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Paz y Ciencia
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viernes, 9 de diciembre de 2022

MODERNIDAD LÍQUIDA

 


En vez de reunirse. La economía de mercado se opone a los sistemas de compromiso mutuo porque frenan la expansión mercantil. Como resultado, se percibe que la sociedad no dispone de una «agenda de cambio» que permita a la ciudadanía rebelarse contra el tipo de orden social que han instaurado los mercados financieros.

Según Bauman, la modernidad líquida está disolviendo algunos agentes sociales sólidos como la clase social, la familia, el vecindario. La modernidad está desintegrando estos agentes sociales y los «grupos de referencia» tradicionales que servían a los individuos para orientar sus proyectos vitales están desapareciendo, de forma que la construcción de las identidades individuales y colectivas pasan actualmente por estados de una permanente indefinición y confusión. Al no haber nada predeterminado que sirva de referente y estar profundamente arraigada la «fluidez vital», los individuos se lanzan a la vida con proyectos vitales acosados por la volatilidad del compromiso mutuo y se ven abocados a reinventarse y reformarse según se vayan viendo afectados por la irracionalidad de su entorno “líquido”. Y así llegamos a la conclusión de que el fracaso de cada individuo es debido a su única responsabilidad y nada tiene que ver en ello el mercado financiero en dicho fracaso.

Dice Bauman que la modernidad líquida ha provocado profundas transformaciones en las relaciones sociales dotándolas de un carácter desestructurado que exige que reflexionemos sobre si agentes sociales tradicionales como la familia, el vecindario, la clase social, los sistemas de apoyo mutuo, etc., deben ser resucitados y puestos en valor mediante nuevas formas o bien, darlos por muertos y ofrecerles un decente funeral. Bauman se pregunta si debemos luchar por crear nuevas formas de agentes sociales tradicionales que nos ayuden a orientar nuestras identidades individuales y colectivas o, definitivamente, hay que dejar que dichos agentes desaparezcan.

El valor de las reflexiones de Bauman es innegable en cuanto que nos ofrece una visión muy crítica y revolucionaria de la sociedad del bienestar ¿Podemos los profesionales de la intervención social contribuir a una modernidad sólida a través de nuestro trabajo cotidiano en nuestros equipos de trabajo y hacia las personas y colectivos objeto de nuestras intervenciones? A priori, me parece una ardua tarea, especialmente porque, bajo la inconsciente influencia de esa fragmentación de la modernidad líquida y las dificultades inherentes a las dinámicas grupales para operativizar acuerdos y consensos, podemos tener la tentación de creer que un@ se encuentra compartimentado frente a lo colectivo y, antes de terminar la pregunta, ya se está convencid@ de que es imposible, demasiado complicado. Pero, por otra parte, ¿Quiénes están mejor situad@s que l@s profesionales de la intervención social y la Educación para poner en práctica acciones sólidas? Además, probablemente much@s de nosotr@s hemos elegido estas profesiones vinculadas a la intervención social debido a que queríamos contribuir con nuestro granito de arena a ayudar a que las personas y los grupos aprendan a recomponer sus vidas “fragmentadas” o en crisis, al fin y al cabo, nuestro trabajo consiste, en general, en que las personas sean capaces de restablecer la confianza en sí mism@s, en los otros y en la comunidad y reducir, eliminar o evitar, en la medida que nos sea posible, ese “Unsicherheit” que dice Bauman o “incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad” que cada vez más afecta a nuestras sociedades. Desde luego, Bauman te remueve las ideas; sus ensayos son densos pero yo diría que son una lectura “técnica” muy recomendable.

Formidable artículo externo.

www.rompiendotechosdecristal.com


jueves, 26 de mayo de 2022

AMORES LÍQUIDOS

 



Es posible que ya hayas oído hablar de el amor líquido, un interesante concepto enunciado por el sociólogo Zygmunt Bauman. En esta poética pero desconsoladora imagen, se encierra una realidad que parece ser bastante frecuente en nuestra actualidad: la fragilidad del vínculo.

Una idea asociada con la esencia que parece vivirse en esta sociedad donde al parecer, se valora quizá en demasiadas ocasiones lo fugaz, el consumismo puntual que da satisfacción a una necesidad momentánea y que seguidamente, se desecha. Aunque hemos de hacer también una interesante puntualización.

No estamos hablando sólo de las relaciones interpersonales, sino también la relación que establecemos con nosotros mismos, o lo que el propio Bauman denomina como “la liquidez del amor propio”


¿Eres consciente por ejemplo, de que para amar de una forma madura a otra persona, debes empezar por quererte a ti mismo? Así es, este es un problema constante en nuestra sociedad, esa falta de autoestima y de autovaloración en la cual, acabamos perdiendo a los demás por no empezar por nosotros mismos. Por “solidificar el amor propio”.

Hablemos hoy sobre ello, ahondemos en este interesante concepto de el amor líquido. Un tipo de amor que cada vez está más presente en nuestra sociedad y del que tenemos que ser conscientes.





 

RELACIONESRUPTURA Y DIVORCIO

El amor líquido o la fragilidad de los vínculos

4 minutos


El amor líquido o la fragilidad de los vínculos

Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.


Última actualización: 31 enero, 2022


Es posible que ya hayas oído hablar de el amor líquido, un interesante concepto enunciado por el sociólogo Zygmunt Bauman. En esta poética pero desconsoladora imagen, se encierra una realidad que parece ser bastante frecuente en nuestra actualidad: la fragilidad del vínculo.


Una idea asociada con la esencia que parece vivirse en esta sociedad donde al parecer, se valora quizá en demasiadas ocasiones lo fugaz, el consumismo puntual que da satisfacción a una necesidad momentánea y que seguidamente, se desecha. Aunque hemos de hacer también una interesante puntualización.



No estamos hablando sólo de las relaciones interpersonales, sino también la relación que establecemos con nosotros mismos, o lo que el propio Bauman denomina como “la liquidez del amor propio”


¿Eres consciente por ejemplo, de que para amar de una forma madura a otra persona, debes empezar por quererte a ti mismo? Así es, este es un problema constante en nuestra sociedad, esa falta de autoestima y de autovaloración en la cual, acabamos perdiendo a los demás por no empezar por nosotros mismos. Por “solidificar el amor propio”.




Hombre deja a su pareja

Hablemos hoy sobre ello, ahondemos en este interesante concepto de el amor líquido. Un tipo de amor que cada vez está más presente en nuestra sociedad y del que tenemos que ser conscientes.



 


El amor líquido y la individualidad

 


En ocasiones, establecer un vínculo fuerte y comprometido, no es algo fácil para muchas personas. Tras ello, se esconde un sentido de responsabilidad y de trascendencia personal que tal vez, no están dispuestos a asumir. Es posible incluso que exista el factor miedo e incluso una inmadurez personal, donde no es posible concebir una auténtica relación sólida, estable y con un proyecto de futuro.

El propio Bauman nos explica que muchas relaciones de hoy en día son “conexiones” más que “relaciones”. Ya no estamos hablando únicamente de la primacía de las nuevas tecnologías y las redes sociales, ésas que nos unen con múltiples personas en el momento en que nosotros elijamos.


Este concepto va un poco más allá. El individualismo busca sólo satisfacer necesidades puntuales con un principio y un fin, de ahí la idea de amor líquido, emociones que no se pueden retener y que se escapan fugazmente de las manos hasta desaparecer.

Es algo que sin lugar a dudas suena desconsolador, vivimos en un mundo dinámico donde lo real en ocasiones se conjuga con lo virtual, una modernidad líquida donde muchas cosas parecen escaparse de nuestras manos.

Establecemos relaciones inestables porque nuestra sociedad parece ensalzar a su vez unas relaciones humanas más flexibles. Y no, no estamos hablando únicamente de las relaciones de pareja, pensemos también en la educación de los más pequeños.

Les ofrecemos numerosos juguetes, tecnologías, establecemos un juego de chantajes donde ante un examen aprobado lo premiamos con un nuevo regalo. Los dejamos caer casi sin querer en una sociedad de consumo con escasos valores, creando individuos a su vez que se vuelven tiranos, que no reconocen dónde están los límites y que, de algún modo, también acaban volviéndose líquidos…

Sus amistades nacen en las redes sociales, y para terminar con alguna de ellas cuando no les interesa, no tienen más que usar el botón de “bloquear o reportar” a dicha persona.

La importancia del amor propio para combatir el amor líquido



Las personas no somos bienes de consumo, ni tenemos una obsolescencia programada como cualquier electrodoméstico. Pensamos, sentimos y amamos. Pero hemos de empezar siempre por nosotros mismos, viéndonos como personas merecedoras de ser amada

El amor líquido siempre nos deja con un corazón vacío, y eso es algo que nadie quiere, el consumista siempre se queda con hambre y con una profunda  insatisfacción. ¿De qué nos sirve esto? ¿De qué nos sirve vivir con tanta incertidumbre?

En ocasiones, detrás de un amor líquido está la inseguridad personal. El no vernos a nosotros mismos como capaces de mantener un vínculo lo bastante fuerte como para prosperar, como para construir un futuro junto a otra persona.

La inseguridad, es reflejo de una autoestima que no se ha desarrollado adecuadamente. Ahí donde sólo se busca una satisfacción puntual para después, huir. Todo compromiso puede evidenciar nuestra falta de competencia, nuestra inmadurez. Pero ¿Por qué no intentarlo?

En esta vida nada es seguro y todos andamos a tiendas entre la niebla, si yo empiezo a confiar en mí mismo poco a poco avanzaré con más seguridad, apostando por la estabilidad. Por el auténtico compromiso conmigo mismo y las personas que me rodean.


Bauman nos dice que para ser felices, debemos tener en cuenta dos valores imprescindibles: libertad y seguridad. La seguridad sin libertad es esclavitud, pero la libertad sin seguridad es un caos total. Todos necesitamos de ambas dimensiones para encontrar el equilibrio en nuestras vidas.

Las personas seguras no desconfían de sus “figuras de apego” (padres, amigos, pareja), cuentan con la certeza de que les ayudarán cuando lo necesiten.


Así, las características de los vínculos afectivo de apego seguro fundamentales son:


Los recuerdos de los vínculos afectivos de la infancia son en su mayoría positivos.

Son abiertos, fáciles de conocer, autónomos, con alta autoestima y una imagen positiva de los demás.

Carecen de problemas interpersonales graves y muestran confianza en los demás.

Disfrutan de un equilibrio entre las necesidades afectivas y la autonomía personal.

Vínculo afectivo de apego preocupado

El apego preocupado, también denominado ambivalente o dependiente, se caracteriza por sentir inseguridad respecto a la disponibilidad de las figuras de apego, en este caso de la pareja. 


La persona preocupada desarrolla un estado de ansiedad e ineficacia que le hace sentir que no es suficientemente querida, por lo que constantemente busca la confirmación de que es amada por la otra persona y, al mismo tiempo, sufre temor al posible rechazo o abandono. Así, otras de las peculiaridades de este tipo de vínculos afectivos son:

Falta de autoestima que conlleva una actitud dependiente y un deseo desmedido por conseguir la aprobación ajena.

Alta preocupación en sus relaciones.

Demandas constantes de atención.

Vínculo afectivo de apego huidizo alejado

Las personas con este estilo de apego mantienen relaciones basadas en la distancia afectiva y frialdad emocional. En las personas huidizas alejadas, la aparente autosuficiencia emocional actúa como mecanismo de defensa ante el posible rechazo que pudieran experimentar. Las características de las personas que presentan estos tipos de vínculos afectivos son:

Idealización de las relaciones con los padres, donde las únicas experiencias recordadas se basan en el rechazo y la frialdad de sus progenitores

Anteponen la valoración de sus logros y niegan la existencia de necesidades afectivas

Mantienen alejados a los demás para conservar su coraza y no desequilibrar sus emociones

Tienen un modelo mental positivo de sí mismo pero negativo de los demás

Se sienten incómodos en la intimidad y consideran las relaciones interpersonales como algo secundario en su vida

Pueden mostrar un estado de desapego ante situaciones de separación o pérdida mediante la supresión de sus emociones

Vínculo afectivo de apego huidizo temeroso

Las personas que establecen un vínculo afectivo a través de un tipo de apego huidizo temeroso también funcionan con un modelo mental negativo hacia sí mismos y hacia los demás, falta de asertividad, baja confianza y autoconcepto, además de un potente miedo al rechazo.





sábado, 6 de noviembre de 2021

Zygmunt Bauman

Las declaraciones de Bauman corresponden a La Vanguardia del día 8 de Septiembre de 2013

 

Zygmunt Bauman: “Joseph Nye, de Harvard, habla del “poder blando”. Hace 20 años, antes que él ya Pierre Bourdiu dijo que habíamos pasado del control normativo a la seducción. El poder es ejercido por medio de la seducción, de la tentación. Y es simplemente menos costoso. Y más aceptable. Implica la cooperación del sujeto. Si le coaccionas no puedes contar con su cooperación, pero si le seduces está listo para darte sus servicios. Volvemos a algo que Etiene de la Boétie, sgun montaine, presentó como la servidumbre voluntaria: estamos dispuestos a complacer, queremos ser seducidos, tentados. Es lo que los gobiernos inteligentes intentan hacer: atraer a la gente a la sumisión”.

Juan Re Crivello: El poder blando del cual a veces estamos tentados a identificar en la China de las olimpiadas no deja de ser un aspecto contradictorio. Ese gigante se asienta en una dictadura de la Elite. Por lo cual deberíamos abandonar el ejemplo. ¿Es Obama un líder del poder blando? Tal vez, es un modelo ocasional. Bauman nos sitúa en una sociedad en la cual el Estado debe incluir a los ciudadanos en sus orientaciones, para la búsqueda del consenso. En este aspecto disentimos. Una sociedad avanzada que descansa en el poder de las minorías es blando por sí mismo. Su poder se ha erosionado por la fuerza y la radicalidad en la defensa de los intereses de aquellas. Debemos aceptar que los Estados reducen su poder político público y lo complementan con decisiones de gestión privada. Al interior del poder surge la seducción como única posibilidad para reducir los conflictos a pactos complejos e inestables. Las sociedades modernas se parecen más a las antiguas e inestables sociedades agrupadas en la mafia, lazos de sangre y enfrentamiento civil han sido reemplazados por lazos de pactos y enfrentamiento del poder blando.

Aunque nada impide considerar que regresemos a aquel pasado de luchas por unificar un poder central y resuelto a utilizar la fuerza militar. En estos días observamos que la Guerra Civil de Siria (guerra de mafias) está sujeta a la influencia del último poder con vocación totalitaria (los EEUU desean intervenir para unificar).

jueves, 30 de septiembre de 2021

Mundo Líquido

 

  • El propósito principal de Modernidad líquida es tratar de responder las preguntas que la sociedad moderna nos plantea, una tarea nada fácil. Zygmunt Bauman realiza un valioso análisis sociológico.
  • Uno de los puntos relevantes del texto es que nos encontramos ante la disolución del sentido de pertenencia social del ser humano para dar paso a una marcada individualidad.
  • Cuando el ser humano tiene posibilidades reales de ser independiente, la sociedad ya no es aquella suma de individualidades sino el conjunto de las mismas.

La modernidad líquida -como categoría sociológica- es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados.

La metáfora de la liquidez -propuesta por Bauman- intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones.

Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante -incierta- y cada vez más imprevisible, es la decadencia del Estado del bienestar.

La modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta; la cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro.

Modernidad Líquida ¿Qué es?

En Modernidad Líquida Zygmunt Bauman explora cuáles son los atributos de la sociedad capitalista que han permanecido en el tiempo y cuáles las características que han cambiado.

El autor busca remarcar los trazos que eran levemente visibles en las etapas tempranas de la acumulación pero que se vuelven centrales en la fase tardía de la modernidad. Una de esas características es el individualismo que marca nuestras relaciones y las torna precarias, transitorias y volátiles.

La modernidad líquida es una figura del cambio y de la transitoriedad: “Los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados”.

Zygmunt Bauman desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente.

De la peligrosa extrañeza de los otros a la sociedad incierta

“El otro” tipificado como extraño por desconocido es un portador innato de incertidumbre, de potencial peligro, siendo, tal vez, su mayor amenaza, el atentar contra la clasificación misma que sostiene el orden del espacio social en el que se inscribe mi mundo.

Justamente, los extraños irritan, desagradan, desconciertan porque tienden con su sola presencia a ensombrecer y eclipsar la nitidez de las líneas fronterizas clasificatorias que ordenan el mundo en el que vivo, y de éste modo, cuestionar de manera radical la presunta comprensión recíproca que el “Yo” tiene con el “Otro”.

El extraño, como cuestionador implacable del orden al que ingresa desde tierras ignotas, ha sido a menudo tipificado con el estigma de ser portador de suciedad, puesto que la suciedad es el caos contaminante que el orden existente pretende expulsar, o bien, portador de ambivalencia, puesto que ésta los hace irregulares e impredecibles en sus reacciones.

Es el caso de los marginados sociales que, como una categoría o tipificación de una clase de extraño contemporáneo, reciben sobre sí los rasgos sobresalientes de la ambivalencia y la suciedad: a ellos se les atribuye la falta de confiabilidad por lo errático de su rumbo, su laxa moralidad y promiscua sexualidad, su deshonestidad comercial, etc.

“Dicho de otra manera, los marginados son el punto de reunión de riesgos y temores que acompañan el espacio cognitivo. Son el epítome del caos que el espacio social intenta empeñosamente sustituir por el orden”.

Estados transitorios y volátiles de los vínculos humanos; desvinculación

Bauman se refiere al miedo a establecer relaciones duraderas y a la fragilidad de los lazos solidarios que parecen depender solamente de los beneficios que generan.

El se empeña en mostrar cómo la esfera comercial lo impregna todo, que las relaciones se miden en términos de costo y beneficio -de “Liquidez” en el estricto sentido financiero .

Bauman se vale de conceptos tan provocadores como el de “Desechos humanos” para referirse a los desempleados, que hoy son considerados “Gente superflua, excluida, fuera de juego”.

Hace medio siglo los desempleados formaban parte de una reserva del trabajo activo que aguardaba en la retaguardia del mundo laboral una oportunidad. Ahora, en cambio,

“Se habla de excedentes, lo que significa que la gente es superflua, innecesaria, porque cuantos menos trabajadores haya, mejor funciona la economía”.

Hay que cultivar el arte de truncar las relaciones, de desconectarse, de anticipar la decrepitud, saber cancelar los contratos a tiempo.

Zygmunt Bauman ​​ fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales.

Desterritorialización; adicción a la seguridad y miedo al miedo

Nuestras ciudades, afirma Bauman, son metrópolis del miedo, lo cual no deja de ser una paradoja, dado que los núcleos urbanos se construyeron rodeados de murallas y fosos para protegerse de los peligros que venían del exterior.

Nos hemos convertidos en ciudadanos “Adictos a la seguridad pero siempre inseguros de ella”8, lo aceptamos como si fuera lógico, o al menos inevitable, hasta tal punto que, en opinión de Zygmunt Bauman, contribuimos a “Normalizar el estado de emergencia”.

El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; nos ronda sin ton ni son; cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible situarla en un lugar concreto.

“Miedo” es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que no se puede hacer para detenerla o para combatirla.

Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios un ataque terrorista, las plagas, la violencia, el desempleo, terremotos, el hambre, enfermedades, accidentes, el otro Gentes de muy diferentes clases sociales, sexo y edades, se sienten atrapados por sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros globales que nos afectan a todos, como el miedo al miedo. Los miedos nos golpean uno a uno en una sucesión constante aunque azarosa, ellos desafían nuestros esfuerzos de engarzarlos y seguirles la pista hasta encontrar sus raíces comunes, que es en realidad la única manera de combatirlos cuando se vuelven irracionales.

El miedo ha hecho que el humor del planeta haya cambiado de manera casi subterránea.

Mundo globalizado y policéntrico

Nuestras ciudades, afirma Bauman, son metrópolis del miedo, lo cual no deja de ser una paradoja, dado que los núcleos urbanos se construyeron rodeados de murallas y fosos para protegerse de los peligros que venían del exterior.

Nos hemos convertidos en ciudadanos “Adictos a la seguridad pero siempre inseguros de ella”8, lo aceptamos como si fuera lógico, o al menos inevitable, hasta tal punto que, en opinión de Zygmunt Bauman, contribuimos a “Normalizar el estado de emergencia”.

El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; nos ronda sin ton ni son; cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible situarla en un lugar concreto.

“Miedo” es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que no se puede hacer para detenerla o para combatirla.

Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios un ataque terrorista, las plagas, la violencia, el desempleo, terremotos, el hambre, enfermedades, accidentes, el otro Gentes de muy diferentes clases sociales, sexo y edades, se sienten atrapados por sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros globales que nos afectan a todos, como el miedo al miedo. Los miedos nos golpean uno a uno en una sucesión constante aunque azarosa, ellos desafían nuestros esfuerzos de engarzarlos y seguirles la pista hasta encontrar sus raíces comunes, que es en realidad la única manera de combatirlos cuando se vuelven irracionales.

El miedo ha hecho que el humor del planeta haya cambiado de manera casi subterránea.

Mundo globalizado y policéntrico

El dominio económico y militar europeo no tuvo rival los cinco últimos siglos, de manera que Europa actuaba como punto de referencia y se permitía premiar o condenar las demás formas de vida humana pasadas y presentes, como una suerte de corte suprema.

Bastaba con ser europeo para sentirse dueño del mundo, pero eso ya no ocurrirá más: pueblos que hace sólo medio siglo se postraban ante Europa muestran una nueva sensación de seguridad y autoestima, así como un crecimiento vertiginoso de la conciencia de su propio valor y una creciente ambición para obtener y conservar un puesto destacado en este nuevo mundo multicultural, globalizado y policéntrico.



martes, 16 de marzo de 2021

Amor: Vidas Desperdiciadas

 


Zygmunt Bauman, por Gusi Bejar

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. [Online Y Offline] Zaragoza Teléfono: (+34) 653 379 269  rcordobasanz@gmail.com Página Web: Zaragoza Psicólogo


¿Liquidez o liquidación del amor? ¿Hemos acabado con el amor a base de conferirle flexibilidad, falta de consistencia y duración a nuestros vínculos afectivos? En esta nueva entrega de sus atinadas observaciones sobre los cambios de actitud y mentalidad que comporta la sociedad globalizada, Bauman escoge como protagonista principal a las relaciones humanas, profundizando en las paradojas del eros contemporáneo, siempre avaro de seguridad en el trato con los demás, derrochador en la búsqueda de oportunidades más atractivas y, al mismo tiempo, temeroso de establecer lazos fuertes.

Es la angustia ambivalente del querer “vivir juntos y separados” lo que constituye para el prestigioso sociólogo polaco uno de los elementos más destacados de la condición humana actual, que aquí examina con lujo de detalles, del sexo sin compromiso a las parejas semiadosadas.

Pero Bauman hace algo más que limitarse a constatar esta situación o a divagar acerca de las peculiaridades del amor y la sexualidad en nuestros días, por más que su libro tenga un confesado carácter fragmentario. Sus consideraciones sobre esta nueva fragilidad de los vínculos amorosos pretenden ser, ante todo, una llamada de atención acerca del preocupante desmoronamiento de la solidaridad en una sociedad cada vez más individualizada, donde el amor al prójimo se ve sustituido por el miedo al extraño.
Con el análisis de dichas paradojas del amor en tiempos de fuerte disolución de los vínculos sociales, Bauman vuelve así a ejemplificar diversos pormenores de su conocido diagnóstico sobre la ambigöedad inherente a esta etapa de la modernidad que él suele calificar como “líquida”. La novedad de su libro, publicado originalmente en inglés en 2003, lo es, por tanto, más por extensión del campo de aplicación de sus tesis que por intensión, puesto que Bauman ya había definido suficientemente esta especificidad de nuestro tiempo en obras anteriores como Modernidad líquida (2000). Allí, en efecto, se había referido ya al contraste entre la primera modernidad o modernidad en su fase “sólida” -donde la labor ilustrada de desintegración de las autoridades y lealtades tradicionales se efectuó básicamente a fin de dejar sitio a principios más sólidos y duraderos- y la nueva fase desplegada a lo largo del siglo XX, donde la emancipación de la economía de sus antiguas ataduras propició la extensión de una racionalidad instrumental, guiada por el puro cálculo de beneficios, a todos los ámbitos de la vida. Amparada en una presunta defensa de la libertad individual, la creciente desregulación o “flexibilización” de mercados y puestos de trabajo ha venido desposeyendo desde entonces a los antiguos Estados-nación de su capacidad para intervenir frente a los poderes económicos globales, al tiempo que la quiebra del viejo núcleo de creencias compartidas por la totalidad social ha ido forzando a los individuos a buscar soluciones privadas a los problemas públicos, generando ese nuevo territorio de lo que Bauman llama “políticas de la vida”, donde florecen alianzas tenues e intercambios fugaces.

Disueltos los nexos entre elecciones personales y acciones colectivas, el espacio de la modernidad se fluidifica y vuelve inestable. La liquidez de la modernidad es resultado, así pues, de su privatización y es por este motivo por lo que Bauman analiza la especial fragilidad que revisten hoy día los vínculos humanos como un caso destacado de la lógica del consumo que rige esta sociedad.

Ello, unido a la ya mencionada fragmentariedad del discurso, puede desorientar un tanto al lector no familiarizado con la obra de Bauman, quien en el primer capítulo inscribe sus reflexiones en una larga y venerable tradición, que, de Platón a Freud, ha indagado en la naturaleza última del amor. Muchas de las apreciaciones de ese primer capítulo parecen oponer a las “relaciones de bolsillo” de nuestro tiempo (relaciones que uno se guarda sin cultivarlas a diario, sólo para sacarlas cuando hace falta), con inequívoco tono de reproche, un modelo de amor “eterno” algo trasnochado. Conviene no olvidar, sin embargo, que el objetivo final de Bauman es dilucidar cómo la urgencia consumista, al permear todas las esferas de nuestra existencia, distorsiona igualmente el terreno de los afectos, forzándonos a pensar las relaciones en términos de costes y beneficios. Quiere inspirar una ética responsable y solidaria, sin que el suyo sea el discurso de un moralista escandalizado por la promiscuidad actual. Precisamente el hecho de haber intentado afinar la esquemática distinción entre modernidad y postmodernidad nos advierte de que Bauman es consciente de que la crisis y fluidificación de las relaciones afectivas es un fenómeno experimentado desde la primera modernidad.

Tal fue ya, por remontarnos a un ejemplo destacado, el tema de la gran novela de Goethe, Las afinidades electivas, que exploró cómo la extraña química del deseo impulsaba a algunas parejas a disolver sus otrora firmes lazos amorosos y a entablar nuevas relaciones. El trágico desenlace de los personajes arrebatados por la pasión era una advertencia del gran poeta del clasicismo alemán para que el individuo se contuviera en los límites de una personalidad armoniosa, con una identidad centrada en sus compromisos sociales y profesionales, tal como luego teorizara Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Hoy, en cambio, la ética del trabajo y la fidelidad a la profesión han sido reemplazadas por una estética del consumo y su diversidad de ofertas (comerciales, laborales, sentimentales).

Esto es verdaderamente lo que preocupa a Bauman: lo que se esconde tras tanta fluidez e inconstancia. No el que nuestros deseos fluctúen o el que vivamos varias historias de amor, sino más bien el que todas esas vidas e historias posean el carácter de simulacros, de “vidas desperdiciadas” también, al fin y al cabo como las de otros parias de la modernidad, porque en ningún caso estamos dispuestos a asumir un compromiso duradero. Aquí radica el punto doliente de los amores líquidos del presente, en el hecho de que el arte de romper las relaciones y salir ileso de ellas supere ampliamente al arte de componer las relaciones, según se aprecia en las páginas de tantas revistas del corazón o en las recetas de tantos gabinetes de autoayuda, que nos adiestran sobre el nuevo espíritu de los vínculos afectivos. Simplemente se trata de aprender a preservarnos, como consumidores de otros que no quieren gastarse a sí mismos. El auge de esos consultorios para la vida feliz -tema sobre el que también acaba de publicar un libro excelente Francisco Vázquez García (Tras la autoestima. Variaciones sobre el yo expresivo en la modernidad tardía), la fascinación por los contactos a distancia que permiten las nuevas tecnologías o la obsesión por la fama inmediata de los más celebrados concursos televisivos (que destilan un único mensaje: competir e imponerse al resto es la clave del éxito) son algunos ejemplos destacados de esta nueva sensibilidad. Mediante ellos, Bauman explica la importancia decisiva que hoy adopta el tema de las “relaciones”, así como la extrema ambivalencia y ansiedad con que nos enfrentamos a ellas.

Con su habitual talento, buena pluma y agudeza crítica, Bauman ha escrito un nuevo capítulo de esa historia oculta de nuestra modernidad tardía, que Erich Fromm describió en términos de “miedo a la libertad”. Deudor del análisis de la sociedad disciplinaria de los frankfurtianos y Foucault, ha acertado a desenmascarar la rigidez que sigue latiendo en esta sociedad aparentemente tan flexible y le ha puesto nuevo, rotundo título: miedo al amor.

Vidas desperdiciadas
El análisis de los miedos e incertidumbres que atenazan al hombre contemporáneo emprendido en Amor líquido tiene su continuación en la temática de Vidas desperdiciadas, obra recientemente traducida también al castellano. Para Bauman, la paradoja suprema de la cultura de los residuos en que vivimos se resume en la circunstancia de que esos productos de consumo que desechamos a diario simbolizan asimismo nuestra propia obsolescencia y desechabilidad. La angustia de sentirnos superfluos, inútiles y rechazados debería incitarnos a una búsqueda más humilde y solidaria del abrazo humano, sugiere este profesor emérito de las Universidades de Leeds y Varsovia. Sin embargo, el homo oeconomicus y consumens de nuestro tiempo, que todo lo valora en términos de rendimiento y beneficio, ha distorsionado por completo ese precepto fundante de toda civilización que exige amar al prójimo. Temeroso él mismo de ser consumido y luego arrojado a la basura, se parapeta tras los muros de la privacidad y procura que nada, ni siquiera el amor, le altere y le haga sentir extraño, entablando con los demás una versión más de ese juego de la convivencia humana que a diario nos enseñan los diferentes programas estrellas de la tele-realidad, donde la supervivencia es la meta y ganar dicho juego pasa por saberse servirse de los otros para explotarlos en beneficio propio, evitando el destino final de los desechados.