La experiencia nos ha enseñado que la terapéutica psicoanalítica —la liberación de alguno de los síntomas neuróticos, inhibiciones y anormalidades del carácter— es un asunto que consume mucho tiempo. Por ello ya desde el principio se han hecho intentos para abreviar la duración de los análisis. Tales intentos no requieren justificación y es evidente que se basan en imperativas consideraciones de razón y de conveniencia (Freud, 1981, p. 3339).
Lo anterior quiere decir que no es posible justificar un análisis hasta el final y con sesiones cortísimas, como lo señala Elizabeth Roudinesco en su obra Lacan: Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento.
El desmonte del superyó es algo que analistas como Ricardo Horacio Etchegoyen han intentado explicitar del siguiente modo: “La contribución de Sachs (1925) sugiere que el cambio estructural que provoca el análisis depende de una modificación del ideal del yo (superyó) […]. El superyó del paciente se conforma a la actitud del superyó analítico” (1993, p. 397), y unas cuantas páginas más adelante comenta que en el curso de la cura “dado el comportamiento real del analista y en el supuesto de que el analizado [analizante diríamos con Lacan] tenga un mínimo contacto con la realidad, éste incorpora al analista como un objeto diferente del resto, y a esto Strachey lo llamó superyó auxiliar” (1993, p. 401).
Con lo anterior, el analista “ipeísta” quiere decir que en el curso de un análisis, dada la actitud que ha de ser, según Bión “sin memoria y sin deseo”, se ponen en contacto dos clases de superyó: uno arcaico, que corresponde al del analizante, y otro auxiliar, el del analista no censurador ni culpabilizante ni castigador. Así, por incorporación de la imagen o representación del analista la periferia del superyó arcaico, acusador y amenazante, va dando lugar, como si se tratara de un injerto, al superyó auxiliar. La nueva instalación en la periferia del superyó, a imagen de la actitud no critica del analista, opera en lo sucesivo con el yo de un modo por entero diferente a como el superyó arcaico funcionara.
La clínica del superyó se articula con la idea del Otro malo, la cual evoca a la paranoia. Dicha noción remite a una cuestión estructural, a una rivalidad primordial que, si es lícito decirlo así, permite inferir que la clínica del Otro malo es múltiple y dinámica, tal y como lo sugieren en sus casos clínicos varios analistas como Miquel Bassols, Carole Dewambrechies-La Sagna, Antonio Di Ciaccia, Philippe De Georges, Jean-Daniel Matet y Alfredo Zenoni, bajo la dirección de Jacques-Alain Miller en la Maison de la Mutualité, en Paris. Así pues, el Otro malo no es sólo un individuo, puede ser también el órgano que martiriza en la hipocondría o el superyó que aflige y devora en la depresión profunda o en la melancolía.
El superyó es el causante del sentimiento de culpa y por ello debe ser extraído o extirpado su modo de operar arcaico e imaginario, como si se tratara de una substancia venenosa que corroe en la subjetividad. Sin embargo, es claro que para una gran mayoría de autores el propósito del análisis no consiste en desculpabilizar al sujeto, lo cual no sólo es poco probable y reprochable desde la perspectiva de muchos ángulos disciplinares, sino que además tiene muy poco que ver con la tesis que aquí exponemos.
Esta es una forma de la rectificación subjetiva que luego hace que el analista no adopte, en el trato con sus pacientes, una actitud como la de un superyó hostil. Ahora, es probable que se reproche, conceptualmente, traer el problema de la enseñanza de Miller y Lacan, para solucionarlo con teorizaciones de un kleiniano. Sin embargo, nos podríamos interrogar: ¿Es acaso el psicoanálisis una construcción solamente lacaniana?
Entonces, es apenas lógico que al desmontarse el superyó del analizante y tornarse más laxo, tolerante y menos culpabilizador con el yo, éste llegue a sentirse más liviano de las presiones de su amo. Tal es la cura del sentimiento de culpa, la cual plantea una diferencia notoria entre el analista, quien no opera como el superyó arcaico del paciente y los demás terapeutas, llámense psiquiatras, psicólogos o psicoterapeutas, pues ninguno de éstos, al faltarles la experiencia del análisis con el respectivo desmonte del superyó, estaría en condiciones de adoptar durante años tal actitud en la relación con un paciente.
La experiencia enseña que, a lo sumo, pueden imitarla durante un periodo relativamente corto, pero nunca durante un tiempo largo, constituyendo esto la verdadera prueba de fuego del analista. Así que una cosa es practicar el psicoanálisis con carencias esenciales en la formación y otra muy distinta ser psicoanalista. El analista por excelencia es el analizado hasta el final.
En segundo lugar, la cura del sentimiento de culpa implica la emergencia del deseo del sujeto y con ésta la conquista de sus posibilidades. El sentimiento de culpa, tal y como nos lo enseña Lacan en La ética del psicoanálisis, es un obstáculo para que el sujeto actúe en conformidad con su deseo, el cual no es sin una posición responsable y ética. La cura del sentimiento de culpa, parafraseando a Miller, es el hueso de un análisis, asimilable a lo real del síntoma y al objeto a. Entonces, culpa y deseo se oponen para el yo en el psicoanálisis.
El superyó, al ser el amo del yo y al estar íntimamente ligado a él, tiene acceso a cada pensamiento, deseo o fantasía del sujeto. Es sapientísimo y probablemente en su funcionamiento se han apoyado las religiones, sobre todo la judeo-cristiana, para construir la idea de dios, como significante de un saber mirante y acusador, al cual se le ha atribuido siempre el ser omnisciente, omnipresente y omnipotente, características todas que calzan perfectamente con la noción de padre que todo niño se forma en la mente en los primeros años.
El superyó, en tanto representante en la psique de la instancia parental, tiene por obra continuar con las funciones de ésta, las cuales consistían, en lo esencial, en coartar el deseo del niño. En este sentido, si el sueño y su texto es cumplimiento de deseo, la instancia superyoica, en cambio, introduce un límite en el que los sueños autopunitivos, las pesadillas y la necesidad de castigo son la excepción de aquel cumplimiento. Mientras el deseo apunta a la libertad, a la realización de las posibilidades del sujeto, la culpa en cambio va dirigida a impedirle al yo volar con las alas del deseo, por ello la ubicamos en el psicoanálisis del lado de las inhibiciones, la necesidad inconsciente de castigo, la reacción terapéutica negativa y el beneficio o ganancia de la enfermedad.
Sin embargo, la culpabilidad indica el camino del deseo. Mientras el deseo es un efecto de la operación de desculpabilización analítica, la culpa, la cual paraliza al sujeto impidiéndole ser y crear, es un desenlace de la acción sádica del superyó en el yo. La emergencia del deseo, o lo que conocemos como “el deseo del analista”, no es otra cosa que la secuela del desmonte paulatino del superyó y la reducción del sentimiento de culpabilidad. Esto nos permite inferir que donde hay deseo el sentimiento de culpa se encuentra reducido o, a la inversa, donde hay sentimiento de culpa, el deseo se contrae y aquel se expresa por medio de los actos como necesidad inconsciente de castigo. Así una acción puede estar determinada por el deseo, apuntando en este caso a la responsabilidad ética; en tanto que otra puede estar comandada por el sentimiento de culpa y estar dirigida al caos y al estrago. Mientras la primera es una postura psicoanalítica y lacaniana, la segunda es filosófica, de corte kantiano.
En tercer lugar, tal operación requiere un efecto terapéutico, el cual consiste en lo esencial en experimentar el yo una reducción de las tensiones provenientes de su amo interno. A esta reducción, no a la supresión total que es imposible, al menos en las neurosis, la hemos denominado “cura del sentimiento de culpa”. De un lado el sentimiento de culpa es experimentado como malestar, como mortificación o como dolor de existir y, de otro, se expresa como necesidad inconsciente de castigo, implicando el cuerpo, las relaciones con los semejantes y las posibilidades de la vida.
Quizá el mejor ejemplo siga siendo Edipo, quien al final termina en condiciones tan lamentables que se podría decir que el sentimiento de culpa invade su reino e involucra lo psíquico, el cuerpo y los distintos factores que se relacionan con lo social, como lo económico. Quien se siente culpable, y por ello convencido de merecer un castigo, busca a este por distintas vías, pues la meta es sólo una, pagar una dura pena. Un sujeto así no puede experimentar, en términos de Séneca, “la tranquilidad del alma”. Es la lógica de Freud en “Los delincuentes por sentimiento de culpa”, texto esencial que nos podría alumbrar la problemática contemporánea de la criminología en nuestro medio.
Los actos de fracaso y autocastigo, por ejemplo, a los que precipita el superyó no son el resultado de perturbaciones del sistema nervioso en lo que se conoce como ataxia, ni de un proceso químico malhumorado, ni de posesiones demoníacas, ni de manipulaciones del oráculo o de extravagantes embrujos ni el resultado del movimiento de los astros o del puro azar. Así, lo que la compulsión oculta como síntoma es lo real de la necesidad de castigo movilizada por la culpabilidad inconsciente. ¿Qué es lo que se repite? Freud y Lacan nos lo enseñan y lo constatamos en la clínica, se reitera compulsivamente lo que se ha configurado como malestar, sufrimiento o goce.
Algo así como una búsqueda incesante de las condiciones favorables al sufrimiento o al goce. Como si el sujeto no pudiera frenar en sus aspiraciones estoicas de aflicción y de mortificación y prefiriera el dolor antes que el placer. Como si la repetición compulsiva constituyera algo así como la oportunidad de recordar, de revivir el pasado y, por tanto, de volver a vivir en el presente situaciones que fueron desagradables, pero que no por ser pasadas y penosas se dejan de perpetuar. Pues bien, tras el desmonte del superyó, la reducción de la culpa y de la necesidad inconsciente de castigo, nos lo enseña la experiencia, estas compulsiones se atenúan.
En términos griegos, digamos que al operar así el psicoanálisis no solo realiza el mandato délfico, sino que, fundamentalmente, crea las condiciones para que se lleve a cabo el cuidado de sí. Sólo el que no tiene las cuentas claras en relación con su deseo se culpabiliza y termina atentando contra sí. En esta perspectiva, es bien conocido para el psicoanálisis que hay sujetos que fracasan al triunfar por sentimiento de culpabilidad. El cultivo de los síntomas aporta al sujeto la oportunidad para satisfacer de manera sustitutiva, como en las formaciones del inconsciente, entre ellas el chiste, sus impulsos.
En cuarto lugar están los principios de la dirección de la cura. Al tratarse de un análisis prolongado en el tiempo —ya que es imposible desmontar al superyó hostil en unos cuantos meses de “análisis” con sesiones excesivamente cortas— se crean las condiciones para que tales principios se inscriban en la subjetividad del analizante, quien posteriormente podrá ejercer como analista si es su deseo. Esta inscripción da lugar, más adelante, a la formación didáctica del futuro psicoanalista, quien continúa su proceso formativo a través de su práctica, los controles y el dispositivo del pase, actividades todas encargadas, a diferencia de las formulaciones teóricas, de aplicar los principios de manera afectiva y puntual. Según Miller en “Política lacaniana” existe en la política de Lacan tres niveles: la institución, el pase y la dirección de la cura. El pase presenta, a su vez, tres caras: la institucional, la epistémica y la clínica. Ahora, “no hay clínica sin ética”, sin responsabilidad ética, como tampoco, “tratamiento posible con culpa”, la cual es la patología, la enfermedad de aquella.
Entonces, dado que curarse del sentimiento de culpa no es un sencillo proceso de elaboración de días o de unos cuantos meses, es probable que al conquistar este propósito el analizado haya inscrito en la subjetividad, como una convicción que nada la podrá contrariar jamás, los principios de la dirección de la cura como parte de su formación didáctica. Sólo que este aprendizaje didáctico es inconsciente, se logra sólo en el análisis y no por medio del estudio de la teoría. Los principios aquí son, pues, todos aquellos elementos imprescindibles para que se dé una cura y no tienen nada que ver con conceptos fundamentales como en ocasiones se cree, pues hay quienes consideran que al leer Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Lacan, con ello estarían facultados para orientar una cura, sin que la verdad de tales principios se inscriba. Los principios, dice Miller en Introducción al método psicoanalítico, “se transmiten sin explicitación a través del propio análisis” (Miller, 1997, p. 15). El mismo Miller nos recuerda que:
Lacan no dice que alguien se transforme en analista de la escuela por que enseña mucho, porque publica mucho, porque tiene […] muchos amigos, porque sabe decir a otro la palabra que conviene para tener partidarios. No es haciendo la pequeña política como alguien se transforma en analista de la escuela, sino haciendo su análisis […]. Realmente puede decirse que tal institución favorece al discurso analítico, por lo tanto, favorece el análisis. Eso significa no engañarse en lo que respecta a la relación entre psicoanálisis e institución; saber qué es un medio y qué es un fin. Crear una escuela significa estar dispuesto, en todo momento, a sacrificar la institución, si es necesario, a favor del psicoanálisis (Miller, 1998, pp. 519, 520).
En quinto lugar está la caída de los ideales, como efecto de la reducción del sentimiento de culpa. En esta perspectiva, dicha reducción es la operación o cirugía en la subjetividad capaz de producir la superación del padre, la destitución del Otro como sujeto supuesto al saber, también conocida en nuestro campo como la inexistencia del Otro, la identificación al síntoma, como algo real e irreductible y, en último análisis, la reducción de lo imaginario. De lo anterior se desprende que el culpable no es un héroe y el analizado si bien atravesó el desierto de su fantasma y ha conquistado la posición de sujeto en falta, lo cual no es nada honorable, no es tampoco un ideal para nadie ni tampoco un amo. Si en algo es amo quien se ha analizado hasta el final, es en ser amo de la falta, un sujeto identificado a lo real de la falta y por ello no puede operar del lado de los ideales, los cuales tienden precisamente a obturarla.
Es importante tener este factor en cuenta porque si el final del análisis genera el efecto de la identificación a la falta, también conocido como identificación al síntoma, es decir, a un vacío estructural, a algo irreductible y de lo que no es posible escapar, es perfectamente entendible por qué sólo unos cuantos llevan su experiencia analítica hasta el final, pues ¿quién estaría dispuesto hoy a llevar su análisis hasta el punto de parecerse a Diógenes?, un sujeto repudiado precisamente por no consentir los ideales de su época. De todas maneras es claro que una cosa es el cinismo de Diógenes y otra bien distinta la perversión contemporánea. Siendo la actitud del filósofo cínico una posición responsable y ética, mientras que la de la segunda es una posición subjetiva en la que el sentimiento de culpa no aparece como movimiento reparador. La cura del sentimiento de culpa implica responsabilidad ética, mientras que su no tramitación, aun por factores estructurales, da como resultado una actitud indolente y poco solidaria como la que se observa hoy en los sujetos al margen de la ley.
Ni el analizado y menos el analista, son sujetos al margen de la ley, pues la experiencia enseña que la cura, en último término, es asunción de la ley, de los límites que impone lo real. Si esto no fuera así sería algo lamentable y el psicoanálisis no podría ser visto como algo respetable y honorable sino como un dispositivo peligroso que atentaría contra el vínculo social.
En sexto lugar está la cura del sentimiento de culpa, solamente, en la neurosis. La reducción de la presión impuesta por el superyó es posible mediante una elaboración psíquica en un dispositivo analítico. Ahora, la abreviación en la duración de las sesiones de análisis opera, según parece, como un obstáculo y una resistencia a la misma elaboración. En la estructura perversa el sujeto no sólo elude la culpa y la responsabilidad por sus actos sino que la desmiente. Y en la psicosis, sobre todo en la paranoia, el sujeto no se siente culpable, es decir dividido, en falta, sino perseguido por culpa de otro, poniendo siempre la culpa y la responsabilidad de lo que acontece en los demás, sin que pueda asumir las consecuencias de sus actos. Siendo por este hecho, según la legislación nuestra, un sujeto inimputable.
Ahora, es preciso decir, en séptimo lugar y para concluir, que dispositivos como el control y el pase operan del lado de la responsabilidad ética que se espera tenga el futuro analista al final de su análisis. Elemento esencial (dicha responsabilidad) en la práctica analítica que sólo parece conquistar el sujeto neurótico; siendo esenciales hoy, más que en otras épocas, el análisis personal, los controles y el pase como mecanismos de cualificación de la práctica analítica, pues el despliegue de saber en las universidades hace creer, con suma facilidad, que lo esencial en la formación de un analista es la elaboración teórica, que, si bien es importante, en lo concerniente a la formación del analista, es un factor accesorio, porque con ella no se alcanzan a inscribir en la subjetividad los principios de la dirección de la cura.
Los principios se relacionan, según una reflexión reciente motivada por Juan Fernando Pérez, en su seminario sobre El sinthome, de Jacques Lacan, con los tiempos lógicos: instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir, y, por otro lado con el concepto aristotélico de “segmento de recta” donde se diferencian claramente los principios, los medios y los fines, factores que se asocian, de manera lógica, con los elementos temporales y constitutivos de toda experiencia analítica. El concepto de sinthome es una condensación de santo hombre y de Santo Tomás de Aquino y se vincula, de manera lógica, con las nociones de ideal del yo y de superyó.
Ahora, es interesante pensar todo esto a la luz de la racionalidad lacaniana presente en sus tres famosos registros. Así, podríamos decir, si somos un poco osados, que los fines, o sea la cura, se ubican en lo imaginario y hacen parte del instante de ver o de la mirada, sin que se logren detectar, en este primer momento, las implicaciones del final; los medios, es decir la palabra y el dispositivo analítico, se encuentran en lo simbólico y constituyen el tiempo necesario para comprender y elaborar, como en el caso que aquí nos ocupa, la destitución subjetiva del superyó hostil. Y, finalmente los principios, esto es, los factores esenciales sin los cuales no es posible conducir una cura, se ubican en lo real y configuran el momento de concluir la experiencia.
Parece un poco arriesgado decir que el final del análisis coincide con la inscripción en la subjetividad del futuro practicante o no del psicoanálisis (como es el caso de Francois Regnault), de los principios de la dirección de la cura, pero si atendemos a la lógica de la clínica, presente en los análisis, en los controles y en el pase advertimos que son los principios la pieza fundamental que todo pasador verifica en el dispositivo creado por Lacan. En este sentido pensamos que no hay final sin inscripción de principios y a éstos sólo los puede identificar quien está a punto de concluir su experiencia o la ha terminado.
La terminación del análisis es, pues, una cuestión que se puede verificar y no es una simple creencia que circula y se sostiene a partir de lo imaginario, aunque, a decir verdad, hasta ahora parece ser lo imaginario lo que ha sostenido tal creencia. A este respecto vale la pena preguntarse: ¿qué indicios tenemos para inferir, entre nosotros, que alguien ha conquistado el final? ¿Cuántos finales de análisis conocemos de colegas nuestros en las “escuelas”? Así, hay que decir como Diógenes con linterna en mano: ¿dónde está el analista? ¿quién lo ha visto? ¿cómo se le puede identificar?
Nota: Buena parte de la anterior elaboración es fruto del trabajo personal del autor en el cartel titulado: “Finales de análisis y formación del psicoanalista” y fue su manera singular, con la que concluyó tal experiencia. La ponencia se llevó a cabo el 03 de Abril de 2008 en la Nueva Escuela Lacaniana (NEL), sede Medellín, adscrita a la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Referencias
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Etchegoyen, Ricardo Horacio. (1993). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, Buenos Aires: Amorrortu.
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Seneca, Lucio Anneo. (1944, 1991). De la vida bienaventurada, de la tranquilidad del ánimo, de la brevedad de la vida: V. 1, México: Universidad Autónoma de México.
Villegas Mesa, Elkin. E. (2007). Avatares políticos y transferenciales. Una pregunta sobre la culpa. Ensayos de psicoanálisis y derecho, Medellín: Uniciencia.
_________, (2007). Cura del sentimiento de culpa. Discurso académico, jurídico y psicoanalítico. Epistemología- Ética-Clínica, Medellín: Uniciencia.
Por: Elkin Emilio Villegas Mesa. . Psicólogo-Psicoanalista. . Email:elkinvillegas@gmail.com
Este colega me envía su trabajo tras haberlo citado en otras entradas. Lo disfrutaremos entonces, gracias. RCS
Las religiones, por lo menos, no han ignorado el
papel del sentimiento de culpa en la cultura. Y en
efecto sustentan la pretensión —cosa que yo no
había apreciado en otro trabajo — de redimir a . la humanidad de este sentimiento de culpa, que
ellas llaman pecado.
Sigmund Freud
Síntesis y conceptos claves
La presente elaboración hace parte de una pesquisa que comenzó, hace algunos años atrás, en otro contexto y con algunos avatares. La pregunta de investigación, pese a que no se encontró un desarrollo significativo al realizar el estado del arte, dio lugar a una respuesta singular (en dos libros) cuya síntesis plasmamos aquí y esperamos contribuya a seguir pensando los problemas relacionados con la finalización real de los análisis y el no menos importante asunto de la formación del psicoanalista.
La investigación parte de una afirmación provocadora de Jacques–Alain Miller, se gesta y se desarrolla en un contexto universitario y se continúa en el cartel, espacio en el que se pudieron afinar, poco a poco, varios de los elementos que hacen parte de la respuesta al interrogante. La afirmación de Miller, en esencia, es la siguiente: “se puede decir, en tono de chiste, que el núcleo de la formación de los analistas es curarlos del sentimiento de culpa. No hay tratamiento posible con culpa” (1998, pp. 362-363).
El concepto de sentimiento de culpa, tal y como se observa hoy en el ámbito de la clínica, es un efecto de la función del Significante-Nombre-del-Padre en la época de su declinación y un factor esencial en la etiología de la depresión y otros síntomas actuales. Es también la base del lazo social. En este sentido el psicoanalista requiere, para realizar su actividad clínica, haber reducido en el curso de su propia cura los embates e imperativos de la instancia cruel. Lo anterior quiere decir que si el analista no ha reducido el componente imaginario de su culpa, obrará en su ámbito clínico desde la moral, es decir, por buena fe, buenos motivos o buenas intensiones, pero nunca desde la perspectiva del deseo y de la responsabilidad ética. Y de nada sirve, como dice Ricardo Horacio Etchegoyen, “Ser buena persona si se es mal analista. ¡Y habría que ver, todavía, qué clase de buena persona somos cuando procedemos de esta manera!” (1993, p. 482).
El sentimiento de culpa en el psicoanálisis aparece siempre ligado a otros conceptos, está en estrecha relación con conceptos tales como censura, conciencia moral, ética, responsabilidad, ideal del yo, imperativo categórico, superyó, punición, angustia, deseo, castración, moción maligna, tabú, odio, padre, etc.; y se expresa de múltiples maneras por medio de “mandatos insensatos que irrumpen sorpresivamente en el más ‘normal’ de los sujetos, compulsiones irrefrenables, coerciones inexplicables, obediencias masoquistas, rasgos de carácter indelebles, prácticas autodestructivas silenciosas o estrepitosas, actos expiatorios y sacrificiales ligados a culpas infundadas, estruendosos fracasos como respuestas al triunfo, extraños empeoramientos en momentos de franca mejoría, delitos perpetrados para obtener castigos que apacigüen oscuras culpas, crímenes inmotivados, cobardía moral ”(Gerez-Ambertin, 1993, p. 9).
Problemas derivados de la pregunta de investigación
De la afirmación de Miller se desprende la pregunta que orientó el estado de la cuestión. ¿Cuál fue ese interrogante? La pregunta de investigación que de todo este recorrido surge, luego de revisar textos de Freud, Lacan y Miller es: ¿Es la cura del sentimiento de culpa el núcleo de la formación de los analistas?
En torno a la constitución de los problemas para el psicoanálisis, nos preguntamos con Millar: ¿cómo surgen y cuáles son los axiomas que debemos establecer?, ¿cómo hacer para que no germine la evidencia, que, después de todo, no incita más que a la plegaria? Las preguntas, lo mismo que las elaboraciones que se desprenden del recorrido, permiten pensar en un problema de investigación.
Ahora, ¿de qué problema se trata?, ¿es un problema serio, relevante, el que el analista no se haya curado del sentimiento de culpa y por ello tienda a operar, en muchos casos, con sus pacientes del lado de la moral, la buena fe o la bondad religiosa, al punto que descuide los principios que rigen su práctica?
En medio de tales digresiones brotan aún los siguientes interrogantes: ¿qué tiene de chistosa esa afirmación?, ¿acaso hace reír a alguien?, ¿qué quiere decir Miller con eso de “en tono de chiste”?, ¿sobre qué aspecto, de manera sutil, querría llamar la atención?, ¿qué quiere decir “el núcleo de la formación de los analistas”?, ¿acaso núcleo significa aquí esencia en sentido griego? Si así fuera, ¿qué verdad estaba medio diciendo?, ¿era acaso una crítica, una confrontación a los analistas? Ahora, ¿a cuáles analistas se refería?, ¿a los analistas de la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional), a los kleinianos, a los mismos lacanianos o a otros, a cuáles?, ¿qué implica curarse del sentimiento de culpa? y, más aun, ¿todos los sujetos, independientemente de la estructura psicopatológica, se podrían curar de tal sentimiento?
En el caso de ser esto posible, ¿cómo habría que entenderlo y cuál es la posición del sujeto ante sus semejantes después de efectuarse dicha cura?, ¿es posible que un analista lleve a cabo un tratamiento con éxito si se siente culpable, si no se ha curado del sentimiento de culpa?, ¿qué tipo de dispositivo se requiere para que un sujeto se cure del sentimiento de culpa?, ¿es acaso la sesión corta, o mejor cortísima, de cinco minutos, o la no–sesión, la indicada para ello?, ¿no se está acaso frente a un gran problema, frente a una gran paradoja vista desde los principios de la práctica psicoanalítica?
Pues, ¿cómo poner a operar en la sesión analítica la regla fundamental, con todo lo que ella implica, en un tiempo tan corto que a la postre no da ni para tramitar las resistencias?, ¿o será que la sesión corta requiere de un tipo de analizante distinto, es decir, uno que no se resista y hable inmediatamente de la verdad oculta en su inconsciente?, ¿dónde están esos analizantes?, ¿quizá en nuestra imaginación? ¿Qué sujeto en la vida de relación, esto es, en el vínculo con sus semejantes, no se siente culpable al punto de sentir que en algo ha fallado y, por tanto, se ve impelido a enmendar, a rectificar? ¿Qué diferencia hay entre un cínico o canalla y un sujeto que se ha curado del sentimiento de culpa? ¿Producen la cura del sentimiento de culpa canallas u otro tipo de sujetos con una sensibilidad particular en el ámbito relacional?
Nociones preliminares
Ahora, se entiende por sentimiento de culpa, digámoslo con Lacan:
El deseo del hombre largamente sondeado, anestesiado, adormecido por los moralistas, domesticado por los educadores, traicionado por las academias, se refugió, se reprimió muy sencillamente, en la pasión más sutil y también la más ciega, como nos lo muestra la historia de Edipo, la pasión del saber (1959,1960/1986. pp. 385-386).
En esta perspectiva es importante advertir que existe un vínculo primigenio entre el saber y el goce, vínculo que, a nuestra manera de ver, obstaculiza la percepción del paisaje de verdad implícito en el mensaje de Miller, vehiculizado a través del recurso del chiste.
Además, este examen atraviesa por una reflexión en la que lo ético es el telón de fondo o el hilo conductor, pues en la base de toda elaboración teórica sobre la responsabilidad está el concepto de sentimiento de culpa, el cual simultáneamente presenta dos posibilidades: de un lado, constituye el punto de partida de todas las reflexiones histórico-filosóficas sobre la ética y, de otro, representa un obstáculo para la expresión responsable del sujeto pues, tal y como observamos en la experiencia y en la práctica del psicoanálisis, el sentimiento de culpa es la enfermedad de la posición ética del sujeto. Lo que quiere decir que en tanto actuamos por sentimiento de culpa obramos por buenos motivos o por buenas intenciones, y la práctica del psicoanálisis no se inscribe en el plano de las discusiones morales. Por ello Lacan dice: “Hacer las cosas en nombre del bien y más aún, en nombre del bien del otro, esto es lo que está muy lejos de ponernos al abrigo, no solo de la culpa, sino de toda suerte de catástrofes interiores” (1959, 1960/1986, p. 380).
Una cuestión es la idea cristiana de culpabilidad, ligada a la generalidad moderna de moral, y otra bien distinta la noción de responsabilidad, articulada al concepto griego de ética. La moralidad se relaciona con lo universal, el deber ser, lo ideal, la moral pensada, lo teórico, lo religioso-teológico, lo externo y las normas; mientras que lo ético, desde la perspectiva de los griegos, se fundamenta en lo particular, el ser, lo real, la moral vivida, lo práctico, lo filosófico-civil, lo interno y las convicciones. Así pues, la moral se caracteriza por ser capitalista, moderna y culpable en sentido judeo-cristiano, en tanto que la ética es humana, social, griega y responsable.
En esta dirección es lícito decir que la cura del sentimiento de culpa, como efecto de destitución de la moral o del superyó capitalista, implica, en términos griegos, una dinámica semejante a la que describe Platón, a partir del diálogo entre Sócrates y Alcibíades, con el concepto de epimeleia heautou o cuidado de sí. Algo que en Freud encontramos formulado, desde la fase prepsicoanalítica (1890), como tratamiento psíquico o tratamiento del alma.
En tal diálogo, cuyos efectos advertimos en pensadores romanos como Séneca, en su célebre escrito sobre La tranquilidad del alma, y aun en autores contemporáneos como Michael Foucault en La Hermenéutica del sujeto y en Las Tecnologías del yo, se observa una profunda preocupación por el cuidado de sí (en sentido ético-estético), el cuidado de los otros (en términos políticos) y el cuidado de las cosas en la perspectiva científica. El cuidado de sí es la cuestión esencial del mandato délfico del “conócete a ti mismo” o gnothi seauton; cuestión que tiene resonancias en el pensamiento contemporáneo de Pierre Hadot, autor que propone considerar (de manera convincente y lúcida) a la filosofía antigua como una practica de ejercicios espirituales, los cuales, como en la experiencia psicoanalítica, tendrían el objeto de suscitar una transformación interna o subjetiva.
Entonces, curarse del sentimiento de culpa es curarse, desde la perspectiva griega, no cristiana ni medieval, nada más ni nada menos que de lo imaginario y ello requiere, tal y como lo constatamos en la clínica psicoanalítica, de una elaboración singular que implica tiempo, condiciones estructurales en lo psíquico y otros factores más. Según Lacan los sentimientos operan en el registro de lo imaginario. Ahora, ¿qué implica para el psicoanálisis curarse un sujeto del sentimiento de culpa, como criterio del final del análisis, y formarse como psicoanalista? Es lo que a continuación vamos a tratar de esbozar.
Elementos esenciales implicados en la respuesta
En primer lugar, digamos que la cura del sentimiento de culpa implica, como reducción de lo imaginario, un desmonte paulatino del superyó hostil. Sobre esto Freud da algunos indicios en su obra Análisis terminable e interminable, cuestión que requiere, tal y como el mismo Freud en los inicios de esta obra lo indica, esfuerzo, dinero y tiempo. Por ello va a decir:
La experiencia nos ha enseñado que la terapéutica psicoanalítica —la liberación de alguno de los síntomas neuróticos, inhibiciones y anormalidades del carácter— es un asunto que consume mucho tiempo. Por ello ya desde el principio se han hecho intentos para abreviar la duración de los análisis. Tales intentos no requieren justificación y es evidente que se basan en imperativas consideraciones de razón y de conveniencia (Freud, 1981, p. 3339).
Lo anterior quiere decir que no es posible justificar un análisis hasta el final y con sesiones cortísimas, como lo señala Elizabeth Roudinesco en su obra Lacan: Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento.
El desmonte del superyó es algo que analistas como Ricardo Horacio Etchegoyen han intentado explicitar del siguiente modo: “La contribución de Sachs (1925) sugiere que el cambio estructural que provoca el análisis depende de una modificación del ideal del yo (superyó) […]. El superyó del paciente se conforma a la actitud del superyó analítico” (1993, p. 397), y unas cuantas páginas más adelante comenta que en el curso de la cura “dado el comportamiento real del analista y en el supuesto de que el analizado [analizante diríamos con Lacan] tenga un mínimo contacto con la realidad, éste incorpora al analista como un objeto diferente del resto, y a esto Strachey lo llamó superyó auxiliar” (1993, p. 401).
Con lo anterior, el analista “ipeísta” quiere decir que en el curso de un análisis, dada la actitud que ha de ser, según Bión “sin memoria y sin deseo”, se ponen en contacto dos clases de superyó: uno arcaico, que corresponde al del analizante, y otro auxiliar, el del analista no censurador ni culpabilizante ni castigador. Así, por incorporación de la imagen o representación del analista la periferia del superyó arcaico, acusador y amenazante, va dando lugar, como si se tratara de un injerto, al superyó auxiliar. La nueva instalación en la periferia del superyó, a imagen de la actitud no critica del analista, opera en lo sucesivo con el yo de un modo por entero diferente a como el superyó arcaico funcionara.
La clínica del superyó se articula con la idea del Otro malo, la cual evoca a la paranoia. Dicha noción remite a una cuestión estructural, a una rivalidad primordial que, si es lícito decirlo así, permite inferir que la clínica del Otro malo es múltiple y dinámica, tal y como lo sugieren en sus casos clínicos varios analistas como Miquel Bassols, Carole Dewambrechies-La Sagna, Antonio Di Ciaccia, Philippe De Georges, Jean-Daniel Matet y Alfredo Zenoni, bajo la dirección de Jacques-Alain Miller en la Maison de la Mutualité, en Paris. Así pues, el Otro malo no es sólo un individuo, puede ser también el órgano que martiriza en la hipocondría o el superyó que aflige y devora en la depresión profunda o en la melancolía.
El superyó es el causante del sentimiento de culpa y por ello debe ser extraído o extirpado su modo de operar arcaico e imaginario, como si se tratara de una substancia venenosa que corroe en la subjetividad. Sin embargo, es claro que para una gran mayoría de autores el propósito del análisis no consiste en desculpabilizar al sujeto, lo cual no sólo es poco probable y reprochable desde la perspectiva de muchos ángulos disciplinares, sino que además tiene muy poco que ver con la tesis que aquí exponemos.
Esta es una forma de la rectificación subjetiva que luego hace que el analista no adopte, en el trato con sus pacientes, una actitud como la de un superyó hostil. Ahora, es probable que se reproche, conceptualmente, traer el problema de la enseñanza de Miller y Lacan, para solucionarlo con teorizaciones de un kleiniano. Sin embargo, nos podríamos interrogar: ¿Es acaso el psicoanálisis una construcción solamente lacaniana?
Entonces, es apenas lógico que al desmontarse el superyó del analizante y tornarse más laxo, tolerante y menos culpabilizador con el yo, éste llegue a sentirse más liviano de las presiones de su amo. Tal es la cura del sentimiento de culpa, la cual plantea una diferencia notoria entre el analista, quien no opera como el superyó arcaico del paciente y los demás terapeutas, llámense psiquiatras, psicólogos o psicoterapeutas, pues ninguno de éstos, al faltarles la experiencia del análisis con el respectivo desmonte del superyó, estaría en condiciones de adoptar durante años tal actitud en la relación con un paciente.
La experiencia enseña que, a lo sumo, pueden imitarla durante un periodo relativamente corto, pero nunca durante un tiempo largo, constituyendo esto la verdadera prueba de fuego del analista. Así que una cosa es practicar el psicoanálisis con carencias esenciales en la formación y otra muy distinta ser psicoanalista. El analista por excelencia es el analizado hasta el final.
En segundo lugar, la cura del sentimiento de culpa implica la emergencia del deseo del sujeto y con ésta la conquista de sus posibilidades. El sentimiento de culpa, tal y como nos lo enseña Lacan en La ética del psicoanálisis, es un obstáculo para que el sujeto actúe en conformidad con su deseo, el cual no es sin una posición responsable y ética. La cura del sentimiento de culpa, parafraseando a Miller, es el hueso de un análisis, asimilable a lo real del síntoma y al objeto a. Entonces, culpa y deseo se oponen para el yo en el psicoanálisis.
El superyó, al ser el amo del yo y al estar íntimamente ligado a él, tiene acceso a cada pensamiento, deseo o fantasía del sujeto. Es sapientísimo y probablemente en su funcionamiento se han apoyado las religiones, sobre todo la judeo-cristiana, para construir la idea de dios, como significante de un saber mirante y acusador, al cual se le ha atribuido siempre el ser omnisciente, omnipresente y omnipotente, características todas que calzan perfectamente con la noción de padre que todo niño se forma en la mente en los primeros años.
El superyó, en tanto representante en la psique de la instancia parental, tiene por obra continuar con las funciones de ésta, las cuales consistían, en lo esencial, en coartar el deseo del niño. En este sentido, si el sueño y su texto es cumplimiento de deseo, la instancia superyoica, en cambio, introduce un límite en el que los sueños autopunitivos, las pesadillas y la necesidad de castigo son la excepción de aquel cumplimiento. Mientras el deseo apunta a la libertad, a la realización de las posibilidades del sujeto, la culpa en cambio va dirigida a impedirle al yo volar con las alas del deseo, por ello la ubicamos en el psicoanálisis del lado de las inhibiciones, la necesidad inconsciente de castigo, la reacción terapéutica negativa y el beneficio o ganancia de la enfermedad.
Sin embargo, la culpabilidad indica el camino del deseo. Mientras el deseo es un efecto de la operación de desculpabilización analítica, la culpa, la cual paraliza al sujeto impidiéndole ser y crear, es un desenlace de la acción sádica del superyó en el yo. La emergencia del deseo, o lo que conocemos como “el deseo del analista”, no es otra cosa que la secuela del desmonte paulatino del superyó y la reducción del sentimiento de culpabilidad. Esto nos permite inferir que donde hay deseo el sentimiento de culpa se encuentra reducido o, a la inversa, donde hay sentimiento de culpa, el deseo se contrae y aquel se expresa por medio de los actos como necesidad inconsciente de castigo. Así una acción puede estar determinada por el deseo, apuntando en este caso a la responsabilidad ética; en tanto que otra puede estar comandada por el sentimiento de culpa y estar dirigida al caos y al estrago. Mientras la primera es una postura psicoanalítica y lacaniana, la segunda es filosófica, de corte kantiano.
En tercer lugar, tal operación requiere un efecto terapéutico, el cual consiste en lo esencial en experimentar el yo una reducción de las tensiones provenientes de su amo interno. A esta reducción, no a la supresión total que es imposible, al menos en las neurosis, la hemos denominado “cura del sentimiento de culpa”. De un lado el sentimiento de culpa es experimentado como malestar, como mortificación o como dolor de existir y, de otro, se expresa como necesidad inconsciente de castigo, implicando el cuerpo, las relaciones con los semejantes y las posibilidades de la vida.
Quizá el mejor ejemplo siga siendo Edipo, quien al final termina en condiciones tan lamentables que se podría decir que el sentimiento de culpa invade su reino e involucra lo psíquico, el cuerpo y los distintos factores que se relacionan con lo social, como lo económico. Quien se siente culpable, y por ello convencido de merecer un castigo, busca a este por distintas vías, pues la meta es sólo una, pagar una dura pena. Un sujeto así no puede experimentar, en términos de Séneca, “la tranquilidad del alma”. Es la lógica de Freud en “Los delincuentes por sentimiento de culpa”, texto esencial que nos podría alumbrar la problemática contemporánea de la criminología en nuestro medio.
Los actos de fracaso y autocastigo, por ejemplo, a los que precipita el superyó no son el resultado de perturbaciones del sistema nervioso en lo que se conoce como ataxia, ni de un proceso químico malhumorado, ni de posesiones demoníacas, ni de manipulaciones del oráculo o de extravagantes embrujos ni el resultado del movimiento de los astros o del puro azar. Así, lo que la compulsión oculta como síntoma es lo real de la necesidad de castigo movilizada por la culpabilidad inconsciente. ¿Qué es lo que se repite? Freud y Lacan nos lo enseñan y lo constatamos en la clínica, se reitera compulsivamente lo que se ha configurado como malestar, sufrimiento o goce.
Algo así como una búsqueda incesante de las condiciones favorables al sufrimiento o al goce. Como si el sujeto no pudiera frenar en sus aspiraciones estoicas de aflicción y de mortificación y prefiriera el dolor antes que el placer. Como si la repetición compulsiva constituyera algo así como la oportunidad de recordar, de revivir el pasado y, por tanto, de volver a vivir en el presente situaciones que fueron desagradables, pero que no por ser pasadas y penosas se dejan de perpetuar. Pues bien, tras el desmonte del superyó, la reducción de la culpa y de la necesidad inconsciente de castigo, nos lo enseña la experiencia, estas compulsiones se atenúan.
En términos griegos, digamos que al operar así el psicoanálisis no solo realiza el mandato délfico, sino que, fundamentalmente, crea las condiciones para que se lleve a cabo el cuidado de sí. Sólo el que no tiene las cuentas claras en relación con su deseo se culpabiliza y termina atentando contra sí. En esta perspectiva, es bien conocido para el psicoanálisis que hay sujetos que fracasan al triunfar por sentimiento de culpabilidad. El cultivo de los síntomas aporta al sujeto la oportunidad para satisfacer de manera sustitutiva, como en las formaciones del inconsciente, entre ellas el chiste, sus impulsos.
En cuarto lugar están los principios de la dirección de la cura. Al tratarse de un análisis prolongado en el tiempo —ya que es imposible desmontar al superyó hostil en unos cuantos meses de “análisis” con sesiones excesivamente cortas— se crean las condiciones para que tales principios se inscriban en la subjetividad del analizante, quien posteriormente podrá ejercer como analista si es su deseo. Esta inscripción da lugar, más adelante, a la formación didáctica del futuro psicoanalista, quien continúa su proceso formativo a través de su práctica, los controles y el dispositivo del pase, actividades todas encargadas, a diferencia de las formulaciones teóricas, de aplicar los principios de manera afectiva y puntual. Según Miller en “Política lacaniana” existe en la política de Lacan tres niveles: la institución, el pase y la dirección de la cura. El pase presenta, a su vez, tres caras: la institucional, la epistémica y la clínica. Ahora, “no hay clínica sin ética”, sin responsabilidad ética, como tampoco, “tratamiento posible con culpa”, la cual es la patología, la enfermedad de aquella.
Entonces, dado que curarse del sentimiento de culpa no es un sencillo proceso de elaboración de días o de unos cuantos meses, es probable que al conquistar este propósito el analizado haya inscrito en la subjetividad, como una convicción que nada la podrá contrariar jamás, los principios de la dirección de la cura como parte de su formación didáctica. Sólo que este aprendizaje didáctico es inconsciente, se logra sólo en el análisis y no por medio del estudio de la teoría. Los principios aquí son, pues, todos aquellos elementos imprescindibles para que se dé una cura y no tienen nada que ver con conceptos fundamentales como en ocasiones se cree, pues hay quienes consideran que al leer Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Lacan, con ello estarían facultados para orientar una cura, sin que la verdad de tales principios se inscriba. Los principios, dice Miller en Introducción al método psicoanalítico, “se transmiten sin explicitación a través del propio análisis” (Miller, 1997, p. 15). El mismo Miller nos recuerda que:
Lacan no dice que alguien se transforme en analista de la escuela por que enseña mucho, porque publica mucho, porque tiene […] muchos amigos, porque sabe decir a otro la palabra que conviene para tener partidarios. No es haciendo la pequeña política como alguien se transforma en analista de la escuela, sino haciendo su análisis […]. Realmente puede decirse que tal institución favorece al discurso analítico, por lo tanto, favorece el análisis. Eso significa no engañarse en lo que respecta a la relación entre psicoanálisis e institución; saber qué es un medio y qué es un fin. Crear una escuela significa estar dispuesto, en todo momento, a sacrificar la institución, si es necesario, a favor del psicoanálisis (Miller, 1998, pp. 519, 520).
En quinto lugar está la caída de los ideales, como efecto de la reducción del sentimiento de culpa. En esta perspectiva, dicha reducción es la operación o cirugía en la subjetividad capaz de producir la superación del padre, la destitución del Otro como sujeto supuesto al saber, también conocida en nuestro campo como la inexistencia del Otro, la identificación al síntoma, como algo real e irreductible y, en último análisis, la reducción de lo imaginario. De lo anterior se desprende que el culpable no es un héroe y el analizado si bien atravesó el desierto de su fantasma y ha conquistado la posición de sujeto en falta, lo cual no es nada honorable, no es tampoco un ideal para nadie ni tampoco un amo. Si en algo es amo quien se ha analizado hasta el final, es en ser amo de la falta, un sujeto identificado a lo real de la falta y por ello no puede operar del lado de los ideales, los cuales tienden precisamente a obturarla.
Es importante tener este factor en cuenta porque si el final del análisis genera el efecto de la identificación a la falta, también conocido como identificación al síntoma, es decir, a un vacío estructural, a algo irreductible y de lo que no es posible escapar, es perfectamente entendible por qué sólo unos cuantos llevan su experiencia analítica hasta el final, pues ¿quién estaría dispuesto hoy a llevar su análisis hasta el punto de parecerse a Diógenes?, un sujeto repudiado precisamente por no consentir los ideales de su época. De todas maneras es claro que una cosa es el cinismo de Diógenes y otra bien distinta la perversión contemporánea. Siendo la actitud del filósofo cínico una posición responsable y ética, mientras que la de la segunda es una posición subjetiva en la que el sentimiento de culpa no aparece como movimiento reparador. La cura del sentimiento de culpa implica responsabilidad ética, mientras que su no tramitación, aun por factores estructurales, da como resultado una actitud indolente y poco solidaria como la que se observa hoy en los sujetos al margen de la ley.
Ni el analizado y menos el analista, son sujetos al margen de la ley, pues la experiencia enseña que la cura, en último término, es asunción de la ley, de los límites que impone lo real. Si esto no fuera así sería algo lamentable y el psicoanálisis no podría ser visto como algo respetable y honorable sino como un dispositivo peligroso que atentaría contra el vínculo social.
En sexto lugar está la cura del sentimiento de culpa, solamente, en la neurosis. La reducción de la presión impuesta por el superyó es posible mediante una elaboración psíquica en un dispositivo analítico. Ahora, la abreviación en la duración de las sesiones de análisis opera, según parece, como un obstáculo y una resistencia a la misma elaboración. En la estructura perversa el sujeto no sólo elude la culpa y la responsabilidad por sus actos sino que la desmiente. Y en la psicosis, sobre todo en la paranoia, el sujeto no se siente culpable, es decir dividido, en falta, sino perseguido por culpa de otro, poniendo siempre la culpa y la responsabilidad de lo que acontece en los demás, sin que pueda asumir las consecuencias de sus actos. Siendo por este hecho, según la legislación nuestra, un sujeto inimputable.
Ahora, es preciso decir, en séptimo lugar y para concluir, que dispositivos como el control y el pase operan del lado de la responsabilidad ética que se espera tenga el futuro analista al final de su análisis. Elemento esencial (dicha responsabilidad) en la práctica analítica que sólo parece conquistar el sujeto neurótico; siendo esenciales hoy, más que en otras épocas, el análisis personal, los controles y el pase como mecanismos de cualificación de la práctica analítica, pues el despliegue de saber en las universidades hace creer, con suma facilidad, que lo esencial en la formación de un analista es la elaboración teórica, que, si bien es importante, en lo concerniente a la formación del analista, es un factor accesorio, porque con ella no se alcanzan a inscribir en la subjetividad los principios de la dirección de la cura.
Los principios se relacionan, según una reflexión reciente motivada por Juan Fernando Pérez, en su seminario sobre El sinthome, de Jacques Lacan, con los tiempos lógicos: instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir, y, por otro lado con el concepto aristotélico de “segmento de recta” donde se diferencian claramente los principios, los medios y los fines, factores que se asocian, de manera lógica, con los elementos temporales y constitutivos de toda experiencia analítica. El concepto de sinthome es una condensación de santo hombre y de Santo Tomás de Aquino y se vincula, de manera lógica, con las nociones de ideal del yo y de superyó.
Ahora, es interesante pensar todo esto a la luz de la racionalidad lacaniana presente en sus tres famosos registros. Así, podríamos decir, si somos un poco osados, que los fines, o sea la cura, se ubican en lo imaginario y hacen parte del instante de ver o de la mirada, sin que se logren detectar, en este primer momento, las implicaciones del final; los medios, es decir la palabra y el dispositivo analítico, se encuentran en lo simbólico y constituyen el tiempo necesario para comprender y elaborar, como en el caso que aquí nos ocupa, la destitución subjetiva del superyó hostil. Y, finalmente los principios, esto es, los factores esenciales sin los cuales no es posible conducir una cura, se ubican en lo real y configuran el momento de concluir la experiencia.
Parece un poco arriesgado decir que el final del análisis coincide con la inscripción en la subjetividad del futuro practicante o no del psicoanálisis (como es el caso de Francois Regnault), de los principios de la dirección de la cura, pero si atendemos a la lógica de la clínica, presente en los análisis, en los controles y en el pase advertimos que son los principios la pieza fundamental que todo pasador verifica en el dispositivo creado por Lacan. En este sentido pensamos que no hay final sin inscripción de principios y a éstos sólo los puede identificar quien está a punto de concluir su experiencia o la ha terminado.
La terminación del análisis es, pues, una cuestión que se puede verificar y no es una simple creencia que circula y se sostiene a partir de lo imaginario, aunque, a decir verdad, hasta ahora parece ser lo imaginario lo que ha sostenido tal creencia. A este respecto vale la pena preguntarse: ¿qué indicios tenemos para inferir, entre nosotros, que alguien ha conquistado el final? ¿Cuántos finales de análisis conocemos de colegas nuestros en las “escuelas”? Así, hay que decir como Diógenes con linterna en mano: ¿dónde está el analista? ¿quién lo ha visto? ¿cómo se le puede identificar?
Nota: Buena parte de la anterior elaboración es fruto del trabajo personal del autor en el cartel titulado: “Finales de análisis y formación del psicoanalista” y fue su manera singular, con la que concluyó tal experiencia. La ponencia se llevó a cabo el 03 de Abril de 2008 en la Nueva Escuela Lacaniana (NEL), sede Medellín, adscrita a la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Referencias
Bion, Wilfred. (1991). Aprendiendo de la experiencia, México: Paidós.
Etchegoyen, Ricardo Horacio. (1993). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, Buenos Aires: Amorrortu.
Foucault, Michel. (1981- 1982)). La hermenéutica del sujeto: curso en el Collage de France, México: Fondo de cultura económica.
________.(1990-1991). Tecnologías del yo y otros textos afines, España: Paidós.
Freud, Sigmund. (1981). Análisis terminable e interminable, España: Biblioteca nueva.
________(1979). Los que delinquen por conciencia de culpa, Buenos Aires: Amorrortu.
Gerez- Ambertin, Marta. Imperativos del superyó. Testimonios clínicos, Buenos Aires: Lugar Editorial.
Hadot, Pierre. Ejercicios espirituales y filosofía antigua, Madrid, Siruela, 2006.
Lacan, Jacques. (1959-1960/ 1997). La ética del psicoanálisis. Libro 7. Buenos Aires: Paidós.
________. (1974). Los cuatro principios fundamentales del psicoanálisis. Seminario XI, España: Barral editores.
________. (1975-1976). El sinthome. Seminario 23, Buenos Aires: Paidós.
Miller, Jacques-Alain. (1998). Elucidación de Lacan: charlas brasileñas, Buenos Aires: Paidós.
________. (1997). Introducción al método psicoanalítico, Buenos Aires: Paidós.
________. (1998). El hueso de un análisis, Buenos Aires: Tres haches.
________. (1999). Política Lacaniana, Buenos Aires: Colección Diva.
Roudinesco, Elizabeth. (1994). Lacan: Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, Buenos Aires: Paidós.
Seneca, Lucio Anneo. (1944, 1991). De la vida bienaventurada, de la tranquilidad del ánimo, de la brevedad de la vida: V. 1, México: Universidad Autónoma de México.
Villegas Mesa, Elkin. E. (2007). Avatares políticos y transferenciales. Una pregunta sobre la culpa. Ensayos de psicoanálisis y derecho, Medellín: Uniciencia.
_________, (2007). Cura del sentimiento de culpa. Discurso académico, jurídico y psicoanalítico. Epistemología- Ética-Clínica, Medellín: Uniciencia.
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Sentimiento de Culpa
sábado, 19 de septiembre de 2009
Winnicott Social
Follet: "Nunca basta con que los conceptos me sean meramente expuestos, ellos deben entretejerse con la estructura de mi ser, y esto sólo puede ocurrir merced a mi propia actividad."
Winnicott: "Yo soy no significa nada a no ser que, en un comienzo, yo sea uno junto con otro ser humano que aún no se ha diferenciado"
"...no puede haber realización personal sin sociedad, ni sociedad al margen (...) de los individuos que la componen.E
En estas líneas se invita a crear, a aglutinar lo leído y filtrarlo a través de la experiencia personal, que transforma el ser. Somos seres con un otro, al principio esa "unidad dual", "un cuerpo para dos" según Mc Dougall, seres en un medio ambiente para poder ir siendo (go being). En este medio facilitador vamos creciendo como seres con una existencia separada, pero antes hemos de tener una dependencia absoluta en la que eso que llaman infans no existe, no hay bebé sin los cuidados de su madre. Winnicott en las citas habla de la sociedad, él escribió para la sociedad en varios libros: "El niño y el mundo externo", "Conversando con los padres", "El hogar nuestro punto de partida", y la recapitulación de cartas de Rodman "El Gesto Espontáneo". Trabajó durante la segunda guerra mundial en albergues para niños que habían perdido a sus padres y para protegerlos de los bombardeos. Su actividad fue siempre creativa, allí conoció a Clare Britton, su segunda esposa. Ella dice que él siempre permitió que los límites estuviesen bien definidos y que se permitiera al cuidador un plus de creatividad para acomodarse a las dificultades y problemas que causaban los niños deprivados.
En una cita dice lo siguiente: "...si la sociedad está en peligro no es a causa de la agresividad del hombre, sino de la represión de la agresividad individual de los individuos" Winnicott, D.W. Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós, p. 275.
Él difundió el método psicoanalítico en charlas radiales, en charlas a magistrados, asistentes sociales, enfermeros, educadores, padres y gente común y corriente. Siendo su actividad fruto también del Zetgeist. En donde se vio influenciado por el existencialismo, en busca del ser que tanto se arrima al self. Crear y descubrir a Winnicott es un placer en un mundo de paradojas e innovación. El autor más citado actualmente según algunos estudios realizados. Con inclinaciones diversas en psicoterapia, por ejemplo la gestalt se acerca a esta forma de concebir la psicoterapia.
Seguiremos.
Winnicott: "Yo soy no significa nada a no ser que, en un comienzo, yo sea uno junto con otro ser humano que aún no se ha diferenciado"
"...no puede haber realización personal sin sociedad, ni sociedad al margen (...) de los individuos que la componen.E
En estas líneas se invita a crear, a aglutinar lo leído y filtrarlo a través de la experiencia personal, que transforma el ser. Somos seres con un otro, al principio esa "unidad dual", "un cuerpo para dos" según Mc Dougall, seres en un medio ambiente para poder ir siendo (go being). En este medio facilitador vamos creciendo como seres con una existencia separada, pero antes hemos de tener una dependencia absoluta en la que eso que llaman infans no existe, no hay bebé sin los cuidados de su madre. Winnicott en las citas habla de la sociedad, él escribió para la sociedad en varios libros: "El niño y el mundo externo", "Conversando con los padres", "El hogar nuestro punto de partida", y la recapitulación de cartas de Rodman "El Gesto Espontáneo". Trabajó durante la segunda guerra mundial en albergues para niños que habían perdido a sus padres y para protegerlos de los bombardeos. Su actividad fue siempre creativa, allí conoció a Clare Britton, su segunda esposa. Ella dice que él siempre permitió que los límites estuviesen bien definidos y que se permitiera al cuidador un plus de creatividad para acomodarse a las dificultades y problemas que causaban los niños deprivados.
En una cita dice lo siguiente: "...si la sociedad está en peligro no es a causa de la agresividad del hombre, sino de la represión de la agresividad individual de los individuos" Winnicott, D.W. Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós, p. 275.
Él difundió el método psicoanalítico en charlas radiales, en charlas a magistrados, asistentes sociales, enfermeros, educadores, padres y gente común y corriente. Siendo su actividad fruto también del Zetgeist. En donde se vio influenciado por el existencialismo, en busca del ser que tanto se arrima al self. Crear y descubrir a Winnicott es un placer en un mundo de paradojas e innovación. El autor más citado actualmente según algunos estudios realizados. Con inclinaciones diversas en psicoterapia, por ejemplo la gestalt se acerca a esta forma de concebir la psicoterapia.
Seguiremos.
Eduardo Galeano: Esperanza
Eduardo Galeano: "... para mí la esperanza es una cosa que tengo cuando me despierto, que pierdo en el desayuno, que recupero cuando recibo el sol en la calle y que después de caminar un rato se me vuelve a caer por algún agujero del bolsillo. Y me digo: ¿Dónde quedó la esperanza? Y la busco y no la encuentro. Y entonces, aguzando el oído, la escucho ahí, croando como un sapito minúsculo, llamándome desde los pastos.
La tengo, la vuelvo a perder. A veces duermo con ella y a veces duermo solo. Pero yo nunca tuve una esperanza de receta, comprada en una tienda de corte y confección, una esperanza dogmática. Es una esperanza viva y, por lo tanto, no sólo está a salvo de la duda, sino que se alimenta de la duda".
Galeano E. (1993). Diario "La República". Montevideo. Citado en el libro "¿De qué hablamos cuando hablamos de Winnicott?"
Trastorno Psicosomático
"El término "trastorno psicosomático" se ha vuelto corriente. La gente entiende bastante bien que hay cierto tipo de enfermedades comunes que no constituyen simplemente una afección corporal, como la escarlatina o la apendicitis, sino que en ellas el trastorno físico está parcial o totalmente relacionado con la vida emocional del individuo. Suele aceptarse que la vida es difícil, y que a veces sus dificultades se manifiestan en una deformación del funcionamiento de la mente, en tanto que otras veces se manifiestan en una deformación del funcionamiento del cuerpo...quisiera puntualizar que cuando utilizo la palabra "mente" no me estoy refiriendo a las actividades de los procesos intelectuales escindidos, sino a la totalidad de la persona, con excepción del cuerpo." Winnicott, D.W. (1991). Exploraciones Psicoanalíticas II. Buenos Aires: Paidós, p. 321.
El Juego En Que Andamos de Juan Gelman
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.
viernes, 18 de septiembre de 2009
encronizados, ¿por qué?
Una persona con Trastorno Borderline, funcional y capaz se sorprende y me escribe un correo porque otros que levantan el mismo rótulo no avanzan en su vida, se amilanan y se dejen llevar por el trastorno haciendo de éste el leit motiv de su existencia. Esta es una respuesta breve y parcial.
Curarse de un trastorno psíquico reúne la constelación del ser. Supone remover, resignificar y reconstituir nuevas miradas hacia dentro y hacia fuera, por esto es tan difícil salir del atolladero y tan cómodo quedarse bajo los beneficios que el propio problema presenta. Con el riesgo de que el problema se constituya en una forma de "vida". Un falso self winnicottiano. Como he leído recientemente a Painceira sobre palabras de su analista: "ciertas personas se equivocan, son libres del Superyó pero son esclavas de sus caprichos" "Como diría Chesterton, no es perfecta sino pluscuamperfecta al instar a personas inteligentes a buscar más allá de lo dicho. Ya Heidegger decía que lo que uno escribía tenía el regalo de lo no dicho".
Curarse de un trastorno psíquico reúne la constelación del ser. Supone remover, resignificar y reconstituir nuevas miradas hacia dentro y hacia fuera, por esto es tan difícil salir del atolladero y tan cómodo quedarse bajo los beneficios que el propio problema presenta. Con el riesgo de que el problema se constituya en una forma de "vida". Un falso self winnicottiano. Como he leído recientemente a Painceira sobre palabras de su analista: "ciertas personas se equivocan, son libres del Superyó pero son esclavas de sus caprichos" "Como diría Chesterton, no es perfecta sino pluscuamperfecta al instar a personas inteligentes a buscar más allá de lo dicho. Ya Heidegger decía que lo que uno escribía tenía el regalo de lo no dicho".
La mirada en espejo
En un sentido, el otro oficia como parte de nuestra identidad primaria. Poco a poco el bebé advierte vagamente que aquellos a los que más adelante reconocerá como personas no lo reflejan en forma impersonal como esa superficie de cristal azogado que llamamos espejo. Sería cierto lo que Winnicott destaca acerca de qque hay todo un proceso histórico en el individuo que depende de haber sido visto. Basta recordar su conocida cita: "Cuando miro soy visto, por lo tanto existo (...) ahora miro creativamente."...
Gracias a ese proceso recibimos y concedemos permiso para la iniciativa, para la tolerancia frente a la diferencia y para sentir la libertad de poder convertirnos en nosotros mismos. Lic. Psic. Adriana Anfusso. "Importancia de la función de espejo de la madre y de la familia en el desarrollo del individuo. Reflejos." Dentro del libro "¿De qué hablamos cuando hablamos de Winnicott?". Adriana Anfusso y Verónica Indart.
La cuestión del cara a cara frente al diván tiene relación inexorablemente con este apunte de Winnicott, que fue compartido con Lacan. Winnicott dice "El niño se ve a través de los ojos de la madre".
Freud escribe lo siguiente sobre la técnica del diván: "Mantengo el consejo de hacer que el enfermo se acueste sobre un diván mientras uno se sienta detrás, de modo que él no lo vea. Esta escenografía tiene un sentido histórico... En primer lugar, a causa de un motivo personal, pero que quizás otros compartan conmigo. No tolero permanecer bajo la mirada fija de otro ocho horas (o más) por día. Y como mientras escucho, yo mismo me abandono al decurso de mis pensamientos inconscientes, no quiero que mis gestos ofrezcan al paciente material para sus interpretaciones o lo influyan en sus comunicaciones."
Adriana Anfusso recibe esta carta con un libro: "Mamá me dio la vida, Abuela me dio el alimento y Ud. me dio la luz. Gracias para siempre, Muriel."
Se trataba de un encuadre cara a cara, a pedido, por ser eso que llaman ahora un "paciente difícil", que fue el objeto de estudio e inspiración de Winnicott.
El rostro fijo e inerte produce perplejidad y despierta lo que los kleinianos llamarían tánatos, instinto de muerte. Winnicott no gustaba de este concepto y prefería el de Elan Vital o fuerza vital, siguiendo a Bergson.
El paciente tiene unas mitologías que han sido interiorizadas en el seno de su trayectoria familiar y social, necesita de un terapeuta que esté allí, mirándole, dejándole crear a través de mirar a los ojos de ese otro que le abre la posibilidad de romper esa mitología, desgranar lo vivido y sintetizarlo en un todo, el ser.
La fragilidad de los pacientes winnicottianos, por así decir, invita a la prudencia, a, como decía él, "yo procuro adaptarme al principio (sic)". Es una cuestión de humanismo, sin romanticismos baldíos, entre el "poner en juego mucho de su propia individualidad", que en en ocasiones lo hizo, como con Margaret Little y la opacidad del analista ortodoxo que funciona de manera especular, reflejando sólo lo que el paciente le trae a consulta, esto último era el consejo de Freud.
Se procura entonces hacer un análisis más fresco, más cercano, sin sensiblerías ni sentimentalismos, como Winnicott decía esto último es una forma de negar la agresividad.
Aunque tengamos que dar contención a los impulsos agresivos de los analizandos el fruto vivo está en poder ver la cara de quien te devuelve a la vida, como dice aquella carta que recibe la Lcda Anfusso. Existen cartas parecidas en todo consultorio de un good enough psychoanalyst
Winnicott lo decía así:
"...nunca se destacará lo suficiente que es mejor adherir al principio de reflejar el material presentado, en vez de pasarse al otro extremo, el de las interpretaciones {inteligentes} que, por más que sean exactas, pueden llevar al paciente más allá de lo que permite la confianza transferencial, de modo tal que cuando el paciente deja al analista, la casi milagrosa revelación que representa la interpretación se convierte de pronto en una amenaza, pues toca un estadio del desarrollo emocional que el paciente todavía no ha alcanzado, al menos como personalidad todal". Winnicott, D.W. (1991) Exploraciones Psicoanalíticas. Buenos Aires : Paidós, p. 255.
"Podemos considerar a la cara de la madre como el prototipo de espejo. El bebé se ve a sí mismo en la cara de su madre. Si la madre está deprimida, o preocupada por algún otro asunto, entonces, por supuesto, lo único que ve el bebé es una cara." Winnicott, D.W. (1989). Los bebés y sus madres. Buenos Aires. Paidós, P. 133
http://www.slideshare.net/anfusso/winnicott-datos-biograficos-con-imagenes-1725129
jueves, 17 de septiembre de 2009
"Un cuerpo para dos"
Freud en Construcciones en Psicoanálisis dice que la labor del analista es la del que busca entre la historia de edificios y culturas con una distinción el objeto de análisis del arqueólogo no está vivo el del analista sí lo está.
Joyce Mc Dougall trata de la fusión madre-hijo como determinante para pensar los trastornos psicosomáticos. Además de dicha fusión, en la que la madre desde los inicios no deja que el infans puede desarrollar la capacidad de estar a solas y desarrollar una membrana, un yo-piel propio que le invista como sujeto autónomo, aún con su dependencia relativa.
Esto puede continuar durante la vida, y llega un momento en el que la madre y el hijo están compartiendo un mismo drama, la madre no puede vivir sin el/la hijo/a y el hijo no puede hacerse independiente, no puede crecer emocionalmente, no puede madurar, ni constituirse en el mundo como un sujeto singular.
Mc Dougall habla de "un cuerpo para dos", ese cuerpo, el de la madre que queda fusionado con el de la criatura, de forma que se ve en expresiones como: "nos duele esto o aquello". No hay diferenciación.
Mc Dougall considera que es importante esa good enough mother, que traduce como "madre adecuada sin más" para que el bebé, el niño, el adolescente pueda crecer siendo investido, sin demandas de la madre ni control ni desprecio, ni ira, ni hostilidad.
Esto, es universal y algo difícil en la práctica, la capacidad de amar tiene caminos incorrectos. Mc Dougall en "Teatros del Cuerpo" nos recuerda la vital importancia de estos pilares y de la dificultad para hablar de las representaciones de afecto vía somatización como representaciones de palabra. Por tanto, nos invita a cambiar el setting analítico.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Sé que no puedo dormir porque siempre estoy soñando, en invierno con el Sol, con las nubes en verano
Fito Cabrales nos enseña sus versos con ritmo de rock&roll.
Para los que se pasan la vida soñando y siempre insatisfechos.
Sé que no puedo dormir porque siempre estoy soñando, en invierno con el Sol, con las nubes en verano...mientras me aguanten los huesos
martes, 15 de septiembre de 2009
Bienestar
Las emociones no pueden ser permanentes, por eso reciben el nombre de «emociones» —término que viene de «moción», movimiento—. Van cambiando, de ahí que sean «emociones». Van pasando constantemente de una a otra. En un momento estás triste y al siguiente estás contento; en un momento estás enfadado y al siguiente eres compasivo. En un momento eres cariñoso y al siguiente estás lleno de odio; la mañana ha sido preciosa, la noche es horrible. Y así sucesivamente. Tu naturaleza no puede ser todo esto, detrás de todos esos cambios debe haber algo parecido a un hilo que los mantenga unidos. Es como una guirnalda de flores, aunque no se vea el hilo es lo que mantiene unidas todas las flores; las emociones son como esas flores. A veces florece la ira, a veces la tristeza, a veces la felicidad, a veces el dolor y a veces la angustia. Pero todas ellas son
flores, y tu vida es la guirnalda. Debe existir un hilo, si no, te habrías desarmado hace ya mucho tiempo. Sigues siendo una entidad, entonces ¿dónde está ese hilo, dónde está esa estrella que te guía? ¿Qué es lo permanente en ti?
No eres tú. Sin embargo, desafortunadamente, los psicólogos creen que la mente lo es todo y que no hay nada más allá de ella. Eso significa que tú no eres más que un conjunto de impresiones del exterior y que no tienes alma propia. Hasta la idea del alma te viene del exterior.
Esto es en lo que difieren los místicos. En lo que respecta a la mente, están completamente de acuerdo con las investigaciones científicas contemporáneas, pero en lo que respecta a la totalidad del ser humano,
no. Más allá de la mente hay una conciencia que no viene del exterior, y que no es solamente un concepto; pero, hasta ahora, ningún experimento ha descubierto un centro en el cerebro que corresponda a la conciencia.
La sabiduría no consiste en tener muchos conocimientos, sino uno solo: conocer tu conciencia y saber que está separada de tu mente.
Pero no podrás evitarlo hasta que no crees una separación entre la mente y la conciencia.
Esa separación es la mayor revolución que puede hacer un ser humano. A partir de ese momento, tu vida se convierte en una vida de celebración, porque no tienes que hacer nada que te perjudique, que te haga infeliz. Ahora puedes hacer aquello que te haga más feliz, que te haga estar más satisfecho y contento, que convierta tu vida en una obra de arte, en algo bello.
Pero eso solo es posible si se despierta el amo que hay en tu interior. Ahora mismo está profundamente dormido y el esclavo está interpretando el papel del amo. Ese esclavo ni siquiera es tuyo, sino del mundo exterior. Pertenece al mundo exterior y obedece las leyes del mundo exterior.
La puerta a la realidad no se abre a través de la mente, sino a través del corazón.
El mayor problema al que se enfrenta el hombre moderno es que ejercita demasiado la mente y se desentiende del corazón, y no solamente se desentiende de él sino que lo censura. Los sentimientos no están permitidos, se reprimen. Creemos que un hombre con sentimientos es débil, infantil, inmaduro. Creemos que un hombre con sentimientos no es contemporáneo sino primitivo. Los sentimientos y el corazón se censuran tanto que, naturalmente, empezamos a tenerles miedo. Empezamos a reprimir los sentimientos hasta que, poco a poco, evitamos el corazón y nos vamos directamente a la cabeza. El corazón se va convirtiendo en un órgano que solo sirve para bombear la sangre y depurarla.
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Osho es una persona que me cae simpática, habla del corazón, de la emoción, de la mente, de la razón, de las razones como fuerzas que distancian del corazón a la persona, y habla del misticisimo, se opone a la psicología conductista que entiende que un sujeto es un receptáculo de los estímulos que provienen de fuera. Osho dice que si una persona se enfada porque otro le grita está siendo controlado a nivel “remoto”. Osho diferencia la mente, de la conciencia, de la razón, él hace énfasis en el corazón.
La localización del alma está en la mente, en los afectos, y son los sentimientos quienes se expresan a flor de piel, aunando los pensamientos y los afectos, ésa es la parte del corazón.
Querer convencer a una persona de que desatienda su conciencia parece una tontería.
Osho, con sus consejos sobre el bienestar procura que la persona viva en un mundo de emociones, que se deje envolver por los afectos y que no los colapse con razones, argumentos y aspectos del mundo externo.
El mundo externo, dice Osho, determina la realidad psíquica, “según los psicólogos”, como el propio ejemplo que él pone sobre la “lengua materna”, no destacado en la entrada, pero presente en su relato. La lengua materna pertenece al mundo externo del infans y eso configura su mundo interno, con él, los afectos, las emociones y los sentimientos. También la forma de expresarlos en función de la separación-individuación que se realizara en esa época sensible y la dependencia-independencia.
Osho no es amigo del psicoanálisis, es más afín a la terapia gestalt, más cercana al vivir auténtico, a dejarse llevar por las emociones y que fluya todo naturalmente, aunque cueste transgredir la lógica. Palabra que detesta Osho.
Los enfoques integradores, las psicoterapias de inspiración psicoanalítica son cada vez más y proponen la conexión entre las emociones y la razón. Utilizando el instrumento de la razón: la interpretación. Pero las nuevas corrientes, véase Winnicott proponen un sostén, sin el cual la interpretación cae en saco roto. Por tanto emoción como continente y razón como contenido. Creo que Osho es un escritor trasgresor divertido e interesante. Rodrigo Córdoba Sanz
flores, y tu vida es la guirnalda. Debe existir un hilo, si no, te habrías desarmado hace ya mucho tiempo. Sigues siendo una entidad, entonces ¿dónde está ese hilo, dónde está esa estrella que te guía? ¿Qué es lo permanente en ti?
No eres tú. Sin embargo, desafortunadamente, los psicólogos creen que la mente lo es todo y que no hay nada más allá de ella. Eso significa que tú no eres más que un conjunto de impresiones del exterior y que no tienes alma propia. Hasta la idea del alma te viene del exterior.
Esto es en lo que difieren los místicos. En lo que respecta a la mente, están completamente de acuerdo con las investigaciones científicas contemporáneas, pero en lo que respecta a la totalidad del ser humano,
no. Más allá de la mente hay una conciencia que no viene del exterior, y que no es solamente un concepto; pero, hasta ahora, ningún experimento ha descubierto un centro en el cerebro que corresponda a la conciencia.
La sabiduría no consiste en tener muchos conocimientos, sino uno solo: conocer tu conciencia y saber que está separada de tu mente.
Pero no podrás evitarlo hasta que no crees una separación entre la mente y la conciencia.
Esa separación es la mayor revolución que puede hacer un ser humano. A partir de ese momento, tu vida se convierte en una vida de celebración, porque no tienes que hacer nada que te perjudique, que te haga infeliz. Ahora puedes hacer aquello que te haga más feliz, que te haga estar más satisfecho y contento, que convierta tu vida en una obra de arte, en algo bello.
Pero eso solo es posible si se despierta el amo que hay en tu interior. Ahora mismo está profundamente dormido y el esclavo está interpretando el papel del amo. Ese esclavo ni siquiera es tuyo, sino del mundo exterior. Pertenece al mundo exterior y obedece las leyes del mundo exterior.
La puerta a la realidad no se abre a través de la mente, sino a través del corazón.
El mayor problema al que se enfrenta el hombre moderno es que ejercita demasiado la mente y se desentiende del corazón, y no solamente se desentiende de él sino que lo censura. Los sentimientos no están permitidos, se reprimen. Creemos que un hombre con sentimientos es débil, infantil, inmaduro. Creemos que un hombre con sentimientos no es contemporáneo sino primitivo. Los sentimientos y el corazón se censuran tanto que, naturalmente, empezamos a tenerles miedo. Empezamos a reprimir los sentimientos hasta que, poco a poco, evitamos el corazón y nos vamos directamente a la cabeza. El corazón se va convirtiendo en un órgano que solo sirve para bombear la sangre y depurarla.
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Osho es una persona que me cae simpática, habla del corazón, de la emoción, de la mente, de la razón, de las razones como fuerzas que distancian del corazón a la persona, y habla del misticisimo, se opone a la psicología conductista que entiende que un sujeto es un receptáculo de los estímulos que provienen de fuera. Osho dice que si una persona se enfada porque otro le grita está siendo controlado a nivel “remoto”. Osho diferencia la mente, de la conciencia, de la razón, él hace énfasis en el corazón.
La localización del alma está en la mente, en los afectos, y son los sentimientos quienes se expresan a flor de piel, aunando los pensamientos y los afectos, ésa es la parte del corazón.
Querer convencer a una persona de que desatienda su conciencia parece una tontería.
Osho, con sus consejos sobre el bienestar procura que la persona viva en un mundo de emociones, que se deje envolver por los afectos y que no los colapse con razones, argumentos y aspectos del mundo externo.
El mundo externo, dice Osho, determina la realidad psíquica, “según los psicólogos”, como el propio ejemplo que él pone sobre la “lengua materna”, no destacado en la entrada, pero presente en su relato. La lengua materna pertenece al mundo externo del infans y eso configura su mundo interno, con él, los afectos, las emociones y los sentimientos. También la forma de expresarlos en función de la separación-individuación que se realizara en esa época sensible y la dependencia-independencia.
Osho no es amigo del psicoanálisis, es más afín a la terapia gestalt, más cercana al vivir auténtico, a dejarse llevar por las emociones y que fluya todo naturalmente, aunque cueste transgredir la lógica. Palabra que detesta Osho.
Los enfoques integradores, las psicoterapias de inspiración psicoanalítica son cada vez más y proponen la conexión entre las emociones y la razón. Utilizando el instrumento de la razón: la interpretación. Pero las nuevas corrientes, véase Winnicott proponen un sostén, sin el cual la interpretación cae en saco roto. Por tanto emoción como continente y razón como contenido. Creo que Osho es un escritor trasgresor divertido e interesante. Rodrigo Córdoba Sanz
Teatros del cuerpo
Releyendo a Joye Mc Dougall en "Teatros del cuerpo", miembro de diversas sociedades científicas y experta en trastornos psicosomáticos he llegado a un descubrimiento interesante.
Cuando McDougall contaba con cinco años vivía en casa de “Mater”, ésta era la abuela, de carácter despótico, quien le instigaba a salir fuera para recuperar el color de “una niña de ciudad”. Tenían unas vacas que eran la alegría de la familia, ganaban concursos en las ferias de ganado y daban una leche muy rica que a la pequeña McDougall le encantaba.
Ella quería pintar con su abuelo, pero esto no era apreciado por “Mater” y amedrentaba a la niña quien valoraba las dotes artísticas de su abuelo. El tío y todos los demás estaban controlados por el poder de “Mater”.
Empezó a salirle urticaria y tras un estudio se propuso que era la leche de vaca la responsable del mal. Sin embargo, el saber de una niña de 5 años hizo que le dijera a su mamá, “lo que me hace pupita es “Mater”. Sentencia que quedó para el recuerdo de su espíritu y sensibilidad, así como agudo ingenio investigador en ciernes.
Cuando McDougall contaba con cinco años vivía en casa de “Mater”, ésta era la abuela, de carácter despótico, quien le instigaba a salir fuera para recuperar el color de “una niña de ciudad”. Tenían unas vacas que eran la alegría de la familia, ganaban concursos en las ferias de ganado y daban una leche muy rica que a la pequeña McDougall le encantaba.
Ella quería pintar con su abuelo, pero esto no era apreciado por “Mater” y amedrentaba a la niña quien valoraba las dotes artísticas de su abuelo. El tío y todos los demás estaban controlados por el poder de “Mater”.
Empezó a salirle urticaria y tras un estudio se propuso que era la leche de vaca la responsable del mal. Sin embargo, el saber de una niña de 5 años hizo que le dijera a su mamá, “lo que me hace pupita es “Mater”. Sentencia que quedó para el recuerdo de su espíritu y sensibilidad, así como agudo ingenio investigador en ciernes.
lunes, 14 de septiembre de 2009
Lao Tse: Tao Te King
49
El sabio no tiene intereses propios, pero hace
suyos los intereses de la gente. Es bondadoso
con los que son bondadosos; también es bondadoso con quienes no lo son:
Pues la Virtud es bondadosa; también confía en los que no merecen confianza.
Pues la Virtud es confiada.
En medio del mundo, el Sabio es tímido y modesto.
En beneficio del mundo, mantiene su corazón en su estado impreciso.
Todo el mundo esfuerza sus ojos y oídos: el Sabio sólo sonríe como un niño divertido.
“...Se trata de ver como extranjero lo que es nuestro y como nuestro lo que es extranjero” MERLEAU-PONTY, Maurice. 1960 Signes. “De Mauss a Lévi-Strauus"
"Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado." Margaret Mead
domingo, 13 de septiembre de 2009
Nietzsche en citas sobre las mujeres...
"El verdadero hombre quiere dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer: el más peligroso de los juegos" (Así hablaba Zarathustra).
"Pocos hombres hay aquí: por esto se masculinizan las mujeres. Pues sólo el que sea bastante hombre podrá "redimir" a la mujer en la "mujer" (Así hablaba Zarathustra).
"Hasta aquí hemos sido muy corteses con las mujeres. Pero !ay!, llegará un tiempo en que para tratar con una mujer habrá primero que pegarle en la boca" (Filosofía general).
"Cuando una mujer tiene virtudes viriles, hay que huir de ella; si no las tiene, ella misma huye" (El ocaso de los ídolos).
"A veces basta con unas lentes de más alta graduación para curar al enamorado" (Humano, demasiado humano).
"Las mujeres notan fácilmente cuando se han apoderado del alma de un hombre; quieren ser amadas sin rivales (...) esperan, enlazándose amorosamente con él, acrecentar al mismo siempo su propio esplendor" (Humano, demasiado humano).
"Hay mujeres que, por mucho que en ellas se busque, no tienen interior, no son más que máscaras. Hay que compadecer al hombre que se abandona a estos seres casi fantasmales, necesariamente incapaces de satisfacer" (Humano, demasiado humano).
"En la venganza como en el amor, la mujer es más bárbara que el hombre" (Más allá del bien y del mal).
"Para contemplar bien la belleza de esta mujer hay que mirarla con ojos de poco alcance; más para apreciar su espíritu totalmente hay que emplear las lentes de mayor potencia, porque lo oculta por vanidad; el espíritu hace vieja a la mujer" (Tratados filosóficos).
Es evidente que, en muchas de estas frases, Nietzsche está pensando en Lou Andreas Salomé.http://usuarios.lycos.es/disidentes/arti30.htm
"Pocos hombres hay aquí: por esto se masculinizan las mujeres. Pues sólo el que sea bastante hombre podrá "redimir" a la mujer en la "mujer" (Así hablaba Zarathustra).
"Hasta aquí hemos sido muy corteses con las mujeres. Pero !ay!, llegará un tiempo en que para tratar con una mujer habrá primero que pegarle en la boca" (Filosofía general).
"Cuando una mujer tiene virtudes viriles, hay que huir de ella; si no las tiene, ella misma huye" (El ocaso de los ídolos).
"A veces basta con unas lentes de más alta graduación para curar al enamorado" (Humano, demasiado humano).
"Las mujeres notan fácilmente cuando se han apoderado del alma de un hombre; quieren ser amadas sin rivales (...) esperan, enlazándose amorosamente con él, acrecentar al mismo siempo su propio esplendor" (Humano, demasiado humano).
"Hay mujeres que, por mucho que en ellas se busque, no tienen interior, no son más que máscaras. Hay que compadecer al hombre que se abandona a estos seres casi fantasmales, necesariamente incapaces de satisfacer" (Humano, demasiado humano).
"En la venganza como en el amor, la mujer es más bárbara que el hombre" (Más allá del bien y del mal).
"Para contemplar bien la belleza de esta mujer hay que mirarla con ojos de poco alcance; más para apreciar su espíritu totalmente hay que emplear las lentes de mayor potencia, porque lo oculta por vanidad; el espíritu hace vieja a la mujer" (Tratados filosóficos).
Es evidente que, en muchas de estas frases, Nietzsche está pensando en Lou Andreas Salomé.http://usuarios.lycos.es/disidentes/arti30.htm
El día que Nietzsche lloró VII
El libro ya está terminado, al final en una "nota del autor", Irving D. Yalom nos recuerda los datos históricos, las cartas que son reales y otras ficticias que pudieron ser. Nos explica el marco histórico en el que se desenvuelve la trama diciendo que oficialmente Nietzsche no vio a Breuer, no figura ningún documento, pero pudo ser por las terribles migrañas del filósofo y por que Breuer era un gran médico general, un invevstigador y una persona y profesional respetada y admirada en los círculos médicos.
Pero lo más fascinante del desenlace es que Nietzsche trata de su desesperación a Breuer siguiendo el "método coloquial", "deshollinando", como hiciera a Bertha Pappenheim, Anna O.
Al principio ambos fingen, Nietzsche no le habla de Lou Salomé, que fue psicoanalista, y Breuer no habla de Bertha, después Breuer se deja llevar por el trabajo que le presenta Nietzsche, con el cual parece mejorar de sus migrañas, él, ingresado no necesita de los servicios de urgencia de Breuer mientras está en la clínica.
Con el paso del tiempo se va estrechando el lazo que les une y la verdad empieza a surgir, cuestión que, desesperado de las propuestas cáusticas de Nietzsche decide a purgar en una hipnosis con su discípulo Sigmund Freud, allí se da cuenta de que para ser libre no hace falta dejar a la familia, ni que su mujer, Mathilde, sea la responsable de su "no ascensión", lo coloca en el tiempo y decide seguir hacia delante, después de un análisis intenso y un asesoramiento filosófico en los tintes que Nietzsche propone. En esa época Nietzsche estaba preparando "Así habló Zaratustra".
El libro es una obra de arte, ingeniosa y muy original, con su componente transgresor, ya que por momentos parece que Nietzsche y no Breuer y Freud es quien descubre el psicoanálisis. Como toda novela es para aprender y disfrutar y como no, jugar en la imaginación con posibilidades heréticas. Un saludo. Rodrigo Córdoba Sanz.
Está en juego el futuro de la filosofía alemana...
Lou Andreas-Salomé (Nacida Luíza Gustavovna Salomé (Луиза Густавовна Саломе)) (n. 12 de febrero de 1861, en San Petersburgo, Rusia – † 5 de febrero de 1937, en Göttingen, Alemania) fue una escritora rusa, con inclinaciones liberales.
Compartió los secretos más íntimos de filosofía con Nietzsche, pero luego gracias a su magnetismo y belleza encontró su camino junto a Paul Rée (amigo de Nietzsche). Fue una intelectual, autora de muchos libros, psicoanalista y compañía espiritual de artistas y escritores (hombres y algunas mujeres) de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Pero lo más fascinante del desenlace es que Nietzsche trata de su desesperación a Breuer siguiendo el "método coloquial", "deshollinando", como hiciera a Bertha Pappenheim, Anna O.
Al principio ambos fingen, Nietzsche no le habla de Lou Salomé, que fue psicoanalista, y Breuer no habla de Bertha, después Breuer se deja llevar por el trabajo que le presenta Nietzsche, con el cual parece mejorar de sus migrañas, él, ingresado no necesita de los servicios de urgencia de Breuer mientras está en la clínica.
Con el paso del tiempo se va estrechando el lazo que les une y la verdad empieza a surgir, cuestión que, desesperado de las propuestas cáusticas de Nietzsche decide a purgar en una hipnosis con su discípulo Sigmund Freud, allí se da cuenta de que para ser libre no hace falta dejar a la familia, ni que su mujer, Mathilde, sea la responsable de su "no ascensión", lo coloca en el tiempo y decide seguir hacia delante, después de un análisis intenso y un asesoramiento filosófico en los tintes que Nietzsche propone. En esa época Nietzsche estaba preparando "Así habló Zaratustra".
El libro es una obra de arte, ingeniosa y muy original, con su componente transgresor, ya que por momentos parece que Nietzsche y no Breuer y Freud es quien descubre el psicoanálisis. Como toda novela es para aprender y disfrutar y como no, jugar en la imaginación con posibilidades heréticas. Un saludo. Rodrigo Córdoba Sanz.
Está en juego el futuro de la filosofía alemana...
Lou Andreas-Salomé (Nacida Luíza Gustavovna Salomé (Луиза Густавовна Саломе)) (n. 12 de febrero de 1861, en San Petersburgo, Rusia – † 5 de febrero de 1937, en Göttingen, Alemania) fue una escritora rusa, con inclinaciones liberales.
Compartió los secretos más íntimos de filosofía con Nietzsche, pero luego gracias a su magnetismo y belleza encontró su camino junto a Paul Rée (amigo de Nietzsche). Fue una intelectual, autora de muchos libros, psicoanalista y compañía espiritual de artistas y escritores (hombres y algunas mujeres) de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
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