Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: +34 653 379 269. Website: www.rcordobasanz.es Instagram: @psicoletrazaragoza
Freud trata en este texto de explicar la melancolía tomando como referencia el duelo, un afecto que considera normal.
Dado que el tema que interesa a Lacan es otro, la relación entre la constitución del objeto en el deseo y en el duelo, ese es el eje que guiará mi comentario. La cuestión del objeto en el duelo, en el texto de Freud. Y en este sentido, la pérdida es un punto central. Lacan afirma que Freud es el primero que destacó el objeto del duelo. Veamos qué plantea Freud.
Nos dice que el duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces (la patria, la libertad, un ideal, etc.). Nunca se nos ocurrirá considerarlo un estado patológico, ni remitirlo al médico para su tratamiento. (Esto ha cambiado y hoy si se hace)
Duelo y melancolía coinciden en sus características a diferencia de un punto. Comparten el dolor, la pérdida de interés por el mundo exterior (en lo que no recuerde al muerto), la pérdida de la capacidad de escoger un nuevo objeto de amor y el extrañamiento respecto al trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del muerto. Pero en la melancolía aparece además una perturbación del sentimiento de sí, un rebajamiento de sí que no se da en el duelo.
Estos factores forman parte de la realización del trabajo del duelo que se produce del siguiente modo. La realidad muestra que el objeto amado ya no existe y es necesario entonces retirar toda la libido de sus enlaces con el objeto. Sin embargo, a este trabajo se opone el hecho de que el humano no abandona de buen grado una posición libidinal. Este trabajo se realiza entonces pieza por pieza, con un gran gasto de tiempo y energía de investidura y durante ese tiempo la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. El trabajo del duelo absorbe al yo. Es una operación lenta y dolorosa y una vez cumplido el trabajo del duelo, el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido.
Freud plantea entonces que en la melancolía puede ocurrir también una pérdida de un objeto amado, muerto o perdido de forma más ideal, pro ejemplo, como objeto de amor (novia abandonada). Y en otras ocasiones aunque se supone una pérdida, no se sabe lo que se perdió. Esto puede ocurrir aun conociendo la pérdida que ocasiona la melancolía. Es decir, el sujeto puede saber a quién perdió pero no lo que perdió en él. La melancolía se refiere por tanto a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia, algo en lo que se diferencia del duelo.
En el trabajo que el melancólico realiza ante la pérdida, Freud añade a los aspectos ya analizados en el duelo, un enorme empobrecimiento del yo. Si en el duelo el mundo se hace pobre y vacío, en la melancolía eso le ocurre al yo. Describe al yo como indigno, moralmente despreciable y se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo. Freud firma que el melancólico es realmente tan falto de interés e incapaz de amar como dice pero que esto es la consecuencia del trabajo interior que devora su yo. También en otras de sus autoimputaciones parece tener razón y que capta la verdad con más claridad que otros no melancólicos. Afirma que Hamlet hizo una apreciación así de sí mismo y de los demás: “Dad a cada hombre el trato que se merece y ¿quién se salvaría de ser azotado?” (Afirmación que le plantea a Polonio cuando le pide que aloje a los actores.)
En el melancólico por tanto, aunque se puede afirmar que ha sufrido una pérdida en el objeto, de sus declaraciones sobre sí mismo, surge una pérdida en su yo. Vemos que una parte del yo se contrapone a la otra, la aprecia críticamente y la toma por objeto. (Instancia crítica o conciencia moral) Los autorreproches son en el fondo, reproches contra el objeto de amor que se vuelven sobre el yo propio.
El proceso es el siguiente: se elige un objeto, una ligadura de la libido a una persona; una afrenta o desengaño por parte de la persona amada lleva a conmover ese vínculo de objeto; la libido libre, en lugar de dirigirse a otro objeto, se retira sobre el yo. Y ahí sirve para establecer una identificación del yo con el objeto resignado: la sombra del objeto cae sobre el yo que será juzgado por una instancia particular (superyó) como el objeto abandonado. La pérdida del objeto se transforma en pérdida del yo y el conflicto entre el yo y el objeto, en una bipartición entre el yo crítico y el yo alterado por la identificación. La identificación narcisista con el objeto se convierte entonces en el sustituto de la investidura de amor.
La pérdida del objeto también saca a la luz la ambivalencia de los vínculos de amor. En este conflicto, si el amor por el objeto se refugia en la identificación narcisista, el odio se ensaña con ese objeto sustitutivo denigrándolo, haciéndolo sufrir y ganando en este sufrimiento una satisfacción sádica.
Las tres premisas de la melancolía son: pérdida del objeto, ambivalencia y regresión de la libido al yo. La tercera es el factor eficaz de la melancolía.
Freud afirma que pasado el tiempo el yo ha liberado su libido del objeto perdido. El duelo vence la pérdida de objeto que mientras persiste absorbe todas las energías del yo. Para cada uno de los recuerdos y situaciones que muestran a la libido anudada con el objeto perdido, la realidad revela que el objeto no existe y el yo, que podría compartir ese mismo destino, se deja llevar por la suma de satisfacciones narcisistas que le procura estar con vida y de este modo desata su ligazón con el objeto perdido. Este proceso de desasimiento de la libido se produce muy lentamente. El duelo mueve al yo a renunciar al objeto declarándolo muerto y ofreciéndole como premio el permanecer con vida.
Lacan plantea en estos capítulos la cuestión del fantasma y del objeto de deseo en el mismo. Y plantea que el objeto viene a ocupar el lugar de lo que permanece oculto para el sujeto, aquello que sacrifica de sí mismo, la libra de carne empeñada en su vínculo con el significante. Podemos decir, lo que pierde por su entrada en el discurso. Es decir, el objeto de deseo cubre esa pérdida. Y por otro lado, la pérdida del objeto que se produce en el duelo, produce un agujero en lo real. Ese agujero muestra el lugar donde se proyecta el significante faltante, el falo. (Privación, pérdida real de un objeto simbólico)
El objeto del fantasma cubre el agujero que sin embargo la pérdida deja al descubierto. El duelo toca esa pérdida que estaba velada.
¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal, y suspender tu voluntad por encima de ti como una ley?
¿Puedes ser juez para ti mismo y vengador de tu ley?
Terrible cosa es hallarse solo con el juez y vengador de la propia ley. Así es arrojada una estrella al espacio vacío y al soplo helado de la soledad.
Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tú que eres uno solo: hoy conservas aún todo tu valor y todas tus esperanzas.
Mas alguna vez la soledad te fatigará, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará los dientes. Alguna vez gritarás «¡estoy solo!»
Alguna vez dejarás de ver tu altura y contemplarás demasiado cerca tu bajeza; tu sublimidad misma te aterrorizará como un fantasma. Alguna vez gritarás: « ¡Todo es falso!»
Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen, ellos mismos tienen que morir entonces! Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?
¿Conoces ya, hermano mío, la palabra «desprecio»? ¿Y el tormento de tu justicia, de ser justo con quienes te desprecian?
Tú fuerzas a muchos a cambiar de doctrina acerca de tí; esto te lo hacen pagar caro. Te aproximaste a ellos y pasaste de largo: esto no te lo perdonan nunca.
Tú caminas por encima de ellos; pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos es, sin embargo, el que vuela.
«¡Cómo vais a ser justos conmigo! -tienes que decir - yo elijo para mí vuestra injusticia como la parte que me ha sido asignada».
Injusticia y suciedad arrojan ellos al solitario: pero, hermano mío, si quieres ser una estrella, ¡no tienes que iluminarlos menos por eso!
¡Y guárdate de los buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan una virtud para sí mismos, odian al solitario.
¡Guárdate también de la santa simplicidad! Para ella no es santo lo que no es simple; también le gusta jugar con el fuego - con el fuego de las hogueras para quemar seres humanos.
¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Con demasiada prisa tiende el solitario la mano a aquel con quien se encuentra.
A ciertos hombres no te es licito darles la mano, sino sólo la pata: y yo quiero que tu pata tenga también garras.
Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás siempre tú mismo; a ti mismo te acechas tú en las cavernas y en los bosques.
¡Solitario, tú recorres el camino que lleva a ti mismo! ¡Y tu camino pasa al lado de ti mismo y de tus siete demonios!
Un hereje serás para ti mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y un impío y un malvado.
Tienes que querer consumirte a ti mismo en tu propia llama: ¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza!
Solitario tu recorres el camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para ti un Dios!
Solitario, tú recorres el camino del amante: te amas a ti mismo, y por ello te desprecias como sólo los amantes saben despreciar.
¡El amante quiere crear porque desprecia! ¡Qué sabe del amor el que no tuvo que despreciar precisamente aquello que amaba!
Vete a tu soledad con tu amor y con tu crear, hermano mío; sólo más tarde te seguirá la justicia cojeando.
Vete con tus lágrimas a tu soledad, hermano mío. Yo amo a quien quiere crear por encima de sí mismo, y por ello perece. -
El propósito principal de Modernidad líquida es tratar de responder las preguntas que la sociedad moderna nos plantea, una tarea nada fácil. Zygmunt Bauman realiza un valioso análisis sociológico.
Uno de los puntos relevantes del texto es que nos encontramos ante la disolución del sentido de pertenencia social del ser humano para dar paso a una marcada individualidad.
Cuando el ser humano tiene posibilidades reales de ser independiente, la sociedad ya no es aquella suma de individualidades sino el conjunto de las mismas.
La modernidad líquida -como categoría sociológica- es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados.
La metáfora de la liquidez -propuesta por Bauman- intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones.
Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante -incierta- y cada vez más imprevisible, es la decadencia del Estado del bienestar.
La modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta; la cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro.
Modernidad Líquida ¿Qué es?
En Modernidad Líquida Zygmunt Bauman explora cuáles son los atributos de la sociedad capitalista que han permanecido en el tiempo y cuáles las características que han cambiado.
El autor busca remarcar los trazos que eran levemente visibles en las etapas tempranas de la acumulación pero que se vuelven centrales en la fase tardía de la modernidad. Una de esas características es el individualismo que marca nuestras relaciones y las torna precarias, transitorias y volátiles.
La modernidad líquida es una figura del cambio y de la transitoriedad: “Los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados”.
Franco Basaglia y sus logros colectivos nos orientan: abrieron las puertas, cerraron el manicomio, abrieron los servicios territoriales, cerraron camino a la desasistencia y el abandono, abrieron las cooperativas, cerraron chances a la desocupación y al trabajo indigno, abrieron las microareas cerrando espacio a la segregación.
Abrieron las preguntas que hoy nos orientan ante las transformaciones pendientes en nuestros territorios. Y abrieron la resonancia de que hay que abrir, y seguir abriendo… para poder cerrar.
Máximo representante del movimiento para deconstruir los manicomios. Fue un psiquiatra italiano que influyó en todo el mundo, pionero en la lucha cultural y política en salud mental para lograr la paulatina clausura de las instituciones manicomiales. Promovió y militó la Ley 180 que ordenó el cierre de los manicomios y abrir servicios en los territorios. Hoy, conocida como «Ley Basaglia» y que cumple 40 años. Su obra y compromiso para restituir derechos a los usuarios de servicios de salud mental continua desde la Conferencia Permanente para la Salud Mental en el Mundo Franco Basaglia (http://www.confbasaglia.org/), que constituye una referencia internacional para establecer y fortalecer el paradigma de la salud mental comunitaria y desde múltiples actores y espacios que se disponen a sus resonancias.
A continuación, un acercamiento a sus ideas con algunas citas textuales deFranco Basaglia y una entrevista que le realizó el documentalista Nino Vascon cuando Basaglia dirigía el hospital mental de Gorizia:
“-¿Y qué se puede hacer hasta que la institución no se abre? ¡Abrir la institución!” Conferencias Brasileñas 1979,
Franco Basaglia
“La ideología dominante es que el loco es peligroso y tiene que estar encerrado en un manicomio. Por esto, el inicio del trabajo consiste en convencer de que las cosas no son así. Día a día tratamos de mostrar que cambiando concretamente la relación con el internado, cambiaba el sentido de esta relación. El enfermero empezó a convencerse que su trabajo podría ser diferente y a convertirse en un agente de transformación. Por otro lado, para convencer a la población era necesario llevar el internado a la calle, en la vida social. Y con esto estimulamos la agresión de la ciudad en contra de nosotros. Teníamos que crear una situación de tensión, para mostrar el cambio en curso. Con el tiempo la ciudad ha entendido lo que estaba sucediendo. Lo más importante en la formación de los enfermeros fue que el nuevo tipo de realidad les ha llevado a no depender del médico, a ser operadores que podían tomar decisiones por su cuenta”. Conferencias Brasileñas, 1979.
“Lo importante es que hemos demostrado que lo imposible se hace posible. Diez, quince, veinte años atrás era impensable que el manicomio se pudiera destruir. Tal vez los manicomios volverán nuevamente a ser cerrados y tal vez más cerrados que antes, no lo sé, pero de todos modos hemos demostrado que se puede asistir a la persona con problemas mentales de otra manera, y este testimonio es fundamental. Yo no creo que el hecho de que una acción logre generalizarse signifique que ganamos. El punto importante es otro, es que ahora sabemos lo que se puede hacer…» Conferencias Brasileñas, 1979.
FB: «Bajo toda enfermedad psíquica hay un conflicto social.»
FB: «Al manicomio va la gente que no tiene voz, la palabra; es decir, los pobres, los desheredados»
“Lo que se va evidenciando en las nuevas estructuras psiquiátricas, todavía restringidas dentro de los límites de la inversión del sistema tradicional, es que el hospital psiquiátrico no es una institución que cura, sino una comunidad que se cura enfrentando las propias contradicciones, dado que se trata de comunidades reales, ricas de todas las contradicciones que caracterizan justamente a la realidad. Por eso, desde el momento en que el mundo institucional no quede ya encerrado dentro de los confines de una realidad artificiosa, llegará a encontrarse cara a cara con el mundo exterior que, a su vez, deberá aprender y aceptar sus propias contradicciones, al no tener ya un lugar dónde relegarlas. En este sentido, se puede hablar de un encuentro de las dos comunidades (la exterior y la interior), que se ha concretado físicamente ya en la expansión de la ciudad hasta la periferia donde, en un tiempo, estaba confinada la casa de la locura, y en el desenvolverse de la comunidad clausurada que -en su manifestarse una comunidad viva, real y contradictoria deberá encontrarse dialécticamente con la realidad que la ha parido. Así se podrá minar al mismo tiempo la ideología del hospital como aparato que cura, como fantasma terapéutico, como lugar sin contradicciones, y la ideología de una sociedad que, negando sus propias contradicciones, quiere reconocerse como una sociedad sana.” ¿Qué es la psiquiatría?
“La aplicación de esta normativa será tanto más posible cuanto más se acompañará desde abajo, en las administraciones locales, en las instituciones por separado, en las uniones periféricas de técnicos y de usuarios, en los movimientos políticos y sindicales, la voluntad de superar tanto históricas carencias y retrasos, como la histórica ausencia o distancia de la población de la gestión de las instituciones”. Franco Basaglia Maria Giannichedda, Ley y psiquiatria.
«La condena de ser loco y pobre. Alternativas al manicomio. Franco Basaglia-Topia Editorial, 2013»
A continuación publicamos la entrevista realizada por el documentalista Nino Vascon a Franco Basaglia con motivo del registro de la tarea realizada por bajo la dirección de Basaglia en el hospital mental de Gorizia. Publicada en el libro La institución negada, Italia, 1968.
-VASCON: Dado que la vida del hospital está regulada por las asambleas, podemos deducir de ello que éstas constituyen el hecho más importante de la comunidad. ¿Son necesarias, útiles o terapéuticas? ¿Cuál es su finalidad? ¿Es indispensable que sean frecuentes?
-BASAGLIA: Nuestras reuniones no pueden ser consideradas como una psicoterapia de grupo, es decir, no tienen una base psicodinámica en su desarrollo o interpretación. Más bien podrían englobarse en la significación general de la dinámica de grupo, sin ninguna referencia específica a este tipo particular de psicoterapia. Dicho de otro modo, las reuniones que se llevan a cabo durante el día tienen esencialmente dos significados:
1) ofrecer al enfermo, en el marco del hospital, varias alternativas (asistir a las reuniones, ir a trabajar, no hacer nada, permanecer en el pabellón, ocuparse en otras actividades secundarias) y 2) crear un terreno de comparación y de verificación recíprocas.
Que un enfermo participe en las reuniones significa que su nivel de espontaneidad es suficientemente elevado, ya que acepta la comparación con los otros. Generalmente, en cambio, la psicoterapia de grupo implica una cierta obligación a participar en ella: los grupos son estimulados y animados por una inteligencia médica. Aquí intentamos actuar de manera que la vida de la comunidad, la vida cotidiana, no esté regulada por una inteligencia médica, sino que sea el resultado de la actividad espontánea de todos los que, de un modo u otro, participan en la vida del hospital. Como habrá usted podido constatar, los médicos, por ejemplo, no participan siempre en todas las reuniones. Probablemente porque se lo impiden otras actividades sanitarias, pero también es posible que quieran evitar expresar en estas reuniones un estado de tensión personal o de agresividad. Y lo mismo sucede con los enfermeros. Estos ejemplos demuestran que la presencia o la ausencia de los personajes y de las jerarquías de la vida institucional, son por sí mismas significativas. Las reuniones sólo tienen peso y valor en la medida en que la presencia de una persona es la expresión de una decisión, una elección entre diversas posibilidades. Tal vez éste sea el principal significado de todas las actividades que se desarrollan a lo largo de la jornada, actividades en parte espontáneas y en parte organizadas por el staff médico. Procurar que tengan lugar continuas elecciones: esta es la base de nuestro trabajo. Las personas en cuestión deben poder tomar sus decisiones sin estar organizadas hacia un fin determinado. Es importante que dicha espontaneidad de elección nazca de la participación de todos los miembros de la comunidad, médicos, enfermeros y enfermos, sin pretender crear, naturalmente, una realidad artificial que no tenga en cuenta la situación, el rol social, el status del enfermo, que es diferente al del médico y al del enfermero. El enfermo aún está atado, desgraciadamente, a una realidad social que le considera un individuo sin ningún derecho. Ponemos entre paréntesis el hecho de que no se le considere como una «persona», del mismo modo que ponemos entre paréntesis la enfermedad.
-VASCON: De cualquier modo, vistas desde el exterior, estas reuniones dan la impresión de ser el motor de la comunidad.
-BASAGLIA: Y lo son, pero sólo si se las considera como la ocasión, para los miembros de la comunidad, de encontrarse y de compararse: éste es su único significado. El hecho de que el enfermo tenga un status social, un papel diverso al de los enfermeros y médicos, es motivo de comparación y de discusión en las reuniones. A través de esta discusión cada uno va aclarando su propia posición. El enfermo ve en los médicos y en los enfermeros a personas «libres», poniendo en duda el papel privilegiado que ejercen en el seno de la institución; es decir, que analiza, frente a un poder exclusivo, su condición de excluido. Por otra parte, a los ojos de los enfermos, médicos y enfermeros no representan sólo el límite de la realidad, sino también el rechazo, a través de la negación dialéctica de su cometido social, de ser excluyentes. El cometido social del psiquiatra y de los enfermeros, coincide en que ambos son objetivados y determinados, en relación con el enfermo, con el papel de carceleros y defensores de la sociedad. En cierto sentido —tal vez en un grado diferente—, los psiquiatras mismos son excluidos, en la medida en que hacen inconscientemente el juego a la clase dominante. Sobre estas bases se establece el nivel de reciprocidad que permite la confrontación.
-VASCON: Entonces, para ofrecer al enfermo un status social nuevo, o renovado, sobre todo en relación con el exterior que se lo niega, es necesario dárselo de un modo continuo…
-BASAGLIA: De un modo continuo e independientemente de cualquier interpretación de tipo psicodinámico de las reuniones y de los grupos. Consideramos que la primera realidad del enfermo es ser un hombre sin derechos, e intentamos partir de esta realidad. La rehabilitación sólo es posible a partir de este hecho real: el enfermo es un hombre sin derechos, y nosotros discutimos con él este «ser sin derechos». El enfermo es un excluido y nosotros discutimos con él su exclusión.
-VASCON: Se tiene la sensación, desde el exterior, de que están ustedes prescindiendo de la enfermedad, como si ésta no existiera.
-BASAGLIA: No es que prescindamos de la enfermedad, sino que, para entrar en relación con un individuo consideramos necesario no tener en cuenta la etiqueta que le define. Yo entro en relación con un hombre por lo que es y no por el nombre que lleva. Por tanto, si yo digo: «este individuo es un esquizofrénico» (con todo lo que implica, por razones culturales, este término), yo me relaciono con él de una forma particular; es decir, sabiendo que la esquizofrenia es una enfermedad contra la cual nada puede hacerse; mi posición sólo podrá ser la de un hombre que únicamente espera la «esquizofrenicidad» por parte de su interlocutor. Se comprende, pues, que sobre estas bases la vieja psiquiatría haya relegado, aprisionado y excluido al enfermo, considerando que no había para él ningún medio ni instrumento de curación. Por ello es necesario aproximarse al enfermo poniendo la enfermedad entre paréntesis, porque la definición del síndrome ha alcanzado ya el peso de un juicio de valor, de una etiqueta, que sobrepasa la significación real de la enfermedad en sí misma. El diagnóstico tiene el valor de un juicio discriminatorio, sin que por ello se niegue que el paciente esté, de algún modo, enfermo. Éste es el sentido de que pongamos entre paréntesis la enfermedad, que es colocar entre paréntesis la definición y la etiqueta. Lo esencial es tomar conciencia de lo que representa este individuo para mí, cuál es la realidad social en que vive, cuál es su relación con esta realidad. Por este motivo son importantes las reuniones: porque constituyen el terreno donde se hace posible una confrontación, más allá de cualquier categorización. Se trata de individuos hospitalizados a causa de su enfermedad. Y de su constante confrontación con la realidad, puede surgir la posibilidad de comprender algo de su enfermedad.
-VASCON: Está usted hablando de despsiquiatrización de su trabajo.
-BASAGLIA: La despsiquiatrización es, en cierto modo, nuestro leitmotiv. Es el intento de poner entre paréntesis cualquier esquema, con el fin de actuar en un terreno aún no codificado ni definido. Para empezar, sólo se puede negar todo lo que nos rodea: la enfermedad, nuestro cometido social, nuestro papel. Negamos, por tanto, todo lo que pueda dar a nuestra acción una connotación ya definida. A partir del momento en que negamos nuestro cometido social, negamos al enfermo como enfermo irrecuperable, y por extensión nuestro papel de simples carceleros, de responsables del orden público. Al negar al enfermo como irrecuperable, negamos también su connotación psiquiátrica. Al negar su connotación psiquiátrica, negamos su enfermedad como definición científica. Al negar su enfermedad, despsiquiatrizamos nuestro trabajo y lo iniciamos en un nuevo terreno, donde todo está aún por hacerse.
-VASCON: ¿Cuál es el punto de partida para ustedes?
-BASAGLIA: Hemos partido de la realidad del manicomio, que es trágica porque es opresiva. No era posible que centenares de seres viviesen en unas condiciones de vida inhumanas por el sólo hecho de ser enfermos, y no era posible que nosotros, en calidad de psiquiatras, nos convirtiésemos en artífices y cómplices de tal situación. El enfermo mental es «enfermo» sobre todo porque es un excluido, y está abandonado por todos. Porque es una persona sin derechos, en contra de la cual todo es posible. Por ello, nosotros negamos dialécticamente nuestro cometido social —que nos pide considerar al enfermo como un no-hombre—. También negamos por extensión, en el plano de lo práctico, la no-humanidad del enfermo como último resultado de su enfermedad, e imputamos el nivel de destrucción a la violencia misma del asilo, del instituto, cuyas mortificaciones, prevaricaciones e imposiciones, nos remiten automáticamente a la violencia, a las prevaricaciones y a las mortificaciones sobre las cuales se funda nuestro sistema social. Si todo esto ha podido suceder es porque la ciencia —siempre al servicio de la clase dominante—, decidió que el enfermo mental era un enfermo incomprensible y, como tal, peligroso y de reacciones imprevisibles, dejándole como única posibilidad la muerte civil.
Pequeño fragmento del libro «Cuando todo se derrumba» de Pema Chödron.
«En cualquier caso, cuando nos desfondamos y no podemos encontrar nada a lo que agarrarnos, sentimos un gran dolor…
Cuando las cosas se muestran inestables y nada funciona quizá nos demos cuenta de que estamos a punto de entrar en algo. Tal vez entendamos que es un lugar muy tierno y vulnerable, y que la ternura puede ir en ambos sentidos. Podemos encerrarnos en nosotros mismos y estar resentidos o podemos entrar en contacto con esa cualidad palpitante. Definitivamente, hay algo tierno y palpitante en la sensación de no tener dónde agarrarse.
Es una especie de prueba, el tipo de prueba que necesitan los guerreros espirituales para despertar sus corazones. A veces nos encontramos en ese lugar a causa de una enfermedad o de una muerte, y experimentamos una sensación de pérdida: pérdida de nuestros seres queridos, pérdida de nuestra juventud, pérdida de nuestra vida…
… Que todo se nos venga abajo es una prueba y también una especie de curación. Pensamos que la cuestión es pasar la prueba o superar el problema, pero en realidad las cosas no se resuelven. Las cosas se caen a pedazos y después estos se vuelven a juntar. Simplemente sucede así. La curación proviene del hecho de dejar espacio para que todo esto ocurra: espacio para la pena, para el alivio, para la aflicción y para la alegría.
Podemos pensar que algo nos va a producir placer, pero no sabemos que va a ocurrir en realidad. Podemos pensar que algo nos va a hacer sufrir, pero tampoco lo sabemos con certeza. Lo más importante de todo es dejar sitio para el no saber. Tratamos de hacer lo que pensamos que nos puede ayudar, pero no sabemos. Nunca sabemos si nos vamos a caer redondos o si vamos a aguantar derechos. Cuando vivimos una gran decepción, no sabemos si ahí se acaba la historia; también podría ser el principio de una gran aventura…
…Cuando todo se derrumba y estamos a punto de no se sabe qué , la prueba para cada uno de nosotros es quedarnos en ese punto, en ese límite y no concretar. El camino espiritual no consiste en llegar al cielo y finalmente acceder a un lugar magnífico. De hecho, esta manera de mirar las cosas es lo que nos hace ser desgraciados…
La vida es un buen maestro y un buen amigo… las cosas están siempre en transición. Nada sucede al gusto de nuestros sueños. El hecho de sentirse fuera de sitio, en un estado de descentramiento, es una situación ideal, una situación en la que ya no permanecemos atrapados y podemos abrir nuestros corazones y mentes más allá de sus anteriores límites. Es un estado muy sensible, no agresivo y de final abierto.
Permanecer en esa agitación, permanecer con el corazón roto, con el estómago revuelto, con el sentimiento de estar desvalidado… esa es la senda del verdadero despertar. Adherirse a esa incertidumbre, pillarle el truco a relajarse en medio del caos, aprender a no tener pánico: esta es la senda espiritual.»
Sacado de Chödron, P. Cuando todo se derrumba (1998, 2ª edición 2013). Madrid: Gaia Ediciones.
Marian Donner, contra la autoayuda': “Si queremos estar menos estresados tenemos que cambiar el mundo”
Entrevista a la periodista y psicóloga holandesa Marian Donner sobre su último libro ‘Manifiesto en contra de la autoayuda en defensa de la autodestrucción’
La autora reflexiona sobre la sociedad actual que nos empuja a sacar la mejor versión de nosotros mismos no para que seamos más felices, sino para mantenernos en condiciones óptimas para seguir produciendo
Marian Donner se ha convertido en uno de los mayores azotes de nuestro tiempo contra la ideología que sostiene la industria de la autoayuda. Para ella, el fracaso de la autoayuda -que propone que el éxito y la felicidad son una elección personal- es más evidente que nunca en este momento de la historia en el que el estado de la salud mental de la humanidad no está lo que se dice para tirar cohetes (la depresión, el estrés y los trastornos psicológicos van en aumento).
Ante este panorama, la llamada industria de la felicidad se ha fijado justo en la otra cara de la moneda: la precariedad de la salud mental del planeta es señal de que hace falta mucha ayuda. De esta interpretación han surgido todo tipo de propuestas para que las personas sean más felices. Vivimos en un bombardeo constante de libros, charlas TED, cursos y podcast sobre cómo alcanzar el ansiado bienestar y la felicidad. Pero la periodista y psicóloga Marian Donner va mucho más allá. Su Manifiesto en contra de la autoayuda y en defensa de la autoedestrucción (Libros Cúpula 2021) es una crítica a un sistema que nos debilita como individuos porque nos empuja a estar bien, a querernos y cuidarnos a nosotros mismos con la única y perversa intención de que seamos más productivos, que sigamos en las mejores condiciones para seguir trabajando y produciendo.
Pregunta: ¿Todas las autoayudas son iguales? Porque yo veo que hay muchos tipos: desde la del charlatán que nos “obliga a ser felices” y solo sirve para generar frustración, pero también hay muchas publicaciones de reconocidos profesionales de la psiquiatría, psicología, que sí están ayudando a las personas a estar mejor. Hay muchas personas que no tienen acceso a terapia o bien por falta de recurso o bien por el estigma que todavía existe sobre la salud mental.
Respuesta: Estoy de acuerdo, no son iguales y algunos métodos pueden ser realmente útiles. A mí mismo me gusta mucho la Stoa, la filosofía griega, que básicamente dice que no puedes controlar lo que te sucede, pero puedes controlar cómo reaccionas. Pero aún así, al final, la autoayuda siempre te da una perspectiva individual. No cambia tu entorno ni ayuda a otras personas. Si tres de tus colegas están estresados pero tú no, puedes sentirte aliviado e incluso orgulloso de cuánto puedes llegar a soportar. Pero el hecho de que las otras tres personas estén mal, es una señal de que tu entorno de trabajo no es saludable. El hecho de que sobrevivas, incluso de que te sientas bien, no significa que estés bien.
P: Lo cierto es que la autoayuda está sirviendo a muchas personas ¿qué tiene de malo si eso ayuda a millones de personas a estar mejor? Unos, para sentirse mejor, salen de copas con los amigos, otros van a la montaña, otros se refugian en la religión, otros leen autoayuda sin hacer daño a nadie…
R: Por supuesto, si funciona para ti, ¡adelante! ¡Realmente lo digo en serio! Mi atención se centra principalmente en la industria en sí, la ideología que vende. Porque recuerda: este es un negocio de mil millones de dólares. De hecho, la industria de la autoayuda es una de las más grandes del mundo, especialmente si también incluimos libros de dieta o cursos de salud, o cualquier otra cosa que te indique que necesitas cambiar para ser feliz, exitoso o mejor persona. Porque para ganar estos miles de millones, primero también tienes que convencer a la gente de que algo anda mal con ellos. Pero aún así, nunca criticaré a nadie que haga uso de esta autoayuda, al menos espero no hacerlo. Estoy tratando de ver la sociedad como un todo -cultura e ideología- y decir a las personas que todavía no se sienten lo suficientemente bien (aunque también lean todas estas autoayudas) lo siguiente: “por favor, tú no eres el problema aquí. El problema radica en el mundo en el que vivimos”.
Veo tanta culpa y vergüenza en las personas de hoy en día que sienten que no son lo suficientemente buenas porque no pueden crecer, porque no se han convertido en una mejor persona (Marian Donner)
P: Las críticas a la autoyuda y la industria de la felicidad viene siempre de la misma manera: acusan a esta corriente de vender que uno puede con todo, que es capaz de todo, que si quiere puede. Pero si uno profundiza un poco en la psicología positiva, en el coaching ontológico, en la filosofía budista -que tan de moda se ha puesto- se da cuenta enseguida de que ese no es el mensaje: el mensaje es uno muy distinto. Es más bien este: “El sufrimiento forma parte de la vida, querer no sufrir genera más sufrimiento aún. Date permiso para ser humano. La felicidad no es tener la obligación de estar contento con lo que hay y poner buena cara al mal tiempo…es aceptar que uno es vulnerable, que uno sufre, que no siempre es posible conseguir todo lo que uno se propone”.
R: Estoy totalmente de acuerdo con esto, y también con la importancia de este mensaje, especialmente en estos tiempos en los que nuestra propia vida se presenta como factible y manejable: el éxito es una elección, la felicidad es una elección, etc. Porque efectivamente, el sufrimiento es parte de la vida y de ninguna manera vas a escapar y el destino te golpeará. Pero… también existe un peligro para esta forma de pensar, especialmente hoy en día. Porque también hay sufrimiento que se puede aliviar si adoptamos una perspectiva más amplia. El hecho de que tanta gente esté deprimida, tanta gente se sienta atrapada en un trabajo de mierda o no pueda encontrar una casa asequible…todo eso es el resultado de políticas socioeconómicas que no tienen que ser aceptadas. Tomemos, por ejemplo, el único consejo que leo mucho estos días: que no debes poner el listón tan alto. La gente quiere demasiado, quiere el amor verdadero, un trabajo significativo, el éxito, quiere ser el mejor en todo. Pero, antes que nada, esto no tiene en cuenta que ahí fuera, el listón ya está muy alto lo queramos o no: si quieres un trabajo digno hay un centenar de candidatos más de en todo el mundo con un mejor currículum, mejores calificaciones y mejores aficciones que tú. Y segundo: no es tanto pedir querer tener una casa asequible, tener un título que valga algo o tener políticos que pongan a la gente por encima de las ganancias. En otras palabras: también hay muchas cosas que puedes pedir o incluso exigir. El riesgo de la aceptación es que aceptas las cosas incorrectas. Y mientras digo esto, pienso: tal vez esto es a lo que se reduce todo. Es exactamente como la antigua Oración de la serenidad cristiana:“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el coraje para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia”. Quizás esto es lo que pretendo hacer, o espero hacer: intentar dar un poco de sabiduría sobre lo que no tienes que aceptar. Quizás ahí es donde estamos de acuerdo.
P: ¿No puede haber ocurrido que el marketing de la autoayuda ha pervertido el mensaje con eslóganes como “just do it” o “puedes ser feliz si te lo propones”?
R: Más que un énfasis en la felicidad, veo que la autoayuda pone un enorme énfasis en la optimización personal, en convertirse en la mejor versión de uno mismo. Es por eso que hoy en día se hace mucho hincapié en el duelo y en cómo afrontarlo. Pero -y creo que esta es quizás la mayor basura mental de la autoayuda- a menudo ocurre que la tristeza también tiene que ser una lección para eventualmente convertirse en una mejor persona. Las historias están en todas partes, en la televisión, en revistas y libros, historias sobre la depresión, el abuso y las adicciones, de alguien que perdió a su madre, a su hijo o a sí mismo, pero casi siempre se presenta como una lección. El narrador de esta historia ha crecido, se ha vuelto más apreciativo de la vida, entabla relaciones más profundas, aprecia lo pequeño, está comprometido con una comunidad, etc. Crecimiento postraumático, se le suele llamar. Las celebridades, en particular, tienen la habilidad de hablar sobre los bajones por los que pasaron una vez, pero ahora han quedado atrás y han aprendido mucho. Casi se ha convertido en una especie de insignia de honor para demostrar que eres una persona mejor y más sabia (que el resto). Pero, ¿y si pierdes a tu hijo y no aprendes nada de éso?, ¿y si estás increíblemente triste por eso? Entonces, es cuando puedes sentir que estás fallando. Porque esa experiencia dolorosa no te convierte en una mejor persona. Veo tanta culpa y vergüenza en las personas de hoy en día que sienten que no son lo suficientemente buenas porque no pueden crecer, porque no se han convertido en una mejor persona, sino que simplemente se sientan en un sofá y miran Netflix todo el día. Pero eso está bien. Estoy de acuerdo contigo en que la aceptación del sufrimiento marca la diferencia. Darse cuenta de que está sucediendo, de que no te hace una mejor persona, de que solo empeoró tu vida y de que eso te va a llevar a sentarte en un sofá, sabiendo que un día te levantarás de nuevo…porque eso es lo que la gente hace.
P:En definitiva, a pesar del título, el manifiesto en contra de la autoayuda parace más bien un manfiesto contra la sociedad actual, el consumismo, la tiranía de la productividad, el borreguismo, la cultura de lo estético, de la inmediatez, del placer…
P: ¡Sí, definitivamente! El Manifiesto contra la autoayuda parece más una crítica de la sociedad actual, del consumismo, de la tiranía de la productividad, de la eficiencia, de esta sociedad neoliberal donde todo y todos se reducen a un producto que se puede negociar. El mercado de oferta y demanda, ya sea vivienda, educación o personas, donde para ello tenemos que invertir en nosotros mismos, para optimizar nuestro valor transaccional, para aumentar nuestros números (las calificaciones que obtenemos, los números de nuestras nóminas, del sueldo, cuántos kilómetros corres, cuántos pasos das, cuántos “me gusta” y seguidores acumulas) y todo lo exhibimos ...
Lo que la autoayuda finalmente te enseña es a cómo adaptarte mejor a esta sociedad, a cómo aceptar sus males y ser capaz de soportar lo insoportable ( Marian Donner)
P: El movimiento de la autoayuda que criticas en el manifiesto... ¿es la causa de todos los males de esta sociedad?
R: No, la industria de la autoayuda no es de ninguna manera la causa de estos males, es solo un muy buen ejemplo de una forma de pensar dominante, una ideología, que nos mantiene a raya. ¿Qué hace? pues personaliza lo político. Nos dice que nuestros problemas son problemas individuales. Que es nuestra propia culpa si estamos estresados o infelices o si trabajamos demasiado duro por muy poco (y aún así no podemos encontrar una casa o pagar el alquiler). Así es como funciona: cuando estás deprimido, estresado, agotado, no puedes dormir, te sientes defectuoso, perdido… te dicen: haz yoga, mindfullness, aprende a decir que no, apaga el teléfono, etc. Como si el problema estuviera en tu cerebro, o en la falta de fuerza de voluntad, o en la perseverancia o la positividad. Pero mientras tanto, vivimos en un mundo donde la gente sigue trabajando cada vez más duro -como muestran las estadísticas- hacemos más en menos tiempo, los precios de la vivienda siguen aumentando, la inseguridad crece, la desigualdad crece, las redes de seguridad están desapareciendo, el tejido social se está disolviendo, un mundo donde nos bombardean a diario con imágenes de personas que son mucho más guapas, exitosas y felices que nosotros, donde la ideología te dice que es tu propia culpa, que no puedes competir, y donde la mayoría de la gente vive con una carencia crónica de tiempo y de sentido ¡Por supuesto que están estresados y deprimidos y no pueden dormir! Entonces, lo que la autoayuda finalmente te enseña es a cómo adaptarte mejor a esta sociedad, a cómo aceptar sus males y ser capaz de soportar lo insoportable. Pero como dijo una vez el maestro espiritual Krishnamurti: "No es una medida de salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma". Esta sociedad lo desgasta todo y a todos, ya sean personas, animales o el planeta mismo.
P: Utilizas mucho la expresión: necesitas darte cuenta de que el problema no lo tienes tú, el problema lo tiene el mundo. Entonces mi pregunta es…¿es que acaso tú y yo no somos el mundo?, ¿qué es el mundo exactamente para ti?
R: Cuando digo el mundo, me refiero al sistema socioeconómico que gobierna este mundo, a las leyes que han dado tanto poder a las multinacionales, al hecho de que la economía y la política se rigen por el crecimiento, a que todo gira en torno a la productividad y la eficiencia, a que todo se ha reducido a un producto y que nosotros, la gente, hemos interiorizado su ideología. ¡Y qué difícil es escapar de eso como individuo! Pero eso todavía es posible. Porque al final, de hecho, somos nosotros los que formamos este sistema y este mundo. Una vez leí una entrevista con el sociólogo Wiesław Lukaszjesk de Poolse y le preguntaron si la gente puede cambiar, que es una muy buena pregunta, porque eso es lo que mucha gente quiere hoy en día: quieren cambiarse a sí mismos para ser más positivos, más productivos, más tolerantes, etc. Y creen que esta transformación comienza por ellos mismos. Pero, dice Lukaszjesk que no es así como funciona. Para cambiar, primero debe cambiar su entorno. El campo psicológico en el que te desenvuelves. El campo de donde provienen las presiones y los hábitos que seguimos automáticamente. Y luego cita a Marx: para cambiarte a ti mismo primero debes cambiar el mundo. Si queremos estar menos estresados, menos deprimidos, sentirnos mejor con nosotros mismos y con nuestras vidas, tenemos que cambiar el mundo. Y encontrar un sistema socioeconómico para gobernarlo distinto al capitalismo.