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Paz y Ciencia

viernes, 12 de diciembre de 2014

Sensaciones


Introducción

El “Programa Alfa” nació un septiembre (¡) de 1984 del compromiso que había tomado de preparar un taller intensivo de selección y de testeo para los que iban a ser alumnos del Instituto de Psicoterapia Humanista. El Instituto era una de las primeras escuelas que se crearon en España para la formación de profesionales del, entonces joven en nuestro país, Movimiento para el Potencial Humano o de la Psicología Humanista, y de la cual me tocó ser uno de los fundadores y directores junto con Ramón Vilá, Maria Antonia Plaxats y Carmen Cánovas.
Se trataba en aquella ocasión de poner en forma una estructura de trabajo - en forma de curso o taller de fin de semana - que les permitiera ver a los candidatos a alumnos y a nosotros en qué aspectos estaban fuertes y dónde estaban los huecos. Queríamos diseñar de esa manera una adecuación del programa de entrenamiento - el cual se quería fundamentar en un seguimiento del propio proceso de formación del alumno como eje constructor del diseño curricular - que respondiera a sus necesidades reales de entrenamiento y a sus peculiaridades particulares como persona, así como a nuestras exigencias didácticas como escuela.
Para ello era necesario encontrar una estructura que fuera lo suficientemente simple y general para que predeterminara lo mínimo posible lo que los alumnos iban a ir experimentando. Era ése un asunto muy importante en una época de énfasis en el escrupuloso respeto de lo genuino. Pero, al mismo tiempo, tenía que ser lo suficientemente útil como para poder organizar el previsible caos de lo no formado o no formulado todavía... en algo tangible y, en la medida de lo posible, también medible.
Me dediqué pues a hacer un repaso de textos de Rogers, Carkhuff, Fagan  y Perls  principalmente. La cuestión que andaba intentando cercar y precisar era ver qué era lo que podría haber de común en todos ellos, los cuales habían indagado y escrito sobre las capacidades deseables o puntos de atención preferentes en el terapeuta. Ver cuál podría ser la estructura más simple o elemental a la que todos ellos se refirieran, cada cual a su manera y desde su propio encuadre teórico.
Me dediqué asimismo a repasar algunos de los textos fundamentales sobre la evaluación comparada de las psicoterapias, como los clásicos de Bergin, Eysenck, Fiedler, Lamber  y Pelechano  (éste último, uno de mis catedráticos en la Universidad de Valencia, a quien agradezco su rigor académico)
Es así como fuimos llegando con las aportaciones de los cuatro codirectores del Instituto, a esa tríada de elementos (Escucha, Asimilación, Devolución) a la que vengo llamando desde entonces el “Programa Alfa”, queriendo destacar con esa nomenclatura el intento que suponía de ir a lo más esencial, al ABC de la relación terapéutica, de acompañamiento o de ayuda.
Así pues, estas aptitudes, actitudes o capacidades básicas tienen que ver, a mi entender, con lo que podríamos aislar como los tres momentos, aspectos o procesos básicos de la relación terapéutica:
  1. La recepción de información o Escucha, que se caracteriza esencialmente, me parece, porque el terapeuta intenta olvidarse en cierto modo de sí mismo para intentar ser el otro, para ponerse en la piel del paciente/ cliente/ usuario “como si”, y esto es seguramente lo más  importante, un@ fuera el otro.
  2. La Asimilación, digestión o procesamiento de la información recibida a través de la Escucha, en la que el terapeuta “mastica” los contenidos que escucha del otro - del paciente, cliente o usuario -  y los pone en contacto con los propios, así como con sus saberes previos;
  3. La Devolución, momento en el cual el terapeuta retorna al cliente la información escuchada y asimilada, en forma de intervención, inclusiva ésta también, eventualmente, del silencio.
Desarrollé y apliqué al caso asimismo, tomando algunos ejercicios gestálticos clásicos y básicos, una serie de experimentos o experiencias para poder testear cada una de esas capacidades, a partir de la idea básica de que cada cual las poseyera potencialmente en mayor o menor medida, de una u otra forma, y se tratase pues de tomar conciencia de su modo de instalación en cada uno para poderlas desarrollar.
Los experimentos se desarrollan normalmente en grupos de tres personas - Cliente, Terapeuta y Observador - en tiempos cortos (5-15 minutos) para favorecer la intensidad y la implosión en la experiencia, seguidos de momentos de elaboración y feed-back o retorno, que es recogido por escrito por quien está trabajando como terapeuta, según una pauta precisa, aunque dejando la ocasión de anotar también lo que espontáneamente acude. Observador
Los turnos suelen ser rotatorios, para que cada persona pueda “jugar” , crear un espacio transicional entre lo conocido y lo desconocido, entre el mundo y uno mismo, desde cada uno de los tres roles o puntos de vista. Para acabar con un ejercicio final de integración al que llamé Sesión o Entrevista, obviamente.
En los primeros años de experimentar este trabajo añadí tres items que eran más específicos.
Distinguí en primer lugar, en la Devolución, un aspecto cualitativo centrado en la distinción entre lo obvio y lo proyectado, y un aspecto cuantitativo en el que se trataba de ver el tipo de patrón de señalización espontánea - lo que automáticamente veía el formando en el otro o paciente - que estaba más presente en el terapeuta en formación. Con los años fui fundiendo los dos aspectos en un sólo experimento, también con el propósito de mantener la simplicidad del instrumento, un tanto deteriorada por el intento de complejización o diversificación.
Por otra parte añadí, como decía, dos items que nos interesaban especialmente en aquel tiempo: lo que llamé Relación con el Objeto, y el Seguimiento Corporal. El primero de ellos intentaba explorar las capacidades del formando para incluir en la sesión una tercera instancia en forma de objeto, que podríamos considerar tanto intermediario como transicional , en realidad dos puntos de vista aparentemente diversos que convergen más de lo que pudiera parecer a simple vista. Es decir, que se trataba de explorar la eventual capacidad de la persona, del candidato en formación, para trabajar en lo que sería el campo de las terapias de expresión, arte-terapias como se han llamado después, y enfoques que utilizan un instrumento vincular, un objeto, como el barro, la música o la pintura.
En el segundo caso, Seguimiento Corporal, era, como se podrá suponer, tanto una manera de ver cómo el formando se las manejaba con lo no-verbal, como sobre todo de observar qué le pasaba a él mismo como persona cuando se ponía en ese tipo específico de actitud, en ese modo específico de registro no - verbal (y por lo tanto pre-simbólico o pre-edípico desde una óptica dinámica u ontogenética)
También en los primeros tiempos utilicé plantillas impresas para la recogida de las notas en el seguimiento. Son esas notas a las que se quieren referir las descripciones de las experiencias que seguirán, tal como las mismas aparecieron en el apéndice del primer texto sobre este tema .
Con el tiempo he vuelto a la forma esencial (escucha, asimilación, devolución), y a proponer que los participantes tomen más libremente las anotaciones a partir las pautas que considero esenciales, dadas verbalmente. Resulta menos detallado pero más claro.
El Programa ha venido siendo utilizado en diversas escuelas y centros de formación de diferentes países, tanto de terapeutas y profesionales de la relación de ayuda (psicólogos, médicos, trabajadores sociales, pedagogos...), particularmente pero no sólo humanistas y gestálticos, como de profesionales de la relación en general (cuadros de empresa, sindicalistas, cooperativistas, relaciones públicas...)
El eco que he venido recibiendo a lo largo de estos ya veinte años de historia es que parece ser que el trabajo resulta útil para hacerse una idea general de factores personales generales que dificultan o favorecen el desempeño profesional, la relación con el otro vista desde la persona que es el profesional de la relación de ayuda... de un modo muy sencillo y elemental, y por lo tanto eventualmente claro. Los participantes, generosos en sus opiniones, han venido destacando su simplicidad y su funcionalidad, así como la metodología experiencial de acceso a ello.
Durante todos estos años me ha venido sorprendiendo ese eco, sobre todo por cuánto personas tan distintas entre sí y con contextos profesionales, culturales y sociales tan diferentes decían encontrar en un trabajo como éste algo valioso para ellos.
No sé cuanto tenga esto que ver con la pertinencia del instrumento en sí, o con el cómo de llevarlo a cabo - normalmente como digo mediante un taller de fin de semana, intensivo y muy vivencial, pero registrado (y por lo tanto sostenido) de una forma muy minuciosa - o con algo de todo ello.
Terapeutas expertos, con años de práctica clínica, han contado que les centraba en su hacer y que les devolvía una foto útil de ellos mismos, por lo sencilla y clara. Sindicalistas centroamericanos encontraban en ello una valorización de lo personal que les daba aire en un mundo tan afectado por lo socioeconómico, y por lo tanto con tan poco lugar para lo individual. Trabajadores sociales lo han aplicado en su trabajo con marginados, disminuidos o adictos. Altos cuadros de empresa han soltado alguna que otra lagrimita... o todo un llanto. Gestaltistas en formación lo consideraron un buen guión para empezar a construirse a sí mismos como profesionales.
Mi impresión es que, en todo caso, uno de los factores de la utilidad del instrumento es el tipo de juego, el tipo de guiño, que propone al participante. Algo así como “ves entreteniéndote haciendo algo, creyendo aprender técnica, al tiempo que te miras a ti mismo de una forma bastante desnuda, mediante una pauta muy elemental, pero muy minuciosamente registrada”. Como un aperitivo de lo terapéutico, de la vía del auto-conocimiento, para personas que quizás de otro modo no se acercarían a mirarse a sí mismas. Tanto como un potenciómetro para personas que sí están en el ajo y que permite graduar el grado desnudez con el que uno se pone en ello.

La Escucha

“El lenguaje, pues, constituye en primer lugar un hecho sensorial, que recibimos con el oído o la vista. La primera impresión de lo que escuchamos nos llega con los golpes de voz, y en ese momento el cerebro humano descodifica fonéticamente una clave que le permite adentrarse luego en las ideas. El sonido pone la llave y abre la puerta. Pero lo hace con una celeridad que supera todas las velocidades conocidas(...) Ni siquiera necesitamos que las palabras se completen. Como nos han enseñado los psicolinguístas, analizamos su contenido sobre la marcha, con un desfase de tan sólo dos sílabas entre los fonemas y la aplicación de sus significados.(...) Así un vocablo común puede quedar descifrado en 150 milisegundos... (...)”
La escucha ( del latín auscultare, detengámonos por un momento en la imagen del fonendoscopio que utilizan los médicos y el personal sanitario) tiene varios sentidos en castellano. En primer lugar tiene ese doble sentido interno / externo que veremos luego en la escucha gestáltica, expresado linguísticamente como una acepción intransitiva o carente de objeto directo ( “aplicar el oído para oír”), y una transitiva que la Real Academia define como “prestar atención a lo que se oye”
Respecto al primer sentido, en realidad, podríamos decir que si un@ “se escucha a sí mism@”... ya ha llegado al final del camino, o que anda cerca. Aprender a escucharnos tal como escuchamos los terapeutas a nuestros pacientes más exitosos, por ejemplo, como escuchamos a aquellos con los que mejor trabajamos es, al menos, una parte del hallazgo de la piedra filosofal. En primer lugar porque para ello tenemos que haber creado indirectamente esa doble instancia - quien escucha y quien es escuchado, el testigo y el actor - característica del estado de autoconciencia y, en ese sentido, del estado de salud. Un cierto estado de ánimo, asimismo.
“Desde luego (...) (es) conformarse mansamente con alguna forma de [Estar en el Espíritu], sintiéndose así súbdito de un verdadero (...); inmerso en él, más que sometido; transformado y casi diría que anulado, siempre que se entienda que a la manera de los chamanes, enardecidos por la música o los cánticos hasta caer en un trance que los saca y vacía de sí mismos para llevarlos a un estado de anonadamiento que el Maestro Eckhart llamaba precisamente y los maestros de Budismo zen un estado de (...)”
Por otra parte escucharse a uno mismo tal como uno lo hace profesionalmente en los mejores casos, es una manera inversa y clara de entender la transparencia. Si entendemos esta última como un ser para el otro ( paciente) tal como uno es para sí mismo , también tiene sentido a la inversa: tratarse a un@ mism@ ( escucharse, en este caso) tal como un@ lo practica con el otro, cuando lo hacemos bien, es decir cuando le pillamos el truco a la estructura esencial, a la parte perenne de la forma siempre caduca de hacerlo bien. Y aplicamos a nosotros mismos, los terapeutas, lo que hacemos bien con el otro.
Que podamos escucharnos a nosotros mismos tal como, por ejemplo, se entiende en equitación la “escucha del caballo”: “Poner atención el jinete en el modo como el caballo sienta en tierra sus cuatro remos ( patas), a fin de conocer si pisa con la cadencia e igualdad correspondiente al aire que lleva”. Caballo, o “dragón”, “El Bicho” como dice Cristina Nadal... La parte oscura, negra, “mala”... que a todos nos habita. Si lo llevamos acompasadito (ese bicho) lo llevamos con congruencia. Armonizamos así la escisión entre ambos, entre uno mismo o la parte esencial, y él o la parte egoica. Si pisamos en correspondencia al aire que llevamos mantenemos la integridad. Nos ponemos detrás de nuestros pensamientos, sentimientos y actos. De ese modo somos todo eso funcionando a la vez. 
La escucha, ligada en primera instancia al oído ( aunque luego veremos que no solamente) evoca esencialmente percepción de sonido. Así nos lo recuerdan su opuesto sinóptico ( la sordera), o ese par de vocales (a, u) de su original latino, fonéticamente hermanas del conocido “aum” (× Om) sánscrito. La A es el sonido que emitimos con la boca más abierta, mientras que la U es la vocal más cerrada:
“...La manifestación más natural del sonido es precisamente la sílaba Aum, que encierra todos los sonidos. Aum está compuesta de tres letras: A.U.M. A es el sonido fundamental, la clave, que se pronuncia sin contacto con parte alguna de la lengua y ni del paladar. Es el sonido menos diferenciado de todos, el que hace decir a Krishna en el Bhagavad-Gita: [Entre las letras yo soy la A y el Binario de las palabras compuestas; soy Yo quien soy el Tiempo infinito; yo soy el Dios cuya faz está vuelta a todos lados] ...(...)... El sonido de la letra A parte del fondo de la cavidad bucal. Es gutural. U se sopla desde la base misma de la placa de resonancia de la boca hasta su extremidad. Representa exactamente el movimiento hacia adelante de la fuerza, que comienza en la raíz de la lengua y va a terminarse sobre los labios. M corresponde al último sonido de la serie labial, pues se lo produce con los labios cerrados. Pronunciado correctamente, Aum representa todo el fenómeno de la producción del sonido, lo que no puede hacer ninguna otra palabra. Es pues el símbolo natural de todos los sonidos diversificados; condensa toda la serie posible de todas las palabras que imaginar se puede. La mejor expresión del sonido y la mejor expresión del soplo; Aum es la mejor manifestación de lo divino. Atravesando todas las palabras y todos los seres, se despliega en un movimiento creador perpetuo, universal, ilimitado. Es la traducción más sutil del universo manifestado... (...)... Se ha identificado con esta sílaba la palabra hebraica Amen, (...)... palabra que termina las plegarias y cuya música se compone de una poderosa sucesión de arsis y tesis, de impulsos y reposos, que acaban en un soplo.”
 

La Escucha gestáltica

La escucha gestáltica tiene un doble sentido, tal como ha señalado Paco Peñarrubia : la escucha interna y la escucha externa. La primera es “... la capacidad del escuchador de mirarse hacia dentro, de tomar conciencia de sí y atender a los procesos que se le despiertan(...) Esa escucha interior no tiene por qué interferir la atención al otro, más bien es un excelente método de acompañamiento, un usarse a sí mismo ( en sus sensaciones, emociones, etc...) al servicio de la mejor comprensión y escucha de lo que ocurre fuera... (...) La escucha externa, por el contrario, supone un afinamiento sensorial: (es) mantener abiertos todos los sentidos para una mejor captación del otro. Aunque suele dársele tradicionalmente la máxima importancia al oído, aquí se trata de escuchar no solo lo que dice el otro, sino también cómo lo dice
- La escucha del contenido verbal es importante, y por eso acostumbramos, por ejemplo al alumno en entrenamiento, a que repita con la máxima fidelidad lo que escuchó, los temas y las palabras textuales que le transmitió su compañero, como una forma de desarrollar la atención y la concentración(...)
- la escucha del lenguaje no verbal es aún más importante. Habitualmente los gestos, el tono de voz, la postura corporal, etc... informa más sinceramente de lo que está pasando que las palabras con que se narra. Los conflictos emocionales se enmascaran con las palabras mientras que el cuerpo, en este sentido, miente menos...”
Así pues la escucha - entendida a partir de este momento como escucha externa o del otro, ya que la interna vamos a considerarla a partir de ahora como equivalente a awareness o darse cuenta -  es el momento en el que el terapeuta se ocupa de recibir la información - no únicamente verbal - que le transmite el paciente.
La actitud deseable por parte del profesional es una de apertura y receptividad, de tal manera que pueda ponerse en la piel del paciente o cliente “como si” de algún modo fuera el otro, redigámoslo. Se expresa aquí plenamente lo que Perls llama el enfoque empático .
Pero la escucha no sólo implica al oído como receptor. Escuchar también es mirar para ver los gestos, los movimientos, las texturas y la quietud del discurso verbal y no verbal. Dónde hay y cómo es aquel micro-gesto que delata o traiciona la aparente coherencia de un hablar. Ese rictus que, paradójicamente, es idéntico o análogo a aquél que aparecía al enfocar un tema sin aparente conexión semántica, lógica o cognitiva con éste. La imperceptible acuosidad que emerge en los ojos del rígido que dice no sentir nada al recordar su estancia en el hospicio, o la muerte de su padre. La danza de las manos que acompañan y dibujan el decir; los cambios de posición de las piernas o el movimiento de la respiración, pectoral o ventral, antes y después de tal “trabajo”...
Decía Sören Kierkegard, y permitámonos aquí, respetuosamente, cambiar en la lectura de la cita la palabra “oración” por la palabra “terapia”:
“Cuanto más atenta e intensa se hace mi Oración / cada vez tengo menos que decir. / Al fin me vuelvo completamente silencioso. / Comienzo a escuchar - / algo más que callar. / Primero pensaba que la oración era habla / Entonces aprendí que la oración era escucha,  / no sólo dejar aparecer el silencio. /  Como ahora es. / Orar no es una forma de escucharse hablar. / La oración implica volverse silencioso, / y ser silencio, /  y esperar hasta que se escucha a Dios.”. 
...Si sucediera, claro, que pudiéramos ver a Dios en el otro que tenemos enfrente. ¡Uff...! Una suerte, un regalo, una Gracia.
Continuemos. Escuchar también es oler, metafórica o literalmente si fuese el caso, el qué, el cuándo y el cómo de lo que se nos dice: si las feromonas están presentes en esa manera de hablar o en ese tema; el olor del aliento antes y después de una descarga con la madre o el hermano; si el sudor acompaña o no una expresión de tal conflicto, y cómo cambia sus matices en el proceso ( “siempre me suda tanto la espalda cuando vengo a estas sesiones...” decía un paciente); el olor putrefacto de aquel eructo que se coló como un lapsus cuando esa persona decía aquello. O el olor a limpio que trae este cliente esta mañana, y su porquéserá.
El escuchar también implica el gusto y el tacto. A veces les he sugerido a alumnos y supervisandos que imaginen cómo encontrarían el tono muscular del diafragma o de los músculos cervicales, por ejemplo, si tocaran al paciente en ese momento ( aunque no lo hagan realmente), y se dejen incluir el dato en su escucha. En ocasiones, poner suavemente la mano en el pecho de alguien cuando habla, nos da una geografía del ritmo del discurso, como si uno accediera con ello a una batería que fuera marcando el compás musical de lo que dice. Si suena a rock o a vals, a salsa, a bolero o a tango; y si ello es coherente con su contenido, o qué matices aportaría si incluyéramos la eventual disonancia en nuestra percepción.
Algo similar ocurre con el gusto, sea literalmente ( cuando un@ se ha lanzado alguna vez a lamer el brazo de un paciente, o a gustar sus lágrimas, por ejemplo) o, en sentido figurado, ese resabio ácido que se nos queda en la boca cuando escuchamos “aquello”; o esa “gueule de bois” como dicen los franceses, literalmente esa garganta de madera, no-literalmente esa resaca, con la que nos encontramos al oír aquellas palabras, aquel grito o aquel suspiro, como si de repente se nos secara la boca y se nos pusiera sabor a hiel...

Experiencias
Un experimento de escucha

Describiré tres de los ejercicios que más he utilizado de Escucha, Asimilación y Devolución, tal como aparecieron publicados en el texto referido anteriormente . Quiero señalar que se trata solo de una de las muchas posibilidades en cada caso, y es obvio que podríamos utilizar ejercicios o experimentos diferentes para el mismo fin. También resalto que se trata de ejercicios generales, en donde no se entra a precisar las variantes de las tres funciones o aspectos de cada uno de los procesos generales, como por ejemplo serían la escucha corporal, la asimilación emocional, o la devolución mental o cognitiva; o la escucha emocional, la asimilación mental o la devolución corporal; etcétera.
“...Vamos a iniciar  la experiencia. Y empezamos ocupándonos del primero de los aspectos, del primero de los fotogramas de la película, de la escucha.
Trabajaremos en tres ciclos de veinte minutos y tendremos después un tiempo para compartir grupalmente lo vivido. De cada uno de los tres ciclos, los primeros cinco minutos están dedicados: por parte del cliente a expresarse libremente (hablar, no hablar, moverse, estar quieto, dormir, gritar, reír, llorar, etc...) Por parte del terapeuta a intentar escuchar al cliente metiéndose en su propia piel, en la piel y en el lugar del cliente, “como si” pudiera vivir las cosas desde el propio cliente, “como si” fuera el propio cliente ( a veces ayuda la fantasía de visualizar el hacerse muy pequeñito, ver de meterse dentro del cliente y luego ir hinchándose poco a poco como un globo hasta vestir su piel como un traje que nos acoplara) Por parte del observador finalmente dedicarse a, claro está, observar lo que ocurre y anotar todo lo que registre.
Durante los segundos cinco minutos de cada uno de los tres ciclos de veinte, invertiremos los roles, también físicamente, y el terapeuta intentará reproducir, imitar, recomponer, hacer el espejo de lo que ha escuchado del cliente “como si” fuera el propio cliente y estuviera interpretando el vídeo de los cinco minutos anteriores. El cliente, por su parte, escuchará en silencio lo que le devuelve el terapeuta, e intentará ver semejanzas y diferencias entre lo que ve y le parece que vive ahora el terapeuta, y lo que recuerda que vio y vivió en sí mismo en los cinco minutos anteriores. Y el observador va comparando uno y otro tiempo, como si viera dos copias de la misma película, y también observa y anota - es muy importante que el  observador anote - puntos en común y aspectos diferentes (por ejemplo como en los juegos estos de Las x diferencias que suelen aparecer en las secciones de entretenimiento de los periódicos)
Después dispondréis de diez minutos, que completarán los veinte del primer ciclo, para realizar la evaluación y elaboración de la experiencia en grupos de tres.
Para ello quien ha trabajado como terapeuta toma su hoja de seguimiento y evalúa hasta qué punto, desde su propio “lugar” de observación, fue fiel en la reproducción de la escucha, qué aspectos ha escuchado y cuáles no, cómo y cuánto atendió determinados aspectos, y cómo y cuánto recibió otros, etcétera. E intenta ver qué le dice todo ello de sí mismo como persona. Cómo cuadra lo que escucho con mi carácter, con mi patología, con mis huecos y con mis llenos. Está bien “hacerlo bien” y está bien “hacerlo mal”. Lo importante no es la calificación obtenida, sino aprovechar la experiencia para testear hasta qué punto y de qué manera escucha cada cual, y sacar partido de ello en el sentido de ponerse en disposición de aprender de eso.
El terapeuta se otorga una calificación numérica (del 1 al 10) y explica a sus compañeros - cliente y observador - el por qué y el cómo de esa evaluación. Esa explicación la resume en una frase significativa o “mensaje a retener” que anota en su hoja de seguimiento.
Lo importante no es siempre retener “lo más importante”, “lo más fuerte” o “lo más grave”; lo importante es retener mediante esos mensajes - que cada cual se regala a sí mismo y a los compañeros, digámoslo así un poco cursimente -  aspectos que cada cual pueda aprovechar para saber más o mejor sobre sí mismo como persona y como terapeuta, y en particular de cómo y cómo no escucha.
Cuando el terapeuta se ha auto-evaluado cuantitativa y cualitativamente y ha tomado sus notas en su hoja de seguimiento, hablan el cliente y el observador, cada uno desde su propio punto de vista, desde su propio lugar de vivencia del experimento. Es posible, por ejemplo, que el cliente hable desde una recepción mas corporal-afectiva y el observador desde una recepción mas racional-intuitiva (o icónica), aunque no tiene por qué ser necesariamente así. De lo que dicen cliente y observador el terapeuta anota en su hoja las calificaciones numéricas otorgadas y un mensaje que pueda aprovechar, extraído del feed-back o retorno de cada uno de los dos.
¿Alguna duda...?, ¿No...? Adelante pues con la experiencia...”

La Asimilación

La asimilación es el proceso de digestión de la escucha. Como con la comida, nuestro organismo ingiere una serie de materiales que necesitamos para la supervivencia, física en un caso, existencial en el otro.
Con esos materiales pueden suceder dos cosas: que los asimilemos y entonces los hacemos nuestros; o que los introyectemos, que se nos queden dentro como ajenos a nosotros, y no los hagamos enteramente nuestros. Para poder entender la asimilación quiero explicar primero su opuesto, la introyección.
La introyección podemos entenderla en una primera instancia como el fenómeno opuesto a la proyección. Introyectamos cuando percibimos como propios fenómenos, asuntos, contenidos o materiales que no lo son, que ocurren fuera de nuestro campo de identidad y nosotros los situamos dentro; que son del otro (del No-Yo, del Mundo), y nos los apropiamos.
Por ejemplo, si nos tragamos una piedra o un trozo de metal, difícilmente lo podremos asimilar completamente (es decir, utilizar para nuestro propio crecimiento y evolución orgánica... fácil o totalmente), ya que nuestros ácidos gástricos e intestinales no lo pueden destruir, descomponer completamente o casi, que es el primer paso, tal como señaló Perls, para la asimilación, procesamiento o digestión.
Solemos introyectar los patrones sociales, los mensajes parentales, las formas de ser de las personas que tomamos como referencias de identidad. Confundimos la forma de ser con el ser, con el hecho de ser; confundimos ser de esa forma en concreto con ser. Y, sin darnos cuenta, llegamos al absurdo corolario de ser de esa forma o manera, o no ser. Es decir, no sentirse ser y por lo tanto sentirse mal en ambos sentidos de la expresión, en el de percibirse a uno mismo malamente, y en el de generar malestar.
En el proceso terapéutico el trabajo con la introyección se utiliza para poder diferenciar lo que es nuestro de lo que no lo es. No porque mi padre, por ejemplo, como hombre, fuera tal tipo de hombre, yo “para ser hombre” debo serlo como él lo fue, o bien exactamente al contrario, por reacción... Cosa que parece obvia así leída, pero que no suele estar tan clara en la consulta, cuando probamos a ir más allá de los automatismos con los que hemos venido identificando el yo y el ser. El asunto en el proceso terapéutico es pues la exploración de otras alternativas que nos son propias, y que nos liberan de quedar encerrados en esa polaridad de identidad (“o como él, o completamente diferente de él”), encerrados en cierto modo en el Ser o No-Ser shakespiriano.
Aquí aplicamos estos conceptos de asimilación e introyección a la formación de terapeutas, y en sentido amplio a la relación terapéutica y a la relación de ayuda. El proceso, tal como hemos visto, se inicia en la escucha, en la recepción de la información. El terapeuta escucha, después procesa esa información - la asimila, no la introyecta, pero tampoco la rechaza de entrada fuera de las fronteras de su identidad - para terminar con la devolución que veremos más adelante. Como dice Fritz Perls “... El terapeuta real, de carne y hueso, inevitablemente mostrará su propia personalidad y sus propios prejuicios en la situación terapéutica”

Un experimento de Asimilación

“(...)El ejercicio que nos sirve de marco o puerta experiencial quiere ser una ocasión de aprendizaje de, por una parte, saber diferenciar el propio discurso del discurso del otro. Y, por otra, observar el camino, o ruta, o rutina de procesamiento que siguen en nuestro interior los contenidos y materiales psíquicos que recibimos.
Así pues la consigna es: Durante los primeros 10 minutos ( haremos de nuevo tres ciclos de 20 minutos, divididos esta vez en dos tiempos de 10 minutos cada uno de ellos), el cliente se expresa, verbalmente en este caso para facilitar el trabajo, y en el mismo espacio de tiempo  - a diferencia de la anterior experiencia de escucha - el terapeuta escucha; y cuando lo hace, es decir, cuando está prestando atención al discurso del cliente, está sentado frente al mismo, mirándolo. Cuando el cliente dice algo que “toca” el mundo propio del terapeuta, y que le lleva a su propio mundo, éste se voltea físicamente y, dando la espalda al cliente, sigue con su propio discurso (verbal en este caso), despertado por el estímulo inicial del otro, del cliente, pero ya con los propios contenidos del terapeuta.
Por ejemplo: Cliente: - “Me siento un poco nervioso...” Terapeuta: (girándose sobre sí mismo) - “Sí, yo también me siento un poco nervioso, ayer me sentí realmente muy nervioso. Sí, fue cuando estaba con Marta en aquel bar, y entonces ella me dijo...” Etcétera.
Si en un momento determinado algo de lo que sigue diciendo el cliente mientras el terapeuta está con y por su propio discurso, vuelve a “tocar” psíquicamente al terapeuta, y le desplaza el foco de atención de nuevo hacia el cliente, aquél se voltea de nuevo hacia éste, y cambia el foco de atención desde sí mismo hacia el otro.
Y si, una vez más, el cliente vuelve a decir algo que toca el mundo propio del  terapeuta, éste de nuevo se vuelve de espaldas al mismo y sigue con su propio discurso, y así.
Se trata de dejarse fluir desde la posición o rol de terapeuta, procurando no interferir el impulso espontáneo entre la atención al otro y la atención a uno mismo, sin prohibir, sin frenar ninguna de las dos, significando este movimiento de la atención con un movimiento corporal de “estar frente a” y “estar de espaldas a” el cliente, respectivamente.
Podéis imaginar, si os resulta útil, que sois como una veleta perfectamente engrasada que girara según la dirección del viento, sin ofrecer ninguna resistencia, sin hacer ningún esfuerzo.
El observador, por último, presta atención a la congruencia entre el movimiento físico y el movimiento de la atención: cuando el terapeuta está de cara al cliente tendría que querer decir que está por el discurso del cliente... realmente, casi-completamente; cuando está de espaldas, que está por su propio discurso.
Tiene particular interés que los observadores prestéis atención especial a cuándo este proceso es congruente y cuándo no lo es, ya que los momentos de interrupción van a marcar, o bien asuntos, fenómenos o temas que son problemáticos o conflictivos para el terapeuta y le impiden desarrollar la experiencia de una forma fluida; o bien pueden ser gérmenes de algo que, transformado adecuadamente, va a constituir con el proceso de entrenamiento o con el tiempo un elemento esencial del estilo profesional de esa persona como profesional.
Es decir, en la experiencia: el terapeuta escucha, deja entrar (o sea, inicia la asimilación) y en vez de devolver, se lo queda y sigue por sus propios derroteros, a través de su propio mundo, excluyendo el campo del cliente a propósito. Insisto, a propósito.
Cuando el terapeuta está de cara al cliente está por lo que ocurre en y con el cliente. Puede escuchar en silencio o hacer comentarios, pero siempre con el cliente enfocado como tema (sería una especie de “el otro, el  otro, el  otro, el  otro... “)
Cuando le da la espalda, se olvida del cliente y se ocupa (es decir, en este caso habla para que lo pueda oír el observador) de sus propios asuntos, que van apareciendo como primer plano a partir de lo que dijo el cliente (sería entonces una especie de “yo, yo, yo, yo...”)
Como podéis observar realizamos un proceso analítico de algo que es vivido en la realidad como sintético, para poder acceder posteriormente a una nueva síntesis  - a una nueva gestalt - más completa, en principio. Separamos la figura del fondo, algo absolutamente imposible y absurdo en la realidad. Pero con potencial de utilidad didáctica.
Perls habló de los enfoques empático, simpático y apático. Un pequeño resumen: Empático = terapeuta se ocupa sólo del paciente. Simpático = terapeuta se ocupa del cliente y de sí mismo. Apático (chiste perlsiano) = terapeuta no se ocupa de nada. Ahí podemos añadir el enfoque impático, tal como propongo llamarlo, cuando el terapeuta sólo se ocupa de sí mismo. Pues bien, lo que hacemos aquí es entrenarnos en desarrollar un paso puro de un enfoque empático a un enfoque impático, sin pasar por el enfoque simpático, que paradójicamente es la síntesis que buscamos. Buscamos la postura sinérgica de poder estar al mismo tiempo con uno mismo y con el otro, sin pérdida, sino más bien con ganancia de identidad; ese nosotros que enriquece, y que no anula o disminuye al Yo y al Tú.
Pero para ello vamos a realizar el camino justamente al revés: en vez de ir directamente ahí, vamos a dar una especie de rodeo que busque, a contrapunto, la emergencia espontánea de la sinergia, del enfoque simpático”.

La Devolución

Hemos visto hasta ahora en qué consisten la escucha y la asimilación. Queda un último paso para completar el ciclo, y éste es el momento de la devolución o intervención terapéutica propiamente dicha, en el cual el terapeuta retorna al paciente la información escuchada y asimilada.
Así como al hablar de la asimilación hacíamos referencia al fenómeno de la introyección, al hablar ahora de la devolución quiero traer aquí los conceptos de la señalización y de la proyección. Estos dos procesos diferentes nos van a llevar a hablar, pues, de dos tipos de devolución diversos: lo que en su día se me ocurrió llamar la devolución cualitativa y la devolución cuantitativa.
Supongo que el término “proyección” debe resonar al lector al concepto psicoanalítico, en cuyo encuadre teórico es considerado como un mecanismo de defensa, grosso modo.
Nosotros lo vamos a entender aquí como el desplazamiento de un contenido propio del campo del terapeuta hacia el campo del cliente.
En general, por ejemplo, cuando damos un feed-back ñ una opinión, un comentario, una impresión... - a un paciente ( o compañer@ o amig@ en lo personal) estamos de alguna forma proyectando. Mi proyección como terapeuta, que siempre es como persona, puede coincidir más o menos con lo que la persona receptora experimenta o se da cuenta de sí misma, pero eso es otro cantar...
La proyección no es un mecanismo a evitar. Me parece que es más bien, en todo caso, un mecanismo a saber manejar como terapeutas. El terapeuta gestáltico juega con sus propias proyecciones: está presente como persona, lleva a la relación a veces asuntos de la propia vida, de sí mismo, se arriesga a veces a dar sus propias impresiones... Y ahí está proyectando. Y lo hace, o lo debería hacer,  conscientemente. Este proceso me parece útil clínicamente en la medida en que es@ terapeuta ha aprendido a manejar sus proyecciones, claro. Y para eso es imprescindible el proceso terapéutico personal del profesional.
El gestaltista debe aprender, así pues, a detectar, sostener y convertir en lo posible en herramientas sus propias proyecciones, sus delirios y fantasías para con el otro. Y un primer paso para ello es aprender a conocer cómo proyecta cada cual, en qué temas o en qué momentos, sobre qué tipo de clientes, y para cubrir qué especie de necesidades propias del terapeuta...
Abramos un abanico. Podríamos decir que existen seis formas clásicas de devolución, que son principalmente incorporadas en la terapia gestáltica:
1. Señalización ( o “veo que...” )
2. Interpretación ( o “imagino que... “ )
3. Preguntas
4. Manifestaciones personales
5. Propuestas de experimento
6. Prescripciones ( o “deberes” )

Señalización

La señalización es cuando el terapeuta indica ( marca, y así señala) al paciente algo que está pasando, pero que tiene la característica de que es algo obvio, y por tanto que puede ser percibido por el terapeuta y por el paciente, o por cualquiera que estuviera hipotéticamente presente. Para ser obvio, propiamente dicho, no puede tener aspectos interpretables. No es una señalización, estrictamente hablando, decirle al paciente “ Te veo nervioso”...... debería ser más bien “ Observo tu respiración entrecortada, vas de un tema a otro con mucha rapidez, tu pierna se agita con ese tic, tu mirada revolotea de un lugar a otro como una mariposa... ¿estás nervioso?”. La señalización para que sea pura no tiene que tener aspectos ocultos u oscuros, datos que se puedan interpretar de diferentes maneras.
El “veo que” tiene que ver con escucho, huelo, toco... tiene que ver con los sentidos, con lo que está al alcance de la percepción sensorial. La señalización, sin embargo, aún bien hecha, es una especie de interpretación porque obliga al otro ñ al paciente o usuario - a cambiar la estructura del campo de percepción y, por lo tanto, a cambiar la percepción del campo. Insisto, al cambiar la estructura del campo de percepción cambiamos la percepción del campo. No es un juego de palabras. Es algo fundamental, es decir algo en lo que me parece que se fundamenta profundamente la gestalt y la terapia gestalt o psicoterapia gestalt. Es una idea que aparecerá varias veces a lo largo del libro, como otras.
La señalización se refiere a algo que el paciente hace/ no hace, dice/ no dice y eso pasará a ser figura en muchos casos al menos, porque lo está diciendo el terapeuta. Y eso tiene un gran peso por factores de delegación de poder, de intimidad, de transferencia o de pertinencia; así que es una interpretación en el sentido de que eso señalado pasa a ser centro de atención y por lo tanto oscurece o difumina otras maneras de percibir el panorama. Por lo tanto aunque decimos que señalar es señalar lo obvio, no es tan neutral como puede parecer.
Pero lo que hace diferente a la interpretación es que ésta última tiene que ver con mi pedo como terapeuta y como persona (con perdón...), con mi propia fantasía, esto es, con mi propia historia; el otro, el cliente,  puede no tener acceso a ello, puede no verlo. La señalización es una invitación a fijarse en esto y no en aquello. Marco como terapeuta un elemento del campo en ese momento...  y punto. Es decir que punteo como dicen los lacanianos.

Interpretación

Dicen que Dalí decía, lo he oído en televisión al sobrino de Walt Disney, que él sabía en qué lugar exacto de su cerebro estaba su locura y, sobre todo, que había aprendido a entrar y salir a su antojo, cosa que los demás no sabían hacer. Bien, nosotros vamos a intentar algo parecido a pequeña escala.
Si en la señalización miramos lo obvio, en la interpretación vamos a enfocar la locura del terapeuta, una de las mejores metáforas del asunto según mi experiencia. Si en la señalización era limitarse a lo obvio y aguantarse ahí, aquí es justo lo contrario, dejarse distorsionar a propósito. Ahora se trata de dos cosas en una: la primera es ponerse loco delante del otro, del cliente; y otra es ver cuál es en concreto mi locura, en todo caso la locura que me sale espontáneamente al hacer eso de esa manera, que en general puede llegar a dar pautas esenciales sobre cómo es mi locura en general, digamos.
Ejemplo: “Veo que te apartas el pelo y imagino que te gustaría tener el pelo amarillo...” O “... e imagino que te gustaría golpearme con él”. O “ e imagino que me estás diciendo: ¡Fóllame!”. O “imagino que te gustaría apartarte tod@ tú y morirte”. Se trata de abrir el grifo. Abrir la caja ( de Pandora)... y dejar que aquello que está sucediendo en lo real sea un trampolín para volar o para sumergirse en lo no-real, entendidos estos términos en el sentido ling¸ísticamente más sencillo posible ñ no en sentido lacaniano, por ejemplo. Apoyarse en alguna cosa de lo concreto (veo que...) y saltar desde ahí, en cualquier dirección que aparezca espontáneamente, sin prefijar la existencia de una dirección más adecuada que otra en principio. No importa donde me vaya, de lo que se trata es de ver dónde me voy, dónde me lleva mi locura ( “donde me lleve mi locura...”), y ahí vemos qué nos muestra y dónde ( a qué lugar, sitio, historia, asociación) nos lleva nuestra propia proyección.
Y poder soltarlo, claro, delante de dos compañeros, cliente y observador. Y por lo tanto hacer la experiencia de mostrar y abrir esa parte que a casi todos nos da miedo, verg¸enza, pudor... en general. Ponerse loco, no hacer, no hacer tanto que despiste ese asunto esencial. Puede ser más o menos brillante la cosa, pero eso no es lo importante en este momento. El asunto principal aquí es poder experienciar que cada cual tenemos nuestras manías, nuestras paranas, nuestras neuras: la sexualidad (verlo todo sexual), la muerte, la agresividad, el abandono, el vacío... son algunas de las clásicas. Se trata, en este ejercicio, de interpretarle todo lo que le salga al otro, a propósito y con todas las de la ley. Enfocar entonces un asunto del tipo: Cuando me suelto, ¿ qué imagino yo¿ ¿ Qué tiendo a proyectar¿ Interpretar entonces todo sin tener que ver nada con la realidad. Darnos pues ese permiso.
Dejarse asociar cosas del tipo “ahora que estás hablando pareces Robert Redford haciendo Memorias de Africa”. También con músicas, cine, cuadros, pero también escultura, u obras de arte o de cultura en general... Cuando uno trabaja de esta manera está en otro registro, que evoca el modelo chamánico, en el sentido estructural de que el chamán se pone loco él, entra en trance, en tránsito entre dos mundos, en vez de “poner” loco al otro o de manejarse con la locura emergente del otro. Más bien trabaja con la propia y ve de ponerla al servicio de su comunidad
Aquí la tarea en la elaboración es, pues: 1. El observador anota, escribe lo que pasa. 2. En qué me he soltado (yo terapeuta) Qué botón he apretado. Cómo es mi asunto con eso. Por dónde se me va la olla, cuál es el tema que aparece en el conjunto de devoluciones de “ imagino” tomada-leída toda junta)... 3. Qué le ha pasado al otro siendo mi víctima, mi conejillo de indias... En general como lo ha vivido el cliente y en qué le ha servido, si es el caso, y en qué no.

Preguntas

Una referencia usual del arte de preguntar es desde luego el budismo zen: las preguntas o koanes que propone el maestro al discípulo como una manera de esquivar la respuesta habitual y de abrir otro estado de percepción. Donde lo esencial no es tanto la respuesta sino el estado de conciencia previo o contemporáneo de la respuesta, la manera en que hay que ponerse para que se nos ocurra esa respuesta o ese tipo de respuesta, o no.
es la trascripción fonética al japonés del término chino Ch´an, que a su vez viene de Dhyana, palabra que en sánscrito significa y designa el estado de conciencia propio de la meditación budista Zazen. El Zen no es una religión, es más bien una actitud ante la vida. El Zen nos recuerda que lo único que existe es y que ahí se engloban todos los aspectos prácticos de nuestra vida - cuerpo y espíritu, suavidad y firmeza, fisiología y psicología - que deben ser armonizados para encontrar el equilibrio de todo ser. Trascender los límites de los propios conflictos, sentirse uno con los demás, conducirse naturalmente es la vía de la libertad. La verdadera libertad es interior y significa confianza en sí mismo”
También el psicoanálisis, sobre todo el lacaniano, ha desarrollado el arte del interrogarse, el sostenimiento de una pregunta como enigma, en el que el propio sostenimiento de la pregunta marca un lugar en el centro, como una estaca clavada en la tierra sobre el cual fueran revoloteando al aire las respuestas, a sabiendas de que ninguna de ellas puede decir lo indecible, a sabiendas de que su función es poner simbólico lo imaginario, dando por sentado que lo real es indecible y por lo tanto inaccesible (entendidos estos términos en este caso, ahora sí, en la particular terminología lacaniana)
También se nutren las preguntas gestálticas de la técnica o enfoque conocido tradicionalmente como Vichara. Es decir una pregunta repetitiva ñ por ejemplo ¿quien eres tú? o ¿qué buscas¿ - que el emisor lanza una y otra vez al receptor que dice lo primero que le viene sin pensar lo que dice. Es una experiencia difícil de describir si no se ha vivido. Pensemos por ejemplo que en algunas modalidades clásicas, esta técnica se práctica desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche, con apenas una, dos o tres pausas de media hora para comer, ir al lavabo... durante varios días, por ejemplo ¡diez!. Se suele trabajar de a dos, alternando los roles. Lo que ahí suele aparecer, a esas intensidades, cuentan, es equivalente en muchos casos a un buen viaje enteogénico o a una retiro de meditación bien hecho, desde luego.
Pero quizás sea la mayéutica socrática la referencia más familiar para el oficio de preguntador del gestaltista:
“(...) Se habla de Sócrates como un hombre {extrañísimo}: atopotatos, o sea, jugando con el sentido literal de la palabra, extremadamente sin lugar, fuera de lugar en extremo, desubicadísimo. Sócrates, en efecto, no se coloca en ningún lugar, en ninguno de los lugares en que se lo espera. Desearía mostrar, mediante un análisis de esta desubicación, que los tres conocidos aspectos del método socrático ñ la ironía, la refutación y la mayéutica- son fugas o huidas de los tres lugares en los que el interlocutor pretende {ubicarlo}: el lugar del saber, el lugar del modelo, el lugar del amor”
La autora añade una nota al pie: “Llamo la atención sobre la connotación musical de la palabra elegida ya que, en música, la fuga ( cuyas distintas voces, al aparecer, dan la impresión de huída) es la expresión más refinada del estilo contrapuntístico, lo que nos trae, otra vez, al dialogos”
Así pues el gestaltista como alguien que intenta trabajar a contrapunto, jugando en ese ajedrez con las negras, completando la falta con una cierta dosis de presencia para facilitar que el paciente o alumno pueda dar cuerpo y contenidos a Su Falta. Utilizando la fórmula preguntas que -  implícitamente  y más allá de su contenido - suponen una posición de “Te pregunto porque hay algo en ti que puede responder. Si no, por ejemplo, afirmaría o callaría. Entonces, búscalo en mi compañía. Pero búscalo tú”. “Yo, terapeuta, no sé saber, pero me enseñaron a preguntar. Entonces, hagamos nacer eso que está ahí dentro de ti - e-ducere, sacar hacia fuera - que tú sientes pero no conoces y que yo más que conocer imagino, deduzco o induzco, por experiencia personal y profesional, pero no puedo sentir, sentir lo tuyo o a tu manera”.
Podríamos decir que, en general y para terminar, los gestaltistas utilizamos tres clases de preguntas: Unas que son para recabar información personal o concreta, historia, asuntos de la biografía...
Las que son una propuesta de experimento, del tipo: ¿qué sientes?, ¿Cómo notas el cuerpo?, ¿Qué estas haciendo ahora?. Con estas tres preguntas, como decía Simkin, se podría hacer todo un proceso terapéutico. Son preguntas que no sirven para recabar información, sino que sirven para recabar implícitamente la actitud de darse cuenta, de awareness, para que el paciente “se pare a ver”, o a ver-se o ambas cosas a la vez. Son este tipo de preguntas las que más recuerdan al zen, al método socrático...
Y las preguntas truco o paradas técnicas, que son preguntas que con poco esfuerzo por parte del terapeuta hacen que el otro vaya haciendo, ¡y funciona¡. Es como la pura técnica en sí misma en el mejor sentido de la palabra. Rogers dice que si nos fijamos solamente en que alguien se interesa en lo que nos ocurre, parece que esto ya sirve. Pueden hacerse de verdad o de mentira, claro.

Manifestaciones Personales

“Es característico de la terapia gestalt y de las demás psicoterapias humanistas el ponerse como persona ante el paciente y manifestar las propias emociones, emociones o vivencias, manifestar particularmente cómo se siente un@ en el contacto, en la relación con el paciente. Esto tiene importancia en sí mismo como actitud vivida y transmitida. Además nos puede dar datos de cómo se maneja el paciente en el contacto y en la transferencia - los asuntos pendientes con las figuras parentales, transferidos al terapeuta. Entendiendo que lo que al terapeuta le pasa con el paciente tiene que ver, no sólo con él, sino también con el otro, resulta valioso ponerlo sobre el tapete para que salga a la luz el asunto que el paciente está jugando, y poder trabajarlo. El terapeuta gestáltico también se va a manifestar desde todo aquello que sabe de sí mismo, sobre cuál es la para apoyarla o para frustrar lo falso y manipulativo, tal como han señalado, entre otros, Perls y Naranjo”
No abundaré más sobre este tema en este momento. Me parece que todo este libro está fundamentado en esa posición y he venido y seguiré redundando en ello de diferentes maneras y con diferentes estilos, intentando enfocar los diferentes aspectos que me parece tener el asunto.

Propuestas de Experimento

“Cualquier experimento, cualquier técnica, son desarrollados a partir de la creatividad del terapeuta y de acuerdo a lo que está sucediendo en la sesión. Una propuesta de experimento es una propuesta de algún tipo de acción o fantasía con el fin de que el paciente tome conciencia de lo que está haciendo, o con el propósito de que explore algún asunto. La propuesta puede partir de lo obvio - en lugar de hacer una señalización verbal, el terapeuta puede pedir al paciente que repita una frase o que exagere lo que está haciendo- o de lo imaginario, y entonces le propondrá una frase, un movimiento, un trabajo con cojines, o le puede poner delante una persona significativa (imaginadamente) para explorar cómo es el encuentro y los asuntos pendientes”
Desde un cierto punto de vista, por ejemplo el de la escuela clevelandiana de los años setenta, el experimento es la técnica gestáltica por excelencia, ya que todas o muchas de las técnicas de este enfoque pueden ser concebidas como experimentos.
La teoría del experimento y su aplicación en terapia gestalt fue iniciada como tantas otras por Fritz Perls, desarrollada y conceptualizada sobre todo por los Polster  y por Zinker , y perfeccionada por Greenber-Khan , Bernstein  y Melnick , entre otros. Dice Zinker:
“La terapia gestáltica es realmente un permiso para ser creativo. Nuestro instrumento básico es el experimento, una aportación conductista para desplazarse hacia un funcionamiento nuevo. El experimento se dirige al corazón de la resistencia, transformando la rigidez en un sistema elástico de apoyo. No necesita ser grave, serio, ni siquiera exactamente adecuado; puede ser teatral, hilarante, alocado, trascendente, metafísico, humorístico. El experimento nos permite ser sacerdotes, prostitutas, homosexuales, santos, brujas, magos: todas las cosas, todos los seres y todas las ideas que se esconden dentro de nosotros. Los experimentos no necesitan nacer de conceptos: pueden ir desde un simple juego hasta revelaciones conceptuales profundas”
Podemos entender pues el experimento en terapia gestalt, desde este punto de vista, como la unidad de intervención gestáltica por excelencia, al igual que la interpretación o la puntuación lo fueran en el psicoanálisis, o la prescripción lo fuera en la terapia conductista, cognitivista o ( con matices) sistémica.
El experimento es una unidad pautada por la que el gestaltista proporciona al paciente un lugar para jugar en el sentido winnicottiano, un lugar y un espacio “como sí”, una instancia intermedia entre el mundo interno (la imaginación) y externo (la acción), donde ensayar y atender a nuevas maneras de pensar la cosa, de sentirla y de vivirla. Tiene muchos puntos de contacto con la dramatización psicodramática, con el trabajo con la escena de los morenianos o post-morenianos.

Una experiencia de devolución

“(... ) Para aprender a distinguir entre la devolución de aquello que está en el otro obviamente (señalización), y la de aquello que no está, o que no está tan obviamente (proyección), vamos a utilizar un clásico experimento gestáltico. Se trata del conocido “veo que... imagino que...”.
Así pues en nuestra estructura de trabajo (cliente-observador-terapeuta) el cliente “está”, es decir que dice, calla, hace...lo que le parece. Antes, en la escucha, mientras el cliente estaba el terapeuta escuchaba y, en un segundo tiempo, expresaba su escucha.
En la asimilación el terapeuta dejaba entrar lo que recibía y aprendía a distinguir su propio discurso del discurso del otro, el mundo propio del mundo del otro.
Aquí en la devolución, durante los primeros 10 minutos el cliente está (está sentado, o de pié, o se mueve, habla...), y el terapeuta sólo utiliza frases del tipo “veo que..., imagino que...”. Por ejemplo, “veo que te sientas de cara a mí, imagino que te interesa lo que digo”; “veo que te coges los pies, imagino que temes que se te escape algo...”, etcétera.
Como veis hay dos partes: el “veo”, que debe ser algo que el observador también pueda ver o percibir (la subjetividad compartida, mal llamada objetividad) Y los “imaginos”, que en este caso y por simplificar, deben ser aspectos que el observador no pueda percibir: es algo que yo, como terapeuta, imagino, que no está en el campo del cliente, es algo que yo pongo.
En el campo no está, volviendo a los ejemplos anteriores, que el cliente tenga miedo de que se le escape algo; sólo está, sólo es obvio, que se coge los pies. Tampoco está en el campo que le interese lo que yo digo, sólo está el hecho de que está sentado de cara a mí. Es decir que estar sentado de cara a mi puede querer decir muchas cosas. El miedo del cliente así como su interés los inventa en este caso el terapeuta, los proyecta, los imagina, los fantasea el terapeuta.
El observador, por último, anota todas las frases que el terapeuta expresa, todos los veos y todos los imagino correspondientes, en dos columnas diferentes y paralelas. Y en los segundos 10 minutos va a valorar: de los veos que ha expresado el terapeuta, cuántos y cuáles ha visto el observador también y son “veos”; y cuántos y cuáles no ha visto el observador, y son “imaginos”.
Y viceversa: de los imaginos expresados por el terapeuta, cuántos y cuáles no ha visto el observador y son verdaderos “imaginos”; y cuántos y cuáles sí ha visto y son, para los fines de este ejercicio, “veos” o imaginos menos valiosos.
Esto último no es exactamente así, entre otras cosas por el fenómeno de la ocurrencia de los patrones culturales y el de las imagos colectivas - es decir, que hay lugares de imaginación común - por marcar sólo dos referentes. Pero me parece suficiente para los fines del experimento.
Así pues, los segundos 10 minutos del ejercicio empiezan con una auto-evaluación del propio terapeuta bajo estos mismos criterios expresados para el observador. Cada uno habla desde su propio punto de vista, que no tiene por qué coincidir con el de los otros partenaires: el de quien lo ha expresado, el de quien lo ha recibido y el de quien lo ha observado. La pretensión es que la gestalt, o conjunto formado por los tres puntos de vista, se acerque lo máximo posible a la “verdad” de lo sucedido, aunque sabemos que nunca la cubrirá totalmente.

Epílogo
Cuentos Chinos

Podemos resumir pues la dinámica de la relación terapéutica, vista desde el punto de vista del terapeuta, en tres fases, aspectos o asuntos esenciales: escuchar, asimilar, devolver.
Si un psicoterapeuta escucha bien, asimila bien y devuelve bien... “pues hace psicoterapia bien”, en términos generales. Suele hacer buena terapia, buen trabajo. Produce resultados normalmente y es útil en su función y en su oficio. Visto desde un punto de vista superelemental y superinocente, y dicho a bocajarro y muy a lo bruto... lo demás son “cuentos chinos”.
Los “Cuentos Chinos”, como todos los cuentos, tienen temas muy variados y algunos que se van repitiendo en diversos relatos, leyendas y cantigas...
Hay Cuentos Chinos Teóricos, cuando el terapeuta se complica en exceso con los sistemas de conceptos y estructuras que utiliza para entender lo que hace y para explicárselo, básicamente a sí mismo y a la “comunidad científica”. Cuando el profesional se desbalancea hacia lo teórico y pierde el contacto con la persona del paciente y con su propio ser persona. Esto es tópico por ejemplo en los lacanianos, pero no sólo. También ocurre en terapia gestalt. Recuerdo lo que me decía a este respecto un amigo psicoanalista “El problema de los lacanianos es que ven conceptos donde hay personas”. También le he oído algo similar a gestaltistas franceses respecto a algunos usos de la teoría del self o de la teoría del ciclo de contacto, por ejemplo, por parte de algún colega. Quien más quien menos hemos tropezado alguna vez con esa piedra, ¿no le parece al lector?
También hay Cuentos Chinos Narcisistas: “He inventado una nueva terapia...”, “Yo he descubierto el verdadero muelle del asunto de la histeria...”, “No, la cosa no es tan simple, porque subterfugia la, en principio, verdadera aproximación, más allá de la epistemología actual, de los concomitantes básicos de toda heurística que se pretenda... bla,bla,bla, blá,blá,blá...”.
También éste es un libro de cuentos chinos, un libro de los cuentos chinos que anteceden y siguen a este capítulo. Y también en este capítulo hay cuentos chinos, ¡cómo no¡... pero es bueno (para todos, quiero decir que me incluyo) recordar de vez en cuando aquello de:  “A, B, C... / “1,2,3,4... 5...” / “Sumar, restar, multiplicar, dividir... y luego todo lo demás”.
“Cuento: Narración, narrativa, relato, relación, caja de consulta, recontamiento, referencia, historia, cronicón, crónica, epopeya, poema épico, acta, anales, viaje, periplo, odisea, descripción, detalle, pormenor, leyenda, tradición, contexto, reseña, cuadro, versión, memorias, aventuras, biografía, autobiografía, conmonitorio, novela, fábula milesia, cuento, contezuelo, historia, parábola, milagrería, historieta, anécdota, anecdotario, chilindrina, trova, fábula, apólogo, fantasía, faloria, falordia, burlería, conseja, rondalla, cuento de viejas, jácara, chascarrillo, fabliella, habladuría, hablilla, murmuración, chisme, vejez, antigualla”

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