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Paz y Ciencia

jueves, 17 de junio de 2010

La Multiplicidad de Winnicott

Les acerco un documento muy interesante,

La Multiplicidad de WINNICOTT

ENTRE TEXTOS

¿Quién no dijo que el rigor no se compadece con la chispa del descubrimiento? Aquí el autor prepara, montando textos, un rompecabezas o varios, mejor dicho. Pero además examina términos, cuestiona traducciones demasiado domésticas, con “obstinado rigor”, como decía Leonardo.
Por JORGE RODRIGUEZ

“Por un instante están los hombres habitados”.
O. Paz

Un verso, una teoría

En la playa de los interminables mundos, los niños juegan.
Tagore

“La cita de Tagore siempre me intrigó. En mi adolescencia no tenía idea de lo que podría significar, pero encontró un lugar en mí, y su impresión no se borró, Cuando me transformé en freudiano supe que significaba. El mar y la playa representan una interminable relación sexual entre un hombre y una mujer, y el niño que surge de esta unión tiene un momento de alivio antes de llegar a convertirse en adulto o padre. Luego, como estudiante del simbolismo inconsciente, supe (uno siempre sabe) que el mar es la madre, y en la playa nace un niño. El bebé proviene del mar y es dejado sobre la tierra, al igual que Jonás proviniendo de la ballena. Entonces el mar era el cuerpo de la madre, después el niño nace, y la madre y el bebé pueden comenzar a ser…
Por un largo tiempo mi mente permaneció en un estado de no-saber, este estado cristalizó en mi formulación de los fenómenos transicionales”.
Winnicott, 1967, en Realidad y juego

“La reflexión de que luchaba por una idea nueva y original me consolaba de la mala acogida dispensada a mí teoría de la etiología sexual de la neurosis, incluso en el estrecho círculo de mis amistades. Pero un día surgieron en mí algunos recuerdos que turbaron esa satisfacción, proporcionándome, en cambio, una interesante visón del origen de nuestra labor creadora y de la naturaleza de nuestro saber.
La idea de que se me hacía responsable no había nacido en mi cerebro. Me había sido comunicada por tres personas, cuya opinión podía contar con mi más profundo respeto. Estas tres personas eran Breuer, Charcot y Chrobak… Los tres me habían transmitido un conocimiento que, en rigor, no poseían… Por lo que a mí respecta, dichas tres sugestiones idénticas, incomprensiblemente recibidas, durmieron en mi años enteros, para despertar luego un día bajo la forma de una idea aparentemente original”.
Freud, 1914, en Historia de movimiento psicoanalítico)

Cincuenta años después de Freud, Winnicott expresa algo análogo con respecto al origen de la creatividad.
Los versos de Tagore permanecieron en él en forma incomprendida, en un estado de no-saber, permanecieron como enigma, en forma de intriga y luego, desde ahí: del no-saber y algo enigmático surgió una teoría propia, original, de los fenómenos transicionales.
Mientras sufría rechazo y no aceptación, Freud se consolaba con la creencia de haber sido creador de una teoría original de la sexualidad. En realidad, nos dice, recibió un saber que otros en rigor no poseían, que estuvo en él en forma incomprendida, así permaneció durante años para despertar luego como una idea aparentemente original.
Ambos nos señalan, entonces, cómo puede originarse un trabajo creador, una idea original o aparentemente original.
La mayoría de nosotros debemos conformarnos con encontrar lo que ya poseemos, con buscar lo que conocemos, lo que de diferentes formas heredamos de otros, pocos pueden hallar lo que no buscan.
El poeta se encuentra dentro de esos pocos. A veces, la poesía, un verso o un poema, puede resultar el espacio de cierta originalidad nuestra, la originalidad de los seres comunes;
Esta originalidad puede manifestarse, en nuestro caso, en la elección de un autor a estudiar; en la afinidad con un tema trabajado y a trabajar. ¿Qué estudiar, qué autor leer; a qué grupo pertenecer; cómo trabajar? Son problemas que hacen la manera en que uno va siendo, en este trabajo en el que uno e está.
A veces el encuentro con un autor se da fuera del autor, se produce en un poeta, en una poesía o en un verso que ese autor cita o trabaja, ya sea en forma explícita o implícita.
Winnicott, en Realidad y juego no lo cita a Eliot, al Eliot de los Cuatro cuartetos pero creo que todo el libro es el desarrollo de un verso de un poema de ese libro:
“…váyanse, dijo el pájaro, que la especie humana no soporta mucha realidad”.
Winnicott nos plantea que la especie humana, el ser humano, está condenado a una tarea perpetua, la de tener que diferenciar y relacionar mundo interno y mundo externo, lo subjetivo y lo objetivo. Nos dice que el alivio para esa condena nos los brinda un lugar de estar, zona intermedia de experenciar, en la cual no tenemos la obligación de estar diferenciado lo interno de lo externo. Los fenómenos transicionales constituyen el producto psíquico, así como luego lo serán el jugar y la experiencia cultural, con el cual soportamos la realidad, esa realidad intermedia que se hizo famosa por el famoso objeto transicional. Objeto que sólo tiene valor al ser testimonio material de los fenómenos transicionales. Winnicott está más en el fenómeno que en el objeto.
Aunque llevemos libros bajo el brazo y aunque crezcan nuestras bibliotecas la experiencia que nos posibilitan está en otro lado.
Diríamos en su lectura, pero luego de las citas de Freud y Winnicott tampoco podemos decir en su olvido, tenemos que decir en un estar paradójico entre saber y no-saber y entre comprender y no-comprender.
Parece que ambos enfatiza más el no-saber que el saber y el no-comprender que el comprender, y un espacio, el espacio potencial.
Después, luego de la experiencia de la lectura, el poeta y nosotros: un poema, un verso y ese estado de no-saber que siempre nos conmueve, sólo después, el poeta queda con nosotros o nosotros en el poema, y ese es un lugar de futuros encuentros.
En “Miedo al derrumbe”, publicado luego de su muerte, Winnicott nos dice que se va a ocupar de algo de lo que ya se ocuparon los poetas, nos obstante eso no nos exime de dar nuestras razones, tenemos que darlas, trabajar nuestras experiencias y dar nuestras razones; en ese camino la luz que emana de la poesía puede ayudar a alejamos, poco a poco, de nuestra ignorancia.
Y es otro poeta, John Keats, quien nos hace más soportable la ignorancia al ubicarla, junto con el estado de no-saber y lo que puede permanecer incomprendido, de manera tal que constituyan a la posibilidad misma de saber. Lo leí en Atención e interpretación de Bion:
“…se me hizo claro qué cualidad interviene en la formación de un ‘hombre de logro’, especialmente en literatura, y que Shakespeare la poseyó en tan gran medida: me refiero a la capacidad negativa, es decir, a la capacidad de un hombre para permanecer en medio de la incertidumbre, del misterio y de dudas, sin un ansia exacerbada por llegar al hecho y la razón”.
John Keats, carta a George y Thomas Keats, 21 dic. 1817

A través de Eliot, en Eliot, encontré a Winnicott. Encuentro que si sólo se queda ahí, si se circunscribe a eso, se transforma en desencuentro, pierdo a Winnicott.
En un verso una teoría.
Un último verso, también de Keats y está en Winnicott¹:
“Cada punto del pensamiento es el centro de un mundo intelectual”.
El verso de Eliot se constituyó en el centro del mundo intelectual que Winnicott trabaja en Realidad y juego, y fue el que me posibilitó creer que ya lo conocía, pero no me exime de trabajarlo.

ENTRE TEXTOS
Trabajo de lo paradójico

Se trata de algo tan obvio y al mismo tiempo tan íntimo, que quizá sería mejor hacer silencio, cierto pudor metafísico me hace vacilar. Se trata de algo que buscamos, alguno de entre nosotros, a veces, cuando vamos al analista. Búsqueda del self dice Winnicott, pero self no nos dice nada. A la búsqueda de uno mismo. Quizá se trate de que vale la pena vivir, que sentirnos reales; que el vivir mismo tiene más sentido que el psicoanálisis. Y no se trata sólo de dar significado. Quizá necesitemos nuevas experiencias en situaciones que así las posibiliten. Experiencias en ese estado muy particular que Winnicott nombrará, en nuestro texto, como estado de descanso. ¿Experiencia de qué clase?
A pesar de que Freud habla de experiencia de dolor, de satisfacción, la palabra experiencia se nos aparecería como un concepto no psicoanalítico.
En Winnicott, experiencia es siempre experiencing, algo que nunca se termina de hacer. Está en relación con continuidad existencial y es un nombre del tiempo. El experenciar pone el tiempo. Al espacio lo llamará: zona intermedia, zona neutra, lugar de descanso (y a lo que ahí sucede, en nuestro texto, estado de descanso, estar con el motor “regulando” [“ticking over” – “a tildar” dice la versión que revisamos] y no funcionando a toda velocidad o forzándolo o frenando…), zona de ilusión, espacio potencial…
El experenciar más que la pulsión sexual o la de muerte ocupa el lugar de, lo que podríamos llamar, cierta originalidad de Winnicott. Los procesos son siempre más importantes que los objetos. Se sabe que no existe bebé sin madre, proceso de maduración sin medio ambiente facilitador, paciente sin analista. Al ir haciendo se va construyendo el espacio, que une y separa a la vez. Hacer con eso que la madre va poniendo ahí para ser encontrado por el bebé. Ese hacer es experenciar si tiene cualidad paradojal: la experiencia de ilusión o la experiencia de omnipotencia consisten en creer, a través del hacer al principio, que se está creando lo que está ahí (puesto por madre) dispuesto a ser encontrado. Paradoja: crear lo que se encuentra, lo que se dan. Pueden formularse otras; lo subjetivo es objetivo, lo interno es externo, lo propio es ajeno…
La que estamos subrayando es la relativa a la naturaleza del objeto. Nos ubicamos en la experiencia de precariedad, esencia del jugar, respecto a la diferencia y relación entre lo objetivo y lo subjetivo. La zona (área, campo, espacio) intermedia (de ilusión, potencial de experenciar) se va creando de esta manera, Winnicott estudiará tanto el espacio como los procesos que lo constituyen.
Neutra y de descanso respecto a que se la debe conservar en su naturaleza paradojal; “no debe ser objeto de desafío” nos dice Winnicott respecto al origen del objeto: “¿lo creaste o lo encontraste?” es la pregunta que no debe formularse.
Lo neutro no es neutro y el descanso no es descanso sino paradojas vivas (de ahí que no se trate del reposo después del trabajo, sino de otro tipo de trabajo, el trabajo de lo paradójico), La paradoja lo constituye y debe ser “aceptada (vale decir reconocida), tolerada (produce tensión), respetada (no se debe intervenir) y no resuelta”… mediante nuestra inteligencia, en cuyo caso se pierde el valor de la paradoja. De ahí los pedidos de Winnicott, en inglés, para que el terapeuta no sea demasiado “clever”, ‘inteligente’, ‘piola’, ‘vivo’ (no sólo a nosotros nos mata la picardía criolla). Se trata de un contrato silencioso (ni el bebé ni la madre ‘saben’ acerca de la paradoja, la que es un producto de Winnicott) y que está sostenido por actos (se trata del hacer del bebé y del hacer materno necesario para atenderlo), el que posibilita que la relación entre proceso de maduración y medio ambiente facilitador produzca esa zona neutra o ese lugar de descanso, único lugar donde la experiencia es paradojal. La paradoja es una cualidad del medio.
El desarrollo de uno es silencioso, sus rupturas no lo son, producen angustias impensables, agonías primitivas…
Winnicott formula diferentes relaciones entre el verdadero y el falso uno mismo (no puede pensarse uno sin el otro y no se trata de juicios de valor), una de ellas es la función del falso uno mismo que consiste en ocular al verdadero uno mismo, otra es encontrarle una manera para que pueda comenzar a vivir…

“…esto puede conseguirse por toda clase de medios, pero los ejemplos que observamos más de cerca son aquellos en los que el sentido de que las cosas son reales, o de que valen a pena, aparece durante el tratamiento”.¹ (p. 179)
“El mejor ejemplo que puedo darles es el de una señora de mediana edad que tenía un falso uno mismo muy eficaz, pero que durante toda la vida había experimentado al sentimiento de que no había empezado a existir y de que constantemente de llegar a su verdadero uno mismo”.¹ (p. 171-2)

Esta paciente

“llegó, después de un largo análisis, al comienzo de su vida. No tiene experiencia verdadera, no tiene pasado. Comienza la vida con cincuenta años desperdiciados, pero al menos se siente real, y por consiguiente, quiere vivir”.¹ (p.179)

Algo que esto nos dice Samuel Beckett²:
“(…) Siempre tuve la impresión de que dentro de mí había un se asesinado. Asesinado antes de mi nacimiento. Tenía que encontrar a ese ser asesinado. Intentar devolverle la vida… Un día fui a escuchar a Jung… Habló de sus pacientes, una jovencita… Al final, mientras la gente se iba marchando, se quedó callado y como hablándose a sí mismo, asombrado por el descubrimiento que estaba haciendo, dijo: en el fondo no había nacido nunca. Siempre tuve la impresión de que yo tampoco había nacida nunca”

En “Búsqueda de uno mismo” y “Comentario”, fragmentos del cap. 4 de Realidad y juego, Winnicott intenta transmitir como se ocupa clínicamente y cómo piensa ese tipo de problemas.
Decíamos que se trata más de experiencias que de explicaciones, interpretaciones, “en este tipo de trabajo incluso la explicación correcta es ineficaz”; “lo importante es el momento en el cual el niño se sorprende a sí mismo… y no el momento de mi ‘inteligente’ interpretación” nos dice en la ‘Introducción’ a las Consultas terapéuticas.
Que se despliegue una actividad no intencional, sin propósito, un estado de no forma, lo no integrado de la personalidad, aquello que posibilita la relajación, la asociación libre, lo no ligado… ¿nombres de lo inconsciente? y así dar lugar a que se exprese el no sentido (traducido como insensatez, carente de sentido, insensato, matiz que nonsense posee, pero que nos hace perder lo que aparece en no sentido). Esto puede lograrse si el otro o lo otro (el encuadre) es confiable y produce el sentido de confiar en.
Y desde el propio no sentido, siempre y cuando el analista no se vea “obligado” a dar “su” propio sentido, es desde donde, parece, puede comenzarse…
Esperamos que nuestra versión del texto de Winnicott permita acceder a la clase de experiencias a que se refiere.
J.R.

La búsqueda de uno mismo³

En este capítulo me ocupo de la búsqueda de uno mismo y de la reformulación del hecho de que ciertas condiciones son necesarias, si el éxito quiere coronar dicha búsqueda. Estas condiciones están asociadas con lo que usualmente se llama creatividad. Al jugar y sólo al jugar puede el individuo, niño o adulto, ser creativo y usar la personalidad toda; y sólo siendo creativo se descubre el uno mismo.
También tenemos el hecho de que sólo al jugar es posible la comunicación; excepto la comunicación directa que pertenece a la psicopatología o a una extrema inmadurez.
Es una frecuente experiencia, en la labor clínica, encontrarse con personas que quieren ayuda y que están buscando de encontrarse a sí mismas en los productos de sus experiencias creadoras. Pero, para ayudar a estos pacientes debemos conocer sobre la creatividad en sí misma. Esto es, como si estuviéramos observando a un bebé en los estadios tempranos y nos fuésemos hacia el niño que toma las heces o una substancia e intenta hacer algo con esta substancia. Esta clase de creatividad ya es comprendida y es válida, pero es necesario otro estudio sobre la creatividad en tanto rasgo de la vida y del vivir total.
Lo que estoy tratando de decir es que la búsqueda de uno mismo en términos de aquello que puede ser hecho con productos de desecho es una búsqueda que está condenada a ser interminable y a ser, esencialmente, infructuosa.
La persona implicada en una búsqueda del uno mismo puede haber producido algo valioso en términos artísticos, pero un artista exitoso puede ser aclamado universalmente y sin embargo no haber logrado encontrar el uno mismo que busca. En lo que se hace con productos de la mente o del cuerpo, no puede encontrarse realmente el uno mismo, por valiosas que sean esas producciones en términos de belleza, destreza o impacto. Si el artista (en cualquier rama del arte) está buscando el uno mismo, podemos decir que, con toda probabilidad, existe ya alguna falla en ese artista en el campo del vivir creativo en general. La creación terminada nunca subsana la falta del sentido de uno mismo que subyace.
Antes de continuar con esta idea debo formular un segundo tema, que está relacionado con el primero pero necesita un tratamiento por separado. Consiste en que la persona a quien tratamos de ayudar podría esperar sentirse curada cuando le interpretamos; podría decir: “Entiendo lo que usted me dice; soy yo mismo cuando realizo un gesto creador, entonces la búsqueda se termina”. No parece que esto describa lo que sucede en la práctica. Sabemos qué, en este tipo de trabajo, incluso la explicación correcta es ineficaz. Lo que la persona que estamos tratando de ayudar necesita es una nueva experiencia en un encuadre especializado. Dicha experiencia consiste en un estado no intencional, una en la que los elementos no integrados de la personalidad estén, por así decirlo, “regulando”. En la descripción del caso (cap. 2) me refería a esto como a un estado de no forma.
Hay que tener en cuenta la confiabilidad o la no confiabilidad del encuadre en el cual está actuando el individuo. Nos vemos ante la necesidad de diferenciar entre la actividad en intención y su alternativa de ser no intencional. Esto se relaciona con lo que Balint4 (1968) formuló como regresión benigna y maligna (ver también Khan5, 1969).
Estoy tratando de referirme a aquello esencial que hace posible la relajación. En términos de asociación libre, esto significa que tanto al paciente en el diván como al niño en el suelo, entre los juguetes, se les debe posibilitar que comuniquen una sucesión de ideas, pensamientos, impulsos, sensaciones que no están ligadas salvo neurológica o psicológicamente, y que quizá lo estén más allá de su posible detección. Es decir: el analista tendrá que ser capaz de reconocer u señalar la conexión (o varias conexiones) entre los diversos componentes del material libremente asociado, donde exista intención, donde aparezca angustia, o donde exista falta de confiar en, basada en una necesidad defensiva.
En la relajación que es inherente al confiar en y a la aceptación de la confiabilidad profesional del encuadre terapéutico (sea analítico, psicoterapéutico, de asistencia social, arquitectónico, etc.) hay cabida para la idea de secuencias de pensamiento no relacionadas, a la que el analista hará bien en aceptar como tales sin suponer la existencia de una ilación significativa entre ellas. (cf. Milner6, 1957, especialmente la apéndice).
Quizá pueda ilustrarse la comparación entre esas dos condiciones relacionadas si pensamos en un paciente que es capaz de descansar después de trabajar pero que no es capaz de lograr el estado de descanso a partir del cual puede darse una búsqueda creativa. De acuerdo con esta teoría, la asociación libre que revela un tema coherente ya está afectada por la angustia, y la cohesión de ideas es una organización defensiva. Quizás haya que aceptar que existen pacientes que a veces tienen la necesidad de que su terapeuta se dé cuenta respecto al no sentido perteneciente al estado de descanso del individuo, sin la necesidad, incluso, para el paciente, de comunicar ese no sentido. El no sentido organizado ya es una defensa, así como el caos organizado es una renegación del caos. El terapeuta que no puede sostener esta comunicación permanece comprometido en un fútil búsqueda de organización en el no sentido, como resultado de la cual el paciente abandona el campo del no sentido debido a un estado de desesperanza respecto a poder comunicar el no sentido. Una oportunidad para descansar se perdió debido a la necesidad del terapeuta de encontrar sentido donde existe no sentido. El paciente devino incapaz de descansar por una falla de la provisión ambiental la que anuló el sentido de confiar en. El terapeuta, sin saberlo, abandonó su lugar profesional y lo hizo tratando de ser un analista “inteligente” y tratando de ver orden en el caos.
Quizás estos problemas se reflejen en los dos tipos de sueño, a veces denominados MOR y MONR (movimientos oculares rápidos y movimientos oculares no rápidos).
Para desarrollar lo que quiero decir necesitaré la siguiente secuencia:
a. Relajación, cuando se dan condiciones de confiar en basadas en la experiencia.
b. La suma de estas experiencias constituye la base del sentido de uno mismo.
Suma o reverberación que depende de que exista cierta cantidad de reflejo hacia el individuo por parte del terapeuta (o amigo) confiable que se ocupó de recibir la comunicación (indirecta). En estas condiciones altamente especializadas el individuo puede unificarse y existir como una unidad, no como defensa contra la angustia sino como expresión del yo soy, yo estoy vivo, soy yo mismo7. Desde esta posición cualquier cosa es creativa.

Comentario 8

Es desde un funcionamiento inconexo y de no forma, y sólo desde ahí, de donde la búsqueda de un jugar rudimentario, como si viniera de una zona neutra. Solamente aquí, en este estado no integrado de la personalidad, puede aparecer aquello que describimos como creativo. Si es reflejado, y sólo si es reflejado, todo eso llega a formar parte de la personalidad individual organizada, y eventualmente la suma de todo eso hace ser, ser encontrado, al individuo; y eventualmente posibilita a alguien postular la existencia del uno mismo.
Nuestra indicación para el procedimiento terapéutico proviene desde ahí: proporcionar una oportunidad para una experiencia de no forma y para impulsos, motores y sensoriales, creativos, los que constituyen la materia primera del jugar. Y es sobre la base del jugar que se construye la totalidad de la existencia experiencial del hombre. Ya no somos introvertidos ni extrovertidos. Experimentamos la vida en la zona de los fenómenos transicionales, en el excitante interjuego de la subjetividad y la observación objetiva, y en la zona de los individuos y la realidad compartida del mundo que es externa a los individuos.

Uno

Para Winnicott, la fidelidad al psicoanálisis no pasaba por el estudio minucioso de los textos ni por una dogmática glorificación del pasado, sino más bien por un cuestionamiento continuo de su práctica diaria, tanto en el aspecto clínico como en el teórico.
Creo que, como nos acostumbramos al hecho de ser analistas, nos parece un asunto concluido; no nos resulta sencillo encontrar una manera de cuestionarlo. Bion nos señala cierta dirección cuando nos dice que es conveniente que de vez en cuando el analista se pregunte por qué practica el análisis y si se propone seguir practicándolo. Es una “pregunta perpetua”, es decir, que no tiene una respuesta permanente, está siempre abierta.
El concepto de uno mismo es una pregunta perpetua.
Lo que figure a continuación9 es un fragmento de una carta del 19 de enero de 1971, en la que Winnicott intenta aclararle, a pedido de su traductora al francés – J. Kalmanovitch – lo que puede tener aclarable la noción de self.
Si un idioma es “una visión de mundo”, ¿qué ve alguien que habla inglés o mejor, que es inglés, cuando usa self? Al castellano se lo tradujo en obras de y sobre Winnicott como: sí, sí mismo, el sí mismo, uno mismo… Encontrar su equivalente nos resulta difícil, aunque uno mismo y uno, en el sentido de “uno busca lleno de esperanzas…”, se aproximan, desde nuestro castellano porteño, a ese pedacito de mundo que permite ver la palabra self cuando está llena de experiencia. También puede ser una palabra vacía.

Uno mismo

[…] Para mí el uno mismo (self), que no es el yo (ego), es la persona que soy yo (me), que soy solamente yo (me), y está basado en la actuación de los procesos de maduración. Al mismo tiempo, el uno mismo tiene partes; de hecho está constituido por esas partes: las que se aglutinan en una dirección interior-exterior durante la actuación de los procesos de maduración, ayudadas como debe ser (totalmente al principio) por medio del ambiente humano que sostiene y manipula y, así, de una forma vital, posibilita. El uno mismo se encuentra naturalmente ubicado en el cuerpo, pero en determinadas circunstancias puede llegar a estar disociado del cuerpo o el cuerpo de él. Uno, esencialmente, se reconoce a sí mismo en los ojos y en las expresiones del rostro de la madre y en el espejo, que puede llegar a representar al rostro de la madre. Eventualmente, el uno mismo llega a una significativa relación entre el niño y la suma de las identificaciones que (después de suficiente incorporación e introyección de representaciones mentales) se organizan bajo la forma de una viva realidad psíquica interna. La relación entre el varón o la niña con su propia organización psíquica interna se modifica, de acuerdo con las expectativas desplegadas por el padre y la madre y aquellos que son significativos en la vida exterior del individuo. Es el uno mismo y la vida de uno lo único que da sentido de acción o sentido de vivir al individuo que creció hasta ese momento, y que continúa creciendo desde la dependencia e inmadurez hacia la independencia u logra la capacidad de identificarse con los que ama, sin perder demasiada identidad individual (…)
D. W. Winnicott, 19 de enero, 1971

El otro en la experiencia de uno

Masud Khan trabajó junto a Winnicott durante veinte años. Este, en Realidad y juego, le agradece “por haber estado siempre cerca (esa es mi impresión) cuando hacía falta una opinión práctica”, también las críticas que le realizaba a sus escritos, así como su colaboración en la publicación de los libros más importantes de Winnicott.
Masud Kahn dirigió en Hogarth Press la International Psycho-Analytical Library y fue el associete editor del International Journal of Psycho-Analysis; es co-redactor extranjero de la Nouvelle Revue de Psychanalyse desde 1971.
Además de innumerables artículos en revistas publicó The Privacity of the Self, 1974 (La intimidad del sí mismo, Saltés, Madrid, de muy mala traducción), Alienation in Perversions, 1979 (Alienación en las perversiones), Nueva Visión, Buenos Aires, 1987), Hidden Selves (Locura y soledad, Lugar Editorial, Buenos Aires, 1988 en preparación) y Transgressions, inédito.
“Infancia, locura y soledad” forma parte de Hidden Selves. Nos muestra la importancia de la noción de no sentido, nos alerta acerca de nuestra militancia interpretativa, nos exige revisar nuestras resistencias así como el concepto con que las cernimos. Locura y soledad, nombres de lo inconsciente, formas del no sentido. Psicoanalizar: interminable reformulación de la ‘atención flotante’ y de la ‘asociación libre’. “Por suerte”, nos dice Freud, “la ética coincide con la técnica”.

Infancia, soledad y locura¹º

Fleurir ne suffit pas aux roses
au fond de son miroir
il faut que l’amoureuse
les regarde la voir
Jean Lescure

El niño es el único organismo vivo que emerge fuera de la matriz en su nuevo medio ambiente de manera, a la vez, traumática y prematura. De ahí la necesidad para la madre y/o sustitutos de dispensar cuidados intensivos y prolongados. El primero en establecer esta correlación fue Freud. Pero se necesitaron más de veinte años para que se la considerara como un hecho y no sólo como un concepto. Y esto gracias a tres personas: Ana Freud, M. Klein y Winnicott. No trataré aquí de as innumerables vicisitudes de la relación madre-niño, ni de la psicopatología que de ella se deriva.
No hablaré más que del niño que permanece solo con él mismo, cuando conoce los estados tranquilos de bienestar. Una gran parte de la pequeña infancia se da de esa manera. Una gran parte de la pequeña infancia se da de esa manera. Sin embargo, los analistas, a excepción de Winnicott, hablaron muy poco de esos estados.
¿Cuál es la naturaleza y la función de esa soledad?
En primer lugar, procura el espacio y el tiempo necesarios para que las capacidades biológicas innatas puedan actualizarse en un estado psíquico personal. Progresivamente el niño se transforma en un niño: una persona que tiene derecho a su propia intimidad.
Luego, una gran parte de lo que no está en condiciones, en ese estadio precoz, de traducirse en experiencia psíquica, va a caer en el dominio del olvido. ¿No es esto lo que Freud designaba con el concepto de represión primaria? Aquello que sucumbe al olvido no está, sin embargo, perdido: reaparecerá más tarde en los estados de locura íntima.
Deliberadamente uso el término locura y no el de psicosis, ya que todo hombre está loco, de su locura íntima, y también está solo. La pregunta que nos planteamos ahora es la siguiente: ¿cómo reencontramos, una vez adultos con esa locura y con esa soledad? Según tres modos: por el parte y la literatura: por la experiencia de una mutualidad no excitada con el otro; por medio de estados místicos, tal como los conocen los sufís persas y los sacerdotes Zen.
Para el analista surge una gran dificultad cuando el analizando trae a la sesión su locura y la necesidad de estar solo. Esta necesidad de soledad es considerada frecuentemente, de manera errónea, como una resistencia. El analizando va a ocultar entonces su verdadera necesidad, encubriéndola en una actitud de culpa y de aceptación complaciente.
Sin embargo, cuando trabajamos como clínicos, lo peor no está ahí. Lo peor comienza cuando nos esforzamos en dar un sentido a ese no sentido de esa locura hablada, refiriéndola a nuestro vocabulario conceptual, al que estamos “condenados” tanto por escuchar como por interpretar el material normal o patológico. Nuestra solicitud, aquí, nos extravía, nos induce a error: queremos a cualquier precio, producir sentidos en ese no sentido, reconstruyendo, ya sea los hechos (Winnicott), o las fantasías (M. Klein) de la infancia. Pero esto no procura ninguna ayuda y lo que hay potencialmente creativo en la locura recae en el olvido, y el analizando cesa ahora de estar loco y cesa de ser dejado solo, ahora está perdido y abandonado a su soledad.

Bibliografía

1. Winnicott D. W.: El proceso de maduración en el niño, Lala, Barcelona, 1965. Las páginas remiten a esa edición pero la traducción es mía.
2. Samuel Beckett, en Fin de siglo, Buenos Aires, Nº 12, junio de 1988.
3. Donald W. Winnicott: Realidad y juego, pp. 80-83. Revisión de la traducción Cristina Seardiy y Jorge Rodríguez.
4. Balint, M. (1968) La falta básica: aspectos terapéuticos de la regresión, Paidós, Buenos Aires.
5. Khan, M. Masud R. “On the clinical Provision of Frustrations, Recognitions and Failures in the Analytic Situation”, Int. J. Psycho-Anal, 50.
6. Milner, M. (1957) On Not Being Able to Paint, Heinnemann, Londres (existe version cast. del apéndice en Publicaciones, Fac. Psicología, UBA – Seminario Winnicott).
7. Winnicott, D. (1962) “Integración del yo en el desarollo del niño en El proceso de maduración en el niño, ediciones de 1965 y 1975.
8. Winnicott, D.: Realidad y juego, p. 91.
9. La traducción es de ana C. Benveniste y Jorge Rodríguez y el fragmento, en inglés fue tomado de la Nouvelle Rueve de Psychanalyse, París, Nº 3, 1971.
10. Traducción de ana C. Benveniste y Jorge Rodríguez.

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