- Como sabes, pronto vas a cumplir dieciocho años y queremos que tengas una celebración especial, una ceremonia ritual de paso a tu mayoría de edad.
El hijo se extrañó de aquel tono solemne y pensó: "¿Pero qué les ha pasado a estos? ¿Una celebración especial? ¿No habrán tomado algo o se habrán emocionado más de la cuenta?". Pero enseguida vio que en el rostro de sus padres serenidad. y que su tono era trascendente pero cercano. Entonces el hijo sintió por todo su cuerpo el leve temblor que anuncia la proximidad de los momentos cruciales en la vida. Sintió, más en concreto, que estaba acercándose el momento en que dejaría de ser niño para convertirse en adulto.
- El día de tu cumpleaños - le dijeron los padres - te esperaremos a las ocho de la tarde en casa. Lo celebraremos y recibirás de nosotros un regalo para el resto de tu vida.
El hijo sintió un nuevo escalofrío, pues comprendió que se enfrentaba a algo incierto, misterioso y sorprendente. Le gustaban las sorpresas, pero en ésta adivinaba cierto sabor agridulce. Por un lado, veía el rostro de sus padres, y eso le transmitía dulzura y confianza; pero, por otro, la solemnidad y ceremonia con que le hablaban lo inquietaban, pues le hacían sospechar que estaba a punto de dar un gran salto en el camino de su vida en el que habría que dejar cosas atrás.
Así que llegó el día y la hora señalados. El hijo acudió a casa a las ocho de la tarde y encontró a sus padres en el salón. No estaban solos: también habían acudido sus hermanos, sus abuelos, otros familiares cercanos y sus mejores amigos. Los padres habían preparado , una mesa especial con un mantel muy elegante, una vajilla nueva y un centro con flores frescas. Sobre la mesa había también un cofre cerrado que debía de contener algún regalo que le habían prometido, aquel que debía servirle, según le habían dicho, para el resto de su vida.
Cuando se acercó, sus padres lo abrazaron y le dijeron:
- Nos sentimos muy felices de que hayas venido a nuestra vida, de quererte y de tenerte como hijo. Y nos sentimos extraordinariamente afortunados por el privilegio que ha supuesto acompañarte desde el momento de tu nacimiento hasta hoy, hasta el día en que llegas a la mayoría de edad.
Después de una pausa, el padre continuó:
- Esta llave es nuestro regalo. Con ella podrás vivir y caminar el resto de tu vida y vivir una buena vida.
De hecho, es la llave de la buena vida.
El hijo sacó la llave del cofre y la observó. La tomó en sus manos y experimentó una deliciosa sensación de luminosidad y fuerza. Y preguntó a sus padres:
- ¿Esta llave abrirá todas las puertas que encuentre en mi vida?
- Puedes estar seguro, que así será - contestaron ellos -
El hijo se sintió satisfecho, pero al cabo de unos segundos surgió una nueva pregunta en su mente. Y dijo:
- Pero, si un día me encuentro ante dos puertas, ¿cómo sabré cuál debo abrir?
- Cuando te encuentres en esa situación -respondieron-, elige siempre la puerta de la izquierda.
- ¿Y por qué la de la izquierda?
- Porque la puerta de la izquierda conduce a la vida -le dijeron.
- ¿Y la de la derecha?
- Bueno, también conduce a la vida, pero si puedes, escoge siempre la de la izquierda.
El hijo mostró su desconcierto por esta respuesta.
- No lo entiendo - dijo -. Si ambas conducen a la vida, por qué debo escoger la de la izquierda?
- Porque la puerta de la izquierda es la puerta de ganar, del ampliar, del sumar, del expandir, del enriquecimiento, del yuxtaponer, del acrecentar, de fertilizar.
Y nosotros, como padres, deseamos que tengas una vida plena, variada, rica y fértil. Deseamos que cruces muchas puertas de ganar y que cada vez sumes algo bueno que te haga sonreír: un conocimiento, un amigo, un amor, una experiencia, una comprensión, una propiedad, un hijo, un aprendizaje, una creación, un emprendimiento, una entrega... O más bien más recursos internos, o más salud y vitalidad, o que actives nuevas y variadas identidades y fortalezas. Deseamos que tu vida sea muy muy rica, plena de retos y logros que necesites para ello; deseamos que esté colmada de pasos bienaventurados.
Los padres se detuvieron un momento y se miraron amorosamente. Luego siguieron con su explicación...
(Continuará...)
Este libro, "El libro de la buena vida", comienza con este cuento que comparto con ustedes, lectores de Psicoletra. Después deriva en otra narrativa relacionada con el cuento, no obstante creo que no se puede entender bien la parte que nos enseña sin la metáfora previa. Rodrigo Córdoba Sanz.
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