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Paz y Ciencia

martes, 15 de octubre de 2013

Aquel que tiene un por qué para vivir puede soportar cualquier cómo



El estrés y la desorientación hacen presa de nosotros cuando perdemos de vista nuestros objetivos vitales. La sensación de "trabajar para nada", el agotamiento que produce la dispersión tienen su antídoto en una meta clara que dé sentido a lo que estamos haciendo, con sus buenos y malos momentos.
Sobre esto, Victor Frankl consideraba que basta con que el individuo encuentre un sentido a su vida para superar la mayoría de los problemas que le aquejan. La logoterapia busca justamente eso: en lugar de escarbar en el pasado del paciente, se explora qué puede hacer con lo que tiene aquí y ahora. Dicho de un modo más sencillo: encontrar un motivo para levantarse cada día de la cama.
El drama de muchas personas insatisfechas con su existencia es que tampoco se plantean cuál es la vida que desearían vivir. Y la primera condición para dejar de estar perdido es saber, al menos, adónde se quiere llegar.
Al igual que Frankl medio siglo después, Nietzsche señala la importancia de encontrar un "por qué vivir". Cuando nuestra vida se llena de sentido, de repente los esfuerzos ya no son fatigas, sino pasos necesarios hacia la meta que nos hemos fijado.

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