No sé si hay Dios
Pero esta elevación tiene
sabor de milagro
Quién dice entonces
que no hay un Dios
en alguna parte.
Sí, también yo te amo, pero ahora calla
que quiero acercar mi oído
a tu pecho
y escuchar tu corazón
tu-tuum
tu-tum
tu-tum
te-am
te-amo
miércoles, 30 de junio de 2010
Poemas de Fabian Negrín
Ni enfermedad ni trastorno, persona.
Estos días estamos sensibilizados en torno a las enfermedades paradigmáticas de la salud mental. Los señores que se reúnen para construir y compilar el DSM consideran que la enfermedad mental no existe siempre y cuando no haya pruebas objetivables, signos fisiopatológicos, como lo puede ser en la diabetes, símil que se suele emplear.
La palabra elegida, en la era de lo políticamente correcto es "trastorno". Creo que es importante conocer las vivencias de estas personas y conocer también cual puede ser el curso de su enfermedad según estudios estadísticos, que es el trabajo que realiza el DSM.
Por ello, aunque no me guste encasillar a la gente es útil el manual, ahora DSM-IV-TR y pronto DSM-V. Lo que me apasiona de este trabajo es detectar y disfrutar de ciertas tendencias cognitivas y emocionales de las personas con problemas psíquicos, la percepción, la volición, la conducta y la actitud en el contexto que define el acto es a menudo distinta de la engorrosa media. Por tanto, en lugar de sacar lo bello de estas personas los psiquiatras clásicos y los psicólogos cognitivos y conductuales que no han desarrollado una teoría del sujeto participan de un trabajo de lo observable pero no entienden y estudian la situación dentro del entramado socioafectivo de la persona, son estudios focalizados a pensamientos o conductas pero lejos de la experiencia interna de la persona.
Estas personas tienen medios cada vez más poderosos, utilizando lo virtual también para denunciar la falta de atención que se les presta.
Hace bien poco una prestigiosa psicóloga que atiende a personas con trastorno límite pedía en un lugar de España la existencia de profesionales para ayudar a una asociación, en dicha asociación se sienten solos porque ningún profesional, a su criterio, está dispuesto y preparado para ayudarles. La situación es muy caótica.
Hay que reivindicar el papel del sujeto dentro de la inevitable posibilidad de la existencia de un problema psíquico y saber que con estas personas se puede aprender mucho, de la forma de pensar, de la forma de vivir y de la forma de sentir, sus actitudes a menudo rígidas o demasiado laxas son fuentes de deleite, pero pensemos en un sentido científico y en que nuestro papel es revertir esa perspectiva y aprender de la experiencia de tratar a estas personas. Si nosotros no disfrutamos difícilmente podremos construir un espacio analítico distendido para poder crear nuevas perspectivas y modelar lo afectivo-cognitivo que junto a la actitud y al mundo interno son los pilares del análisis del sujeto.
La palabra elegida, en la era de lo políticamente correcto es "trastorno". Creo que es importante conocer las vivencias de estas personas y conocer también cual puede ser el curso de su enfermedad según estudios estadísticos, que es el trabajo que realiza el DSM.
Por ello, aunque no me guste encasillar a la gente es útil el manual, ahora DSM-IV-TR y pronto DSM-V. Lo que me apasiona de este trabajo es detectar y disfrutar de ciertas tendencias cognitivas y emocionales de las personas con problemas psíquicos, la percepción, la volición, la conducta y la actitud en el contexto que define el acto es a menudo distinta de la engorrosa media. Por tanto, en lugar de sacar lo bello de estas personas los psiquiatras clásicos y los psicólogos cognitivos y conductuales que no han desarrollado una teoría del sujeto participan de un trabajo de lo observable pero no entienden y estudian la situación dentro del entramado socioafectivo de la persona, son estudios focalizados a pensamientos o conductas pero lejos de la experiencia interna de la persona.
Estas personas tienen medios cada vez más poderosos, utilizando lo virtual también para denunciar la falta de atención que se les presta.
Hace bien poco una prestigiosa psicóloga que atiende a personas con trastorno límite pedía en un lugar de España la existencia de profesionales para ayudar a una asociación, en dicha asociación se sienten solos porque ningún profesional, a su criterio, está dispuesto y preparado para ayudarles. La situación es muy caótica.
Hay que reivindicar el papel del sujeto dentro de la inevitable posibilidad de la existencia de un problema psíquico y saber que con estas personas se puede aprender mucho, de la forma de pensar, de la forma de vivir y de la forma de sentir, sus actitudes a menudo rígidas o demasiado laxas son fuentes de deleite, pero pensemos en un sentido científico y en que nuestro papel es revertir esa perspectiva y aprender de la experiencia de tratar a estas personas. Si nosotros no disfrutamos difícilmente podremos construir un espacio analítico distendido para poder crear nuevas perspectivas y modelar lo afectivo-cognitivo que junto a la actitud y al mundo interno son los pilares del análisis del sujeto.
Fútbol, por Alessandro Baricco
FÚTBOL *
en elpsicoanalitico.com.ar
Por Alessandro Baricco
Una cosa más sobre el fútbol. Sé que ésta va a ser una entrega un poco técnica, por lo que les pido disculpas a quienes no soportan el fútbol: si quieren, pueden saltársela. Para los demás, lo que encuentro interesante es esto: la idea de espectacularidad que el fútbol ha elegido en estos últimos años, más o menos desde que se percibió cierta mutación bárbara. Naturalmente, buena parte de esa idea de espectacularidad guarda relación con las técnicas de narrar, con la televisión, las tomas, el tipo de comentarios, la escritura deportiva en los periódicos, etc., etc., pero hay algo que guarda relación también con la natura- misma del juego, con su técnica, con su forma de organización.
Por lo que a nosotros se refiere, la pregunta es ésta: si a los bárbaros les resulta necesaria una espectacularidad de los gestos, ¿cómo es posible que hayan llegado al absurdo de eliminar precisamente el aspecto más espectacular de ese juego, es decir, el talento individual, o incluso la marca del artista, esto es, el número 10? ¿Por qué golpean precisam ente el aspecto en el que ese gesto parece asumir su dimensión más elevada, más noble, más artística? No es una pregunta únicamente futbolística, porque, como a estas al turas empezaréis a comprender, se trata de un fenómeno que podremos encontrar en casi todas las aldeas saqueadas por los bárbaros. Se dirigen directamente a donde se en cuentra el corazón más elevado del asunto y lo destruyen. ¿Por qué? Y sobre todo: ¿qué ganan con semejante sacrifi cio? ¿O es violencia estúpida, pura y simplemente? En el caso del fútbol puede ser útil, de nuevo, detenerse a obser var una vieja foto en blanco y negro. Sólo un vistazo, pero ya veréis como es útil.
Cuando empecé a jugar con la pelota eran los años se senta y todavía no existían ni Moggi ni Sky. Era el único que no tenía botines de fútbol (no éramos pobres, pero éra mos católicos de izquierdas), por lo que jugaba con los botines de montaña atados en el tobillo: por eso, y según una lógica imperiosa, los mayores decidieron que tenía que ju gar en la defensa. En esa época tenía yo la idea de que la vida era un deber que tenía que cumplirse, no una fiesta: que había que inventar, y por eso durante años me ceñí a esa indicación categórica, creciendo con la mentalidad de un defensor y ascendiendo en las categorías futbolísti cas llevando en la espalda el número 3. Era, en esa época, un número carente de poesía, si bien aludía a una discipli na enérgica e imperturbable. Se correspondía más o me nos con la idea, imperfecta, que me había hecho de mí mismo.
En ese fútbol, el defensor defendía. Era un tipo de juego en el que si uno llevaba en la espalda el número 3, podía jugar decenas de partidos sin traspasar nunca la lí nea del centro del campo. No era necesario. Si el balón es taba allí, tú esperabas aquí, y te tomabas un respiro. El asunto te proporcionaba una extraña percepción del parti do. Yo, durante años, he visto a mi equipo marcando go les lejanos y vagamente misteriosos: era algo que ocurría allá al fondo, en una parte del campo que no conocía y que, a mis ojos de defensa lateral, reproducía el aura le gendaria de una localidad balnearia, más allá de las mon tañas: mujeres y gambas. Cuando marcaban un gol, allá al fondo se abrazaban, esto lo recuerdo bien. Durante años vi cómo se abrazaban, desde lejos. De vez en cuando in cluso me dio por recorrer todo el campo para unirme a ellos, y abrazarme yo también, pero la cosa no salía muy bien: uno siempre llegaba un poco tarde, cuando la parte más desinhibida del asunto ya había terminado: y era como emborracharse cuando los demás ya están volviendo para casa. Así que la mayor parte de las veces me quedaba en mi sitio: entre defensores, intercambiábamos alguna sobria mirada. El arquero, ése siempre estaba algo loco: él se las apañaba por su cuenta.
En esa época existía la marca hombre a hombre. Esto signifi ca que durante todo el partido jugabas pegado a un juga dor contrario. Era lo único que se te pedía: anularlo. Este imperativo comportaba una intimidad casi embarazosa. Era un fútbol simple, por lo que yo, que llevaba el número 3, marcaba a su número 7: y los números 7 eran, en el fon do, todos iguales. Delgaditos, piernas torcidas, rápidos, algo anárquicos, unos liantes de cuidado. Hablaban mu cho, se peleaban con todo el mundo, se ausentaban dece nas de minutos, como presas de repentinas depresiones, y después te engañaban como serpientes, escabullándose con una imprevista vitalidad que tenía el aspecto de la convul sión de un moribundo. Después de un cuarto de hora ya lo sabías todo sobre ellos: cómo gambeteaban, cómo odiaban a los delanteros centro, si tenían problemas en la rodilla, cuál era su oficio y qué desodorante usaban (algunos Rexo na que eran letales). Lo demás era una partida de ajedrez en la que él llevaba las blancas. El inventaba, tú destruías. Por lo que a mí respecta, el mejor resultado era verlo marcharse expulsado por protestar, sumido ya en plena crisis nerviosa, con sus compañeros mandándolo al infierno. Yo disfrutaba mucho cuando, al salir, anunciaba, gritando, que él no volvería a jugar nunca más con ese equipo: ahí encontraba yo el sentido de un trabajo bien hecho.
No existían los contragolpes, los relevos, no se practi caba el fuera de juego, no se iba a las bandas para centrar, no se hacía la diagonal. Cuando uno agarraba la pelota, bus caba al primer centrocampista disponible y se la pasaba: como el cocinero que le pasa el plato al camarero. Que se encargara él. Sacarla desde la banda quedaba muy bien (¡te aplaudían!) y cuando de verdad te encontrabas en dificul tades se la pasabas hacia atrás al arquero. Eso era todo. Me gustaba.
Después las cosas cambiaron. Empezaron a aparecer unos números 7 que no hablaban, no se deprimían; pero para compensar se quedaban atrás, a la espera. No me quedaba claro de qué. Tal vez me esperan a mí, me dije. Y fue entonces cuando crucé el centro del campo. Las pri meras veces era algo extraño: desde el banquillo todos em pezaban a gritarte: «¡Vuelve! ¡Cubre!», pero entretanto tú ya estabas allí, respirando un aire fresco, y luego te volvías, pero como cuando vuelve uno de la playa el domingo por la tarde, de mala gana, y cada vez te quedabas un rato más. Llegué a verle la cara al arquero adversario (no me había ocurrido nunca antes) y hasta me tocó recibir la pe lota de nuestro número 10, un fuera de serie muy creído al que siempre había visto jugar desde lejos: me miró precisamente a mí y me la pasó, con el aire de un García Márquez que me tendiera su cuaderno de notas diciéndo me: «Guárdamelo un momento que voy a mear.» Menu das experiencias.
Cuando llegó la marca por zonas busqué la manera de hacerme el daño suficiente como para dejarlo. No es que no me apeteciera ese asunto de comprender, en cada una de las ocasiones, a quién me tocaba marcar, sino que había crecido con una cabeza diferente, antigua, y toda esa infinidad de posibilidades y de distintas tareas pendientes me parecían algo bonito, pero pensado para otros. Me fas tidiaba jugar en línea, me parecía horroroso dar un paso adelante para dejar en fuera de juego al atacante, y era un engorro hacer la diagonal para superar a alguien con quien ni siquiera te habías cruzado antes. También echaba de menos esa hermosa sensación de ver siempre, con el rabillo del ojo, por detrás de mí, la silueta lenta y paternal del li bero. Y creo que echaba mucho de menos todo aquel tiem po que había pasado encima del número 7, mientras la pe lota estaba lejos: se hablaba, se cometían pequeñas faltas para intimidar, se arrancaba sin pelota, como caballos idio tas. De vez en cuando él se iba para la banda izquierda, buscando un poco de aire: se notaba que aquél no era su espacio, pero lo hacía con la esperanza de sacarse de enci ma a su mastín personal. Me gustaban sus ojos, cuando te veía desde ahí, seráfico e ineluctable. Entonces regresaba a la derecha, como esas personas que montaron una tienda de alimentación en el centro, pero a los que la miseria no los abandonaba y entonces se volvían para su pueblo.
Era esa clase de fútbol. Nunca he dejado de echarlo de menos.
* * *
* Fragmento del texto extraído del libro Los bárbaros (Ensayo sobre la mutación). Ed. Anagrama, Barcelona 2008.Traducción de Xavier González Rovira.
Alessandro Baricco (Turín, 1958), es autor de las novelas Océano mar, Tierras de cristal, Esta historia, Sin sangre, Novecento, Next, Homero- Ilíada y la más difundida de todas, Seda.
en elpsicoanalitico.com.ar
Por Alessandro Baricco
Una cosa más sobre el fútbol. Sé que ésta va a ser una entrega un poco técnica, por lo que les pido disculpas a quienes no soportan el fútbol: si quieren, pueden saltársela. Para los demás, lo que encuentro interesante es esto: la idea de espectacularidad que el fútbol ha elegido en estos últimos años, más o menos desde que se percibió cierta mutación bárbara. Naturalmente, buena parte de esa idea de espectacularidad guarda relación con las técnicas de narrar, con la televisión, las tomas, el tipo de comentarios, la escritura deportiva en los periódicos, etc., etc., pero hay algo que guarda relación también con la natura- misma del juego, con su técnica, con su forma de organización.
Por lo que a nosotros se refiere, la pregunta es ésta: si a los bárbaros les resulta necesaria una espectacularidad de los gestos, ¿cómo es posible que hayan llegado al absurdo de eliminar precisamente el aspecto más espectacular de ese juego, es decir, el talento individual, o incluso la marca del artista, esto es, el número 10? ¿Por qué golpean precisam ente el aspecto en el que ese gesto parece asumir su dimensión más elevada, más noble, más artística? No es una pregunta únicamente futbolística, porque, como a estas al turas empezaréis a comprender, se trata de un fenómeno que podremos encontrar en casi todas las aldeas saqueadas por los bárbaros. Se dirigen directamente a donde se en cuentra el corazón más elevado del asunto y lo destruyen. ¿Por qué? Y sobre todo: ¿qué ganan con semejante sacrifi cio? ¿O es violencia estúpida, pura y simplemente? En el caso del fútbol puede ser útil, de nuevo, detenerse a obser var una vieja foto en blanco y negro. Sólo un vistazo, pero ya veréis como es útil.
Cuando empecé a jugar con la pelota eran los años se senta y todavía no existían ni Moggi ni Sky. Era el único que no tenía botines de fútbol (no éramos pobres, pero éra mos católicos de izquierdas), por lo que jugaba con los botines de montaña atados en el tobillo: por eso, y según una lógica imperiosa, los mayores decidieron que tenía que ju gar en la defensa. En esa época tenía yo la idea de que la vida era un deber que tenía que cumplirse, no una fiesta: que había que inventar, y por eso durante años me ceñí a esa indicación categórica, creciendo con la mentalidad de un defensor y ascendiendo en las categorías futbolísti cas llevando en la espalda el número 3. Era, en esa época, un número carente de poesía, si bien aludía a una discipli na enérgica e imperturbable. Se correspondía más o me nos con la idea, imperfecta, que me había hecho de mí mismo.
En ese fútbol, el defensor defendía. Era un tipo de juego en el que si uno llevaba en la espalda el número 3, podía jugar decenas de partidos sin traspasar nunca la lí nea del centro del campo. No era necesario. Si el balón es taba allí, tú esperabas aquí, y te tomabas un respiro. El asunto te proporcionaba una extraña percepción del parti do. Yo, durante años, he visto a mi equipo marcando go les lejanos y vagamente misteriosos: era algo que ocurría allá al fondo, en una parte del campo que no conocía y que, a mis ojos de defensa lateral, reproducía el aura le gendaria de una localidad balnearia, más allá de las mon tañas: mujeres y gambas. Cuando marcaban un gol, allá al fondo se abrazaban, esto lo recuerdo bien. Durante años vi cómo se abrazaban, desde lejos. De vez en cuando in cluso me dio por recorrer todo el campo para unirme a ellos, y abrazarme yo también, pero la cosa no salía muy bien: uno siempre llegaba un poco tarde, cuando la parte más desinhibida del asunto ya había terminado: y era como emborracharse cuando los demás ya están volviendo para casa. Así que la mayor parte de las veces me quedaba en mi sitio: entre defensores, intercambiábamos alguna sobria mirada. El arquero, ése siempre estaba algo loco: él se las apañaba por su cuenta.
En esa época existía la marca hombre a hombre. Esto signifi ca que durante todo el partido jugabas pegado a un juga dor contrario. Era lo único que se te pedía: anularlo. Este imperativo comportaba una intimidad casi embarazosa. Era un fútbol simple, por lo que yo, que llevaba el número 3, marcaba a su número 7: y los números 7 eran, en el fon do, todos iguales. Delgaditos, piernas torcidas, rápidos, algo anárquicos, unos liantes de cuidado. Hablaban mu cho, se peleaban con todo el mundo, se ausentaban dece nas de minutos, como presas de repentinas depresiones, y después te engañaban como serpientes, escabullándose con una imprevista vitalidad que tenía el aspecto de la convul sión de un moribundo. Después de un cuarto de hora ya lo sabías todo sobre ellos: cómo gambeteaban, cómo odiaban a los delanteros centro, si tenían problemas en la rodilla, cuál era su oficio y qué desodorante usaban (algunos Rexo na que eran letales). Lo demás era una partida de ajedrez en la que él llevaba las blancas. El inventaba, tú destruías. Por lo que a mí respecta, el mejor resultado era verlo marcharse expulsado por protestar, sumido ya en plena crisis nerviosa, con sus compañeros mandándolo al infierno. Yo disfrutaba mucho cuando, al salir, anunciaba, gritando, que él no volvería a jugar nunca más con ese equipo: ahí encontraba yo el sentido de un trabajo bien hecho.
No existían los contragolpes, los relevos, no se practi caba el fuera de juego, no se iba a las bandas para centrar, no se hacía la diagonal. Cuando uno agarraba la pelota, bus caba al primer centrocampista disponible y se la pasaba: como el cocinero que le pasa el plato al camarero. Que se encargara él. Sacarla desde la banda quedaba muy bien (¡te aplaudían!) y cuando de verdad te encontrabas en dificul tades se la pasabas hacia atrás al arquero. Eso era todo. Me gustaba.
Después las cosas cambiaron. Empezaron a aparecer unos números 7 que no hablaban, no se deprimían; pero para compensar se quedaban atrás, a la espera. No me quedaba claro de qué. Tal vez me esperan a mí, me dije. Y fue entonces cuando crucé el centro del campo. Las pri meras veces era algo extraño: desde el banquillo todos em pezaban a gritarte: «¡Vuelve! ¡Cubre!», pero entretanto tú ya estabas allí, respirando un aire fresco, y luego te volvías, pero como cuando vuelve uno de la playa el domingo por la tarde, de mala gana, y cada vez te quedabas un rato más. Llegué a verle la cara al arquero adversario (no me había ocurrido nunca antes) y hasta me tocó recibir la pe lota de nuestro número 10, un fuera de serie muy creído al que siempre había visto jugar desde lejos: me miró precisamente a mí y me la pasó, con el aire de un García Márquez que me tendiera su cuaderno de notas diciéndo me: «Guárdamelo un momento que voy a mear.» Menu das experiencias.
Cuando llegó la marca por zonas busqué la manera de hacerme el daño suficiente como para dejarlo. No es que no me apeteciera ese asunto de comprender, en cada una de las ocasiones, a quién me tocaba marcar, sino que había crecido con una cabeza diferente, antigua, y toda esa infinidad de posibilidades y de distintas tareas pendientes me parecían algo bonito, pero pensado para otros. Me fas tidiaba jugar en línea, me parecía horroroso dar un paso adelante para dejar en fuera de juego al atacante, y era un engorro hacer la diagonal para superar a alguien con quien ni siquiera te habías cruzado antes. También echaba de menos esa hermosa sensación de ver siempre, con el rabillo del ojo, por detrás de mí, la silueta lenta y paternal del li bero. Y creo que echaba mucho de menos todo aquel tiem po que había pasado encima del número 7, mientras la pe lota estaba lejos: se hablaba, se cometían pequeñas faltas para intimidar, se arrancaba sin pelota, como caballos idio tas. De vez en cuando él se iba para la banda izquierda, buscando un poco de aire: se notaba que aquél no era su espacio, pero lo hacía con la esperanza de sacarse de enci ma a su mastín personal. Me gustaban sus ojos, cuando te veía desde ahí, seráfico e ineluctable. Entonces regresaba a la derecha, como esas personas que montaron una tienda de alimentación en el centro, pero a los que la miseria no los abandonaba y entonces se volvían para su pueblo.
Era esa clase de fútbol. Nunca he dejado de echarlo de menos.
* * *
* Fragmento del texto extraído del libro Los bárbaros (Ensayo sobre la mutación). Ed. Anagrama, Barcelona 2008.Traducción de Xavier González Rovira.
Alessandro Baricco (Turín, 1958), es autor de las novelas Océano mar, Tierras de cristal, Esta historia, Sin sangre, Novecento, Next, Homero- Ilíada y la más difundida de todas, Seda.
martes, 29 de junio de 2010
Proceso Terapéutico
Una llegada y una despedida pueden ser dos momentos de conexión, lo objetivable y riguroso del tratamiento se dispone en el espacio, en el encuadre, en las reglas y variables que se establecen en el tratamiento. No obstante la apertura y cierre de una sesión o de un proceso terapéutico es algo que hay que refinar durante el análisis. No vale técnica sino hay conexión, si las dos personas reunidas en ese espacio de mente común, de atmósfera confiable y compartida no han desarrollado una mutua confianza y una recíproca relación de trabajo en equipo.
El análisis clásico y las psicoterapias clásicas parten de una asimetría funcional entre terapeuta y paciente, recuerdo alguien que decía que el sillón del analista-terapeuta debía estar más alto que el del paciente. Esto son artificios huecos, como el usar siempre el mismo perfume o ambientador. En todo caso son elementos estables de la atmósfera y tampoco hay que considerarlos vagos e imprecisos.
Ahora bien, el trabajo de apertura y cierre tiene el premio del recorrido llevado o del recorrido por llevar, es importante la primera sesión, como lo es la última. Abrir el campo analítico es "por decreto" una cuestión de gran importancia técnica. El cierre es una cuestión de separación donde todo lo recogido en el análisis se ha incorporado al aparato psíquico del paciente con una metabolización propia del trabajo del paciente, que movilizado ha pensado y sentido las vicisitudes del tratamiento en una relación emocional con el terapeuta. Esto, en ocasiones puede llegar a causar incluso algo de vergüenza, esto es otro elemento de análisis ya que dice de la estructura caracterial del sujeto en un contexto determinado.
Por tanto durante el análisis la persona puede superar los bloqueos emocionales que el ambiente y/o sus propias características le han llevado a consulta. Es un gesto de coraje la llegada y un gesto de coraje el cierre, siempre que el malestar haya sido erradicado suficientemente para establecer un nuevo comienzo, desde otra perpectiva, construyendo una nueva realidad que le saque de la compulsión a la repetición y que le desquite de etiquetas, diagnósticos y otros productos institucionales. Esto, como regla general tiene excepciones que hay que conservar y respetar.
El proceso terapéutico es un recorrido conjunto por los vericuetos del mundo interno del paciente a través de las vivencias íntimas y privadas que el paciente pueda traducir al lenguaje y recoger por el analista para dar sentido a los aportes del paciente, dándoles una perspectiva en espejo vía interpretación y señalamiento. Existen otras técnicas que deben ser utilizadas en momentos más concretos y medidas con rigor. Lo que quiero dejar claro es que detrás del empirismo, la observación rigurosa y racional existe una conexión emocional que sólo pueden entender los dos miembros de la relación que se gesta. Esto explica la incredulidad de algunos familiares y allegados que no conciben el entender la profundidad del trato con el analista. Es allí donde debemos ser decorosos y emocionalmente comedidos para, al mismo tiempo ser generosos, ya que como decía Freud, dar poco cuando se recibe mucho puede ser un error técnico. Yo diría que es humanamente impropio y que hay que corresponder en un recorrido de ida y vuelta, para eso el analista quizá deba hacer algunas escapadas del modelo rígido impuesto por Freud, que al mismo tiempo fue un creador que avanzó mucho en su modelo gracias a las comunicaciones con Fliess, Jung, Ferenczi y otros.
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proceso terapéutico,
Psicoanálisis,
Rodrigo Córdoba Sanz
lunes, 28 de junio de 2010
Radio Nikosia
Personas que viven de cerca el estigma y que luchan contra ello, una radio de Barcelona que tiene participaciones en radios estatales como RNE y SER.
La verdad es que el discurso suena a los 70, a Laing, Cooper, Esterson, Szasz y otros.
El hecho objetivo es que estas personas se sienten "estigmatizados" y eso debe cambiar.
Desde la "resistencia" proponen un campo de empatía para entender y acercarse sin recelo a personas que tienen problemas psicólogicos.
RADIO NIKOSIA
Nikosia es acción, intervención, participación y complicidad.Una emisora transversal que emite desde la llamada "locura". La primera del estado español de estas características. Programas realizados por personas que en algún momento han sido "diagnosticadas".Nikosia es un proyecto de comunicación social, que quiere contribuir a la prevención en salud mental, luchando contra el estigma que aún hoy conllevan las llamadas enfermedades mentales.Nikosia interviene a través de los medios de comunicación y utiliza la radio como medio, participando de numerosas iniciativas en radios y televisiones, periódicos, universidades, centros culturales y encuentros artísticos o en instituciones psiquiátricas.Nikosia lleva a cabo todo tipo de proyectos culturales que favorezcan la creatividad y expresión personal de las personas afectadas o que en algún momento han sido diagnosticadas por las instituciones psiquiátricas.
Así se definen en www.radionikosia.blogspot.com
Creo que con el tiempo, iniciativas como esta y la concienzación de psiquiatras y psicólogos el estigma ya no es tan incisivo. Pero hay que seguir trabajando.
Viaje
Dentro de unos días me voy de viaje de novios y eso supone una separación y una interrupción de mi actividad laboral. Con cierta tristeza puedo apreciar como algunas personas permanecen aquejadas de molestias y dolor, que la separación se hace larga.
No obstante recorté mucho la luna de miel para poder estar operativo las dos últimas semanas de julio y la primera de agosto. La verdad es que mi regla de no tomarme vacaciones largas puede ser sustituida por una vez en la vida. Así que ahora toca disfrutar y trabajar los días que tenemos por delante, con decoro y concentración, procurando estar más atentos que nunca porque como dice Piera Aulagnier, la atención flotante está bien pero hay que registrar todo lo que dice el paciente para poder entenderlo, no podemos desconectar. Hay que memorizar muchos datos y sentir que este tiempo también se puede establecer una forma de separación que procuraré atenuar con la máxima prudencia y localización (Nueva York y San Francisco serán los destinos), donde los enchufes son distintos y la cultura también. Será un proceso de zambullirnos en esa sociedad procurando disfrutar de sus genialidades y adaptarnos al medio para sacar jugo de la experiencia de un viaje que es el inicio de una nueva situación sentimental y legal. Acolchada por años de convivencia y poemas... Qué os voy a contar.
No obstante recorté mucho la luna de miel para poder estar operativo las dos últimas semanas de julio y la primera de agosto. La verdad es que mi regla de no tomarme vacaciones largas puede ser sustituida por una vez en la vida. Así que ahora toca disfrutar y trabajar los días que tenemos por delante, con decoro y concentración, procurando estar más atentos que nunca porque como dice Piera Aulagnier, la atención flotante está bien pero hay que registrar todo lo que dice el paciente para poder entenderlo, no podemos desconectar. Hay que memorizar muchos datos y sentir que este tiempo también se puede establecer una forma de separación que procuraré atenuar con la máxima prudencia y localización (Nueva York y San Francisco serán los destinos), donde los enchufes son distintos y la cultura también. Será un proceso de zambullirnos en esa sociedad procurando disfrutar de sus genialidades y adaptarnos al medio para sacar jugo de la experiencia de un viaje que es el inicio de una nueva situación sentimental y legal. Acolchada por años de convivencia y poemas... Qué os voy a contar.
domingo, 27 de junio de 2010
La nave de los locos
La "enfermedad mental" es un estigma institucionalizado. Traspasando los bordes de hospitales y psiquiátricos llega y se introduce ferozmente en el imaginario colectivo. El fantasma de la "enfermedad mental" apresa a aquellos que han vivido o viven situaciones de derrumbe psicológico. La salud mental es un bien poco cuidado, la labor que se puede hacer en psicoterapia dista mucho de limitarse a erradicar unos síntomas, una buena psicoterapia expresiva puede modular y cambiar los esquemas cognitivos y hacer evolucionar el aparato psíquico, madurar y desarrollar un crecimiento mental, que por sí solo puede ser curativo. El trabajo es multifactorial.
No obstante, para algún grupo de diagnósticos el primer problema es el diagnóstico, cómo se vive en la familia, en los amigos, en los compañeros, en el grupo. La "enfermedad mental" es un detalle consensuado por médicos y psicólogos pero el sentido de vivencia íntima de esa persona no puede ser aprehendida por una etiqueta. Casi podríamos decir, como defiende Castilla del Pino, que la vida privada, íntima, los recodos del mundo interno no pueden ser expresados, como decía el poeta escribo en un lenguaje pero no es mi lenguaje, la forma de expresar la vida secreta de las vivencias personales no puede ser recogida sino con un sesgo de inferencia e interpretación en un espacio intersubjetivo. Ahora bien, hay "halos" afectivos que pueden ser registrados sin duda en una consulta psicoterápica, el vínculo emocional es algo que se siente en la contratrasnferencia. Es importante decir que en la trasferencia hay repetición pero no toda repetición es transferencia.
El etiquetar a un individuo por una serie de signos y síntomas puede servir para calmar su angustia superficial pero dificulta el posicionarse con una identidad sana en el mundo, como diría Heidegger. La nave de los locos está formado por aquellos miembros de la A.P.A., American Psychiatric Association, quienes eligen por criterios validados por cuestionarios y datos de laboratorio quien está más o menos cuerdo. La salud mental es una cuestión en la que el tratamiento y el diagnóstico están a veces escindido de forma que la primera tarea de un tratamiento puede ser desmontar un diagnóstico. Por otro lado, como decía Unamuno: Hasta el diagnóstico es ciencia, después es arte.
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Rodrigo Córdoba Sanz
sábado, 26 de junio de 2010
Las voces del laberinto II
Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser humano que se aflige y que lucha y padece) hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento. Oliver Sacks
Este libro busca dar voz a quienes no suelen tenerla; a aquellos que, extraviados en los laberintos del trastorno mental, sufren el rechazo de una sociedad presuntamente cuerda. Los extraviados...
De extra y del latín via, camino: los que se apartan del camino. Al fin y al cabo, delirar, de-lirare, es también desviarse del surco o lira, el camino trazado. Los locos, los ex-céntricos o extra-vagantes, en este libro los esquizofrénicos, carecen de voz porque están fuera del sistema. Lo están o se les envía. Tiempo atrás, está exclusión se explicitaba en la nave de los locos, la embarcación que alejaba río abajo a los inadaptados. Más adelante fueron los manicomios los encargados de su aislamiento. Hoy, las estrategias son o parecen menos represivas: a los locos, rebautizados como enfermos mentales en la era de lo políticamente correcto, simplemente se les niega el discurso... Se les calla.
Las voces del laberinto. Historias reales sobre la esquizofrenia. Ricard Ruiz Garzón.
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ricard ruiz garzon
viernes, 25 de junio de 2010
Las voces del laberinto
LAS VOCES DEL LABERINTO. Historias reales sobre esquizofrenia.
Estimado Paul Auster:
Le escribo porque mi hijo ha muerto. Se suicidó hace tres meses. En primavera. Tenía veinticinco años.
Le vi saltar por la ventana. Le vi morir. Y una vez abajo, vi también un libro en su mano izquierda. EL mismo que estuvo leyendo toda la noche; se arrojó con él. Parece imposible, pero no lo soltó al chocar contra el suelo. Perdió hasta un zapato, pero conservó el libro. Costó Dios y ayuda arrancarlo de entre sus dedos. Días después, al hojearlo, hallé una extraña dedicatoria, y también una página marcada. El libro era El Palacio de la Luna, y las palabras señaladas, sus palabras, señor Auster, eran éstas: "Yo había saltado desde el borde del acantilado y justo cuando estaba a punto de dar contra el fondo, ocurrió un hecho extraordinario: me enteré de que había gente que me quería. Que le quieran a uno de ese modo lo cambia todo. No disminuye el terror de la caída, pero te da una nueva perspectiva de lo que significa ese terror. Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me cogió en el aire. Ese algo es lo que defino como amor. Es la única cosa que puede detener la caída de un hombre, la única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad".
Este libro se encuentra en Editorial DEBOLSILLO, octubre 2007. El título es "Las voces del laberinto". Historias reales sobre esquizofrenia. Ricard Ruiz Garzón. Periodista.
Me expreso en un lenguaje pero mi propio lenguaje no tiene expresión. Sofismas de Vicente Núñez.
Soy una polilla, una minúscula polilla miserable. Quiero salir fuera, a las tinieblas. No hagan ruido, duele. Soy una polilla, una voz, un pensamiento relatado en instantes, una ex-vida. Salvador Espriu. Ariadna en el laberinto grotesco.
Se preguntó, como yo había hecho muchas veces, si no estaría el mismo loco. Quizá un loco era simplemente una minoría de uno... George Orwell 1984
La moral y la lógica no tienen nada que ver con esto. Todo depende de las circunstancias. Al que lo han encerrado está aquí, y al que no lo ha encerrado se pasea por ahí, y eso es todo. En el hecho de que yo sea doctor y usted un perturbado no hay ni moralidad ni lógica, sino una casualidad pura y simple. Anton Chéjov. El pabellón nº6.
Estimado Paul Auster:
Le escribo porque mi hijo ha muerto. Se suicidó hace tres meses. En primavera. Tenía veinticinco años.
Le vi saltar por la ventana. Le vi morir. Y una vez abajo, vi también un libro en su mano izquierda. EL mismo que estuvo leyendo toda la noche; se arrojó con él. Parece imposible, pero no lo soltó al chocar contra el suelo. Perdió hasta un zapato, pero conservó el libro. Costó Dios y ayuda arrancarlo de entre sus dedos. Días después, al hojearlo, hallé una extraña dedicatoria, y también una página marcada. El libro era El Palacio de la Luna, y las palabras señaladas, sus palabras, señor Auster, eran éstas: "Yo había saltado desde el borde del acantilado y justo cuando estaba a punto de dar contra el fondo, ocurrió un hecho extraordinario: me enteré de que había gente que me quería. Que le quieran a uno de ese modo lo cambia todo. No disminuye el terror de la caída, pero te da una nueva perspectiva de lo que significa ese terror. Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me cogió en el aire. Ese algo es lo que defino como amor. Es la única cosa que puede detener la caída de un hombre, la única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad".
Este libro se encuentra en Editorial DEBOLSILLO, octubre 2007. El título es "Las voces del laberinto". Historias reales sobre esquizofrenia. Ricard Ruiz Garzón. Periodista.
Un viaje a Menorca
Qué cercano para el encuentro
cuántas ilusiones desmontas en tu caballo
el frío de la nieve da paso a otra temperatura
atmósfera liviana, cariño y proximidad
porque la "opacidad" es un rictus del mundo interno
que solapa la genialidad de tu conducta
una revisión histórico-biográfica
da paso a baños en las aguas de Menorca
al calor de los tuyos y la esperanza más viva
mujer soñadora porque "la vida es sueño",
mujer entrañable y generosa
ahora, a medida que el tiempo emerge pidiendo un hasta luego
se acercan y entrelazan más fuertemente los sentimientos
el "penar" ha merecido la pena, dices
y ahora vas a saborear cada instante de un modo singular
la distancia provocada por la variable tiempo
no podrá nunca separar lo que las variables corazón y razón
han tejido en ese lugar, paraíso del reposo y la reflexión
en otro momento continente de angustias enmascaradas.
jueves, 24 de junio de 2010
Empatía (metapsicología)
El potencial de adquisición de un talento especial para la percepción empática, sin embargo, así como la propensión a disfrutar del ejercicio de esta función psicológica, se adquiere en gran medida en los comienzos de la existencia.
Y ambos, el talento potencial y el placer de ejercer la función, surgen en las mismas situaciones que también constituyen el núcleo de las vulnerabilidades frente al temor al vínculo arcaico que aquí analizamos. Si, por ejemplo, un progenitor narcisista -en la mayoría de los casos, aunque no en todos, es la personalidad de la madre la que más influye en este sentido- considera al niño como la extensión de sí mismo, más allá del período en que tal actitud es apropiada, o con más intensidad que lo óptimo, o con una selectividad que distorsiona sus respuestas relevantes, entonces la organización psíquica inmadura del niño va a armonizar en exceso con la organización psicológica de la madre (o del padre). Los resultados a largo plazo de la influencia psicológica de un ambiente inicial como ese pueden diferir ampliamente. Tal influencia quizá lleve a desarrollar una superestructura psicológica sensible con capacidad desusadamente grande para percibir y elaborar procesos psicológicos de otros. O la exposición excesiva temprana a la dependencia psicológica tal vez conduzca, por el contrario, a un endurecimiento o embotamiento defensivo de las superficies perceptivas, a fin de evitar que la psique se traumatice por las respuestas ansiógenas del progenitor.
pág. 250. Análisis del Self. Heinz Kohut.
Y ambos, el talento potencial y el placer de ejercer la función, surgen en las mismas situaciones que también constituyen el núcleo de las vulnerabilidades frente al temor al vínculo arcaico que aquí analizamos. Si, por ejemplo, un progenitor narcisista -en la mayoría de los casos, aunque no en todos, es la personalidad de la madre la que más influye en este sentido- considera al niño como la extensión de sí mismo, más allá del período en que tal actitud es apropiada, o con más intensidad que lo óptimo, o con una selectividad que distorsiona sus respuestas relevantes, entonces la organización psíquica inmadura del niño va a armonizar en exceso con la organización psicológica de la madre (o del padre). Los resultados a largo plazo de la influencia psicológica de un ambiente inicial como ese pueden diferir ampliamente. Tal influencia quizá lleve a desarrollar una superestructura psicológica sensible con capacidad desusadamente grande para percibir y elaborar procesos psicológicos de otros. O la exposición excesiva temprana a la dependencia psicológica tal vez conduzca, por el contrario, a un endurecimiento o embotamiento defensivo de las superficies perceptivas, a fin de evitar que la psique se traumatice por las respuestas ansiógenas del progenitor.
pág. 250. Análisis del Self. Heinz Kohut.
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Freud-Binswanger: Contratrasferencia.
En una carta dirigida a Binswanger (20 de febrero de 1913), Freud expresaba lo siguiente acerca del problema de la contratransferencia, al cual consideraba "uno de los más difíciles, técnicamente, en psicoanálisis". "Lo que se da al paciente", decía Freud, debe ser "distribuido conscientemente y luego en mayor o menor medida según la necesidad. En ocasiones hay que dar mucho...". Y posteriormente Freud sentó la máxima fundamental: "Dar a alguien demasiado poco porque se lo ama mucho es ser injusto con él y, además, un error de técnica". [Binswanger, 1956, pág. 50].
He encontrado esto leyendo "Análisis del Self" de Kohut.
Como podemos ver la relevancia del par trasferencia/contratrasferencia es fundamental en el análisis, la señal distintiva de este trabajo psicoterápico. Freud, en su mirada técnicamente fría del análisis reconoce que en la contratransferencia hay que sentar unas bases de reciprocidad y mutualidad con el paciente tratando de generar un espacio donde pueda fluir del analista al paciente lo que siente desde un punto de vista intelectual y emocional. Freud, en otros escritos vería la contratransferencia como un impedimento que impedía la claridad del analista, otros analistas no creen en la contratrasferencia. Como se ve aquí, es humano y genuino el hecho de devolver el paciente lo que el trae, como diría Winnicott, en un sentido intelectual y afectivo.
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miércoles, 23 de junio de 2010
Un padre desolado
Resulta impactante ver el rostro de un padre desolado porque su hijo o hija le ha retirado el afecto que otrora tuvo. Es un serio problema el hecho de que los niños y los adolescentes expresen su queja, su malestar, a través de conductas airadas. Detrás de todo ello existe una profunda tristeza, una vivencia de ser un "chico raro". Esto se intensifica más en familias de padres separados, en cuyo caso a veces el hijo se convierte en el objeto a partir del cual se devuelven los golpes madre y padre. En ese tumulto emocional va creciendo la criatura privada de un afecto sincero y genuino, de una urdimbre afectiva donde encuentre una señal de esperanza que le proporcione un medio estable y previsible. Esto produce privaciones emocionales que se manifiestan con serios problemas en el romper de la adolescencia.
Los padres también sufren y se sienten "perplejos" al poder hacerse una idea de lo que su hijo vivencia en el vínculo. La adolescencia deja abierta una puerta a la soledad y a la búsqueda de identidad a través del grupo con los iguales, eso distancia aún más de los padres a los hijos, y mientras tanto los padres ponen el grito en el cielo al sentir que su hijo se les escurre entre los dedos, algo que ya pasó tiempo atrás.
Los padres también sufren y se sienten "perplejos" al poder hacerse una idea de lo que su hijo vivencia en el vínculo. La adolescencia deja abierta una puerta a la soledad y a la búsqueda de identidad a través del grupo con los iguales, eso distancia aún más de los padres a los hijos, y mientras tanto los padres ponen el grito en el cielo al sentir que su hijo se les escurre entre los dedos, algo que ya pasó tiempo atrás.
martes, 22 de junio de 2010
El recreo
En el recreo suceden cosas muy hermosas, una mirada, un juego, una conversación. En el recreo los niños se juntan en grupos, alguno está solo.
El niño solitario anhela pertenecer a uno de esos grupos con carisma. Los demás lo miran con desdén y a veces se ríen de él. Es curioso ver la estampa de un colegio desde fuera. Con el juego desenfrenado los niños dan rienda suelta a sus impulsos, a su agresividad y descargan tensiones. Cuando llega la clase los niños miran a la profesora o el profesor, este les cuenta un capítulo de un libro, una historia o una anécdota curiosa. Los niños se quedan con la capacidad de jugar con la materia, la física puede ser dada como entretenida, a pesar de su dificultad. La historia puede ser contada como un cómic de Spiegelman, recordemos a MAUS, que fue Premio Nobel. Un cómic maravilloso sobre un padre que le cuenta a su hijo (el escritor e ilustrador) cómo lo pasó como judío durante el holocausto, allí perdió a su mujer y tuvo que hacer muchos tratos para conseguir mantenerse con vida. Victor Frankl escribió "El hombre en busca de sentido", que es otra forma de publicar o que primero fue "Un psicólogo en un campo de concentración". Allí él expresa que quienes no tenían un hilo conductor fantasmático con el exterior a través de un objeto transicional perdían antes la esperanza y enfermaban. Mantener la esperanza, y como dice Boris Cyrulnik, quien también estuvo en campos de concentración, la capacidad para salir de situaciones desastrosas o traumáticas produce un plus de atrevimiento y de fortaleza, el sujeto se engrandece y existen claros ejemplos de resiliencia, que es la capacidad para soportar y saltar hacia arriba de los problemas críticos que la vida puede traer, seguro que hay ejemplos en Madrid tras el atentado. Seguro, doy fe, que cerca de nosotros hay personas que han tenido que soportar situaciones muy duras cuando su psique no estaba capacitada para sostener tanta tensión, la divergencia entre tensión y capacidad es lo que produce un trauma. La literatura vertió excelentes ejemplos de este tipo y existen autores como Herman Hesse, citado en "El drama del niño dotado" de Alice Miller, que sufrió el desamparo por la privación emocional de sus padres quienes le trataron de loco y le apartaron no pudiendo disfrutar de una educación sentimental junto a ellos. Sin embargo, él se hizo fuerte, con resiliencia, y fue Premio Nobel de literatura, obras como "El Lobo Estepario", "Demian" o "Sydharta" son bellos ejemplos de su profundidad psicológica, fruto de su experiencia vital y de la introspección que fue capaz de realizar para penetrar en el mundo psicológico de sus personajes, en suerte, una identificación proyectiva, como pedacitos de su yo mostrados en blanco y negro. Por eso leer literatura engrandece el alma y enseña psicología de forma mucho más profunda que muchos libros que se dicen de psicología.
lunes, 21 de junio de 2010
Soledad
La soledad es un estado interno, como el aburrimiento es no encontrar dentro del self una fuente de goce y disfrute. La soledad es uno de los componentes que más aparecen en las consultas, hay quien se puede encontrar solo acompañado, como si hubiera adolecido de un sostén que le proporcionara bienestar y seguridad durante su trayectoria vital, como si le hubiera faltado compañía. El miedo a la soledad también aparece con frecuencia. La soledad es un estado del mundo interno, Melanie Klein tiene un grandísimo opúsculo titulado "Sobre la soledad" en la que explica la soledad desde su metapsicología. A mí me gustó mucho ese trabajo de Klein. Creo que la soledad es fuente de la inspiración poética. Un sentimiento muy profundo que promueve grandes hazañas y otras veces grandes dolores psíquicos, problemas comportamentales y un poso de tristeza y desamparo. La soledad tiene relación con el miedo, con la angustia, es el significante de un atributo del ser, un predicado del sujeto. La soledad es la sensación de no sentirse comprendido, arropado o reforzado, es una sensación de dejarse caer al vacío sin amparo y protección. La soledad es un estado inefable para el que lo padece que tiene tintes biográficos, la soledad aparece acompañado de otros sentimientos e hilvanando todos ellos podemos reconstruir e interpretar. El miedo a la soledad es devastador, puede hacer, por ejemplo que una hija se adhiera a sus padres y se vea incapacitada para realizar otra suerte de actividades. La soledad es el resultado del infortunio de una vida mal vivida.
Solo, acompañado pero solo
rodeado pero solo
cercado y solo
nadie se acerca, nadie sostiene mi soledad
me encuentro vacío y sin sentido
no descubro el camino de un alma henchida de amor
en lugar de eso huecos y márgenes para el dolor
estar solo me abruma, me rompe y me desespera
a veces incluso soy capaz de hacer cosas de las que me arrepiento
porque la soledad me subyuga, me controla y constriñe como un corpiño mal puesto.
Sobre el tabaco
Acabo de leer un artículo de Javier Marías escrito en El Pais. Allí se defiende a ultranza el consumo de tabaco. Los tabaquistas tienen derecho a fumar, pero los hoteles y restaurantes deben proteger la atmósfera que se respira y, ya de paso, cumplir con la normativa vigente. Que acostumbra a estar escrita por expertos en salud comunitaria aunque tal vez poco curtidos en aspectos sociológicos y psicológicos. Se trabaja con las estadísticas y con la economía, esto atrae a los ministros que se dan cuenta que el coste derivado del tabaco para la Seguridad Social es mayor que los ingresos de los impuestos al dichoso producto.
Este tipo de escritos se cobran a 6000 euros, según filtraciones. Este buen escritor, que admiro por su forma no por su fondo, algo oscuro, es miembro del Club de Fumadores por la Tolerancia, un grupo creado por Phillip&Morris. La verdad es que no tengo certeza sobre el coste de la publicación pero lo que si es cierto es que el mismo escritor transmite que fuera de España la legislación es más estricta que aquí.
Creo que hay que mantener los modales y no entrar en un discurso beligerante y pasado de moda, eso de la no tolerancia de los no fumadores, que están hartos de los humos de otros. Creo que en España hay mucha tolerancia, tolerancia que ha hecho que se salten a la torera por tradición las normas impuestas. A mi parecer España culturalmente no está preparada para este tipo de legislaciones. Creo que he dejado otras veces manifiesto mi inclinación por posturas intermedias de enriquecimiento. Aquí se deja claro que hay un artículo visceral, escrito con "mono", muchos se identificarán con sus palabras, a mí me toca viajar a Estados Unidos en poco tiempo y tendré la oportunidad de ver la severidad con la que se manejan en ese ámbito.
Aclarar que Javier Marías hace mención al Vicepresidente del CNPT, Comité Nacional de Prevención de Tabaquismo, un médico de Zaragoza que está enfrascado en la lucha contra el tabaco, con apariciones en EL PAIS y en HERALDO de Aragón, así como eventualmente en otros medios de prensa, radio y televisión. Estas personas quieren difundir su punto de vista pero tienen más pluma, tinta y espacio las personas del Club de Fumadores por la Tolerancia que parecen defenderse de una persecución por lo menos cuestionable. Creo que esto no es la Ley Seca, a mí lo que interesa es el interjuego de bajas pasiones que se ponen en juego cuando aparece alguien con una adicción y lo que es capaz de hacer y decir por defender su objeto fetiche. El tabaco como placer me parece estupendo, y creo que a estas alturas ha calado en la sociedad las complicaciones que produce. España va a ser una de las primeras que añada en los paquetes imágenes sobre los efectos perniciosos del tabaco. Estas medidas no creo que disuadan demasiado al fumador. Creo que hay que testar la temperatura social antes de promover un cambio. Me parece un discurso hipócrita el de Javier Marías que escribe mejor prosa cuando no se mete en cuestiones políticas, la política es para los políticos y así sobra. Un saludo, les dejo con Javier Marías, tienen plena licencia para fumarse un cigarro mientras lo leen.
JAVIER MARÍAS 20/06/2010
El artículo de Molina Foix "Si yo fuera fumador" (El País, 3-6-10) me insta a relatar algunos vejámenes recientes, ya que sospecho que se refería a mí al hablar de "un escritor español" al que "una amiga común" fue a visitar al hotel parisiense de cinco estrellas en que lo alojaba su editorial -pagaba yo la mitad-, para descubrir que, por su condición de fumador, se lo había relegado a "un habitáculo más bien lóbrego" en los altillos del edificio, lo que se conocía antiguamente como una "chambre de bonne".
“Yo los animo a boicotear los sitios intolerantes, en los que no se nos permita fumar a solas”
En los últimos doce meses he viajado a ocho países, americanos y europeos, y en la mayoría de ellos me he encontrado con cortapisas, vejaciones y desaires por darle aún al cigarrillo. En Gotemburgo, el único lugar del hotel en que podía echarme un pitillo no era mi habitación, sino una jaula de metacrilato sita en medio de un bar en el piso más elevado. Así que cada vez que deseaba fumar había de coger el ascensor hasta arriba y encerrarme en la celda, en la que -atención- no se permitía beber al mismo tiempo: si uno entraba con su copa allí, era expulsado de inmediato por una vigilante con pinta y ademanes de guardiana de campo de concentración. En Estocolmo mejoró la cosa: claro que tenía reserva en el Grand Hotel, donde se hospedan los Premios Nobel durante los fastos.
Cuando me tocó ir a Inglaterra, resultó que mi hotel londinense de siempre había aprovechado el endurecimiento de las leyes antitabaco para convertirse en un "espacio sin humo", y que lo mismo sucedía con casi todos los demás: sólo mantenían habitaciones de fumador los muy cutres o los muy caros, así que decidí irme al Ritz. Como no podía pretender que mi editorial británica me costease la estancia allí, de nuevo asumí la diferencia: me salió por un ojo de la cara y además me metieron, asimismo, en una especie de "cuarto de la criada". Estaba en el Ritz y pagaba por el Ritz, pero podía haber estado en casi cualquier otro sitio. Era el castigo por fumar. Y hube de renunciar a unos días en Oxford, pues allí -ciudad pequeña- no queda ni un hotel en el que se tolere una calada. Bueno, hay uno con una sola habitación en cuyo patiecito adyacente ... Pero ya estaba cogida. En Londres, los escritores Antony Beevor y Artemis Cooper me invitaron a cenar en su club. Tras los postres los tres hubimos de salir a la calle para el cigarrillo de rigor. Si ni siquiera en un club inglés hay una "smoking room", me dirán dónde hemos ido a parar. Si Phileas Fogg o Sherlock Holmes levantaran la cabeza ...
Le había dicho a mi editora americana que sólo me desplazaría a Nueva York, adonde hacía veinte años que no iba, si me encontraba un hotel en el que pudiera fumar (en mi cuarto, a otra cosa no aspiraba). El viaje estuvo a punto de cancelarse, porque pasaban las semanas y ella no lograba cumplir con mi condición. Por fin fue posible en el rehabilitado Gramercy Park Hotel, levemente bohemio. Lo absurdo es que muchas personas con las que allí traté resultó que fumaban (entre ellas mi editora y Paul Auster), y, al verme con cigarrillos, se abalanzaban a pedirme uno. Pero todas tragan con las discriminatorias leyes. En París, ya está contado. Y si recibí a esa amiga en mi "habitáculo más bien lóbrego", fue porque ella fuma también y no podríamos habernos dado a nuestro vicio en ningún café o bar.
Lo más chistoso vino poco después. Recibí una amable invitación de la Universidad de Oxford para ocupar durante un trimestre el puesto de Weidenfeld Visiting Professor y dar unos seminarios. La paga era escasa, como siempre en Oxford, pero deduje que se trataba de un gran honor, ya que en años precedentes habían ocupado el cargo Eco, Steiner, Vargas Llosa y Amos Oz. Me hacía gracia pasar una temporada en la ciudad al cabo de tantos años, pero tuve la prudencia de preguntar si, en el apartamento que me ofrecían, anexo a un college, podría fumar. Se me contestó que sólo "in the grounds", es decir, "outdoors", es decir, en la puta calle. Respondí que fumo mientras escribo, o si me asalta el insomnio por la noche, y que no iba a estar yéndome allí cada dos por tres. Si abandono mi afición algún año -puede ser-, reconsideraremos la invitación. Lo cierto es que no se ha podido contar con mi concurso por esta restricción o incompatibilidad.
Si se obstaculizara el acceso a un hotel, o a un trabajo, a alguien por su color, sexo, raza, religión u orientación sexual, se armaría un gran escándalo. Eso mismo se admite -se fomenta- contra el fumador, discriminado cuando el consumo de tabaco no sólo es algo legal, sino con lo que se enriquecen todos los hipócritas Estados y a lo que nos han incitado durante décadas. En España los fumadores somos un 35%: unos dieciséis millones de personas que deberíamos oponer resistencia a las campañas para demonizarnos y excluirnos. Yo los animo a boicotear los sitios intolerantes, en los que no se nos permita fumar a solas o en compañía de otros fumadores, sin molestar ni dañar a nadie más. Deberían habilitarse bares y restaurantes de autoservicio, para empezar, antes de que la nueva y represora ley de Zapatero y Jiménez nos condene a enfermar igualmente, sólo que de insolación o pulmonía.
[PS. Don Rodrigo Córdoba, del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, se haría un favor si se abstuviera, por una vez, de enviar su sólita carta de respuesta llena de tergiversaciones y falsedades. Con ellas ha desprestigiado completamente el organismo que preside, al que ya nadie puede creer.]
Este tipo de escritos se cobran a 6000 euros, según filtraciones. Este buen escritor, que admiro por su forma no por su fondo, algo oscuro, es miembro del Club de Fumadores por la Tolerancia, un grupo creado por Phillip&Morris. La verdad es que no tengo certeza sobre el coste de la publicación pero lo que si es cierto es que el mismo escritor transmite que fuera de España la legislación es más estricta que aquí.
Creo que hay que mantener los modales y no entrar en un discurso beligerante y pasado de moda, eso de la no tolerancia de los no fumadores, que están hartos de los humos de otros. Creo que en España hay mucha tolerancia, tolerancia que ha hecho que se salten a la torera por tradición las normas impuestas. A mi parecer España culturalmente no está preparada para este tipo de legislaciones. Creo que he dejado otras veces manifiesto mi inclinación por posturas intermedias de enriquecimiento. Aquí se deja claro que hay un artículo visceral, escrito con "mono", muchos se identificarán con sus palabras, a mí me toca viajar a Estados Unidos en poco tiempo y tendré la oportunidad de ver la severidad con la que se manejan en ese ámbito.
Aclarar que Javier Marías hace mención al Vicepresidente del CNPT, Comité Nacional de Prevención de Tabaquismo, un médico de Zaragoza que está enfrascado en la lucha contra el tabaco, con apariciones en EL PAIS y en HERALDO de Aragón, así como eventualmente en otros medios de prensa, radio y televisión. Estas personas quieren difundir su punto de vista pero tienen más pluma, tinta y espacio las personas del Club de Fumadores por la Tolerancia que parecen defenderse de una persecución por lo menos cuestionable. Creo que esto no es la Ley Seca, a mí lo que interesa es el interjuego de bajas pasiones que se ponen en juego cuando aparece alguien con una adicción y lo que es capaz de hacer y decir por defender su objeto fetiche. El tabaco como placer me parece estupendo, y creo que a estas alturas ha calado en la sociedad las complicaciones que produce. España va a ser una de las primeras que añada en los paquetes imágenes sobre los efectos perniciosos del tabaco. Estas medidas no creo que disuadan demasiado al fumador. Creo que hay que testar la temperatura social antes de promover un cambio. Me parece un discurso hipócrita el de Javier Marías que escribe mejor prosa cuando no se mete en cuestiones políticas, la política es para los políticos y así sobra. Un saludo, les dejo con Javier Marías, tienen plena licencia para fumarse un cigarro mientras lo leen.
JAVIER MARÍAS 20/06/2010
El artículo de Molina Foix "Si yo fuera fumador" (El País, 3-6-10) me insta a relatar algunos vejámenes recientes, ya que sospecho que se refería a mí al hablar de "un escritor español" al que "una amiga común" fue a visitar al hotel parisiense de cinco estrellas en que lo alojaba su editorial -pagaba yo la mitad-, para descubrir que, por su condición de fumador, se lo había relegado a "un habitáculo más bien lóbrego" en los altillos del edificio, lo que se conocía antiguamente como una "chambre de bonne".
“Yo los animo a boicotear los sitios intolerantes, en los que no se nos permita fumar a solas”
En los últimos doce meses he viajado a ocho países, americanos y europeos, y en la mayoría de ellos me he encontrado con cortapisas, vejaciones y desaires por darle aún al cigarrillo. En Gotemburgo, el único lugar del hotel en que podía echarme un pitillo no era mi habitación, sino una jaula de metacrilato sita en medio de un bar en el piso más elevado. Así que cada vez que deseaba fumar había de coger el ascensor hasta arriba y encerrarme en la celda, en la que -atención- no se permitía beber al mismo tiempo: si uno entraba con su copa allí, era expulsado de inmediato por una vigilante con pinta y ademanes de guardiana de campo de concentración. En Estocolmo mejoró la cosa: claro que tenía reserva en el Grand Hotel, donde se hospedan los Premios Nobel durante los fastos.
Cuando me tocó ir a Inglaterra, resultó que mi hotel londinense de siempre había aprovechado el endurecimiento de las leyes antitabaco para convertirse en un "espacio sin humo", y que lo mismo sucedía con casi todos los demás: sólo mantenían habitaciones de fumador los muy cutres o los muy caros, así que decidí irme al Ritz. Como no podía pretender que mi editorial británica me costease la estancia allí, de nuevo asumí la diferencia: me salió por un ojo de la cara y además me metieron, asimismo, en una especie de "cuarto de la criada". Estaba en el Ritz y pagaba por el Ritz, pero podía haber estado en casi cualquier otro sitio. Era el castigo por fumar. Y hube de renunciar a unos días en Oxford, pues allí -ciudad pequeña- no queda ni un hotel en el que se tolere una calada. Bueno, hay uno con una sola habitación en cuyo patiecito adyacente ... Pero ya estaba cogida. En Londres, los escritores Antony Beevor y Artemis Cooper me invitaron a cenar en su club. Tras los postres los tres hubimos de salir a la calle para el cigarrillo de rigor. Si ni siquiera en un club inglés hay una "smoking room", me dirán dónde hemos ido a parar. Si Phileas Fogg o Sherlock Holmes levantaran la cabeza ...
Le había dicho a mi editora americana que sólo me desplazaría a Nueva York, adonde hacía veinte años que no iba, si me encontraba un hotel en el que pudiera fumar (en mi cuarto, a otra cosa no aspiraba). El viaje estuvo a punto de cancelarse, porque pasaban las semanas y ella no lograba cumplir con mi condición. Por fin fue posible en el rehabilitado Gramercy Park Hotel, levemente bohemio. Lo absurdo es que muchas personas con las que allí traté resultó que fumaban (entre ellas mi editora y Paul Auster), y, al verme con cigarrillos, se abalanzaban a pedirme uno. Pero todas tragan con las discriminatorias leyes. En París, ya está contado. Y si recibí a esa amiga en mi "habitáculo más bien lóbrego", fue porque ella fuma también y no podríamos habernos dado a nuestro vicio en ningún café o bar.
Lo más chistoso vino poco después. Recibí una amable invitación de la Universidad de Oxford para ocupar durante un trimestre el puesto de Weidenfeld Visiting Professor y dar unos seminarios. La paga era escasa, como siempre en Oxford, pero deduje que se trataba de un gran honor, ya que en años precedentes habían ocupado el cargo Eco, Steiner, Vargas Llosa y Amos Oz. Me hacía gracia pasar una temporada en la ciudad al cabo de tantos años, pero tuve la prudencia de preguntar si, en el apartamento que me ofrecían, anexo a un college, podría fumar. Se me contestó que sólo "in the grounds", es decir, "outdoors", es decir, en la puta calle. Respondí que fumo mientras escribo, o si me asalta el insomnio por la noche, y que no iba a estar yéndome allí cada dos por tres. Si abandono mi afición algún año -puede ser-, reconsideraremos la invitación. Lo cierto es que no se ha podido contar con mi concurso por esta restricción o incompatibilidad.
Si se obstaculizara el acceso a un hotel, o a un trabajo, a alguien por su color, sexo, raza, religión u orientación sexual, se armaría un gran escándalo. Eso mismo se admite -se fomenta- contra el fumador, discriminado cuando el consumo de tabaco no sólo es algo legal, sino con lo que se enriquecen todos los hipócritas Estados y a lo que nos han incitado durante décadas. En España los fumadores somos un 35%: unos dieciséis millones de personas que deberíamos oponer resistencia a las campañas para demonizarnos y excluirnos. Yo los animo a boicotear los sitios intolerantes, en los que no se nos permita fumar a solas o en compañía de otros fumadores, sin molestar ni dañar a nadie más. Deberían habilitarse bares y restaurantes de autoservicio, para empezar, antes de que la nueva y represora ley de Zapatero y Jiménez nos condene a enfermar igualmente, sólo que de insolación o pulmonía.
[PS. Don Rodrigo Córdoba, del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, se haría un favor si se abstuviera, por una vez, de enviar su sólita carta de respuesta llena de tergiversaciones y falsedades. Con ellas ha desprestigiado completamente el organismo que preside, al que ya nadie puede creer.]
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Rodrigo Córdoba Sanz
domingo, 20 de junio de 2010
Comunicación Familiar
Les acerco unos comentarios de Dolores Mosquera sobre la importancia de la comunicación familiar en el proceso de tratamiento de una persona con TLP, muchas veces, los mecanismos que describe Dolores son empleados entre familiares de otro orden diagnóstico. Es importante hacer un papel de psicoeducación, contención e intervención en las áreas potenciales de salud del paciente con los familiares. Estos a menudo tienden a ver muy graves las conductas de su hijo/a y la desesperación genera una angustia que se canaliza de formas tan desproporcionadas como las del propio paciente. Hay un fenómeno de contagio emocional. Es vital trabajar con los padres después de tener varias entrevistas a solas con el paciente identificado para luego armar un tratamiento donde se instale también un espacio para los padres, de quienes depende en buena medida el éxito del tratamiento ya que ellos son los que conviven con el paciente y transmiten una imagen inconsciente del self al propio paciente, viviéndose éste en relación a su entorno familiar como más válido o menos en función de la actitud y comportamientos de su entorno. Por esto es importante incluir a los familiares y trabajar con ellos. Lejos quedó el hermetismo y el análisis individual porque estos problemas se extienden al entramado familiar y de ellos depende buena parte de la "conducción de la cura" y de las interferencias que puedan darse. En muchos casos la interrupción de los tratamientos se deben a la incomunicación con los familiares y a que éstos no entiendan lo que se está trabajando en sesión. Generalmente los pacientes suelen guardar con celo lo que trabajan en sesión, forma parte de su intimidad y es una forma de salvaguardar su identidad sana, que es la que expande en consulta. Como comentario final decir que es habitual el que la descripción de la realidad por parte de los padres difiera de la realidad vista y vivida por el paciente. Se trata de construir un espacio transicional donde poder dibujar lazos a esas desconexiones. El texto recomendado de Dolores Mosquera es "Más allá de lo aparente". Sin duda una autora didáctica y centrada en el abordaje holístico del TLP.
COMUNICACIÓN FAMILIAR
Existen una serie de elementos dirigidos al paciente que se manifiestan a través de la comunicación verbal y mediante actitudes hacia él, que en muchas ocasiones están
establecidos de manera no consciente y automática y que interfieren significativamente en la mejoría. En el libro “Más allá de lo aparente. Un acercamiento a los comportamientos, pensamientos y actitudes de los familiares de trastorno límite de la personalidad”, se abordan algunos de ellos:
a.- Comentarios Críticos: alusiones a conductas negativas.
Ej. Familiar: “Te montas unas películas... A ver si dejas de llamar la atención... Pero, cómo vas a querer morirte por esa tontería…. No tienes razón, ya te dijo el psicólogo que distorsionas la realidad”.
b.- Hostilidad por generalización: consiste en definir a la totalidad de la persona
únicamente por rasgos negativos.
Ej. Familiar: “Eres una inútil… Eres insoportable…No me extraña que pierdas a todos tus amigos”
c.- Sobreimplicación emocional: identificable por la presencia de excesivo
autosacrificio y preocupación extrema hacia la persona.
Ej. Familiar “Tengo que estar pendiente de él las 24 horas porque si salgo tengo miedo con lo que me puedo encontrar al llegar a casa.”
d.- Intrusividad: invadir la intimidad del paciente, querer controlar cómo está, qué
hace en todo momento.
Ej. Familiar: “Entro despacito en su habitación para ver si está bien cuando no le oigo”, “no me gusta que cierre la puerta del baño. A veces me acerco a la puerta para escuchar por si está haciendo algo raro”, “el otro día leí lo que había escrito en su diario”.
e.- Lectura de pensamiento: creer que se sabe lo que está pensando la persona.
Ej. Familiar. ”Él piensa que no nos esforzamos por él y que tenemos que estar seguido a su disposición”, “lo que quiere es controlarnos”, “nos está manipulando”.
f.- Atribución del rol de enfermo: considerar que la persona está enferma en su
totalidad, impidiendo cualquier iniciativa que pueda tener el paciente de responsabilidad, autonomía o crecimiento personal.
Ej. Familiar: “Ella es una enferma y no puede estar sola. Tenía que estar ingresada con un médico pendiente de ella las 24 horas. Como esto no es posible, nosotros que somos sus padres tenemos que vigilar y controlar todo, para que no haga ninguna locura”.
COMUNICACIÓN FAMILIAR
Existen una serie de elementos dirigidos al paciente que se manifiestan a través de la comunicación verbal y mediante actitudes hacia él, que en muchas ocasiones están
establecidos de manera no consciente y automática y que interfieren significativamente en la mejoría. En el libro “Más allá de lo aparente. Un acercamiento a los comportamientos, pensamientos y actitudes de los familiares de trastorno límite de la personalidad”, se abordan algunos de ellos:
a.- Comentarios Críticos: alusiones a conductas negativas.
Ej. Familiar: “Te montas unas películas... A ver si dejas de llamar la atención... Pero, cómo vas a querer morirte por esa tontería…. No tienes razón, ya te dijo el psicólogo que distorsionas la realidad”.
b.- Hostilidad por generalización: consiste en definir a la totalidad de la persona
únicamente por rasgos negativos.
Ej. Familiar: “Eres una inútil… Eres insoportable…No me extraña que pierdas a todos tus amigos”
c.- Sobreimplicación emocional: identificable por la presencia de excesivo
autosacrificio y preocupación extrema hacia la persona.
Ej. Familiar “Tengo que estar pendiente de él las 24 horas porque si salgo tengo miedo con lo que me puedo encontrar al llegar a casa.”
d.- Intrusividad: invadir la intimidad del paciente, querer controlar cómo está, qué
hace en todo momento.
Ej. Familiar: “Entro despacito en su habitación para ver si está bien cuando no le oigo”, “no me gusta que cierre la puerta del baño. A veces me acerco a la puerta para escuchar por si está haciendo algo raro”, “el otro día leí lo que había escrito en su diario”.
e.- Lectura de pensamiento: creer que se sabe lo que está pensando la persona.
Ej. Familiar. ”Él piensa que no nos esforzamos por él y que tenemos que estar seguido a su disposición”, “lo que quiere es controlarnos”, “nos está manipulando”.
f.- Atribución del rol de enfermo: considerar que la persona está enferma en su
totalidad, impidiendo cualquier iniciativa que pueda tener el paciente de responsabilidad, autonomía o crecimiento personal.
Ej. Familiar: “Ella es una enferma y no puede estar sola. Tenía que estar ingresada con un médico pendiente de ella las 24 horas. Como esto no es posible, nosotros que somos sus padres tenemos que vigilar y controlar todo, para que no haga ninguna locura”.
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Rodrigo Córdoba Sanz,
TLP
sábado, 19 de junio de 2010
Jose Saramago, premio Nobel de Literatura 1998. D.E.P.
"Cuanto más te disfraces más te parecerás a ti mismo"
Hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura, se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río, si están allí es para que podamos llegar a la otra margen, la otra margen es lo que importa". La Caverna (2000)
Sobre Psicoanálisis
Les he puesto un ejemplo de como es un seminario entre analistas/candidatos, en este caso sobre Lacan. Personalmente prefiero identificarme como un analista que se inclina a posturas intermedias. He hecho seminarios con psicoanalistas pero también con psicólogos y psiquiatras. Me he supervisado con analistas, con psiquiatras y con psicólogos. Creo que este trabajo es complejo y requiere tener una apertura a otras fuentes del saber. Conocer los autores analistas es un paso importante para ser analista pero como bien dice el clínico del vídeo, el análisis se hace con pacientes, no en seminarios, eso no es psicoanálisis, es especulación vacía, una letra que no está viva.
Uno de los grandes errores del psicoanálisis ha sido el no acercarse a la clínica actual y seguir trabajando en orden del saber de los clásicos. Creo que como dice un Anónimo comentario; hay que "crear lo dado", expresión de Winnicott. Esto es lo que hace el niño cuando llega al mundo a través de su madre y ella le permite construir a partir de lo que le propone, es una ilusión de omnipotencia que gradualmente hay que desilusionar para que llegue al principio de realidad.
Pues bien, en psicoanálisis hay que tener los pies en la tierra, no en textos de Freud, Lacan o Klein. El saber del paciente dista mucho de amoldarse a textos psicoanalíticos. Incluso las reglas técnicas a veces hay que "transgredirlas" por un enfoque del sentido común. Una lacaniana me decía algo obvio, trabajamos con sujetos singulares, y esto significa que, en la práctica, que es lo que me interesa, hay que construir junto con el paciente un marco de confianza donde se pueda habilitar un espacio para el desarrollo de la confianza y la relación terapéutica. Este espacio es la clave primera del análisis. Hay que entender que trabajamos con la realidad psíquica, es decir con una realidad subjetiva, una realidad interna que no es la realidad externa o realidad empírica, esto, dice el analista del vídeo que es cuestión de biólogos y médicos. Además es cierto que este tipo de pacientes aferrados a la ciencia, como los ingenieros, tienen ciertas dificultades de hacer el tránsito del mundo externo al mundo interno, aunque es falso la generalización. En todo caso se puede decir que es una tendencia cultural transmitida por su educación que ha calado hondo en su aparato psíquico.
Todos los grandes analistas han aportado cosas interesantes, pero encerrarse en una escuela es algo que no concibo, soy marxista en ese sentido (de Groucho), quien decía: "no quiero pertenecer a una club donde me acepten". Pues bien, hay mucho artificio en el mundo del psicoanálisis y muchos pacientes piden que se les entienda más allá de seguir un corsé técnico-teórico, para ello hay que hablar su lenguaje no el lenguaje de Freud o Lacan, esto lo enseñaron psicólogos como Watzlawick, quien también hablaba extensamente de la realidad psíquica.
Pues bien, creando lo dado, como el bebé con su madre podemos construir nuestro edificio técnico y teórico sabiendo que no somos omnipotentes y que tenemos una dependencia relativa del discurso del otro, del paciente, de quien tenemos que aprehender su mundo para poder hablar y entender su mundo interno.
Uno de los grandes errores del psicoanálisis ha sido el no acercarse a la clínica actual y seguir trabajando en orden del saber de los clásicos. Creo que como dice un Anónimo comentario; hay que "crear lo dado", expresión de Winnicott. Esto es lo que hace el niño cuando llega al mundo a través de su madre y ella le permite construir a partir de lo que le propone, es una ilusión de omnipotencia que gradualmente hay que desilusionar para que llegue al principio de realidad.
Pues bien, en psicoanálisis hay que tener los pies en la tierra, no en textos de Freud, Lacan o Klein. El saber del paciente dista mucho de amoldarse a textos psicoanalíticos. Incluso las reglas técnicas a veces hay que "transgredirlas" por un enfoque del sentido común. Una lacaniana me decía algo obvio, trabajamos con sujetos singulares, y esto significa que, en la práctica, que es lo que me interesa, hay que construir junto con el paciente un marco de confianza donde se pueda habilitar un espacio para el desarrollo de la confianza y la relación terapéutica. Este espacio es la clave primera del análisis. Hay que entender que trabajamos con la realidad psíquica, es decir con una realidad subjetiva, una realidad interna que no es la realidad externa o realidad empírica, esto, dice el analista del vídeo que es cuestión de biólogos y médicos. Además es cierto que este tipo de pacientes aferrados a la ciencia, como los ingenieros, tienen ciertas dificultades de hacer el tránsito del mundo externo al mundo interno, aunque es falso la generalización. En todo caso se puede decir que es una tendencia cultural transmitida por su educación que ha calado hondo en su aparato psíquico.
Todos los grandes analistas han aportado cosas interesantes, pero encerrarse en una escuela es algo que no concibo, soy marxista en ese sentido (de Groucho), quien decía: "no quiero pertenecer a una club donde me acepten". Pues bien, hay mucho artificio en el mundo del psicoanálisis y muchos pacientes piden que se les entienda más allá de seguir un corsé técnico-teórico, para ello hay que hablar su lenguaje no el lenguaje de Freud o Lacan, esto lo enseñaron psicólogos como Watzlawick, quien también hablaba extensamente de la realidad psíquica.
Pues bien, creando lo dado, como el bebé con su madre podemos construir nuestro edificio técnico y teórico sabiendo que no somos omnipotentes y que tenemos una dependencia relativa del discurso del otro, del paciente, de quien tenemos que aprehender su mundo para poder hablar y entender su mundo interno.
viernes, 18 de junio de 2010
Teoría, técnica y clínica
Las decisiones en las intervenciones de psicoterapia deben respetar una teoría y una técnica clara. Teniendo interiorizado un esquema conceptual de referencia operativo.
No obstante es importante seguir los designios de la clínica y dejarse llevar por la atmósfera de la clínica y la experiencia para tomar decisiones. Por lo que finalmente la intuición clínica, si me lo permiten decir así, descansa sobre el lecho de la teoría y la técnica. De forma que es el discurso del paciente o pacientes y su vínculo entre ellos y con el terapeuta lo que determina los cambios y las propuestas técnicas en el análisis.
Freud defendía a ultranza por hacer un edificio psicoanalítico ortodoxo y homogéneo una línea estricta y severa, quienes se desviaban eran tachados de no analíticos como lo fueron Jung y Adler. Creo que ahora esto ha cambiado y están penetrando maneras más flexibles y elásticas que permiten acomodarse a las necesidades de los paciente, como gustaba a Winnicott. Esa es mi propuesta, pero siempre sin olvidar el rumbo de la teoría y la técnica, descansamos sobre ella pero no en un colchón de fakir.
No obstante es importante seguir los designios de la clínica y dejarse llevar por la atmósfera de la clínica y la experiencia para tomar decisiones. Por lo que finalmente la intuición clínica, si me lo permiten decir así, descansa sobre el lecho de la teoría y la técnica. De forma que es el discurso del paciente o pacientes y su vínculo entre ellos y con el terapeuta lo que determina los cambios y las propuestas técnicas en el análisis.
Freud defendía a ultranza por hacer un edificio psicoanalítico ortodoxo y homogéneo una línea estricta y severa, quienes se desviaban eran tachados de no analíticos como lo fueron Jung y Adler. Creo que ahora esto ha cambiado y están penetrando maneras más flexibles y elásticas que permiten acomodarse a las necesidades de los paciente, como gustaba a Winnicott. Esa es mi propuesta, pero siempre sin olvidar el rumbo de la teoría y la técnica, descansamos sobre ella pero no en un colchón de fakir.
jueves, 17 de junio de 2010
La Multiplicidad de Winnicott
Les acerco un documento muy interesante,
La Multiplicidad de WINNICOTT
ENTRE TEXTOS
¿Quién no dijo que el rigor no se compadece con la chispa del descubrimiento? Aquí el autor prepara, montando textos, un rompecabezas o varios, mejor dicho. Pero además examina términos, cuestiona traducciones demasiado domésticas, con “obstinado rigor”, como decía Leonardo.
Por JORGE RODRIGUEZ
“Por un instante están los hombres habitados”.
O. Paz
Un verso, una teoría
En la playa de los interminables mundos, los niños juegan.
Tagore
“La cita de Tagore siempre me intrigó. En mi adolescencia no tenía idea de lo que podría significar, pero encontró un lugar en mí, y su impresión no se borró, Cuando me transformé en freudiano supe que significaba. El mar y la playa representan una interminable relación sexual entre un hombre y una mujer, y el niño que surge de esta unión tiene un momento de alivio antes de llegar a convertirse en adulto o padre. Luego, como estudiante del simbolismo inconsciente, supe (uno siempre sabe) que el mar es la madre, y en la playa nace un niño. El bebé proviene del mar y es dejado sobre la tierra, al igual que Jonás proviniendo de la ballena. Entonces el mar era el cuerpo de la madre, después el niño nace, y la madre y el bebé pueden comenzar a ser…
Por un largo tiempo mi mente permaneció en un estado de no-saber, este estado cristalizó en mi formulación de los fenómenos transicionales”.
Winnicott, 1967, en Realidad y juego
“La reflexión de que luchaba por una idea nueva y original me consolaba de la mala acogida dispensada a mí teoría de la etiología sexual de la neurosis, incluso en el estrecho círculo de mis amistades. Pero un día surgieron en mí algunos recuerdos que turbaron esa satisfacción, proporcionándome, en cambio, una interesante visón del origen de nuestra labor creadora y de la naturaleza de nuestro saber.
La idea de que se me hacía responsable no había nacido en mi cerebro. Me había sido comunicada por tres personas, cuya opinión podía contar con mi más profundo respeto. Estas tres personas eran Breuer, Charcot y Chrobak… Los tres me habían transmitido un conocimiento que, en rigor, no poseían… Por lo que a mí respecta, dichas tres sugestiones idénticas, incomprensiblemente recibidas, durmieron en mi años enteros, para despertar luego un día bajo la forma de una idea aparentemente original”.
Freud, 1914, en Historia de movimiento psicoanalítico)
Cincuenta años después de Freud, Winnicott expresa algo análogo con respecto al origen de la creatividad.
Los versos de Tagore permanecieron en él en forma incomprendida, en un estado de no-saber, permanecieron como enigma, en forma de intriga y luego, desde ahí: del no-saber y algo enigmático surgió una teoría propia, original, de los fenómenos transicionales.
Mientras sufría rechazo y no aceptación, Freud se consolaba con la creencia de haber sido creador de una teoría original de la sexualidad. En realidad, nos dice, recibió un saber que otros en rigor no poseían, que estuvo en él en forma incomprendida, así permaneció durante años para despertar luego como una idea aparentemente original.
Ambos nos señalan, entonces, cómo puede originarse un trabajo creador, una idea original o aparentemente original.
La mayoría de nosotros debemos conformarnos con encontrar lo que ya poseemos, con buscar lo que conocemos, lo que de diferentes formas heredamos de otros, pocos pueden hallar lo que no buscan.
El poeta se encuentra dentro de esos pocos. A veces, la poesía, un verso o un poema, puede resultar el espacio de cierta originalidad nuestra, la originalidad de los seres comunes;
Esta originalidad puede manifestarse, en nuestro caso, en la elección de un autor a estudiar; en la afinidad con un tema trabajado y a trabajar. ¿Qué estudiar, qué autor leer; a qué grupo pertenecer; cómo trabajar? Son problemas que hacen la manera en que uno va siendo, en este trabajo en el que uno e está.
A veces el encuentro con un autor se da fuera del autor, se produce en un poeta, en una poesía o en un verso que ese autor cita o trabaja, ya sea en forma explícita o implícita.
Winnicott, en Realidad y juego no lo cita a Eliot, al Eliot de los Cuatro cuartetos pero creo que todo el libro es el desarrollo de un verso de un poema de ese libro:
“…váyanse, dijo el pájaro, que la especie humana no soporta mucha realidad”.
Winnicott nos plantea que la especie humana, el ser humano, está condenado a una tarea perpetua, la de tener que diferenciar y relacionar mundo interno y mundo externo, lo subjetivo y lo objetivo. Nos dice que el alivio para esa condena nos los brinda un lugar de estar, zona intermedia de experenciar, en la cual no tenemos la obligación de estar diferenciado lo interno de lo externo. Los fenómenos transicionales constituyen el producto psíquico, así como luego lo serán el jugar y la experiencia cultural, con el cual soportamos la realidad, esa realidad intermedia que se hizo famosa por el famoso objeto transicional. Objeto que sólo tiene valor al ser testimonio material de los fenómenos transicionales. Winnicott está más en el fenómeno que en el objeto.
Aunque llevemos libros bajo el brazo y aunque crezcan nuestras bibliotecas la experiencia que nos posibilitan está en otro lado.
Diríamos en su lectura, pero luego de las citas de Freud y Winnicott tampoco podemos decir en su olvido, tenemos que decir en un estar paradójico entre saber y no-saber y entre comprender y no-comprender.
Parece que ambos enfatiza más el no-saber que el saber y el no-comprender que el comprender, y un espacio, el espacio potencial.
Después, luego de la experiencia de la lectura, el poeta y nosotros: un poema, un verso y ese estado de no-saber que siempre nos conmueve, sólo después, el poeta queda con nosotros o nosotros en el poema, y ese es un lugar de futuros encuentros.
En “Miedo al derrumbe”, publicado luego de su muerte, Winnicott nos dice que se va a ocupar de algo de lo que ya se ocuparon los poetas, nos obstante eso no nos exime de dar nuestras razones, tenemos que darlas, trabajar nuestras experiencias y dar nuestras razones; en ese camino la luz que emana de la poesía puede ayudar a alejamos, poco a poco, de nuestra ignorancia.
Y es otro poeta, John Keats, quien nos hace más soportable la ignorancia al ubicarla, junto con el estado de no-saber y lo que puede permanecer incomprendido, de manera tal que constituyan a la posibilidad misma de saber. Lo leí en Atención e interpretación de Bion:
“…se me hizo claro qué cualidad interviene en la formación de un ‘hombre de logro’, especialmente en literatura, y que Shakespeare la poseyó en tan gran medida: me refiero a la capacidad negativa, es decir, a la capacidad de un hombre para permanecer en medio de la incertidumbre, del misterio y de dudas, sin un ansia exacerbada por llegar al hecho y la razón”.
John Keats, carta a George y Thomas Keats, 21 dic. 1817
A través de Eliot, en Eliot, encontré a Winnicott. Encuentro que si sólo se queda ahí, si se circunscribe a eso, se transforma en desencuentro, pierdo a Winnicott.
En un verso una teoría.
Un último verso, también de Keats y está en Winnicott¹:
“Cada punto del pensamiento es el centro de un mundo intelectual”.
El verso de Eliot se constituyó en el centro del mundo intelectual que Winnicott trabaja en Realidad y juego, y fue el que me posibilitó creer que ya lo conocía, pero no me exime de trabajarlo.
ENTRE TEXTOS
Trabajo de lo paradójico
Se trata de algo tan obvio y al mismo tiempo tan íntimo, que quizá sería mejor hacer silencio, cierto pudor metafísico me hace vacilar. Se trata de algo que buscamos, alguno de entre nosotros, a veces, cuando vamos al analista. Búsqueda del self dice Winnicott, pero self no nos dice nada. A la búsqueda de uno mismo. Quizá se trate de que vale la pena vivir, que sentirnos reales; que el vivir mismo tiene más sentido que el psicoanálisis. Y no se trata sólo de dar significado. Quizá necesitemos nuevas experiencias en situaciones que así las posibiliten. Experiencias en ese estado muy particular que Winnicott nombrará, en nuestro texto, como estado de descanso. ¿Experiencia de qué clase?
A pesar de que Freud habla de experiencia de dolor, de satisfacción, la palabra experiencia se nos aparecería como un concepto no psicoanalítico.
En Winnicott, experiencia es siempre experiencing, algo que nunca se termina de hacer. Está en relación con continuidad existencial y es un nombre del tiempo. El experenciar pone el tiempo. Al espacio lo llamará: zona intermedia, zona neutra, lugar de descanso (y a lo que ahí sucede, en nuestro texto, estado de descanso, estar con el motor “regulando” [“ticking over” – “a tildar” dice la versión que revisamos] y no funcionando a toda velocidad o forzándolo o frenando…), zona de ilusión, espacio potencial…
El experenciar más que la pulsión sexual o la de muerte ocupa el lugar de, lo que podríamos llamar, cierta originalidad de Winnicott. Los procesos son siempre más importantes que los objetos. Se sabe que no existe bebé sin madre, proceso de maduración sin medio ambiente facilitador, paciente sin analista. Al ir haciendo se va construyendo el espacio, que une y separa a la vez. Hacer con eso que la madre va poniendo ahí para ser encontrado por el bebé. Ese hacer es experenciar si tiene cualidad paradojal: la experiencia de ilusión o la experiencia de omnipotencia consisten en creer, a través del hacer al principio, que se está creando lo que está ahí (puesto por madre) dispuesto a ser encontrado. Paradoja: crear lo que se encuentra, lo que se dan. Pueden formularse otras; lo subjetivo es objetivo, lo interno es externo, lo propio es ajeno…
La que estamos subrayando es la relativa a la naturaleza del objeto. Nos ubicamos en la experiencia de precariedad, esencia del jugar, respecto a la diferencia y relación entre lo objetivo y lo subjetivo. La zona (área, campo, espacio) intermedia (de ilusión, potencial de experenciar) se va creando de esta manera, Winnicott estudiará tanto el espacio como los procesos que lo constituyen.
Neutra y de descanso respecto a que se la debe conservar en su naturaleza paradojal; “no debe ser objeto de desafío” nos dice Winnicott respecto al origen del objeto: “¿lo creaste o lo encontraste?” es la pregunta que no debe formularse.
Lo neutro no es neutro y el descanso no es descanso sino paradojas vivas (de ahí que no se trate del reposo después del trabajo, sino de otro tipo de trabajo, el trabajo de lo paradójico), La paradoja lo constituye y debe ser “aceptada (vale decir reconocida), tolerada (produce tensión), respetada (no se debe intervenir) y no resuelta”… mediante nuestra inteligencia, en cuyo caso se pierde el valor de la paradoja. De ahí los pedidos de Winnicott, en inglés, para que el terapeuta no sea demasiado “clever”, ‘inteligente’, ‘piola’, ‘vivo’ (no sólo a nosotros nos mata la picardía criolla). Se trata de un contrato silencioso (ni el bebé ni la madre ‘saben’ acerca de la paradoja, la que es un producto de Winnicott) y que está sostenido por actos (se trata del hacer del bebé y del hacer materno necesario para atenderlo), el que posibilita que la relación entre proceso de maduración y medio ambiente facilitador produzca esa zona neutra o ese lugar de descanso, único lugar donde la experiencia es paradojal. La paradoja es una cualidad del medio.
El desarrollo de uno es silencioso, sus rupturas no lo son, producen angustias impensables, agonías primitivas…
Winnicott formula diferentes relaciones entre el verdadero y el falso uno mismo (no puede pensarse uno sin el otro y no se trata de juicios de valor), una de ellas es la función del falso uno mismo que consiste en ocular al verdadero uno mismo, otra es encontrarle una manera para que pueda comenzar a vivir…
“…esto puede conseguirse por toda clase de medios, pero los ejemplos que observamos más de cerca son aquellos en los que el sentido de que las cosas son reales, o de que valen a pena, aparece durante el tratamiento”.¹ (p. 179)
“El mejor ejemplo que puedo darles es el de una señora de mediana edad que tenía un falso uno mismo muy eficaz, pero que durante toda la vida había experimentado al sentimiento de que no había empezado a existir y de que constantemente de llegar a su verdadero uno mismo”.¹ (p. 171-2)
Esta paciente
“llegó, después de un largo análisis, al comienzo de su vida. No tiene experiencia verdadera, no tiene pasado. Comienza la vida con cincuenta años desperdiciados, pero al menos se siente real, y por consiguiente, quiere vivir”.¹ (p.179)
Algo que esto nos dice Samuel Beckett²:
“(…) Siempre tuve la impresión de que dentro de mí había un se asesinado. Asesinado antes de mi nacimiento. Tenía que encontrar a ese ser asesinado. Intentar devolverle la vida… Un día fui a escuchar a Jung… Habló de sus pacientes, una jovencita… Al final, mientras la gente se iba marchando, se quedó callado y como hablándose a sí mismo, asombrado por el descubrimiento que estaba haciendo, dijo: en el fondo no había nacido nunca. Siempre tuve la impresión de que yo tampoco había nacida nunca”
En “Búsqueda de uno mismo” y “Comentario”, fragmentos del cap. 4 de Realidad y juego, Winnicott intenta transmitir como se ocupa clínicamente y cómo piensa ese tipo de problemas.
Decíamos que se trata más de experiencias que de explicaciones, interpretaciones, “en este tipo de trabajo incluso la explicación correcta es ineficaz”; “lo importante es el momento en el cual el niño se sorprende a sí mismo… y no el momento de mi ‘inteligente’ interpretación” nos dice en la ‘Introducción’ a las Consultas terapéuticas.
Que se despliegue una actividad no intencional, sin propósito, un estado de no forma, lo no integrado de la personalidad, aquello que posibilita la relajación, la asociación libre, lo no ligado… ¿nombres de lo inconsciente? y así dar lugar a que se exprese el no sentido (traducido como insensatez, carente de sentido, insensato, matiz que nonsense posee, pero que nos hace perder lo que aparece en no sentido). Esto puede lograrse si el otro o lo otro (el encuadre) es confiable y produce el sentido de confiar en.
Y desde el propio no sentido, siempre y cuando el analista no se vea “obligado” a dar “su” propio sentido, es desde donde, parece, puede comenzarse…
Esperamos que nuestra versión del texto de Winnicott permita acceder a la clase de experiencias a que se refiere.
J.R.
La búsqueda de uno mismo³
En este capítulo me ocupo de la búsqueda de uno mismo y de la reformulación del hecho de que ciertas condiciones son necesarias, si el éxito quiere coronar dicha búsqueda. Estas condiciones están asociadas con lo que usualmente se llama creatividad. Al jugar y sólo al jugar puede el individuo, niño o adulto, ser creativo y usar la personalidad toda; y sólo siendo creativo se descubre el uno mismo.
También tenemos el hecho de que sólo al jugar es posible la comunicación; excepto la comunicación directa que pertenece a la psicopatología o a una extrema inmadurez.
Es una frecuente experiencia, en la labor clínica, encontrarse con personas que quieren ayuda y que están buscando de encontrarse a sí mismas en los productos de sus experiencias creadoras. Pero, para ayudar a estos pacientes debemos conocer sobre la creatividad en sí misma. Esto es, como si estuviéramos observando a un bebé en los estadios tempranos y nos fuésemos hacia el niño que toma las heces o una substancia e intenta hacer algo con esta substancia. Esta clase de creatividad ya es comprendida y es válida, pero es necesario otro estudio sobre la creatividad en tanto rasgo de la vida y del vivir total.
Lo que estoy tratando de decir es que la búsqueda de uno mismo en términos de aquello que puede ser hecho con productos de desecho es una búsqueda que está condenada a ser interminable y a ser, esencialmente, infructuosa.
La persona implicada en una búsqueda del uno mismo puede haber producido algo valioso en términos artísticos, pero un artista exitoso puede ser aclamado universalmente y sin embargo no haber logrado encontrar el uno mismo que busca. En lo que se hace con productos de la mente o del cuerpo, no puede encontrarse realmente el uno mismo, por valiosas que sean esas producciones en términos de belleza, destreza o impacto. Si el artista (en cualquier rama del arte) está buscando el uno mismo, podemos decir que, con toda probabilidad, existe ya alguna falla en ese artista en el campo del vivir creativo en general. La creación terminada nunca subsana la falta del sentido de uno mismo que subyace.
Antes de continuar con esta idea debo formular un segundo tema, que está relacionado con el primero pero necesita un tratamiento por separado. Consiste en que la persona a quien tratamos de ayudar podría esperar sentirse curada cuando le interpretamos; podría decir: “Entiendo lo que usted me dice; soy yo mismo cuando realizo un gesto creador, entonces la búsqueda se termina”. No parece que esto describa lo que sucede en la práctica. Sabemos qué, en este tipo de trabajo, incluso la explicación correcta es ineficaz. Lo que la persona que estamos tratando de ayudar necesita es una nueva experiencia en un encuadre especializado. Dicha experiencia consiste en un estado no intencional, una en la que los elementos no integrados de la personalidad estén, por así decirlo, “regulando”. En la descripción del caso (cap. 2) me refería a esto como a un estado de no forma.
Hay que tener en cuenta la confiabilidad o la no confiabilidad del encuadre en el cual está actuando el individuo. Nos vemos ante la necesidad de diferenciar entre la actividad en intención y su alternativa de ser no intencional. Esto se relaciona con lo que Balint4 (1968) formuló como regresión benigna y maligna (ver también Khan5, 1969).
Estoy tratando de referirme a aquello esencial que hace posible la relajación. En términos de asociación libre, esto significa que tanto al paciente en el diván como al niño en el suelo, entre los juguetes, se les debe posibilitar que comuniquen una sucesión de ideas, pensamientos, impulsos, sensaciones que no están ligadas salvo neurológica o psicológicamente, y que quizá lo estén más allá de su posible detección. Es decir: el analista tendrá que ser capaz de reconocer u señalar la conexión (o varias conexiones) entre los diversos componentes del material libremente asociado, donde exista intención, donde aparezca angustia, o donde exista falta de confiar en, basada en una necesidad defensiva.
En la relajación que es inherente al confiar en y a la aceptación de la confiabilidad profesional del encuadre terapéutico (sea analítico, psicoterapéutico, de asistencia social, arquitectónico, etc.) hay cabida para la idea de secuencias de pensamiento no relacionadas, a la que el analista hará bien en aceptar como tales sin suponer la existencia de una ilación significativa entre ellas. (cf. Milner6, 1957, especialmente la apéndice).
Quizá pueda ilustrarse la comparación entre esas dos condiciones relacionadas si pensamos en un paciente que es capaz de descansar después de trabajar pero que no es capaz de lograr el estado de descanso a partir del cual puede darse una búsqueda creativa. De acuerdo con esta teoría, la asociación libre que revela un tema coherente ya está afectada por la angustia, y la cohesión de ideas es una organización defensiva. Quizás haya que aceptar que existen pacientes que a veces tienen la necesidad de que su terapeuta se dé cuenta respecto al no sentido perteneciente al estado de descanso del individuo, sin la necesidad, incluso, para el paciente, de comunicar ese no sentido. El no sentido organizado ya es una defensa, así como el caos organizado es una renegación del caos. El terapeuta que no puede sostener esta comunicación permanece comprometido en un fútil búsqueda de organización en el no sentido, como resultado de la cual el paciente abandona el campo del no sentido debido a un estado de desesperanza respecto a poder comunicar el no sentido. Una oportunidad para descansar se perdió debido a la necesidad del terapeuta de encontrar sentido donde existe no sentido. El paciente devino incapaz de descansar por una falla de la provisión ambiental la que anuló el sentido de confiar en. El terapeuta, sin saberlo, abandonó su lugar profesional y lo hizo tratando de ser un analista “inteligente” y tratando de ver orden en el caos.
Quizás estos problemas se reflejen en los dos tipos de sueño, a veces denominados MOR y MONR (movimientos oculares rápidos y movimientos oculares no rápidos).
Para desarrollar lo que quiero decir necesitaré la siguiente secuencia:
a. Relajación, cuando se dan condiciones de confiar en basadas en la experiencia.
b. La suma de estas experiencias constituye la base del sentido de uno mismo.
Suma o reverberación que depende de que exista cierta cantidad de reflejo hacia el individuo por parte del terapeuta (o amigo) confiable que se ocupó de recibir la comunicación (indirecta). En estas condiciones altamente especializadas el individuo puede unificarse y existir como una unidad, no como defensa contra la angustia sino como expresión del yo soy, yo estoy vivo, soy yo mismo7. Desde esta posición cualquier cosa es creativa.
Comentario 8
Es desde un funcionamiento inconexo y de no forma, y sólo desde ahí, de donde la búsqueda de un jugar rudimentario, como si viniera de una zona neutra. Solamente aquí, en este estado no integrado de la personalidad, puede aparecer aquello que describimos como creativo. Si es reflejado, y sólo si es reflejado, todo eso llega a formar parte de la personalidad individual organizada, y eventualmente la suma de todo eso hace ser, ser encontrado, al individuo; y eventualmente posibilita a alguien postular la existencia del uno mismo.
Nuestra indicación para el procedimiento terapéutico proviene desde ahí: proporcionar una oportunidad para una experiencia de no forma y para impulsos, motores y sensoriales, creativos, los que constituyen la materia primera del jugar. Y es sobre la base del jugar que se construye la totalidad de la existencia experiencial del hombre. Ya no somos introvertidos ni extrovertidos. Experimentamos la vida en la zona de los fenómenos transicionales, en el excitante interjuego de la subjetividad y la observación objetiva, y en la zona de los individuos y la realidad compartida del mundo que es externa a los individuos.
Uno
Para Winnicott, la fidelidad al psicoanálisis no pasaba por el estudio minucioso de los textos ni por una dogmática glorificación del pasado, sino más bien por un cuestionamiento continuo de su práctica diaria, tanto en el aspecto clínico como en el teórico.
Creo que, como nos acostumbramos al hecho de ser analistas, nos parece un asunto concluido; no nos resulta sencillo encontrar una manera de cuestionarlo. Bion nos señala cierta dirección cuando nos dice que es conveniente que de vez en cuando el analista se pregunte por qué practica el análisis y si se propone seguir practicándolo. Es una “pregunta perpetua”, es decir, que no tiene una respuesta permanente, está siempre abierta.
El concepto de uno mismo es una pregunta perpetua.
Lo que figure a continuación9 es un fragmento de una carta del 19 de enero de 1971, en la que Winnicott intenta aclararle, a pedido de su traductora al francés – J. Kalmanovitch – lo que puede tener aclarable la noción de self.
Si un idioma es “una visión de mundo”, ¿qué ve alguien que habla inglés o mejor, que es inglés, cuando usa self? Al castellano se lo tradujo en obras de y sobre Winnicott como: sí, sí mismo, el sí mismo, uno mismo… Encontrar su equivalente nos resulta difícil, aunque uno mismo y uno, en el sentido de “uno busca lleno de esperanzas…”, se aproximan, desde nuestro castellano porteño, a ese pedacito de mundo que permite ver la palabra self cuando está llena de experiencia. También puede ser una palabra vacía.
Uno mismo
[…] Para mí el uno mismo (self), que no es el yo (ego), es la persona que soy yo (me), que soy solamente yo (me), y está basado en la actuación de los procesos de maduración. Al mismo tiempo, el uno mismo tiene partes; de hecho está constituido por esas partes: las que se aglutinan en una dirección interior-exterior durante la actuación de los procesos de maduración, ayudadas como debe ser (totalmente al principio) por medio del ambiente humano que sostiene y manipula y, así, de una forma vital, posibilita. El uno mismo se encuentra naturalmente ubicado en el cuerpo, pero en determinadas circunstancias puede llegar a estar disociado del cuerpo o el cuerpo de él. Uno, esencialmente, se reconoce a sí mismo en los ojos y en las expresiones del rostro de la madre y en el espejo, que puede llegar a representar al rostro de la madre. Eventualmente, el uno mismo llega a una significativa relación entre el niño y la suma de las identificaciones que (después de suficiente incorporación e introyección de representaciones mentales) se organizan bajo la forma de una viva realidad psíquica interna. La relación entre el varón o la niña con su propia organización psíquica interna se modifica, de acuerdo con las expectativas desplegadas por el padre y la madre y aquellos que son significativos en la vida exterior del individuo. Es el uno mismo y la vida de uno lo único que da sentido de acción o sentido de vivir al individuo que creció hasta ese momento, y que continúa creciendo desde la dependencia e inmadurez hacia la independencia u logra la capacidad de identificarse con los que ama, sin perder demasiada identidad individual (…)
D. W. Winnicott, 19 de enero, 1971
El otro en la experiencia de uno
Masud Khan trabajó junto a Winnicott durante veinte años. Este, en Realidad y juego, le agradece “por haber estado siempre cerca (esa es mi impresión) cuando hacía falta una opinión práctica”, también las críticas que le realizaba a sus escritos, así como su colaboración en la publicación de los libros más importantes de Winnicott.
Masud Kahn dirigió en Hogarth Press la International Psycho-Analytical Library y fue el associete editor del International Journal of Psycho-Analysis; es co-redactor extranjero de la Nouvelle Revue de Psychanalyse desde 1971.
Además de innumerables artículos en revistas publicó The Privacity of the Self, 1974 (La intimidad del sí mismo, Saltés, Madrid, de muy mala traducción), Alienation in Perversions, 1979 (Alienación en las perversiones), Nueva Visión, Buenos Aires, 1987), Hidden Selves (Locura y soledad, Lugar Editorial, Buenos Aires, 1988 en preparación) y Transgressions, inédito.
“Infancia, locura y soledad” forma parte de Hidden Selves. Nos muestra la importancia de la noción de no sentido, nos alerta acerca de nuestra militancia interpretativa, nos exige revisar nuestras resistencias así como el concepto con que las cernimos. Locura y soledad, nombres de lo inconsciente, formas del no sentido. Psicoanalizar: interminable reformulación de la ‘atención flotante’ y de la ‘asociación libre’. “Por suerte”, nos dice Freud, “la ética coincide con la técnica”.
Infancia, soledad y locura¹º
Fleurir ne suffit pas aux roses
au fond de son miroir
il faut que l’amoureuse
les regarde la voir
Jean Lescure
El niño es el único organismo vivo que emerge fuera de la matriz en su nuevo medio ambiente de manera, a la vez, traumática y prematura. De ahí la necesidad para la madre y/o sustitutos de dispensar cuidados intensivos y prolongados. El primero en establecer esta correlación fue Freud. Pero se necesitaron más de veinte años para que se la considerara como un hecho y no sólo como un concepto. Y esto gracias a tres personas: Ana Freud, M. Klein y Winnicott. No trataré aquí de as innumerables vicisitudes de la relación madre-niño, ni de la psicopatología que de ella se deriva.
No hablaré más que del niño que permanece solo con él mismo, cuando conoce los estados tranquilos de bienestar. Una gran parte de la pequeña infancia se da de esa manera. Una gran parte de la pequeña infancia se da de esa manera. Sin embargo, los analistas, a excepción de Winnicott, hablaron muy poco de esos estados.
¿Cuál es la naturaleza y la función de esa soledad?
En primer lugar, procura el espacio y el tiempo necesarios para que las capacidades biológicas innatas puedan actualizarse en un estado psíquico personal. Progresivamente el niño se transforma en un niño: una persona que tiene derecho a su propia intimidad.
Luego, una gran parte de lo que no está en condiciones, en ese estadio precoz, de traducirse en experiencia psíquica, va a caer en el dominio del olvido. ¿No es esto lo que Freud designaba con el concepto de represión primaria? Aquello que sucumbe al olvido no está, sin embargo, perdido: reaparecerá más tarde en los estados de locura íntima.
Deliberadamente uso el término locura y no el de psicosis, ya que todo hombre está loco, de su locura íntima, y también está solo. La pregunta que nos planteamos ahora es la siguiente: ¿cómo reencontramos, una vez adultos con esa locura y con esa soledad? Según tres modos: por el parte y la literatura: por la experiencia de una mutualidad no excitada con el otro; por medio de estados místicos, tal como los conocen los sufís persas y los sacerdotes Zen.
Para el analista surge una gran dificultad cuando el analizando trae a la sesión su locura y la necesidad de estar solo. Esta necesidad de soledad es considerada frecuentemente, de manera errónea, como una resistencia. El analizando va a ocultar entonces su verdadera necesidad, encubriéndola en una actitud de culpa y de aceptación complaciente.
Sin embargo, cuando trabajamos como clínicos, lo peor no está ahí. Lo peor comienza cuando nos esforzamos en dar un sentido a ese no sentido de esa locura hablada, refiriéndola a nuestro vocabulario conceptual, al que estamos “condenados” tanto por escuchar como por interpretar el material normal o patológico. Nuestra solicitud, aquí, nos extravía, nos induce a error: queremos a cualquier precio, producir sentidos en ese no sentido, reconstruyendo, ya sea los hechos (Winnicott), o las fantasías (M. Klein) de la infancia. Pero esto no procura ninguna ayuda y lo que hay potencialmente creativo en la locura recae en el olvido, y el analizando cesa ahora de estar loco y cesa de ser dejado solo, ahora está perdido y abandonado a su soledad.
Bibliografía
1. Winnicott D. W.: El proceso de maduración en el niño, Lala, Barcelona, 1965. Las páginas remiten a esa edición pero la traducción es mía.
2. Samuel Beckett, en Fin de siglo, Buenos Aires, Nº 12, junio de 1988.
3. Donald W. Winnicott: Realidad y juego, pp. 80-83. Revisión de la traducción Cristina Seardiy y Jorge Rodríguez.
4. Balint, M. (1968) La falta básica: aspectos terapéuticos de la regresión, Paidós, Buenos Aires.
5. Khan, M. Masud R. “On the clinical Provision of Frustrations, Recognitions and Failures in the Analytic Situation”, Int. J. Psycho-Anal, 50.
6. Milner, M. (1957) On Not Being Able to Paint, Heinnemann, Londres (existe version cast. del apéndice en Publicaciones, Fac. Psicología, UBA – Seminario Winnicott).
7. Winnicott, D. (1962) “Integración del yo en el desarollo del niño en El proceso de maduración en el niño, ediciones de 1965 y 1975.
8. Winnicott, D.: Realidad y juego, p. 91.
9. La traducción es de ana C. Benveniste y Jorge Rodríguez y el fragmento, en inglés fue tomado de la Nouvelle Rueve de Psychanalyse, París, Nº 3, 1971.
10. Traducción de ana C. Benveniste y Jorge Rodríguez.
La Multiplicidad de WINNICOTT
ENTRE TEXTOS
¿Quién no dijo que el rigor no se compadece con la chispa del descubrimiento? Aquí el autor prepara, montando textos, un rompecabezas o varios, mejor dicho. Pero además examina términos, cuestiona traducciones demasiado domésticas, con “obstinado rigor”, como decía Leonardo.
Por JORGE RODRIGUEZ
“Por un instante están los hombres habitados”.
O. Paz
Un verso, una teoría
En la playa de los interminables mundos, los niños juegan.
Tagore
“La cita de Tagore siempre me intrigó. En mi adolescencia no tenía idea de lo que podría significar, pero encontró un lugar en mí, y su impresión no se borró, Cuando me transformé en freudiano supe que significaba. El mar y la playa representan una interminable relación sexual entre un hombre y una mujer, y el niño que surge de esta unión tiene un momento de alivio antes de llegar a convertirse en adulto o padre. Luego, como estudiante del simbolismo inconsciente, supe (uno siempre sabe) que el mar es la madre, y en la playa nace un niño. El bebé proviene del mar y es dejado sobre la tierra, al igual que Jonás proviniendo de la ballena. Entonces el mar era el cuerpo de la madre, después el niño nace, y la madre y el bebé pueden comenzar a ser…
Por un largo tiempo mi mente permaneció en un estado de no-saber, este estado cristalizó en mi formulación de los fenómenos transicionales”.
Winnicott, 1967, en Realidad y juego
“La reflexión de que luchaba por una idea nueva y original me consolaba de la mala acogida dispensada a mí teoría de la etiología sexual de la neurosis, incluso en el estrecho círculo de mis amistades. Pero un día surgieron en mí algunos recuerdos que turbaron esa satisfacción, proporcionándome, en cambio, una interesante visón del origen de nuestra labor creadora y de la naturaleza de nuestro saber.
La idea de que se me hacía responsable no había nacido en mi cerebro. Me había sido comunicada por tres personas, cuya opinión podía contar con mi más profundo respeto. Estas tres personas eran Breuer, Charcot y Chrobak… Los tres me habían transmitido un conocimiento que, en rigor, no poseían… Por lo que a mí respecta, dichas tres sugestiones idénticas, incomprensiblemente recibidas, durmieron en mi años enteros, para despertar luego un día bajo la forma de una idea aparentemente original”.
Freud, 1914, en Historia de movimiento psicoanalítico)
Cincuenta años después de Freud, Winnicott expresa algo análogo con respecto al origen de la creatividad.
Los versos de Tagore permanecieron en él en forma incomprendida, en un estado de no-saber, permanecieron como enigma, en forma de intriga y luego, desde ahí: del no-saber y algo enigmático surgió una teoría propia, original, de los fenómenos transicionales.
Mientras sufría rechazo y no aceptación, Freud se consolaba con la creencia de haber sido creador de una teoría original de la sexualidad. En realidad, nos dice, recibió un saber que otros en rigor no poseían, que estuvo en él en forma incomprendida, así permaneció durante años para despertar luego como una idea aparentemente original.
Ambos nos señalan, entonces, cómo puede originarse un trabajo creador, una idea original o aparentemente original.
La mayoría de nosotros debemos conformarnos con encontrar lo que ya poseemos, con buscar lo que conocemos, lo que de diferentes formas heredamos de otros, pocos pueden hallar lo que no buscan.
El poeta se encuentra dentro de esos pocos. A veces, la poesía, un verso o un poema, puede resultar el espacio de cierta originalidad nuestra, la originalidad de los seres comunes;
Esta originalidad puede manifestarse, en nuestro caso, en la elección de un autor a estudiar; en la afinidad con un tema trabajado y a trabajar. ¿Qué estudiar, qué autor leer; a qué grupo pertenecer; cómo trabajar? Son problemas que hacen la manera en que uno va siendo, en este trabajo en el que uno e está.
A veces el encuentro con un autor se da fuera del autor, se produce en un poeta, en una poesía o en un verso que ese autor cita o trabaja, ya sea en forma explícita o implícita.
Winnicott, en Realidad y juego no lo cita a Eliot, al Eliot de los Cuatro cuartetos pero creo que todo el libro es el desarrollo de un verso de un poema de ese libro:
“…váyanse, dijo el pájaro, que la especie humana no soporta mucha realidad”.
Winnicott nos plantea que la especie humana, el ser humano, está condenado a una tarea perpetua, la de tener que diferenciar y relacionar mundo interno y mundo externo, lo subjetivo y lo objetivo. Nos dice que el alivio para esa condena nos los brinda un lugar de estar, zona intermedia de experenciar, en la cual no tenemos la obligación de estar diferenciado lo interno de lo externo. Los fenómenos transicionales constituyen el producto psíquico, así como luego lo serán el jugar y la experiencia cultural, con el cual soportamos la realidad, esa realidad intermedia que se hizo famosa por el famoso objeto transicional. Objeto que sólo tiene valor al ser testimonio material de los fenómenos transicionales. Winnicott está más en el fenómeno que en el objeto.
Aunque llevemos libros bajo el brazo y aunque crezcan nuestras bibliotecas la experiencia que nos posibilitan está en otro lado.
Diríamos en su lectura, pero luego de las citas de Freud y Winnicott tampoco podemos decir en su olvido, tenemos que decir en un estar paradójico entre saber y no-saber y entre comprender y no-comprender.
Parece que ambos enfatiza más el no-saber que el saber y el no-comprender que el comprender, y un espacio, el espacio potencial.
Después, luego de la experiencia de la lectura, el poeta y nosotros: un poema, un verso y ese estado de no-saber que siempre nos conmueve, sólo después, el poeta queda con nosotros o nosotros en el poema, y ese es un lugar de futuros encuentros.
En “Miedo al derrumbe”, publicado luego de su muerte, Winnicott nos dice que se va a ocupar de algo de lo que ya se ocuparon los poetas, nos obstante eso no nos exime de dar nuestras razones, tenemos que darlas, trabajar nuestras experiencias y dar nuestras razones; en ese camino la luz que emana de la poesía puede ayudar a alejamos, poco a poco, de nuestra ignorancia.
Y es otro poeta, John Keats, quien nos hace más soportable la ignorancia al ubicarla, junto con el estado de no-saber y lo que puede permanecer incomprendido, de manera tal que constituyan a la posibilidad misma de saber. Lo leí en Atención e interpretación de Bion:
“…se me hizo claro qué cualidad interviene en la formación de un ‘hombre de logro’, especialmente en literatura, y que Shakespeare la poseyó en tan gran medida: me refiero a la capacidad negativa, es decir, a la capacidad de un hombre para permanecer en medio de la incertidumbre, del misterio y de dudas, sin un ansia exacerbada por llegar al hecho y la razón”.
John Keats, carta a George y Thomas Keats, 21 dic. 1817
A través de Eliot, en Eliot, encontré a Winnicott. Encuentro que si sólo se queda ahí, si se circunscribe a eso, se transforma en desencuentro, pierdo a Winnicott.
En un verso una teoría.
Un último verso, también de Keats y está en Winnicott¹:
“Cada punto del pensamiento es el centro de un mundo intelectual”.
El verso de Eliot se constituyó en el centro del mundo intelectual que Winnicott trabaja en Realidad y juego, y fue el que me posibilitó creer que ya lo conocía, pero no me exime de trabajarlo.
ENTRE TEXTOS
Trabajo de lo paradójico
Se trata de algo tan obvio y al mismo tiempo tan íntimo, que quizá sería mejor hacer silencio, cierto pudor metafísico me hace vacilar. Se trata de algo que buscamos, alguno de entre nosotros, a veces, cuando vamos al analista. Búsqueda del self dice Winnicott, pero self no nos dice nada. A la búsqueda de uno mismo. Quizá se trate de que vale la pena vivir, que sentirnos reales; que el vivir mismo tiene más sentido que el psicoanálisis. Y no se trata sólo de dar significado. Quizá necesitemos nuevas experiencias en situaciones que así las posibiliten. Experiencias en ese estado muy particular que Winnicott nombrará, en nuestro texto, como estado de descanso. ¿Experiencia de qué clase?
A pesar de que Freud habla de experiencia de dolor, de satisfacción, la palabra experiencia se nos aparecería como un concepto no psicoanalítico.
En Winnicott, experiencia es siempre experiencing, algo que nunca se termina de hacer. Está en relación con continuidad existencial y es un nombre del tiempo. El experenciar pone el tiempo. Al espacio lo llamará: zona intermedia, zona neutra, lugar de descanso (y a lo que ahí sucede, en nuestro texto, estado de descanso, estar con el motor “regulando” [“ticking over” – “a tildar” dice la versión que revisamos] y no funcionando a toda velocidad o forzándolo o frenando…), zona de ilusión, espacio potencial…
El experenciar más que la pulsión sexual o la de muerte ocupa el lugar de, lo que podríamos llamar, cierta originalidad de Winnicott. Los procesos son siempre más importantes que los objetos. Se sabe que no existe bebé sin madre, proceso de maduración sin medio ambiente facilitador, paciente sin analista. Al ir haciendo se va construyendo el espacio, que une y separa a la vez. Hacer con eso que la madre va poniendo ahí para ser encontrado por el bebé. Ese hacer es experenciar si tiene cualidad paradojal: la experiencia de ilusión o la experiencia de omnipotencia consisten en creer, a través del hacer al principio, que se está creando lo que está ahí (puesto por madre) dispuesto a ser encontrado. Paradoja: crear lo que se encuentra, lo que se dan. Pueden formularse otras; lo subjetivo es objetivo, lo interno es externo, lo propio es ajeno…
La que estamos subrayando es la relativa a la naturaleza del objeto. Nos ubicamos en la experiencia de precariedad, esencia del jugar, respecto a la diferencia y relación entre lo objetivo y lo subjetivo. La zona (área, campo, espacio) intermedia (de ilusión, potencial de experenciar) se va creando de esta manera, Winnicott estudiará tanto el espacio como los procesos que lo constituyen.
Neutra y de descanso respecto a que se la debe conservar en su naturaleza paradojal; “no debe ser objeto de desafío” nos dice Winnicott respecto al origen del objeto: “¿lo creaste o lo encontraste?” es la pregunta que no debe formularse.
Lo neutro no es neutro y el descanso no es descanso sino paradojas vivas (de ahí que no se trate del reposo después del trabajo, sino de otro tipo de trabajo, el trabajo de lo paradójico), La paradoja lo constituye y debe ser “aceptada (vale decir reconocida), tolerada (produce tensión), respetada (no se debe intervenir) y no resuelta”… mediante nuestra inteligencia, en cuyo caso se pierde el valor de la paradoja. De ahí los pedidos de Winnicott, en inglés, para que el terapeuta no sea demasiado “clever”, ‘inteligente’, ‘piola’, ‘vivo’ (no sólo a nosotros nos mata la picardía criolla). Se trata de un contrato silencioso (ni el bebé ni la madre ‘saben’ acerca de la paradoja, la que es un producto de Winnicott) y que está sostenido por actos (se trata del hacer del bebé y del hacer materno necesario para atenderlo), el que posibilita que la relación entre proceso de maduración y medio ambiente facilitador produzca esa zona neutra o ese lugar de descanso, único lugar donde la experiencia es paradojal. La paradoja es una cualidad del medio.
El desarrollo de uno es silencioso, sus rupturas no lo son, producen angustias impensables, agonías primitivas…
Winnicott formula diferentes relaciones entre el verdadero y el falso uno mismo (no puede pensarse uno sin el otro y no se trata de juicios de valor), una de ellas es la función del falso uno mismo que consiste en ocular al verdadero uno mismo, otra es encontrarle una manera para que pueda comenzar a vivir…
“…esto puede conseguirse por toda clase de medios, pero los ejemplos que observamos más de cerca son aquellos en los que el sentido de que las cosas son reales, o de que valen a pena, aparece durante el tratamiento”.¹ (p. 179)
“El mejor ejemplo que puedo darles es el de una señora de mediana edad que tenía un falso uno mismo muy eficaz, pero que durante toda la vida había experimentado al sentimiento de que no había empezado a existir y de que constantemente de llegar a su verdadero uno mismo”.¹ (p. 171-2)
Esta paciente
“llegó, después de un largo análisis, al comienzo de su vida. No tiene experiencia verdadera, no tiene pasado. Comienza la vida con cincuenta años desperdiciados, pero al menos se siente real, y por consiguiente, quiere vivir”.¹ (p.179)
Algo que esto nos dice Samuel Beckett²:
“(…) Siempre tuve la impresión de que dentro de mí había un se asesinado. Asesinado antes de mi nacimiento. Tenía que encontrar a ese ser asesinado. Intentar devolverle la vida… Un día fui a escuchar a Jung… Habló de sus pacientes, una jovencita… Al final, mientras la gente se iba marchando, se quedó callado y como hablándose a sí mismo, asombrado por el descubrimiento que estaba haciendo, dijo: en el fondo no había nacido nunca. Siempre tuve la impresión de que yo tampoco había nacida nunca”
En “Búsqueda de uno mismo” y “Comentario”, fragmentos del cap. 4 de Realidad y juego, Winnicott intenta transmitir como se ocupa clínicamente y cómo piensa ese tipo de problemas.
Decíamos que se trata más de experiencias que de explicaciones, interpretaciones, “en este tipo de trabajo incluso la explicación correcta es ineficaz”; “lo importante es el momento en el cual el niño se sorprende a sí mismo… y no el momento de mi ‘inteligente’ interpretación” nos dice en la ‘Introducción’ a las Consultas terapéuticas.
Que se despliegue una actividad no intencional, sin propósito, un estado de no forma, lo no integrado de la personalidad, aquello que posibilita la relajación, la asociación libre, lo no ligado… ¿nombres de lo inconsciente? y así dar lugar a que se exprese el no sentido (traducido como insensatez, carente de sentido, insensato, matiz que nonsense posee, pero que nos hace perder lo que aparece en no sentido). Esto puede lograrse si el otro o lo otro (el encuadre) es confiable y produce el sentido de confiar en.
Y desde el propio no sentido, siempre y cuando el analista no se vea “obligado” a dar “su” propio sentido, es desde donde, parece, puede comenzarse…
Esperamos que nuestra versión del texto de Winnicott permita acceder a la clase de experiencias a que se refiere.
J.R.
La búsqueda de uno mismo³
En este capítulo me ocupo de la búsqueda de uno mismo y de la reformulación del hecho de que ciertas condiciones son necesarias, si el éxito quiere coronar dicha búsqueda. Estas condiciones están asociadas con lo que usualmente se llama creatividad. Al jugar y sólo al jugar puede el individuo, niño o adulto, ser creativo y usar la personalidad toda; y sólo siendo creativo se descubre el uno mismo.
También tenemos el hecho de que sólo al jugar es posible la comunicación; excepto la comunicación directa que pertenece a la psicopatología o a una extrema inmadurez.
Es una frecuente experiencia, en la labor clínica, encontrarse con personas que quieren ayuda y que están buscando de encontrarse a sí mismas en los productos de sus experiencias creadoras. Pero, para ayudar a estos pacientes debemos conocer sobre la creatividad en sí misma. Esto es, como si estuviéramos observando a un bebé en los estadios tempranos y nos fuésemos hacia el niño que toma las heces o una substancia e intenta hacer algo con esta substancia. Esta clase de creatividad ya es comprendida y es válida, pero es necesario otro estudio sobre la creatividad en tanto rasgo de la vida y del vivir total.
Lo que estoy tratando de decir es que la búsqueda de uno mismo en términos de aquello que puede ser hecho con productos de desecho es una búsqueda que está condenada a ser interminable y a ser, esencialmente, infructuosa.
La persona implicada en una búsqueda del uno mismo puede haber producido algo valioso en términos artísticos, pero un artista exitoso puede ser aclamado universalmente y sin embargo no haber logrado encontrar el uno mismo que busca. En lo que se hace con productos de la mente o del cuerpo, no puede encontrarse realmente el uno mismo, por valiosas que sean esas producciones en términos de belleza, destreza o impacto. Si el artista (en cualquier rama del arte) está buscando el uno mismo, podemos decir que, con toda probabilidad, existe ya alguna falla en ese artista en el campo del vivir creativo en general. La creación terminada nunca subsana la falta del sentido de uno mismo que subyace.
Antes de continuar con esta idea debo formular un segundo tema, que está relacionado con el primero pero necesita un tratamiento por separado. Consiste en que la persona a quien tratamos de ayudar podría esperar sentirse curada cuando le interpretamos; podría decir: “Entiendo lo que usted me dice; soy yo mismo cuando realizo un gesto creador, entonces la búsqueda se termina”. No parece que esto describa lo que sucede en la práctica. Sabemos qué, en este tipo de trabajo, incluso la explicación correcta es ineficaz. Lo que la persona que estamos tratando de ayudar necesita es una nueva experiencia en un encuadre especializado. Dicha experiencia consiste en un estado no intencional, una en la que los elementos no integrados de la personalidad estén, por así decirlo, “regulando”. En la descripción del caso (cap. 2) me refería a esto como a un estado de no forma.
Hay que tener en cuenta la confiabilidad o la no confiabilidad del encuadre en el cual está actuando el individuo. Nos vemos ante la necesidad de diferenciar entre la actividad en intención y su alternativa de ser no intencional. Esto se relaciona con lo que Balint4 (1968) formuló como regresión benigna y maligna (ver también Khan5, 1969).
Estoy tratando de referirme a aquello esencial que hace posible la relajación. En términos de asociación libre, esto significa que tanto al paciente en el diván como al niño en el suelo, entre los juguetes, se les debe posibilitar que comuniquen una sucesión de ideas, pensamientos, impulsos, sensaciones que no están ligadas salvo neurológica o psicológicamente, y que quizá lo estén más allá de su posible detección. Es decir: el analista tendrá que ser capaz de reconocer u señalar la conexión (o varias conexiones) entre los diversos componentes del material libremente asociado, donde exista intención, donde aparezca angustia, o donde exista falta de confiar en, basada en una necesidad defensiva.
En la relajación que es inherente al confiar en y a la aceptación de la confiabilidad profesional del encuadre terapéutico (sea analítico, psicoterapéutico, de asistencia social, arquitectónico, etc.) hay cabida para la idea de secuencias de pensamiento no relacionadas, a la que el analista hará bien en aceptar como tales sin suponer la existencia de una ilación significativa entre ellas. (cf. Milner6, 1957, especialmente la apéndice).
Quizá pueda ilustrarse la comparación entre esas dos condiciones relacionadas si pensamos en un paciente que es capaz de descansar después de trabajar pero que no es capaz de lograr el estado de descanso a partir del cual puede darse una búsqueda creativa. De acuerdo con esta teoría, la asociación libre que revela un tema coherente ya está afectada por la angustia, y la cohesión de ideas es una organización defensiva. Quizás haya que aceptar que existen pacientes que a veces tienen la necesidad de que su terapeuta se dé cuenta respecto al no sentido perteneciente al estado de descanso del individuo, sin la necesidad, incluso, para el paciente, de comunicar ese no sentido. El no sentido organizado ya es una defensa, así como el caos organizado es una renegación del caos. El terapeuta que no puede sostener esta comunicación permanece comprometido en un fútil búsqueda de organización en el no sentido, como resultado de la cual el paciente abandona el campo del no sentido debido a un estado de desesperanza respecto a poder comunicar el no sentido. Una oportunidad para descansar se perdió debido a la necesidad del terapeuta de encontrar sentido donde existe no sentido. El paciente devino incapaz de descansar por una falla de la provisión ambiental la que anuló el sentido de confiar en. El terapeuta, sin saberlo, abandonó su lugar profesional y lo hizo tratando de ser un analista “inteligente” y tratando de ver orden en el caos.
Quizás estos problemas se reflejen en los dos tipos de sueño, a veces denominados MOR y MONR (movimientos oculares rápidos y movimientos oculares no rápidos).
Para desarrollar lo que quiero decir necesitaré la siguiente secuencia:
a. Relajación, cuando se dan condiciones de confiar en basadas en la experiencia.
b. La suma de estas experiencias constituye la base del sentido de uno mismo.
Suma o reverberación que depende de que exista cierta cantidad de reflejo hacia el individuo por parte del terapeuta (o amigo) confiable que se ocupó de recibir la comunicación (indirecta). En estas condiciones altamente especializadas el individuo puede unificarse y existir como una unidad, no como defensa contra la angustia sino como expresión del yo soy, yo estoy vivo, soy yo mismo7. Desde esta posición cualquier cosa es creativa.
Comentario 8
Es desde un funcionamiento inconexo y de no forma, y sólo desde ahí, de donde la búsqueda de un jugar rudimentario, como si viniera de una zona neutra. Solamente aquí, en este estado no integrado de la personalidad, puede aparecer aquello que describimos como creativo. Si es reflejado, y sólo si es reflejado, todo eso llega a formar parte de la personalidad individual organizada, y eventualmente la suma de todo eso hace ser, ser encontrado, al individuo; y eventualmente posibilita a alguien postular la existencia del uno mismo.
Nuestra indicación para el procedimiento terapéutico proviene desde ahí: proporcionar una oportunidad para una experiencia de no forma y para impulsos, motores y sensoriales, creativos, los que constituyen la materia primera del jugar. Y es sobre la base del jugar que se construye la totalidad de la existencia experiencial del hombre. Ya no somos introvertidos ni extrovertidos. Experimentamos la vida en la zona de los fenómenos transicionales, en el excitante interjuego de la subjetividad y la observación objetiva, y en la zona de los individuos y la realidad compartida del mundo que es externa a los individuos.
Uno
Para Winnicott, la fidelidad al psicoanálisis no pasaba por el estudio minucioso de los textos ni por una dogmática glorificación del pasado, sino más bien por un cuestionamiento continuo de su práctica diaria, tanto en el aspecto clínico como en el teórico.
Creo que, como nos acostumbramos al hecho de ser analistas, nos parece un asunto concluido; no nos resulta sencillo encontrar una manera de cuestionarlo. Bion nos señala cierta dirección cuando nos dice que es conveniente que de vez en cuando el analista se pregunte por qué practica el análisis y si se propone seguir practicándolo. Es una “pregunta perpetua”, es decir, que no tiene una respuesta permanente, está siempre abierta.
El concepto de uno mismo es una pregunta perpetua.
Lo que figure a continuación9 es un fragmento de una carta del 19 de enero de 1971, en la que Winnicott intenta aclararle, a pedido de su traductora al francés – J. Kalmanovitch – lo que puede tener aclarable la noción de self.
Si un idioma es “una visión de mundo”, ¿qué ve alguien que habla inglés o mejor, que es inglés, cuando usa self? Al castellano se lo tradujo en obras de y sobre Winnicott como: sí, sí mismo, el sí mismo, uno mismo… Encontrar su equivalente nos resulta difícil, aunque uno mismo y uno, en el sentido de “uno busca lleno de esperanzas…”, se aproximan, desde nuestro castellano porteño, a ese pedacito de mundo que permite ver la palabra self cuando está llena de experiencia. También puede ser una palabra vacía.
Uno mismo
[…] Para mí el uno mismo (self), que no es el yo (ego), es la persona que soy yo (me), que soy solamente yo (me), y está basado en la actuación de los procesos de maduración. Al mismo tiempo, el uno mismo tiene partes; de hecho está constituido por esas partes: las que se aglutinan en una dirección interior-exterior durante la actuación de los procesos de maduración, ayudadas como debe ser (totalmente al principio) por medio del ambiente humano que sostiene y manipula y, así, de una forma vital, posibilita. El uno mismo se encuentra naturalmente ubicado en el cuerpo, pero en determinadas circunstancias puede llegar a estar disociado del cuerpo o el cuerpo de él. Uno, esencialmente, se reconoce a sí mismo en los ojos y en las expresiones del rostro de la madre y en el espejo, que puede llegar a representar al rostro de la madre. Eventualmente, el uno mismo llega a una significativa relación entre el niño y la suma de las identificaciones que (después de suficiente incorporación e introyección de representaciones mentales) se organizan bajo la forma de una viva realidad psíquica interna. La relación entre el varón o la niña con su propia organización psíquica interna se modifica, de acuerdo con las expectativas desplegadas por el padre y la madre y aquellos que son significativos en la vida exterior del individuo. Es el uno mismo y la vida de uno lo único que da sentido de acción o sentido de vivir al individuo que creció hasta ese momento, y que continúa creciendo desde la dependencia e inmadurez hacia la independencia u logra la capacidad de identificarse con los que ama, sin perder demasiada identidad individual (…)
D. W. Winnicott, 19 de enero, 1971
El otro en la experiencia de uno
Masud Khan trabajó junto a Winnicott durante veinte años. Este, en Realidad y juego, le agradece “por haber estado siempre cerca (esa es mi impresión) cuando hacía falta una opinión práctica”, también las críticas que le realizaba a sus escritos, así como su colaboración en la publicación de los libros más importantes de Winnicott.
Masud Kahn dirigió en Hogarth Press la International Psycho-Analytical Library y fue el associete editor del International Journal of Psycho-Analysis; es co-redactor extranjero de la Nouvelle Revue de Psychanalyse desde 1971.
Además de innumerables artículos en revistas publicó The Privacity of the Self, 1974 (La intimidad del sí mismo, Saltés, Madrid, de muy mala traducción), Alienation in Perversions, 1979 (Alienación en las perversiones), Nueva Visión, Buenos Aires, 1987), Hidden Selves (Locura y soledad, Lugar Editorial, Buenos Aires, 1988 en preparación) y Transgressions, inédito.
“Infancia, locura y soledad” forma parte de Hidden Selves. Nos muestra la importancia de la noción de no sentido, nos alerta acerca de nuestra militancia interpretativa, nos exige revisar nuestras resistencias así como el concepto con que las cernimos. Locura y soledad, nombres de lo inconsciente, formas del no sentido. Psicoanalizar: interminable reformulación de la ‘atención flotante’ y de la ‘asociación libre’. “Por suerte”, nos dice Freud, “la ética coincide con la técnica”.
Infancia, soledad y locura¹º
Fleurir ne suffit pas aux roses
au fond de son miroir
il faut que l’amoureuse
les regarde la voir
Jean Lescure
El niño es el único organismo vivo que emerge fuera de la matriz en su nuevo medio ambiente de manera, a la vez, traumática y prematura. De ahí la necesidad para la madre y/o sustitutos de dispensar cuidados intensivos y prolongados. El primero en establecer esta correlación fue Freud. Pero se necesitaron más de veinte años para que se la considerara como un hecho y no sólo como un concepto. Y esto gracias a tres personas: Ana Freud, M. Klein y Winnicott. No trataré aquí de as innumerables vicisitudes de la relación madre-niño, ni de la psicopatología que de ella se deriva.
No hablaré más que del niño que permanece solo con él mismo, cuando conoce los estados tranquilos de bienestar. Una gran parte de la pequeña infancia se da de esa manera. Una gran parte de la pequeña infancia se da de esa manera. Sin embargo, los analistas, a excepción de Winnicott, hablaron muy poco de esos estados.
¿Cuál es la naturaleza y la función de esa soledad?
En primer lugar, procura el espacio y el tiempo necesarios para que las capacidades biológicas innatas puedan actualizarse en un estado psíquico personal. Progresivamente el niño se transforma en un niño: una persona que tiene derecho a su propia intimidad.
Luego, una gran parte de lo que no está en condiciones, en ese estadio precoz, de traducirse en experiencia psíquica, va a caer en el dominio del olvido. ¿No es esto lo que Freud designaba con el concepto de represión primaria? Aquello que sucumbe al olvido no está, sin embargo, perdido: reaparecerá más tarde en los estados de locura íntima.
Deliberadamente uso el término locura y no el de psicosis, ya que todo hombre está loco, de su locura íntima, y también está solo. La pregunta que nos planteamos ahora es la siguiente: ¿cómo reencontramos, una vez adultos con esa locura y con esa soledad? Según tres modos: por el parte y la literatura: por la experiencia de una mutualidad no excitada con el otro; por medio de estados místicos, tal como los conocen los sufís persas y los sacerdotes Zen.
Para el analista surge una gran dificultad cuando el analizando trae a la sesión su locura y la necesidad de estar solo. Esta necesidad de soledad es considerada frecuentemente, de manera errónea, como una resistencia. El analizando va a ocultar entonces su verdadera necesidad, encubriéndola en una actitud de culpa y de aceptación complaciente.
Sin embargo, cuando trabajamos como clínicos, lo peor no está ahí. Lo peor comienza cuando nos esforzamos en dar un sentido a ese no sentido de esa locura hablada, refiriéndola a nuestro vocabulario conceptual, al que estamos “condenados” tanto por escuchar como por interpretar el material normal o patológico. Nuestra solicitud, aquí, nos extravía, nos induce a error: queremos a cualquier precio, producir sentidos en ese no sentido, reconstruyendo, ya sea los hechos (Winnicott), o las fantasías (M. Klein) de la infancia. Pero esto no procura ninguna ayuda y lo que hay potencialmente creativo en la locura recae en el olvido, y el analizando cesa ahora de estar loco y cesa de ser dejado solo, ahora está perdido y abandonado a su soledad.
Bibliografía
1. Winnicott D. W.: El proceso de maduración en el niño, Lala, Barcelona, 1965. Las páginas remiten a esa edición pero la traducción es mía.
2. Samuel Beckett, en Fin de siglo, Buenos Aires, Nº 12, junio de 1988.
3. Donald W. Winnicott: Realidad y juego, pp. 80-83. Revisión de la traducción Cristina Seardiy y Jorge Rodríguez.
4. Balint, M. (1968) La falta básica: aspectos terapéuticos de la regresión, Paidós, Buenos Aires.
5. Khan, M. Masud R. “On the clinical Provision of Frustrations, Recognitions and Failures in the Analytic Situation”, Int. J. Psycho-Anal, 50.
6. Milner, M. (1957) On Not Being Able to Paint, Heinnemann, Londres (existe version cast. del apéndice en Publicaciones, Fac. Psicología, UBA – Seminario Winnicott).
7. Winnicott, D. (1962) “Integración del yo en el desarollo del niño en El proceso de maduración en el niño, ediciones de 1965 y 1975.
8. Winnicott, D.: Realidad y juego, p. 91.
9. La traducción es de ana C. Benveniste y Jorge Rodríguez y el fragmento, en inglés fue tomado de la Nouvelle Rueve de Psychanalyse, París, Nº 3, 1971.
10. Traducción de ana C. Benveniste y Jorge Rodríguez.
Estructuras en Psicoanálisis e Historia
Les traslado unos comentarios de Enric Berenguer que luego comentaré.
Los tres términos que encabezan este módulo, represión, forclusión, renegación, corresponden aproximadamente a tres términos freudianos: Verdrängung, Verwerfung, Verleugnung. Tienen en común que son tres modalidades del "no querer saber", aunque muy distintas. Sin embargo, hay que tener presente, para entender todo lo que diremos a continuación, que tanto la traducción de alguno de estos términos alemanes como su definición, amén de las distinciones respectivas a establecer entre unos y otros, no se deduce ipso facto y sin dificultad leyendo, sin más, la obra de Sigmund Freud. Ésta constituye un edificio complejo, que se fue construyendo lentamente a medida que la experiencia clínica y su elaboración teórica lo exigían. De ahí que resulte difícil tener una visión de conjunto y sistemática de los conceptos que en ella se encuentran.
La lectura que haremos de la problemática que nos ocupa se basa en un examen de conjunto de la obra de Freud, examen cuidadoso que trata de buscar su lógica sistemática. Así, algunas nociones, como por ejemplo la de Verwerfung, que en los textos de Freud no alcanzan estrictamente hablando la categoría de conceptos, son elevadas a ella por Jacques Lacan.
En el caso concreto de la Verwerfung, Lacan la considera una clave importante de la teoría freudiana, expresión de una intuición certera que Freud no pudo formalizar suficientemente, pero que abre la puerta a una comprensión de las psicosis. Si Freud no pudo convertir esa noción en un concepto fue, en buena parte, porque no estaban a su alcance una serie de recursos como los que más tarde aportarían la lingüística de Saussure y Jakobson y la antropología estructural, particularmente la de Lévi-Strauss.
¿Cuál es el problema del que nos ocupamos?
Pero, ¿cuál es el problema que tratamos de resolver? ¿Por qué ponemos en serie estos tres términos que nunca se encuentran dispuestos así, en una lista, sistemáticamente, en la obra de Freud? Lo que intentamos resolver es un problema importante. Se trata de mostrar cómo se pueden establecer y fundar diferencias cualitativas entre grandes dominios de la clínica, es decir, entre grandes grupos de trastornos o síntomas, separados por fronteras que no admiten cuestiones de grado.
Esto es una cuestión de peso, porque supone una visión muy determinada de la clínica, y hay que advertir que hoy día no parece ser tal la visión dominante. Decimos "no parece", porque la confusión que a veces encontramos entre afirmaciones distintas que pretenden ser compatibles, la distancia entre lo que se dice y lo que en realidad se practica, las modas cambiantes en los diagnósticos, etc., configuran un panorama en el que no es fácil orientarse.
Sin embargo, es indudable que una distinción clásica en psiquiatría, distinción que, por otra parte, el psicoanálisis freudiano había contribuido considerablemente a afianzar, parece haber quedado cada vez más relegada. Nos referimos, en particular, a la distinción entre neurosis y psicosis.
Si examinamos los manuales de diagnóstico que predominan desde hace algunos años, es decir, los de la serie DSM en sus diversas ediciones, vemos que dicha distinción ha tendido a difuminarse hasta extremos insospechables en un pasado no muy lejano. La promoción de categorías como los "Trastornos de la personalidad" o de la expresión borderline (estado fronterizo) se acompaña de la práctica desaparición de categorías clásicas perfectamente establecidas como la histeria, la cual parece haber pasado a mejor vida, en contra de lo que puede comprobar cualquiera que se dedique a la clínica.
Hay que decir, en este sentido, que dentro de la misma psiquiatría, y en concreto también en nuestro país, se alzan ya voces contra esta absurda liquidación de cuadros que forman parte de la experiencia más común. Sin embargo, aunque esto sea alentador, el problema es más de fondo.
El paso del tiempo ha ido construyendo un edificio psicoanalítico amplio, rico en aproximaciones y aperturas, en las instituciones continúa, no obstante cierta cerrajón a otras posturas pero parece que esas asperezas se van limando.
Berenguer es lacaniano. Lacan fue un reinventor del psicoanálisis, tuvo correspondencia con Winnicott y como anécdota al traducir al francés el trabajo de Winnicott sobre los objetos transicionales lo hizo sin poner la doble t. Queda recopilado en "El gesto Espontáneo", esa carta que escribió a Lacan diciendo algo así como: "por cierto mi apellido se escribe con doble t pero eso no tiene importancia ahora". Es una cuestión de identidad. Y un descuido muy grave entre psicoanalistas, así mismo, casi acongojado le contestó Lacan a Winnicott y rectificó aunque la traducción ya estaba en imprenta, Winnicott había recibido una copia. Lacan se veía en Winnicott como un luchador que quería renovar el horizonte psicoanalítico, como un incomprendido y como un gran creador, ambos tenían foros donde expresar su obra, Lacan fue muy admirado entre el grupo francés aunque acabaría fuera de la IPA. Winnicott se sitúo entre Melanie Klein y Anna Freud, como dice Horacio Hetchegoyen no fue exactamente una postura neutral sino que el propio Winnicott defendía con fortaleza su opinión aunque no gustara su afán por el mundo externo de la persona, por el ambiente. Era algo que resultaba novedoso y que no entraba dentro de las fantasías kleinianas y la envidia e instinto de muerte. Así como los mecanismos de defensa de Anna Freud quien algún kleiniano llegó a decir que se lo había escrito su padre, y bien es cierto que Anna Freud estuvo cuidando a su padre como si de una enfermera se tratara, de hecho lo único que no hicieron juntos fue el acostarse pero la relación tenía visos de incesto en una sociedad victoriana. Ella y Freud compartieron el gusto por el psicoanálisis y se enfrentaron en la Sociedad Británica de Psicoanálisis dos posturas muy firmes. De donde Winnicott, tiempo después sacó jugo porque es el analista, hoy en día menos conocido y más aceptado por las contribuciones más genéricas como el objeto transicional, el uso del objeto, las defensas maníacas, tributo a Melanie Klein en su obra para formar parte de la Sociedad Británica. Además su contribución como pediatra tenía un gran valor y Melanie Klein confió el análisis de uno de sus hijos a Winnicott pero le quería supervisar, historias casi del corazón.
En aquella época las estructuras estaban definidas, la histeria era un cuadro en auge, la neurosis obsesiva también y las patologías caracteriales no tuvieron su lugar hasta tiempo después. El DSM, como ateórico se separó del psicoanálisis y creo diagnósticos en base a signos y síntomas. Estudios de laboratorios sin estudiar la psicodinamia. El psicoanálisis perdió fuelle en relación a nuevas escuelas y disminuyó su aceptación. Ahora bien, actualmente todo buen profesional tiene un serio bagaje de psicoanálisis para entender los mecanismos y procesos psicoeconómicos y libidinales que se dan en consulta. Ahora se está haciendo un acercamiento a las terapias sistémicas desde el psicoanálisis con Janine Puget e Isidoro Berenstein que con el Psicoanálisis Vincular tratan de crear un encuadre para entender las patologías en un contexto sociofamiliar. Aquí cabe decir que el papel de los 60-70 de la antipsiquiatría ha calado hondo en la investigación de los trastornos severos, esquizofrenias y otros tipos de psicosis. Ha trascendido de una forma colosal, aunque ahora se considere demodé.
Los tres términos que encabezan este módulo, represión, forclusión, renegación, corresponden aproximadamente a tres términos freudianos: Verdrängung, Verwerfung, Verleugnung. Tienen en común que son tres modalidades del "no querer saber", aunque muy distintas. Sin embargo, hay que tener presente, para entender todo lo que diremos a continuación, que tanto la traducción de alguno de estos términos alemanes como su definición, amén de las distinciones respectivas a establecer entre unos y otros, no se deduce ipso facto y sin dificultad leyendo, sin más, la obra de Sigmund Freud. Ésta constituye un edificio complejo, que se fue construyendo lentamente a medida que la experiencia clínica y su elaboración teórica lo exigían. De ahí que resulte difícil tener una visión de conjunto y sistemática de los conceptos que en ella se encuentran.
La lectura que haremos de la problemática que nos ocupa se basa en un examen de conjunto de la obra de Freud, examen cuidadoso que trata de buscar su lógica sistemática. Así, algunas nociones, como por ejemplo la de Verwerfung, que en los textos de Freud no alcanzan estrictamente hablando la categoría de conceptos, son elevadas a ella por Jacques Lacan.
En el caso concreto de la Verwerfung, Lacan la considera una clave importante de la teoría freudiana, expresión de una intuición certera que Freud no pudo formalizar suficientemente, pero que abre la puerta a una comprensión de las psicosis. Si Freud no pudo convertir esa noción en un concepto fue, en buena parte, porque no estaban a su alcance una serie de recursos como los que más tarde aportarían la lingüística de Saussure y Jakobson y la antropología estructural, particularmente la de Lévi-Strauss.
¿Cuál es el problema del que nos ocupamos?
Pero, ¿cuál es el problema que tratamos de resolver? ¿Por qué ponemos en serie estos tres términos que nunca se encuentran dispuestos así, en una lista, sistemáticamente, en la obra de Freud? Lo que intentamos resolver es un problema importante. Se trata de mostrar cómo se pueden establecer y fundar diferencias cualitativas entre grandes dominios de la clínica, es decir, entre grandes grupos de trastornos o síntomas, separados por fronteras que no admiten cuestiones de grado.
Esto es una cuestión de peso, porque supone una visión muy determinada de la clínica, y hay que advertir que hoy día no parece ser tal la visión dominante. Decimos "no parece", porque la confusión que a veces encontramos entre afirmaciones distintas que pretenden ser compatibles, la distancia entre lo que se dice y lo que en realidad se practica, las modas cambiantes en los diagnósticos, etc., configuran un panorama en el que no es fácil orientarse.
Sin embargo, es indudable que una distinción clásica en psiquiatría, distinción que, por otra parte, el psicoanálisis freudiano había contribuido considerablemente a afianzar, parece haber quedado cada vez más relegada. Nos referimos, en particular, a la distinción entre neurosis y psicosis.
Si examinamos los manuales de diagnóstico que predominan desde hace algunos años, es decir, los de la serie DSM en sus diversas ediciones, vemos que dicha distinción ha tendido a difuminarse hasta extremos insospechables en un pasado no muy lejano. La promoción de categorías como los "Trastornos de la personalidad" o de la expresión borderline (estado fronterizo) se acompaña de la práctica desaparición de categorías clásicas perfectamente establecidas como la histeria, la cual parece haber pasado a mejor vida, en contra de lo que puede comprobar cualquiera que se dedique a la clínica.
Hay que decir, en este sentido, que dentro de la misma psiquiatría, y en concreto también en nuestro país, se alzan ya voces contra esta absurda liquidación de cuadros que forman parte de la experiencia más común. Sin embargo, aunque esto sea alentador, el problema es más de fondo.
El paso del tiempo ha ido construyendo un edificio psicoanalítico amplio, rico en aproximaciones y aperturas, en las instituciones continúa, no obstante cierta cerrajón a otras posturas pero parece que esas asperezas se van limando.
Berenguer es lacaniano. Lacan fue un reinventor del psicoanálisis, tuvo correspondencia con Winnicott y como anécdota al traducir al francés el trabajo de Winnicott sobre los objetos transicionales lo hizo sin poner la doble t. Queda recopilado en "El gesto Espontáneo", esa carta que escribió a Lacan diciendo algo así como: "por cierto mi apellido se escribe con doble t pero eso no tiene importancia ahora". Es una cuestión de identidad. Y un descuido muy grave entre psicoanalistas, así mismo, casi acongojado le contestó Lacan a Winnicott y rectificó aunque la traducción ya estaba en imprenta, Winnicott había recibido una copia. Lacan se veía en Winnicott como un luchador que quería renovar el horizonte psicoanalítico, como un incomprendido y como un gran creador, ambos tenían foros donde expresar su obra, Lacan fue muy admirado entre el grupo francés aunque acabaría fuera de la IPA. Winnicott se sitúo entre Melanie Klein y Anna Freud, como dice Horacio Hetchegoyen no fue exactamente una postura neutral sino que el propio Winnicott defendía con fortaleza su opinión aunque no gustara su afán por el mundo externo de la persona, por el ambiente. Era algo que resultaba novedoso y que no entraba dentro de las fantasías kleinianas y la envidia e instinto de muerte. Así como los mecanismos de defensa de Anna Freud quien algún kleiniano llegó a decir que se lo había escrito su padre, y bien es cierto que Anna Freud estuvo cuidando a su padre como si de una enfermera se tratara, de hecho lo único que no hicieron juntos fue el acostarse pero la relación tenía visos de incesto en una sociedad victoriana. Ella y Freud compartieron el gusto por el psicoanálisis y se enfrentaron en la Sociedad Británica de Psicoanálisis dos posturas muy firmes. De donde Winnicott, tiempo después sacó jugo porque es el analista, hoy en día menos conocido y más aceptado por las contribuciones más genéricas como el objeto transicional, el uso del objeto, las defensas maníacas, tributo a Melanie Klein en su obra para formar parte de la Sociedad Británica. Además su contribución como pediatra tenía un gran valor y Melanie Klein confió el análisis de uno de sus hijos a Winnicott pero le quería supervisar, historias casi del corazón.
En aquella época las estructuras estaban definidas, la histeria era un cuadro en auge, la neurosis obsesiva también y las patologías caracteriales no tuvieron su lugar hasta tiempo después. El DSM, como ateórico se separó del psicoanálisis y creo diagnósticos en base a signos y síntomas. Estudios de laboratorios sin estudiar la psicodinamia. El psicoanálisis perdió fuelle en relación a nuevas escuelas y disminuyó su aceptación. Ahora bien, actualmente todo buen profesional tiene un serio bagaje de psicoanálisis para entender los mecanismos y procesos psicoeconómicos y libidinales que se dan en consulta. Ahora se está haciendo un acercamiento a las terapias sistémicas desde el psicoanálisis con Janine Puget e Isidoro Berenstein que con el Psicoanálisis Vincular tratan de crear un encuadre para entender las patologías en un contexto sociofamiliar. Aquí cabe decir que el papel de los 60-70 de la antipsiquiatría ha calado hondo en la investigación de los trastornos severos, esquizofrenias y otros tipos de psicosis. Ha trascendido de una forma colosal, aunque ahora se considere demodé.
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