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Paz y Ciencia

martes, 8 de junio de 2010

La niña mareada. Rodrigo Córdoba

En un lejano país una niña vivía con sus padres en el Palacio, sólo salía para recibir junto con otras niñas de alta alcurnia una educación de un profesor que venía de muy lejos para enseñarles cuestiones que en ese país no habían alcanzado a comprender.
Sus papás estaban enfadados y ella cuando volvía o estudiaba o se encerraba en su cuarto mirando hacia donde las niñas jugaban, al otro lado de los muros de Palacio.
Sus padres pasaban tiempo con cuestiones de Palacio, finalmente el padre se marchó para no volver, la situación era insostenible. El papá le dijo a su hija que quería volver con su mamá pero ella era muy pequeña como para ser una emisaria, sin embargo se acogotó y lloró.
Los padres vivían en lugares separados. La madre permaneció en Palacio y el padre un poquito más lejos. La niña andaba mareada de un lugar a otro. Su hogar era el Palacio, allí tenía sus cosas y salir de allí le producía desconcierto, además la nueva novia de papá era una mujer con mal genio y ella no se sentía cómoda en esa casa.
Intentó hablar con sus padres pero no podía, le faltaban las palabras, tal vez no le tomaran en serio por su tierna edad. Así que decidió cambiar de actitud y mostrarse más belicosa, quejarse amargamente de todo y disputar lo que consideraba suyo.
Tras mucho tiempo de tensión se tornó a una plácida paz al entender su madre que ella necesitaba más atención, que se sentía sola y que estaba pasando un momento vital de agitación donde su fuente de apoyo eran las amigas del cole. Allí se sentía bien y podía compartir sus emociones. La madre le abrazó e hicieron las paces y un emisario real se encargó de acercar el mensaje al padre, el cual trató de hacer todo lo posible para que le resultara más cómoda la estancia en su casa.

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