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martes, 28 de septiembre de 2021

Hannah Arendt: La Condición Humana

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es                    Instagram: @psicoletrazaragoza


(…)
El discurso y la acción revelan esta única cualidad de ser distinto. Mediante ellos, los seres humanos se presentan unos a otros, no como objetos físicos, sino qua hombres. Esta apariencia, diferenciada de la mera existencia corporal, se basa en la iniciativa; pero en una iniciativa (el appetitus beatitudinis) que ningún ser humano puede detener y seguir siendo humano. 

(…)
Con respecto a este álguien que es único cabe decir verdaderamente que nunca nadie estuvo allí antes que él. Si la acción como comienzo corresponde al hecho de nacer [como un yo], si es la realización de la condición humana de la natalidad, entonces el discurso corresponde al hecho de la distinción y es la realización de la condición humana de la pluralidad, es decir, de vivir como ser distinto y único entre iguales. 

(…)
El hombre, en la medida en que es homo faber, instrumentaliza, y su instrumentalización implica una degradación de todas las cosas en medios, su pérdida de valor intrínseco e independiente, de manera que finalmente no sólo los objetos de fabricación, sino también «la tierra en general y todas las fuerzas de la naturaleza», que claramente toman su ser sin ayuda del hombre y tienen una existencia independiente del mundo humano, pierden su «valor debido a que no presentan la reificación que proviene del trabajo». Por esta actitud del homo faber con respecto al mundo, los griegos, en su período clásico, declararon que todo el campo de las artes y de los oficios, donde el hombre trabaja con instrumentos y hace algo no en su propio beneficio sino para producir algo más, era banáusico, palabra cuya mejor traducción quizá sea la de «filisteo», es decir, vulgaridad de pensamiento y actuación de conveniencia. Este vehemente desprecio no deja de asombrarnos si pensamos que en modo alguno quedaron exceptuados de este veredicto los grandes maestros de la escultura y arquitectura griegas.

El tema en juego no es, claro está, la instrumentalidad como tal, el uso de medios para lograr un fin, sino la generalización de la experiencia de fabricación en la que se establece la utilidad como modelo para la vida y el mundo de los hombres. Esta generalización es inherente a la actividad del homo faber debido a que la experiencia de medios y fin, tal como está presente en la fabricación, no desaparece con el producto terminado, sino que se extiende a su último destino, que es servir de objeto de uso. La instrumentalización del mundo y de la Tierra, esa ilimitada devaluación de todo lo dado, ese proceso de creciente falta de significado donde todo fin se transforma en medio y que sólo puede detenerse haciendo del propio hombre el señor y dueño de todas las cosas, no surge directamente del proceso de fabricación; porque desde el punto de vista de la fabricación, el producto acabado es tanto un fin en sí mismo, una independiente y duradera entidad con existencia propia, como el hombre es un fin en sí mismo en la filosofía política kantiana. Sólo en la medida en que la fabricación produce principalmente objetos de uso, el producto acabado se convierte de nuevo en medio, y sólo en la medida en que el proceso de la vida se apodera de las cosas y las usa para sus propósitos, la productiva y limitada instrumentalidad de la fabricación se transforma en la ilimitada instrumentalización de todo lo que existe.”

viernes, 27 de agosto de 2021

Eichman en Jerusalén

 

Hannah Arendt banalidad mal

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta Psicólogo Clínico. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es                Instagram: @psicoletrazaragoza

14 de octubre de 1906. Nace en el clímax del II Reich alemán Hannah Arendt, teórica de la banalidad del mal. Una mujer judía que terminaría falleciendo (1975) en Nueva York y que se convertiría en una de las teóricas políticas alemanas (con atisbos de filósofa) más importantes del siglo XX. Víctima del antisemitismo nazi de 1933, Arendt pasó parte de su vida como apátrida entre 1937 y 1951, cuando el Gobierno de Alemania le quitó la nacionalidad (que más tarde le entregaría Estados Unidos).

Arendt fue un personaje que, a pesar de que se estudie como filósofa política, ella misma rechazaba ser relacionada con la reflexión filosófica. Le gustaba describirse como “teórica política”, pero obras como La condición humana y su constante crítica a otros pensadores han terminado por situarla en el prisma filosófico.

Pero, ¿qué ha convertido a Hannah Arendt en una de las pensadoras más importantes del Siglo XX?

La banalidad del mal, Hannah Arendt y por qué se permiten atrocidades

Seguramente, la obra más conocida de Arendt es Eichman en Jerusalén. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Eichman, el que fuera responsable de la logística para la organización y distribución de los campos de concentración, huyó a Argentina para evitar un Tribunal de Guerra. Finalmene, en 1961, Eichman fue secuestrado y juzgado en Jerusalén, saltándose todo el derecho internacional. Entonces, The New Yorker pidió a Hannah Arendt que realizara una crónica del juicio.

Fue a partir de este suceso que Arendt redactó el que, seguramente, sea su ensayo más conocido: Eichman en Jerusalén. En él, la alemana no solo describió el proceso del juicio minuciosamente, sino que se planteó una pregunta esencial: ¿por qué Eichamn no parecía malvado si, lo que había permitido y en lo que había contribuido, era a todas luces un horror?

Arendt ve a Eichman como una persona absolutamente normal: consciente de lo que ha hecho, nunca lo niega pero que tampoco ve nada intrínsecamente malo en los actos que ha realizado. “Cumplía órdenes de Estado”, defendía el alemán quien, además, alegaba la condición de “buen ciudadano” que cumplía aquello que se encomendaba. Y sobre esto, Arendt definió “la banalidad del mal” (depende de la traducción, se puede encontrar de otra forma).

En primer lugar, la banalidad, en tanto que es poco trascendente, no lo sitúa sobre el hecho que “es horrible”, sino sobre el por qué Eichman lo permite o contribuye a ello. Para Arendt, el que el acusado no sustente sus actos en fuertes convicciones ideológicas o morales resulta, incluso, más aterrador que el mismo hecho en sí. ¿Por qué una persona normal, que ni es malvada ni tiene mayores pretensiones que las de cumplir órdenes, se involucra en tamaña maldad?

Por una incapacidad de juicio. Arendt distingue entre conocimiento y pensamiento; el primero es la acumulación de saberes y técnicas, la conceptualización de lo aprendido mientras que el segundo lo define como una suerte de constante diálogo interno en el que, en la íntima soledad, uno juzga sus propias acciones. Eichman carecía de “pensamiento”, o al menos no lo ejercitaba mientras orquestaba el traslado de miles de judíos para ser ejecutados. Esto lo situaba como un “nuevo agente del mal” que, sin parecerse en nada a los más convencidos ideológicamente, se entremezclaban en una masa desideologizada y sin reconocimiento que contribuye (activa o pasivamente) al “horror”.

El peligro no es constante

Arendt distingue – dentro de la incapacidad del juicio – entre tres grupos: los nihislitas, que con la creencia de que no hay valores absolutos se sitúan en las esferas de poder; los dogmáticos, que se aferran a una postura heredada; y los “ciudadanos normales”, similar al hombre-masa que estableció Ortega y Gasset, el grupo mayoritario que asume las costumbres de su sociedad como “buenas” de una manera acrítica.

Todos los grupos carecen del pensamiento definido por Arendt. La alemana defendió que el nazismo se alimentó, y fue alentado, por estos tres grupos, lo que permitía que el grueso del país pudiera realizar los “horrores” contra la Humanidad.

Aun así, Arendt explica que esta ausencia de diálogo interno no es un mal de por sí y menos aún conlleva ningún acto, a priori, malo. Es en situaciones extremas, como el auge y establecimiento del nazismo en Alemania, en las que esta banalidad del mal reluce como complicidad e incluso simpatía con los “horrores”.

Las condiciones humanas: Hannah Arendt y la banalidad del mal

Discípula de Heidegger y Karl Jasperts, el pensamiento de Hannah Arendt se puede acercar al pensamiento del existencialismo moderno. En su obra más representativa (entre otras), La condición humana, la pensadora alemana realiza un estudio sobre el estado de la humanidad en los tiempos que le son dados.

Arendt define la “condición humana” como aquello que le determina, negando la “naturaleza humana” como primer referente. Arendt destaca “tres actividades fundamentales” sobre las que se irgue esta condición: labor, trabajo y acción; todas ellas englobadas en el concepto “vita activa”.  Cada una de estas corresponde a una condición: biológica, mundana y pluralidad.

La labor (actividad de lo biológico) es aquello que, en resumen, se refiere a las necesidades más básicas del individuo (comer, reproducirse…); el trabajo (actividad de lo mundano) es una creación autónoma que puede estar evocada a fines que no son propios de la vida; y la acción, que es la actividad de la pluralidad, la sitúa como la más humana de todas. Esta acción es el ejercicio pleno de la existencia y de la libertad de la persona que solo se presenta como “se actúa” y que es la causa de la actividad política.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Hannah Arendt: La condición humana


 The Human Condition vio la luz en 1958, y desde entonces, la editorial Paidós ha publicado la traducción de esta obra en diversas ocasiones. ¿Y por qué sigue siendo de interés una obra 58 años después, en un mundo que parece fascinado por la novedad? ¿Qué tiene un libro de pensamiento para seguir vivo durante más de medio siglo, cuando aparentemente nadie quiere pensar? Es probable que, unido al auge del interés por esta filósofa en los últimos años, esté la preocupación del hombre por la propia condición humana.

Cabe destacar que Arendt diferencia la naturaleza de la condición humana; su intención no es elaborar una definición conceptual de la naturaleza del hombre, sino más bien analizar histórica y filosóficamente la vita activa propia del ser humano.

Así explica Hannah Arendt la intención y el contenido de su libro:

Lo que propongo en los capítulos siguientes es una reconsideración de la condición humana desde el ventajoso punto de vista de nuestros más recientes temores y experiencias. Evidentemente, es una materia digna de meditación, y la falta de meditación -la imprudencia o desesperada confusión o complaciente repetición de «verdades» que se han convertido en triviales y vacías- me parece una de las sobresalientes características de nuestro tiempo.

Por lo tanto, lo que propongo es muy sencillo: nada más que pensar en lo que hacemos. En efecto, «lo que hacemos» es el tema central del presente libro. Se refiere sólo a las más elementales articulaciones de la condición humana, con esas actividades que tradicionalmente, así como según la opinión corriente, se encuentran al alcance de todo ser humano. Por ésta y otras razones, la más elevada y quizá más pura actividad de la que es capaz el hombre, la de pensar, se omite en las presentes consideraciones. Así, pues, y de manera sistemática, el libro se limita a una discusión sobre labor, trabajo y acción, que constituye sus tres capítulos centrales (Prólogo, 18)  

Rodrigo Córdoba Sanz. Presencial y Online. N° Col.: A-1324. Zaragoza. Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta. Instagram: @psicoletrazaragoza          Página: Psicólogo Zaragoza

martes, 23 de septiembre de 2014

H. Arendt: "La Condición Humana"



Hannah Arendt es considerada una eminente politóloga, célebre por sus estudios acerca del totalitarismo y el mundo judío. Sin embargo, una faceta menos conocida, pero tan importante como la anterior, son sus ideas acerca de la Filosofía de la Historia y el papel tradicional-teológico judaico como verdaderas fuentes de sentido de laCondición Humana. A este respecto debemos remitirnos a las intuiciones, pocas veces analizadas explícitamente en sus escritos, que subyacen en la mayoría de sus textos mayores; A este respecto, son de especial interés: Los intentos de repensar la especificidad de la políticaLa apuesta por el pensamiento no-sistémico -en el sentido de la denuncia de los grandes sistemas de pensamiento clásicos y modernos-, Los fenómenos de culpabilidad y responsabilidad ante la barbarie del nazismoLa trivialidad del malLa figura del exiliado y el exilioLa reivindicación de la memoria en una época de fugacidad de los tiemposCercanía a lo místico judío y al pensar poético.

La "Condición Humana" según Hannah Arendt

La obra más popular de Hannah Arendt, con permiso de Los orígenes del Totalitarismo, y la que, sin duda, le ha reportado más notoriedad es: La Condición Humana. Los planteamientos básicos de tal intento de análisis ontológico del ser humano han devenido clásicos a la hora de replantear la pregunta kantiana "Qué es el hombre" desde una fenomenología más abierta y no-sistémica. De hecho, la Condición Humana parte de una voluntad que se ha denominado "Realismo respetuoso" que, en contra de una idea sistémica y teórica de la Filosofía, pretende meramente describir la Realidad en sus experiencias primordiales. Esta voluntad, le hace asumir otra intuición fundamental: "el pensamiento mismo nace de los acontecimientos de la experiencia viva y debe mantenerse vinculado a ellos como los únicos indicadores para poder orientarse"; a la práctica supone un rechazo de la "Filosofía Política" -así como de las Ciencias Sociales- como tal y una auto-denominación como teórica de la Política. Más adelante veremos que estos posicionamientos responden a una particular concepción de la Filosofía de la Historia.

Centrándonos más específicamente en la Condición Humana, debemos resaltar su "arquitectura teórica" básica. En primer lugar, Arendt establece tres dimensiones básicas de la Condición Humana: labor, trabajo y acción. Tales dimensiones son propias de todo individuo en toda sociedad, por detención u omisión. Arendt describe las dimensiones propias de la Condición Humana en tanto que Antropología Filosófica, es decir, los fundamentos filosóficos básicos que hacen caracterizar nuestra especie como plenamente humana.

Arendt define la labor como la dimensión ligada a la necesidad, al ciclo de repetición de la naturaleza, esto es, la labor produce todo lo necesario para mantener vivo al organismo humano y a la especie. Se caracteriza por no dejar nada tras de sí: sus productos están destinados a ser consumidos y desparecen casi tan rápidamente como se han producido. De este modo, laborar y consumir no son más que dos etapas del siempre repetitivo ciclo de la vida biológica. Pertenece asimismo a la labor su no visibilidad y su carácter apolítico. Tal dimensión caracteriza una actividad propia; en este caso, la del uniforme y cíclico "animal laborans".

Otra dimensión de la condición humana: el trabajo, a diferencia de la labor, es productivo: sus resultados están destinados no tanto a ser consumidos como a ser usados -tienen un cierto carácter duradero-. Frente a la característica repetición del laborar, el trabajo como fabricación produce la pura variedad inagotable de cosas, por tanto con una existencia relativamente estable, que constituyen el mundo en que vivimos, el artificio humano. Esta misma estabilidad, durabilidad de los productos del trabajo es lo que posibilita la objetividad. Sólo por haber erigido un mundo relativamente independiente de objetos a partir de la naturaleza y por haber construido este ambiente artificial, podemos considerar la naturaleza como algo objetivo. Tal dimensión caracteriza una actividad propia; en particular: la del homo faber. Elhomo faber consigue esta durabilidad y objetividad antedicha al precio de ejercer una cierta violencia para con la naturaleza, creyéndose así su dominador con potestad de crear y destruir, no sólo la propia naturaleza, sino también su mismo artificio.

Finalmente, la tercera y última dimensión de la Condición Humana: la acción hace referencia a la libertad. Así, frente a la circularidad de la labor y la proyectabilidad del trabajo, la acción se distingue por su constitutiva libertad, por su carácter invariablemente impredecible. Las acciones en el mundo, a pesar de tener un comienzo determinado, nunca tienen un fin predecible y menos aún unas consecuencias cerradas. Es imprescindible la acción para hacer del mundo artificial fabricado un verdadero hogar -Heimat según los planteamientos que hereda Arendt de Heidegger-, cuya estabilidad perdure y sobreviva al siempre cambiante movimiento de las vidas humanas, en tanto trascienda la simple funcionalidad de los bienes de consumo y la utilidad de los objetos de uso. Es gracias a la acción y a la palabra que el mundo se revela como un espacio en el que es posible la vida en sus sentido no biológico. La acción no tiene sentido en la soledad de uno mismo, al contrario, su verdadera naturaleza le obliga a ser interpersonal e inédito en un mundo ya preestablecido de otras relaciones humanas, algunas de las cuales no son propiamente políticas; Estamos en la dimensión humana de la ” Política “. Aprovechamos este punto, para hacer un breve, aunque trascendental, inciso: Arendt concibe la política cómo la negación explícita de la Violencia. Así, la relaciones anti-políticas que constituyen la opresión y la violencia son una negación explicita de la política y en tanto tales, no pueden ser jamás objeto de la acción.


Sobre Arendt