PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

viernes, 28 de octubre de 2016

Relatos de la Música y el Cerebro



El origen de la música humana resulta menos fácil de comprender que el de las aves, por ejemplo. 

El propio Darwin se sentía evidentemente perplejo, tal como escribió en El origen del hombre: "Como ni el disfrute de la música ni la capacidad para producir notas musicales son facultades que tengan la menor utilidad para el hombre (...) debe catalogarse como las más misteriosas con que está dotado".

Stephen Pinker se ha referido a la música como "un pastel de queso auditivo", y se pregunta: "¿Qué beneficio se puede sacar de dedicar energía a hacer ruiditos de plin plin? (...) Por lo que se refiere a la causa y el efecto biológicos, la música no sirve para nada (...) Podría desaparecer de nuestra especie, y nuestro estilo de vida permanecería prácticamente inalterable." Aunque Pinker es una persona muy aficionada a la música y sin duda sentiría que su ausencia empobrecería mucho su vida, no cree que la música, ni ninguna de las artes sean adaptaciones evolutivas directas. En un artículo del 2007 propone:

"...es posible que muchas de las artes no posean ninguna función adaptativa. Es posible que sean productos secundarios de dos rasgos: los sistemas motivacionales que nos proporcionan placer cuando experimentamos señales que guardan correlación con resultados adaptativos (seguridad, sexo, estima, entornos abundantes en información), y la pericia tecnológica para crear dosis purificadas y concentradas de esas señales".

Pinker, y otros, opinan que nuestras capacidades musicales - o al menos algunas - son posibles gracias al uso, la colaboración o la participación que ya se han desarrollado para otros propósitos. Esto puede tener que ver con el hecho de que no exista un "centro musical" único en el cerebro humano, sino que participen una docena de redes desperdigadas por todo el cerebro. Stephen Jay Gould, que fue el primero en abordar directamente la controvertida cuestión de los cambios no adaptativos, habla en este aspecto de "exaptaciones" en lugar de adaptaciones, y señala la música como un ejemplo claro de estas exaptaciones. (William James probablemente tenía en mente algo parecido cuando se refirió a nuestra sensibilidad para la música y otros aspectos de "nuestra vida estética, moral e intelectual más elevada" como algo que había entrado en la mente "por la puerta trasera").

Pero, a pesar de todo esto - hasta qué punto las aptitudes y sensibilidades musicales humanas poseen su propia senda neurológica o son productos secundarios de otras capacidades y propensiones -, la música sigue siendo algo fundamental y central en todas las culturas. 

Los humanos somos una especie tan lingüística como musical.
Es algo que adquiere formas diversas. Todos nosotros (con muy pocas excepciones) podemos percibir la música |...]
Integramos el ritmo en nuestras mentes utilizando muchas partes de nuestro cerebro y "construimos" la música en nuestras mentes utilizando muchas partes de nuestro cerebro.

Además de la apreciación estructural de la música se añade una reacción emocional a menudo intensa y profunda. "La inexpresable profundidad de la música", escribió Schopenhauer, "tan fácil de comprender y sin embargo tan inexplicable, se debe al hecho de que reproduce todas las emociones de nuestro ser más íntimo, pero de una manera totalmente falta de realidad y alejada de su dolor (...) La música expresa sólo la quintaesencia de la vida y sus acontecimientos, nunca éstos mismos".
Escuchamos música con nuestros músculos, escribió Nietzche. Apelando a que, también, es un fenómeno motor. Llevamos el ritmo, de manera involuntaria, aunque no prestemos atención de manera consciente, y nuestra cara y postura reflejan la "narración" de la melodía, y los pensamientos y sensaciones que provoca. 

La tenacidad de la música, de la memoria musical, de manera de que lo que se oye en los primeros años de vida puede quedar grabado en el cerebro durante el resto de la vida [...]
William James hablaba de nuestra "sensibilidad para la música", y al mismo tiempo que la música nos calma, nos consuela, nos emociona, o nos sirve para organizarnos cuando trabajamos o jugamos -, también podría ser especialmente poderosa y poseer un gran valor terapéutico  para pacientes de diversas dolencias neurológicas.

Musicofilia: Oliver Sacks

También recomiendo la famosa obra que llegó a los cines,  Despertares, absolutamente genial, y Alucinaciones, del mismo y genial autor.
Rodrigo Córdoba Sanz

No hay comentarios: