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Paz y Ciencia

domingo, 16 de octubre de 2016

La buena noticia: Nadie puede hacerte infeliz



La pareja no tiene la capacidad de hacernos infelices, aunque en ocasiones parezca que sí, especialmente en momentos de dolor, pérdidas, disputas o desencuentro o frustración. En una relación podemos vivir un amplio abanico de sentimientos. entre ellos el sufrimiento y el desamor, pero no tenemos por qué ser víctimas de ello, ya que nuestro camino y nuestro destino siguen siempre íntegros en nuestras manos. No sólo importa lo que vivimos sino nuestra actitud ante lo que vivimos, tal y como decía Victor Frankl, cautivo en un terrible campo de concentración.

Ésa es la buena noticia: a pesar de los malos momentos, en realidad nadie tiene el depoder de hacerte desgraciado, pues siempre queda en tus manos decidir cómo vas a vivir las cosas, el sentido que les darás y la posibilidad de orientarlas en la dirección de lo positivo y útil. Tomemos el caso de Nelson Mandela, que forjo su carácter en prisión, así como su ideario, o los versos del poeta William Ernest Henley: "Yo soy el regente de mi destino, soy el capitán de mi alma".

Sócrates decía que se casaran, a pesar de que su mujer era famosa por su pertinaz mal carácter, porque podían ser felices, y si no, siempre podían convertirse en filósofo.
No parece un buen negocio hacer depender nuestra felicidad de otro, dándole y cargándole con ese poder. La felicidad depende, pues, principalmente de que nuestra actitud logremos evitar instalarnos en el victimismo, el resentimiento, la venganza, la queja, el hedonismo, el orgullo, el temor, la avaricia, el afán de notoriedad, la riqueza desmedida, la pereza espiritual, etcétera. Todos ellos partipican del elenco de personajes de la comedia y el sufrimiento humanos.

Es más feliz el que labra su propio destino, como discípulo de la realidad y de los hechos, y los aprovecha para bien propio y de la vida. Es más feliz quien, en lugar de quejarse y sufrir resignadamente, toma posición, orienta sus acciones, genera esperanza y dibuja un futuro prometedor; en definitiva, quien se convierte en discípulo de la realidad, no en su víctima.

Conviene asumir también que la felicidad no significa placer ni éxito ni ausencia de dolor y de frustración. La felicidad es otra cosa: una sintonía con el aroma del ser esencial y con la fuerza de la vida, un sí incondicional a todas sus dimensiones, un vivir conforme nuestras predisposiciones y un entablar vínculos ricos y significativos con los demás. Cuando dependemos de modo instrumental o emocional de un otro, estamos viviendo como un niño, buscando la teta que nos nutra y nos arrope. 

Joan Garriga: "El buen amor en la pareja"
Rodrigo Córdoba Sanz. 

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