Los perversos narcisistas no le deben nada a nadie, no obstante todo se les debe a ellos.
Cuando el perverso desprecia a su víctima, por ejemplo, cuando le dice: "Eres un imbécil", su argumento presupone varios significados: tú eres un imbécil y, puesto que me he dado cuenta, soy más inteligente que tú. Despreciando al otro, el perverso cree que se revaloriza. Ahora le corresponde a la víctima justificarse y demostrar lo contrario. Al agresor le será entonces muy fácil desmontar sus argumentos y así ir hundiendo progresivamente a su víctima en un caos pernicioso. Un caos que en origen es del perverso, pero que "evacúa" en el otro para aliviarse él, al mismo tiempo que culpabiliza a su víctima. Así, caos y culpabilidad están ahora en el punto de mira de sus órdenes. Es importante señalar que, mientras la víctima se justifica, protege al agresor, que no se sentirá nunca en peligro, pudiendo jugar así a ser él el ofensor.
En la mitología griega, Narciso (fruto de una violación) está enamorado de la ninfa Eco. Ésta muere antes de que hayan podido declararse su amor. Sintiéndose incapaz de amar, Narciso traslada su amor hacia sí mismo y adopta la costumbre de ir a admirar su reflejo en la ondulación del agua de un río. De tanto inclinarse, caerá al agua y se ahogar. Allí nacerá una flor que lleva un nombre: Narciso.
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