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Paz y Ciencia

domingo, 23 de octubre de 2016

Un espacio para el crecimiento



La pareja no nos va a dar la felicidad pero nos puede ayudar a crecer. De hecho, la pareja es un espacio ideal para el crecimiento de las personas, pues con ella nos despedimos del niño o la niña que fuimos e ingresamos en el mundo de los adultos.

Si no podemos desengancharnos de la pareja, en realidad, es por carencias afectivas, porque somos como niños en nuestro fuero interno. La pareja no es una mamá ni un papá.
Para conseguir intimidad con nuestra pareja se trata de compartir un periplo vital, de manrea real y respetuosa. Porque es seguro que tendremos que revisar algunos de nuestros modos de funcionar, algunas costumbres y pautas de relación, algunos hábitos y creencias, algunos temores y exigencias.

La relación de pareja no es una relación de ayuda. pero es una relación que ayuda. Ayuda al desarrollo personal, a veces a través de la alegría, pero otras veces del sufrimiento y la desazón conscientemente aceptadas. Probablemente, nada ayuda más al propio crecimiento que asumir de manera consciente el dolor y hacerle espacio entre nosotros, como nos decía el Maestro Espiritual Gurdjieff, en lugar de defendernos de él a toda costa y todo el tiempo, edificando barreras de protección que acaban por alejarnos de nuestro corazón.

Más que lo expansivo (las ganancias), es lo retroactivo (las pérdidas) lo que moldea las curvas de nuestro ser al limar las asperezas de nuestra identidad cristalizada.
Para Joan Garriga, el crecimiento es apunta hacia la expansión, hacia lo extraño, a la inclusión como propio de lo ajeno, al amor a lo diferente. Y, en la pareja, el otro es diferente, el otro es siempre un misdterio ha descubrir. Decía Shakespeare: "Quien para sí crece, del crecimiento abusa".

Los seres humanos nos reconocemos mejor en el diálogo que en el monólogo. El monólogo adolece de contraste. Cuando nuestro diálogo interno se torna un torbellino y nos pensamientos no encuentran reposo podemos enloquecer y resbalar hacia el abismo por exceso der inmersión en nuestras fantasías y déficit de contacto con lo real. Desde  pequeños descubrimos como sabemos atestiguados, como espejos, cuando nos descubrimos en su mirada, en la interacción, en el diálogo con el otro.

Con la pareja como vehículo crucial seguimos descubriéndonos, encontrándonos a nosotros mismos.Sólo podemos encontrarnos en la interacción, a través del otro, dispuestos a ser confrontandos y desnudados.

Ocurre a menudo, en el campo de la pareja, que los perros salvajes que, según, debíamos escuchar para volvernos sabios, siguen ladrando en el sótano de cada uno: miedos, penas, tristezas, deseos vehementes, enojos, envidias, celos, etcétera, todos derivados de las dificultades en los vínculos amorosos primeros.

Es habitual, que haya un acuerdo tácito de cuidar el uno al otro, de manera paritaria, y que se pueda reparar el daño del otro cuando hay momentos difíciles. Eso es acompañar. En ese caso, los miembros de la pareja se protegen, pero al mismo tiempo da lugar a una paradoja extraña: mientras se protegen, se impiden mutuamente el desarrollo.

Podemos crecer mientras nos protegemos, pero el crecimiento es mayor, si cabe, cuando dejamos de hacerlo. Para aprender de la experiencia, porque el verdadero crecimiento ocurre cuando cada cual se enfrenta a aquello de lo que cree adolecer. Así, un día, uno de los dos incumple el pacto nunca explicitado y estalla el conflicto. Sobreviene la crisis y hay dolor, pero también la oportunidad de reorganizar, crecer, ampliar; la oportunidad de aprender y ensayar nuevos espacios internos, identidades, sentimientos y nuevas conductas. Nuevas sombras, al fin, alumbran nuestra humanidad.

Rodrigo Córdoba Sanz sobre el texto de Joan Garriga: "El buen amor en la pareja".





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