PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

miércoles, 18 de julio de 2012

Howard Gardner: MENTES EXTRAORDINARIAS




"Hay un cierto placer en la locura, que solo el loco conoce" Pablo Neruda
“Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se hallan ampliamente escritos en sus obra" Virginia Woolf


Para aquellos filántropos extrordinarios que apoyan la investigación y la educación. Howard Gardner.

PREFACIO:
Debo explicar que empecé este proyecto principalmente por dos razones: en primer lugar, he llegado a la conclusión de que existen cuatro variedades distintas de mentes extraordinarias. En este libro intento explicar los orígenes evolutivos  y las prácticas desarrolladas por el Maestro, el Realizador, el Introspectivo y el Influenciador. en segundo lugar, estoy convencido de que todos nosotros albergamos en nuestro interior los ingredientes esenciales de estas cuatro tipos de mente. Al entender mejor la mente de Mozart, Freud, Woolf y Ghandi, no solo podemos llegar a una mayor realización como seres humanos, sino que también es muy probable que podamos contribuir más significativamente a nuestra sociedad.
Dada la naturaleza de esta obra, he reducido al mínimo las citas en el texto. Los lectores que deseen profundizar en sus diversos temas encontrarán amplias sugerencias en la sección de referencias bibliográficas.

"La música es el único camino hacia lo trascendente." W.A. Mozart
"He sido un hombre afortunado en la vida: nada me fue fácil." S. Freud
"Amor y verdad son las dos cosas de Dios. La verdad es el fin y el amor es el camino." M. Ghandi
"No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente." V- Woolf

INTRODUCCIÓN: HACIA UNA CIENCIA DE LA EXCEPCIONALIDAD
Fenómenos de mentes extraordinarias

De los miles de millones de seres humamos que han vivido en nuestro planeta en los últimos cien años, comparativamente muy pocos han dejado huellas más allá de su círculo inmediato. Entre los que recordamos, algunos son conocidos por su valor excepcional (Juana de Arco), otros por su longevidad (Rose Kennedy), algunos por su generosidad (Andrew Carnegie) y algunos por su crueldad (Gegins Khan).
En todas las épocas, un minúsculo porcentaje de individuos sobresalen en virtud de sus logros creativos. Unos pocos se distinguen por el carácter prodigioso y la cualidad de sus realizaciones: aunque murió joven, Wofgang Amadeus Mozart creó docenas de piezas maestras, pertenecientes prácticamente a todos los géneros musicales existentes en la época. En otras ocasiones dichas individualidades sobresalen por el carácter innovador de su obra: desconocido cuando tenía cuarenta años, Sigmund Freud logró posteriormente crear un nuevo campo de conocimiento llamado psicoanálisis. A veces, se destacan por las profundas comprensiones de su propia mente: Virginia Woolf penetró profundamente en su propia psique, en las experiencias de mujeres y en la naturaleza de los procesos mentales conscientes. En algunos casos también se distinguen por su capacidad para influir sobre los demás: Mahatma Ghandi, abogado en una provincia oscura de la India colonial, elaboró y practicó una forma de desobediencia civil que aún hoy día continúa inspirando a millones de personas en todo el mundo.
Mozart, Freud, Woolf y Ghandi son casos muy especiales; tan especiales que constituyen los ejemplos principales de Mentes Extraordinarias. Pero no son en absoluto los únicos ejemplos de excepcionalidad. Observadores contemporáneos que han contemplado los dibujos de monos hechos por la niña china Wang Yani, los esbozos de caballos dibujados por la niñ autista Nadia y los dibujos de arquitectura del niño autista Stephen Wiltshire, por ejemplo, han queado estupefactos por estas evocadores creaciones. Nos quedamos boquiabiertos al enterarnos de que Lorenzo de Médicis estaba llevado a cabo una misión diplomática a los catorce años, que Thomas Jefferson escribió la Declaración de Independencia a los veintiséis años de edad y que Alejandro Magno había conquistado la mayor parte del mundo civilizado antes de morir, cuando solo contaba con treinta y tres años. Nos maravillamos ante el éxito, logrado a pesar de enormes desventajas, de la científica francopolonesa Marie Curie, de la pionera estadounidense de la danza moderna Martha Graham, y del líder político sudafricano Nelson Mandela. Y apenas podemos creer que Goethe acabara de escribir Fausto a los veintiocho años y que Verdi, Yeats y Miguel Ángel estuvieran produciendo sus mayores obras en los últimos años de vida.
A lo largo de la historia, la mayoría de nosotros hemos tenido una relación de amor-odio con las individualidades extraordinarias, que salen de nuestra propia fila. Por otra parte, hemos apreciado el habernos beneficiado de sus contribuciones: ponemos nombre a edificios e incluso a comunidades enteras, leemos -y a veces escribimos- libros sobre ellos y construimos nuestros cursos y disciplinas basándonos en sus palabras y obras.
Pero, al mismo tiempo, mantenemos enormes recelos respecto a aquellas personas que han sido dotadas de grandes dones y las que ejercen una profunda influencia en nuestra vida. Al principio, nos resistimos a reconocer sus logros y a veces las dejamos en el anonimato, rechazando en muchas ocasiones sus innovaciones. Posteriormente, cuando sus logros han sido reconocidos, a menudo buscamos signos de debilidad, sus pies de arcilla, sus puntos débiles, su talón de Aquiles, razones para degradarles, como si quisiéramos, de algún modo, rebajar los resultados logrados por ellos. A pesar de que estimamos a nuestros héroes, cuando somos seres mortales nos encanta igualmente denigrarles.
Una ambivalencia similar rodea nuestra política social. La mayoría de las sociedades han reconocido de un modo u otro a las personas de talento que surgen en medio de ellas y les han dado oportunidades de realizar su potencial, estableciendo programas especiales, ya sea para nutrirles o para permitir que sobrevivan los mejores. En las sociedades democráticas, no obstante, nos sentimos extramadamente incómodos con el concepto de la existencia de una élite, ya se base esta en el mérito o en el "nacimiento hereditario". Muy especialmente, penalizamos a los que poseen un talento intelectual, dedicando incomparablemente, por ejemplo, más recursos a los que tienen dotadas de talentos extraordinarios. Y sospechamos -con alguna justificación- de los que "rinden culto a las normas" y que se apartan de los demás, con el pretexto de que ellos son los únicos capaces de entender las grandes mentes del pasado.
Incluso dentro de las filas de los académicos e investigadores, pueden encontrarse perspectivas opuestas. Particularmente entre los investigadores orientados hacia las humanidades -biógrafos, historiadores, literatos y críticos de arte-, existe la aceptación del hecho de que ciertas personas son extraordinarias y que, por ello, merecen una atención mantenida. En el pasado, los estudios sobre personas extraordinarias, como Freud o Marx, Einstein o Darwin, Austen o Dickens, tendían a glorificarse y a acentuar sus cualidades de inspiración. Más recientemente, además de la incomodidad que produce el mismo concepto de que existan algunas personas que se hallan dentro de la norma, se ha puesto un énfasis correlativo en descubrir sus fragilidades, tendencia que a veces culmina en francas "patografías".
Las personas extraordinarias no han ocupado el interés de la investigación entre los científicos de las ciencias naturales y los científicos del comportamiento. Las diferencias entre individuos no son muy prominentes en otras especies; y la mayoría de los científicos que centran su investigación en los seres humanos se han interesado más en los patrones que pueden detectarse en la mayoría de nosotros que en las regularidades que pueden disntiguir a algunos individuos de otros. Además, dentro de las ciencias cognitivas -el nuevo ámbito de estudio que se centra particularmente en la mente- ha existido una fuerte inclinación a presuponer que todas las personas tienen los mismos procesos mentales básicos. Pongamos, por ejemplo, los casos de Abraham Lincoln, Marie Curie o John Doe: lo tres presumiblemente utilizaron los mismos tipos de proceso de memoria, aprendizaje y comportamiento; si existen diferencias entre ellos, se piensa que se trata de distinciones de grado, pero no de clase.

Howard Gardner: "Mentes Extraordinarias. Cuatro retratos para descubrir nuestra propia excepcionalidad". Kairós, 2011.



http://youtu.be/IBLscIOUN7I David Kellner (1670-1748) Chaconne - Miguel Yisrael, Baroque lute (CD Les Baricades Mistérieuses) -
http://youtu.be/e9RS4biqyAc Paco de Lucía - Concierto de Aranjuez (Adagio) -

No hay comentarios: