En el 2010, el
Centro Edmond J. Safra de Ética de la Universidad de Harvard, puso en marcha un laboratorio para estudiar la corrupción institucional (nosotros hemos preferido traducir este importante concepto político como “
deriva institucional”). El objetivo de este proyecto, en palabras de su primer director Lawrence Lessing, “
no es detectar malas personas haciendo malas cosas”. La corrupción que se quiera estudiar es más ordinaria, más regular, más frecuente:
“El producto de una serie de influencias que debilitan la efectividad de una institución, especialmente, disminuyendo la confianza social en ella”.
La profesora Lisa Cosgrove de la Universidad de Massachusetts y el periodista Robert Whitaker han escrito la historia de la corrupción institucional que ha asolado la psiquiatría como disciplina médica. En el recientemente publicado libro, “
Psychiatry Under the Influence: Institutional Corruption, Social Injury, and Prescriptions for Reforms” relatan en detalle como en esta deriva institucional ha habido dos fuerzas motrices fundamentales: los intereses económicos de la industria farmacéutica y los propios intereses corporativos de la especialidad.
El despliegue de datos, la profunda re-lectura crítica de las evidencias científicas consideradas hitos de la investigación farmacológica psiquiátrica hasta este momento, y los ricos argumentos filosóficos, sociales y políticos utilizados en la reflexión, hacen de esta obra una referencia indiscutible para abordar, no solo la corrupción institucional que ha afectado a la psiquiatría en los últimos 35 años sino, también, para comprender la deriva de la propia medicina (como muestra, merece la pena leer uno de sus capítulos, publicado previamente como trabajo independiente,
traducido el el blog postpsiquiatría). Por ello vamos a dedicar varias entradas a analizar el texto que posee muchas de las claves que nos parecen esenciales en la búsqueda de soluciones a los conflictos de interés que amenazan no solo a la psiquiatría sino a la medicina en su conjunto.
El libro se divide en tres partes: “Semillas de corrupción”, “Ciencia corrupta” y “La búsqueda de soluciones”. La psiquiatría, según los autores, “está en el epicentro de la crisis de credibilidad en la que se encuentra la medicina”:
“La sociedad piensa que la medicina tiene nobles fines y, por ello, asume que la profesión médica estará por encima de influencias económicas. Los ciudadanos esperan que los investigadores médicos serán objetivos en el diseño de los estudios y el análisis de los datos; que los resultados serán comunicados de una manera fiel y equilibrada; y que la profesión médica pondrá, en definitiva, los intereses de los pacientes en primer lugar. Sin embargo, en los últimos años ha habido un continuo flujo de informes, tanto en los medios de comunicación convencionales como en las revistas científicas, que detallan la influencia corruptora que el dinero de la industria farmacéutica ha tenido en la moderna medicina”
Pero, además de los conocidos conflictos que derivan de los intereses económicos, existe otra fuente de corrupción, no menos importante, a la que se le suele prestar menos atención: los intereses corporativos (“guild interest”). La
American Psychiatric Association (APA) es una asociación científica y también una organización profesional y, por tanto, con interés en proteger y potenciar la propia especialidad:
“Así, la APA puede sentir la necesidad de promover la confianza social en los tratamientos prescritos por los psiquiatras, incluso aunque la ciencia ponga en duda algunas de estas terapias… Los intereses corporativos de la APA pueden entrar en conflicto con su misión de promoción de la salud pública, creándose un terreno fértil para la corrupción institucional”
Las preguntas fundamentales, para los autores, son:
“En los últimos 35 años, la psiquiatría organizada (representada por la APA y los miembros de la psiquiatría académica) ¿Ha cumplido con su obligación social de conducir investigación objetiva? ¿Ha difundido toda la información existente relevante sobre la seguridad y la eficacia de los medicamentos psiquiátricos? ¿Ha sido capaz de producir Guías de Práctica Clínica sustentadas en el mejor conocimiento científico? Y si no ha sido capaz de alcanzar estos objetivos éticos profesionales ¿Cuáles han sido las consecuencias negativas para la sociedad?”
La psiquiatría norteamericana ha tenido una influencia que va mucho más allá de los EE.UU:
“La psiquiatría ha cambiado nuestra visión de la infancia y de lo que se espera sea normal en esa edad, de tal forma que hoy en día más del 5% de los niños en edad escolar toma algún medicamento psicotrópico; ha cambiado nuestro comportamiento como adultos, en particular, la manera cómo nos enfrentamos a las dificultades emocionales y a los problemas en nuestras vidas; ha cambiado la filosofía del bienestar y ha conseguido que nos veamos a nosotros mismos como menos responsables cuando tenemos un problema emocional ya que nos han trasladado la idea de que se debe a alteraciones neurobioquímicas; la utilización de medicación psiquiátrica nos acompaña ahora desde el nacimiento a la tumba…”
El texto no pretende perseguir y denunciar a médicos o a organizaciones corruptas.
La teoría de la corrupción institucional asume que todos los individuos y organizaciones son inocentes pero que la “economía de la influencia” en la que han aceptado desenvolverse no lo es.
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