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Paz y Ciencia

sábado, 22 de octubre de 2016

La coherencia como forma de vida



La mayoría de los filósofos de la Antigüedad eran buscadores de sabiduría, experimentadores dispuestos a arriesgarse, por las ideas que defendían. Para ellos la coherencia pesaba más que la originalidad, y por eso sus planteamientos iban más allá del mero discurso y se plasmaban en un modo de vida acorde a sus pensamientos. Los antiguos, además de hablar, hacían lo que decían, y sus lecciones se evidenciaban en el desarrollo día a día: se trataba de un aprendizaje no solo auditivo, sino también visual:
"No me digas qué es la sabiduría, no me hables de cómo vivir bien. ¡Muéstramelo!"
Ésta era la premisa.

Séneca, el filósofo estoico de origen hispano, afirmaba que para tener una vida feliz había que evitar desviarse de la propia esencia, de lo que nos define profundamente: "Éste es el cometido más importante de la sabiduría: que las obras vayan acordes con las palabras, que el sabio sea en todas partes coherente e igual a sí mismo. ¿Quién podrá lograrlo? Unos pocos, y aunque la tarea es ciertamente difícil, no pretendo que el sabio deba caminar siempre al mismo paso, sino por la misma ruta".
Por la misma ruta..., más rápido o más despacio, de buen humor o refunfuñando. Da igual, lo que verdaderamente importa es dirigir el barco a buen puerto y ser fiel a las metas que nos proporciona mientras no pierdan su valor. 

"Cuando tocamos lo esencial, el núcleo duro de la existencia, es mejor callar". Wittgenstein
Esa sabiduría silenciosa puede generar en el que la vive un verdadero terremoto silencioso y psicológico. Su propuesta es maravillosamente sencilla: "Ven y observa". Sólo eso, nada más, experiencia pura. Si fuéramos honestos, internamente coherentes, nuestro comportamiento hablaría por nosotros. 

Cuentan que cuando alguien trató de convencer a Diógenes, el cínico, mediante argumentos complicados y silogismos de todo tipo, de que el movimiento  de los objetos eran una ilusión, éste, para refutar tanta retórica, simplemente se levantó y comenzó a andar en silencio de un lado a otro. No dijo nada más, pero el mensaje implícito fue contundente: el movimiento se demuestra andando.
Insisto: a veces, una acción o una observación irrefutable vale más que cien explicaciones.
Zenón, el padre del estoicismo, dijo a propósito del suicidio de un sabio hindú que prefería ver a un solo indio dejar quemarse lentamente a aprender de manera abstracta todas las demostraciones sobre el dolor.
Los Artistas del Verbo

La verborrea siempre ha sido sospechosa, aunque a veces nos seduzca. No digo que debamos rendir culto al mutismo y a la falta de expresión, lo que sostengo es que no deberíamos sacrificar qué decimos por cómo lo decimos. 

La carta de presentación de cualquiera, el curriculum vitae que tantas veces nos exigen, debería incluir antes que nada nuestro modo de vida: "Dime qué haces y te diré quién eres", "Dime qué haces y veré si puedo aprender algo" o sobre todo, "Dime qué haces y te diré cuánto te creo".
Epicuro decía que el conocimiento serio y bien sustentado de las cosas no forma ni fanfarrones ni artistas del verbo, al contrario, el verdadero saber forma "hombres dignos e independientes que se enorgullecen de sus propios logros y no de aquellos resultados que se obtienen por azar o por cualquier otra circunstancia externa".
 En fin: cuanto más sepas, menos querrás hablar por hablar.

¿Cómo practicar el silencio inteligente? 

Debemos empezar modestamente, intentar durante unos días, decir sólo lo justo y lo que merece la pena ser dicho. Hay que concentrarse en lo esencial y poner la palabra, aunque sacrifiquemos un poco la espontaneidad. Una de las consecuencias de hablar menos es que los otros te escucharán más atentamente. 

En cierta ocasión, Diógenes estaba exponiendo un discurso serio y provechoso para la gente, pero como no se acercaba nadie a escucharlo suspendió lo que estaba diciendo y comenzó a cantar. Entonces, cuando la gente se volvió a congregar alrededor, dejó el canto y los reprendió diciéndoles charlatanes de feria, pero que iban de mala gana allí donde se enseñaban cosas inspiradas por la sabiduría.

Walter Riso: Filosofía para la vida cotidiana
Sabiduría en tiempos modernos. Walter Riso




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