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Paz y Ciencia

domingo, 2 de octubre de 2016

Anorexia: Psicoanálisis



El avance en la teoría psicoanalítica entre 1889 y 1895 es evidente. Con la denominación de sexualidad rudimentaria alude, sin duda, a aspectos genéticos, lo que sustituye con ventaja a las anteriores alusiones traumáticas.

Estudios sobre la histeria (1895). Surgen en este escrito relaciones entre histeria y anorexia:

Por lo que respecta a la teoría, nos han demostrado, en efecto, dichos resultados que el factor accidental posee en la patología de la histeria un valor determinante, mucho más elevado de lo que generalmente se acepta y reconoce. En la histeria "traumática" está fuera de duda que es el accidente lo que ha provocado el síndrome, y cuando de las manifestaciones de los enfermos de ataques histéricos, nos es posible deducir que en todos y cada uno de sus ataques vive de nuevo por la alucinación aquel mismo proceso que provocó el primero que padecieron, también se nos muestra de una manera evidente la conexión causal. No así en otros distintos fenómenos. Pero nuestros experimentos nos han demostrado que síntomas muy diversos, considerados como productos espontáneos -"idiopáticos"-, podríamos decir- de la histeria, poseen con el trauma causal una conexión tan estrecha como la de los fenómenos antes mencionados, transparentes en este sentido. Hemos podido referir a tales factores causales neuralgias y anestesias de formas muy distintas, que en algunos casos venían persistiendo a través de años enteros; contracturas y parálisis, ataques epileptoides, diagnosticadas de epilepsia por todos los observadores; petit mal y afecciones de la naturaleza de los "tics", vómitos persistentes y anorexia, llevada hasta la repulsa de todo alimento, perturbaciones de la visión, alucinaciones visuales continuas, etc. La desproporción entre el sistema histérico, persistente a través de años enteros, y su motivación, aislada y momentánea, es la misma que estamos habituados a observar en la neurosis traumática. Con frecuencia, la causa de los fenómenos patológicos, más o menos graves, que el paciente presenta, está en sucesos de su infancia.

Vemos que en este caso, Freud habla de la anorexia en relación al concepto de trauma.



Poco más tarde, en El método psicoanalítico de Freud (1903).

Del mismo modo que entre la salud y la enfermedad no existe una frontera definida y sólo prácticamente podemos establecerla, el tratamiento no podrá proponerse otro fin que la curación del enfermo, el restablecimiento de su capacidad y de goce. Cuando el tratamiento no ha sido suficientemente prolongado o no ha alcanzado éxito, se consigue, por lo menos, un importante alivio del estado psíquico general, aunque los síntomas continúen subsistiendo, aminorada siempre su importancia para el sujeto y sin hacer de él un enfermo. El procedimiento terapéutico es, con pequeñas modificaciones, el mismo para todos los cuadros sintomáticos de las múltiples formas de la histeria y para todas las formas de la neurosis obsesiva. su empleo no es, desde luego, ilimitado. La naturaleza del método psicoanalítico crea indicaciones y contraindicaciones, tanto por lo que se refiere a las personas a las cuales ha de aplicarse el tratamiento como el cuadro patológico. Los casos más favorables para su aplicación son los psiconeurosis crónicas con síntomas poco violentos y peligrosos, esto es, en primer lugar, todas las fobias y las abulias, y, por último, todas las formas somáticas de la histeria habrá de esperarse la aparición de una fase más tranquila, y en aquellos en los cuales predomina el agotamiento nervioso, deberá evitarse un tratamiento que exige por sí mismo un cierto esfuerzo, no realiza sino muy lentos progresos y tiene que prescindir durante algún tiempo de la subsistencia de los síntomas. Para que el tratamiento tenga amplias probabilidades de éxito, debe también reunir el sujeto determinadas condiciones. En primer lugar, debe ser capaz de un estado psíquico normal, pues en períodos de confusión mental o de depresión melancólica no es posible intentar nada, ni siquiera en casos de la histeria. Deberá poseer asimismo un cierto grado de inteligencia natural y un cierto nivel ético. Con las personas de escaso valor pierde pronto el médico el interés que le capacita para ahondar en la vida anímica del enfermo.

Se puede ver que Freud detecta el perfil peculiar de ciertas anorexias que impiden, por la urgencia, la cura tradicional en toda su extensión, la observación se reitera en el trabajo siguiente y aún de manera más específica.

Sobre la psicoterapia (1904)

La edad de los enfermos desempeña también un papel en su selección para el tratamiento analítico, pues, en primer lugar, las personas próximas a los cincuenta años suelen carecer de la plasticidad de los procesos anímicos, con la cual cuenta la terapia -los viejos ya no educables-, y en segundo, la acumulación de material psíquico prolongaría excesivamente el análisis. El límite opuesto sólo individualmente puede determinarse; los individuos muy jóvenes, impúberes aún, son a veces muy asequibles a la influencia analítica.
No se acudirá tampoco al psicoanálisis cuando se trate de la rápida supresión de fenómenos amenazadores; por ejemplo, en una anorexia histérica.

Es evidente que los dispositivos técnicos ad hoc para el tratamiento de la neurosis no se acoplan con facilidad a la curación de la anorexia, en este sentido las técnicas que se emplean en el análisis de las psicosis armonizan mejor con sus exigencias.

En Tres ensayos (1905) aparece una descripción acabada sobre el vínculo inicial entre sexualidad y hambre:

La primera actividad del niño y la de más importancia para él, la succión del pecho de la madre (o de sus subrogados) le ha hecho conocer, apenas nacido, este placer... En un principio la satisfacción de la zona erógena parece asociada con el hambre. La actividad sexual se apoya primeramente en una de las actividades puestas al servicio de la conservación de la vida, pero luego se hace independiente de ella.

Muchos años después (1979), la microbióloga Lynn Margullis escribirá:

La evolución de los primeros ciclos sexuales meióticos tuvo lugar en varios pasos. El primero fue, probablemente, el canibalismo. Aun hoy, en situaciones límites, los protoctistas (organismos eucariotas) unicelulares engullen cualquier cosa que se ponga a su alcance antes de sucumbir... A veces, sin embargo tales fusiones -el englobado devorado por el devorador- pueden revertir, especialmente cuando las dos células fundidas son muy semejantes... Cuando ambos "socios" sobrevivían el resultado era un paso evolutivo intermedio entre el acto de comer y la fecundación duplicatoria del sexo meiótico.

Antes que ella el biólogo Lemuel Roscoe Cleveland, quien estudió desde 1936 hasta su muerte en 1969 a los hipermastigotos, un grupo de protoctistas nadadores que digieren la madera, anunciaba:

Al engullirse unos a otros, los mastigotes fusionaban sus membranas celulares y nucleares. Pretendían comer, pero en vez de eso se fundían...

Ese es el comienzo del ciclo meiosis-fecundación.

Nos es pues ni caprichosa ni reciente la relación entre oralidad, sexo y vínculo. Estas consideraciones permiten entender que el síndrome rechazo del alimento, escaso investimiento sexual y retraimiento, no es fruto de circunstancias fortuitas, sino que encuentra fundamentos arcaicos en la propia biología.







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