EL ASESINO DE VALDEPEÑAS. GUSTAVO ROMERO
Según relata la periodista Samuel Isasi sobre el asesino de Valdepeñas, cuando él se cruzó con Rosana Maroto, a la que había visto sonreír de modo tierno con sus amigas, hizo lo siguiente:
"La imagen de la muchacha fue haciéndose cada vez más grande en el parabrisas de Gustavo Romero y a éste le revolvió algo por dentro. Creyó reconocerla. Sí, alguna vez la había visto por el pueblo, riéndose con sus amigas, como provocándole un poco su belleza. Apretó las manos sobre el volante mientras sentía la sangre palpitando por su cabeza.
Cuando llegó a su altura, dio un volantazo para sacarla de la carretera. Le hizo rodar por el suelo. Gustavo frenó, apagó el motor y bajó del coche. Miró alrededor. No había un alma. Nadie lo había visto. Se acercó a ella y comprobó que estaba inconsciente. Era más bonita aún de lo que recordaba. Y muy joven. La cogió en brazos y la metió en el maletero. Ni siquiera se molestó en desprender la mochila de su espalda. Luego, fue por la bici y la introdujo en la parte de atrás del coche".
La bicicleta la tiró a un pozo. Cuando iba a sacar del maletero a Rosana tuvo que marcharse porque llegaban unos pastores. Fue a otra casa abandonada y después de despabilar a Rosana la metió dentro. Allí jugó al gato y el ratón.
En sus declaraciones dijo que se puso frenético porque sólo le pide ir a casa con su bicicleta y que él tiene miedo de que le delate y que descubran que también mató a los novios. Pero es un absurdo que nadie cree. Él reconoció que obligó a Rosana a hacerle una felación, pero en esos minutos pudo sufrir un ataque sexual múltiple. Romero la estranguló con un cordón. Se resistió mientras le quedaba aire en los pulmones. El cordón, según los forenses el cordón estaba tan apretado en el esqueleto con un diámetro que ni ellas mismas se lo pudieron haber colocado. Es decir, estaba extraordinariamente apretado.
Quedaba deshacerse del cadáver. Lo arrojó a la profundidad de un pozo cercano. Luego metió en la mochila los pantalones de deporte de la chica, una zapatilla que había perdido y una compresa. Cogió el coche y se fue a trabajar. A la salida tiró la mochila, con una piedra dentro del río Jalón.
La policía no encontró nada hasta que un pastor encontró la bicicleta...
La policía y la guardia civil siguieron sus investigaciones aunque, poco a poco, la esperanza se fue perdiendo. Como suele suceder en estos casos, fue un testimonio lo que delató al asesino en serie.
Su mujer no pudo aceptar que se fuera con otra mujer y reveló sus agreisones y asesinatos a la policía. 113 años de cárcel. Se trata de un acto simbólico, aunque por despecho, Romero es entregado a la policía por su mujer.
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