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Paz y Ciencia

miércoles, 30 de junio de 2010

Ni enfermedad ni trastorno, persona.

Estos días estamos sensibilizados en torno a las enfermedades paradigmáticas de la salud mental. Los señores que se reúnen para construir y compilar el DSM consideran que la enfermedad mental no existe siempre y cuando no haya pruebas objetivables, signos fisiopatológicos, como lo puede ser en la diabetes, símil que se suele emplear.
La palabra elegida, en la era de lo políticamente correcto es "trastorno". Creo que es importante conocer las vivencias de estas personas y conocer también cual puede ser el curso de su enfermedad según estudios estadísticos, que es el trabajo que realiza el DSM.
Por ello, aunque no me guste encasillar a la gente es útil el manual, ahora DSM-IV-TR y pronto DSM-V. Lo que me apasiona de este trabajo es detectar y disfrutar de ciertas tendencias cognitivas y emocionales de las personas con problemas psíquicos, la percepción, la volición, la conducta y la actitud en el contexto que define el acto es a menudo distinta de la engorrosa media. Por tanto, en lugar de sacar lo bello de estas personas los psiquiatras clásicos y los psicólogos cognitivos y conductuales que no han desarrollado una teoría del sujeto participan de un trabajo de lo observable pero no entienden y estudian la situación dentro del entramado socioafectivo de la persona, son estudios focalizados a pensamientos o conductas pero lejos de la experiencia interna de la persona.
Estas personas tienen medios cada vez más poderosos, utilizando lo virtual también para denunciar la falta de atención que se les presta.
Hace bien poco una prestigiosa psicóloga que atiende a personas con trastorno límite pedía en un lugar de España la existencia de profesionales para ayudar a una asociación, en dicha asociación se sienten solos porque ningún profesional, a su criterio, está dispuesto y preparado para ayudarles. La situación es muy caótica.
Hay que reivindicar el papel del sujeto dentro de la inevitable posibilidad de la existencia de un problema psíquico y saber que con estas personas se puede aprender mucho, de la forma de pensar, de la forma de vivir y de la forma de sentir, sus actitudes a menudo rígidas o demasiado laxas son fuentes de deleite, pero pensemos en un sentido científico y en que nuestro papel es revertir esa perspectiva y aprender de la experiencia de tratar a estas personas. Si nosotros no disfrutamos difícilmente podremos construir un espacio analítico distendido para poder crear nuevas perspectivas y modelar lo afectivo-cognitivo que junto a la actitud y al mundo interno son los pilares del análisis del sujeto.

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