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Paz y Ciencia

martes, 29 de junio de 2010

Proceso Terapéutico


Una llegada y una despedida pueden ser dos momentos de conexión, lo objetivable y riguroso del tratamiento se dispone en el espacio, en el encuadre, en las reglas y variables que se establecen en el tratamiento. No obstante la apertura y cierre de una sesión o de un proceso terapéutico es algo que hay que refinar durante el análisis. No vale técnica sino hay conexión, si las dos personas reunidas en ese espacio de mente común, de atmósfera confiable y compartida no han desarrollado una mutua confianza y una recíproca relación de trabajo en equipo.
El análisis clásico y las psicoterapias clásicas parten de una asimetría funcional entre terapeuta y paciente, recuerdo alguien que decía que el sillón del analista-terapeuta debía estar más alto que el del paciente. Esto son artificios huecos, como el usar siempre el mismo perfume o ambientador. En todo caso son elementos estables de la atmósfera y tampoco hay que considerarlos vagos e imprecisos.
Ahora bien, el trabajo de apertura y cierre tiene el premio del recorrido llevado o del recorrido por llevar, es importante la primera sesión, como lo es la última. Abrir el campo analítico es "por decreto" una cuestión de gran importancia técnica. El cierre es una cuestión de separación donde todo lo recogido en el análisis se ha incorporado al aparato psíquico del paciente con una metabolización propia del trabajo del paciente, que movilizado ha pensado y sentido las vicisitudes del tratamiento en una relación emocional con el terapeuta. Esto, en ocasiones puede llegar a causar incluso algo de vergüenza, esto es otro elemento de análisis ya que dice de la estructura caracterial del sujeto en un contexto determinado.
Por tanto durante el análisis la persona puede superar los bloqueos emocionales que el ambiente y/o sus propias características le han llevado a consulta. Es un gesto de coraje la llegada y un gesto de coraje el cierre, siempre que el malestar haya sido erradicado suficientemente para establecer un nuevo comienzo, desde otra perpectiva, construyendo una nueva realidad que le saque de la compulsión a la repetición y que le desquite de etiquetas, diagnósticos y otros productos institucionales. Esto, como regla general tiene excepciones que hay que conservar y respetar.
El proceso terapéutico es un recorrido conjunto por los vericuetos del mundo interno del paciente a través de las vivencias íntimas y privadas que el paciente pueda traducir al lenguaje y recoger por el analista para dar sentido a los aportes del paciente, dándoles una perspectiva en espejo vía interpretación y señalamiento. Existen otras técnicas que deben ser utilizadas en momentos más concretos y medidas con rigor. Lo que quiero dejar claro es que detrás del empirismo, la observación rigurosa y racional existe una conexión emocional que sólo pueden entender los dos miembros de la relación que se gesta. Esto explica la incredulidad de algunos familiares y allegados que no conciben el entender la profundidad del trato con el analista. Es allí donde debemos ser decorosos y emocionalmente comedidos para, al mismo tiempo ser generosos, ya que como decía Freud, dar poco cuando se recibe mucho puede ser un error técnico. Yo diría que es humanamente impropio y que hay que corresponder en un recorrido de ida y vuelta, para eso el analista quizá deba hacer algunas escapadas del modelo rígido impuesto por Freud, que al mismo tiempo fue un creador que avanzó mucho en su modelo gracias a las comunicaciones con Fliess, Jung, Ferenczi y otros.

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