Abierto está el campo ante ti, verdes prados cubren el infinito océano visual que atisbas.
Junto a ti un camino que lleva a un lugar sin nombre, desconocido para ti pero que tal vez otros hayan seguido.
Al otro lado otro sendero, es un jardín de senderos que se bifurcan, como diría el gran Borges.
Un camino lleva al enigma el otro es un lugar ya andado, un lugar visto y vivido.
Caminar en uno u otro lugar supone una nueva experiencia, lo vivido se transforma a cada paso y lo no vivido es una incertidumbre que hay que averiguar en una aproximación definitiva hacia lo mágico del incierto camino.
Hay quienes prefieren andar por lo ya conocido y hay exploradores.
Lo que es seguro es que ambos caminos son lícitos, ahora bien, una mente inquieta tal vez se acerque a ese sendero desconocido. Tal vez los años, cuando pesan, generan un poso de pereza que tienden a cerrar con vallas el sendero desconocido para seguir una rutina. A veces la enfermedad también puede llevar a repetir siempre el mismo recorrido.
Habrá que llegar a través de un camino al final del comienzo para seguir viviendo tras un renacer, una forma de redescubrirse, de experimentar un vigoroso cambio personal, supongo que el camino es independiente del proceso con el que se lleve a cabo la andadura hacia el final del comienzo.
Cierras los ojos, gruñes y besas
Abres los ojos, acaricias y rezas
el indagar cuando saldrá tu barco
te llena de un suave regocijo
el mar está calmado y hay dos rutas
una que lleva al fondo del corazón
y otra que hace un escorzo para llegar a una isla
donde te espero para volver a casa juntos.
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