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Paz y Ciencia

jueves, 27 de agosto de 2015

Keep calm and forget Trankimazin


Cómo vender medicamentos peligrosos: el caso del Trankimazin

by nmurcia
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La narración de Cosgrove y Whitaker (“Psychiatry Under the Influence: Institutional Corruption, Social Injury, and Prescriptions for Reforms”) de cómo la corrupción institucional de la psiquiatría ha dañado a los pacientes y a la profesión, es especialmente brillante cuando describen la colaboración necesaria de investigadores, editores y líderes profesionales en la promoción de los nuevos medicamentos psicoactivos. Una combinación fantástica de lectura crítica, estudio sociológico y periodismo de investigación
LIBRO
Seguimos con el Juicio a la psiquiatría
La sociedad en su conjunto espera de los profesionales e investigadores que diseñen ensayos clínicos informativos; los desarrollen de manera cabal; comuniquen sus resultados de forma veraz en las revistas científicas y trasmitan equilibradamente a la sociedad el papel que un nuevo fármaco puede tener para tratar los síntomas psicológicos.
Sin embargo, Cosgrove y Whitaker ponen en evidencia unos mecanismos corporativos de funcionamiento y unas actuaciones individuales que causan vergüenza y son un insulto para todos los buenos profesionales sanitarios que trabajan con los enfermos mentales.
upjohn
Los autores comienzan analizando el caso del alprazolam, Trankimazin en España (Xanax en EE.UU), un ansiolítico “me too” introducido en 1981 por Upjohn, en un mercado, el de las benzodiacepinas, en franco retroceso debido a la sensibilización social con los efectos secundarios y la capacidad adictiva de los fármacos precedentes, como el Valium.
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Para la empresa, el nuevo diagnóstico de trastorno de pánico que aparecía en el recientemente publicado DSM-III, constituía una oportunidad para expandir el mercado potencial del nuevo medicamento.
La estrategia era clara: (1) demostrar la utilidad específica del fármaco para los pacientes diagnosticados de trastorno de pánico, (2) su mayor eficacia y seguridad para tratar los síntomas de ansiedad y (3) contar con la APA para realizar campañas de información que alertaran de la elevada prevalencia de la enfermedad y la necesidad de diagnosticarla y tratarla cuanto antes (un esquema que se repetirá con frecuencia).
Para la APA este interés de Upjohn también podía resultar muy beneficioso ya que unos datos positivos demostrarían que el nuevo diagnóstico descrito en el DSM-III era una entidad real.
Para la primera parte de la estrategia Upjohn fichó a Gerald Klerman, un antiguo director del prestigioso National Institute of Mental Health, como coordinador de los ensayos clínicos que se iban a desarrollar para demostrar la utilidad del alprazolan en el trastorno de pánico.
Panic attack icon design isolated on white. Mental health disorder symbol concept
Tras el diseño de los ensayos clínicos por parte de Klerman y un grupo de prestigiosos académicos, se puso en marcha el estudio multicéntrico “Cross-National Collaborative Panic Study” que comparaba alprazolam con placebo y que constaba de dos partes.
En la primera se evaluaba la eficacia del medicamento a las 8 semanas de tratamiento. En la segunda, se estudiaba la retirada del fármaco, tras una reducción paulatina de la dosis en 4 semanas y un seguimiento posterior de 2 semanas más sin tratamiento.
Naturalmente los investigadores esperaban que el alprazolan fuera mejor que el placebo tras las primeras 8 semanas y que los pacientes siguieran estando mejor que el grupo placebo tras la retirada del fármaco.
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Efectivamente el alprazolam mostró una rápida reducción de los síntomas en la primera semana y, al final de las 4 semanas mostraba una significativa mayor eficacia que el placebo para reducir el número de ataques de pánico. Sin embargo, y esto fue sorprendente, al final de las 8 semanas de tratamiento no existían diferencias significativas entre los dos grupos.
Esta falta de eficacia clínica al finalizar el tratamiento de 8 semanas se acompañaba de los previsibles efectos secundarios de un medicamento psicoactivo: sedación (en más del 50% de los pacientes), fatiga, dificultad para hablar, amnesia y dificultades para la coordinación motora.
Pero esto no era lo peor. Durante la fase de retirada del medicamento, los pacientes tratados con alprazolan empeoraron de manera dramática mientras que los pacientes del grupo placebo seguían mejorando. El 39% de los pacientes no toleraron la retirada, por desarrollar síntomas de abstinencia y hubo que reiniciar la medicación. En el 35% de los pacientes hubo un rebrote de los ataques de pánico con más gravedad que la que tenían los enfermos al iniciar el tratamiento. Otro 35% sufrió, durante la fase de retirada, síntomas floridos que incluían confusión, alteraciones sensitivas, depresión, dolores musculares, visión borrosa, diarrea, disminución del apetito y pérdida de peso.
Al final de las seis semanas de seguimiento (las 4 de reducción y 2 más de control sin tratamiento) los pacientes que habían sido tratados con alprazolam sufrían una media de 6,8 ataques de pánico cada semana mientras que los del grupo tratado con placebo, que habían seguido mejorando, de 1,8 ataques semanales.
Los resultados del estudio eran evidentes: el alprazolan era un medicamento peligroso e inútil.
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Había que aderezar este varapalo. Pero, que no cunda el pánico, para eso tenemos a los de la APA, a los amigos editores y a los académicos que firmarán los artículos.
Antes de la publicación de los resultados del estudio, Klerman ya acudió a varios congresos científicos para contar los resultados preliminares que “demostraban la eficacia del alprazolan en el trastorno de pánico”.
Comenzaba la campaña de aderezo.
En mayo de 1988 se publicaron en la revista Archives of General Psychiatry los resultados detallados.
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Upjohn había contratado al editor del Archives, Daniel Freedman, como consultor en varias ocasiones así que no costó mucho que la revista hiciera un despliegue especial en el número de mayo dedicado al alprazolam: un texto introductorio de Klerman y tres artículos (uno sobre la eficacia, otro sobre la seguridad y un tercero sobre la retirada). Todos los autores, además de Klerman, eran prestigiosos académicos ligados a las mejores universidades norteamericanas.

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En el artículo dedicado a la eficacia, aunque el diseño original preveía evaluar los resultados a las 8 semanas de tratamiento, se enfatizaron los resultados obtenidos a las 4 semanas, tanto en el resumen del artículo (lo más leído por los médicos) como en la discusión (ver abajo gráfica utilizada en el artículo original)
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El dato relevante, no existían diferencias en los resultados entre los dos grupos a las 8 semanas, recordemos, el punto de corte que figuraba en el protocolo de investigación original, no apareció por ningún sitio en el texto.

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En el artículo dedicado a la seguridad del alprazolam, aunque el 50% de los pacientes sufrió sedación y un 24% alteraciones cognitivas, fue despachado con la siguiente conclusión en el resumen:
La aceptación por parte de los pacientes del alprazolan, dado el alto porcentaje que terminó el estudio, fue elevada

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Pero la manipulación llegó a extremos inauditos en el artículo dedicado a estudiar la retirada del medicamento. Aunque los resultados reales aparecían ocultos en el texto del artículo o debían inferirse de los gráficos, en el resumen del artículo, las conclusiones destacadas fueron sorprendentes:
Durante la segunda semana post-discontinuación, los resultados obtenidos por el grupo de pacientes tratados con alprazolam, no fueron significativamente distintos de aquellos tratados con placebo”.
Nada se decía en el abstract de los 6,8 ataques de pánico que cada semana sufrían de media los pacientes que habían sido tratados con alprazolam (cuatro veces más que los del grupo tratado con placebo) tras la retirada del medicamento.
Para llegar a esta sorprendente conclusión los autores consideraron solo los pacientes que consiguieron acabar el estudio, descartando al numeroso grupo de enfermos que no lo terminaron ¡por no haber tolerado la retirada!
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El dato solo podía ser encontrado en una de las gráficas que acompañaban el texto (ver arriba), en la que también se apreciaba como los pacientes tratados con placebo tenían resultados muy semejantes a los tratados con alprazolam a las 8 semanas.

Una vez publicado la serie de artículos, bien aderezados, donde, según Klerman, “se demostraba la eficacia del alprazolam en el corto plazo al compararlo con el placebo en el tratamiento del trastorno de pánico”, la APA y sus líderes comenzaron la colaboración activa con Upjohn en la construcción del mercado.
El que paga, manda.
El objetivo era vender el nuevo medicamento y, de paso, el DSM-III, sin que los problemas de seguridad, eficacia y grave adicción fueran considerados en ningún momento.
La construcción del mercado tiene unas pautas más o menso fijas: campañas de sensibilización basadas en el miedo para el gran público y programas de (de)formación continuada para los médicos.
En una carta publicada en el New York Times, la APA hablaba de sus esfuerzos para sensibilizar y dar a conocer los peligros de la ansiedad como “una alianza responsable que utiliza la desinteresada ayuda financiera de Upjohn y el conocimiento experto de la APA para atender a 1 persona de cada 5 con problemas mentales procurándoles ayuda y esperanza
Un reportaje publicitario aparecido en el St Louis Post Dispach se titulaba:
“In a Panic? Help Is On the Way”
En el texto se podía leer como el alprazolam ayudaba entre el 70% y el 90% de los pacientes con la enfermedad y se calculaba que existían unos 4 millones de norteamericanos que la padecían.
En 1993, el alprazolam fue el quinto medicamento más vendido en el mercado norteamericano.
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En España, campeón mundial en el consumo de benzodiazepinas, el alprazolam es el segundo ansiolítico más consumidos por la población desde hace 20 años, solo superado por el lorazepam (ver Tablas).
Entre el año 2000 y el 2011 su consumo ha seguido subiendo: + 36,85%
Alguna responsabilidad tendrá la psiquiatría española
Lamentablemente, el modelo de construcción de un mercado para los nuevos medicamento, se reproduce para otros muchos psicofármacos.
La industria farmacéutica manipula la ciencia para conseguir vender sus productos, es verdad, pero sería iluso esperar otra cosa
Pero de las asociaciones profesionales, de las instituciones que conforman la psiquiatría y de los científicos y académicos, la sociedad espera mucho más.
Seguiremos con el libro de Cosgrove y Whitaker en este juicio sumario a la psiquiatría. Por ahora, el veredicto: CULPABLE

miércoles, 26 de agosto de 2015

Reseña del libro: Pioneros de la Psicosis


Reseña del libro “Pioneros de la psicosis” de Vicente Palomera | Vilma Coccoz

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Vicente Palomera ha escogido, para la tapa de su último libro,Pioneros de las psicosis (1), un fragmento del Mapa de la Ternura (Carte du Tendre, citado por que Lacan en el Seminario III). Se trata de un “mapa del amor” que se difundió en las novelas del siglo XVII a partir de Clélie, histoire romaine de Madeleine de Scudéry.
Es un país imaginario, país del amor cortés que concibieron Las Preciosascon el propósito de civilizar los impulsos sentimentales a través del discurso galante, el humor y el cortejo. Constituye una representación topográfica y alegórica del tránsito de la corriente de afecto que puede surgir hacia otra persona figurado con el fluir de un río semejante al Nilo, llamado Inclinación (Inclination sur I) hasta su desembocadura en el Mar peligroso (Mer Dangereuse). Aparecen señalados, a la derecha, el lago de la Indiferencia y, a la izquierda, el mar de la Enemistad. Son peligros que amenazan el curso del afecto. También se localizan tres capitales, Inclinación, Estima, Gratitud. Y otros sitios, diversas poblaciones, vinculados a los afluentes del río, todos ellos con nombres alegóricos. Esta toponimia viene a representar las etapas y conflictos de la vida amorosa.
La nueva amistad es el punto de partida desde donde pueden emprenderse tres rutas que conducen a tres ciudades de amor diferentes.
La vía más rápida conduce al amor impulsivo (Tendre sur I), siguiendo el camino de la inclinación sin ninguna parada intermedia, sucumbe al peligro de la pasión ciega.
Para llegar a Amor en estima (Tendre sur E) es preciso atravesar los pueblos de Gran Espíritu (Grand Esprit), Bonitos Versos (Jolis Vers), Notas Galantes (Billet galant) y Notas dulces (Billet Doux). Pasados estos pueblos se accede a Sinceridad (Sincerité), Gran Corazón (Grand Coeur), Honradez (Probité), Generosidad (Generosité), Respeto (Respect), Exactitud (Exactitude) y Bondad (Bonté).
El peligro consiste en que, si bien el paisaje al llegar a Gran Espíritu (Grand Esprit) parece tentador, se debe evitar el desvío hacia Negligencia (Négligence). Esa ruta conducirá desde la Desigualdad (Inégalité) al Olvido (Oubli) atravesando Tibieza (Tiedeur) y Ligereza (Légéreté) en el camino. Finalmente, el trayecto concluirá en las calmas aguas del Lago de la indiferencia (Lac d’Indiference), homologado al aburrimiento.
Si se prefiere como destino la ciudad Amor por reconocimiento (Tendre sur R), se debe elegir la ruta que lleva de Complacencia (Complaisance) a Aceptación (Soumission), Pequeñas Atenciones (Petites Soins), Asiduidad (Assiduité), Decisión (Empressement), la pequeña aldea de Grandes Servicios (Grandes Services), Sensibilidad (Sensibilité), Ternura (Tendresse), Obediencia (Obéissance) y ya, cerca del destino, Amistad Constante (Constante Amitié).
El peligro acecha, nada más partir de Nueva Amistad, por lo que se ha de prestar atención para evitar la desviación hacia Indiscreción (Indiscretion), porque el camino desde allí puede desembocar en dos indeseadas opciones: el solitario monte de Orgullo (Orgueil) o la ruta que pasa por Traición (Perfidie), Maledicencia (Médisance) y Malicia (Méchanceté), hasta llegar al agitado Mar de la enemistad (Mer de l’Inimitié).
Parece muy apropiado haber escogido esta cartografía del amor como metáfora del delicado recorrido que supone el tratamiento de las psicosis bajo transferencia. El libro de Palomera constituye un mapa de orientación clínica, una verdadera guía para extraviados y una invitación al debate, a la puesta a punto de nuestras categorías a partir de una reconstrucción del itinerario de las dificultades que atravesaron Freud y sus discípulos y que todo analista reconocerá habérselas topado en su práctica.
La Carte du Tendre consiste en un tratamiento del goce. La maniobra en la transferencia también lo supone. Recientemente Jacques-Alain Miller ha dado una versión resumida de la clínica diferencial señalando que, finalmente, neurosis y psicosis pueden ser consideradas como dos modos diferentes de gozar. En la primera, el goce se revela afectado por la castración a partir de la distinción del objeto a y menos Phi; en la segunda, la ausencia o forclusión del falo revela el goce extremo, excesivo, sin límite.
La problemática del goce como obstáculo al vínculo transferencial está presente desde las primeras observaciones de Freud, cuando afirma que “Los psicóticos aman su delirio como a sí mismos.”
La frontera entre el orden que organiza la relación al cuerpo, al mundo y a los objetos al que se refiere la Carte du Tendre se muestra, en la psicosis, alterada, rota, “astillada”, según el término de Vicente. Lo que se traduce en fenómenos que afectan esas dimensiones en forma de pasiones y que conmueven la tranquilidad del curso de la palabra pudiendo precipitarse directamente en el Mar Peligroso, cuando la transferencia vira a la persecución o a la erotomanía.
Una segunda observación temprana de Freud: “en las psicosis el inconsciente está a cielo abierto” es retomada por Palomera para decir que en el cielo de la psicosis no está el Edipo.
Ambas anotaciones, la relativa a la libido y la relativa al inconsciente inauguran la exploración freudiana en un lento recorrido que tendrá, como punto de inflexión “la campaña de la paranoia”, título de uno de los capítulos.
Una campaña sostenida en el trípode que articula la dimensión clínica, epistémica y política del Campo Freudiano, acentuando la última, porque se plantea como una toma de posición del discurso analítico respecto a la Psiquiatría. Consiste en reclamar para el campo analítico el tratamiento y estudio de la experiencia del paranoico desde su consideración de experiencia subjetiva, desde su vivencia como ser hablante.
En el aspecto clínico reconocemos el anudamiento de, por una parte, la firmeza inquebrantable de Freud respecto al diagnóstico de demencia precoz, al que consideraba un mal diagnóstico por vincularse a una posible causa neurológica. Y, por otra parte, la apertura sin prejuicios a la exploración de una tierra incógnita propiciada por el “maravilloso Schreber”, que dará lugar a una primera demostración de la causalidad psíquica.
Desde el punto de vista epistémico, se evidencia en este libro que las ideas de Freud germinaban y se modificaban en un clima de intercambio y colaboración con sus discípulos, quienes se atrevían a poner a prueba y a discutir las categorías freudianas aportando sustanciales hallazgos clínicos.
Así vemos que la pregunta por la causalidad atraviesa los textos, y podemos valorar hasta qué punto los atolladeros serán resueltos cuando Lacan proponga su tesis sobre la forclusión del Nombre del Padre como causa psíquica de la psicosis.
Sin embargo, aun con una doctrina insuficiente, estos primeros analistas percibieron muy bien que el tratamiento posible de las psicosis requería modificaciones de la técnica. Como Landauer, quien propone una “técnica pasiva”, no interpretativa. O Federn, quien capta muy bien que la operación radica en la palabra y, para el caso, en una conversación que haga posible una inscripción. Y Nunberg, quien llegará a la conclusión que, si bien el analista no ha de encarnar un amo, debe, sin embargo, constituirse en un ser de saber para el paciente.
El hilo rojo que atraviesa el libro de Palomera es la temática de las identificaciones, su variedad y funciones. A partir de la tesis freudiana de la causalidad psíquica de la paranoia que la situaba en la defensa ante un incremento de la libido homosexual en 1911, se prosigue una elaboración doctrinal que culmina en 1914, en el llamado por Lacan segundo gran descubrimiento freudiano, esto es, el narcisismo.
Será posible entonces distinguir la libido del yo y la libido objetal. Y postular la causa de la psicosis en una reversión de la libido al narcisismo, siendo, en la esquizofrenia, en grado mayor, una regresión al autoerotismo. La consecuencia de tal reversión se verifica en las identificaciones narcisistas mortificantes que otorgan su peculiaridad a la transferencia. El tratamiento consiste pues, en promover una recatectización, una nueva investidura de objeto a partir de la función de la identificación a un Ideal, el cual, al causar una pérdida, restablece el circuito pulsional.
Gracias al hilo rojo con el cual Palomera va dibujando el mapa de los pioneros y a su conocimiento de la lengua alemana tenemos ocasión de conocer, en el capítulo once, La cura espontánea de una catatonía, el caso Marie de Landauer. En la lectura de este caso se dan cita dos grandes ejes del libro, el problema del tratamiento de las psicosis, y el de la identificación narcisista. La oscilación entre dos identificaciones narcisistas mortíferas que el analista logra deducir como causa del síntoma catatónico explica también que la asombrosa salida de ese estado haya sido posible mediante otra identificación narcisista, esta vez a su compañera de habitación que intentaba escapar del encierro, mediante la cual volvió a sentirse viva.
Se comprobaría así la justeza de la tesis freudiana según la cual el objeto se recupera mediante una identificación paradójica, por venir a ocupar el lugar del sustituto del objeto “narcisista” que Lacan llamará a. De donde emana el ersatz, el atractivo que suelda al sujeto al objeto del fantasma. Se desprende de esta lectura la necesaria distinción en el texto de Freud, de dos tipos de identificaciones narcisistas.
También este caso muestra la coexistencia de una fuerte fijación al objeto y el sorprendente abandono de su investidura, con la consecuente pérdida del yo. Por eso, a pesar de las dudas, Palomera parece inclinarse por un diagnóstico de melancolía, sobre todo a partir del trastorno de la categoría del tener: “lo he perdido todo, jamás tendré hijos:” Lo cual contrasta con la demanda de un hijo al analista. Y coloca al caso en el marco de nuestros debates actuales acerca de la psicosis ordinaria, llamada “latente” por Federn.
Por eso este libro describe también el recorrido singular de la formación analítica y el lugar que ocupa la psicosis en él, dependiendo en primer lugar, del análisis personal. El mismo Freud, citado por Vicente, se interroga a partir de un lapsus, a la edad de setenta y cinco años, por su posición respecto a la psicosis en el sentido de que se le habría revelado, a través de una formación del inconsciente, un “no quiero saber nada de ello”. Porque situarse correctamente no depende de la voluntad sino de conseguir localizar la posición del sujeto en la estructura, y es lo que decide la maniobra en las aguas de la inclinación, del lazo transferencial.
Pioneros de la psicosis es pues, un mapa analítico realizado por nuestro cartógrafo Palomera. Nos une a aquellos primeros clínicos, a aquella primera Escuela Freudiana y nos invita a continuar esa fecunda interlocución, ese diálogo, en nuestra conversación clínica.
Intervención de Vilma Coccoz en la presentación del libro en la Biblioteca de la sede de la ELP, el día 10 de Junio de 2015, junto a Gustavo Dessal y Vicente Palomera y la coordinación de Luis Teskiewicz.

Vicente Palomera: No es fácil dormir


Dormir no es tan fácil como parece. El número de clínicas del sueño lo atestigua. En 1900, Freud descubrió que el sueño era una ficción en la que se cifra el deseo del sujeto y que, más fundamentalmente, la función del sueño es asegurar el dormir. Era una formulación sorprendente. “¿Cómo?” –puede decir nuestro interlocutor– “¿el deseo humano es deseo de dormir? ¡Qué descubrimiento! De ser así, mejor vayámonos todos a dormir”. Pero, dormir es una actividad compleja: lo saben bien los insomnes, los sonámbulos y quienes, angustiados ven su descanso asaltado por terribles pesadillas. Las pesadillas pueden expresar un miedo casi mortal, con sensaciones de opresión que dificultan la respiración y, llegado el caso, con la convicción de una completa parálisis. Todo indica que el camino de la representación normal del sueño puede verse trabado por alguna razón.
Sabemos que el sistema de expresión que es el sueño posee sus propias leyes (Freud, La interpretación de los sueños, 1900). Exige que todas las significaciones, hasta las ideas más abstractas, se expresen por medio de imágenes. El lenguaje, las palabras, no constituyen, según Freud, una excepción a este respecto; se encuentran en el sueño como elementos significantes y no por el sentido que poseen en el lenguaje verbal. Esta condición comporta dos consecuencias: conduce a seleccionar, entre las diversas ramificaciones de las ideas esenciales del sueño, aquella que permite una representación visual (Darstellbarkeit). Esta sería una condición que no parece cumplirse en la pesadilla.
Cuando, en 1931, el psicoanalista británico Ernest Jones publica su estudio sobre la pesadilla (On Nightmare, 1931), muestra que lo correlativo a la pesadilla es el íncubo o el súcubo, es decir, aquel ser que te oprime el pecho con todo su peso opaco de goce extranjero. En este magistral ensayo nos encontramos con la lámina del cuadro de Johann Heinrich Füssli titulado “Pesadilla”, donde se ve una muchacha que se despierta aterrada al ver que sobre su vientre se ha acostado un pequeño monstruo negro. La pesadilla es experimentada como presencia de un Otro inquietante, ilustrada por la figura del íncubo, ese ser maligno que hace sentir todo su extraño peso de goce que nos aplasta. La pesadilla indica pues que la angustia se presenta como un desbordamiento de lo imaginario en lo real del cuerpo.
Jorge Luis Borges, que conocía el libro de Jones, evocaría este mismo cuadro para referirse a una de sus pesadillas más recurrentes: “Siempre sueño con laberintos o con espejos. En el sueño del espejo aparece otra visión, otro temor de mis noches que es la idea de las máscaras. Siempre las máscaras me dieron miedo. Sin duda sentí en mi infancia que si alguien usaba una máscara estaba ocultando algo horrible. A veces me veo reflejado en el espejo, pero me veo reflejado como una máscara. Tengo miedo de arrancar la máscara porque tengo miedo de ver mi verdadero rostro, que imagino atroz” (Las siete noches, 1980).
A su manera, Borges nombra la máscara como la envoltura del real que acompaña las actividades del sujeto. Es la razón por la cual, en una sesión de su Seminario dedicado a La angustia (el 12 de diciembre de 1962), Lacan subraya que “la angustia de la pesadilla es experimentada, hablando con propiedad, como la del goce del Otro”. La expresión goce del Otro adquiere todo su valor, indicando que la pesadilla pone en juego un goce oscuro que no se presenta en forma de lenguaje: de él no se puede decir nada, es opaco, impensable e innombrable.
Pero que una cosa no se pueda pensar o nombrar no implica que no pueda ser experimentada. Hay existencias que no tienen nombre, ni representación significante y no por eso son menos reales. Igual que la angustia, la pesadilla es un acontecimiento corporal que hace presente lo indecible, aquello que de lo humano es inhumano y escapa a la solidaridad con la palabra. La pesadilla pone en juego un goce opaco, desconocido y, por ello mismo, sumamente desagradable para el soñante, al hundir sus raíces en un punto límite que Freud llamó “el ombligo del sueño”, punto que nos conecta con lo no reconocido (Unerkannt) y no reconocible.
Tanto las afirmaciones de Borges como las de Lacan tienen un denominador común: la pesadilla y los sueños de angustia nos ponen frente a esa opacidad del goce Otro que, en su despliegue, nos visita. Por todo ello, en cada despertar de la pesadilla, de algún modo sobrevivimos a esa vivencia tan próxima a la muerte y la locura.
Si por su funcionamiento y modalidad de representación el sueño debe generar satisfacción, la pesadilla sería el fracaso del deseo del sueño, deseo de dormir. En suma, si el sueño es una satisfacción obtenida por medio de representaciones de palabras, la pesadilla encarna el fracaso de la figuración del deseo inconsciente del soñante. La pesadilla es un sueño coartado en su finalidad.
Finalmente, las pesadillas nos confrontan con una cuestión central en nuestra experiencia como seres hablantes: ¿qué hace que eso que los sueños nos susurran pueda llegar a despertar algo que toca la belleza del sueño de un modo a veces atroz y punzante? En verdad, las pesadillas se ven seguidas por un sobresaltado despertar, quedando interrumpido nuestro reposo antes de que el deseo reprimido del sueño haya alcanzado, en contra de la censura, su completa realización. En estos casos, el sueño no ha podido cumplir su función, pero ello no modifica en nada su peculiar naturaleza.
Como señalamos más arriba, el sueño es como un vigilante nocturno encargado de proteger nuestro reposo contra posibles perturbaciones. Pero también los vigilantes despiertan al vecindario cuando se sienten demasiado débiles para alejar sin ayuda ninguna la perturbación o el peligro. No obstante, conseguimos muchas veces continuar durmiendo aún en el momento en que el sueño comienza a hacerse sospechoso y amenaza convertirse en pesadilla. En tales casos, solemos decirnos, sin dejar de dormir: «No es más que un sueño», y proseguimos nuestro reposo.
* From: La Vanguardia, Suplemento Culturas/s, nº566, 24 de abril de 2013, p. 4.

martes, 25 de agosto de 2015

Pintura, escritura, filosofía y terapia... Terapia Integrativa, ¿no?



- Pintor, escritor, maestro, teórico, Filósofo: En una sociedad tan esquemática, es fácil plantearse esa actitud?

 
- Yo soy una sola persona. No he creído jamás en las categorías, las categorías sirven para entenderse, tal vez; pero las cosas son mucho más globales. Creo que hay dos mecanismos de pensamiento que están relacionados naturalmente en la formulación del pensamiento. Y esos mecanismos de pensamiento, que en verdad no son dos, son muchos, están relacionados con el campo lingüístico y así como uno piensa en palabras y llama a esto lenguaje, en realidad creo que hay otro tipo de pensamientos que se manifiestan en otros tipos de lenguajes. Yo pienso o puedo pensar y concebir algunas cosas en el lenguaje de la pintura, otras en el lenguaje de las palabras. Simplemente eso. No me considero filósofo para nada, pero sé en el fondo, si tengo nostalgia de algo que no pudo ser, es la filosofía relacionada con la visión del mundo. Por otro lado, soy como un zurdo corregido, en cierto modo, porque siempre he tendido más a una comprensión global que a la sistemática y que discierne, tipo pensamiento racional. De todos modos he tenido que habituarme a la forma más lógica y racional que es el lenguaje de las palabras, también por razones familiares; ya que mi padre escribía. Pero tiendo más a la manifestación artística sin palabras. desde el año `55 al `61 he sido periodista, después tuve una beca de pintura para viajar a Francia y dejé el periodismo.

- Especializado en pintura, hacía periodismo? Periodismo especializado en plástica?
 - Fui hasta especializado en política. Estuve en "El Mundo" y "La Razón", donde pude haber hecho carrera, pero me hacían trabajar demasiado y decidí, como yo pintaba, pasarme a un diario que me ofrecía un trabajo más mecánico, más de oficinista. "La Prensa" Trabajé tres años y después saqué la beca del gobierno francés y ahí terminó mi carrera periodística.

- Si bien el lenguaje cambia cuando pinta o escribe, la fuente es la misma? 

- Yo muchas veces digo: cuando pienso en el mundo, pinto; cuando pienso en la pintura, escribo. Así fue que publiqué mi primer libro que se llamaba La Antiestética, en 1965. El título venía porque tomaba partido de la estética creativa que tiene que luchar con la estética establecida y también hablaba ahí de la asunción del caos, que es muy distinto al concepto de poner orden al caos. No, no es eso: 
es asumirlo y entenderlo como un orden implícito. Y eso tiene que ver, en el campo de la creación pictórica, con el concepto del ordenamiento y unidad de obra. Creo en ese sentido, basta que sea una cosa y no dos, ya está; si un cuadro está totalmente dividido en 80.000 fragmentos pero eso es un cuadro y no son dos cuadros, la unidad ya está: Pedirle una unidad más allá de la unidad explícita es un prejuicio de sentido de orden cultural como cualquier otro. En ese sentido, el concepto de poner orden al caos es un disparate, me parece. Hablo de las categorías de comprensión del mundo, como la filosofía de la pintura. El forzar un orden en el caos es como intentar tapar la boca de una olla enorme con una tapa más chica. No sirve. Ese concepto del orden va a formar parte del caos también. Ordenar el caos es un concepto profundamente reaccionario. La única manera de entender el .caos es entender su plasmación de vida y de órdenes que se van dando por un juego de estructuras. En aquel tiempo me gustó mucho obras; jugar con bastidores que se cruzaban y salían de su campo. En ese sentido hay un tipo, un amigo psicólogo, Cristian Varela, que en un trabajo que habla de mi obra como para relacionarla con las instituciones. Un cuadro, al fin y al cabo que se va de sí, que rompe con los parámetros iniciales pre-establecidos, ofrece un concepto de ruptura de lo institucional, un cuadro instala la creación de una nueva institución pero móvil: La pintura creo; es una manera de concebir, de hacer visiones del mundo; en ese sentido, no puede dejar de plantear el problema de la estructura

- La razón sería el. límite?
 
- No, la razón es un fragmento que se quiere imponer como todo (duda, titubea). A la razón, creo, se le escapa casi todo: Pero es necesaria para la respuesta de lectura con parámetros del mundo. Y bueno, está bien. En la medida de los parámetros que se proyectan, sirve al mundo, lo cual no quiere decir que sean ciertos esos parámetros. Sirven para un funcionamiento. Casi todas las categorías de la razón son categorías abstractas que se han impuesto para un funcionamiento de relaciones entre los seres humanos. Y gracias a eso hay sistemas que han podido avanzar: convivencia democrática, etc., etc. Pero no dejan de ser en realidad, en el funcionamiento del mundo, un fragmento. El mundo, o la realidad parecen ser más grande que la razón, aunque la razón esté incluida. En los diarios vemos escapes de los parámetros racionales. Cuando vemos que una mujer inteligente, buena alumna, de 22 años, mata a sus dos hijos en función del cálculo racional que a ella más le conviene, hay algo que se escapa de la estructura racional.
El ser humano parece estar en batalla con lo racional, porque lo racional no es más que una peluca artificial, puesta en la totalidad del ser humano. 
"Seamos racionales", se dice en una discusión, lo que da pie para preguntarse si el resto del tiempo no lo somos. Está todo el mundo, por suerte, forzándose a ser racional, pero lo cierto es que la estructura general es mucho más compleja. En ese sentido, hasta la poesía tiene que luchar contra las palabras para poder hacerse a sí misma. La definición que más me gusta de poesía es la de Aldo Pellegrini, que dice: "La poesía trata de decir con palabras lo que las palabras no pueden decir". Es eso: querer pescar aquello que se escapa de los parámetros racionales. 
A la manera de Pellegrini, podemos decir que la pintura trata de decir con línea, espacio y colores lo que la palabra no puede decir; y la música, a la vez, trata de decir con sonidos los que las palabras no pueden decir. 
Los creadores, entiendo que quieren aproximarse a entender el mundo un poco más allá de la caparazón racional. Lo cual no quiere decir que pretenden ser irracionales. El artista pretende ir más allá.
Cuando Leonardo dice: "La pintura es cosa mental", tenía razón, en ese momento tenía razón. Cuando Matisse dice 
que la intuición es más importante que la razón, también tenía mucha razón. Porque la cosa es mucho más global. Creo que toda afirmación es parcialmente cierta. El único error es que pretende ser total. Es que toda afirmación -esto mismo que yo digo ahora- está destinado a ser apenas un fragmento. Mi defensa de la totalidad no deja de ser una fragmentación. Si creo en la dinámica del caos es porque parcialmente los fragmentos de la realidad se adelantan. En un momento se adelanta el fragmento racional, en otro momento parece superado. esto se da continuamente en el mundo donde se suceden los momentos más racionales, o más salvajes, más mágicos... 
En realidad, la humanidad trabaja como si fuese un solo cerebro en la comprensión del mundo.

- Y en ese momento, hacia qué lado se mueve ese cerebro? Qué es lo que está tratando de completar?
 
- Creo que hay demasiados hilos sueltos en la conciencia que desconciertan a la gente. Yo creo que en ese sentido, no se quiere asumir el caos. Sigue siendo el caos una mala palabra, cuando as la única realidad. Para mí es lo único que existe.
Ahora si empieza a entenderse conceptualmente que los hilos sueltos, son los hilos sueltos, entonces se va a entender que estos hilos sueltos no son tales 
y están formando una estructura. En general se cree que los hilos sueltos no pertenecen al tejido del orden y los dejan de costado. Entonces, la realidad se escapa siempre. Y la realidad que se le escapa a la conciencia al no asumir así las  cosas, es la realidad de sí misma. Esto parece sanata filosófica, pero también lo he pensado en la pintura. No creo ahora que como pintor he pasado a otro campo, al filosófico y está acá macaneado, pero en ese caso también macaneo en todo. Porque por ahí me arriesgo a equivocarme, pero esto que estoy diciendo si lo pienso es porque en mi experiencia pictórica lo comprendí así.

- No podemos definir lo que usted llama caos, que parece una palabra oscura, como misterio?
- El misterio me suena a que todo me es ajeno. Es distinto el concepto de misterio y el de caos. Caos es aceptar que todo convive con flechas distintas. Creo en el caos. Cuando hablo de caos duda, titubea- es porque el mundo actúa de tal manera, cuando aplica la grilla racional, que todo lo que queda fuera de esa grilla lo llamamos caos, o mágicamente misterio. Pero en realidad, si algo queda fuera de esa grilla,
 que la grilla es chica, entonces pienso, por qué usarla todo el tiempo, por qué aplicar permanentemente la grilla?
Eso que se rechaza porque queda afuera, el caos, entendámoslo como sistema y de esa forma entenderemos una cantidad de cosas.
Esto, qué tiene que ver con la pintura? Que la pintura tal como nos la enseñaron en la tradición y demás, por su poder de dar imagen, tiende a relacionarse con la imagen total del mundo, pero que está dado -implícitamente- no 
por la anécdota que puede ser mínima, sino por la estructura de la obra; uno pasa de parámetros muy racionales -eso que les gusta enseñar a los profesores de las academias- a parámetros abiertos que tiene que ver con una estructura dinámica. Como yo he elegido éstos últimos, pero los he elegido conscientemente, eso aclara la palabra caos. 

- Un artista no es quien rompe esos parámetros?
- Continuamente. Creo que en la medida en que todos los parámetros se van rompiendo, se van edificando otros nuevos y hay todo un sistema por encima de todos los órdenes parciales que siempre se está haciendo -que es el sistema de comprensión de la estructura total- y por ello, en cierto modo, la marcha de esto, el caos se va asumiendo. No sé si me entienden?

- Esto último más o menos.
- Es que es una marcha, una marcha dinámica. Es un proceso de distintos órdenes y visiones de órdenes que se reemplazan. Cuando nace el cubismo es una salvajada para la comprensión del mundo, entonces bueno; muy bien, el cubismo, ahora es aceptado, hasta se utiliza en
 publicidad como código de, circulación. No obstante, llegan otros que quieren hacer del cubismo una cosa rígida, estructurada, quieren cerrar ahí. Pero siempre se escapan propuestas novedosas; porque ellas son comprensiones de los hilos sueltos. Hay una relación de la pintura con la música. La música tiene en común con las palabras, el sonido, pero se escapa de los nombres de las cosas y va al campo de lo abstracto. La pintura puede ir de su naturaleza abstracta, de línea, espacio, color, hacia el campo literario en la medida que nombra y cuenta.
Antes se partía de que la naturaleza de la pintura era el relato; ahora existe conciencia de que no es el relato, aunque el relato no está descartado. Porque la pintura es por naturaleza abstracta, pero el mundo que nos rodea es figurativo y nosotros mismos somos figurativos.
Creo que la pintura está condenada a la representación, esto no quiere decir a la representación como concepto que teníamos en el siglo pasado. Pero todo lo que se hace en pintura es representación, incluso los que crean que no lo hacen y hablan por ejemplo de presentación, como se llama al arte concreto.
El arte concreto es totalmente abstracto. Creo en la paradoja. Mucho. Creo en el sistema de las palabras, la única forma de  entender es a través de la paradoja.

- En su último trabajo sobre el Descubrimiento de América, su visión es paradojal...
- Totalmente, por eso se llama 
"A Oriente por Occidente". Es un trabajo sobre el primer viaje de Colón; para saber sus intenciones de ese primer viaje. La idea fue entender cómo nuestra suerte estaba echada, sí, echada, desde ese primer viaje. 
Y cómo una cantidad de paradojas se han mantenido; todo, este es un razonamiento latente, está en el origen. Por ejemplo; aquello de que la intención fundamental es la evangelización y lo primero que hace Colón es implantar la esclavitud. Ni bien llega a la Española, queda maravillado Colón, y habla del 
paraíso terrenal. Y vuelve y escribe; "Los hombres que ahí quedan son suficientes para destruir cualquier tipo de amotinamiento". Lo cierto es que en dos años la población de La Española se redujo -según cifras del hijo de Colón, Hernando Fernando- a dos tercios. Algunos historiadores hablan de un tercio. De todos modos es una salvajada una cosa como la otra. Todo esto antes de los Cortés, los Pizarro y demás. 

- Cuál es el cuadro que le falta pintar? 
- Me falta muchos cuadros pintar, pero no los puedo contar en palabras. Concibo o puedo concebir en el momento, en el acto de pintar. 

Después de mi última exposición: Jeroglíficos de las Cavernas de Buenos Aires ( 1992), no he pintado mucho, sólo cuadros que son derivados de otros cuadros. Creo que voy hacia una etapa nueva que probablemente busco la manera de concretar. Hay dos tipos de pensamiento: unas preguntas, hechas de palabras que buscaré su respuesta en la pintura. Esas preguntas aún no están formuladas, pero tienen que ver con dos o tres cosas que siento; una es la relación entre las partes y el todo, entre los fragmentos y la continuidad.
La otra es la presencia de lo ausente. Cómo contestarlas? No sé, pero esos son mis pequeños desafíos.

- Diez años sin pintar. En ese tiempo extrañaba la pintura porque era una excelente terapia para usted, dijo en algún reportaje. La creatividad es curativa?
- Ante todo te aclaro que cuando dejé de pintar, asumiendo la concepción del caos, viajé para la realización de instalaciones que eran muy complejas de hacer y deshacer permanentemente. Pero siempre estuve en el campo de la pintura. 

En esa época, lo que yo llamaba terapia, ahora lo llamo lenguaje. Evidentemente, la gente necesita comunicarse, que no es con los otros como se cree, sino comunicarse con el mundo, entorno y con uno mismo a fondo, y si el que está enfrente lo entiende, magnífico. Hay que ser sí mismo, y el otro se anota o no se anota. 


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lunes, 24 de agosto de 2015

Jean Michel Vappereau: "El psicoanálisis como barrera contra la barbarie"

El psicoanálisis como barrera contra la barbarie

Jean Michel Vappereau. El analista francés alerta contra los crímenes de paranoia masiva y asegura que la matemática es una escritura en la que Lacan se inspiró.

POR HECTOR PAVON

Jean Michel Vappereau ciudadano y psicoanalista de dos capitales –por lo menos– termina su conferencia en las V Jornadas de Investigación en Psicoanálisis organizada por la Universidad Argentina Kennedy y se divierte en esta entrevista hablando de matemática y psicoanálisis. Pero se lo toma en serio. Como tal, se formó muy cerca de Jacques Lacan de quien fue discípulo y paciente. Precisamente frecuentó su consultorio desde 1972 hasta su muerte en 1981. La marca ha sido decisiva, hoy lo sigue homenajeando con su visión del mundo psicoanalítico de las orillas de Buenos Aires y París.
–¿Cómo evalúa el papel de los psicoanalistas en sociedades como las nuestras, se aggiornan?–Los psicoanalistas cambian muy poco, están siempre en la inercia permanente, Freud quiso esto para conservar las palabras en un dogma. Lacan lo va a seguir y no va a querer cambiar esto, quiere fundar un psicoanálisis freudiano. Antes de morir, Lacan dice: yo soy freudiano, si usted quiere ser lacaniano, hágalo. Yo digo que podemos empezar –no esperar dos siglos– a reconsiderar todo esto de una manera viviente. Para mí el chiste es una creación simbólica muy banal e interesante. No hay únicamente un saber, una verdad surgida del academicismo. No hay verdad analítica, saber analítico, el psicoanálisis es una práctica y es necesario deconstruir esa práctica. Cada uno tiene un camino diferente, no sólo psicológico. El psicoanálisis puede dar indicaciones interesantes a otra disciplina, todas necesitan hablar, leer, escribir . Para mí es una enseñanza, primero reconocer que hay dificultades para todos. Mi hijo tiene muchas dificultades como todos los otros. Qué hacemos, ¿vamos a mostrar todas las cosas favorables que sabe hacer y ocultar lo que no sabe hacer? El psicoanálisis es una manera de reconsiderar estas dificultades y pensar que se puede superar, que yo puedo conquistar lo simbólico, es por eso que hay más paranoia hoy en lo singular y en lo masivo. El psicoanálisis es una barrera de civilización necesaria.
–Hay crímenes masivos de paranoicos...–Auschwitz, Hiroshima son crímenes paranoicos de masas. Hoy son los de violencia extrema que vemos en Internet: decapitaciones, destrucción de museos, sitios históricos. Los dos primeros tocan a pueblos que leen como ningún otro. Los judíos con el Talmud y los japoneses con la escritura china: leen al mismo tiempo con japonés contemporáneo y chino arcaico. Lo que hace que los japoneses tengan un equilibrio subjetivo que fascina a los occidentales, un exotismo. Lacan dice que no es molesto ir a Japón junto con un intérprete porque los japoneses están todo el tiempo con su intérprete que son ellos mismos, ellos están todo el tiempo divididos. Dice que es lo mejor que puede obtener de un análisis. He aquí en cuanto a lo absoluto, son cosas que están decididas, para cada sujeto, pueblo, barrio, familia. Lacan va a llamar a eso el nombre del padre. Dice que el padre puede ser banal. No importa quién puede ser el padre, la función del padre es decir cosas excepcionales, que el niño puede no comprender cuando es pequeño, pero con el tiempo comprenderá.
–¿Cómo se explica la relación del psicoanálisis con la matemática que usted lleva a la práctica?
–Yo considero que no se trata de formalizar como se decía en los 70: en el estructuralismo se ha querido hacerlo con la lingüística, la sociología, el marxismo, el psicoanálisis. Esa noción de formalización viene de forma . Hay una especie de timidez, tibieza, duda, sobre este tipo de trabajo, estilo de escritura. Es decir: la matemática es una escritura.
–¿Cómo se traduce esto en un abordaje concreto?–Hay un lenguaje, un habla y una escritura. Hay que aprender a leer y la escucha psicoanalítica es una lectura, una manera de oír. Tal como en el chiste. Hay extranjeros que no comprenden los chistes que se hacen en Buenos Aires porque poseen elementos incorpóreos. Sobre eso hablan los estoicos, los incorpóreos son los que permiten la lectura, vienen del discurso que corre. A mí lo que me interesó cuando vine a Buenos Aires es cómo la gente habla; que no es igual que en Barcelona o Madrid. Cada ciudad, familia, barrio tiene incorpóreos. Son cosas absolutas para el sujeto pero que no es capaz de explicar. Hablar y escribir son cosas diferentes.
–¿Qué buscaba Lacan?–Lacan busca un lugar en lo simbólico donde la escritura se junta con el habla. Y el objeto de la matemática es lo escrito. Los filósofos van a decir que es una abstracción. Es algo escrito, no abstracto. Cuando hablamos cometemos lapsus, actos fallidos, los grandes actores pueden equivocarse en el texto. Cuando la palabra hablada fracasa, la escritura es una manera de corregir el objeto; el sujeto es el de la palabra hablada. El psicoanálisis diferencia bien lo simbólico y la naturaleza.
–¿Lo simbólico en psicoanálisis puede partir de una relación matemática?–Lo que Lacan va a introducir en el psicoanálisis, por ejemplo, el nombre del padre, no tiene nada que ver con el nombre patronímico, es la madre la que va a producir el nombre del padre para el niño, porque el niño busca en todo lo que dice la madre qué es lo importante. Es importante la manera de comer, lavar, caminar, en fin toda la educación, él busca qué es lo importante para ella para satisfacer su deseo para que ella ame al niño. Es el niño quien lee en lo que dice la madre metáforas donde él supone que ella metaforiza su deseo de ella. Eso es la metáfora del nombre del padre. Es una separación absoluta, luego en la vida del sujeto. Qué son los significantes del nombre del padre, son banales para todos los otros pero excepcionales para mí, son cosas incorpóreas, lecturas y los paranoicos son sujetos que no logran leer y que quieren en el crimen paranoico –que es un crimen incomprensible para la civilización occidental– destruir lo simbólico en el cuerpo de la víctima.