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Paz y Ciencia
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martes, 26 de febrero de 2019

Psicoanálisis del carácter




Si bien es cierto que el psicoanálisis nació, durante el estudio de la histeria, como un intento de comprender y de curar sus síntomas, muy pronto, y a medida en que se fueron incluyendo otros trastornos, se fue consolidando una cuestión que fue adquiriendo, de manera progresiva, una mayor claridad. El procedimiento no podía ofrecer demasiadas garantías a menos que se dirigiera decididamente, hacia el psicoanálisis del carácter, constituido por el conjunto de hábitos que determinan la forma en que una persona percibe, siente y procede.

Es claro que, mientras que los síntomas perturban al paciente y quiere liberarse de ellos, con el carácter ocurre que, en su mayor parte por lo menos, suele ser lo que se dice "egosintónico". Con esa palabra, no sólo queremos referirnos a que la consciencia no lo registra como algo que molesta, sino también a que forma una parte indistinguible de la propia identidad. Sin embargo, para evitar que los trastornos que aquejen al paciente se perpetúen, o sean sustituidos por otros condicionados por los mismos factores, es necesario que el psicoanálisis incluya los rasgos del carácter, que surgen, una y otra vez, durante el tratamiento y se manifiestan en las transferencias recíprocas.
Un síntoma aparece como algo carente de significado, algo de lo cual procuramos desprendernos. Frente a los rasgos de carácter, en cambio, solemos pensar "yo soy así". Si decimos que ese pensamiento obstruye el progreso y que el psicoanálisis muestra que el carácter se configura de esa manera, y no de otra forma, por motivos definidos que, en principio, pueden ser psicoanalizados como se psicoanalizan los síntomas, enunciamos una afirmación que, inevitablemente, despierta una cierta antipatía.

Así sucede que, cuando se trata de lograr que los síntomas desaparezcan, contamos con la colaboración del paciente, pero cuando procuramos influir para modificar algún rasgo de los que constituyen su carácter, y a pesar de que muchas veces la persona que psicoanalizamos nos dice que ese es su deseo, tropezamos con una resistencia fuerte. Se comprende fácilmente si tenemos en cuenta que, aun en los extremos de la melancolía, uno ama su manera de ser, construida con esfuerzo a lo largo de la vida. Las personas que suelen recurrir a la cirugía estética para obtener unos cambios leves en la forma de su nariz no desean que se les cambie la cara con la que presentan su identidad ante el mundo.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta.
Zaragoza (Zona Centro).
Teléfono: 653 379 269
E-mail: rcordobasanz@gmail.com
Página Web: www.rcordobasanz.es

jueves, 10 de enero de 2019

La oportunidad del hablar y del callar

Desde la metapsicología que construyó Freud, podemos comprender dos situaciones básicas que nos ayudan a determinar de qué manera el cómo, el cuándo y el qué de nuestro decir y de nuestro callar pueden influir en mantener la intensidad de la transferencia (y de la contratransferencia) dentro de los límites tolerables.

Una de ellas ocurre cuando el mayor compromiso emocional del paciente no se dirige, en ese momento, hacia su psicoanalista, sino, por el contrario, hacia las representaciones de otras personas que, durante la sesión, ocupan su consciencia. En esa situación parece ser lo más conveniente que el enunciado verbal del psicoanalista se dirija a esclarecer los pormenores de ese vínculo y algunos de sus concomitantes inconscientes, dejando implícito el carácter transferencial de impulsos y afectos comprometidos.

Otra es la situación, en cambio, que ocurre cuando las representaciones que retienen un mayor compromiso emocional en la consciencia del paciente son las del psicoanalista. En ese caso, parece conveniente que, durante la sesión se escuche, o se interprete, sin aducir que los impulsos o afectos no son más que el producto de la transferencia.

Todorov: Si las palabras crean la realidad que antes evocaban de un modo ficticio, el silencio, por su parte, hace desaparecer esa misma realidad.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo
Tfno. Contacto: 653 379 269
Página Web: www.rcordobasanz.es

jueves, 14 de junio de 2018

Procesos psíquicos




:: Freud sostuvo que los procesos psíquicos funcionan de dos modos. Uno, primario, que condensa y desplaza, con magnitudes plenas, la importancia que atribuye a los sucesos. Es un proceso que, sin un cuidado suficiente de su justificación, se traduce en una equiparación de los símbolos con lo que simbolizan. Hanna Segal denominó "ecuación simbólica" a esa "confusión" (cuyo paradigma es la psicosis) que conduce, por ejemplo, a relacionarse la palabra "pan" como si fuera el alimento que lo designa. 

:: Otro, secundario, que funciona con magnitudes pequeñas y caracteriza a los procesos del pensamiento racional que establecen diferencias (razones) y proceden con símbolos saludablemente constituidos.


::Debemos reconocer que ambos "se combinan" para generar ese campo "intermedio" (casi "teatral"), que Winnicott situaba como zona de juego y creatividad. En dicho territorio se desarrolla la tarea que se propone acercar a la consciencia de las transferencias recíprocas. Ese modo "terciario" que funciona como un tránsito fugaz entre los procesos que el psicoanálisis denomina primario y secundario, es el lugar donde se gestan los símbolos y, de acuerdo con lo que escribe Charles Peirce, gracias a su operación pueden ocurrir "la metáfora, el sueño, la parábola, la alegoría, todo el arte, toda la ciencia, toda la religión, y toda la poesía".


No olviden echar un vistazo al libro:  "¿Para qué sirve el psicoanálisis? El qué-hacer con el paciente". Luis Chiozza. Ed. Libros del Zorzal.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo
Zaragoza (Zona Centro)
Tfno.: 653 379 269
Página Web:
www.rcordobasanz.es